ESPLENDOR CIENTÍFICO Y CULTURAL DEL CALIFATO DE CÓRDOBA


Córdoba fue una de las ciudades más extraordinarias de la Europa medieval. Durante los califatos de Abd al-Rahman III y de Al-Hakam II, en el siglo X, experimentó su período de mayor esplendor científico, filosófico y cultural gracias al excepcional aporte de los hispano-árabes, llegando a ponerse a la altura de ciudades como de Bizancio o Bagdad.

ESPLENDOR CIENTÍFICO Y CULTURAL DE CÓRDOBA

La Corduba de origen romano comenzó su declive bajo el emperador Diocleciano, pero fueron los vándalos y los visigodos quienes dieron una etapa oscura. La Qurtuba musulmana comenzó en el 711. Fue entonces cuando árabes y bereberes arrebataron la ciudad a visigodos, gestando la más extraordinaria de todas las Córdobas.

Qurtuba quedó integrada en una Al Ándalus dependiente del Califato Omeya con capital en Damasco. En 756, Abd al-Rahman I, único superviviente de los Omeyas tras la llegada de los Abasíes, proclamó el Emirato de Córdoba, independiente políticamente del nuevo Califato Abasí con capital en Bagdad.

Con la dinastía Omeya, se iniciaba el periodo más brillante de su historia, convirtiéndose en la principal metrópoli europea. Bajo el emirato de su auténtico propulsor, Abd al-Rahman II, la capital fue dotada de nuevas infraestructuras, madrasas, mezquitas, etc.

CALIFATO DE CÓRDOBA

En 929, Abd al-Rahman III proclamó el Califato de Córdoba, independiente totalmente del Califato oriental, asumiendo la más alta dirección, tanto en las cuestiones políticas como en los asuntos religiosos. Con sus 350.000 habitantes, se convirtió en la urbe más populosa de Europa. Se trata de una ciudad deslumbrante en la que el arte y la cultura alcanzaron cumbres extraordinarias, una ciudad a medio camino entre Oriente y Occidente, metrópoli cultural comparable a Bagdad y a Constantinopla en aquel tiempo.

Tal vez esta decisión estuvo influenciada por su origen familiar ya que estuvo emparentado con los reyes cristianos, siendo sobrino de los navarros Sancho Garcés I y Toda, primo de García Sánchez I de Pamplona o Sancho I el Craso de León.

En este tiempo comenzó una fase de expansión económica en la que el oro vuelve a acuñarse en Córdoba con abundancia. Las estimaciones consideran que sólo en el año 949 se amonedaron allí cuatro y ocho toneladas de él, y que en el conjunto de su gobierno se convirtieron en monedas varios centenares de toneladas de oro. Entonces, su prestigio se extendía por todo el orbe.

AL-HAKAM II

Sánchez Albornoz describió los variados aspectos de la riqueza de la España musulmana, destacando que se siguiera explotando la minería de la Península; se realizaron grandes cultivos de plantas textiles, productos de colorantes, adoríferas y de moreras que permitían la cría de gusanos de seda. Florecieron también las industrias del mueble, del tapiz, peletería, zapatería, cerámica, perfumería y vidriería con la invención del cristal por Ibn Firnas, orfebrería; también las relacionadas con los cueros repujados, pergamino, mosaico y marfil; la de cobre e incluso del papel, ya en Játiva desde el siglo X. Sus productos eran exportados a la España cristiana y a tierras carolingias, Berbería y Oriente.

Al-Rahman III permitió la libertad de pensamiento, la tolerancia entre religiones y razas de una ciudad en la que convivían musulmanes (árabes, bereberes, sirios y yemeníes) judíos, mozárabes y cristianos, y promocionó la ciencia, las artes y la filosofía.

Se abrían escuelas, aumentaban las compras de libros procedentes de Oriente y se incentivaba la labor de traductores especializados. Geógrafos, filósofos, astrónomos, alquimistas, traductores o mercaderes de libros acudían a Córdoba procedentes del califato de Bagdad. Muchas de las ideas que llegaron a Europa procedentes de Oriente se incorporaron gracias a la acción de Córdoba y Al-Ándalus en las que se realizaban muchísimos estudios básicos para la medicina, la botánica, la matemática, la filosofía, la geografía y demás ramas de la ciencia, incluida la religión.

CATEDRAL-MEZQUITA DE CÓRDOBA

Pese a la resistencia de los alfaquíes, doctores del islam caldeados en un feroz integrismo, brotaba en estos años el árbol de la tolerancia a cuya sombra se cobijaban las corrientes sobre el origen de la materia, se protegían a los judíos que actuaban como intermediarios y traductores, se accedía a las fuentes griegas y latinas, se leían y comentaban las obras de Aristóteles y se organizaban sus conocimientos en tratados sistemáticos que atesoran los saberes de la Antigüedad, permitiendo a Córdoba la formación de su propio crisol cultural.

