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UNIVERSIDAD DE MAREANTES DE SEVILLA


La Universidad de Mareantes de Sevilla fue una institución gremial de marinos fundada en 1569 por los propietarios de embarcaciones, capitanes, maestres y pilotos de la Carrera de Indias de esta ciudad. Tuvo su sede en la Casa de las Columnas, el arrabal de Triana, en los siglos XVI y XVII, y en el Palacio de San Telmo, en el XVIII.

Se dedicaba a la defensa de los intereses de los marinos, la enseñanza práctica de la navegación y la náutica a los futuros marineros, y el servicio hospitalario de sus miembros involucrados en la red de rutas marítimas comerciales con europeas y americanas.

UNIVERSIDAD DE MAREANTES DE SEVILLA


En las primeras décadas del siglo XVI, la ciudad de
Sevilla experimentó un auge económico debido a ser sede de la Casa de Contratación de Indias y punto de partida y llegada de las embarcaciones que cursaban la Carrera de Indias con destino a los territorios descubiertos y por descubrir del Nuevo Mundo. Esto implicó la llegada a la ciudad de numerosos profesionales implicados en las artes marítimas, la construcción naval y la actividad mercantil.

Las gentes dedicadas a la marinería solían agruparse y ayudarse formando cofradías religiosas. Estas hermandades fueron habituales en los puertos de España en aquella época. Así surgió la Hermandad de Nuestra Señora del Buen Aire, también llamada Cofradía de Santa María del Buen Aire, que debió crearse en las primeras décadas del siglo XVI. La Hermandad estaba bajo la advocación de la Virgen del Buen Aire y la protección de San Pedro y San Andrés.

Según el preámbulo de sus ordenanzas, la Hermandad pretendía proteger a los marineros y tripulantes que navegaban en la Carrera de Indias, proporcionar asistencia médica a los que la precisen, y mantener a las viudas y huérfanos de los marinos muertos "por mejor remediar algunas necesidades que se ofrecen en los susodichos, sus mujeres, hijos e criados…".

SEVILLA, SIGLO XVI

A mediados del siglo XVI, los miembros del
Hospital, Iglesia y Cofradía de Mareantes decidieron organizar otra institución con carácter jurídico y gremial, distinta a la actual religiosa y piadosa. La Universidad de Mareantes, también llamada Universidad de la Mar, tuvo su fundación formal el 13 de marzo de 1561, fecha en la que fueron aprobadas sus ordenanzas por el arzobispo de Sevilla, el dominico Domingo de Pimentel. Esta normativa fue sancionada por Felipe II y archivada por la Casas de Contratación mediante real cédula del 22 de marzo de 1569. Desde entonces, la Universidad funcionó como una entidad separa de la Cofradía de Nuestra Señora del Buen Aire, pero manteniendo su vinculación.

El propósito de esta institución, prolongación natural de la primera, fue la reunión y residencia de los propietarios de las embarcaciones, así como de los capitanes, pilotos y maestres involucrados en la Carrera de Indias. Sus objetivos se ampliaron hacia el aumento y defensa de los privilegios mercantiles en relación con las actividades empresariales y marítimas de la Carrera de Indias. Sus actuaciones principales trataban sobre la organización de los barcos que formaban las flotas mercantes y la toma de medidas para asegurar el tránsito a través de las rutas, así como la elección de sus marinos y el tipo de pilotaje, el desarrollo de la industria naval, y la defensa jurídica de sus miembros. No solo defendía los intereses de los mareantes, también los de otros grupos de profesionales de la Carrera de Indias como los calafetes y carpinteros, los comerciantes, los tripulantes, los pasajeros, etc.

Para la consecución de sus objetivos, la Universidad tuvo que mantener una relación con la Corona, con la Casa de la Contratación y con el Consulado de Cargadores. De hecho, la Universidad, la Casa y el Consulado formarían el triunvirato sevillano de poder mercantil de la Carrera de Indias.

Otra de las finalidades de la Universidad era la formación técnica de futuros marinos. La cátedra en el Arte de Navegar fue aprobada por real cédula en 1552. El ciclo formativo en materias como Pilotaje, Marinería y Artillería duraba cuatro cursos. Se instruían a chavales en edades comprendidas entre 8 y 14 años, preferiblemente de origen español, clases social humilde y en estado de orfandad. De esta forma, se convirtió en una cantera de futuros marinos que salían de la pobreza y a la vez Carrera de Indias se aseguraba la contratación de tripulantes suficientemente cualificados y disponibles.

