NACIONAL-SINDICALISMO DE RAMIRO LEDESMA


Filósofo, novelista, periodista e ideólogo, Ramiro Ledesma pasó a la historia de la política española por ser el fundador de las Juntas Ofensivas Nacionales Sindicalistas (JONS) y uno de los teóricos que más influencia ejerció en la concepción del movimiento político conocido como Nacional-Sindicalismo.


NACIONAL-SINDICALISMO DE RAMIRO LEDESMA

Ramiro Ledesma Ramos nació en Alfaraz de Sayago, Zamora, el 23 de mayo de 1905, en el seno de una familia de maestros y clase media, fue el cuarto hijo de Manuel Ledesma Herrero, maestro de escuela, e Isabel Ramos Marcos. Por motivos laborales la familia se trasladó al vecino pueblo de Torrefrades, donde Ramiro pasó gran parte de su infancia y toda su adolescencia. Sació su curiosidad juvenil en la biblioteca de su abuelo, y en 1921 obtuvo plaza de oficial de Correos, destinado en 1922 al Correo Central de Madrid. En esta ciudad se matriculó en el Instituto de San Isidro.

En 1926 inició sus estudios universitarios y adquirió las licenciaturas en filosofía y letras, y en ciencias físicas y matemáticas por la Universidad de Madrid, recibiendo además de licenciatura en derecho a título póstumo, así como el reconocimiento posterior del régimen franquista con la Palma de Plata del Movimiento. Discípulo de José Ortega y Gasset, Manuel B. Cosío y Fernando de los Ríos profundizó en el estudio del filósofo Martin Heidegger y colaboró, desde muy joven, en La Gaceta Literaria, revista literaria donde se expresaba la Generación del 27, que a partir de 1930, dirigida por Ernesto Giménez Caballero, derivaría hacia posturas de inspiración fascista, y también colaboró en la Revista de OccidentePor esta época escribió, también El Sello de la Muerte, y El Quijote y nuestro tiempo.


Entabló contacto con Ernesto Giménez Caballero, César Muñoz Arconada, Agustín de Foxá, Salvador Dalí y otros intelectuales y artistas españoles. Se dio a conocer escribiendo artículos en La Gaceta Literaria, La Revista de Occidente El Sol, y asistiendo y destacándose en el Ateneo de Madrid.

Admiró al fascismo italiano y al nacional-socialismo alemán, pero motivado por los textos de Curzio Malaparte, quien articuló las bases del nacional-sindicalismo en España. Esta era una doctrina estatalista partidaria de la planificación económica, calificada como sindicalismo nacional.

Pero sus tesis estuvieron durante un tiempo influidas por la línea ideológica de revolucionarios heterodoxos franceses e italianos como Georges Eugéne Sorel y por algunos aspectos, prácticamente estéticos, del sindicalismo anarquista. Con todo, lo que realmente preocupó a Ramiro Ledesma Ramos fue:

1. el abandono de las tácticas de aproximación a los intentos subversivos de los anarcosindicalistas

2. un afán de crear su propia doctrina

3. la unidad de España

4. el respeto a la tradición religiosa


En su 
ideario se manifestó en oposición radical al marxismo, demandó una revolución social y económica, a base de la sindicación obligatoria, también estuvo a favor de la intervención nacional de la riqueza y la plena dignificación de los trabajadores. Para su difusión, se sirvió de los 23 números del semanario La Conquista del Estado, reflejo del italiano La conquista dello Stato, en la que propugnaba una política no parecida a la de los nazis, sino a la de los socialistas de Benito Amilcare Andrea Mussolini, que no es lo mismo. Entonces tenía 25 años cuando ocupó la dirección de esta revista, cargo que efectuó desde marzo a octubre de 1931, coincidiendo este momento con su irrupción en la política activa. Junto a él colaboraban principalmente Giménez Caballero, Juan Aparicio, Souto Vilas, Emiliano Aguado, y Bermúdez Cañete entre otros.

Justificaba su cambio ideológico con respecto a sus años en Revista de Occidente de esta manera:
"Toda novedad auténtica está condenada por radical designio, a no ser comprendida. Es el caso de las juventudes cuando acometen la creación de nuevos estilos de vitalidad."
El periódico estaba vinculado a dos consignas fundamentales: nacionalismo profundo y revolución de carácter económico-sindical. Por ello, Ledesma fue encerrado durante diez días en la cárcel Modelo de Madrid, acusado de complot contra la II República Española. El 25 de julio de 1931 es suspendido el periódico no reanudando la publicación hasta el mes de octubre, en cuyo número, se anunciaba la próxima fundación de la organización política.

Inmediatamente después difundió Libertad, y el 30 de noviembre de 1931 fundó las Juntas Ofensivas Nacional Sindicalistas (J. O. N. S.). Su espíritu respondía a una profunda inquietud social y a una actitud Nacional Sindicalista. Según su fundador:
"Las JONS equivalían al abandono de las tácticas de aproximación a los intentos subversivos de los anarcosindicalistas. Un afán de crear la propia doctrina. Quieren la unidad intangible de España. Postulan el respeto a la tradición religiosa. Llaman de modo preferente a las juventudes, no admitiendo en su seno sino a los españoles mayores de cuarenta y cinco años. Manifiestan su incompatibilidad radical con el marxismo. Y representan una demanda imperiosa de revolución social-económica, a base de la sindicación obligatoria, la intervención nacional de la riqueza y la dignificación plena de los trabajadores."
En la creación de las JONS participaron Juan Aparicio López, Antonio Bermúdez Cañete, Roberto Escribano Ortega, Ernesto Giménez Caballero, Ramón Iglesias Parras, Francisco Mateos González, Alejandro M. Raimúndez, Antonio Riaño Lanzarote y Manuel Souto Vilas.

BIOGRAFÍAS DE RAMIRO LEDESMA

En abril de 1932, Ledesma pronunció una conferencia en el Ateneo de Madrid sobre el tema El fascismo frente al marxismo, que no pudo terminar por las protestas del público, aunque alcanzó resonancia en la prensa.

