TRATADO DEL PRÍNCIPE CRISTIANO POR PEDRO DE RIBADENEYRA


Cronista, asceta y tratadista político, Pedro de Ribadeneyra destacó por su crítica a la doctrina de Nicolás Maquiavelo. Su Tratado de la religión y virtudes del Príncipe Cristiano, publicado en 1595, describe las virtudes que debe reunir un gobernante cristiano de la Edad Moderna.

Combatió la razón de Estado de Nicolás Maquiavelo por la cual el fin justifica los medios, aunque estos sean violentos y tiránicos, tesis en las que se basaron los Estados absolutistas de la Edad Moderna. En cambio, Ribadeneyra pretendió armonizar razón y fe, una concepción natural y religiosa del poder. Defendió la tradicional doctrina católica como tesis para el buen gobierno de príncipes, consejeros y ministros, que deben supeditar la política a valores morales y religiosos.

TRATADO DEL PRÍNCIPE CRISTIANO POR PEDRO DE RIBADENEYRA


Pedro Ortiz de Cisneros nació en Toledo en 1526. Adoptó el apellido de su abuela materna, Riba de Neyra, llamándose Pedro de Ribadeneyra, ya que sus abuelos maternos eran de alta clase social que habían servido a los Reyes Católicos.

Fue biógrafo, historiador de la Iglesia y escritor ascético del Siglo de Oro, traductor de latín, escritor político y profesor de retórica y latinidad. En 1539, viajó a Roma en el séquito del cardenal Alejandro Farnesio, allí conoció a san Ignacio de Loyola, que lo convenció para que ingresara en la Compañía de Jesús un año más tarde. Estudió Filosofía y Teología primero en París, después en Lovaina y en Padua.

En 1549, se encontraba impartiendo retórica en la isla de Palermo, durante tres años, junto a Diego Laínez. En 1552, estaba en Roma encargado de la cátedra de Retórica en el Colegio Germánico y al año se ordenó sacerdote.

Realizó varios viajes a Flandes, a Italia, a Bélgica, en este último país, introdujo la Compañía de Jesús, en 1556. Residió algún tiempo en Inglaterra durante el reinado de María Tudor. Realizó distintas misiones diplomáticas en Italia, Francia y Flandes, y adquirió gran fama como predicador. En 1575, se retiró a Toledo y, en 1589, se instaló en Madrid, donde murió, en 1611.

Durante su última parte de su vida, escribió la mayor parte de sus obras: Historia eclesiástica del Reino de Inglaterra (1588), el Tratado de la tribulación (1589), el Flos Sanctorum (1599), y Vida de San Ignacio de Loyola (1583).

FLOS SANCTORUM, POR PEDRO DE RIBADENEYRA

Escribió sus obras en latín, pero algunas las tradujo al español en un estilo prudente, elocuente, terso, natural y cándido.

Su Illustrius scriptorum religionis Societatis Iesu catalogus es una importante colección de biografías sobre escritores jesuitas, como por ejemplo Francisco de Borja o Diego Laínez. Para su redacción contó con la colaboración de su amigo y compañero de congregación Juan Moreto. Fue publicada en Amberes, en 1608, y reeditada con ampliación de contenidos en varias ocasiones. La más destacada fue la Vida de San Ignacio de Loyola, al que conocía personalmente por haber sido su secretario, escrita en latín en 1572, después en español, y traducida a varios idiomas.

Al iniciarse el siglo XVII, se editó su Flos sanctorum (Libro de las vidas de los santos), escrito en dos volúmenes. Fue también exitosa su Historia eclesiástica del cisma del reino de Inglaterra, publicada en Madrid, en 1588. Tomó como fuentes a otros autores, pero también su propia experiencia en Inglaterra, donde conoció a católicos ingleses perseguidos que se refugiaron en Bélgica.

Su obra ascética más significativa fue el Tratado de la tribulación, publicado en Madrid, en 1589, y escrita en un estilo moralizante de influencia senequista.

Además, escribió la Vida de Diego Laínez y la Vida de Alonso Salmerón, y un Manual de oraciones para uso y aprovechamiento de la gente devota. Tradujo de latín al español Las Confesiones del glorioso doctor de la Iglesia San Agustín, en 1596.

Parte de sus escritos fueron recopilados en Las obras del padre Pedro de Ribadeneyra de la Compañía de Jesús, agora de nueuo reuistas y acrecentadas.

TRATADO DEL PRÍNCIPE CRISTIANO,PEDRO DE RIBADENEYRA

Su obra principal es Tratado de la religión y virtudes que debe tener el Príncipe Cristiano para gobernar y conservar sus Estados. Su subtítulo Contra lo que Maquiavelo y los políticos de este tiempo enseñan es toda una declaración de intenciones contra que tesis política estaba destinado a combatir. Fue publicado en Madrid en 1595, y se divide en tres partes:

1. un Prólogo con el título Al cristiano y piadoso lector.

