El fervor religioso era una señal de identidad y existía una conciencia muy aguda de la virtud, y también por eso pudo haber una extraordinaria generación de religiosos que alcanzaron la santidad. Los valores máximos del caballero cristiano hispánico eran el amor, el honor y la religión.
En este sentido, la historia dejó de ser política, económica o bélica para ser historia de la religión, de la cultura y del pensamiento, cuyas ideologías eran el Catolicismo y el Humanismo. Como dijo Menéndez Pelayo, España era esencialmente un "pueblo de teólogos".
La España de los Reyes Católicos no sólo fue un territorio unificado y acrecentado bajo la misma Corona, ya que dejó también un ambiente de reforma social que afectaba a todos los estamentos y sectores (la administración, la nobleza, las órdenes religiosas, la universidad, etc.) y que hacía de la España del Renacimiento la sociedad más moderna de su época.
En el origen de esas grandes reformas estuvo el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, un franciscano natural de Torrelaguna (Madrid), arzobispo de Toledo, confesor de la reina Isabel I, responsable de la evangelización de los moros de Granada, y regente de Castilla tras la muerte de la reina. Reformó las órdenes religiosas, y con ello consiguió que mientras que en otros países de Europa la decadencia eclesiástica generaba la reforma protestante, en España la Iglesia estaba mucho más sana, y en cierto sentido, se había convertido en la columna verbal del país.
EL CARDENAL CISNEROS DIRIGE LA CONSTRUCCIÓN DEL HOSPITAL DE LA CARIDAD DE ILLESCAS, POR ALEJANDRO FERRANT (1892) |
Dentro de esa política reformista se encontraba la fundación de la Santa Inquisición, que fue un imperativo de la política moderna habitual en todos los países de Europa con el Renacimiento. Su cometido era conseguir sociedades homogéneas y pacificadas. En una época donde la paz social dependía de la unidad religiosa, asegurar la ortodoxia es un objetivo de primera importancia. Pero la Inquisición fue una institución creada por primera vez en el siglo XII por órdenes de los reyes de Francia para perseguir a cátaros y albigenses.
En la España renacentista, la Inquisición se fundó para combatir las prácticas judaizantes de los conversos. La leyenda negra anti-española ha exagerado mucho la crueldad represiva, que para nada es cierta si se compara en el siglo XVI con las matanzas anabaptistas en Alemania y Holanda, con las hogueras de Calvino en Suiza, con las cruentas persecuciones de católicos bajo Enrique VIII e Isabel I de Inglaterra. Cualquiera de estos desafortunados episodios fueron en menos tiempo más crueles que dos siglos de Inquisición española.
Además, la Inquisición española era bastante más permisiva que muchas otras europeas, ya que en la España del siglo XVI se podía estudiar a Maimónides, Averroes, Copérnico, Giordano Bruno, etc. y la lista de autores prohibidos era realmente escasa. Por otra parte, entre los inquisidores generales abundaban auténticos mecenas: fray Diego de Deza protegió a Colón; Cisneros fundó la Universidad de Alcalá de Henares, editó a Ramón Llull y protegió a Antonio de Nebrija; Alonso Manrique que era amigo de Erasmo, etc.
La imbricación entre política y religión fue del todo determinante para la creación del concepto de España en la memoria colectiva. La Inquisición era la única institución de la Monarquía hispánica con atribuciones en cualquier parte de España, fuera en la Corona de Castilla o en la de Aragón. Tal como afirma Bartolomé Bennassar, "la Inquisición penetró en la estructura mental de todos los españoles", por lo que podría afirmarse que este perverso tribunal consolidó la idea de España como una unidad.
Consciente de la importancia de la unidad religiosa para la consecución de la unión política, el papa Alejandro VI, un español oriundo de Játiva, llamado Rodrigo de Borja, otorgó el título de Católicos a Isabel y Fernando en una bula de 1496, aduciendo la expulsión de los judíos del territorio peninsular, la conquista de Granada o la promesa de iniciar una cruzada contra los ejércitos otomanos. Aquella bula hizo más patente que nunca la unión entre Iglesia y Estado.
De esta forma, se puede afirmar que la religión católica ha representado un papel protagonista en la forja de España como nación, si bien, en no pocas ocasiones, se han instrumentalizado los principios religiosos para conseguir fines políticos.
FELIPE II OFRECIENDO AL CIELO EL INFANTE DON FERNANDO, POR TIZIANO (1573) |
La teoría del poder en la España del siglo XVI era inseparable del triunfo de la religión. El objetivo era la unidad del mundo en torno a la fe. El poeta Hernando de Acuña lo expresó así:
"Ya se acerca, Señor, o ya es llegada
la edad dichosa en que promete el cielo
una grey y un pastor en suelo,
por suerte a nuestros tiempos reservada.
Ya tan alto principio en tal jornada
nos muestra el fin vuestro celo,
y anuncia al mundo más consuelo
un monarca, un imperio y una espada."
