Don Quijote de la Mancha está considerada como la primera novela moderna y la primera novela polifónica, escrita por Miguel de Cervantes a inicios del siglo XVII ha sido modelo a seguir por los literatos de los siglos siguientes.
Su
influencia ha sido tan determinante en toda la narrativa europea que es posiblemente la obra más
importante de la literatura universal. Goethe, Thomas Mann, Stendhal, Gustave
Flaubert, Herman Melville o Mark Twain, y casi todos los escritores modernos
hispanoamericanos emularon la estructura y se declararon admiradores de
Cervantes. Sus dos grandes aportaciones son su sentido del humor y la evolución
de sus personajes.
Es
el primer "best seller" moderno, la primera novela que se reedita sucesivamente, el
libro más traducido del mundo tras la Biblia, a multitud de idiomas y
variedades lingüísticas.
Por
considerarse el mejor trabajo literario jamás escrito encabezó la lista de las mejores obras literarias de la historia, que se estableció con
las votaciones de cien grandes escritores de 54 nacionalidades a petición del
Club Noruego del Libro en 2002.
En 1605 la Corte española continuaba en Valladolid, faltando un año para su vuelta a Madrid. Felipe III tenía 36 años, hacía 7 que había muerto el último de los Austrias mayores, su padre Felipe II, y nacía el futuro Felipe IV. En Valladolid se ratificaba el acuerdo de paz de Londres entre Jacobo I y Felipe III. Tuvo lugar la batalla de Dunkerque. Los turcos continuaron sus asedios… No parecía que 1605 sea una fecha especialmente significativa en la historia, pero sí en la literatura.
No fueron años prósperos y felices para España los que fueron de 1595 a 1605. A la terrible peste de 1596-1598 se sumaron bancarrotas de la Corona en 1596 y en 1597, los saqueos de la costa de Cádiz por los ingleses en 1596, la derrota de Las Dunas en 1600, las luchas civiles en Cataluña en 1602, la autonomía de los Países Bajos en 1597, la insurrección de Calabria en 1599, y la inestabilidad económica se manifestaba en la subida y resello de la moneda de vellón de 1604.
Por otros derroteros más afortunados iba la creación artística en este Siglo de
Oro. Pintores como El Greco, Carducho, Pantoja de la Cruz, Pacheco, están en
feliz momento creativo. En 1599, nace el que será la cumbre de todos,
Velázquez. La escultura también estaba en momentos de excelencia y buenos
ejemplos fueron el Cristo de El pardo, de Gregorio
Hernández (1605).
En 1605, Cervantes tenía 58 años, Lope de Vega 43, Ruiz de Alarcón 24 y Calderón de la Barca era un niño de 5 años. Los grandes poetas Góngora y Quevedo tenían 44 y 25 años, respectivamente. De los prosistas, Mateo Alemán, el autor del Guzmán de Alfarache, tenía la misma edad que Cervantes, el gran historiador Mariana estaba en la edad de los 69 años y Baltasar Gracián, en la primera infancia de los cuatro.
En 1605, Cervantes tenía 58 años, Lope de Vega 43, Ruiz de Alarcón 24 y Calderón de la Barca era un niño de 5 años. Los grandes poetas Góngora y Quevedo tenían 44 y 25 años, respectivamente. De los prosistas, Mateo Alemán, el autor del Guzmán de Alfarache, tenía la misma edad que Cervantes, el gran historiador Mariana estaba en la edad de los 69 años y Baltasar Gracián, en la primera infancia de los cuatro.
El año de la publicación de la primera parte del Quijote aparece, en el ámbito de la novela
picaresca, que inaugurara a distancia de genialidad el Lazarillo
de Tormes en 1554, La
pícara Justina de
López de Úbeda, de protagonista femenino frente a la larga serie de pícaros. En
prosa son destacables algunas obras de carácter histórico, espiritual, de pasatiempos,
como la Florida del Inca de Garcilaso, la Historia
de la vida y hechos del emperador Carlos V, las Meditaciones
sobre los misterios de nuestra santa Fe de Luis de la Puente, los Diálogos
de apacible entretenimiento de Lucas,
etc.
En poesía, Pedro de Espinosa iniciaba
su colección Primera parte de las flores de poetas ilustres, López
Pinciano escribió El Pelayo, y Rey de Artieda su Discurso,
epístolas y epigramas de Artemidoro, y continuaron activos varios estilos
como el romancero o la lírica tradicional.
En teatro ya había triunfado en los corrales de comedias el modelo de Lope
de Vega, con no poco disgusto de Cervantes. Lope, que ya había publicado su Primera
parte de comedias en 1604, escribe en 1605, entre otras muchas, La
noche toledana.
Son sólo algunos ejemplos muy representativos del panorama en prosa, poesía y
teatro que se vivían a principios del siglo XVII, donde todo continuaría por
los caminos habituales literarios con rumbos marcados en géneros y formas en
las cuales no sobresalían ni grandes individualidades ni deslumbrantes
creaciones. La genialidad narrativa de Cervantes surgió rodeada de una
literatura esperable y repetitiva, en ausencia de indicios de renovación y
avance. Un ambiente que convirtió a Cervantes en original y al Quijote en singular,
un ámbito literario en el que se fijó Cervantes con la intención de superar.
La década literaria del Quijote,
1595-1605, conoció la innovación literaria de los dos más universales
escritores en lengua castellana. Si Miguel de Cervantes es el creador de la
novela moderna, Lope de Vega lo es de la comedia nueva, dando sentido unitario
en la tragicomedia a lo que se había realizado en teatro hasta el momento.
Todavía no había producido en esta década sus mejores obras, pero ya ha
superado sus vacilaciones primeras, sus experimentos iniciales, dando a los
corrales de comedias y a los escritores un modelo que seguirán durante todo el
siglo, pero que tanto disgustó a Cervantes. En esta década Lope escribió y
estrenó varias de sus obras a las que habría que sumar en 1603 el Viaje
entretenido de Rojas.
En poesía, también destacó el gran poeta de lo humano y lo divinos, además de gran dramaturgo, que fue Lope de Vega. Aparecieron sus Rimas (1602, 1604), además de sus poemas épicos La Dragostea (1598), El Isidro (1599), La hermosura de Angélica (1602) y otras obras. Pero en 1605, faltaban ocho años para que Góngora publicara las originales Primera Soledad y El Polifemo, en 1613, y dos para que hiciese lo mismo la Aminta de Jáuregui en 1607. Góngora, como Lope en teatro y Cervantes en novela, tuvo el mérito y la condición de los renovadores, agrupando en torno a ellos un grupo de seguidores.
En poesía, también destacó el gran poeta de lo humano y lo divinos, además de gran dramaturgo, que fue Lope de Vega. Aparecieron sus Rimas (1602, 1604), además de sus poemas épicos La Dragostea (1598), El Isidro (1599), La hermosura de Angélica (1602) y otras obras. Pero en 1605, faltaban ocho años para que Góngora publicara las originales Primera Soledad y El Polifemo, en 1613, y dos para que hiciese lo mismo la Aminta de Jáuregui en 1607. Góngora, como Lope en teatro y Cervantes en novela, tuvo el mérito y la condición de los renovadores, agrupando en torno a ellos un grupo de seguidores.
MONUMENTO A MIGUEL DE CERVANTES |
Continuó en la década literaria del Quijote la poesía épica culta, que ya habían cultivado en vida de Cervantes, en el siglo XVI, poetas como Zapata, Ercilla, Rufo, Virués y otros. En este tiempo se encontraron, aparte de los poemas citados de Lope, El Arauco domado (1596) de Pedro de Oña, y el género continuaría con Mesa, Hojeda, Lope, etc. Poesía de verso solemne, de exaltación y gloria, que es difícil que atraiga e interese a un lector de hoy no especializado, pero que ocupó a poetas, imprentas y lectores en una época en que la literatura de elogio y exaltación tuvo una gran auge en multitud de formas, que van desde las comedias de encargo a los versos laudatorios de poesía visual en fiestas cortesanas, pasando por los numerosos poemas de elogio que, como norma, precedían a las obras literarias publicadas.
También continuó cultivándose en esta década una poesía religiosa,
espiritual, a distancia de los únicos e insuperables versos de san Juan de la Cruz, que había muerto en 1591, o incluso de los de fray Luis de León, fallecido el mismo año. Obras como el Cancionero general de la doctrina cristiana (1596) de López de Úbeda, los Conceptos espirituales (1600) de Ledesma, el Cancionero para cantar la noche de Navidad (1603) de Ocaña, la Vida de San José (1604) de Valdivielso. Y junto a esta poesía religiosa, cientos de poesía de amor, por caminos
trillados de conceptos y formas, poesías bélicas, burlescas, eróticas y el
apasionante mundo de la poesía oral de romances que se cantan acompañando a la
vida. Estas canciones literarias fueron recopiladas en el Romancero
General (1600).
Cervantes no dejó de cultivar el verso en esta década, aunque sin
la relevancia universal que tuvo la novela. Hasta 1614 no apareció su singular
obra Viaje del Parnaso, pero de estos años son poemas como Soneto satírico al saco de Cádiz (1596), Al túmulo de Felipe II (1598), y otros muchos de diversos temas que muestran su condición de escritor de
oficio que cultiva losa distintos géneros, como era habitual en la época. Pero
esto, de nuevo, agiganta la hazaña del Quijote.
Dentro de la prosa cervantina la producción se centra en una serie
de obras agrupables en géneros definidos, sobre los que hay consenso en
considerarlos literarios para la época, frente a lo que ocurre hoy en día:
obras históricas, políticas, científicas y prácticas. Como testimonio de la pujanza del género histórico en la década del Quijote están los ejemplos de autores y títulos significativos: Ilustraciones genealógicas de los reyes de España (1598) de Garibay, Relaciones (1598) de Pérez, Historia de la rebelión y castigo de los moriscos de Granada (1600) de Mármol, Historia de la orden de San Jerónimo (1600) de Sigüenza, Crónica de Alfonso VII (1600) de Sandoval, Historia general de mundo (1601) y Décadas (1601) de Herrera, e Historia de España (1601) de Mariana.
No es mucho lo destacado dentro del género de la novela durante esta década, aunque si significativo, pero como testimonio de la vigencia de los géneros narrativos que habían tenido una amplio desarrollo en décadas anteriores.
No es mucho lo destacado dentro del género de la novela durante esta década, aunque si significativo, pero como testimonio de la vigencia de los géneros narrativos que habían tenido una amplio desarrollo en décadas anteriores.
No es tan importante para la novela cervantina el género
picaresco, de que hay muy importantes testimonios en esta década como el Guzmán de Alfarache (1599 y 1604) de Mateo Alemán, la Segunda parte (1602) de Martí, El Buscón (1603) de Quevedo y La pícara Justina (1605) de López de Úbeda.
Más repercusión tuvo la novela pastoril, siendo una de las mejores obras del género La Arcadia (1598) de Lope de Vega, al cual Cervantes contribuyó con su Galatea (1588). Antes de esta década sus principales representantes fueron Montemayor, Gil Polo o Gálvez de Montalvo.