2. el Libro Primero, que es un Tratado de la religión como teoría política que debe regir todo gobernante para mantener su Estado.

3. el Libro Segundo, que es un Tratado de virtudes como conjunto de virtudes morales, económicas y militares del buen gobernante.

El Tratado de la religión es el análisis de una teoría política providencialista y de traducción práctica, cuyo contenido está dividido en siete aspectos:
1. establecimiento del vínculo entre religión y política a lo largo de la historia, incluso respecto a los Estados que han utilizado a la religión como simple medio (capítulos I al IV)
2. exposición de la excelencia del Cristianismo (capítulos V y VI)
3. síntesis de la excelencia política de la religión cristiana (capítulos VII al XI)
4. explicación de los beneficios del príncipe cristiano y las desavenencias del príncipe pagano (capítulo XII al XVI)
5. explicación de los modos del príncipe cristiano sobre la religión de sus súbditos (capítulos XVII al XXII)
6. relación entre herejes y católicos, así como lo perjudicial que resulta la libertad de conciencia (capítulo XXIII)
7. relación reverencial que el príncipe debe mostrar a la Iglesia (capítulos XXXV al XXXVIII)

El Tratado de virtudes está dedicado a las virtudes del príncipe cristiano, cuyo contenido está dividido en cuatro aspectos:
1. relación entre ambos libros, estableciendo que sólo el Cristianismo posee y posibilita la virtud perfecta (capítulo I)
2. exposición del carácter de las virtudes (capítulos II, III y IV)
3. desarrollo por diferentes virtudes en contraposición directa con lo que enseña Maquiavelo y los "políticos": justicia, economía y derecho, clemencia, magnificencia, templanza, prudencia y fortaleza, valor en el mantenimiento de la palabra y modo de abordar la religión (capítulos V al XLIII)
4. síntesis de todo el conjunto del tratado (capítulo XLIV)

Su objetivo principal era "cómo deben guardar y conservar sus Estados según las leyes de Dios y refutar los errores y engaños de los que enseñan lo contrario".

Para redactarlo, Ribadeneyra utilizó gran cantidad de interpretaciones históricas, referencias a la vida de los santos o citas bíblicas y filosóficas utilizadas a su conveniencia. Posee un pronunciado carácter ideológico y adoctrinador, y posiblemente es la obra española más destacada de cuantas se han dedicado a cuestionar el pensamiento político de Maquiavelo y sus seguidores.

Este Tratado de la religión y virtudes propone un modelo de gobierno del Estado moderno por parte de un príncipe cristiano mediante la aplicación de la doctrina católica, en contra de la tesis defendida por Nicolás Maquiavelo. Trataba de recomponer el verdadero orden racional del Estado roto por el error maquiavélico al considerar incompatibles la razón natural y la religión.

NICOLÁS MAQUIAVELO Y PEDRO DE RIBADENEYRA

En el fondo, Ribadeneyra pretendía retrotraer el debate jurídico de la Modernidad al teocrático del Medievo, y así recomponer el anterior orden del Estado, que armonizaba razón y fe. Una concepción natural y religiosa del poder, que fue sustituida por el modelo laicista de Estado moderno que separa el poder político del poder eclesiástico y hacía incompatibles la razón natural y las leyes de la religión.
"Como si la religión cristiana y el Estado fuesen contrarios o pudiese haber otra razón para conservar el Estado mejor que el Señor de todos los Estados nos ha enseñado para la conservación de ellos, así estos hombres políticos e impíos apartan la razón de Estado de la ley de Dios."
Según este punto de vista, Ribadeneyra intentaba, además de legitimar las políticas de Felipe II en Flandes, restaurar la armonía entre razón y fe, concepción natural y religiosa.

La tesis fundamental del libro es que no hay una, sino dos razones de Estado:
"Una falsa y aparente, y otra sólida y verdadera; una engañosa y diabólica, y otra cierta y divina; una que del Estado hace religión; otra que de la religión hace Estado; una enseñada de los políticos y fundada en vana prudencia y en humanos y ruines medios, otra enseñada de Dios, inherente en él y en los medios que, con su paternal providencia, descubre a los príncipes y les da fuerza para usar bien de ellos, como Señor de todos los Estados."
Partiendo de estas dos razones de Estado, estableció una dicotomía entre ser Político y Religioso. El Político permite la libertad de cultos y defiende la separación del Estado respecto a la Iglesia. Esta idea fue defendida por Maquiavelo y sus seguidores, también por los de Tácito, por Jean Bodino, Hobbes, Locke, Espinoza, y todos los teóricos iusfilosóficos de la Edad Moderna.