El 10 de agosto de 1932, fue detenido a consecuencia de los sucesos anti-republicanos, desgracia que se repitió a finales de enero de 1933 para cumplir una condena de dos meses. Al salir de la cárcel participó en el consejo de Redacción del recién creado El Fascio, semanario que dirigió Delgado Barreto, del que salió un solo número y en cuyo consejo de redacción participaron Giménez Caballero, Primo de Rivera, Ramiro Ledesma, Sánchez Mazas y Juan Aparicio.

En abril de 1933, viajó a Portugal, donde estaba exiliado Onésimo Redondo, y decidieron fundar la revista JONS, como órgano teórico de la organización y cuyo primer número salió a la calle en mayo de aquel mismo año.

Tres meses después volvió a ser encarcelado, esta vez en el penal de Ocaña, acusado de complot contra la República.

Y al recuperar la libertad en agosto se dirigió a San Sebastián, donde, por mediación de José María de Areilza, se entrevistó con los dirigentes falangistas José Antonio Primo de Rivera (hijo de Miguel Primo de Rivera), Julio Ruiz de Alda (aviador, pionero de la aviación española) y Alfonso García Valdecasas.

En octubre de 1933, asistió al acto fundacional de la Falange Española en el teatro de La Comedia, y durante los días 11 y 12 de febrero de 1934, reunió al Consejo Nacional de las JONS para discutir una posible unificación con la Falange.

Aceptadas las bases del acuerdo, la fusión entre ambas formaciones políticas se produjo en febrero de 1934 por iniciativa de Ledesma. La estructura jerárquica adoptada fue la de una junta de Mando Nacional formada por José Antonio Primo de Rivera, Ramiro Ledesma Ramos, Julio Ruiz de Alda, Onésimo Redondo, Raimundo Fernández Cuesta y Rafael Sánchez Mazas. Puede ser que las Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista fueran más violentas que Falange Española, pero ni por entusiasmo hacia Hitler, ni por oratoria demagógica.

Desde entonces esta formación política se denominó se llamó Falange Española y de las JONS y tuvo a la cabeza, hasta septiembre de 1934, un triunvirato dirigente formado por Ruiz de Alda, Primo de Rivera y Ledesma Ramos. Debido al resurgimiento de ciertas discrepancias, en el mes de septiembre, el triunvirato delegó sus funciones ejecutivas en Primo de Rivera, que convocó el primer Consejo Nacional de F. E. y de las JONS. En éste, y a propuesta de Sánchez Mazas, fue nombrado jefe nacional Primo de Rivera y presidente de la junta política a Ledesma, que previamente había aceptado la jefatura de aquél.

Poco después de la Revolución de octubre en Asturias y Cataluña, Ledesma propuso que el partido, de acuerdo con jóvenes mandos del ejército, pasara a la acción armada. En la primera decena de noviembre redactó, por encargo de la junta, el Anteproyecto de los Estatutos que contenían los veintisiete puntos de la Falange, que serían retocados para su aprobación definitiva por Primo de Rivera.


A finales de diciembre de 1934, el Partido estaba en crisis y la junta política se reunió sin encontrar un remedio a la situación. Las JONS habían incorporado obreros a las filas de la Falange, pero aún estaba en plena elaboración la vertebración sindicalista, cuando se había llegado a la fusión de las dos fuerzas. 
Manuel Hedilla había creado la primera y muy limitada organización sindical de la Falange. 

A la salida de la reunión se decidió, junto con Onésimo Redondo, Sotomayor y Manuel Mateo, separar ambas fuerzas partidistas, es decir, regresar a la situación inicial; escisión que se llevó a efecto en enero de 1935.

La ruptura entre Primo de Rivera y Ledesma fue más por la presencia en el mismo partido de dos tendencias extremas en los escalones de mando inmediatamente a ellos, que por una intransigencia personal de ambos.

Por una parte, los miembros procedentes de las JONS veían en los falangistas hombres más preparados intelectualmente pero dudaban en cuanto a su capacidad revolucionaria, procedentes como eran de capas burguesas y acomodadas.

A su vez, los falangistas recelaban de los jonsistas, que al ser en su mayoría de origen obrero podrían proletarizar en extremo peligroso a la Falange y especialmente por la presencia, de entre aquellos, exmilitantes de la izquierda que pretendían conservar modos y tácticas troskistas.

La escisión de las JONS con respecto a Falange Española también tuvo interpretaciones distintas por parte de los miembros de ambas formaciones.

Los antiguos jonsistas interpretaron su salida como fruto de su disconformidad con la evolución de FE de las JONS, próxima al reformismo burgués y alejado de la Revolución del proletariado que decían defender sus partidarios. Es de consideración que José Antonio Primo de Rivera, líder indiscutible de Falange Española, fue hijo de un capitán general de Cataluña primero, y presidente del Gobierno después, entregado principal y fundamentalmente a la mejora económica de España. Por eso tuvo razón Falange, que consideró que el verdadero motivo de la separación de Ledesma fue la disconformidad ideológica de Falange a ser proletariamente revolucionaria, y preferir oposición parlamentaria a la lucha callejera para vengar la violencia que contra ellos se estaba haciendo por parte de las Juventudes Socialistas.

En cambio, la literatura falangista dio énfasis a las diferencias teóricas y políticas, pero fundamentalmente fueron el resultado de las ambiciones personales de ambos lados.

En cualquier caso, tras la ruptura de Falange Española con respecto a las JONS, Ledesma intentó sin éxito reactivar su partido como grupo independiente manteniéndose alejado de Falange. Pero nunca logró tener un número suficiente de miembros para viable el proyecto político, mientras que la Falange aumentaba progresivamente sus filas.