Córdoba registró también los progresos matemáticos y científicos de Oriente. Llegaba de la India el sistema numeral actual, compuestos por los números arábigos que introducían como gran novedad el cero y que posibilitó el origen de la ciencia matemática moderna. Este sistema numérico se dio a conocer a los reinos del norte. El hallazgo se hizo popular en Europa, lo que propició el interés de Gerberto, futuro papa Silvestre II, preceptor de la familia imperial de Otón I, quien llegó a Córdoba para conocer la obra científica y transmitirla después a Francia e Italia.

El estudio de la medicina se desarrolló con la traducción al árabe del tratado de Dioscórides sobre la Materia médica, regalo del emperador bizantino Constantino VII al primer califa. El médico Al-Harrani se convirtió en uno de los primeros musulmanes consagrado a la ciencia médica en la península Ibérica.

Otras aportaciones relevantes fueron la fórmula del papel, invención china importada de Samarcanda y Túnez, la industria del gusano de seda, conocida por el astrónomo y poeta Al-Gazal durante una embajada en Constantinopla, y el juego del ajedrez introducido por el músico y poeta iraquí Ziryab.

ALQUIMISTAS Y JUGADORES DE AJEDRÉZ

Al margen de las ciencias y la filosofía, el cosmopolitismo de Medina Azahara atrae a poetas y escritores que alegraban con sus tradiciones literarias el parnaso omeya y cantaban las proezas de sus mecenas. Entre ellos destacaron el historiador Ibn Said, el poeta y filólogo armenio Al-Qali, o el viajero que llegó de Oriente Ibn Hawqal, el cual anotó en el siglo X que Córdoba era una ciudad más grande que cualquier otra del Magreb, Egipto o Siria.

Durante el segundo califato, el de Al-Hakam II, el esplendor cultural de Córdoba alcanzó su máximo auge. Durante su infancia y juventud Al-Hakam II, conocido como el "Califa sabio", se formó por brillantes preceptores como el filólogo de origen iraquí Abu Ali al Qali y su discípulo, el gramático Al-Zubaydi, que le inspiraron un amor especial por la ciencia y las artes.

Hechizado por las letras, la música y la poesía, Al-Hakam II creó la Biblioteca califal, la mayor de Occidente en la época. Reuniría todas las ramas del saber en sus más de 400.000 volúmenes de tiempos y orígenes muy diversos. Mantenía un delegado permanente en Bagdad para copiar cualquier libro recién publicado y enviaba hombres para investigar las bibliotecas de Constantinopla, Damasco y El Cairo y comprar aquellos libros de Oriente inexistente en Córdoba. Esta producción literaria renovó el pensamiento y las artes de todo Occidente, y se convirtió en puente de transmisión del saber grecolatino.

ALCÁZAR DE CÓRDOBA

El reinado de Al-Hakam representó el apogeo de las letras y las ciencias en el al-Ándalus, que empezó a generar una producción literaria y científica propia.

Durante este califato destacaron: Abu Bakr al-Ansario enseñó aritmética y geometría en la corte del califa; los hermanos Ahmad y Omar al-Harrani destacaron en el campo de la medicina; Ibn al-Kutiyya se convirtió en uno de los más célebres cronistas de la historia andalusí; Ibn Abd Rabini, cantor de las hazañas bélicas de Abd al-Rahman III y autor de una enciclopedia que trataba de todas las materias del saber posibles; el médico e influyente cortesano judío Hasday; el historiador y bibliógrafo Arib, secretario de Al-Hakam II y guarda custodio de su biblioteca; el médico y literato Ibn al-Katani; el cirujano Abulcasis, cuyo tratado de cirugía, traducido al latín, se extendió durante siglos por Europa; y el matemático y astrólogo Al-Majriti, que trasladó por primera vez al árabe el Planisferio de Ptolomeo y vaticinó la ruina del califato.

Dos obras primordiales de esta excepcional Qurtuba destacan en la Córdoba actual: la Gran Mezquita y la Madinat al-Zhara.

Gran Mezquita de Córdoba es emblema de la ciudad y obra fundamental del Occidente islámico junto a la Alhambra de Granada, superior a la torre del Oro y a la Giralda sevillanas o a la Aljafería zaragozana. Es la única superviviente de las más de 600 que tuvo. El arte hispano-musulmán desvela en este templo su más valioso secreto: que el conjunto de lo que en Córdoba suele llamarse árabe tiene una parte romana y visigoda, otra parte bizantina, otra persa, y una parte novedosa, la andalusí.