En este contexto de valores, de principios, de creencias, los españoles del siglo XVI se ven a sí mismos como portadores de una misión. Dentro de la composición social, los porcentajes de militares y de religiosos fueron elevadísimos. Unos y otros afrontaban la vida con ese espíritu de misión. El fervor religioso era una señal de identidad y existía una conciencia muy aguda de la virtud, y también por eso pudo haber una extraordinaria generación de religiosos que alcanzaron la santidad. Los valores máximos del caballero cristiano hispánico eran el amor, el honor y la religión.
Esta mentalidad de entrega de la vida por un ideal religioso no surgió espontáneamente, sino que fue forjándose durante duros siglos de Reconquista contra el sarraceno islámico. Esta misión de llevar el Cristianismo hacia el sur peninsular fue completada a finales del siglo XV con la toma de Granada, pero abrió la puerta a nuevas empresas y misiones con la toma de algunas plazas norteafricanas, las islas Canarias y el descubrimiento del Nuevo Mundo.
EXPULSIÓN DE LOS JUDÍOS, POR EMILIO SALA CLAIM (1889) |
Con esta mentalidad, Santa Teresa de Jesús entregó su vida a la consecución de una misión. Su hermano Rodrigo falleció en América luchando contra los araucanos, y Teresa lo consideró un mártir por morir en defensa de la fe. Cuando afrentó la reforma del Carmelo en 1560, lo hizo en términos de un endurecimiento de la autoexigencia. Ese mismo año fue el Concilio de Trento y también la entrada del duque de Alba en Flandes.
Ese era el espíritu de la España de esa época, porque todo en la España del siglo XVI apuntaba en la misma dirección: un solo rebaño y un solo pastor; una autoridad política, que es el emperador, bajo una autoridad espiritual que es la Cruz, y un pueblo decidido a ser espada y brazo de Dios, un Dios que se entiende necesariamente como soberano. La propia Santa Teresa expresó esa idea del Dios Soberano en uno de sus poemas, Pastores que veláis, desde una perspectiva enteramente religiosa:
"¡Ah, pastores que veláis,
por aguardar vuestro rebaño,
mirad que os nace un cordero,
hijo de Dios soberano!
Viene pobre y despreciado,
comenzadle ya a guardar,
que el lobo os le ha de llevar,
sin que le hayamos gozado.
Gil, dama acá aquel cayado
que no me saldrá de mano,
no nos lleven al cordero,
¿no ves que es Dios soberano?"
Como Dios es soberano, es de ley que reine, y que reine a través de la espada del rey. Es la misma idea medieval del Imperio, trasladad a una estructura política ya moderna y renacentista. Y quien no aceptase ese reinado de Dios soberano, o se levante contra él, tendrá que habérselas con la espada del rey en la tierra, es decir, con los españoles. Las guerras de religión, la lucha contra el turco, las querellas con los protestantes, el avispero de Flandes o el sistema de colonización en América son fruto de esta concepción religiosa.
CARLOS V DOMINA EL MUNDO, POR PETER PAUL RUBENS (1604) |
Para Carlos I, como para cualquier príncipes de aquel tiempo, la libertad religiosa no era un concepto importante por sí mismo, porque no se pensaba en términos de libertades individuales, sino en términos de orden colectivo. Si el orden del mundo se basaba en la unidad del orbe cristiano, tolerar disidencias equivalía a que el orden del mundo se rompiera, y eso era tenido por obra claramente diabólica. Por eso hubo que hacer una guerra en Flandes contra los calvinistas, y por eso hubo esos enfrentamientos con la Inglaterra de Isabel I, que perseguía a los católicos. No era posible permitir que la herejía se expandiera, y quienes lo permitiesen cometían un pecado atroz. El propio emperador, en sus últimos años, meditaría hasta el infinito sobre sus responsabilidades en no haber podido acabar con la herejía luterana. Lo que le movió no fue el odio a Lutero, sino el sentimiento de culpa por no haber cumplido enteramente lo que él consideraba como su deber más sagrado. Así hablaba el anciano emperador con los monjes del monasterio de Yuste:
"Mucho erré en no matar a Lutero, y si bien le dejé por no quebrantar el salvoconducto y palabra que le tenía dada, pensando de remediar por otra vía aquella herejía, erré. Yo no estaba obligado a guardarle la palabra, porque la culpa del hereje contra otro señor mayor, que era Dios. Y yo no debí guardarle la palabra, sino vengar la injuria hecha a Dios."
Es esa mentalidad, esa convicción, la que explica el impresionante movimiento religioso en la España del siglo XVI. San Ignacio de Loyola, un militar guipuzcoano que defendió Pamplona contra el asedio de los franceses, fundó en 1534 la Compañía de Jesús, que muy pronto se convirtió en la más formidable organización misionera de la Iglesia católica. Santa Teresa de Jesús, abulense, fundó hacía 1560 la Orden de las Carmelitas Descalzas. San Pedro de la Cruz, en la estela de Santa Teresa, reformó a su vez la rama masculina de los carmelitas. El portugués Tomás de Jesús reformó la Orden de los Agustinos Descalzos antes de morir mártir en Marruecos. San Juan de Dios, también de origen portugués, soldado en los ejércitos de Carlos V, se entregó a la vida religiosa y fundó en Granada hospitales para pobres que serán el origen de la Orden de los Hospitalarios. El aragonés San José de Calasanz fundó escuelas para niños pobres, las Escuelas Pías.