CASA DE LAS COLUMNAS

En 1573, la Universidad estableció su sede en una casa-palacio llamada Casa de las Columnas. Está ubicada en el barrio de Triana, frente a la Iglesia de Santa Ana, entre las calles Larga y Orilla del Río, que son las actuales calles Pureza y Betis, respectivamente. Desde las ventanas de la Orilla del Río, los alumnos podían observar los barcos mercantes anclados en el puerto fluvial del río Guadalquivir.

Este edificio debió acondicionarse para cumplir varias funciones, como organizar reuniones de marinos e impartir docencia sobre náutica y artes de marear a sus alumnos. Tenía tres plantas visibles por el lado de la orilla del río y dos por la calle Larga, un subterráneo construido a base de muros y pilares formando arcos. Permitía una capacidad para 150 alumnos, alcanzando su máxima en 1699.

Junto a esta casa se construyó un pequeño hospital, con fachada principal a la calle Betis, para la asistencia médica a los marinos enfermos que llegaban a Sevilla tras las duras expediciones de la Carrera de Indias o que estuvieran en estado de vejez. También se aprovechó una capilla con patio abierto construida en las primeras décadas del siglo XVI. Adosada a la casa principal, estaba dedicada a la advocación de Nuestra Señora del Buen Aire y servía para dar culto a los patronos y realizar actividades litúrgicas.

Todo el conjunto fue llamado Hospital, Iglesia y Universidad de Mareantes.

La Casa de las Columnas fue reformada en 1780. En la actualidad, el edificio es el Centro Cívico de Triana, propiedad del Ayuntamiento para la promoción cultural. En la fachada al río se encuentra una cerámica que conmemora la historia de esta escuela.

CERÁMICA DE LA UNIVERSIDAD EN LA CASA DE LAS COLUMNAS

A lo largo del siglo XVII, el número de alumnos y marinos fue incrementándose hasta el edificio se fue quedando pequeño, careciendo de la amplitud y las capacidades necesarias. Al estar rodeado de casas y calles estrechas, impedía la expansión tanto del edificio como de sus actividades docentes. Ante esta necesidad, el superintendente
Juan Jiménez de Montalvo solicitó a la Corona la búsqueda de un nuevo emplazamiento.

Así, por real cédula de 17 de junio 1681, la Casa de Contratación y el rey Carlos II autorizan el traslado de la sede de la Universidad de Mareantes al Real Colegio Seminario de San Telmo de Sevilla, para que "recojan los muchachos pobres naturales de estos reinos y en él sean educados y enseñados en el arte de Pilotaje, Artillería y Marinería, para que así haya gente de mar experta y abundante".

El Palacio de San Telmo fue construido entre 1682 y 1796, con la financiación de la Corona en compensación al traslado de la Casa de Contratación de Indias a Cádiz y la pérdida económica derivada para los mercaderes y marinos de Sevilla. La nueva sede se construyó sobre un solar, propiedad del Santo Oficio conocido con el nombre de San Telmo. Está situado extramuros de la ciudad entre la Puerta de Jerez y el río, aprovechándose para el conjunto una antigua ermita dedicada al patrón de los marineros, Pedro González Telmo, San Telmo.

PALACIO DE SAN TELMO

Según las nuevas ordenanzas de 1681, la Universidad de Mareantes era la administradora del
Seminario de Estudiantes para Oficiales y Pilotos de la mar. Su órgano colegiado representativo estaba formado por un mayordomo diputado y otros dos diputados. Un juez conservador superintendente, representado en el cargo de presidente de la Casa de la Contratación, se encargaba de su supervisión. Una última instancia era del protector, encargado por el Consejo de Indias. La participación de estas tres figuras institucionales hizo que existieran tres fuentes normativas y reglamentaciones sobre el funcionamiento del Seminario, además de las dos reales cédulas fundacionales.

El Real Colegio Seminario de San Telmo de Sevilla mantuvo sus dos principales fines: la recogida, cuidado y asistencia de niños huérfanos y pobres de la ciudad; y la docencia y formación de estos en las actividades náuticas y marineras para su posterior desempeño como pilotos y oficiales en las flotas y armadas de la Carrerea de Indias.

Desde finales del siglo XVII, el Seminario fue recibiendo a sus primeros alumnos. Desde 1704, funcionó de forma integral, manteniendo un alumnado de 150 plazas. Los requisitos de ingreso seguían un estricto protocolo, que en 1721 se amplió al cumplimiento del estatuto de limpieza de sangre.

GRABADO DEL PALACIO DE SAN TELMO

La Guerra de Sucesión española, entre los años 1701 y 1714, perjudicó el desarrollo de la actividad marinera y mercantil de la Carrera de Indias, lo que provocó una debacle en la tesorería de la Universidad y el cierre temporal de sus cursos. Tras la finalización del conflicto y la reapertura, el Real Seminario se recuperó y vivió un período de gran actividad docente durante varias décadas, conservando el privilegio de impartir de manera oficial la cátedra de náutica hasta 1786.