Fue iniciada en 785 por Abd al-Rahman I sobre la antigua basílica visigoda de San Vicente, erigida a su vez sobre un templo romano. Este primer proyecto supuso el impulso necesario para el desarrollo del primer arte islámico peninsular. Implicó 11 naves y 110 columnas que ya presentaban el que todavía hoy es su rasgo más característico: los arcos dobles de medio punto y herradura que alternan dovelas de caliza y ladrillo generando una llamativa bicromía.

CATEDRAL-MEZQUITA DE CÓRDOBA

Durante el siglo X, coincidiendo con el esplendor del califato, Abd al-Rahman II y Abd al-Rahman III realizaron sucesivas ampliaciones. Con al-Rahman II se añadieron 80 columnas más, permitiendo una capacidad de 17.000 fieles. Con Al-Rahman III se amplió el Patio de los Naranjos y el alminar de doble escalera, hoy encerrado en la torre que Hernán Ruiz III levantó en el siglo XVI.

La aportación de Al-Hakam II fue la más espléndida y enriquecedora desde el punto de vista artístico, una ampliación impulsada entre los años 961 y 965. Introdujo el atractivo y seductor refinamiento oriental entre un bosque de más de 700 columnas. Dicha suntuosidad es evidente en la portada del mihrab cubierta de bellos mosaicos bizantinos, únicos en el arte islámico, de estuco y de mármol. Se construyeron cuatro nuevos lucernarios con bellas cúpulas nervadas y arcos entrelazados, en la nave central erigió la masqsura, un lugar reservado al califa.

La última ampliación, la de Almanzor, fue básicamente cuantitativa, ya que técnica y artísticamente su aportación fue menor. Añadió 8 naves al lado oriental, sumando así un total de 19, lo que ocasionó la pérdida de la posición central que tenía el mihrab. Con la conquista cristiana de la ciudad en 1236, la mezquita devino en templo cristiano y, no poco después, en catedral.

CATEDRAL-MEZQUITA DE CÓRDOBA

El Palacio de Madinat al-Zahara fue hecho levantar por Abd al-Rahman III a las afueras de Córdoba para simbolizar su poder y emular las de otros califatos orientales. Fue construido durante los años 936 y 976 y, según cuenta la leyenda, a petición de su favorita Al-Zahara. Se trata de un complejo arquitectónico compuesto de salones, jardines y fuentes, fiel reflejo de la grandeza del califato.

La ciudad palacio, que ocupaba 112 hectáreas, se erigió en una pendiente y estaba organizada en terrazas. En la parte más alta se encontraban el palacio califal, salas de recepción y las residencias de la familia real. En la terraza intermedia había huertos y jardines, y justo debajo la ciudad propiamente dicha con edificios gubernamentales, viviendas de altos funcionarios, artesanos y servidores del Estado omeya. Entre la terraza intermedia y la inferior se hallaba la mezquita, sobre una colina artificial.

En 945, todavía en período de construcción, Abderramán III trasladó aquí su gobierno, su casa real y su ceca. Su hijo Al-Hakam II prosiguió la construcción de la ciudad, embelleciéndola: en las salas de recepción se colocaron 4.324 columnas de mármol tunecinas y 12 estatuas de oro forjadas en Siria.

MEDINA AZAHARA

Eran los años en que el poderío islámico tenía el control de la península Ibérica, acompañando así a la reputación de los sabios y científicos de Al-Ándalus el victorioso desfile de sus ejércitos. Pero la Guerra Civil o fitna puso fin al califato y el esplendor de esta Córdoba islámica terminó con la fragmentación de Al-Ándalus en pequeños reinos de taifas, lo que supuso el fin del poder islámico en la península Ibérica.

Esta Córdoba Omeya desmoronada fue cantada por el poeta neoclásico Ibn Shuhayd, creador de un viaje profundo a las regiones de ultratumba:
"Oh paraíso, sobre el cual el viento de la adversidad ha soplado tempestuoso, destruyéndolo, como ha soplado sobre sus habitantes, aniquilándolos!"

También fue reflejada en el siglo XIV por el historiador granadino, padre de la sociología Ibn Jaldún: "La extinción es el porvenir de todas las dinastías y todas las ciudades". Pero también exalta su esplendor en su Introducción a la historia universal:
"Los monumentos dejados por una dinastía son debidos a la potencia de la que esta dinastía disponía en la época de su realización… Véase aún la mezquita fundada en Córdoba por los Omeyas y el puente que atraviesa el río de esta ciudad."