Más repercusión tuvo la novela pastoril, siendo una de las mejores obras del género La Arcadia (1598) de Lope de Vega, al cual Cervantes contribuyó con su Galatea (1588). Antes de esta década sus principales representantes fueron Montemayor, Gil Polo o Gálvez de Montalvo.
La
novela bizantina, también llamada como novela de aventuras, que hunde sus
raíces en el Medievo, incumbe al Quijote. Aunque sus obras importantes son anteriores a esta década, como las de Núñez de Reinosa y Contreras, Cervantes aportó al género unos Trabajos de Persiles y Segismunda (1616). Lo mismo ocurrió con la novela morisca y sus más características manifestaciones de escritores como Villegas, Núñez de Reinosa o Pérez de Hita, que son anteriores a este periodo.
Don Quijote es un ataque a la nova de caballería, aunque Cervantes construya su vida con el modelo caballeresco y a su mundo hace continuas referencias, lo que demuestra que el autor era un excelente conocedor de la caballeresca, en el detalle de los hechos tanto caballeros andantes y en el sentido global del valor de la aventura, mundo fabuloso, cortesía, amor…
Don Quijote es un ataque a la nova de caballería, aunque Cervantes construya su vida con el modelo caballeresco y a su mundo hace continuas referencias, lo que demuestra que el autor era un excelente conocedor de la caballeresca, en el detalle de los hechos tanto caballeros andantes y en el sentido global del valor de la aventura, mundo fabuloso, cortesía, amor…
Muchos expertos consideran el periodo que va desde 1521 a 1560 como el de mayor esplendor de la novela de caballerías, en él se encuentran Palmerín, Belianís, Taurismundo, Loramante, Florisel, Febo, Felizmarte... pero todavía en la década del Quijote aparecen Flor de caballerías de Barabona (1599) y Policisne de Boecia (1602) de Silva.
MIGUEL DE CERVANTES EN LA MONARQUÍA HISPÁNICA
El primer documento donde se hace mención a la estancia que realiza Cervantes
en Italia es de 22 de diciembre de 1569. Se trata de una declaración de su
padre en la que afirma que ninguno de sus antepasados era moro, judío,
converso, hereje o culpable de algún crimen. La naturaleza de ese documento
hace pensar que el empleo que buscaba Miguel en Italia era típico de un hidalgo
español o clérigo. Ya en La Galatea (1585), Cervantes señala que fue gentil
hombre de cámara en Roma de un cardenal llamado Acquaviva. Desde
mucho antes, desde diciembre de 1569, Miguel estaba en Roma, al año siguiente
ya era soldado.
En 1570 los turcos invadieron Chipre y los moriscos se sublevaron en Granada. Felipe
II, presionado por la Santa Sede y Venecia, se aprestó para un enfrentamiento
con el islam. El 20 de mayo de 1571 se constituyó la Santa Alianza,
cuyas fuerzas estaban bajo el mando de Juan de Austria, hijo natural de Carlos
V. El 7 de octubre de 1571 la flota aliada y la turca se enfrentaron en el
golfo de Lepanto. Durante el combate de Lepanto, Cervantes se hallaba a bordo
de la Marquesa, enfermo de fiebre. Según la declaración de dos testigos, el
capitán y algunos de sus compañeros le aconsejaron que permaneciera en la
bodega y no participara en la lucha. Miguel se negó a hacerlo y combatió
teniendo a su mando un bote en el iban doce soldados. De aquel combate,
Cervantes recibió dos heridas en el pecho y una tercera en la mano izquierda, que
le quedaría inutilizada para siempre.
COMBATE DE LEPANTO |
Durante 1572 y 1573, Cervantes alternó las acciones militares con estancias en Nápoles. Allí mantuvo relaciones con una joven napolitana con la que tuvo un hijo, el único varón, al que llamó Promontorio. Según lo referido en La Galatea y en La morada de los cielos, la madre de su hijo fue la Silena de su poesía, quien le sedujo con sus "descuidos cuidados", pero también fue origen de no pocas penas.
Durante los años anteriores, Cervantes había dado muestras repetidas de valor, pero no fue objeto de ningún ascenso. Sí logró en aquella época de Juan de Austria y del duque de Sessa unos documentos en los que se hacía referencia a su comportamiento como militar y se rogaba del rey que el concediera una capitanía en alguna de las compañías acantonadas en Italia.
El 20 de septiembre de 1575, tanto él como su hermano Rodrigo, zarparon de Nápoles a bordo de la galera Sol, incluida en una flotilla. Al pasar cerca de Les Saintes Maries, la nave fue atacada por los piratas berberiscos. Para desgracia de Cervantes, sus captores descubrieron las cartas de recomendación de Juan de Austria, por lo que llegaron a la errónea conclusión de que era una persona de enorme importancia. La consecuencia fue el elevadísimo rescate que los piratas pidieron por él: 600 ducados.
Su cautiverio en Argel se prolongó durante cinco años, sufriendo los terribles maltratos físicos. Cinco años de aventuras y desgracias que se conocen gracias a un documento que, para algunos críticos, escribió él personalmente: La información de Árgel (1580), así como en datos esparcidos en los versos de la Epístola a Mateo Vázquez (1577).
Cervantes intentó fugarse en varias ocasiones a pesar de que tal acción le podría costar la vida, pero finalmente, en 1580 fue liberado gracias a la intervención de los frailes trinitarios. No es de extrañar que en el Quijote explicase el valor que tiene la libertad:
"La Libertad es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar; por la libertad así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida."
Al
llegar a España, Cervantes intentó obtener algún trabajo en la Corte de Felipe II, pero no
recibió nada relevante salvo un empleo temporal como mensajero del rey y la
esperanza de obtener un puesto en las Indias.
Al margen de sus primeros escritos, Cervantes fue a buscar en la literatura el espacio de desarrollo que la vida le va a ir negando año tras año, tomado contacto con los corrales de comedias. En su tiempo libre, se dedicó a trabajar en una novela pastoril que recibió el título de La Galatea. A finales de 1583, encontró en Blas de Robles a la persona dispuesta a editar esta obra.
En 12 de diciembre de 1584, Cervantes contrajo matrimonio con Catalina de Salazar y Palacios. Era una mujer joven de unos dieciocho años, frente a los treinta y siete del literato.
En marzo de 1585, Cervantes se comprometió a escribir dos obras de teatro para la compañía de Gaspar de Porras. Aquel prometedor inicio, sin embargo, se vio truncado por el éxito de Félix Lope de Vega y Carpio.
El 18 de febrero de 1587, María Estuardo, la reina católica de Escocia, fue ejecutada por Isabel de Inglaterra por conspirar contra ella y la idea de una invasión de este último país se fue abriendo camino en la mente de Felipe II. Se inició así el proyecto de la denominada Felicísima Armada, que debía efectuar semejante operación militar en la primavera de aquel mismo año. En Sevilla, Diego de Valdivia, un sustituto de Antonio de Guevara, el proveedor de la Armada, nombró a Cervantes comisario con la misión de dedicarse a la requisa de grano y aceite. Hacia septiembre del mismo año, fue enviado a Écija con la tarea de aprovisionar trigo. Fue una misión amarga, durante su curso le originó la excomunión por la requisa de bienes eclesiásticos. A pesar que esta tarea se ofrecía a la corrupción y la obtención de beneficios privados, Cervantes se mantuvo honrado, con el deseo de servir a su misión que a la obtención de caudales económicos.
Al margen de sus primeros escritos, Cervantes fue a buscar en la literatura el espacio de desarrollo que la vida le va a ir negando año tras año, tomado contacto con los corrales de comedias. En su tiempo libre, se dedicó a trabajar en una novela pastoril que recibió el título de La Galatea. A finales de 1583, encontró en Blas de Robles a la persona dispuesta a editar esta obra.
En 12 de diciembre de 1584, Cervantes contrajo matrimonio con Catalina de Salazar y Palacios. Era una mujer joven de unos dieciocho años, frente a los treinta y siete del literato.
En marzo de 1585, Cervantes se comprometió a escribir dos obras de teatro para la compañía de Gaspar de Porras. Aquel prometedor inicio, sin embargo, se vio truncado por el éxito de Félix Lope de Vega y Carpio.
El 18 de febrero de 1587, María Estuardo, la reina católica de Escocia, fue ejecutada por Isabel de Inglaterra por conspirar contra ella y la idea de una invasión de este último país se fue abriendo camino en la mente de Felipe II. Se inició así el proyecto de la denominada Felicísima Armada, que debía efectuar semejante operación militar en la primavera de aquel mismo año. En Sevilla, Diego de Valdivia, un sustituto de Antonio de Guevara, el proveedor de la Armada, nombró a Cervantes comisario con la misión de dedicarse a la requisa de grano y aceite. Hacia septiembre del mismo año, fue enviado a Écija con la tarea de aprovisionar trigo. Fue una misión amarga, durante su curso le originó la excomunión por la requisa de bienes eclesiásticos. A pesar que esta tarea se ofrecía a la corrupción y la obtención de beneficios privados, Cervantes se mantuvo honrado, con el deseo de servir a su misión que a la obtención de caudales económicos.
En
1590, Cervantes sufría ya un verdadero hastío por su trabajo y, al llegarle la
noticia de que en América había cuatro cargos vacantes, solicitó al Consejo de
Indias que se le otorgara uno de ellos. El Consejo rechazó su ofrecimiento, sin
tener en cuenta los servicios que a la Monarquía había rendido hasta el
momento.
En 1594, llegó a la capital de la Monarquía española. Tenía cuarenta y siete años y ninguna perspectiva de futuro. Durante los años siguientes, se dedicaría al estudio de las cuentas reales, lo que no dice mucho de la eficacia de la administración española.
En 1594, llegó a la capital de la Monarquía española. Tenía cuarenta y siete años y ninguna perspectiva de futuro. Durante los años siguientes, se dedicaría al estudio de las cuentas reales, lo que no dice mucho de la eficacia de la administración española.
En este tiempo, escribió un soneto preliminar para la obra Filosofía cortesana moral, de Alonso de Barros. Estaba dedicado a Mateo Vázquez, secretario real de Felipe II. Un verdadero manual cortesano lleno de sentencias que debían grabase a fuego en la memoria de aquellos pretendientes que ambicionasen triunfar en la Corte del monarca más poderoso de la tierra:
"Nunca subirá gran cuesta quien mirare lo que cuesta. Quien pretende ha de sufrir como quien nace morir."
En
1597, por un error de apreciación, dio con sus huesos en la prisión real de Sevilla.
Esta segunda estancia de Cervantes en la cárcel iba a durar siete meses y
parece que dejó una profunda huella en el escritor.
En
verano de 1599, se hallaba en Madrid, pero finalmente, decidió
abandonar la capital y regresar a Sevilla. Hay pocos datos sobre su vida en
aquella época pero parece que los negocios le fueron bien, disfrutando de
cierta solvencia económica.
SEVILLA, SIGLO XVII |
En 1600, murió su hermano Rodrigo combatiendo en la batalla de Nieuport.