Del total de los 3.505 colegiales matriculados que pasaron por el Real Seminario de San Telmo, unos 3.097 eran originarios de la región andaluza, casi un 94%.

Las reformas ilustradas y liberales de Carlos III implicaron profundos cambios en el sistema marítimo comercial a partir del año 1765. El libre comercio de todos los puertos de España con las provincias de los virreinatos españoles de América y Filipinas generó una etapa de inestabilidad económica para el Seminario. En ocasiones, el rey pudo compensar este detrimento mediante la asignación de fondos extraordinarios que ayudaron a su subsistencia, unidos a los ahorros de los años de prosperidad.

En 1786, se dictaron unas nuevas e ilustradas ordenanzas para la administración del Colegio náutico sevillano. La Universidad de Mareantes quedaba definitivamente desvinculada de esta institución, además ese mismo año la Casas de Contratación fue disuelta. El órgano de gobierno colegiado pasó a ser nombrado directamente por el secretario real de Hacienda y Marina, en aquel momento era Miguel de Múzquiz.

En 1847, la Universidad de Mareantes fue clausurada por real orden del 20 de junio, haciéndose entrega de su archivo a la Universidad de Sevilla.

En la actualidad, el Palacio de San Telmo es sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía.


LIBRO Y FACHADA DEL PALACIO DE SAN TELMO

ARISTOTELISMO JUDÍO DE MAIMÓNIDES


Filósofo, médico, matemático y físico hispanojudío, Moisés ben Maimónides está considerado como la máxima expresión de la Filosofía judaica medieval. Consiguió una gran influencia y repercusión en los teólogos cristianos, especialmente en los escolásticos, por asentar la Teología judaica sobre los principios de la razón según el Aristotelismo. Su pensamiento filosófico quedó escrito en la Guía de Perplejos.

MOISÉS BEN MAIMÓNIDES

Moisés ben Maimónides, conocido también como Rabí Mosheh ben Maimon, nació en 1135, en Córdoba, la capital de la España árabe. Su familia era de confesión judía, pero bien asentada porque su padre ejercía como de un juez rabínico de la judería.

En la escuela sinagogal recibió su primera educación, realizando estudios bíblicos y talmúdicos, así como en matemáticas y medicina, en una escuela de lengua árabe. Tuvo una amplia formación tanto en la tradicional cultura judía como en la árabe profana, enriquecida con aportaciones de la griega.

En 1148, cuando Maimónides tenía 13 años de edad, una invasión de almohades conquistó Córdoba e impuso la más ortodoxa ley islámica tanto a islámicos como judíos. Al no querer convertirse al Islamismo, la familia de Maimónides sufrió persecución y cambiar a menudo de residencia por al-Ándalus. Vivió en la ciudad de Almería durante cinco años, donde dio cobijo en su casa a su maestro Averroes.

Tras una década de peregrinaje, la intransigencia almohade le obligó a exiliarse definitivamente fuera de la España islámica. Primero se asentaron en Fez, en 1558, donde permanecieron siete años, después dos más en Palestina, Alejandría, y finalmente fijaron su residencia en El Cairo, en 1165. En esta metrópoli, Maimónides trabajó de médico en la Corte de los visires Saladino y de al-Fádil, sultanes de Egipto y Siria, asentando durante el resto de su vida con su familia.

Además fue, desde 1177, guía espiritual de la comunidad judía de Egipto, gracias a la gran fama y admiración popular. Murió en esta ciudad en 1204 y su tumba fue trasladada a Tiberiades, en el actual estado de Israel. A pesar, de vivir gran parte de su vida fuera Al-Ándalus, siempre se consideró un sefardita, un hispanojudío.

ESTATUA DE MAIMÓNIDES EN CÓRDOBA

Movimiento intelectual judaico de los siglos XIII y XIV, que se extendió por España y el sur de Francia. Debido a su contribución a la evolución del Judaísmo, está considerado como la principal figura posbíblica del Judaismo después de Moisés, por lo que se ganó el pseudónimo de "segundo Moisés". Y esta fama la consiguió a pesar del rechazo de los judíos tradicionalistas, que renegaron de su tendencia racionalista, de su fuerte oposición al Misticismo de los cabalistas y de su influencia del Aristotelismo. Por eso, los judíos más conservadores llegaron a acusarle de hereje ante la Inquisición al objeto de condenar sus obras. Otro hecho imputable fue haber convencido a los caraístas de abandonar sus prácticas originarias por las del Judaísmo rabínico.