La nueva agrupación sacó un nuevo semanario, La Patria libre, que polemizó agriamente con Falange. En el mes de mayo publicó su libro Discurso a las juventudes de España. En noviembre del mismo año firmó su obra Fascismo en España (sus orígenes, su desarrollo, sus hombres) bajo el seudónimo de Roberto Lanzas en el que señaló que "para ellos su escisión y rompimiento con Falange equivale, de hecho, a la liquidación definitiva de una concepción que les era preciso superar" y terminó con estas palabras:
"A Ramiro Ledesma y a sus camaradas les viene mejor la camisa roja de Garibaldi que la camisa negra de Mussolini."
En mayo de 1936 visitó a José Antonio en la cárcel Modelo de Madrid y se ofreció a Falange sin condiciones.

En el mes de julio editó el primer y único número de la revista Nuestra Revolución. Durante ese mes, el 18 de julio se produjo el levantamiento militar del general Francisco Franco contra la II República dando comienzo la Guerra Civil.

Entonces, fue detenido e ingresado en la prisión de las Ventas, en Madrid, por su supuesta vinculación con los sublevados y defender ideales del nacional-sindicalismo contrarios al régimen.

El 29 de octubre de 1936 fue sacado, junto con Ramiro de Maeztu y los hermanos Borbón, para ser fusilado por los republicanos en Aravaca. El mismo fin también tuvo su camarada José Antonio Primo de Rivera.

Y tal condición lo elevó al martirologio franquista, aunque su programa ideológico quedó condenado al ostracismo e inaplicado por el régimen de Franco. Le fue otorgado a título póstumo la Palma de Plata del Movimiento.


Principales obras: artículos y escritos diversos en órganos de partido y cabeceras como La Gaceta Literaria, Revista de Occidente, El Debate, La Nación, Informaciones Heraldo de MadridFascismo en EspañaDiscurso a las juventudes de EspañaEl Quijote y nuestro tiempo (ensayo); El Sello de la Muerte (novela); La hora románticaEl escepticismo y la vidaIdeas. El escepticismo y la vidaEscritos filosóficos.

Otros librosCroce, Filosofía práctica (1927); El matemático Rey Pastor (1928); Otto Braun: Aus nachgelesseneu Schrifften eines frühvollendeten (1928); Tres libros de filosofía (1928) y la traducción de Mathematische philosophie, de W. Brand y M. Deutschbein.

Entre sus artículos merece que destaquemos La Filosofía, disciplina imperial (1931). Y también Hans Driesch y las teorías de Einstein (1928), El causalismo de Meyerson (1929), etc.

Sobre él se han escrito más de 170 publicaciones, y artículos en La Conquista del Estado, JONS, La Patria Libre y Nuestra Revolución.

DISCURSOS POLÍTICOS DE PEDRO FERNÁNDEZ DE NAVARRETE


Arbitrista y tratadista político, Pedro Fernández de Navarrete fue escritor de Conservación de monarquías y discursos políticos sobre la decadencia del Imperio español.

DISCURSOS POLÍTICOS DE PEDRO FERNÁNDEZ DE NAVARRETE

Pedro Fernández de Navarrete nació en Logroño en 1564. Era economista, político, escritor, traductor, rector de su universidad, canónigo en Santiago de Compostela y consultor de la Inquisición. También fue capellán y secretario real de Felipe III y Felipe IV. Durante una fase de su vida estuvo en Roma trabajando como secretario del cardenal Ascanio Colonna, y escribió poemas en lenguas toscano y latín.

Toda su obra está dedicada a temas políticos. En Barcelona publicó sus Discursos políticos, en 1621. Ya en Madrid desde 1625, mantuvo amistad con el poeta clasicista Cristóbal de Mesa. Murió en Madrid en 1632.

El 1626, publicó la Conservación de monarquías y discursos políticos sobre la gran consulta que el Consejo hizo al señor rey don Felipe III, en la que estudiaba las causas y ofreciendo remedios a la decadencia española del siglo XVII. Fue su obra más importante, equiparada por su claridad de juicio a la del tratadista Diego Saavedra Fajardo.

La idea inicial de la obra fue la de reunir la respuesta que el Consejo de Castilla dio en 1619 a una consulta sobre los males del reino, realizada por las Cortes de 1617. La respuesta, redactada por Diego del Corral y Arellano, reconocía el lamentable estado del reino tras la caída del duque de Lerma. Fernández de Navarrete consideró insuficientes las reformas que planteaba el Consejo.

Entre las causas de la decadencia española, Fernández de Navarrete consideró:
1. la despoblación como consecuencia de la expulsión de moriscos y judíos, la emigración hacia a América y las continuas levas de población masculina joven para servir en las guerras en Flandes.
2. el menosprecio de la nobleza por el trabajo y la vanidad de los aristócratas.
3. los vínculos entre nobles y campesinos y la excesiva existencia de mayorazgos.
4. la proliferación de nuevas órdenes religiosas y conventos, conllevando más exenciones fiscales y disminución demográfica a causa del celibato.
5. la escasa protección a la agricultura y artes, y lo poco considerada que estaba la industria.
6. los excesivos impuestos que soportaba el estado llano.

Reclamó la reorientación de la agricultura, una política de repoblación, la creación de una marina potente y el no atesoramiento de metales preciosos.

A pesar de la indudable contundencia de sus razonamientos y del valiente realismo con que expuso la situación española, el estilo de Fernández de Navarrete adolece de excesos eruditos y retóricos que hacen difícil y aburrida su prosa.

CONSERVACIÓN DE MONARQUÍAS
Y DISCURSOS POLÍTICOS

Realizó varias traducciones de Séneca englobadas en Los libros de los beneficios y Siete libros de Lucio Anneo Séneca, entre los años 1627 y 1629.

Escribió poesías en español (églogas, sátiras y sonetos amorosos y religiosos) inéditas en su tiempo, pero reunidas y estudiadas por Giovanni Caravaggi.

Otras obras importantes fueron Carta de Selio Peregrino a Stenislao Barbio privado del rey de Polonia (Madrid, 1625); y Gaspar Mercader y Carroz, conde de Buñol (Valencia, 1700).