Durante este tiempo el poeta cordobés Ibn Zaydun se convirtió en el más célebre de los poetas andalusíes. Expresó con ternura y delicadeza su desgraciado amor por Wallada, última de las princesas de los Omeyas de Córdoba:
"Si tú quisieras, habría entre nosotros dos lo que no se perdería: un secreto. Aunque se revelara todo secreto, jamás se divulgaría; bástate saber, ¡amor!, que, si tú sustentas mi corazón, podría sobrellevar lo que otros corazones no soportan, y él soportaría."
ALQUIMISTAS Y CIENTÍFICOS

La persecución política y religiosa de los integristas islámicos se instauraba en la Córdoba de Almanzor, y más tarde en la de los almorávides y almohades. La biblioteca de Al-Hakam II fue quemada por Almanzor y por los fanáticos alfaquíes, al igual que la Medina Azahara y tantos palacios y bibliotecas de una Al-Ándalus que se fragmentaba en Taifas a la muerte de dicho caudillo. Se perseguía la producción literaria y a los eruditos que no comulgaran con la ortodoxia integrista islámica.

A pesar de las invasiones norteafricanas sufridas en los siglos XI y XII, esta Edad de Oro de la cultura hispanomusulmana de Córdoba se prolongó gracias a las creaciones de un interesante grupo de filósofos, teólogos, científicos, etc. A través de estos filósofos musulmanes se transmitió gran parte del saber griego, que se había perdido en Occidente tras las invasiones bárbaras. También transmitieron saberes matemáticos, astronómicos y médicos, así como relaciones entre filosofía y religión, fe y razón, existencia, atributos y naturaleza de Dios, entendimiento agente, etc. El saber médico, astronómico y matemático de los árabes fue elevado, y de ellos se benefició Occidente. Al difundir el paganismo griego y romano difundieron el pitagorismo y neoplatonismo, con lo que la filosofía terminó identificada con la teología.

Los musulmanes españoles influyeron en la mística y espiritualidad de toda la Península, a la que insuflaron neoplatonismo alejandrino, misticismo hindú y sufismo oriental. Influyeron también en mudéjares y moriscos, y en distintas escuelas ascético-místicas españolas. Algunos de estos destacados filósofos hispano-musulmanes que desarrollaron su pensamiento en Córdoba fueron Ibn Hazm, Ibn Masarra y Ibn Roschd Averroes.

IBN MASARRA Y IBN ZAYDUN

El juez, médico, filósofo, teólogo, historiador y poeta Ibn Hazm de Córdoba fue uno de los escritores más prolíficos que ha dado el mundo musulmán. Se le atribuyen unas 500 obras dedicados a la filosofía, judicatura, teología, historia y literatura.

El collar de la paloma es el texto más ilustre sobre el tema del amor que se haya escrito en la civilización musulmana. Se trata de un libro de filosofía amorosa donde establece sus teorías a partir de observaciones propias, detallando cómo amaron los andalusíes cuando los omeyas reinaron en Al-Ándalus.

La obra es una auténtica joya literaria de intención purísima, limpia y hasta el final, ascética y piadosa que obedece a determinadas circunstancias sociales y de ambiente moral y religioso. Escrita en árabe purísimo, en rica prosa en la que se intercalan versos, a veces, con un profundo sentimiento, llena de historias de amor, de observaciones sobre la vida cotidiana de su tiempo. Se dice que "El collar" es una "elegía andaluza", una nostálgica resurrección en el recuerdo de la gran capital del Califato antes de que fuese saqueada por los bereberes.

IBN HAZM Y EL COLLAR DE LA PALOMA

La fascinante y ambiciosa Historia crítica de las ideas religiosas es la obra pionera en el estudio comparado de las religiones que se haya escrito nunca, haciendo gala de su erudición bíblica, distinguiendo a la perfección las sectas judías. Analiza, además de las religiones, las diferentes actitudes del espíritu humano ante el hecho religioso. En función de su actitud, clasifica a los seres humanos y a las doctrinas en varias categorías: ateos, que engloba a los escépticos y a los materialistas; y creyentes, los que creen en una divinidad personal o en una divinidad impersonal y abstracta.

Otras de las grandes obras filosóficas de Ibn Hazm fueron El libro de los principios de los fundamentos jurídicos, El libro de los caracteres y la conducta, El libro de las soluciones divinas, y Sobre las leyes del razonamiento.

Como filósofo resultó ser un neoplatónico, con influjos de Aristóteles. Intermedió entre el apego a los textos sagrados de los alfaquíes y la sobreestimación de los filósofos racionalistas. Razón y revelación son pues sus temas, con la fe uniendo a Dios y al ser humano. Acerca del saber dijo lo siguiente:
"El que busca el saber para jactarse de él, o para ser alabado, o para adquirir riqueza y fama, está lejos del éxito, pues su objetivo es alcanzar algo que no es el saber."
Su lengua era tan crítica y mordaz contra el poder y la pobreza de espíritu, que se llegó a decir que "era tan afilada como la espada". Fue muy perseguido por los teólogos ortodoxos y sus cargos políticos le causaron persecuciones, prisión y destierro, eso lo dejó escrito:
"Aunque queméis el papel, no podréis quemar lo que encierra, porque lo llevo en mi pecho."
A principios del siglo X, influenciado por el sufismo, Ibn Masarra fundó con un grupo de discípulos en una ermita de la sierra de Córdoba la Escuela Masarri, que tuvo sus manifestaciones en Córdoba y Pechina (Almería). El núcleo de ese pensamiento es una doctrina emanatista de tipo neo-platonizante.