También sufrió persecuciones por parte de un sector de musulmanes egipcios, los mutallajim, que no permitían un reinterpretaciones del Corán y lo acusaban de ser un apóstata del Islamismo y un racionalista. La protección personal del visir al-Fádil, le salvó de la pena de muerte.

Su pensamiento filosófico era partidario del Realismo teológico y estaba basado en las enseñanzas del clásico Aristóteles, por lo que no se le ha considerado muy original, apartándose de él en puntos contradictorios a las creencias y tradiciones judías. Pero consiguió una gran repercusión e influencia en teólogos cristianos, especialmente en escolásticos, como santo Tomás de Aquino, y precursor de las ideas de Spinoza.

Escribió obras tanto en hebreo como en árabe, en una prosa que se caracteriza sobre todo por la sistematización y la claridad expositiva.

GUÍA DE PERPLEJOS, POR MAIMÓNIDES

De su extensa obra escrita en hebreo y árabe destaca la Guía de los perplejos (Dalatat al-Hairin), publicada en 1190, donde condesó todo su pensamiento filosófico. En ella intentó armonizar fe y razón, asentando la teología judaica sobre los principios de la razón según la filosofía aristotélica, como previamente lo había hecho Averroes con el Islamismo y posteriormente lo haría santo Tomás de Aquino con el Cristianismo.

Esta armonización entre el sentido literal de las santas escrituras y las verdades racionales trataba de demostrar que las enseñanzas de la religión judía y las doctrinas de la filosofía aristotélica no eran antagónicas. Para conseguir esta conciliación, utilizó un método alegórico, aplicable a la interpretación bíblica, que minimizaba el antropomorfismo.

La base de su doctrina es el Antiguo Testamento, pero se documentó del Aristotelismo a través de Avicena y Averroes, del Neoplatonismo encabezado por Hipócrates y Galeno, y de la cultura árabe cuyos máximos exponentes fueron Rhazes de Persia, al Farabi, y el médico hispano-árabe Ibn Zhur.

El pensamiento cosmogónico de Maimónides hacía distinción entre tres grupos de seres creados compuestos de materia y forma perecederas: los minerales, las plantas y los seres vivos, está última incluye al ser humano. Solo las esferas y las estrellas son materia con forma permanente. Los ángeles son seres con forma pero inmateriales.

Dios forma una unidad inmaterial, de cuya existencia originó la creación, abarcando a todos los seres. Esta esencia divina no tiene otro fin que a sí mismo y, por lo tanto, su duración es ilimitada. Maimónides trató de argumentarlo mediante argumentos aristotélicos.

El alma humana es una en esencia divina, inmortal y separada del cuerpo, que posee cinco facultades: la fuerza vital, los sentidos, la imaginación, el apetito (pasiones y voluntad) y la razón (libertad y entendimiento). El hombre está dotado de razonamiento, facultad que le diferencia del resto de seres vivos (plantas y animales), pero las otras cuatro cualidades también le son comunes.

GUÍA DE PERPLEJOS, POR MAIMÓNIDES

La capacidad de raciocinio permite al hombre ser libre y tomar decisiones en libertad, hacerse el bien y el mal, por eso es plenamente responsable de sus actos, por los que tiene que ser juzgado. La Ley es la instancia suprema para ordenar la conducta humana. En este aspecto se mantuvo fiel a la tradición judía. Saliendo al paso de los teóricos que realzaban sobre todo la dimensión sombría de la existencia humana, señaló que si el hombre se queja tanto, es por pura egolatría.

El peor pecado o más extendido era la concupiscencia. Lo que los hombres consideran a menudo como bienes (poder, riqueza) se revelan finalmente como males, pues conducen a la deformación del alma y el cuerpo. De ahí que el hombre deba aprender a renunciar a lo superfluo y a conformase con lo necesario: "Pues cuando se busca lo que no es necesario, difícilmente se encuentra lo necesario", escribe en Guía de los perplejos.

El camino para encontrar la paz y el sosiego interior es el de reconocer que los bienes de este mundo, incluidos los mejores, son fugaces y carecen de valor intrínseco. Maimónides enjuiciaba la vida no sólo como filósofo, sino también como médico, lo que explica el gran número de consejos prácticos que su obra contiene. En aspectos esenciales, su crítica al Hedonismo y al Materialismo es perfectamente aplicable a la actual sociedad del consumo.

Para conseguir esa paz interior, el hombre utiliza la facultad del entendimiento, que puede ser pasivo (entendimiento material que sufre la acción de la vida orgánica, es inseparable del cuerpo e individual) o activo (adquirido o comunicado, separado del cuerpo).