En 1604, Cervantes se trasladó con su familia a Valladolid y a finales de ese mismo año el manuscrito de Don Quijote estaba en manos de su impresor de Madrid, Juan de la Cuesta. En enero de 1605, fue publicado, consiguiendo un importante éxito de manera inmediata y antes de acabar el año habían salido a la calle seis ediciones. El Quijote bien puede ser entendido como un producto editorial impulsado por el librero Francisco de Robles, donde Cervantes sentó las bases de la novela moderna.
El 24 de enero de 1606, se anunció oficialmente que la Corte iba a regresar a Madrid, sucediendo así en abril de aquel año. A finales de 1606, tanto el escritor como su esposa Catalina se hallaban también en Madrid.
El 17 de abril de 1609, Cervantes ingresó en la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento, posiblemente al ver la cercanía de su muerte. En junio de 1610, la familia Cervantes se trasladó a una casa de la calle de León en Madrid.
Y en julio de 1613, recibió el hábito de la Orden Tercera de San Francisco. Fue una época de su vida muy religiosa en la cual recordaba con nostalgia sus años de juventud y en la que había demostrado que era una excelente novelista. No sólo había publicado la primera parte del Quijote, también un conjunto de obras a las que llamó Novelas ejemplares, ya que en todas ellas dejaba una lección moral.
Para 1613, ya habían aparecido doce novelas de este tipo y aunque menos conocidas que el Quijote lo cierto es que se trataban de joyas literarias de gran valor. En ellas Cervantes analizó desde su personal visión problemas humanos relativos al amor y los celos entre parejas de diferente edad como en El celoso extraño; a la virtud como valor superior al linaje en La ilustre fregona o La gitanilla; a la crítica social en El coloquio de los perros; a la picaresca en El casamiento engañoso; o a la locura en El licenciado Vidriera. Es una temática a la cual Cervantes más o menos volvió a retomar en el Quijote y que ayuda a comprender la especial visión de la sociedad en la que le toco vivir.
CERVANTES, POR NAVARRO MENCHÓN |
Cervantes nunca fue recompensado por su labor en la administración de la Monarquía española ocupando un puesto oficial, lo que le causó un dolor que arrastró siempre. Aun así, por 1614, año de la publicación del Viaje del Parnaso, ganaba importantes cantidades de dinero por sus obras, mientras que disfrutaba de las subvenciones otorgadas por el conde de Lesmos y hasta una pensión por el arzobispo de Toledo Bernardo de Sandoval y Rojas, mecenas a los que agradeció su ayuda en la segunda parte del Quijote. Su residencia estaba en una casa que hacía esquina con la de Lope de Vega, en la calle del León del actual barrio de las Letras de Madrid.
A pesar de la cercanía de su muerte, mantenía un alto ritmo de producción literaria. Entre 1615 y 1616, publicaba la segunda parte del Quijote, y comedias como Los trabajos de Persiles y Segismunda y la segunda parte de La Galatea.
"Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo esto. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir."Estas fueron algunas de las últimas palabras que Cervantes escribió tres días antes de sorprenderle la muerte el 22 de abril, un día después lo hacía Shakespeare. Aparecieron publicadas un año después al inicio de Los Trabajos de Pérsiles y Segismunda. Fue enterrado al día siguiente en el convento de las Trinitarias Descalzas, en la esquina de la actual calle de Lope de Vega.
"¡Adiós, gracias, adiós donaires, adiós, regocijados amigos; que yo me voy muriendo, y desenado veros presto contentos en la otra vida!"
FELIX LOPE DE VEGA |
CERVANTE EN EL COMBATE DE LEPANTO
El
7 de octubre de 1571, Miguel de Cervantes tomó parte del combate de
Lepanto, a bordo de la galera Marquesa, como soldado de Infantería
de Marina. Lo hizo en uno de los lugares de mayor peligro, y allí
recibió dos heridas de arcabuz en el pecho y una en la mano
izquierda que lo dejaría manco de por vida. Y hasta su muerte, por
encima de toda obra literaria y del libro que le daría fama
imperecedera, Cervantes recordó siempre con orgullo aquel combate y
aquella herida, recibida a bordo de la Marquesa, "en la más
memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan
ver los venideros".
La
batalla de Lepanto, librada entre la escuadra turca y una coalición
europea liderada por España, marcó un punto de inflexión en la
historia del Mediterráneo. Y fue la galera su principal
protagonista. Con un sistema de propulsión a remo combinado con
velas latinas, era una nave larga y estrecha, rápida y ligera.
Arbolada con uno, dos o tres palos, la galera señoreó el
Mediterráneo hasta el siglo XVIII y fue durante mucho tiempo buque
de guerra por excelencia, aunque también tuvo uno mercante. Tenía
una sola cubierta y cada uno de sus enormes remos era manejado por
cuatro o cinco galeotes, por lo general esclavos o prisioneros que
cumplían condena encadenados, en condiciones terribles. Iba armada
con un espolón y cañones en la proa, con pedreros en las bandas, y
tras la embestida entre embarcaciones se peleaba con arcabucería o
saetas antes de resolverse el combate al abordaje.
No
se ha conservado el modelo de la Marquesa, pero sí el de la capitana
de Lepanto, la Galera Real, en la que Juan de Austria dirigió el
combate. Aunque de mayores dimensiones que aquella en la luchó
Cervantes, la Real tenía características semejantes. Media 60
metros de eslora, incluido el espolón y 6,20 metros de manga.
Treinta remos de 11,5 metros de longitud la impulsaban a cada banda.
Los
Libros Generales de la Escuadra de Galeras de España, de los que se
conservan 25, forman la importante colección de libros de galeras
del Archivo naval de Cartagena. Contienen valiosos listados de la
dotación de estas embarcaciones, incluyendo forzados, esclavos y
gente de cabo y guerra. Estuvieron integrándos en la Real Armada española desde 1624 a 1748, fecha en que
fue disuelto el Cuerpo General de Galeras. Algunas de estas
embarcaciones, sin embargo, siguieron navegando con la Real Armada
hasta los primeros años del siglo XIX, combatiendo la piratería
berberisca.
UNIVERSALIDAD DEL QUIJOTE
A
los 57 años, Miguel de Cervantes, que sólo había publicado hasta entonces la novela pastoril La Galatea (1585) y había intentado estrenar algunas obras teatrales, es decir, un escritor sin
suerte, entregó al librero Francisco de Robles un
extenso manuscrito, cuya impresión se encomendó a Juan de la Cuesta.
Era el año 1604 y
entre permisos, tasas, censuras, y demás contratiempos la obra no terminó de
imprimirse hasta diciembre de ese año. El librero decidió fecharla en 1605, año en que
salió a la venta.
Se trataba de la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quixote de La Mancha, obra que su autor dedicaba al duque de Béjar. Mal podía saber Francisco de Robles que ponía a la venta una novela universal e inmortal, y mucho menos lo sabía su autor que vendía su obra por 1.500 reales. La tirada era de unos 1.600 ejemplares, que se agotaron en pocas semanas, al precio de 290,5 maravedíes. Sólo en ese año se hicieron seis ediciones y en 1607 ya se publicó en Bruselas.
Se trataba de la primera parte de El ingenioso hidalgo don Quixote de La Mancha, obra que su autor dedicaba al duque de Béjar. Mal podía saber Francisco de Robles que ponía a la venta una novela universal e inmortal, y mucho menos lo sabía su autor que vendía su obra por 1.500 reales. La tirada era de unos 1.600 ejemplares, que se agotaron en pocas semanas, al precio de 290,5 maravedíes. Sólo en ese año se hicieron seis ediciones y en 1607 ya se publicó en Bruselas.
Diez años más tarde, en 1615, dio Cervantes a la imprenta la segunda parte, tal como había prometido: "Y se animará (el autor) a sacar, y buscar otras (aventuras), si no tan verdaderas, a lo menos de tanta invención y pasatiempo", esta vez con el título Segunda parte del ingenioso caballero don Quixote de La Mancha, dirigida al conde Lemos.
Sobre su finalidad, Cervantes declaró en su Prólogo al "desocupado lector" que el libro "todo él es una invención contra los libros de caballerías", que su intención es "deshacer la autoridad y cabida que en el mundo y en el vulgo tienen los libros de caballerías", y recomienda que "leyendo esta historia el melancólico se mueva a risa, el risueño la acreciente…". Hay dos claras intenciones: ridiculizar los libros de caballerías y divertir al lector.
Los lectores del siglo XVII entendían que los libros de caballerías, novelas fantásticas producto de la degeneración de la poesía épica, habían sido la lectura preferida de sus antepasados. En el siglo XIV se leían, adaptados o traducidos, libros de caballerías europeos, especialmente los del ciclo artúrico y en 1480 se había publicado en Valencia Tirant lo Blanc. Pero la fiebre por estas lecturas comenzó con Amadis de Gaula, editado en 1508 con la firma de Garci Rodríguez de Montalvo, aunque la historia era ya conocida mucho antes.
El
libro, una mezcolanza formidable de aventuras, fijó las características de este
género novelesco: héroes de origen incierto pero noble, geografía imaginaria,
cronología imprecisa, luchas contra monstruos, gigantes, encantadores, de las
sale siempre vencedor, luchador individualista para corregir injusticias y ayudar
a los débiles, enamorado de una dama inasequible que al final consigue. La obra
gozó de una fama nunca alcanzada hasta entonces y el siglo XVI vivió la
proliferación de este tipo de novelas, cada vez más fantásticas, disparatadas y
absurdas. Surgieron así Las sergas de Espladián, Florisel de Niquea, la serie de los Palmerines y otras muchas.
Miguel
de Cervantes, aficionado a este tipo de novelas, creyó llegado el momento de
ridiculizar esos engendros pseudo-literarios y atacar la moda que los
sustentaba. Cuando escribe su Quijote, el auge de esas novelas había decaído ya
y no volvió a escribirse ninguna; así puede decirse que Cervantes triunfó en su
propósito.
Eligió como ámbito geográfico no un lugar imaginario, sino tan conocido como La Mancha, pero sin citar ningún sitio concreto. Tampoco sabía cómo se llamaba con exactitud su héroe, al que dio hasta cinco nombres. Muchos son los detalles que brinda a los lectores para mostrar su alejamiento de la obra, llegado el colmo de inventar, en el capítulo IX, a un tal Cide Hamete Benengeli como verdadero autor, al que alude u olvida según le conviene. Don Quijote ya no es un héroe "de verdad", sino un loco que se cree caballero, en un mundo que ha olvidado los valores caballerescos hace tiempo, si es que alguna vez creyó en ellos.
El choque con la realidad es inevitable, ya que ansioso de aventuras, don Quijote transforma lo que ve en lo que quiere, molinos en gigantes, ovejas en ejércitos, o venta en castillo, como ocurre en la primera parte. Sin embargo, la segunda conocida ya la fama de don Quijote, son los demás los que transforman la realidad a la medida, según creen, del excéntrico caballero, como hacen los duques.
Eligió como ámbito geográfico no un lugar imaginario, sino tan conocido como La Mancha, pero sin citar ningún sitio concreto. Tampoco sabía cómo se llamaba con exactitud su héroe, al que dio hasta cinco nombres. Muchos son los detalles que brinda a los lectores para mostrar su alejamiento de la obra, llegado el colmo de inventar, en el capítulo IX, a un tal Cide Hamete Benengeli como verdadero autor, al que alude u olvida según le conviene. Don Quijote ya no es un héroe "de verdad", sino un loco que se cree caballero, en un mundo que ha olvidado los valores caballerescos hace tiempo, si es que alguna vez creyó en ellos.
