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HETERODOXIA CRISTIANA DE PRISCILIANO


La herejía desarrollada por el obispo Prisciliano de Ávila a finales del siglo IV fue la primera rebelión en la historia del Cristianismo institucionalizado de Hispania. La doctrina priscilianista fue un novedoso movimiento gnóstico contra la ortodoxia de la Iglesia oficial.

HETERODOXIA CRISTIANA DE PRISCILIANO

Prisciliano pertenecía a una familia aristocrática de Iria Flavia, actual ciudad de Santiago de Compostela, en la provincia romana de Gallaecia, donde nació en el año 340. Viajó a Burdeos para estudiar con el retórico Delphidius y fundar una comunidad de tendencia rigorista. Hacia 379, regresó a Gallaecia para emprender una etapa de predicaciones. Fundó un movimiento ascético, rigorista y de carácter libertario, precursor del movimiento monacal.

Inspirado por la Gnosis y el Maniqueísmo, arremetió contra la creciente opulencia del clero de su época y la autoridad de la Iglesia oficial. Rechazó a la unión de la Iglesia con el Estado imperial y a la corrupción y enriquecimiento de las jerarquías. Abogó por un Cristianismo ascético y riguroso basado exclusivamente en el culto al Espíritu Santo. Proclamó la igualdad de sexos y el derecho de la mujer a ejercer funciones eclesiásticas, destacando la presencia de ellas en reuniones de lectura. Y defendió el nombramiento de maestros a personas laicas. Sus ideas obtuvieron gran éxito y se propagaron con rapidez entre las mujeres y las clases populares. Las enseñanzas de Prisciliano alcanzaron todos los estratos sociales, incluyendo muchas familias influyentes de casi todas las provincias hispanas.

Sus adeptos de reunían en celebraciones nocturnas en bosques o cuevas y allí bailaban como parte de la liturgia, en la que participaban tanto hombres como mujeres. No comulgaban con pan y vino, sino con leche y uvas. Además, creían en el Emanantismo, idea por la cual el alma surge de una especie de almacén y desciende luego al mundo material donde, inevitablemente, es corrompida por el maligno.

PRISCILIANO

Con el fin de condenar las ideas priscilianistas y erradicar la fuerte y rápida expansión del movimiento ascético de Prisciliano, el cónsul Itacio de Ossonoba convocó el Concilio de Zaragoza en 380. A este sínodo acudieron dos obispos aquitanos y diez hispanos, encabezados por Higinio de Córdoba y Hidacio de Mérida. Sin embargo, la ausencia de los dos principales obispos acusados de priscilianistas, Instancio y Salviano, evitó la condena en firme. Estos dos obispos nombraron a Prisciliano obispo de Ávila.

Surgió entonces un duro debate epistolar entre priscilianistas y ortodoxos. Pero una carta de obispo Hidacio a Ambrosio, obispo de Milán, hizo que el emperador Graciano excomulgarse y desterrara de sus sedes a Prisciliano y sus seguidores. Tras un viaje a Roma y a Milán en 382, consiguió que el mayordomo mayor del emperador, Macedonio, anulase el anterior decreto imperial.

El nuevo emperador Magno Clemente Máximo quiso aliarse con la Iglesia católica en su lucha contra los numerosos movimientos disidentes que la asediaban: arrianos, binionitas, patripasianos, novacianos, nicolaías, ofitas, maniqueos, homuncionitas, catáfrigos, borboritas, y ahora los priscilianistas. Organizó un proceso judicial que acusaba de brujería a los obispos implicados, y cuya sentencia incluyó la requisa de todas las propiedades personales de los acusados, quienes pertenecen a pudientes familias hispanas, dejando libre a la jerarquía eclesiástica.

En el año 385 Prisciliano llegaba arrestado a Tréveris, en la Germania Superior, corte imperial de Máximo, donde fue acusado de prácticas heréticas (magia negra, gnosticismo, maniqueísmo, danzas nocturnas, hierbas abortivas y astrología cabalística por el prefecto del emperador, Evodio. Fue decapitado junto a sus seguidores Felicísimo, Armenio, Eucrocia, Urbica, Latroniano, Aurelio y Asarino. Todos ellos se convertían en los primeros herejes ajusticiados por una institución civil (secular) a instancias de algunos obispos católicos. Pero la mayoría de los obispos católicos de Occidente con Martín de Tours a la cabeza protestaron contra tal decisión, y hasta el papa Siricio criticó duramente el proceso.

En el Concilio de Toledo celebrado en el año 400, muchos obispos se retractaron del Priscilianismo, pero la influencia de la doctrina perduró hasta el siglo VII.