La meta más alta de la vida humana es el conocimiento de Dios. Así, el entendimiento es la verdadera razón de ser del hombre, el cual debe destinar todos sus actos a obtener la perfección suprema de esta facultad mediante el conocimiento de Dios.

Pero el conocimiento de Dios por parte del ser humano es limitado, no pudiendo alcanzar por sí mismo el Estado profético. Este consiste en una iluminación de Dios que se extiende por medio del intelecto a la facultad racional y después sobre la facultad imaginativa.

MISHNETH TORAH

Su gran obra en el campo de la legislación judía (jurisprudencia talmúdica) es el Mishneh Torah, desarrollada en 14 libros y escrita en hebreo entre los años 1170 y 1180 bajo diversos títulos: El Luminar, Libro de la elucidación, Segunda ley, y Repetición de la ley. Es una amplia y detallada recopilación por materias de todas las leyes y normas, tanto religiosas como jurídicas, de la cultura judía, es decir del Talmud. Esta obra alcanzó bastante repercusión y le numerosos discípulos.

Además escribió sobre medicina, astronomía, lógica y matemáticas. Su fama como médico igualaba a la de filósofo y autoridad en la ley judía, dejando un importante legado en la tradición popular. Dedicó casi toda su vida al conocimiento de la medicina:
"Si Doctores más sabios que yo quieren ayudarme a entender, concédeme Señor el deseo de aprender de ellos, pues el conocimiento para curar no tiene límites."
Entre las grandes obras médicas de Maimónides destaca un grupo de libros destinados a comentar, divulgar y polemizar, a veces, las obras de sus antecesores, Algunas de estas obras fueron escritas por directa petición del sultán Saladino o miembros de su familia. Entre ellos están: Extractos de Galeno, Comentarios sobre los aforismos de Hipócrates, Aforismos médicos de Moisés, Explicación de las alteraciones, etc.

Escribió un Tratado de los venenos y sus antídotos, de 1199, sobre los síntomas de envenenamiento causado por diferentes productos tóxicos y los tratamientos contra las mordeduras de serpiente. Fue uno de los códices de toxicología más utilizados durante toda la Edad Media.

En su extenso Tratado sobre las relaciones sexuales describió drogas útiles como afrodisíacos, aconsejó moderación en la actividad sexual y analizó la fisiología de los sexos, entre muchos temas.

En El Régimen de la salud, de 1198, prevenía de las enfermedades mediante consejos como el equilibro en la alimentación, vida sana, higiene corporal, y costumbres saludables. Además, escribió tratados sobre las hemorroides y el asma.

También es autor de obras filosóficas de gran peso en el pensamiento medieval, escritas durante los últimos años de su vida, como el Tratado sobre la resurrección de los muertos escrito en 1191. También formuló los Trece artículos de fe.

MOISÉS BEN MAIMÓNIDES

Los Aforismos médicos es la obra de más envergadura escrita por Maimónides en el campo de la medicina y una de las que tuvo mayor repercusión entre sus lectores. Fue escrita en árabe como el resto de su obra médica, aunque los judíos de los reinos cristianos y los propios cristianos la conocieron a través de su traducción al hebreo y al latín, respectivamente.

Se trata de una recopilación de la medicina clásica, que reúne las obras de Galeno y el comentario que éste hizo de Hipócrates, a la que añadió algunas aportaciones de su propia experiencia. La obra completa se compone de unos 1.500 aforismos, tomados la mayoría de Galeno, y distribuidos en 25 libros.

RELIEVE DE MAIMÓNIDES EN LA HOUSE CHAMBER, SEDE DE LA CÁMARA DE REPRESENTANTES DEL PARLAMENTO ESTADOUNIDENSE

DOCTRINA POLÍTICA Y FILOSÓFICA DE LAS UNIVERSIDADES HISPANOAMERICANAS


Durante el proceso de colonización de los territorios americanos por el Imperio español, se fundaros una veintena de universidades, entre los siglos XVI y XVIII. Estas impartieron cátedras de Derecho y Filosofía, cuyos origen ideológico e intelectual estuvo en la Universidad de Salamanca y en los filósofos y juristas Francisco de Vitoria, Juan de Mariana y Francisco Suárez.

Los principales catedráticos y promotores del Derecho y Filosofía en las universidades hispanoamericanas fueron Alonso de la Vera Cruz, Francisco Cervantes de Salazar, Bartolomé de Albornoz, Alonso Rubio de Rueda y Juan de Lorenzana. Estos instruyeron a estudiantes criollos, mestizos e indígenas sobre el Derecho de Gentes y la defensa de los indios.