Se le atribuye también un opúsculo de cuatro folios El donativo voluntario que a Su Majestad Católica hacen sus reinos. Custodiado en la Biblioteca Nacional de Madrid, carece de fecha y lugar de impresión, aunque está firmado por un anagrama que coincide con sus iniciales.

CONSERVACIÓN DE MONARQUÍAS
Y DISCURSOS POLÍTICOS

CONCILIO DE TRENTO DEFENSA DE LA CRISTIANDAD EUROPEA


El Concilio de Trento de 1545-1563 fue una de las cimas del pensamiento teológico español en la Edad Moderna. Supuso la defensa de la unidad de la Cristiandad europea en un momento de divisiones internas y amenazas externas.

CONCILIO DE TRENTO DEFENSA DE LA CRISTIANDAD EUROPEA

El origen de esta reunión, que duró dieciocho años, desde 1545 a 1563, se encontró en la crisis producida por la rebelión de Lutero, la que sucesivamente desencadenó otras rebeliones de las que partieron los movimientos protestantes, rompiendo la unidad de la Cristiandad.

La unidad de la Iglesia constituía el pilar más firme para la unidad de Occidente. El emperador Carlos V, muy influido por la doctrina imperial de los españoles, sostuvo con la política y con la guerra el ideal común del Imperio, la reunión de los príncipes cristianos en una ley y un propósito, a lo que seguiría una economía y una política universales. Entonces, España buscaba el modo de agruparse y ayudarse mutuamente, salía de su heroica y larga empresa de expulsar a los invasores islámicos, fundando el primer Estado moderno de Europa y protegiéndola por el sur.

CONCILIO DE TRENTO

El sentido de la unidad cristiana en los hispanos de los siglos XV y XVI estaba vivo, habían comprobado sus ventajas frente al Islamismo, por lo que aspiraban a mantener una Europa unida en el aspecto religioso aunque administrados individualmente en la política. En aquellos años, Berbería y Turquía eran dueños del Mediterráneo oriental, que suponía una puerta abierta a las invasiones asiáticas y africanas, peligro de desplome de Europa. La unidad católica se complementaba con intereses geoestratégicos, políticos, militares y económicos, favoreciendo el ideal de la unidad.

Cuando se estaba aceptando y desarrollando el ideal de la unidad, surgió la fatal herejía de la disgregación. Martín Lutero comenzó con una discusión sobre bulas papales y terminó con la oposición a los dogmas, cuestionando otros aspectos vitales como el libre albedrío del hombre o la organización social. Fue recorriendo el camino que llevaba a la división de la Iglesia, fomentando los odios entre naciones y la enemistad de los gobernantes.

Carlos V y el Vaticano entendieron que la principal labor sería la de luchar contra los antidogmáticos luteranos del Protestantismo, reforzar las bases de la existencia del hombre y reafirmar la Ley de Dios.

SESIÓN DEL CONCILIO DE TRENTO

En la Edad Moderna, los Estados católicos estaban basados en supuestos católicos, y su arquitectura calculada según el sentir y el mandato de la religión verdadera. Para salvar tales deducciones prácticas, los eclesiásticos tuvieron que liberar de críticas a la Iglesia, sometida a su propio examen, reforzar los principios teológicos con más razones humanas, y depurar un organismo jerarquizado bastante corrompido.

Si la certidumbre era sustituida por la negación, si los preceptos de la fe se venían abajo, la obra humana se arruinaría en falsedad. La unidad era la principal vía que vinculaba lo profano, público, particular, con los artículos religiosos que justifican el orden de la sociedad organizada.

Ante esta difícil situación, el emperador Carlos V insistió al papa Paulo III a acordar convocatoria de un concilio asegurador del Catolicismo en sus verdades absolutas, bastante desfiguradas por los nuevos heréticos. Su objetivo fue la justificación de la unidad de la Cristiandad y la autoridad de los defensores de la fe restaurada, y desacreditar a los anti-dogmáticos, para diseñar las directrices de pensamiento reformista que serían conocidas como ContrarreformaLa obra del Concilio de Trento tenia un doble carácter: uno doctrinal, teórico y propio de los letrados; y otro pastoral y práctico hacia los creyentes.

Paulo III, asesorado por figuras excelsas, como Luis Vives, aceptó la convocatoria organizando un Concilio General de la Iglesia en la ciudad italiana de Trento. Esta reunión congregó a 25 obispos y 5 superiores generales de órdenes religiosas, contando con hasta 255 participantes en su última sesión. Dio comenzó en noviembre de 1545, fue desarrolladas en 25 sesiones con varias suspensiones, y terminó en diciembre de 1563. A causa de la peste y de intrigas ajenas la sede fue trasladada a Bolonia durante un tiempo.

SESIÓN DEL CONCILIO DE TRENTO, POR TIZIANO

En cierto modo, puede afirmarse que este concilio ecuménico fue español. Los ideales básicos fueron establecidos por los jesuitas Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Francisco Torres. La filosofía fue implantada por el profesor alcalaíno Cardillo de Vallalpando y las normas y sanciones tuvieron como principal valedor a Pedro Guerra, obispo de Granada. Brillaron en las sesiones tridentinas el gran canonista Antonio Agustín; su émulo Juan Bernal Díaz de Lugo, obispo de Calahorra; el obispo de Salamanca, Pedro González de Mendoza; el cultísimo dominico Melchor Cano; el prudente franciscano Alfonso de Castro; el gran teólogo Martín Pérez de Ayala, obispo de Segorbe; el comentador Cosme de Hortolá; el orador Pedro Fontidueñas; el profundo Domingo de Soto, y tantos otros teólogos, juristas y consultores, obispos y abades, sin olvidar a dos hábiles e inteligentes embajadores, Vargas y Diego de Mendoza.