El choque con la realidad es inevitable, ya que ansioso de aventuras, don Quijote transforma lo que ve en lo que quiere, molinos en gigantes, ovejas en ejércitos, o venta en castillo, como ocurre en la primera parte. Sin embargo, la segunda conocida ya la fama de don Quijote, son los demás los que transforman la realidad a la medida, según creen, del excéntrico caballero, como hacen los duques.
No
es posible pensar que Cervantes creyera en los ideales caballerescos tal como
los presentaba la literatura de la época, pero si en el ideal de un mundo
mejor, y más justo, de una nueva Edad de Oro, pues vivió los años heroicos y
esplendorosos del Imperio y conoció las doctrinas erasmistas. Don Quijote, ante
todo, pretendía ayudar a doncellas desamparadas, a galeotes injustamente
condenados, a niños maltratados, en definitiva, a hacer justicia. Como otro don
Quijote, aunque cuerdo, también Cervantes sufrió el desengaño, la decadencia,
el desagradecimiento y la malaventura. Los tropiezos y descalabros del
caballero Quijote suscitan al lector la compasión y la risa a la vez.
Entre
las dos partes del Quijote hay notables diferencias, no sólo atribuibles a los
diez años que median entre ellas. Cervantes se muestra inseguro en la primera
parte, constituida por una sucesión de aventuras y novelas intercaladas,
algunas más alejadas que otras del argumento central. Hasta el capítulo VII no
aparece Sancho, figura clave en la novela, no sólo por su valor intrínseco,
sino porque don Quijote necesita a alguien con quien hablar. Incluye nada menos
que cuatro relatos breves, representativos de los géneros novelescos de la época: novela pastoril es la de Marcela y Grisóstomo; sentimental la de Cardenio, Luscinda y Dorotea; psicológica la de El curioso impertinente; aventura la de El carpintero cautivo.
La razón de estas inclusiones las explicó Cervantes en la segunda parte, donde temió que resultase aburrida una novela con sólo dos personajes. No obstante, las historias intercaladas desaparecen y se incluyen como episodios relacionados con la acción (historia de Basilio y Quiteria, del morisco Ricote y su hija, entre otros). Es prueba de la seguridad que Cervantes iba cobrando y a la que contribuyó no poco el éxito de la primera parte. Sancho y don Quijote conocen el hecho de que sus aventuras andan en letra impresa y son conocidas por todos. Cervantes, seguro de sus personajes, se dedicó en la segunda parte al desarrollo psicológico de los mismos, mientras que la primera era sobre todo un cúmulo de aventuras.
La edición del Quijote de Avellaneda, en 1614, estimuló la terminación de la segunda parte e introdujo algunos cambios, el más notable fue el viaje a Barcelona en lugar de a Zaragoza o el encuentro con Álvaro Tarfe, personaje de Avellaneda. La figura de Sancho crece en esta segunda parte a costa de don Quijote, que va perdiendo su exaltación mientras aumentaba la confianza del escudero (episodio de la Cueva de Montesinos, gobierno de la Ínsula Barataria). El autor parece no tener plan previo para la redacción de la primera parte, tales son los cambios y titubeos.
Menéndez
Pidal expuso la hipótesis de que Cervantes se pudo inspirar en el Entremés de los romances,
anónimo, fechable hacia 1591, en el que un hombre enloquece por la lectura
abusiva de romances. Pero esta fuente, de ser cierta, desaparece en el capítulo
del escrutinio, donde ya no hay recopilaciones de romances. Según esta
hipótesis, Cervantes debió empezar a escribir una novela corta que después se
fue ampliando. Don Quijote y Sancho cobraron vida propia con unas exigencias
que Cervantes debía atender. Por eso Unamuno pudo decir que don Quijote había
inventado a Cervantes. Este modo de escribir, sin un plan previo totalmente
cerrado, ha dado lugar a las mejores novelas modernas.
El
Quijote es fundamentalmente una novela dialogada, y mediante el diálogo se van
construyendo los personajes, los cuales van cobrando vida. Entre los diálogos
van apareciendo discursos que son auténticas oratorias y constituyen algunos
fragmentos más apreciados de la obra como el discurso sobre la Edad de Oro, las
armas y las letras, consejos para el gobierno de la Ínsula, etc. El diálogo
permitió a Cervantes presentar gran variedad de registros idiomáticos, desde el
altisonante y paródico de don Quijote hasta la lengua de germanía de los
galeotes. Así, el autor demostraba su dominio no sólo de la lengua culta y
literaria, sino también de la lengua oral en diversos niveles sociales.
Con frecuencia don Quijote corrige expresiones de Sancho hasta provocar el enfado de éste, que alega que ser entendido es mejor que ser correcto. El uso de refranes es un rasgo caracterizador de la forma de expresión de Sancho, que comienza utilizándolos de vez en cuando hasta llegar a ensartar uno tras otro, causando la irritación de don Quijote que termina usándolos también. Los refranes, ensalzados por los humanistas y ya utilizados en obras literarias anteriores eran bien considerados como expresión sabia del conocimiento popular. Hay en toda la obra una gran preocupación por la palabra y una gran flexibilidad en los registros. Si el habla de Sancho se caracteriza por los vulgarismos y refranes, la de don Quijote por los arcaísmos y remilgos con los que Cervantes parodiaba las novelas caballerescas y pastoriles. Pero el ideal del autor es el estilo natural, en la mejor tradición renacentista huyendo de los adornos innecesarios y de la complejidad y oscuridad que cultivaron los barrocos.
La
riqueza y complejidad del Quijote son extremas. Desfilan por sus páginas
más de 300 personajes, con los que muestra Cervantes su capacidad para la
invención de nombres extraños, y numerosos escenarios, proporcionando así al
lector un retablo de la sociedad de la época. Las oposiciones de contrarios se
cruzan y entrecruzan: los real y lo ideal, la vida y la ficción la tragedia u
la comedia, la locura u la cordura, el ser y el parecer, la bondad y la maldad,
lo justo y lo injusto, lo sublime y lo vil, porque para Cervantes los
contrarios son inseparables, como los dos protagonistas.
ALEGORÍA A DON QUIJOTE |
Sancho va cobrando importancia hasta equipararse a su señor en un proceso de "quijotización"; Don Quijote admira y respeta más y más a su escudero, en un proceso de "sanchización". La primera parte de la obra se convierte en material novelesco de la segunda, de modo que don Quijote y Sancho parecen cobrar vida real fuera de la obra. El autor, asimilable al yo narrativo del comienzo, renuncia a la autoría con el recurso del manuscrito encontrado. Cervantes expone criterios literarios en varias ocasiones: escrutinio de la biblioteca de don Quijote, discurso sobre la poesía. Se parodian los libros de caballerías por su inverosimilitud y mal estilo, pero se reconocen sus valores morales, su variedad y capacidad de entretenimiento. Hay paternalismo ante las mujeres, pero también aparecen las que quieren labrase su propio destino en libertad, como Marcela. El honor y la gloria mueven a don Quijote, pero también el amor, personificado en su señora Dulcinea y presente en todas las novelas intercaladas. La ambigüedad enseñorea toda la obra, lo que permite múltiples lecturas e interpretaciones, quizás tantas como lectores.
La
bibliografía sobre el Quijote alcanza muchos cientos de estudios; las
interpretaciones de tan compleja obra son variadísimas. No hay escritor de
importancia que no reconozca su deuda con la obra cervantina. La novela moderna
empieza su andadura en el Quijote y los cuatrocientos años pasados desde su
aparición no ha hecho más que acrecentar su interés.
Posiblemente la clave de su éxito esté en el hombre, lo que más importaba a Cervantes. Todos lo hombres son don Quijote y Sancho, con sus mismos anhelos, grandezas y miserias. Todos los hombres viven la ficción de vivir y saben que son hijos de sus obras.
La universalidad del Quijote demuestra la igualdad de todos los
hombres.
INFLUENCIA DEL QUIJOTE EN LA LITERATURA UNIVERSAL
Miguel
de Cervantes es uno de los españoles más ilustres y universales, uno de los que
mayor influencia internacional y proyección histórica ha desarrollado tras su
muerte. El influjo de su obra que ha ejercido a muchos escritores, tanto
nacionales como extranjeros, ha quedado demostrado en los últimos
siglos. El Quijote ha demostrado tener un valor universal e intemporal.
Henri
Fielding realizó una parodia "a la manera de Cervantes" la novela de
Samuel Richardson Pamela o la virtud recompensada, igual que el
español había hecho con los libros de caballerías. En Tom Jones (1749)
reflejó su mayor inspiración cervantina, en esta obra intentó seguir las líneas
maestras del hidalgo manchego al quien citó en varias ocasiones.
Laurence
Sterne escribió Vida y opiniones del caballero Tristam Shandy (1760-1767)
en la cual imita el trayecto quijotesco recreándolo con multitud de elogios
al Quijote.
La influencia del Quijote en la literatura universal se dejó expresar durante el siglo XIX, cuando se inició el Siglo de Oro de la novela.
En América también
se encuentran resonancias quijotescas al otro lado del Atlántico, como El fauno de mármol (1860)
de Nathaniel Hawthorne; La chaqueta blanca (1850) y Mobi Dick (1850)
de Herman Melville; Tom Sawer (1876), Las aventuras de Huckleberry Finn (1884),
y Un yanqui en la corte del rey
Arturo (1889)
de Mark Twain son sólo algunas de las obras de autores norteamericanos que, de
manera más o menos explícita, ponen de manifiesto la influencia del Quijote.
El Wilhelm Meister escrita
por Goethe (1829)
presenta influencias cervantinas, especialmente en el inicio de un Fausto
rodeado de libros.
En Inglaterra destaca Los papeles póstumos del club
Pickwick, escrita por Charles Dickens en 1836. Pickwick es una quijote a la
inglesa a medio camino entre la realidad y el idealismo a quien escuda su
criado Sam Weller, quien imita a su homólogo español, Sancho Panza hasta en la
utilización sucesiva de refranes.
DON QUIJOTE EN EL BAILE DE LA CASA DE DON ANTONIO MORENO |
En Francia destacaron las novelas en clave genuinamente cervantina en Alphonse Daudet gracias a su Tartarin de Tarascon (1872), y en Stendhal en dos de las grandes novelas del realismo francés del siglo XIX, que fueron Rojo y negro (1830), y La Cartuja de Parma (1839). Stendhal reconoció en su autobiografía Vida de Henri Brulard que el descubrimiento del Quijote había supuesto "posiblemente la época más importante de su vida".
En el país galo también destacó Julien Sorel quien, en su Memorial de Santa Elena, presentó a Fabricio del Dongo, un hidalgo que al igual que el manchego pierde su ilusión tras una derrota, solo que esta fue la de Waterloo. Gustave Flaubert no pudo escapar al influjo del Quijote como quedó de manifiesto en su novela más importante, Madame Bovary (1856), cuyos personajes Emma Bovary y Fréderic Moreau llevan la impronta del mortal hidalgo. Américo Castro y Ortega y Gasset vieron en su protagonista un Quijote femenino. Lo mismo puede decirse del personaje Charles Deslauries de La educación sentimental (1869), de obras como Bouvard y Pecuchet.