DOCTRINA POLÍTICA Y FILOSÓFICA DE LAS UNIVERSIDADES HISPANO-AMERICANAS

El origen del pensamiento político cristiano que se impartía en las universidades de América fundadas por el Imperio español estuvo en la Escuela de Salamanca, un movimiento de carácter teológico y jurídico. La llamada Escuela Española de la Paz apareció en la Universidad homónima durante las primeras décadas de la colonización española del Nuevo Mundo. Sus ideas y debates trazaron normas humanitarias, base de la libertad de las personas y de la soberanía de los pueblos.

Su doctrina fue enseñada en las aulas de los colegios mayores y universidades de los virreinatos debido a que durante el siglo XVI buena parte de los fundadores, rectores y catedráticos habían estudiado en la Universidad de Salamanca. Aquellos discípulos instruyeron su doctrina a los alumnos criollos, mestizos e indígenas. Sus principales representantes fueron Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Martín de Azpilcueta, Juan de Mariana, Bartolomé de las Casas, Francisco Suárez, Juan de la Peña, Tomás de Mercado, etc.

UNIVERSIDAD DE SALAMANCA

En las Universidades hispanoamericanas siempre estuvo presente el mensaje político, jurídico y filosófico del maestro Francisco de Vitoria. Teólogo, jurista y catedrático, fue el más alto representante de la escuela jurídica española y principal fundador de los Derechos Humanos. Su doctrina estuvo basada en el Derecho Internacional, haciendo posible el entendimiento entre los pueblos de buena voluntad y facilitando las mutuas relaciones de justicia y de caridad entre colonizadores españoles e indígenas americanos. Se había anticipado a su tiempo de tal modo que sus relecciones han sido adoptadas por muchos tratadistas modernos.

El pensamiento de Vitoria sobre el trato a los indios y los Derechos Humanos quedó reunido en Relecciones Theologicae, de las que sobresalen sus tres libros: De Matrimonio, de 1531; De Iure Belli, de 1539; y De Indis, de 1539. En ellas se rechaza el poder temporal del papa, al que consideraba como un vicario de Cristo, con poder espiritual y no temporal; se analizan diversos aspectos jurídicos de las relaciones españolas con los indios y también se repasa el Derecho de Guerra, como elemento fundacional de los principios jurídicos internacionales.

Vitoria sostenía que el poder real emanaba de Dios y lo depositaba en el pueblo; único poder superior natural de los hombres, que por esencia son libres e iguales. El pueblo a su vez encomendaba a un príncipe, que debía jurar las leyes del pueblo para su conversión en rey. Este no era el propietario del reino y de su pueblo, sino un "padre" que debería realizar un buen gobierno conforme al derecho y en beneficio del bien común. Por tanto, el pueblo tiene la licitud de derrocar al rey elegido si este rompía el pacto foral y se comportaba como un déspota, llegando incluso al Tiranicidio. Algo revolucionario para la Edad Moderna, cuyas ideas políticas europeas estaban basadas en el Autoritarismo de las monarquías y la lucha de gobernante por el poder según El Príncipe de Maquiavelo.

FRANCISCO DE VITORIA Y EL CONVENTO DE SAN ESTEBAN DE SALAMANCA

Otro de los principales representantes de la Escuela de Salamanca en las Universidades virreinales fue Juan de Mariana, gran promotor de la teoría del Tiranicidio. En 1598, publicó el libro De rege et regis institutione, por petición de García de Loaysa y Girón, consejero real de Felipe III. En su obra, Mariana atacó las bases ideológicas del Absolutismo monárquico, pues mantenía que el poder real no emana de Dios, sino de un contrato pactado entre el príncipe y el pueblo, representado este por las Cortes.

Asumía que existe la posibilidad de que aquel contrato no se llevara a cabo y el gobierno de rey terminase en tiranía. En su opinión era la peor de las formas de gobierno, que degenera en todos los vicios, especialmente en la lujuria, la avaricia y la crueldad. El pueblo tiene la legitimidad de hacer la revolución y la ejecución del tirano.

FRANCISCO SUÁREZ Y JUAN DE MARIANA

Sin embargo, el pensamiento político y filosófico más influyente en las universidades hispanoamericanas fue el del jesuita Francisco Suárez, catedrático en la Universidad de Salamanca. Fue el promotor de la teoría de la Soberanía Popular Moderna.

A petición de la Iglesia católica, Suárez entabló una importante polémica con el rey de Inglaterra. Jacobo I era defensor del Absolutismo monárquico y sostenía que el poder real era delegado directamente por el pueblo, por tanto, no tenía que responder de sus actos ante sus súbditos, sino únicamente ante Dios. Tal fue el impacto frente el Absolutismo monárquico francés que Suárez fue quemado en París.