MAIMONIDES Y AVERROES

Entrando ya en el siglo XII destacó el más importante de los pensadores hispano-musulmanes, Ibn Roschd, conocido como Averroes. Perteneció a una familia de juristas malaquíes, se dedicó al estudió del derecho y de la teología en la universidad de la mezquita que fundó Abd al-Rahman III, y más tarde, en la corte almohade del sultán Abu Yaqub Yusuf, a la medicina y ciencias naturales, y por último a la filosofía.

Se le atribuyen 96 escritos seguros, 21 apócrifos y 9 dudosos. Muchos de sus originales se han perdido, conservándose su traducción latina. Escribió sobre derecho, medicina, filosofía, astronomía y teología. En filosofía destacan sus Comentarios a Aristóteles, que recuperaron al verdadero filósofo griego para la historia y transmitieron a Europa su pensamiento cuando los estudiosos cristianos y judíos de Toledo los tradujeron al latín. Abrió el camino a la filosofía y las ciencias europeas a través del contacto cultural entre los reinos cristianos y el Islam español.

Fue un racionalista inspirado en Aristóteles, creyente musulmán que trató de relacionar la Biblia y el Corán con el pensamiento de Aristóteles y Platón, buscando una respuesta al principal problema filosófico de la época, es decir, la concordancia entre razón y revelación, para lo que estableció que cuando el significado literal del Corán pareciera contradecir las verdades racionales de los filósofos, los versos debían leerse en sentido metafórico.


AVERROES

En medicina se hizo muy famoso su Kulliyat, gracias a su Libro sobre las generalidades de la medicina. Otras de sus grandes obras fueron Destructio destructionis, Sermo de substancia orbis, De anima beatitudine, De conexione intellectus abstracti com homini, Quaesita in logicam Aristotelis, Doctrina decisiva y fundamento de la Concordia entre la Revelación y la Ciencia, Exposición de los caminos que conducen a la demostración de los artículos de la fe, etc.

Por intrigas cortesanas, sufrió el destierro, sus obras fueron perseguidas y al morir en Marruecos sus restos fueron trasladados a Córdoba.

ESCUELA CARTOGRÁFICA MALLORQUINA


El final del siglo XV significó la madurez de las artes cartográficas españolas dejando un legado encabezado por la Escuela mallorquina de CartografíaEste movimiento científico estuvo formado por marinos, cartógrafos y cosmógrafos principalmente mallorquines, pero también hubo catalanes, que describieron la geografía de Europa, el norte de África y las costas del Mediterráneo.

En la Baja Edad Media, son muy destacables los portulanos de Angelino Dulcert, Jaime Ribes, Guillermo Soler, Mecía de Viladestes, Johanes de Viladestes, Gabriel Vallseca, Gabriel Vallseca y el Atlas Catalán de Abraham Cresques.

ESCUELA CARTOGRÁFICA MALLORQUINA

En la Baja Edad Media, apareció el portulano o cartas portuláneas, también llamada carta a la brújula, que fue empleado hasta el siglo XVI. En contraposición a los mapas orientados de la Alta Edad Media, estas cartas náuticas son mucho más realistas porque están norteadas, es decir, el punto cardinal norte está ubicado en la parte superior. Estas cartas portuláneas podían ser náuticas, si atienden exclusivamente a la representación de litorales, y náutico-geográficas, si dibujan con igual detalle las zonas costeras y las interiores.

El portulano se caracteriza por poseer una red básica de líneas de rumbo, de rayos y rosas de viento, con escala o tronco de leguas. Su representación cartográfica no tenía en cuenta las graduaciones de longitud ni de latitud, pero acostumbraba a reflejar con detalle la configuración de las costas.

En el siglo XIV, cartógrafos mallorquines sentaron los fundamentos de esta ciencia, y en el XV, se emplearon en enseñarla a los cartógrafos genoveses y venecianos como únicos rivales que merecen atención. Estaba en juego el dominio de las rutas comerciales por el mar Mediterráneo.

Mallorca fue la vanguardia de la cartografía de esa época a causa de la concentración de judías dedicadas al desarrollo y comercio de los instrumentos de navegación como astrolabios, cuadrantes, horas de arena y, especialmente, brújulas.

