Durante la Edad Medieval, en los distintos reinos de la España cristiana existió una conciencia e identidad española consecuencia de la lucha contra un enemigo común definido por un antagonismo religioso y la legitimidad política por su origen anterior que fue el Reino hispano-visigodo.
Aunque, se desarrollaron como reinos hispánicos independientes y crearon instituciones jurídicas y estatales, surgió un unidad meta-política caracterizada por un origen estatal anterior como provincia del Imperio romano y como Reino visigodo, por una tradición jurídica común, el Fuero Juzgo, basada en el Liber Iudiciorum hispano-visigodo, por una herencia cultural de la Romanidad, por una lucha común de enfrentamiento contra el Islam y por una religión oficial, el Cristianismo, factor identitario esencial por encima de cualquier otro.
La común tarea reconquistadora acabó conduciendo a una progresiva cohesión hasta su unificación con los Reyes Católicos y su conciencia e identidad quedó de manifiesto por literatos, cronistas y monarcas.
Aunque, se desarrollaron como reinos hispánicos independientes y crearon instituciones jurídicas y estatales, surgió un unidad meta-política caracterizada por un origen estatal anterior como provincia del Imperio romano y como Reino visigodo, por una tradición jurídica común, el Fuero Juzgo, basada en el Liber Iudiciorum hispano-visigodo, por una herencia cultural de la Romanidad, por una lucha común de enfrentamiento contra el Islam y por una religión oficial, el Cristianismo, factor identitario esencial por encima de cualquier otro.
La común tarea reconquistadora acabó conduciendo a una progresiva cohesión hasta su unificación con los Reyes Católicos y su conciencia e identidad quedó de manifiesto por literatos, cronistas y monarcas.
Durante el Medievo, en los distintos reinos de la España cristiana existió una conciencia e identidad española como focos de resistencia frente al poder musulmán. Aunque, se desarrollaron separadamente y crearon instituciones jurídicas y estatales diferentes, este fue un hecho natural y universal en la Europa medieval. España, en cambio, experimentó una unidad meta-política, consecuencia de la lucha contra un enemigo común definido por un antagonismo religioso y la legitimidad política por su origen anterior que fue el Reino hispano-visigodo.
Los monarcas cristianos celebraron numerosos tratados para repartirse las tierras ganadas a los musulmanes, y lo que es más significativo, las que estaban aún por ganar, lo que demuestra su conciencia de estar embarcados en una empresa común. Es lo que hicieron, por ejemplo, en previsión de sus futuras conquistas Alfonso VII de Castilla y el conde de Barcelona Ramón Berenguer IV en 1150. Un cuarto de siglo más tarde, en 1178, Alfonso II de Aragón y Alfonso VIII de Castilla celebraron un nuevo tratado ratificando y actualizando el anterior. Y en 1244 lo volvieron a hacer Jaime I de Aragón y Alfonso X de Castilla. Se trataba de una conciencia común basada en un derecho y una obligación de conquistar unas tierras que se consideraban propias e irrenunciables.
No hay otros casos en la historia de Europa en el que unos territorios medievales surgidos de la fragmentación señorial y territorial causada por el desmoronamiento de un reino, encaucen su devenir histórico, a pesar de las rivalidades propias del medievo europeo, hacia una tarea común y hacia una progresiva reunificación, concebida desde siglos antes de Isabel y Fernando como el remedio al mal que significaba la partición de los reinos. Por ejemplo, en el prólogo de la Estoria de Espanna de Alfonso X el Sabio, escrita en el siglo XIII, se anunciaba el propósito de explicar el devenir histórico de España, entre lo que se encontraba la caída del Reino visigodo y la conquista musulmana "y del daño que vino a ella por partir los reinos, por lo que no se pudo recobrar más pronto".
La consecuencia de la invasión musulmana fue el fraccionamiento de la Hispania visigoda. En varios lugares del norte fueron surgiendo núcleos de resistencia cristiana que, con el paso de los años, fueron afirmándose como unidades políticas independientes, con distintos desarrollos jurídicos, instituciones y lingüísticos. De haber continuado existiendo el Reino visigodo la fragmentación jurídica probablemente no se hubiera dado en tal medida y también probablemente las variantes lingüísticas fueron surgiendo en nuestra difícil geografía habrían coexistido con alguna lengua romance que, por ser la propia de la administración, habría cumplido la función de lengua franca, como, por otra parte, acabó sucediendo con el céntrico castellano.