En su obra Defesio fidei catholicae adversus anglicanae seactae errores, Suárez defendió que la legitimidad del rey no es de carácter divino, sino humano, y que cuando la ley es injusta entonces la desobediencia y la revolución están justificadas.

Para Suárez, el poder deriva de Dios, fuente de toda razón y justicia, pero no pasa de Dios al monarca, sino que es el pueblo el que se convierte en intermediario del poder. El pueblo, como depositario del poder, se lo entrega a los hombres que han de gobernar el Estado a través de un contrato político que establece que, si el gobernante no cumple su función de acuerdo al bien común y actúa como un tirano, el pueblo tiene el derecho a levantarse en armas en contra de la tiranía, a asumir de nuevo el poder y a entregarlo a otro gobernante con capacidad para cumplir sus funciones de manera efectiva.

El pensamiento político suareciano se impartió en las universidades de la América española hasta la expulsión de los jesuitas, en 1767, por orden de Carlos III. Por tanto, los pioneros de la soberanía popular en Hispanoamérica no fueron ni Locke ni Rousseau, sino el filósofo Francisco Suárez.

UNIVERSIDAD DE MÉXICO

Tanto Francisco de Vitoria, Juan de Marina y Francisco Suárez permanecieron en Salamanca, pero crearon una escuela de pensamiento de cuyos discípulos buena parte pasaron a enseñar y difundir sus ideas en las recién fundadas universidades y colegios virreinales del Imperio española. Entre los más destacados profesores que enseñaron en México destacaron: Alonso Gutiérrez de Veracruz, Francisco Cervantes de Salazar, Bartolomé Frías de Albornoz y Antonio Rubio de Rueda.

Alonso Gutiérrez de Veracruz, también llamado Alonso de la Vera Cruz, había nacido en Toledo y estudiado Gramática y Retórica en la Universidades de Alcalá de Henares y después Filosofía y Teología en la de Salamanca. Allí se convirtió en alumno y discípulo de Francisco de Vitoria y de Domingo de Soto, otro importante miembro de la escuela, quienes introdujeron el Tomismo, la filosofía de Santo Tomás. Alcanzó el grado de maestro de Teología.

En 1536, viajó al Virreinato de la Nueva España para dedicarse a la evangelización de indígenas, ingresado en la Orden de San Agustín. Veracruz fue posiblemente la figura más relevante de la filosofía de Hispanoamérica del siglo XVI, cuya enseñanza abarcó tanto la lógica como la física y la ética social. Ejerció el magisterio en la Real Universidad de México y en los colegios de su orden que él mismo fundó.

ALONSO DE LA VERA CRUZ

En tierras de Michoacán, Veracruz aprendió la lengua tarasca para predicar el evangelio cristiano a los indios. En 1540, Alonso de Veracruz fundó el convento de San Juan Bautista, abrió la primera biblioteca de América y dictó el primer curso de Filosofía en el Nuevo Mundo, casi un siglo y medio antes de que en la Universidad de Harvard se comenzara a impartir esta disciplina. En este mismo estado de Michoacán, contribuyó a la fundación del Real Colegio de San Nicolás Obispo, en la población de Pátzcuaro, que más tarde se convertiría en una de las universidades más importantes de continente.

En 1553, escribió su tratado de filosofía De demonio infidelium, el primer libro de esta materia realizado en América. Siguiendo el pensamiento de su maestro Francisco de Vitoria, mantenía que "la soberanía procede del pueblo y que el gobernante se vuelve un dictador por el modo en cómo accede al poder" (tyrannus ab origine) "y por la manera de gobernar o regir" (tyrannus a regimine). Posteriormente, afirma que "cualquiera de los dos títulos hace al gobernante injusto merecedor de ser depuesto" y niega "que haya siervos por naturaleza", en consecuencia, con lo cual el dominio sobre los indios (por el rey y los encomenderos) depende de la voluntad popular y no pueden poseerse sus tierras, ya que no hay ninguna duda de que "el papa puede darle al emperador alguna parte del mundo para que la haga evangeliza".

Lo que estaba defendiendo Alonso de Veracruz era algo totalmente novedoso para la época: que el rey era un monarca legítimo solo si la voluntad del pueblo así lo aceptaba, porque el poder proviene siempre de Dios y el creador se lo otorga siempre al pueblo y este lo delega al rey para que sea el realizador de un proyecto político justo y basado en los evangelios.

Para Alonso de Veracruz, los indios dominados por el Imperialismo antropófago de los aztecas fueron los que aceptaron al rey de España. El nuevo orden político que les proponía el soberano español era más justo que el establecido antes de la llegada de los colonizadores, ya que el antiguo sistema estaba basado en la opresión, el terror y la antropofagia. Y de esta aceptación deriva la autoridad real.