La escuela mallorquina se caracterizó en sus portulanos por la red de rumbos, y la rica toponimia del perfil de las costas. Aunque la situación de las islas presenta un error sistemático que no fue resuelto hasta descubrirse las variaciones de la declinación magnética. Entonces se comprendió que las cartas se estaban haciendo usando la brújula, tanto en mar como en tierra. Precisamente, los más afamados cartógrafos mallorquines, Abraham Cresques, su hijo Jefudá y Mecía de Viladestes, eran reputados bujolers (fabricantes de brújulas).

Mallorquina es la llamada Carta de París, la anónima de la Biblioteca Nacional de Madrid, la de Viladestes, la del rey Martín, la de la Cartuja de Valdecristo, la de Valseca, y muchas más, dibujadas todas ellas en los siglos XIV y XV. Se trata de un conjunto de cartas, tanto anónimas como firmadas, pertenecientes a la Escuela Mallorquina que abarcan desde su eclosión con Dulcert, una fase intermedia de 1380 con Cresques y Soler, y una etapa final del Medievo con Vallseca y Viladestes.

Estos portulanos, de unidad estilística admirable, son actualmente conservados en diversas bibliotecas de Europa, siendo los más notables los conservados en el Ministerio de la Instrucción Pública de Roma, en las Bibliotecas Nacionales de Nápoles, de Venecia, de París, el Archivo de Estado de Florencia, o en el Topüapü Sarayi Katufané de Estambul.

ATLAS CATALÁN DE ABRAHAM CRESQUES

Un momento decisivo de la cartografía se produjo a mediados del siglo XVIII, en 1266, cuando un desconocido cartógrafo catalán trazó la primera carta del litoral mediterráneo con una precisión jamás antes desarrollada. Un científico como Nordenskiold afirmó que el tronco de escala de todos los portulanos italianos trazados con posterioridad se basaban en la carta del catalán, es decir, sobre unidades de medida catalanas.

Las cartas geográficas más antiguas con fecha y autor conocidos son españolas, trazadas por el gran cartógrafo mallorquín Angelino Dulcert, en los años 1323, 1330, y 1339. Una obra maestra de la escuela cartográfica catalana-mallorquina es la dibujada en 1339 gracias a la riqueza de detalles y exactitud, que se conserva en la Biblioteca Nacional de París. Esta comprende toda Europa, una parte del norte de África y una porción del Caspio. En el océano Atlántico están dibujadas los archipiélagos Azores y Canarias, y una parte del litoral africano, muy extensa, al sur del cabo Nun, con lo que se demuestra que este territorio era ya conocido por los navegantes y cartógrafos españoles mucho antes de la famosa expedición de Jaime Ferrer en 1346.

Portulano mallorquín Mediterráneo Ángel Dulcert
PORTULANO MALLORQUÍN DE ANGELINO DULCERT

El cartógrafo y geógrafo Abraham Cresques, hispano-judío protegido por los reyes aragoneses Pedro IV, Juan I y Martín I, es una figura clave en el desarrollo de la Escuela Cartográfica mallorquina. Tanto él como su hijo Jehuda Cresques dejaron una nutrida documentación sobre cartas náuticas. Su mapamundi elaborado en 1375, en un taller de Palma de Mallorca, está constituido por varias tablas u hojas dispuestas en forma de biombo, considerada como la pieza que alcanzó el punto más alto del conocimiento cartográfico medieval. Fue llamado Atlas catalán por su idioma, pero en la actualidad es más conocido como Carta de París, por estar conservado en la Biblioteca Nacional de París.

La Carta de París tiene una importancia enorme, porque es la que relata el viaje que hizo el navegante mallorquín Jaime Ferrer hasta el Río del Oro, en el Sahara Occidental. Además, recoge una representación de Asia, que naturalmente no estaba en la de 1339, ya que entonces no se conocían los viajes de Benjamín de Tudela ni de Marco Polo.

Jafudá Cresques se convirtió al Cristianismo, conocido como Jaime Ribes el Mallorquín. Colaboró con el portugués Enrique el Navegante en la Escuela de Sagres, para que dirigiera los trabajos cartográficos de esta escuela que llegó a ser el primer complejo náutico, comercial y militar de Europa. Ribes pudo transmitir todos sus conocimientos en el arte de la cartografía, que posibilitaron las expediciones portuguesas por las costas africanas del Atlántico y del Índico. Por tanto, la Escuela cartográfica portuguesa es deudora de la Escuela mallorquina.

Atlas Catalán Abraham Cresques Carta de París
ATLAS CATALÁN DE ABRAHAM CRESQUES

El otro gran cartógrafo mallorquín fue Guillermo Soler, que firmó una carta náutica en 1380, y otra náutico-geográfica de 1385. Este hecho significa que por primera vez un mismo un mismo cartógrafo representó los dos estilos mallorquines, como más tarde hicieron Valseca y Rosell.