La común tarea reconquistadora acabó conduciendo a una progresiva cohesión hasta su unificación con los Reyes Católicos. Pero, a pesar de la fragmentación, unía a dichos reinos hispánicos independientes:
- un origen étnico común, formado por la fusión de las poblaciones que habían habitado desde tiempos prerromanos hasta la Edad Media;
- un origen estatal común, pues llevaban siglos formando parte de una única comunidad política, como provincia del Imperio romano y como Reino visigodo;
- una herencia cultural de la Romanidad;
- una historia compartida hasta el 711;
- una tradición jurídica común, el Fuero Juzgo, basada en el Liber Iudiciorum hispano-visigodo, que no sólo estuvo vigente en León, Aragón o Cataluña, sino que hasta siguió rigiendo a la comunidad mozárabe muchos siglos después de la conquista musulmana, dando testimonio de la unidad cultural y política previa, que se prolongó mediante la unidad jurídica y que fue invocada como la "costumbre de España" sin importar de qué territorio se tratase;
- una lucha común de enfrentamiento contra el Islam;
- una religión oficial, el Cristianismo, factor identitario esencial por encima de cualquier otro;
- un sentimiento compartido de ser los legítimos herederos del Reino hispánico desaparecido en Guadalete.
El lamento por la España perdida en Guadalete, ya encontrada en la Crónica mozárabe del año 754, fue compartido por todos los peninsulares, de una punta a la otra:
"¡Ay dolor! …este reino tan noble, tan distinguido, blandida contra sí mismo la propia espada… se derrumbó en los prolegómenos de un solo ataque. Y fueron conquistadas las ciudades de España… Apenas queda quien llore lo que destruyó el golpe de la muerte, quien grite ya sin vida a los caminantes: Mirad si hay un dolor como el mío. Su voz se oye como de ultratumba y su palabra resuena como desde el fondo de la tierra. España llora a sus hijos y no puede ser consolada porque no hay quien lo haga… ¿Qué calamidades no recayeron sobre España?... ¿Quién suministrará agua a mi cabeza y una fuente de lágrimas a mis ojos para que pueda llorar la ruina de los hispanos y la calamidad del pueblo de los godos?"
El mismo lamento por el extint Regnum Hipaniae romavisigodo fue retomado por el navarro Rodrigo Ximénez de Rada (1170-1247), arzobispo de Toledo, en su Historia de los hechos de España, libro III, capítulos XXI y XXII:
"Castilla, Portugal, Navarra y Aragón son independientes, pero partes de un todo superior que es algo más que la geografía o que el eco histórico de lejanas latinidades: una comunidad de sentimientos, de intereses y de cultura. Sólo los que forman esos pueblos españoles tienen derecho a ocupar el suelo peninsular; hijos del mismo padre, cada uno es dueño de una parte de la herencia, pero la herencia debe ser solamente patrimonio de ellos. Todo tercero que ocupe alguna parte y que se apropie de tierra hispana es un usurpador y los cuatro pueblos hermano deben unirse para expulsarle de los dominios heredados."Unas décadas más tarde, el dolor por la España perdida fue recogido casi textualmente por la Estoria de Espanna, escrita por Alfonso X el Sabio. Aquella idea de la patria común perdida, el mismo sentimiento de herencia y la misma exigencia de recobrar lo perdido movió a castellanos, leoneses, aragoneses, portugueses, navarros y catalanes:
"Ca esta nuestra historia de las Espannas general la levamos, nos, de todos los reyes et de todos los sus fechos que acaescieron en el tiempo pasado, et de los que acaescen en el tiempo present en que agora somos, tan bien de moros como de cristianos et aun de judios si y acaesciere."
"Entre todas las tierras del mundo Espanna a una estremança de abondamiento et de bondad más que otra tierra ninguna. ¡Ay Espanna! non a lengua ni engenno que pueda contar tu bien (...)"Según la epístola de Historias e conquestas dels excellentissims e catholic Reys de Aragó e de lurs antecessors, los comptes de Barcelona, publicada en 1495 por el catalán Pere Tomich, autor de la primera mitad del siglo XV, escribió sobre el rey Rodrigo y el conde Julián que: "ab lurs enormes peccats perderen, ¡o, dolor!, la Espanya: los comtes e reys ab lurs inmortals virtuts la recobraren."
Con ocasión de la guerra contra los almohades por la conquista de Al-Ándalus aún en poder islámico, el papa Honorio III, en su epístola decretal a Fernando III de Castilla (1225), le dijo:
"Aunque el negocio de que se trata contra los sarracenos de España lo sea de todos los fieles, no es dudoso, sin embargo, que os incumbe más especialmente a ti y a otros reyes de las Españas, porque ellos tienen ocupada tu tierra y la tierra de ellos, aunque en oprobio de toda la Cristiandad."Era responsabilidad de todos los cristianos, pero más del rey de Castilla, por ser el mayor reino militar, reconquistar España para la Cristiandad. Desde que los españoles del Reino hispano-visigodo abrazasen el Cristianismo como dogma oficial en el IV Concilio de Toledo, ninguna otra ley quisieron y en cuya defensa algún mal sufrieron. Así lo relata el Poema de Fernán González, hacia el 1240:
"Desque los españones a Jesucristo conocieron, desque en la su ley bautismo recibieron, nunca en otra ley tornar quisieron, mas por guarda de aquesta muchos males sufrieron."