Honoré de Balzac se identificó epistolarmente con don Quijote en varias ocasiones, encontrando en este personaje el modelo para algunas de sus creaciones como el Balthasar Claes de La búsqueda del absoluto (1834), o el Lucien Rubempré de Las ilusiones perdidas (1843).
EL EPISODIO DE LOS MOLINOS DE VIENTO, POR APELES MESTRES |
El Quijote también influenció a la literatura rusa, a cuya lengua se tradujo tardíamente en la segunda mitad del siglo XVIII, y no a partir del castellano sino del francés. La primera edición apareció en 1769 por Ignati Antonovich Teils. Sin embargo, la recepción tardía fue fecunda en resultados y más a partir de la traducción que en 1806 realizó Jukovsky.
Konstantín Bátiushkov cita en su poema La respuesta a Turguéniev (1812)
a don Quijote y lo mismo hace Karamzín en su poema A un pobre poeta (1796). Aunque Turquéniev dedicó
a don Quijote un ensayo y trató de traducir la novela al ruso, lo cierto es que
la mayor influencia se produjo en el terreno de la novela. Karamzím pretende
comparase con el Quijote en El caballero de nuestro tiempo (1803).
Las Almas muertas (1842) de Nikolai Gógol están
empapadas de quijotismo aunque su humor sea más ácido y negro que el de
Cervantes. Lo mismo puede decirse de algunos de los personajes de León Tolstói desde el Pierre de Guerra y paz (1865) al Nejliudov de Resurreción (1899), pasando por el Liovin de Ana Karénina.
La influencia del Quijote resulta también obvia en Fiódor Dostoyevsky. Su primera mención del Quijote se encuentra en Una novela en nueve cartas (1847). Los ecos cervantinos se perciben también en Crimen y castigo (1866) y Los hermanos Karamázov (1880) pero, sin duda, el mayor influjo quijotesco se halla en El diota (1872). Su principal protagonista, el príncipe Myshkin, un loco idealista y bueno condenado al fracaso, constituye un trasunto de don Quijote. De hecho, en las notas de Dostoyevsky durante el período de redacción de la novela se hace referencia expresa a paralelismo, por ejemplo, relacionando el monólogo de Myshkin "a la salud del sol" con el discurso de don Quijote sobre la Edad de Oro.
La influencia del Quijote resulta también obvia en Fiódor Dostoyevsky. Su primera mención del Quijote se encuentra en Una novela en nueve cartas (1847). Los ecos cervantinos se perciben también en Crimen y castigo (1866) y Los hermanos Karamázov (1880) pero, sin duda, el mayor influjo quijotesco se halla en El diota (1872). Su principal protagonista, el príncipe Myshkin, un loco idealista y bueno condenado al fracaso, constituye un trasunto de don Quijote. De hecho, en las notas de Dostoyevsky durante el período de redacción de la novela se hace referencia expresa a paralelismo, por ejemplo, relacionando el monólogo de Myshkin "a la salud del sol" con el discurso de don Quijote sobre la Edad de Oro.
Con
estos antecedentes no resultan extrañas las referencias a la novela de
Cervantes que aparecen en su Diario de un escritor (1877).
Tras que el Quijote es "el más generoso de cuantos héroes ha habido en este
mundo". Dostoyevsky señala:
"Este libro, el más triste de todos, no debe el hombre olvidar llevarlo consigo el día del Juicio Final. Y anunciará el misterio más profundo y terrible del hombre y de la Humanidad que se encuentra contenido en el mismo: que la belleza suprema del hombre, su mayor pureza, su castidad, su lealtad, toda su valía y, al final, todo su mayor talento se consumen infinidad de veces, por desgracia, sin haber reportado a la Humanidad ningún beneficio y convirtiéndose, si llega el caso, el ser humano en hazmerreír sólo porque le ha faltado al ser adornado de tan hermosas cualidades una suprema: el genio necesario para dominar la riqueza y el poder de esos dones, gobernarlos y encaminarlos, no por los fantásticos senderos de la locura, sino por el camino recto, empleándolos en bien del género humano."
Con todo, es posible que fuera Nikolai Leskóv el autor ruso del siglo XIX más influido por la figura del Quijote. Los héroes de novelas suyas como El pensador solitario, Los ingenieros desinteresados o Una familia en decadencia son claramente quijotescos. En la última de las mencionadas, Dormidón Rogojin, apodado don Quijote Rogojin, se dedica a recorrer los alrededores acompañado de Zinka, un cochero sanchopancesco, dedicándose a "desfacer entuertos".
También la novela española del siglo XIX es tributaria en buena medida del Quijote. Esa influencia se puede percibir en el rico cosmos de La Regenta (1884) de Leopoldo Alas Clarín, o en el cúmulo de guiños cervantinos que constituye La desheredada (1881) de Benito Pérez Galdós. Su protagonista, Isidora Rufete, ha enloquecido leyendo folletines y vive en una nebulosa irreal que terminará desplomándose. Su padre, un loco, tiene además un nombre significativo, Santiago Quijano-Quijada, como igual de significativo es el origen de los Miquis: el Toboso. Rasgos quijotescos se encuentran también en Nazarín (1895), otro de los personajes que como Myshkin han sido emparentados con Jesucristo, El amigo Manso (1882), Misericordia y Ángel Guerra (1891).
Ni siquiera los cambios efectuados en la técnica novelística durante el siglo XX han tenido fuerza para excluir al Quijote de las fuentes visitadas por los autores contemporáneos. Casi puede afirmarse que ni uno solo de los innovadores desde Joyce a Faulkner pasando por Proust o Kafka han evitado el Quijote. El Ulises (1922) de James Joyce, En busca del tiempo perdido (1913-1927) de Marcel Proust, La montaña mágica (1924) de Thomas Mann, Los monederos falsos (1925) de André Gide, La vida de don Quijote y Sancho (1905) y Niebla (1914) de Miguel de Unamuno, Tiempo de silencio (1622) de Luis Martín Santos, La saga/fuga de J.B. (1972) de Gonzalo Torrente Ballester, Monseñor Quijote de Graham Greene, Contrapunto de Aldous Huxley, Las palmeras salvajes de William Faulkner, o Pedro Páramo de Juan Rulfo, son sólo algunas de las obras, en mayor o menos medida, tributarias del Quijote.
ÓLEO DE JOSÉ MORENO |
En el teatro, mención especial merece el reflejo de la figura del hidalgo manchego y de la novela en que se narran sus aventuras. Hoy en día está comúnmente aceptado que las técnicas de Bertolt Brecht, Luigi Pirandello y Samuel Beckett son tributarias del Quijote. El efecto de distanciamiento del primero para llevar al espectador a reflexionar más profundamente, la autonomía de los personajes del segundo y la insistencia del tercero en que sea el mismo espectador el que aclare e interprete las situaciones están ya presentes en la novela más famosa de Cervantes. Tampoco ha sido reticente el teatro en intentar adaptar a la escena las aventuras de don Quijote.
Fielding escribió una comedia, sin mucho mérito, titulada Don Quijote en Inglaterra cuando tenía veinte años. La aportación más interesante posiblemente sea la del escritor ruso Mijaíl Bulgákov, quien consideraba a Cervantes el "rey de los escritores españoles" y en 1938 escribió parte de la correspondencia dirigida a su esposa en español como consecuencia de un estado emocional en el que "tomaba el Quijote por asalto". Fruto de este entusiasmo fue su Don Quijote, en el que intenta reducir al lenguaje teatral la novela cervantina. Bulgákov no logra su objetivo aunque es realmente fiel al original, pero sí consigue crear un alegato en favor de la libertad precisamente en la época de las grandes purgas estalinistas. El don Quijote que, al final, se lamenta porque aunque apenas le ha hecho daño el acero del caballero de la Blanca Luna, su acción le ha privado de libertad, recuerda dramáticamente a un Bulgákov que no fue deportado ni detenido por Stalin pero que se vio desprovisto de la libertad de crear y publicar.
Dentro del teatro, pero ya en el género musical, se encuentra The man of La Mancha con texto de Dale Wasserman y música de Mitch Leigh, que posteriormente sería convertido en película protagonizada por Peter O´Toole en el papel de don Quijote y por Sofia Loren en el de Aldonza-Dulcinea. Es una obra de hermosa música y brillantes letras que recogen parte del espíritu quijotesco, aunque es deficiente su adaptación del texto cervantino. Aldonza Lorenzo-Dulcinea es confundida con una prostituta de la venta lejanamente parecida a Maritornes, y del Quijote original queda rastro sólo en la aventura de los molinos de viento y en la del yelmo de Manbrino. Además, Cervantes es reducido a prisión por la Inquisición como escritor disidente, algo un tanto distanciado de la Historia por más que el escritor no dejara de manifestar en su novela cervantina aunque en los aspectos ya señalados no resulte del todo desafortunada.
Desde
el punto de vista musical y cinematográfico ha habido referencias al Quijote
mucho más brillantes. La ópera Don Quijote de Massenet (1910),
magistralmente interpretada por el ruso Fiodor Shaliapin, el Don Quijote de Richard Strauss, Las ausencias de Dulcinea y El retablo de Maese Pedro del
maestro Rodrigo y el Don Quijote velando las armas de Óscar Esplá son
buena muestra en el terreno musical.
QUEMA DE LIBROS POR EL CURA, EL BARBERO Y EL AMA, POR JOSÉ SEGRE |
OBRA CINEMATOGRÁFICA DEL QUIJOTE
Al igual que hiciesen los artistas del pasado, guionistas y directores han venido adaptando el Quijote desde el mismo nacimiento del cine. Al punto, que se tiene noticias de una film francés de 1898, titulado Don Quichotte, que no sería más que una corta escena muda. A ésta le sucedieron películas italianas, inglesas y españolas, coincidentes con la celebración del tercer centenario de su publicación, en 1905. Y el proceso se repetirá hasta nuestros días, en que superamos la cuarentena de versiones sobre esta obra, dentro de la filmografía mundial. En esa relación existen dos constantes: una, la adecuación de la novela a los valores dominantes en cada época, como ha sucedido con las biografías de Cervantes; y otra, la nacionalización de los arquetipos de don Quijote y Sancho.
De este modo, en lo que atañe a los valores, mientras Don Quiijote de La Mancha (España, 1948) de Rafael Gil se inscribía en la corriente historicista de la posguerra, el Don Quijote de Orson Wells (1992) reflejó el exotismo con que un norteamericano observaba el mundo rural hispano, mientras que las dos partes filmadas por Manuel Gutiérrez Aragón (El Quijote, en 1991, y El Caballero don Quijote, en 2002) son más fieles a la sociedad del Siglos de Oro, en la que se desarrolla la acción.