La estima general que en el reino de Aragón alcanzaron las cartas náuticas, sobrepasó el marco de su uso científico-náutico, para ser apreciadas y conservadas por gentes cultas. La más importante de las referencias sobre este hecho es la correspondencia entre los reyes de Francia y Aragón, alrededor de la carta de los Cresques, destinada a Carlos V, o las referencias que Bofarull hizo sobre seis cartas existentes en la librería del rey Martín a comienzos del siglo XV.

A comienzos del siglo XV, la cartografía mallorquina prosiguió su evolución. La carta de Mecía de Viladestes de 1413, conservada en la Biblioteca Nacional de París, muestra un gran esplendor gráfico, pero el oro y las finas miniaturas no hacen decaer su precisión geográfica. Este cartógrafo trabajará todavía en 1423, y las referencias de otras dos cartas de 1420 y 1457 son inseguras y pueden referirse quizá a las mismas anteriores. Otro miembro de su familia, Johanes de Viladestes, compuso en 1428 la carta que actualmente se conserva en el Topüapü Sarayi Katufané de Estambul.

Carta náutica Mecía de Viladestes
PORULANO DE MECÍA DE VILADESTES

La labor de los Viladestes fue continuada por Gabriel Vallseca, que, al igual que Soler, cultivó los dos estilos mallorquines. Su monumental carta náutico-geográfica de 1439 está conservada en la Biblioteca General de Barcelona, en contraposición a su sobria carta de 1447, custodiada en la Biblioteca Nacional de París. Existe además otra carta firmada por este mismo cartógrafo en 1449, actualmente existente en el Archivo de Estado de Florencia.

En la Biblioteca Nacional de París se conserva un pequeño fragmento de carta náutica en el que aparece únicamente representado el ángulo sur-este del Mediterráneo, es decir, parte de Palestina y Egipto, que podría pertenecer a Valseca.

Durante esta época dos reputados cartógrafos genoveses Francisco y Batista Becario trabajaron en la Escuela cartográfica catalana. Las dos únicas cartas localizadas de Batista Becario datan de 1426 y 1435, y se conservan en el Museo Nacional de Múnich y en la Biblioteca de Palma de Mallorca.

Surgía en este tiempo en Barcelona la figura de Petrus Rosell, de clara influencia mallorquina como quedó patente en las múltiples cartas por él firmadas.

Cuando el rey Juan II de Portugal creó la famosa Junta de Matemáticas, en el siglo XV, los datos de su manual se obtuvieron con las tablas expuestas en su Almanaque perpetuo por Zacuto, judío español de Salamanca, que lo había escrito entre 1473 y 1478.

Portulano Gabriel Vallseca
PORTULANO DE GABRIEL VALLSECA

En los inicios de la era de las exploraciones ultramarinas de Europa, los navegantes del siglo XVI iban guiados por una ciencia náutica cuyos orígenes eran hispano-mediterráneos, es decir, mallorquines. Aquellas cartas náuticas eran trazadas con una belleza y precisión técnica jamás antes efectuados en Europa. Sus autores trazaron sobre ellos todas las direcciones de la rosa de los vientos, con clave en aquellos puntos fundamentales de los mares donde podría encontrarse un barco. Con estas líneas en el portulano, el marino podía orientarse con la brújula perfectamente. Sin aquella escuela balear de cartógrafos, maestros del mundo, no se concibe el posterior florecimiento geográfico de los siglos XVI y XVII.

Son mundialmente conocidos por su belleza y significado cartográfico tanto el Atlas Catalán de Cresques, de 1375, como la Carta-mapamundi de Juan de la Cosa, de 1500.

ATLAS CATALÁN DE ABRAHAM CRESQUES

ELEMENTOS QUÍMICOS DESCUBIERTOS POR CIENTÍFICOS ESPAÑOLES


La ciencia española ha tenido destacados químicos durante el período de la Ilustración, y fruto de sus investigaciones ha sido el descubrimiento de algunos elementos químicos de la tabla periódica: el Platino, por Antonio Ulloa; el Wolframio, por Fausto Elhuyar; y el Vanadio, por Andrés Manuel del Río.

ELEMENTOS QUÍMICOS DESCUBIERTOS POR CIENTÍFICOS ESPAÑOLES

Antonio de Ulloa y Jorge Juan quedarán siempre unidos a la Historia de la Geodesia gracias a la labor fundamental que realizaron en la expedición franco-española para la medición de la Tierra. Ambos marinos españoles calcularon el arco meridiano en Ecuador para determinar la forma exacta de la Tierra.

Pero sus investigaciones no se centraron únicamente en el análisis de la geodesia, la geografía y la orografía de la tierra, también abarcaron otros campos de la ciencia llegando a la mineralogía. Así pues, en 1735, tomando muestras de minerales extraídos en el Chocó (Colombia), Antonio Ulloa descubre la existencia del elemento químico Platina, debido a su parecido con la Plata y que con el tiempo ha sido llamado Platino. Fue el primero en realizar un riguroso análisis y descripción del elemento de número atómico 78. Fue un hallazgo científico singular.