Es significativo que mientras los musulmanes introdujeron el nuevo topónimo de Al-Ándalus, todos los reinos cristianos surgidos durante los primeros siglos de la Reconquista se considerasen reinos españoles, por encima de sus territorios divididos, y sus reyes se llamasen reyes de España: Regnum Hispaniae, Reges Hispanici, Reges Hispaniae, etc.
Alfonso VI de León (1065-1109) fue Imperator super omnes Spaniae nationes e Imperator totius Hispanae, título que marcaba el carácter pleno, pero meramente hispano del imperio, quitándole todo aspecto de competencia al Sacro Imperio Romano Germánico.
Sancho III el Mayor (1004-1030) realizó el primer Imperio hispánico cristiano durante la Reconquista y llegó a utilizar el título de Emperador al ocupar León. Fue denominado Rex Navarrae Hispaniarum "Rey de las Españas", título que aparece en el acta de traslación de su cuerpo a San Millán. Al igual que Alfonso III de León, que se autodenominó Imperator Totius Hispaniae, el objetivo de los reyes navarros, compartida con otros reyes peninsulares, no era construir un Estado vasco sino reconquistar España, la Hispania sometida en esos momentos a los invasores islámicos.
El ideal neogótico de restauración de la legitimidad hispano-visigoda hace referencia a una comunidad de identidad histórica, religiosa y cultural, que en su pasado había estado unida también políticamente. Los reinos cristianos son legítimos propietarios de las tierras de España, por ser todos ellos herederos por igual de la España previa a la conquista islámica. Existía entre ellos una solidaridad asentada sobre esa unidad histórico-religioso-cultural y esto les confería una identidad frente al Islam dentro de la Europa cristiana.
En palabras del historiador moderno José Antonio Maravall Casesnoves, en su obra El concepto de España en la Edad Media, lo explicaba de esta manera:
"La Divisio Regnorum es un sistema, si no querido, por lo menos aceptado y que se mantiene de tal forma que se da, a la vez, una variedad de reinos y pluralidad de reyes con la conservación de una conciencia de unidad del que concomitantemente se llama Regnum Hispaniae."Por ejemplo, en la Crónica de Alfonso III se pone en boca de Pelayo, en contestación a la intimación del traidor Oppas a rendirse antes de iniciar la batalla de Covadonga, su esperanza de llevar a cabo la "la salvación de España".
El anónimo autor del Poema del Mío Cid recordó la gloria póstuma del caballero castellano Rodrigo Díaz de Vivar por haber casado a sus hijas con los reyes de Navarra y Aragón:
"Oy los reyes d'España sos parientes son a todos alcança onrra por el que en buena ora naçio."Fernando III el Santo (1199-1252) en su lecho de muerte dirigió estas palabras a su hijo Alfonso X, recogidas en la Estoria de Espanna, escrita por iniciativa propia:
"Señor te dexo de toda la tierra de la mar acá, que los moros ganado ovieron del rey don Rodrigo de Espanna; et en tu señorío finca toda: la una conquerida, la otra tributada."La Estoria de Espanna de Alfonso X el Sabio (1221-1284), también llamada Primera Crónica General recoge el permanente de recuerdo por parte de nuestros historiadores de la unidad moral y política perdida. En esta historia alfonsina, escrita en 1270, trataba los valores humanos:
"Espanna sobre todas es engennosa, atrevuda et mucho esforzada en lid, ligera en affan, leal al sennor, afincada en estudio, palaciana en palabra, complida de todo bien; non a tierra en el mundo que la semeje en abondança, nin se eguale ninguna a ella en fortalezas et pocas a en el mundo tan grandes como ella. Espanna sobre todas es adelantada en grandez et mas que todas preciada por lealtad. ¡Ay Espanna! Non a lengua nin engenno que pueda contar su bien."
El mismo Alfonso X, en una ocasión en que se vio en gran apuro frente a los moros de Murcia, pidió ayuda a su suegro Jaime I de Aragón (1208-1276). Con motivo de esta conquista ambos reyes estipularon el acuerdo de Almizra, en el cual se repartían los territorios conquistables por cada uno de los reinos, marcando los límites de cada área y obligándose ambas coronas a devolver las plazas que se ocupasen indebidamente.
Según escribió el propio rey Jaume I el Conquistador en su Crónica de Jaume I, al encontrarse deliberando con sus caballeros sobre la necesidad de acudir en ayuda del rey castellano, intervino un fraile franciscano quien auguró que "el rey de Aragón que se llama Jaime salvará a España de los males que la amenazan".
En repetidas ocasiones se refería Jaume I a los "cinco reinos de España", que eran León, Castilla, Navarra, Aragón y Portugal.
En dicha crónica del reinado de Jaume I, también llamada Cronica del seu Regnat, que comenzó mencionando a su santo patrón Santiago, se expresó del siguiente modo a sus nobles, soldados y templarios proponiendo emprender la última cruzada en beneficio del Reino de Castilla, a propósito de una sublevación de moros andaluces y la invasión de los benimerines africanos:
"Nos feim la primera cosa per Déu, la segona per salvar Espanya, la terça que vos e nos haiam tan bon preu e tan gran nom que por nòs e vòs és salvada Espanya."