Tras efectuar las declaraciones doctrinales, se fueron debatiendo los diferentes asuntos. Se sucedieron sesiones interminables en las que intervinieron los diferentes legados, que se expresaban en latín, lengua de la unidad de la iglesia. Sus largas disertaciones y llenas de distinciones evitaban fórmulas que disgustasen a los obispos presentes o que ahondasen las diferencias entre católicos y protestantes. En ellas, se trataron las reformas del culto, la Justificación, los Sacramentos, la Eucaristía, el Canones de las Sagradas Escrituras, la formación de los sacerdotes, la disciplina eclesiástica y otros temas. En todos estos asuntos, los obispos españoles tuvieron intervenciones destacadas entre los padres conciliares.

Lo que realmente se debatía allí era la unidad moral del género humano, ya que de haber prevalecido cualquier teoría contraria, se habría producido en los países latinos una división de clases y de pueblos. La reforma de la Iglesia española iniciada por el cardenal Jiménez de Cisneros había conseguido erradicar considerablemente los abusos eclesiásticos. Por eso, pudo escapar al espíritu feudal de los obispos alemanes, a la corrupción mundana de los prelados italianos y al servilismo hacia su rey de los eclesiásticos franceses.

Desde las primeras reuniones, el dominico Domingo de Soto ilustró a los padres conciliares con su palabra y doctrina. La quinta sesión trató sobre el pecado original, y el cardenal Pacheco habló elocuentemente sobre la Inmaculada Concepción.

DEBATE DEL CONCILIO DE TRENTO

El siguiente tema a tratar fue el de la Justificación que abordaba la cuestión de la legitimación de las obras caritativas y misericordiosas como método para la salvación. Era una cuestión muy importante para contrarrestar la tesis de Lutero del crede firmiter et pecca fortiter, que enfrentaba radicalmente a protestantes y católicos, derivando en polémicas políticas y sociales.

Domingo de Soto expresó la verdadera doctrina católica sobre la Justificación, oponiéndose a las teorías de su hermano de religión Antonio Catharín. Triunfó la tesis de Soto, mientras los jesuitas Laínez y Salmerón, refutaban la opinión del general de los agustinos Jerónimo Seripando. Para este destacado padre conciliar, así como para Lutero, los hombres se justifican sólo por la fe, siendo esta un libre arreglo de Dios. En cambio, la Iglesia Católica siempre había sostenido que los hombres se justifican por la fe y las obras, idea manifiesta en la Epístola de Santiago el Menor: "¿No veis cómo por las obras es justificado el hombre y no por la fe solamente?"

Así, el 26 de octubre de 1546, teólogo del papa y futuro general de los jesuitas, Diego Laínez 
pronunció un discurso brillante sobre la Justificación. Defendió su tesis citando a los Santos Padres, en especial a Santo Tomás de Aquino, leyendo los Evangelios, las Cartas de San Pablo y a los grandes maestros:
"…es cierto que el hombre pecador no puede alcanzar la salvación por sí mismo. Esa salvación es obra de la gran misericordia de Dios. Pero también es cierto que Dios ha querido que el hombre sea libre y responsable y, por tanto, ha de merecer la salvación divina con sus propias buenas obras."
La doctrina de Laínez fue aceptada por unanimidad y su discurso fue el único que se escribió completo en el acta conciliar. En la iglesia de Santa María de Trento, hay un cuadro en que aparecen los asistentes al concilio y en el púlpito está Diego Laínez dirigiéndoles la palabra. El Santo Decreto de la Justificación fue celebrado con gran júbilo en todos los pueblos de la Cristiandad.

Laínez y otros teólogos españoles eran el centro de todas las discusiones. Algunos los rechazaban, porque, siendo simples teólogos, parecían suplantar la autoridad de los obispos; otros, porque sus vestidos pobres y su sencillez echaban en cara el lujo cortesano de los subordinados del papa que formaban la Curia romana, y otros encontraron en sus doctrinas antiguas desviaciones heréticas. Pero los españoles defendieron la doctrina verdadera, pues su supremacía argumental, su fe sólida y su arte dialéctica deshicieron los errores. Y, progresivamente, muchos obispos comenzaron a consultar por escrito el pensamiento de los teólogos españoles.

PROFESIÓN DE FE DEL CONCILIO DE TRENTO

El Concilio de Trento promulgó 14 decretos doctrinales y 13 decretos, aprobados en su conjunto por el papa Pío IV, sobre la reforma del servicio pastoral y la disciplina sacerdotal. Las conclusiones más importantes fueron:

1. Fuentes: Las únicas fuentes de la fe son las Sagradas Escrituras y la tradición de la Iglesia, es decir las enseñanzas recibidas por los apóstoles por medio oral y conservadas a través de los siglos. La Iglesia se reservaba la exclusiva interpretación de las Escrituras y recomendaba el estudio de la Vulgata latina como única Biblia. En contra, la tesis protestante defendía que la única fuente de revelación eran las Sagradas Escrituras, que además podían ser interpretadas por cada creyente a su libre albedrío.

2. Justificación: La fe en Dios así como las obras caritativas y benéficas son necesarias para la salvación del alma. En contra, la tesis luterana no permitía que la salvación estuviera en función de ofrendas o peregrinaciones, solo justificaba la fe. 

3. Ritos: Los dogmas y prácticas religiosas fueron redefinidas, marcando las diferencias entre la ortodoxia y la herejía, y fijando distancias entre la Iglesia apostólica y los movimientos protestantes. Abolió los ritos eucarísticos locales, respetando solo aquellos que poseían más dos siglos de Antigüedad, como por ejemplo el tradicional hispánico Rito mozárabe. Y estableció la Misa Tridentina en Roma para toda la Iglesia latina.

4. MisaLa misa es un verdadero sacrificio en el que debía aparecer Cristo crucificado mediante trasmutación. Por eso, se ratificó que el pan y el vino consagrados son el cuerpo y la sangre de Cristo. La misa debía realizarse en latín, prohibiéndose, prohibiéndose las lenguas vernáculas, aunque se recomendaba la homilía en dichas lenguas. Se ordenó, como obligación de los párrocos, predicar los domingos y días de fiestas religiosas, e impartir catequesis a los niños. Además debían registrar los nacimientos, matrimonios y fallecimientos.