Durante aquel tiempo, el platino fue un metal considerado como basura, en la industria de la extracción del oro era considerado como un metal sin valor durante el proceso de beneficio, incluso los incas ya habían utilizado este metal para fabricar adornos. Con el fin de investigar un método de purificación para hacer el metal dúctil y maleable, Ulloa abrió el primer el Laboratorio Metalúrgico de España, dependiente del Gabinete de Historia Natural, fundado en 1752, en Madrid. Y tras las investigaciones de Ulloa, el platino empezó a tomarse como un valioso metal. En la actualidad sirve como material de fabricación para circuitos electrónicos, como catalizador en vehículos junto con elementos de su misma familia como el paladio y el rodio, e incluso para la industria química y joyería.

Es destacable el gesto que las autoridades españolas hicieron con respecto a este metal durante los reinados de Fernando VI y Carlos III ya que, en lugar de crear un monopolio o una industria exclusiva, repartieron muestras del mismo a toda academia científica que solicitase su conocimiento y experimentación. Fue un paso más para el objetivo de fundir y malear el metal de forma más cómoda y útil.

PLATINO POR ANTONIO DE ULLOA

A finales de este siglo de la Ilustración, algunos miembros de la Real Sociedad Económica Bascongada Amigos del País efectuaron avances en el tratamiento del platino. En 1778 esta institución fundó el Laboratorio Químico, incorporado al Seminario de Vergara, dedicado al estudio de la química y la metalurgia. En este laboratorio se elaboró la ley de las Proporciones Definidas, se consiguió hacer maleable el platino y forjar diversas piezas, y se descubrió el aislamiento del wolframio. Se trabajaron los aceros y la mejora de las técnicas de ferrerías.

El descubrimiento del mineral Wolframio o Tungsteno fue efectuado por Fausto Elhuyar y de Suvisaen 1783. El wolframio es el elemento químico de número atómico 74 que se encuentra en el grupo 6 de la tabla periódica, y se simboliza con la W.

Fausto Elhuyar era natural de Logroño y profesor de Mineralogía del Seminario de Vergara. Fundó la Escuela de Negocios del Real Seminario de Minería del virreinato de Nueva España, donde desempeñó el cargo de director general durante tres años. Allí encontró un ácido derivado de la wolframita, idéntico al ácido túngstico.

A su regreso a España, en 1783, trabajando en el laboratorio de química de la Sociedad Vascongada, en Vergara, consiguió aislar el nuevo elemento mediante una reducción con carbón vegetal. El hallazgo de un nuevo método de amalgamación permitió el aumento de la producción de plata en México. Ese mismo año los hermanos Elhuyar publicaron Análisis químico del volfram y examen de un nuevo metal que entra en su composición, obra que detallaba sus avances científicos.

WOLFRAMIO POR FAUSTO ELHUYAR

En aquel Real Seminario de Minería de Nueva España, que dirigió Fausto Elhuyar, desarrolló una brillante carrera científica el madrileño Andrés Manuel del Río Fernández. Tras estudiar química, mineralogía y metalurgia en varios centros de Europa, llegó a México donde tuvo la fortuna de colaborar con uno de los más prestigiosos investigadores de la mineralogía, Alexander von Humboldt.

En 1795, publicó Elementos de orictognosia, según el científico alemán es "el mejor trabajo mineralógico que posee la literatura española".

En 1801, Andrés Manuel describió por primera vez el Vanadio o Eritronio, el elemento químico de número atómico 23y se simboliza con la W. Es escaso y de compleja obtención, pero de gran utilidad para la preparación de diversas aleaciones.

Había hallado un nuevo elemento metálico estudiando diversas muestras de minerales de México, en este caso analizando un plomo pardo de Zimapán. Tuvo desconfianza en su hallazgo, e incluso creyó que se trataba de un cromo. En Europa fue difícil su demostración como nuevo elemento químico.

Aquel metal se mostraba en una variedad de colores, por lo que decidió denominarlo Pancromio ("muchos colores", en lengua griega). Cuando observó que sus sales tomaban principalmente el color rojo al ser calentado, cambió el nombre por el de Eritronio ("eritro", en griego).

Finalmente, el elemento de número atómico 23 tomó el nombre de Vanadio por el químico sueco Nils Gabriel Sefströn, quien redescubrió este metal en 1831 al analizar un mineral de hierro de Taberg. Lo llamó así en honor de Vanadir, una diosa nórdica de la belleza, el amor y la fertilidad.

VANADIO POR ANDRÉS MANUEL DEL RÍO