En cuanto a la apropiación localista de unos personajes universales, es destacable Don Quixote (Francia, 1932) de Georg Pabst, en el que el cantante de ópera Chaliapin se mueve en aldeas galas; la soviética Don-Kibot (URSS, 1957), con excelente interpretaciones y cuidada fotografía de la estepa, está protagonizada por Nikolai Cherkassov y dirigida por Grigori kozintsev; o Don Quijote en el Oeste (USA, 1971) de Robert Butler, en la que mudan las caballería por los trenes y las lanzas por las pistolas y cartucheras.
La
novela cervantina no sólo ha sido llevada a la gran pantalla, sino a los
formatos más diversos, a los géneros más dispares. Entre los formatos se
encuentran la televisión, el cortometraje, los documentos, el vídeo, el DVD y
la Red. En cuanto a los géneros, van desde la comedia, como las protagonizadas
por Cantinflas, hasta
los musicales, como El hombre de La Mancha (Italia,
1972). Pero también ballets, dibujos animados, cintas eróticas y aún
pornográficas.
De
este modo, en los que atañe a los valores, mientras Don Quijote de La Mancha (España, 1947) de Rafael Gil se
inscribe en la corriente historicista de la postguerra, el Don Quijote de Orson Welles (1992)
refleja el exotismo con que un norteamericano observa el mundo rural hispano.
La mejor adaptación en serie televisiva es sin duda El Quijote (1990), bajo la dirección de Manuel Gutiérrez Aragón, interpretada por Fernando Rey y Alfredo Landa en sus principales papeles y con guion entre otros del Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela. El resultado fueron cinco horas de metraje sobre la primera parte de la novela. Gutiérrez Aragón continuó con otra adaptación realizada en el siglo XXI, denominada El caballero don Quijote (2002) e interpretada por Juan Luis Galiardo y Carlos Iglesias. Ambas obras cinematográficas son bastante fieles a la sociedad del Siglos de Oro, en la que se desarrolla la acción.
La mejor adaptación en serie televisiva es sin duda El Quijote (1990), bajo la dirección de Manuel Gutiérrez Aragón, interpretada por Fernando Rey y Alfredo Landa en sus principales papeles y con guion entre otros del Premio Nobel de Literatura Camilo José Cela. El resultado fueron cinco horas de metraje sobre la primera parte de la novela. Gutiérrez Aragón continuó con otra adaptación realizada en el siglo XXI, denominada El caballero don Quijote (2002) e interpretada por Juan Luis Galiardo y Carlos Iglesias. Ambas obras cinematográficas son bastante fieles a la sociedad del Siglos de Oro, en la que se desarrolla la acción.
Pero
también ballets, dibujos animados, cintas eróticas y aún pornográficas. Un film
sobre la "inadaptación" del Quijote como es Lost in La Mancha (USA, 2003) de Terry Guiliam. Pues
bien, hasta en este Quijote deconstruido, en este rodaje fracasado, puede
respirarse algo del espíritu aventurero de nuestro ingenioso hidalgo. Toda una
fuente de inspiración para el cine.
La
temática de todas estas obras de arte, en sus diversos géneros, trata desde la
búsqueda del amor nobel al idealismo, desde el anhelo de libertad al deseo de
supervivencia, entre otros aspectos. Pero además esta temática queda expresada
en un juego de caracteres y situaciones cargados de ternura, compasión y fresco
humor. Esas características son las que explican la influencia imperecedera del
Quijote y su dilatado y continuo influjo en culturas que en ocasiones poco o
nada están relacionadas con la española.
LA OBRA GRÁFICA DEL QUIJOTE
Las primeras imágenes del Quijote de las que se tiene noticia corresponden a un texto francés: Seconde partie de l'histoire de l'ingénieux et redoutable chevalier Don Quichot de la Manche (París, 1618). Las que habían aparecido con anterioridad en las portadas de dos de las impresiones de Lisboa en 1605, por ejemplo, repetían el estereotipo de caballeros y escuderos que habían heredado de los viejos libros de caballerías.
Jacob Savery (1617-1666) parece
ser el primer ilustrador de la novela Den Verstandin en Vroonien Ridder Don Quichot de la Mancha (1657),
para la que creó veinticuatro estampas, pues con anterioridad sólo habían
aparecido colecciones de láminas sueltas o ediciones con número muy reducido de
grabados. Las escenas escogidas se centraban en los episodios más burlescos, de
acuerdo con la interpretación divertida del Quijote de sus primeros lectores.
Su primer imitador fue Frederick Boutatts (1610-1676),
quien realizó dieciséis estampas (Bruselas, 1662) aunque en ediciones
posteriores fue ampliando ese número hasta treinta y dos.
La obra de Cervantes atrajo desde sus orígenes a numerosos artistas. Entre otros Jérome David (primera mitad del siglo XVIII), Jean-Honré Fragonard (1732-1806), Adolph Schrödter (1805-1875) u Honoré Daumier (1808-1879), quienes realizaron colecciones de estampas quijotescas. También el caso de Charles-Joseph Natoire (1700-1777), Johann Christian Lotsch (1790-1873), Antonio Muñoz Degrain (1840-1924), Ignacio Zuoloaga (1870-1945), Pablo Ruiz Picasso, Antio Winkelhofer (1904-1977) o José Vela Zanetti (1913-1999), quienes recrearon varias escenas de la novela, aunque ninguna de ellas fuese creada, en un principio, para una edición del Quijote. Entre los autores más recientes destacan Eugenio Salvador Dalí, Eduardo Arroyo, Antonio Saura o Antonio Mingote.
Las primeras ilustraciones del Quijote realizadas en España fueron las de Diego de Obregón, hacia la mitad del siglo XVIII. La mayoría son copias de las que habían aparecido en los Países Bajos y, aunque su ejecución resultó muy tosca, supo captar mejor que sus modelos la expresión y el movimiento de los personajes. Las ilustraciones de Obregón para Vida y hechos del Quijote (1735), en su mayor parte inspiradas en impresiones anteriores, fueron imitadas a lo largo del siglo XVIII, primero en grabados al cobre y más tarde al boj. Imprentas como las de Antonio Sanz o Juan de San Martín, en Madrid, o la de Jolis, en Barcelona, utilizaron estos tacos de madera para acompañar el texto de las ediciones más populares.
Las primeras ilustraciones del Quijote realizadas en España fueron las de Diego de Obregón, hacia la mitad del siglo XVIII. La mayoría son copias de las que habían aparecido en los Países Bajos y, aunque su ejecución resultó muy tosca, supo captar mejor que sus modelos la expresión y el movimiento de los personajes. Las ilustraciones de Obregón para Vida y hechos del Quijote (1735), en su mayor parte inspiradas en impresiones anteriores, fueron imitadas a lo largo del siglo XVIII, primero en grabados al cobre y más tarde al boj. Imprentas como las de Antonio Sanz o Juan de San Martín, en Madrid, o la de Jolis, en Barcelona, utilizaron estos tacos de madera para acompañar el texto de las ediciones más populares.
Concebidas originalmente como una serie de lujosos tapices, las ilustraciones de Charles-Antoine Coypel (1694-1725) reflejan sobre todo escenas divertidas y cortesanas. Fueron las más reproducidas e imitadas de las ilustraciones dieciochescas.
La
primera edición del Quijote en lengua original publicada en Inglaterra fue Vida y hechos del ingenioso hidalgo
Don Quixote de la Mancha, impresa en Londres en 1738 por Tonson, con
variedad de ilustraciones.
En
la vida de Cervantes escrita por Gregorio Mayans y Siscar, con texto corregido por
Pedro Pineda, destaca el retrato del autor, obra de Kent. Esta obra estaba
ilustrada con 68 grabados al cobre por Vander Gucht, Vertne, Baron y Claude de
Bosc, dibujadas por Vanderbanck y G. Kent. Para otro Quijote publicado en
Inglaterra en 1738, las estampas se encargaron a John Vanderbank.
Este realizó el primer gran intento de ilustrar el Quijote ciñéndose a las
indicaciones de la novela, de acuerdo con el magno proyecto editorial de Lord
Carteerd.
DON QUIJOTE Y LA MULA MUERTA, POR HONORÉ DAUMIER |
Las ilustraciones de Francis Hayman (1708-1776) que retratan paisajes agrestes en una edición de 1755, se asemejan más a decorados teatrales con ecos shakerpeareanos en los que don Quijote suele aparecer con aspecto alocado. Las ediciones inglesas fueron un aliciente para que, por fin, auspiciada por la Real Academia Española, apareciera la más ambiciosa de las impresiones del Quijote: El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, edición Real Academia Española, Joaquín Ibarra (Madrid, 1780), en cuatro volúmenes. Al frente de los ilustrados figuraban José del Castillo (1737-1793) y Antonio Carnicero (1748-1814). La fidelidad al texto quedó de manifiesto en casi todas las escenas representadas, de un marcado tono clásico y, sobre todo, en su cuidada ambientación netamente española.
El
éxito del Quijote de la Real Academia movió a otros impresores españoles a
realizar grandes ediciones ilustradas de la novela. Es destacable la de Juan Antonio Pellicer,
cuyas estampas fueron dibujadas por un equipo de ilustradores dirigido por Agustín Navarro (1754-1787)
y José Camarón (1730-1803).
Tan interesante como su trabajo, que es un modelo de clasicismo, resulta su
deseo de ceñirse a los detalles históricos. En buena medida, las composiciones
de Roben Smirke (1752-1845)
se pueden considerar la primera interpretación romántica de la novela desde el
punto de vista plástico. El ejemplar de bibliofilia Don Quichotte de la Manche o El Quijote de Florián,
llamado así por la libre traducción de esta obra maestra, impreso por Didot L´ainé (París,
1799), en tres volúmenes, con una bella encuadernación con piel y decoración
arbórea, con 24 láminas dibujadas por Jefebre y Lebardier; grabadas por
Masquelier, Coiny, Halbou, Godefroy, Gaucher y Dambrun.
DON QUIJOTE, GUIADO POR LA LOCURA, ABANDONA SU HOGAR PARA CONVERTIRSE EN CABALLERO ANDANTE, POR ANTOINE COYPEL |
Desde la óptica del romanticismo, Tony Johannot (1803-1853) consiguió reflejar la dualidad en que vive don Quijote, escindido entre su mundo de fantasías caballerescas y la dura realidad que le rodea. La nueva técnica de la xilografía le permitió incluir en una edición de 1836 ilustraciones no sólo en hojas intercaladas en el libro (como había sido habitual hasta entonces), sino en cualquier lugar del texto. Fue el ilustrador más reproducido en el siglo XIX, hasta que se vio superado por el éxito de Doré. Más cercanos al clasicismo de las ilustraciones dieciochescas que a las nuevas tendencias románticas los dibujantes de esta monumental edición que vio la luz en Barcelona en 1859, entre los que destacan Claudio Lorenzale (1814-1889), Luis de Madrazo (1825-1897) y Raimundo de Madrazo (1841-1929), supieron recrear fielmente el espíritu a la vez trágico y burlón de la novela.