(Lo hacemos, en primer lugar, por Dios, en segundo para salvar a España, y en el tercero para que nos y vos tengamos gran mérito y buen renombre por haber salvado a España.)Sobre su padre escribió: "Nostre pare lo Rey en Pere fo lo pus franch Rey que anch fos en Espanya"; y sobre su reino: "que es lo meylor Regne de Espaya".
El mismo Jaime I al salir en Lyon del concilio en el que se había ofrecido para ir en cruzada a Oriente, declaró:
"Barons, anar nosem podem, que huy es honrada tota Espanya."
(Barones, ya podemos marcharnos, que hoy ha sido honrada toda España.)Los "fechos de España", los "fets d’Espanya", constituyen una experiencia histórica común y general, dentro de la que se articulaban las demás, y de la cual cabe alcanzar un conocimiento válido en los asuntos que atañen a varios reinos. Así, en la Crónica de Jaume I, el rey de Navarra dice al de Aragón: "Rey, en los fets d’Espanya tinch jo molt a saber." Porque, en definitiva, si existe una historiografía española, existe también, como el cronista catalán Pere Tomich la llamó, una "Historia española".
Bajo el reinado de Jaume I surgió una gran literatura medieval en legua catalana. Además de la eminente figura de Ramón Llull, el propio rey fue el autor de la primera de la cuatro grandes crónicas de la literatura clásica catalana: el Llibre del fets, que es la Crónica de Jaume I; el Llibre del rei en Pere d´Aragó de Bernat Desclot; la Crónica de Ramón Muntaner; y la Crónica de Pedro III el ceremonioso.
Pero también en tiempos de Jaime I era patente el bilingüismo en tierras de la Corona de Aragón. El romance castellano había suplantado al romance navarroaragonés y se había convertido en una lengua de relación o lengua franca entre los reinos hispánicos cristianos, gracias a la gran extensión y posición central del Reino de Castilla. La lengua castellana fue la utilizada por los reyes aragoneses en su correspondencia oficial tanto con los otros reyes cristianos como los musulmanes, como lo demuestran los documentos de aquellos siglos.
Los reyes aragoneses escribieron en latín, en catalán y en castellano, según quien fuese el destinatario, así como en su uso cortesano y parlamentario. Según la documentación de su reinado, que se conserva en el Archivo de la Corona de Aragón, Jaume I escribió la mayoría de sus textos y decretos en lengua castellana para su fácil entendimiento de sus destinatarios. Por ejemplo, el 3 de agosto de 1257, emitió en Lérida esta carta a sus súbditos:
"Don Jaimes, por la gracia de Dios Rey de Aragon, de Mayorgas, et de Valencia, Comde de Barcelona et de Urgel, et senyor de Montpesler, á todos los homnes del nuestro senyorio del regno de Aragon, de Mayorgas, et de Valencia, et del comdado de Barcelona, et de Urgel, et del senyorio de Montpesler, tambien a christianos quomo á moros et á judios, que esta nuestra carta vieren saludes et gracia. Fazem vos saber que agora quando ovieron nuestras vistras con el mucho horrado Rey de Castiella, que tomamos acuerdo amos á dos de quomo se emendassen todas las pendras et todos los danyos que se fazieren de la nuestra tierra á la suya, et de la suya á la nuestra..."
Bernat Desclot, uno de los grandes autores catalanes de comienzos del siglo XVI, dejó el testimonio en su Llibre del rei en Pere d'Aragó e dels seus antecessors passats de que ante la invasión del ejército francés los varones catalanes, impacientes, hicieron saber a Pedro III que deseaban luchar y no esperar en las ciudades como si fuesen mercaderes, porque de lo contrario quedaría "avergonzada y menospreciada toda la caballería de España".
Estos caballeros catalanes no pensaban en defender la existencia o el honor de tal o cual reino, sino que se sentían parte de una comunidad humana llamada España, que estaba por encima de los reinos en los que se encontrase organizada.
Desclot también se refiere en su Llibre del rei a la batalla de las Navas de Tolosa narrando los hechos de "los tres reyes de España, de los cuales uno de ellos fue el rey de Aragón Pedro II". Sobre la participación del rey aragonés Pedro II y sus huestes en esta contienda, escribió que "cuando hubieron vencido a los sarracenos y conquistado muchas ciudades, villas y castillos, el rey de Aragón y los otros reyes de España volvieron a sus tierras".
El título del quinto capítulo explica claramente cómo eran concebidos los reyes de los reinos cristianos:
La historia de Cataluña se escribe, como la de las restantes partes, sobre el tronco de la historia de España. Esto lleva consigo el desarrollo de un sentimiento de honor de la propia historia conjunta, de la historia de España que afirmativamente se quiere conservar y realzar. En este sentido los testimonios de los historiadores catalanes son sumamente expresivos y toman un aire de empeño honroso y hasta polémico.