El Maquiavelismo está basado en la defensa a ultranza de la razón de Estado en la conducta del príncipe (o cualquier gobernante). Por eso, para los objetivos políticos, el príncipe debe servirse "de cualesquiera medios, buenos o malos, justos o injustos, que le puedan aprovechar", llegando incluso a decir que "debe mostrarse piadoso aunque no lo sea; y otras abrazar cualquier religión, por desatinada que sea". Es la doctrina política por la cual el fin justifica los medios, es decir, la razón de Estado justifica cualquier conducta (la mentira, la injusticia, y la tiranía), con independencia de su valor moral, siempre que sea para obtener el éxito. Esta teoría de la razón de Estado consiguió sustituir la teoría política cesaropapista y del Sacro Imperio por la de los Estados absolutos, en la Edad Moderna. Y el resultado fue la destrucción del poder justo y legítimo del Estado, generando la aparición de gobiernos tiránicos.

PEDRO DE RIBADENEYRA Y TRATADO DEL PRÍNCIPE CRISTIANO

A esta tesis se opusieron Ribadeneyra y otros anti-maquiavelistas españoles. Se rebelaron contra el hecho por el cual un acto reprochable del príncipe quedaba avalado por su éxito pragmático, con independencia de su valor moral, renunciando a cualquier justificación ética. La religión también fue tomada como otro medio por los maquiavelistas, quedando instrumentalizada por su valor político por el gobernante. Esto es lo que Ribadeneyra llamó "hacer religión del Estado".

Para Ribadeneyra, esta doctrina es un error, cuyo resultado es la destrucción del Estado como sistema de poder justo y legítimo, y el mantenimiento del régimen de despotismo y tiranía que, a su vez, podría conllevar al príncipe a ser derrocado. En cambio, la tradicional doctrina católica aseguraba defendía que el príncipe cristiano debe "hacer del Estado religión", por tanto, debía supeditar la política a un nivel superior de valores, como son los morales y los religiosos.

Los anti-maquiavelistas españoles de la Modernidad pretendían restaurar este ideal a través de un novedoso sistema político: el Estado de la Contrarreforma, resultante del Concilio de Trento, donde el poder del Imperio ha sido sustituido por el de los Estados absolutos. En definitiva, la verdadera razón de Estado que asegura el orden y gobierno de la sociedad civil es aquella que está inserta en la moral cristiana.

La doctrina política de Ribadeneyra está supeditada a la Ley de Dios, la cual respeta la dignidad, integridad y libertad de las personas: "obliga por mil títulos a no desviar un punto los ojos de la ley de Dios, a amarle, respetarle y servirle…, y, por no ofenderle, aventuran todos los estados, reinos y señoríos y haberes del mundo; porque perderlos por él es ganarlos."

Pero, Ribadeneyra introdujo novedades con respecto a los tratadistas españoles del siglo XVI (Soto, Suárez, Molina, Báñez o Mariana). No consideraba al tirano que lo fuese por su origen ilegítimo, sino por realizar un uso injusto del poder. Desde este punto de vista, un tirano es aquel gobernante por la razón de Estado.

HISTORIA DE LA CONTRARREFORMA POR PEDRO DE RIBADENEYRA

El Tratado del Príncipe Cristianode Ribadeneyra ha tenido una gran influencia en el pensamiento jurídico-político de España en los próximos siglos, especialmente en debate constitucionalista de las Cortes de Cádiz de 1812. En una redacción inicial, el artículo 12 establecía que:

"La Nación española profesa la religión católica, apostólica, romana, única verdadera, con exclusión de cualquier otra."
Su principal valedor entre los diputados conservadores y reaccionarios, Inguanzo, consiguió la aplicación de esta idea como un hecho sociológico, aunque no político. Atraídos por su mitología ultracatólica, los liberales, como Muñoz Torrero, cedieron y añadieron la frase:
"La Nación la protege por leyes sabias y justas, y prohíbe el ejercicio de cualquier otra."
Este modelo de relación entre Catolicismo y Estado, situado en torno a la libertad religiosa y no en torno a la libertad de conciencia, continuó en los sucesivos debates y Constituciones nacionales hasta 1931. En el artículo 3 de la II República:
"El Estado español no tiene religión oficial."
José Antonio Maravall en su obra La Teoría española del Estado en el siglo XVII calificaba a Ribadeneyra como "aquel de nuestros escritores más destacados en la gran lucha política del siglo XVII". Enrique Tierno Galván dijo de él que "es el máximo exponente de lo que pudiéramos llamar teoría política contrarreformista". Francisco Ayala destacó su libro fundamental como "la pieza más notables de la literatura anti-maquiavelista".

PEDRO DE RIBADENEYRA Y LA CATEDRAL DE TOLEDO

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