Pero nadie como Gustave Doré (1832-1883) supo reflejar los sueños de don Quijote, la realidad que le rodea y el contraste entre su deseo de gloria, su desánimo, su sufrimiento o la profundidad de su melancolía. Estas estampas han sido las más populares y aún hoy se siguen reproduciendo con éxito. Sin abandonar plenamente la escuela romántica, Adolphe Lalauze (1838-1900) supo crear un estilo propio que lo superaba y lo acercaba al realismo. Su don Quijote es solemne y heroico en todos sus detalles y sus ilustraciones no incluyeron ningún episodio cómico, aunque para ello tuviera que traicionar algunas de las indicaciones del texto.
La tendencia realista volvió a aparecer en las ilustraciones de Ricardo de los Ríos (1846-1929) de disposición aparentemente sencilla, pero cuidada hasta en los últimos
detalles en una edición de 1880. También en este caso el artista rehuyó los
episodios cómicos para mostrar un protagonista heroico, aunque sin elevarlo a
sublime. Los postulados del realismo quedan de manifiesto en las ilustraciones
en las que Ricardo Balaca (1844-1880)
y su continuador José Luis Pellicer (1842-1901)
reflejaron el mundo de la novela de una manera fiel y objetiva.
Con
una perspectiva muy renovadora, William Heath Robinson (1872-1144)
realizó en 1897 un programa de ilustraciones completamente diferentes de los
aparecidos hasta el momento, pues escogió escenas y retratos de personajes que
nunca antes se habían representando. En su obra se reflejan las nuevas
tendencias del arte de la segunda mitad del siglo XIX, como el prerrafaelismo o
el simbolismo. Tras una larga experiencia como pintor de escenas quijotescas
por las que cobró gran fama, José Moreno Carbonero (1860-1942)
recibió el encargo de ilustrar una edición de la obra en colaboración con Laureano Barrau (1863-1950).
Dentro de la óptica realista en sus composiciones, queda de manifiesto la
importancia del paisaje castellano, árido y cegador, en el que los personajes
se encuentran solos frente a todas las desgracias en la edición del El ingenioso hidalgo don Quijote de
la Mancha, de 1898.
El gran renovador de los ilustrados españoles fue sin duda Daniel Urrabieta Vierge (1851-1904). Sus imágenes, realizadas con trazos enérgicos y decididos, transmiten una gran impresión de fuerza, acorde con las escenas que retratan. Tras un primer intento frustrado de ilustrar la novela (hacia 1875), sólo póstumamente se pudo publicar todo el programa iconográfico que creó para ella. Ya en pleno camino hacia las vanguardias se encuentran las ilustraciones de Karl Walser (1877-1943), de una falsa simplicidad infantil. Su estilo es desenvuelto en franca oposición a los postulados realistas.
El gran renovador de los ilustrados españoles fue sin duda Daniel Urrabieta Vierge (1851-1904). Sus imágenes, realizadas con trazos enérgicos y decididos, transmiten una gran impresión de fuerza, acorde con las escenas que retratan. Tras un primer intento frustrado de ilustrar la novela (hacia 1875), sólo póstumamente se pudo publicar todo el programa iconográfico que creó para ella. Ya en pleno camino hacia las vanguardias se encuentran las ilustraciones de Karl Walser (1877-1943), de una falsa simplicidad infantil. Su estilo es desenvuelto en franca oposición a los postulados realistas.
QUIJOTE ARRODILLADO |
Un digno sucesor de Urrabieta Vierge podría ser Ricardo Marín (1874-1942). Su estilo es periodístico e impresionista, rápido y vigoroso, heredero de los apuntes periodísticos con que se formó y de las corrientes impresionistas del momento, consiguen transmitir en un Quijote publicado en 1916 una sensación de inmediatez.
El
estilo desenfadado, pero expresivo, de Gustave Blanchot (1888-1968), quien firmaba con el
pseudónimo de Gus Bofio, influenciado
por las revistas humorísticas de los primeros decenios del siglo XX, supo
ahondar en la interpretación divertida de la novela. Todos los personajes
aparecen deformados de una manera ridícula, plasmados con una comicidad brutal.
Pocos artistas renovaron profundamente el mundo de las ilustraciones
quijotescas como Hermann Paul René Georges (1874-1940).
Sus grabados públicos en 1931 son puro simbolismo y evocación.
Al igual que hizo con las otras grandes obras que ilustró, Salvador Dalí no se limitó a convertir en imágenes el texto de Cervantes, sino que volcó sobre él su propia fantasía, sus visiones oníricas y sus propias obsesiones aunque para ello tuviera que traicionar parte del texto original. El surrealismo encontró en esta novela un campo abierto para manifestarse con completa libertad. Se pueden encontrar en el libro: The life and Achivements of the Renowned don Quijote de la Mancha, (Rand House, Nueva York, 1946).
José Segrelles (1885-1969) dedicó toda su vida a ilustrar el Quijote, pues empezó su labor en 1918 y no la concluyó hasta 1966. En El ingenioso hidalgo son Quijote de la Mancha (Espasa Calpe, Madrid, 1966) supo llenar la lámina con pocos elementos, siempre en movimiento o inestables, creando fuertes contrastes entre colores o entre luces y sombras.
Las abundantes ilustraciones de Eberhard Schlotter (1921), realizadas desde la óptica expresionista, pero a la vez herederas de los grandes grabados alemanes del Renacimiento, intentan captar la esencia de los personajes y las situaciones que reflejan. Estas ilustraciones aparecen en El Quijote leído por Camilo José Cela (Editorial Rembrandt, Alicante, 1979-1982).
Finalmente, entre los autores contemporáneos deben mencionarse las composiciones y dibujos de Antonio Saura (1930-1998), en la línea del Neofiguracionismo, en la obra Don Quijote de la Mancha (ed. Martín de Riquer, Círculos de Lectores, Barcelona, 1987). Su visión busca la destrucción o la distorsión del objeto, someterlo a una cierta violencia gestual para que aparezca su más honda esencia.
Otros ilustradores a tener en cuenta son Daniel Chodowiecki (1726-1801), Thomas Stothard (1755-1834), George Cruishank (1792-1878), J. Grandville (1803-1847), Célestin Nanteuil (1813-1873), Walter Crane (1845-1915), Jean de Bosschére (1881-1953), Albert Becaris (1901-1980) y Gérad Garouste (1946).
EL QUIJOTE COMO EXPRESIÓN DE LA CRISIS BARROCA
Cervantes ha sido considerado escritor tardío del Renacimiento por su estilo claro y moderado, alejado de conceptismos y culteranismos; pero puede ser considerado también autor barroco, en valores estéticos e interpretación filosófica.
Como obra de arte el Quijote es barroco por la polaridad Quijote-Sancho, representando el primero el idealismo, y el segundo el realismo. Son pues representantes de dos interpretaciones de la realidad antagónicas, lejos del aurea mediocritas renacentista.
EL QUIJOTE Y LOS MOLINOS DE VIENTO |
El Quijote es por tanto un constante salto entre ficción y realidad, siendo don Quijote una persona real que se convierte en personaje literario, y siendo toda la novela un laberinto barroco, de carácter abierto, apareciendo la primera parte conclusa, mientras que fue ampliada por Miguel de Cervantes y Alonso Fernández de Avellaneda. Y barroca es también la inserción que escribió en el Quijote de novelas cortas y episodios paralelos.
La propia figura de don Quijote como caballero andante es un arquetipo barroco, que realiza el ideal de discreción de la época. Y el fin último que guía a don Quijote es la fe en una restauración de la utopía renacentista: los ideales caballerescos; que son una actitud típica barroca, opuesta a la racionalista del Renacimiento.
El Quijote posee pues componentes estilísticos barrocos, con independencia de su significado contextual: expresiones cerradas, inserciones equilibradas, quiasmos paralelo-antitéticos, sumas, exageraciones, etc.
Cervantes compartió por tanto la ideología de la Contrarreforma, e incluso sintió admiración por los jesuitas. Y barroco es también el Quijote por condenar los libros de caballerías y exaltar el espíritu caballeresco; ideal medieval de la caballería andante, y aspiración utópica renacentista; línea bucólico-pastoril, y la heroica del ideal caballeresco; restauración de la edad dorada mediante la restauración del ideal caballeresco.
El Quijote expresó los contrastes de la cultura barroca: visión riquísima de la realidad problemática, exaltación y burla del idealismo, ilusiones de una España católica y su crítica racionalista; novela de la incertidumbre y ambigüedad de la vida barroca; juego dialéctico y de perspectivas, y constante oposición de ser-parecer, realidad-fantasía, locura-cordura, drama-comedia, sublime-grotesco; naturaleza de la verdad, ilusión y fantasía, carácter proteico de la realidad, ideal de vida humana, significado de la locura, relaciones entre poesía e historia.
La compatibilidad entre lo medieval y lo renacentista se realiza a través de la ideología erasmista: discurso de las Armas y las Letras, por ejemplo, en el que la aspiración suprema de las armas es la paz. Pero el Quijote es barroco también en esto, porque demuestra la imposibilidad de la realización del ideal erasmista en un tiempo que ya ha comenzado a vivir los ideales de la edad moderna a través de la artillería. Y es que Cervantes participó en la herencia de elementos utópicos del reinado de Carlos I, que considera utópicos en el ambiente socio-político de su mundo histórico.
El Quijote es así expresión en parte del desengaño barroco contrarreformista, eje de la novela. Y don Quijote ejemplifica ese proceso cuando ve transformada a Dulcinea en tosca labradora, o durante su estancia en casa de los duques; incluso cuando se retira a su aldea tras la derrota final a cargo del bachiller Sansón Carrasco. Es por eso choque entre los ideales guerreros y caballerescos del Medievo y las aspiraciones modernizantes del Renacimiento.
Cervantes tuvo pues presente el cogito unos años antes que Descartes, aunque la realidad objetiva se le impone constantemente mediante la forma de fracaso (episodios de los molinos de viento, cueros de vino tinto, galeotes, etc.). Compatibilizando la realidad objetiva y su representación subjetiva mediante el encantamiento. Los fracasos de don Quijote son pues mera apariencia, producto del encantamiento. Aunque en don Quijote su representación del mundo se conjuga con un elemento ético, pues esa representación tiende a hacerse realidad, transformándola mediante la voluntad del héroe que quiere imponer la justicia. Y el enamoramiento de Dulcinea resulta también necesario, "porque el caballero andante sin amores es árbol sin hojas y sin fruto".
FILOSOFÍA
DEL QUIJOTE O DONQUIJOTISMO FILOSÓFICO
La genialidad de Cervantes emana de su identificación con el pueblo español, por lo que el Quijote se convirtió en símbolo de la personalidad de Cervantes y de la España de su tiempo. El libro de Cervantes no tiene nada que ver con los tratados de filosofía, pero el personaje creado por él y los discursos que pronuncia a lo largo de su periplo de aventuras constituyen la esencia más pura y acabada del Humanismo español. El hidalgo manchego encarna todos los valores defendidos por nuestros mejores filósofos, místicos y hombres de letras. Eso explica la atención especial que el mundo ha prestado a la obra de Cervantes, sea para admirarla o para burlarse de ella.
Existe
una conexión entre el donquijotismo filosófico y el
alma española que
hacen entender nuestra historia, nuestra identidad humana y espiritual más
íntima. Varios son los autores españoles que así lo han considerado.