La Crónica Sumari d’Espanya, escrita por Berenguer de Puigpardines en la segunda mitad del XV, se declara compuesta para exaltar esa historia del tronco común, a la vez que de la rama particular catalana, por la razón de que "los actes seguits en Espanya hi en lo principal de Catalunya se van oblidant, posat ni haja alguns llibres", en los que la noticia de esos hechos se conserve.
Continuando en Cataluña, Ramón Muntaner (1265-1336), famoso soldado e historiador, secretario de Roger de Flor en la expedición de los almogávares a Oriente, escribió, por ejemplo, de Iacme de Xirica, sobrino del rey de Aragón, que "fo dels mellors barons e del puns bonrrats d'Espanya"; sobre el infante don Sanxo, hijo de Jaume I, que fue arzobispo de Toledo, escribió Muntaner que se trató de una prelado "qui molt ajuda a crexer la sancta fe catholica en Espanya".
Este autor catalán ha dejado la mejor explicación de la solidaridad política que, por encima de ambiciones y enfrentamientos, informó a todos los monarcas medievales españoles, cuando en su Crónica o descripció dels fets e hazanyes del inclyt Rey don Jaume primer Rey D'Aragó e de molts de sus descendents reclamaba una política conjunta de todos los reyes "de Espanya, qui son una carn e una sang". Exactamente, Muntaner decía en su Crónica que "i aquest quatre reis que ell nomena, d'Espanya, qui son una carn e una sang, se tenguessen ensems, poc dubtaren e prearen tot l'altre poder del mon".
La primera enunciación conocida de una voluntad imperial española, dos siglos antes de Carlos V, de labios de un catalán. Un siglo después de Puigpardines, Muntaner y Desclot, el gerundense Francesc Eiximenis (1337-1409) en su obra Lo Crestiá exaltaba a Barcelona entre las otras ciudades de España como Mallorca, Sevilla y Valencia, y decía de ella que "en todo tiempo ha sido más rica que cualquier otra ciudad de España". Y de los venecianos escribió en Regiment de la cosa pública, que eran un "poble especial e elet entre los altres de tota Espanya".
Este sentimiento de pertenencia a la comunidad hispánica superior al de reinos, principados, condados y señoríos en que estaba dividido, conllevó a historiadores catalanes a redactar los hechos de España.
Así, el catalán autor anónimo del Flos Mundi se lamentaba a principios del siglo XV de que la "Historia de Spanya", por haber estado en manos de extranjeros, no se haya hecho, más que de forma superficial:
De tierras catalanas a las navarras. En el prólogo del Fuero General de Navarra (finales del siglo XIII) se lee:
Otro navarro, y de estirpe regia, Carlos de Viana, fue incluso más explícito en su quehacer historiográfico. Hermanastro de Fernando el Católico, vivió apasionadamente el turbulento período de guerras civiles que precedió al reinado de los Reyes Católicos. Nunca llegó a reinar, pero se consideró a sí mismo, como heredero frustrado de Navarra, partícipe de una sólida realidad española a la que se refiere de este modo al hablar de la jornada de las Navarras en La Crónica de los Reyes de Navarra del Príncipe de Viana:
Desde fines del XIV, los ejemplos de historias de amplitud hispánica se suceden: Alonso de Cartagena, Sánchez de Arévalo, Diego de Valera, Pedro López de Ayala, Carlos el Príncipe de Viana, y algunos otros. Fuera del marco de Castilla y de Cataluña, otros historiadores se fueron sumando a la historiografía común, y de importante valor son la Crónica del obispo de Bayona, por fray García de Euguí; la Crónica del gran Maestre de Rodas, por Fernández de Heredia; y La Crónica de los Reyes de Navarra del Príncipe de Viana.
También aparecen ejemplos en la fundación de mayorazgos, como lo demuestra la recogida en el preámbulo de la fundación de mayorazgo que hizo el mariscal de Castilla Juan Ramírez de Guzmán, señor de Teba y Ardales (Málaga), previa facultad del rey Enrique IV, en 1460, al referirse a "los reyes de nuestra España de gloriosa memoria, ya los pasados y los que viben".
En la fundación del solar de Muñatones, en Somorrostro (Vizcaya), por Juana de Butrón y Múgica, esposa del banderizo y cronista Lope García de Salazar, en 1469, en virtud de la facultad real dada por Juan II de Castilla, y en la que se indica que se da preeminencia a los hijos mayores sobre los otros, "lo qual guarda y comúnmente es guardado, y se acostumbra a guardar en todo el mundo, y especialmente en España, y aún singularmente en estas montañas y costa de la mar". Este documento demuestra la integración del Señorío de Vizcaya en la Corona de Castilla y la idea de España que tenían los vascos de la época.