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LA VÍA LÁCTEA, POR LUIS BUÑUEL

El escritor Fernando Sánchez Dragó, gran estudioso de la vida y obra de Prisciliano, ha destacado la gran influencia que ejerció sobre un buen número de teóricos y místicos españoles, entre ellos Ramón Llull, Miguel Servet, San Juan de la Cruz y Miguel de Molinos. También fue importante su influjo ejercido en otros países de Europa, no sólo en Francia, donde predicó.
Historiadores como Menéndez Pelayo y Bonilla San Martín pusieron de manifiesto la importancia de la herejía priscilianista en la historia de las ideas religiosas. Lo mismo ocurrió con otros eruditos extranjeros, especialmente tras el descubrimiento de la biblioteca de la Universidad de Wurzburgo de 12 tratados atribuidos al predicador gallego. De hecho, Prisciliano fue el precursor de los movimientos quliásticos y milenaristas que a partir de los siglos X y XI aparecieron en casi toda Europa: cátaros, albigenses, waldenses, husitas, etc.

Según Sánchez Dragó en su obra Del Priscilianismo al Liberalismo
"Por primera vez en la historia de la Iglesia se degollaba a un puñado de hombres por el delito de opinión."

Miguel de Unamuno escribió en Andanzas y visiones españolas que Priscialiano fue "el único gran hereje español de los primeros siglos cristianos".

El I Simposio de Prisciliano celebrado en Santiago de Compostela a comienzos del siglo XXI por una decena de expertos, concluyó que el mártir de Iria Flavia no sólo fue un hereje sino el líder de un movimiento social, a medio camino entre la herejía, el martirio y la rebelión colectiva.

En un momento histórico en el que comenzaban a fusionarse el poder político y el poder religioso, el Priscilianismo se enfrentó a las estructuras cristianas y al estado romano. Posiblemente, el oficialismo católico del siglo IV sólo buscó una excusa para eliminar a un líder rebelde, con una gran influencia y numerosos seguidores por Hispania y Galia. De hecho, al final condenado por realizar magia negra y no por prácticas de herejía. Y es que el Cristianismo de Prisciliano arraigó en comunidades rurales y se vinculó a formas colectivas de organización social.

Según el teólogo Victorino Pérez Prieto, sus enemigos le acusaron de mujeriego y licencioso, pero Prisciliano en realidad trató de recuperar el papel de las mujeres dentro de las comunidades cristianas.

El académico Ramón Villares en su Historia de Galicia explicaba la relación entre las prácticas priscilianistas, el hábitat castrexo y las tradiciones religiosas indígenas.

PRISCILIANO

Prisciliano escribió mucho, pero sólo se conservan Noventa cánones. En 1885, Georg Schepss descubrió en la biblioteca de la universidad de Würzburg (Baviera) un manuscrito con once tratados, los Tractatus de Würzburg que su director Doellinger atribuyó a Prisciliano y publicó en 1889. También se asigna a Prisciliano los Cánones in Pauli apostoli epistolas, que ordena y sintetiza sus ideas. Sobre su vida y pensamiento han escrito Juliana Cabrera, Henry Chadwick y Virginia Burrus.

Configuró su doctrina a partir de la instrucción o formación que recibió de la mujer noble Agape, y del retórico Helpidio. Forjó una doctrina sobre la que se basa el conflicto priscilianista y cuyas grandes líneas teológicas hacen referencia a la naturaleza de Dios y de Cristo, a la identidad Dios-Cristo a través de la Encarnación, a la concepción doxológica, a la Creación, a la escatología y al dualismo. El priscilianismo opone el principio material a la naturaleza divina, origen del bien y del mal, admite la preexistencia y transmigración de las almas, cree en la astrología y sostiene la existencia de libros de inspiración divina, al margen del canon oficial.

Como expresan los Tractatus y los Canones, la conducta religiosa priscilianista consta, en síntesis, de estos elementos:
1. la defensa del ascetismo y la continencia, que se manifiesta en el celibato.

2. la renuncia a los bienes mundanos.

3. la separación entre la Iglesia católica y el Estado.

4. la negación de la existencia de la Santísima Trinidad.

5. la defensa de la igualdad de sexos y estamentos sociales entre los creyentes.

6. la abstención de la carne y del alcohol, el apartamiento de la iglesia durante los períodos de Cuaresma y Navidad.

7. el estudio de las Escrituras en un sentido amplio e incluyendo, a modo de soporte doctrinal, textos apócrifos, cuya licitud defiende particularmente el Liber de fide et de apocryphis.

8. la importancia del don de la profecía carismática recibido sin mediación de la jerarquía eclesiástica, con especial énfasis en la figura del maestro (doctor) y en la existencia de grados entre los creyentes según el conocimiento.
El contenido herético del priscilianismo está expuesto, básicamente, por Orosio, Agustín, León Magno y por la Regula fidei transmitida por la Colección Canónica Hispana dentro de las actas del Concilio I de Toledo del año 400.

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