LA RELIGIÓN SOCORRIDA POR ESPAÑA, POR TIZIANO (1571) |
En América y en las islas Filipinas se desarrollaron una multitud de obras misioneras. Se levantaban iglesias y catedrales y se fundaban universidades dirigidas por eclesiásticos, en el virreinato de Nueva España el guipuzcoano Francisco de Zumárraga fundó la Universidad de México, instaló la primera imprenta y se dedicó a impartir justicia entre nativos y colonos. El navarro San Francisco Javier fue denominado el "apóstol de Asia", el paradigma de misionero moderno. Cofundador de la Compañía de Jesús junto a su amigo Ignacio de Loyola, estuvo realizando una labor de evangelización y fundación de iglesias y centros de beneficencia por Filipinas, China y Japón hasta que la muerte le convirtió en un mártir por llevar el Cristianismo hasta los confines del mundo desconocido.
Se realizaban estudios antropológicos sobre la cultura y modos de vida de las etnias pero con una finalidad: conocer mejor a los nativos para introducirles de forma más efectiva y pacífica en el Cristianismo. En aquellos primeros estudios de la etnografía moderna destacaron religiosos como el leonés Bernardino de Sahagún o el burgalés José de Acosta.
Hay que tener en cuenta que las Bulas Alejandrinas otorgadas en 1493 por el papa Alejandro VI a los Reyes Católicos permitía el derecho a conquistar América, pero a cambio tenían la obligación, convertida en una misión, de evangelizar a los nativos americanos.
En América no se llegó a implantar un sistema de colonias comerciales nutridas con mano de obra esclava, al estilo portugués o inglés. Lo que se consiguió fue una colonización y una organización territorial acorde con la evangelización, un sistema de ciudades estables y encomiendas, y el establecimiento de una ley que protegió a los nativos de los abusos y excesos que cometieron los primeros colonizadores. Incluso sometió a juicio la propia legitimidad moral de la Conquista, como ocurrió en la Controversia de Valladolid.
En aquella Junta de Valladolid convocada por el emperador Carlos I en los años 1550 y 1551, se estableció el primer debate entre teólogos y juristas para analizar el modo en que se estaba realizando la colonización de las Américas, la licitud de la empresa y los derechos de los indígenas americanos, que dio lugar al primer debate sobre los Derechos Humanos. Supuso el triunfo de las tesis iusnaturalistas y los principios del Derecho Internacional de Gentes del alavés Francisco de Vitoria, cuya puesta en práctica fue la aprobación de las Leyes de Indias.
El pensamiento teológico de Vitoria estableció las bases por las que un Estado puede iniciar el dominio de las tierras descubiertas, desarrollando siete Justos Títulos:
1. Los españoles tienen el derecho de propagar la religión cristiana en América.
2. La protección de los naturales convertidos al cristianismo cuando sean perseguidos por otros pueblos paganos.
3. Si los indios ya son cristianos, el Papa puede darles como señor cristiano a los Reyes Católicos.
4. Cuando hay delitos contra-natura, los españoles están obligados a intervenir.
5. Los indios libremente toman como rey al rey de España.
6. En las guerras indias, si los españoles actúan como aliados de unos u otros, también participan de los beneficios.
7. No podía ser afirmado con certeza, pero sí traerse a discusión. La consideración de los indios con su atraso, rústicos, discapacitados... deben ser protegidos.
En el pensamiento, la Escuela de Salamanca desarrolló toda una corriente filosófica-teológica a partir de la obra de Francisco de Vitoria. Fue la primera corriente de pensamiento de carácter económico, moral y jurídico que debatió los problemas y dilemas morales derivados del innovador sistema comercial y de la mentalidad neo-mercantilista generada en Europa durante la Modernidad y el descubrimiento del Nuevo Mundo.
Este movimiento fue llevado a cabo por un grupo teólogos escolásticos de la Universidad de Salamanca, durante los siglos XVI y XVII, con novedosas aportaciones de Francisco de Vitoria, Matín de Azpilcueta, Tomás de Mercado, Domingo de Soto, Luis de Molina y Domingo Báñez. Tuvieron una importancia decisiva en el Concilio de Trento, donde impusieron con argumentos las tesis de la Contra Reforma religiosa, ya que el Pensamiento español estaba a la cabeza intelectual de Europa.
En la misma ola, toda la cultura española del periodo transmitió sentimiento religioso, especialmente en las artes y las letras. En la literatura mística, además de Santa Teresa y San Juan, estaban fray Luis de Granada y fray Luis de León. Pero también en la obra de literatos como Garcilaso, Alonso de Ercilla o Cervantes transpiró su mentalidad católica. En la música destacaron Juan de la Encina, en la pintura y la escultura, Pedro y Alonso Berruguete, Juan de Juanes, Alonso Cano, Sánchez Coello, El Greco, Juan de Oro: un Siglo de Oro español que, en realidad, fueron dos: XVI y XVII. Fueron los siglos de la conquista del espíritu.
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