Lope García se definía en 1471 como "morador en Somorrostro, vassallo del muy alto y esclarecido Príncipe y muy poderoso Rey y Señor nuestro, el Rey don Enrique [IV], Rey de Castilla e de León, a quien Dios mantenga".
Desde los últimos siglos de la Edad Media, ya existía un concepto muy elaborado sobre la existencia histórico-cultural de España, no solo geográfico, que permitiría en el futuro planificar y justificar proyectos de convergencia política.
Estos caballeros catalanes no pensaban en defender la existencia o el honor de tal o cual reino, sino que se sentían parte de una comunidad humana llamada España, que estaba por encima de los reinos en los que se encontrase organizada.
Desclot también se refiere en su Llibre del rei a la batalla de las Navas de Tolosa narrando los hechos de "los tres reyes de España, de los cuales uno de ellos fue el rey de Aragón Pedro II". Sobre la participación del rey aragonés Pedro II y sus huestes en esta contienda, escribió que "cuando hubieron vencido a los sarracenos y conquistado muchas ciudades, villas y castillos, el rey de Aragón y los otros reyes de España volvieron a sus tierras".
El título del quinto capítulo explica claramente cómo eran concebidos los reyes de los reinos cristianos:
"De cómo Miramamolín, sarraceno muy poderoso, entró en España, y de cómo los tres reyes de España le salieron al encuentro y vencieron a los sarracenos."José Antonio Maravall lo explicaba de esta manera:
"España aparece como un ámbito de poder regido solidariamente por varios reyes, cuya condición de tales resulta esencialmente afectada por esta situación."En su obra Llibre del rei, B. Desclot transmitió cómo se presentó el conde de Barcelona ante el emperador de Alemania al acudir a defender con su espada el honor de la emperatriz acusada:
"Senyor, yo son hum cavaller de Spanya."Y ante la emperatriz:
"Yo son hum compte de Spanya a qui dien lo compte de Barcelona." (Yo soy un conde de España al que llaman el conde de Barcelona.)Este autor finalizó el relato de la vida de Pedro III recordando que a su muerte "fue más llorado que ningún rey que haya habido en España".
ALFONSO III EL GRANDE |
La historia de Cataluña se escribe, como la de las restantes partes, sobre el tronco de la historia de España. Esto lleva consigo el desarrollo de un sentimiento de honor de la propia historia conjunta, de la historia de España que afirmativamente se quiere conservar y realzar. En este sentido los testimonios de los historiadores catalanes son sumamente expresivos y toman un aire de empeño honroso y hasta polémico.
La Crónica Sumari d’Espanya, escrita por Berenguer de Puigpardines en la segunda mitad del XV, se declara compuesta para exaltar esa historia del tronco común, a la vez que de la rama particular catalana, por la razón de que "los actes seguits en Espanya hi en lo principal de Catalunya se van oblidant, posat ni haja alguns llibres", en los que la noticia de esos hechos se conserve.
Continuando en Cataluña, Ramón Muntaner (1265-1336), famoso soldado e historiador, secretario de Roger de Flor en la expedición de los almogávares a Oriente, escribió, por ejemplo, de Iacme de Xirica, sobrino del rey de Aragón, que "fo dels mellors barons e del puns bonrrats d'Espanya"; sobre el infante don Sanxo, hijo de Jaume I, que fue arzobispo de Toledo, escribió Muntaner que se trató de una prelado "qui molt ajuda a crexer la sancta fe catholica en Espanya".
Este autor catalán ha dejado la mejor explicación de la solidaridad política que, por encima de ambiciones y enfrentamientos, informó a todos los monarcas medievales españoles, cuando en su Crónica o descripció dels fets e hazanyes del inclyt Rey don Jaume primer Rey D'Aragó e de molts de sus descendents reclamaba una política conjunta de todos los reyes "de Espanya, qui son una carn e una sang". Exactamente, Muntaner decía en su Crónica que "i aquest quatre reis que ell nomena, d'Espanya, qui son una carn e una sang, se tenguessen ensems, poc dubtaren e prearen tot l'altre poder del mon".
La primera enunciación conocida de una voluntad imperial española, dos siglos antes de Carlos V, de labios de un catalán. Un siglo después de Puigpardines, Muntaner y Desclot, el gerundense Francesc Eiximenis (1337-1409) en su obra Lo Crestiá exaltaba a Barcelona entre las otras ciudades de España como Mallorca, Sevilla y Valencia, y decía de ella que "en todo tiempo ha sido más rica que cualquier otra ciudad de España". Y de los venecianos escribió en Regiment de la cosa pública, que eran un "poble especial e elet entre los altres de tota Espanya".
Este sentimiento de pertenencia a la comunidad hispánica superior al de reinos, principados, condados y señoríos en que estaba dividido, conllevó a historiadores catalanes a redactar los hechos de España.