5: Sacramentos: Los sacramentos fueron conservados como institución divina. El Bautismo fue debatido y considerado como el único medio que eliminaba el pecado original. Se mantuvo la alabanza a los santos y vírgenes como paradigmas de vida cristiana, también las indulgencias (pero no su venta), y la existencia del purgatorio.

6. Unidad Jerárquica: La Iglesia reforzó su jerarquía y su unidad, que estaba encabeza por el Sumo Pontífice y cuya superioridad estaba por encima de la autoridad de los Concilios.

7. Ética: La filosofía moral de la Iglesia fue puesta  reflexión, tomando diversas medidas como fueron la prohibición del matrimonio de los sacerdotes, la prohibición de acumular beneficios, la obligación de residencia en sus diócesis y de visitar sus parroquias con frecuencia, la exigencia del celibato clerical, y la clausura de los conventos.

8. Instrucción: La formación moral, teológica y doctrinal del clero pasaba por la construcción de seminarios especializados.

La Congregación del Concilio fue la institución encargada del debido cumplimiento de los decretos aprobados que fueron informados mediante el Catecismo del Concilio de Trento. Además, estableció un Índice de libros prohibidos, donde quedaban registradas las obras literarias consideradas heréticas o contrarias al credo oficial.

Al concluir cada sesión, alguna autoridad militar, cultural o cronista convocaba en su palacio a los representantes de los reinos cristianos europeos para informar sobre los resultados. El embajador del emperador Carlos I fue Diego Hurtado de Mendoza, cuya misión consistía en informar a la Corte de España del trascurso de las sesiones y garantizar el cumplimiento de sus objetivos. La Corte hispánica siguió con atención el curso de las sesiones y conclusiones, así como de los episodios de su desarrollo.

SESIÓN DEL CONCILIO DE TRENTO

Trento fue uno de los episodios de la Contrarreforma, donde fue derrotado el Luteranismo a través de argumentos dialécticos. Por el contrario, dividió a Europa, que era dividir al mundo potente de la cultura cristiana. Pues al no ser nada demostrable cierto, y al entregar al individuo la interpretación de cualquier cuestión, divina y humana, de la más alta a la más baja (tesis protestantes) concedió a la inercia y al rencor, como a la brutalidad y a la ignorancia, patentes de oposición o de destrucción. Ya que en mayoría están siempre lo defectuoso, vil, atrasado, vengativo, brutal ambicioso, necio.

Este Concilio salvó el resorte fundamental de la voluntad humana: la creencia en el libre albedrío. Porque sus padres conciliares se opusieron a la tesis de la predestinación de Calvino, según la cual el hombre está predestinado a su salvación o condena. En refutación a esa idea, la iglesia sostuvo que el hombre puede realizar obras buenas ya que el pecado original no destruye la naturaleza humana, sino que solamente la daña. Lo que se salvó, sobre todo, fue la unidad de la Humanidad; de haber prevalecido otra teoría de la Justificación, los hombres hubieran caído en una forma de fatalismo, que los habría lanzado indiferentemente a la opresión de los demás o al servilismo.

Esta asamblea se había convertido en el banco de pruebas de la sabiduría teológica, dogmática, apologética y canónica de España, y en su triunfo. Y gracias a ello, la verdad salió limpia e incontaminada de la reunión de los dictaminadores, que levantaban las actas de la suma verdad acatada por los siglos. La aportación española al Concilio fue tan grande que a España se la llamó con razón "Luz de Trento". Sus principales valedores fueron los jesuitas Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Francisco Torres, los dominicanos Domingo de Soto y Melchor Cano y los franciscanos Juan de la Vega y Alfonso Castro.

HELENISMO DE HERNÁN NÚÑEZ DE TOLEDO


Hernán Núñez de Toledo fue latinista, helenista, paremiógrafo, humanista y comendador de la Orden de Santiago. Está considerado el patriarca de los helenistas españoles.

HELENISMO DE HERNÁN NÚÑEZ DE TOLEDO

Hernán Núñez de Toledo y Guzmán nació en Valladolid, en 1475. En 1490, logró una beca en el Colegio Español de San Clemente de Bolonia. De regreso a España, en 1498, entró como preceptor en casa de los Mendoza, en Granada. Con anterioridad había terminado su glosa al Laberinto de Fortuna de Juan de Mena, que tuvo dos redacciones, la primera en Sevilla (1499) y la definitiva, editada por Juan Varela, en Granada (1505), dedicada al conde de Tendilla y de la que hubo más de quince ediciones en pocos años.

Estudió en Granada lenguas clásicas y orientales (hebreo y árabe). En 1508 recogió y glosó en romance un buen número de refranes y adagios, repertorio paremiológico que apareció publicado por primera vez en Sevilla, y posteriormente como Refranes o proverbios en romance (Salamanca, 1555), obra monumental no sólo por su extensión, ya que recoge no menos de ocho mil quinientos cincuenta y siete, sino también por comentarlos sucintamente y por incluir comparativamente refranes de otras lenguas, en su mayoría romances: catalanes, gallegos, portugueses, franceses, italianos, asturianos, latinos y griegos. Los refranes aparecen por orden alfabético todos juntos con indicación de la lengua, cuando se trata de los refranes no castellanos. 


La obra estaba ya en imprenta cuando murió su autor en 1553; faltaba el prólogo, que fue redactado por su discípulo León de Castro, que no era partidario de escribirlo en lengua vulgar. Parece que Juan Páez de Castro intervino en la confección del refranero, pero la muerte de Hernán Núñez no ha permitido saber a ciencia cierta si fue coautor. La obra dejó huella, fue muy reimpresa (con deturpaciones debidas a la censura de los refranes anticlericales y obscenos y a la omisión de refranes extranjeros) y ejerció gran influencia en los paremiólogos posteriores, como Juan de Mal Lara, Gabriel Meurier, César Oudin, Gonzalo Correas y Lorenzo Palmireno. Los más abundantes refranes extranjeros son los portugueses e italianos; para los franceses se inspiró en la obra de Caroli Bovili, Proverbiorum Vulgarium Libri Tres (1531) y para los italianos, la anónima Opera quale contiene le Dieci Tavole de proverbi (Turín, 1535). Entre las lenguas peninsulares, hay 131 gallegos, 104 catalanes, 53 asturianos, 25 aragoneses, y un vizcaíno. A once se les da forma u origen declarado griego o latino.