En la misma línea de reflexión que Francisco de Vitoria, Alonso de Veracruz enumeró las motivaciones ilegítimas que se aducían para la conquista de las Indias, así como las que podrían alegarse como legítimas. Entre las segundas, el agustino se refirió al "régimen tiránico de los príncipes bárbaros", que debe evitarse; a la antropofagia y los sacrificios humanos a las alianzas entre los españoles y otros pueblos indígenas, como los tlaxcaltecas, y a la elección libre y voluntaria de los indios.

Entre sus alumnos estuvo el gobernador indio de Pátzcuaro, Antonio Huirziméngari Mendoza y Calzonzin, hijo del último cacique de los tarascos. También fueron discípulos suyos Francisco Cervantes de Salazar, escritor y maestro universitario, y los escritores Esteban de Salazar y Andrés de Tordehumos.

ALONSO DE LA VERA CRUZ Y FRANCISCO CERVANTES DE SALAZAR

Francisco Cervantes de Salazar, nacido en Toledo en la segunda década del siglo XVI, estudió en Salamanca, y después en la Real Universidad de Toledo. Estuvo al servicio del cardenal García de Loaysa, lo que le permitió entrar en contacto con Hernán Cortés. En 1550, se trasladó al Virreinato de la Nueva España para estudiar en la Real Universidad de México, de la que llegó a ser rector, y, en 1554, se ordenó sacerdote.

Entre sus obras destaca Crónica de  la Nueva España, por su alto valor histórico y antropológico debido a la cantidad de datos sobre la conquista de México y las culturas indígenas. Escribió Túmulo imperial de la gran ciudad de México, donde describió las ceremonias fúnebres que se realizaron en la capital novohispana por la muerte del emperador Carlos V. 

Bartolomé Frías de Albornoz, nacido en Talavera de la Reina en 1519, estudio Derecho en Salamanca y se doctoró en la Universidad de Osuna. Dominaba el latín y el griego, y leía en hebreo, árabe, francés e italiano. El humanista y gramático Francisco Sánchez de las Brozas lo llamó doctor in linguis omnibus perfectissimum, es decir perfecto conocedor de todas las lenguas.

En 1553, fundó la cátedra de Instituta, es decir, de Derecho Civil, de la Universidad de México. Experto en Aristóteles y Cicerón, fue conocido en su tiempo por defender la abolición de la esclavitud. En 1573, publicó en Valencia su Arte de los contratos, donde rechazaba la licitud del esclavismo y el tráfico de seres humanos.

Alonso Rubio de Rueda fue considerado "el más importante de los jesuitas españoles enviados a América", por Walter Redmond en su obra Lógica mexicana de Antonio Rubio: una nota histórica. Fue debido a la gran influencia que su obra filosófica tuvo en Europa a través de Descartes. De hecho, el mismo Descartes, mientras estuvo en el Real Colegio de La Fléche, estudió los comentarios a la Lógica de Aristóteles que Rubio de Rueda incluyó en su Lógica mexicana.

Juan de Lorenzana llegó a ser prior del convento de Lima y luego provincial, y catedrático de Prima de Teología, como los anteriores. Gran discípulo de la denominada Escuela de Salamanca, fue el nuevo Báñez a quien todos consultaban.

UNIVERSIDAD DE SAN MARCOS DE LIMA

Entre los filósofos y juristas que fueron discípulos de Francisco Suárez y que se trasladaron a América para ejercer la docencia se encuentran:

Juan de Atienza fue rector del Colegio de San Martín de Lima, que llegó a contar con más de trescientos estudiante.

Juan Perlín fue profesor de Filosofía en Quito, Cuzco y Lima, que posteriormente regresó a España por petición de Suárez para trabajar junto a él.

Diego de Torres Bollos fue fundador del Colegio Máximo de Córdoba, luego reconvertido en la Universidad de San Ignacio de Loyola.

Al margen de las disciplinas centrales que fueron el Derecho y la Teología, se intentaron implantar cátedras de lenguas indígenas, cuyo conocimiento era obligatorio para los misioneros, pero no se obtuvieron logros de alcance.

A medida que fue avanzando el siglo XVII, tomaba ventaja la enseñanza de las llamadas "ciencias útiles". En filosofía, el Racionalismo sustituyó al Aristotelismo y el Tomismo, el idioma español al latín, y ciencias como la medicina y las matemáticas, durante el siglo XVIII. Estas disciplinas se consideraban de aplicación directa a la vida cotidiana y se volvía más atractiva para el estudiante.