Así, el catalán autor anónimo del Flos Mundi se lamentaba a principios del siglo XV de que la "Historia de Spanya", por haber estado en manos de extranjeros, no se haya hecho, más que de forma superficial:
"Yo empero, qui son spanyol, texiré e reglaré la dita istoria."Todavía el estudio de Massó Torrents nos permite recoger unos datos secundarios que tienen interés innegable. Escrita en la primera mitad del XV (1438), la obra de Tomich se conoció con el título de Histories y conquetes del reyalme d’Aragó e principat de Catalunya. Sin embargo, uno de los manuscritos conservados de fines del XV, comienza así:
"Esta es la taula del present libre lo quall es appellat les Conquestes despanya, en lo qual libre resita largament tots los actes fets per aquells gloriosos comtes… etc."Y otro manuscrito de la misma obra, titulado Les Histories de Espanya, advierte que un texto dedicado preferentemente a Cataluña y sus condes se consideraba propio llamarlo Historia de España. Este último hecho se repite en el Dietario de un capellán de Alfonso V, que empieza bajo la rúbrica:
"Canoniques de Espanya dels Reys de Aragó e dels Comptes de Barcelona."Este rey aragonés, Alfonso V, envió a sus embajadores Juan de Hijar y Mosén Berenguer Mercader a la Corte del rey castellano, Juan II, a quien ofrecieron su voluntad por lograr la unidad de la Iglesia, llegando a un acuerdo entre ambos monarcas y, asimismo, con los de Navarra y Portugal, para que "axi unida tota Spanya o pur la major part" (así unida toda España o por lo menos la mayor parte), otros príncipes cristianos se adhieran y les sigan, y de esta concordia obtendrían "gran merit davant Deu, gran gloria en tot lo mon, e sería gran honor de tota la naçió de Spanya" (gran mérito ante Dios, gran gloria en todo el mundo, y sería gran honor de toda la nación de España).
ALFONSO V EL MAGNANIMO |
De tierras catalanas a las navarras. En el prólogo del Fuero General de Navarra (finales del siglo XIII) se lee:
"Aquí empieça el libro del primer fuero que fue fayllado en Espayna asi como ganauan las tierras sines rey los montayneses."En el diploma del 12 de noviembre de 1022 sobre la restauración de la iglesia de Pamplona se explica de este modo la invasión árabe de tres siglos antes:
"Porque después que el execrable pueblo ismaelita invadió el Reino de España, apenas tuvo el culto de la divina Religión lugar alguno digno de veneración en las iglesias de nuestra Patria."El arzobispo navarro Rodrigo Jiménez de Rada, al escribir en referencia a los caballeros y tropas que de Aragón, Cataluña, León, Castilla y Navarra iban llegando a la concentración para la batalla de las Navas de Tolosa en 1212, lo tituló Sobre la venida de los obispos y nobles de España a la concentración. Por el contrario, a los caballeros franceses y del resto de Europa los denominaron siempre ultramontanos. Y cuando la mayoría de estos extranjeros desistieron de continuar en la empresa de Reconquista partiendo hacia sus tierras antes de la batalla, el cronista explicaba que "quedaron los hispanos solos junto con los pocos ultramontanos citados más arriba". Y de entre esos ultramontanos no se olvidó de recalar que uno de ellos, Teobaldo de Blazón, de tierras del Poitou, era "hispano de origen y de familia castellana".
Otro navarro, y de estirpe regia, Carlos de Viana, fue incluso más explícito en su quehacer historiográfico. Hermanastro de Fernando el Católico, vivió apasionadamente el turbulento período de guerras civiles que precedió al reinado de los Reyes Católicos. Nunca llegó a reinar, pero se consideró a sí mismo, como heredero frustrado de Navarra, partícipe de una sólida realidad española a la que se refiere de este modo al hablar de la jornada de las Navarras en La Crónica de los Reyes de Navarra del Príncipe de Viana:
"E quoando el rey de Castill, e los otros reyes de Espaynna, huvieron oydas todas estas palabras e menzas, ajustáronse todos e huvieron consejo."El historiador y obispo de Pamplona Prudencio de Sandoval en su Catálogo de los obispos de Pamplona (1614) dice refiriéndose al reinado de Teobaldo I, a partir del cual el Reino de Navarra pasa a manos de la casa de Champaña (segunda mitad del siglo XIII):
"De aquí adelante los reyes de Navarra, por tener en Francia tanta sangre, y estados tan principales, olvidaron lo de España y fueron tenidos por más franceses que españoles. Pero ya que los reyes lo fuesen, no los que vivieron y viven en esta tierra, que son tan finos españoles como los de Toledo."
CARLOS DE VIANA |
Desde fines del XIV, los ejemplos de historias de amplitud hispánica se suceden: Alonso de Cartagena, Sánchez de Arévalo, Diego de Valera, Pedro López de Ayala, Carlos el Príncipe de Viana, y algunos otros. Fuera del marco de Castilla y de Cataluña, otros historiadores se fueron sumando a la historiografía común, y de importante valor son la Crónica del obispo de Bayona, por fray García de Euguí; la Crónica del gran Maestre de Rodas, por Fernández de Heredia; y La Crónica de los Reyes de Navarra del Príncipe de Viana.