PROVERVIOS EN ROMANCE DE HERNÁN NÚÑEZ DE TOLEDO

En 1509, tradujo al castellano la Historia de Bohemia de Enea Silvio Piccolomini. Con finalidad didáctica apareció en 1519 la edición, con texto griego y latino, de la epístola A los muchachos cristianos de San Basilio, preparada por él. Le llamó el Cardenal Gonzalo Ximénez de Cisneros como censor de su imprenta de Alcalá de Henares y allí trabajó en la versión latina del texto de los Setenta para la famosa Biblia Políglota Complutense, siendo nombrado pronto catedrático de Retórica de la Universidad de Alcalá recientemente fundada. Sucedió a Demetrio Ducas en la cátedra de griego de la misma universidad a partir de 1519. Desde entonces firmó como "Hernán Núñez" y "Comendador Griego" o, en latín, "Fredenandus Nunius Pincianus".

Durante la Guerra de las Comunidades de Castilla se puso del lado de los comuneros salvándose milagrosamente de la lista de proscripción publicada después de la batalla de Villalar y también atravesó por dificultades a causa de su filiación ideológica erasmista, de forma que hubo de dejar la Universidad de Alcalá y marchar a Salamanca, donde, al irse Antonio de Nebrija, fue nombrado catedrático de griego en 1523.

En 1527 añadió la Retórica a la enseñanza del griego y explicó magistralmente a Plinio el Viejo. Destacó por sus trabajos de crítica textual sobre pasajes de Teócrito y Séneca, y particularmente por sus notas a Pomponio Mela y Plinio el Viejo, sobre quienes redactó unas Castigationes in Pomponium Melam y unas Observationes in C. Plinii Historiae Naturalis libros, aparecidas entre 1543 y 1545, declarándose en el prólogo a sus notas a Plinio deudor de los trabajos del humanista veneciano Ermolao Barbaro. Estudió también las obras de San Jerónimo. Al cumplir los cincuenta años de edad abandonó la enseñanza para dedicarse al estudio.

MANUSCRITO DE HERNÁN NÚÑEZ DE TOLEDO

Era ya famoso en Europa por sus ediciones de Séneca, Plinio el Viejo y Pomponio Mela; "vir diligentissimus et accuratissimus" le llamó Rossbach. "Príncipe de la filosofía peripatética, a nadie inferior en la más recóndita noticia de las letras griegas y latinas", dijo de él Gaspar Scioppio; "el can de los gramáticos, que no perdonó a nadie", le llamó Justo Lipsio. "Ombre nascido para las letras y el saber", comentó sobre el vallisoletano Hernando Alonso de Herrera. Se jubiló en 1548, pero parece ser que ya jubilado aún enseñó hebreo en la misma universidad. Donó sus libros a la biblioteca de la Universidad de Salamanca.

Principales obras:

Glosa sobre las Trezientas de Juan de Mena, Sevilla (1499) y Granada (1505)

L. Annaei Senecae Opera, Basilea, 1529. Se hicieron diez ediciones hasta 1627

Observationes Fredenandi Pintiani in loca obscura et depravata Hist. Natur. C. Plinii, Salamanca, 1544

Refranes de la lengua castellana, Salamanca, 1555. Existe una edición crítica moderna, Refranes o proverbios en romance (1555) de Hernán Núñez.


GLOSA SOBRE LAS TRESZIENTAS DE JUAN DE MENA

ASCETISMO CATÓLICO DE JUAN DE ÁVILA


Una de las principales figuras de la Espiritualidad española del Siglo de Oro, especializado en el Ascetismo. Su pensamiento místico quedó resumido en el Tratado sobre el amor de Dios.

ASCETISMO CATÓLICO DE JUAN DE ÁVILA

Juan de Ávila nació en 1500, en Almodóvar del Campo (Ciudad Real). En 1514, comenzó sus estudios en Derecho en la Universidad de Salamanca, hasta 1520, año en que continuó con Artes y Teología en la de Alcalá de Henares hasta 1526. Se había formado en un ambiente humanista y erasmista, teniendo como profesor a Domingo de Soto, y como amigos a Pedro Guerrero, futuro arzobispo de Granada, a Francisco de Osuna y, tal vez, a San Ignacio de Loyola.

Después de ordenarse sacerdote en 1526, residió dos años en Sevilla, con pretensiones de marchar, junto al nuevo obispo del virreinato de la Nueva EspañaJulián Garcés, a las Indias para tomar parte en las misiones evangelizadoras.

El arzobispo Alonso Manrique de aquella ciudad le retuvo para ayudarle como predicador, una tarea que se convertiría en el eje central de su vida y su obra, hasta el punto de recibir el apodo de "Apóstol de Andalucía".

En 1532 fue denunciado a la inquisición sevillana y encarcelado durante un año en el Castillo de San Jorge, en Triana, como presunto adicto a la doctrina luterana. En realidad, fue por haber escrito el comentario al salmo XLIV Audi filia et vide, escrito a petición Sancha Carrillo, hija de los señores de Guadalcázar.

Este libro, de tendencia erasmista, fue un verdadero compendio de ascética, que marcó positivamente la posterior literatura y pensamiento de este género, de manera que no hay en todo el siglo XVI autor de vida espiritual tan consultado como Juan de Ávila. El comentario Audi filia llegó a publicarse en Alcalá de Henares en 1557, bajo el reinado de Felipe II, quien ordenó guardar un ejemplar en la Biblioteca de El Escorial por tenerlo en estima.