También aparecen ejemplos en la fundación de mayorazgos, como lo demuestra la recogida en el preámbulo de la fundación de mayorazgo que hizo el mariscal de Castilla Juan Ramírez de Guzmán, señor de Teba y Ardales (Málaga), previa facultad del rey Enrique IV, en 1460, al referirse a "los reyes de nuestra España de gloriosa memoria, ya los pasados y los que viben".
En la fundación del solar de Muñatones, en Somorrostro (Vizcaya), por Juana de Butrón y Múgica, esposa del banderizo y cronista Lope García de Salazar, en 1469, en virtud de la facultad real dada por Juan II de Castilla, y en la que se indica que se da preeminencia a los hijos mayores sobre los otros, "lo qual guarda y comúnmente es guardado, y se acostumbra a guardar en todo el mundo, y especialmente en España, y aún singularmente en estas montañas y costa de la mar". Este documento demuestra la integración del Señorío de Vizcaya en la Corona de Castilla y la idea de España que tenían los vascos de la época.
Lope García se definía en 1471 como "morador en Somorrostro, vassallo del muy alto y esclarecido Príncipe y muy poderoso Rey y Señor nuestro, el Rey don Enrique [IV], Rey de Castilla e de León, a quien Dios mantenga".
Desde los últimos siglos de la Edad Media, ya existía un concepto muy elaborado sobre la existencia histórico-cultural de España, no solo geográfico, que permitiría en el futuro planificar y justificar proyectos de convergencia política.
LOPE GARCÍA DE SALAZAR |
En el importante Concilio de Constanza, de 1414, que puso fin al Cisma de Occidente, las decisiones fueron tomadas mediante la votación de eclesiásticos y de representantes de las cinco partes constituyentes de la Cristiandad Europea, partes que fueron denominadas naciones (cada una de ellas dividida, naturalmente, en diversos reinos, principados, ducados, condados, señoríos, etc.), consideradas en virtud de su común cultura y trayectoria histórica.
Según el Liber Pontificalis acudieron gentes itálicas, gálicas, germánicas, hispánicas y ánglicas. De las cinco naciones europeas con voz y voto en este concilio, Italia y España habían mantenido su nombre romano, mientras que Francia, Alemania e Inglaterra habían adoptado el sus pueblos bárbaros que se habían asentando en ellas.
Formaron parte la denominada nación española delegados procedentes del Reino de Castilla y León, de la Corona de Aragón, del Reino de Navarra y del Reino de Portugal. Aunque hubiera algunas divergencias entre los representantes de los diversos reinos, no tuvieron el menor inconveniente en constituir una única nación, actuaban como una unidad y emitían un voto unitario.
Y dos décadas posteriores, el 14 de septiembre de 1434, durante el Concilio de Basilea, el cronista y humanista Alfonso de Cartagena, escribió en su Discurso sobre la precedencia del Rey Católico sobre el de Inglaterra en el Concilio de Basilea:
Según el Liber Pontificalis acudieron gentes itálicas, gálicas, germánicas, hispánicas y ánglicas. De las cinco naciones europeas con voz y voto en este concilio, Italia y España habían mantenido su nombre romano, mientras que Francia, Alemania e Inglaterra habían adoptado el sus pueblos bárbaros que se habían asentando en ellas.
Formaron parte la denominada nación española delegados procedentes del Reino de Castilla y León, de la Corona de Aragón, del Reino de Navarra y del Reino de Portugal. Aunque hubiera algunas divergencias entre los representantes de los diversos reinos, no tuvieron el menor inconveniente en constituir una única nación, actuaban como una unidad y emitían un voto unitario.
Y dos décadas posteriores, el 14 de septiembre de 1434, durante el Concilio de Basilea, el cronista y humanista Alfonso de Cartagena, escribió en su Discurso sobre la precedencia del Rey Católico sobre el de Inglaterra en el Concilio de Basilea:
"E así la nasción de España fue preferida a la nasción anglicana. E pues mi señor el Rey [de Castilla y León], es el principal de la nasción de España, rasonablemente se sigue que debe ser preferido al señor Rey de Inglaterra."En 1470, el historiador Rodrigo Sánchez de Arévalo explicaba en su Compendiosa Historia Hispanica que la procedencia común de los distintos reinos cristianos hispánicos de la Edad Media estaba en el Reino hispano-visigodo:
"Inclyti gotthi monarchiam omnium Hispaniarum obtinuerunt; ...post dictum Pelagium in diversa regna divisa est Hispaniae monarchia."
(La ínclita monarquía goda obtuvo todas las Españas: ...después de Pelayo en diversos Reinos se dividió la Monarquía Española.)Para los historiadores medievales, España era una entidad humana asentada en un territorio que la define y caracteriza y a la cual le sucede algo en común, toda una historia propia.
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