MURALLA DE ÁVILA Y DE JUAN DE ÁVILA

Recobrada la libertad, se instaló en Córdoba en 1535, por petición del obispo Álvarez de Toledo, aunque con frecuencia se ausentaría de esta ciudad para predicar en otras villas. Allí logró despertar la vocación religiosa del duque de Gandía y marqués de Lombay, futuro San Francisco de Borja; llegando a ser el padre espiritual de Juan Ciudad Duarte, futuro San Juan de Dios, de Luis de Granada, y de Sancha Carrillo. Predicó en la Sierra de Córdoba, como amigo del obispo Cristóbal de Rojas, también anduvo por el sur de La Mancha y Extremadura. Fundó numerosos seminarios y colegios y organizó la Universidad de Baeza. Y mantuvo correspondencia con Teresa de Ávila y con Ignacio de Loyola, con el que colaboró. Si finalmente no ingresó en la Compañía de Jesús fue por cuestiones de edad y de salud, porque enfermó en 1554, hasta que murió en 1569 en Montilla, donde está enterrado.

De una influencia notable, sus palabras fueron fuente de inspiración para muchos escritores sacerdotales coetáneos y posteriores: Antonio de MolinaLuis de la PalmaLuis de la PuenteCarlos BorromeoBartolomé de los MártiresDiego de EstellaPierre de BérulleAlonso RodríguezFrancisco de SalesAlfonso María de LigorioAntonio María Claret, entre otros.

Tradujo la Imitación de Cristo de Kempis (1536), y su pensamiento, resumido en su Tratado sobre el amor de Dios, fue reconocido como propio por Ignacio de Loyola.

Fray Luis de Granada redactó la primera biografía del sacerdote manchego en 1588, titulada Vida del Padre Maestro Juan de Ávila y partes que ha de tener un predicador del evangelio. Fue beatificado por León XIII en 1894, declarado Patrono del clero secular español por Pío XII en 1946, canonizado por Pablo VI en 1970, y proclamado doctor de la Iglesia por Benedicto XVI en 2012.

Juan de Ávila ha pasado a la historia del pensamiento cristiano como un escritor ascético. Gran conocedor de la Patrística, fue influenciado sobre todo por San Agustín, que fue el autor a quien más citaba en su obra. Pero también dejó patente la influencia del Idealismo Platónico y Neoplatónico. Su doctrina se caracteriza por la radical subordinación del Yo a la Fe. Para Juan de Ávila, amar verdaderamente a Dios, suponía renunciar a toda exigencia autocéntrica, como escribió en su Epistolario espiritual:
"Demos, pues, nuestro todo, por el gran todo, que es Dios."
Y en una de sus cartas escribió: "Quien a Cristo ama, a sí se ha de aborrecer"; y en otra:
"Pongámonos en Dios, no hagamos caso de nos, mas de Dios; no nos duelan nuestras pérdidas, mas las de Dios, que son las ánimas que de Él se apartan."
CATEDRAL DE ÁVILA Y JUAN DE ÁVILA

El pensamiento místico y ascético de Juan de Ávila fue toda una contradicción en la Europa moderna de su tiempo. El movimiento del Renacimiento, que proclamaba al hombre como centro del universo, chocaba de frente con su sumisión del hombre hacia Dios. No solo anticipaba la posición de los demás místico españoles, sino también la de autores extranjeros como Pascal, Soren Kierkegaard o Karl Barth.

Su estilo oratorio y literario era propio del Renacimiento, utilizando un lenguaje claro, concreto y cercano, pero haciendo uso de refranes y dichos populares, también un vocabulario tosco, característico del castellano de su tiempo, pero alcanza en ocasiones una belleza excepcional.

La obra más representativa de su pensamiento fue el anteriormente citado Epistolario espiritual para todos los estados, publicado en Madrid, en 1578. Se trata de una colección de cartas ascéticas dirigidas a todo tipo de personas humildes y poderosas, religiosas y profanas, pero también a San Ignacio de LoyolaSan Juan de Dios, y sobre todo monjas y devotas como Sancha Carrillo.

Escribió unos Memoriales para el Concilio de Trento, para el arzobispo de Granada, Pedro Guerrero; y unas Advertencias al Concilio de Toledo, para el obispo de Córdoba Cristóbal de Rojas, que habrían de presidir el Concilio de Toledo de 1565 para aplicar los decretos tridentinos. La doctrina de san Juan de Ávila acerca del sacerdocio quedó esquematizada en un Tratado sobre el sacerdocio.

También compuso un libro acerca del Santísimo Sacramento y otro Del conocimiento de sí mismo, y un Contemptus mundo nuevamente romançado (Sevilla, Juan de Cromberger, 1536).

Otras obras suyas son el Comentario a la Carta a los Gálatas (Córdoba, 1537), Doctrina cristiana (Mesina, 1555 y Valencia, 1554), Memorial a Trento (1551 y 1561) y Dos pláticas a sacerdotes (Córdoba, 1595).

MURALLA DE ÁVILA Y OBRAS DE JUAN DE ÁVILA

Aunque Juan de Ávila no alcanzó en Europa el reconocimiento de otros literatos de mística y ascética española como Santa Teresa o Juan de la Cruz, pero sus obras fueron prontamente impresas en Italia, Francia y Alemania.

Según escribió Pierre Pourmat en el tercer volumen de su obra La spiritualité chretienne:
"Juan de Ávila se elevó a los estados místicos más sublimes."
Los tratadistas extranjeros elogiaron sobre todo el Epistolario del Beato, siendo uno de ellos E. Allison en sus Studies of the Spanish Mystics:
"Ninguna de las obras de Juan de Ávila, ni por su estilo ni por su contenido, es tan notable como sus Cartas."
De manera parecida hizo el alemán Ludwig Pfandl, quien señaló en su Historia de la literatura nacional española en la Edad de Oro, que las Cartas de Juan de Ávila son junto a las de Santa Teresa "los mejores modelos del arte clásico epistolar en España".