Fue en el siglo XIX cuando se apreció en España el Quijote como
subjetivismo moderno, llegando Patricio de Azcárate en Exposición histórica-crítica de los sistemas
filosóficos modernos y verdaderos principios de la ciencia (1861) a considerar a Cervantes
antecedente de Descartes.
Ramón de Campoamor afirmó que el Cervantes psicólogo procede
del socrático, en su discurso de ingreso en la Real Academia Española: La
metafísica limpia, fija y da esplendor al lenguaje (1862).
Federico de Castro, en Cervantes
y la filosofía española (1870),
dijo que Cervantes “retrató en sus héroes la lucha entre el espiritualismo
mítico y el sensualismo materialista”.
Y Emilio Lledó, en Interpretación
y teoría de don Quijote (1957)
vio teoría en la interpretación de la realidad que fue haciendo don Quijote,
pues la realidad cotidiana se sobrepone a la interior, estructurada en torno al
ideal caballeresco; imponiéndose la supremacía del yo quijotesco a la realidad
histórica y objetiva, sin dejar de admitirla.
ESTATUA DE DULCINEA Y DON QUIJOTE EN LA VILLA DE TOBOSO |
Juan Valera, Menéndez Pelayo y José María Asensio negaron valores ideológicos a la creación cervantina, destacando en ella sólo sus aspectos estéticos, literarios y humanos.
Fue
la Generación del 98 la
que inició una recta y justa interpretación del Quijote, publicando Santiago Ramón y Cajal Psicología de don Quijote y el
quijotismo (1905); Juan José Morato Don Quijote y los oprimidos; Rafael Salillas El ingenioso hidalgo don Quijote de
la Mancha (1905); Claudio Sánchez Albornoz Raíces medievales del Quijote (1958); Lorenzo de Benito El sentimiento de la justicia en
don Quijote y Sancho; Cayetano Alvear y Ramírez de Arellano Causa de la universalidad del
Quijote.
Adolfo Bonilla y San Martín, en Don Quijote y el pensamiento
español (1905),
afirmó que la filosofía española es la de don Quijote y Sancho Panza, porque
ambos integran y componen el conjunto.
Ramiro de Maeztu explica en su obra Don Quijote, don Juan y la
Celestina (1926),
que don Quijote es “la filosofía que ha llegado a convertirse en máxima única
de nuestra alma española”.
Miguel de Unamuno se preguntó que de haber una filosofía española esa era
la del donquijotismo. El escritor bilbaíno escribió Vida de don Quijote y Sancho (1905)
y Sobre la lectura e interpretación
del Quijote.
Ángel Ganivet señaló que “el
entendimiento que más hondo ha penetrado en el alma de nuestra nación es el del
libro inmortal de Cervantes”.
Menéndez Pelayo consideró que la
derrota de nuestro caballero “no es más que aparente, porque su aspiración
generosa permanece íntegra, y se vería cumplida en un mundo mejor”.
Joaquín Costa, uno de los españoles más críticos con
nuestros defectos y males endémicos, escribió en 1906 en el prólogo al libro Juan Corazón de R.
Sánchez Díaz:
"En medio de los defectos de España resplandece una virtud que ninguna otra nación ha demostrado poseer en igual grado. Es la representación de un ideal de piedad, de humanidad, de justicia, de viva y efectiva solidaridad… Es aquel espíritu romántico y aun místico que en la declinación de su Siglo de Oro la llevó a erigirse temerariamente en brazo armado de una idea espiritual, después de todo elevada, sacrificándole, sublime Quijote de las naciones, su presente y su porvenir."
Américo Castro en El pensamiento de Cervantes (1925)
afirmó que "El cristianismo de Cervantes es
esencialmente erasmista".
"El Quijote va contra los libros de caballerías, pero está animado
del espíritu caballeresco", había opinado Juan Valera.
"España produjo el último florecimiento de la literatura
caballeresca en Europa, haciendo penetrar los ideales caballerescos por la
puerta de la edad moderna", añadió Ramón Menéndez Pidal.
"En el pensamiento de Cervantes
están vigentes creencias e ideales ligados íntimamente a las corrientes
espirituales que vienen de los siglos anteriores", concluyó José Antonio Maravall.
En
cambio, algún otro como Ortega y Gasset considera en sus Meditaciones del Quijote (1914)
que suponer todo eso es un "equívoco". Para él "Cervantes mira al mundo desde la
cumbre del Renacimiento".
También ha habido filósofos y escritores extranjeros que se han visto influidos por el pensamiento y la acción del Quijote:
Ivo Höllhuber señala en su Historia sobre la filosofía en el
ámbito cultural español (1967) que aunque el Donquijotismo no
pertenece propiamente a la historia de la filosofía española, constituye, sin
embargo, "la clave más idónea para conocer
la cosmovisión" de nuestro pueblo.
Richard Löwenthal, miembro de la Teoría Crítica de
Frankfurt, señaló que el libro de Cervantes es la primera crítica a la moral
burguesa.
De manera parecida el filósofo italo-germano Vittorio Hösle escribió
años después en su obra Moral und Politik:
"Don Quijote es el gran derrotado de la Edad Moderna, pero nuestra simpatía por él es mayor que la que sentimos por los administradores de las oficinas comerciales puritanas, que en sus contractos con los demás no hacen más que calcular las ventajas que pueden sacar de ellos."
Existió, por tanto, un abismo axiológico entre la moral generosa y desinteresada de nuestro héroe y la moral utilitaria, fría y calculadora de la burguesía protestante, un abismo simbolizado también por las figuras de Cervantes y Hobbes. El español escribió El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, el inglés The Leviathan, que es el primer tratado sistemático sobre la ética burguesa, en el que el autor defiende los pseudo valores que el caballero hispano combate: la voluntad de poder, la moral mercantil y la lucha de todos contra todos. Es la confrontación entre el Pragmatismo británico y el Idealismo hispano, entre el "bussiness" y la grandeza de alma, entre el afán de posesión y el espíritu de redención, entre el amor a sí mismo y el amor al prójimo.
El caballero manchego sucumbe a la moral utilitaria de sus adversarios, pero su nombre pasa a la historia universal como el paradigma más puro de los valores humanos.
En Inglaterra son varios los que le rindieron homenaje. Bajo la influencia de la filosofía moral de Shaftesbury, la figura de don Quijote pasó a convertirse en sinónimo de "gentleman". En la segunda mitad del siglo XVIII, ante la llegada del romanticismo, Mortimer identificó al caballero de la triste figura como el homo melancolicus por antonomasia, y vio en él la expresión más acabada de lo sublime y lo trágico.
En Francia no
comprendieron en general la conducta ilógica de nuestro hidalgo, prisioneros de
su lógica cartesiana, con excepciones como las de Gustave Flaubert o Verlaine.
En el siglo XVIII comenzaron las interpretaciones filosóficas del Quijote, a cargo de los románticos alemanes. En Alemania la figura de don Quijote fascinó a muchos hombres de letras, empezando por su primer traductor Ludwig Tieck, quien el calificó de "espíritu noble". Los hermanos Schlegel descubrieron en él la génesis del "romanticismo irónico", Federico Schlegel escribió en uno de sus textos sobre Cervantes: "En la literatura de todos los tiempos y de todas las naciones hay pocas obras que puedan compararse a la de don Quijote." Su más admirador fue el poeta y prosista Heinrich Heine, quien no dudó en calificarle como "el hombre más valiente y noble del mundo". También Hegel se ocupó en su Estética de don Quijote, pero sólo para explicar el aspecto cómico de su figura, pasando por alto su dimensión heroica. Por el contrario, el joven Marx fue un devoto lector de la obra de Cervantes, como pudo comprobar el militante obrero madrileño Anselmo Lorenzo durante su primer encuentro en Londres.
Ya en el siglo XX, en la época del Nacional-Sindicalismo, el teólogo protestante Dietrich Bonhoeffer escribió en su Ética: "Sólo los espíritus viles pueden seguir las aventuras de don Quijote sin emocionarse e identificarse con él." Y Tomas Mann, uno de los novelistas más importantes de ese siglo, le consagró el libro Viaje en mar con don Quijote, en el que definía a nuestro hidalgo como un producto de "la cultura cristiana y humanitaria".
También Rusia, los
escritores veneraron la figura don Quijote, especialmente Turgeniev. Uno de
sus últimos admiradores, Ilja Ehrenburg, escribió en sus Memorias sobre
nuestra incivil guerra del 36:
"En el mismo momento en que las naciones más poderosas, más importantes y mejor organizadas de Europa se las arreglaron para capitular ante el Fascismo, el pueblo español se arrojó a la desigual lucha. Don Quijote rindió con ello honor a su dignidad y a la dignidad humana."
El
hidalgo caballero no es sólo el símbolo de una manera de ser muy arraigada en el alma española,
sino que los motivos que le impulsan a enderezar entuertos y combatir la
injusticia están ya preconfigurados en el ideario de los teólogos y humanistas
españoles más representativos, como Francisco de las Casas, Ramón Llull,
Francisco de Vitoria, Luis Vives o Mariana.
¿Y
por qué esa tendencia tan arraigada a defender al débil y a combatir al fuerte?
¿De dónde procede? ¿Cuál es la causa genética? El motivo más profundo ha sido
quizá la necesidad de ofrecer resistencia a los muchos opresores extranjeros y
nacionales que a lo largo de nuestra historia hemos tenido.
El donquijotismo filosófico es la lucha por un ideal nunca
alcanzado y atropellado, una y otra vez, por el poder establecido.
Don
Quijote no es un simple loco, sino un defensor del honor y la fe, del orden y
de la moral, de la inocencia y nobleza. Es el símbolo ejemplar de la España de
los Austrias, encarnando Dulcinea del Toboso la monarquía, la nacionalidad y la
fe, y Sancho Panza el realismo español del barroco, del hervor de la sangre,
del triunfo de los instintos, de los sentidos, por lo que el Quijote como modo
de pensamiento y de vida supo sentir y expresar las alternativas y contrastes,
las desgarraduras y tensiones del realismo e idealismo.
El
caballero don Quijote y su escudero Sancho Panza son dos arquetipos que
expresan la complejidad de la condición humana, idealista don Quijote y
realista Sancho Panza: dos mitos universales, humanos y concretos. Idealismo y
realismo son los dos grandes polos del alma española del Barroco, y Cervantes
fue quien mejor los interpretó, pues la caballería andante era el símbolo más
expresivo del idealismo español de la época, encarnación viviente de anhelos,
ideales y sueños.
CERVANTES
EN EL RETRATO
Miguel
de Cervantes, en un estilo tan propio de jugar con costumbres editoriales de su
época, incluyó al inicio del prólogo de las Novelas Ejemplares (1613) un retrato
de palabras donde era habitual hacerlo con líneas y punzones. Un particular
retrato donde destacan los detalles realistas, como la pérdida de la mayoría de
los dientes o su espalda encorvada.
"Este que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada; tus barbas de plata, que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes, la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y esos mal acondicionados y peor puestos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros; el cuerpo entre dos extremos, ni grande, ni pequeña, algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies."
Este retrato en palabras se convertiría en
imagen en la edición del Quijote de 1738. Junto
a la obsesión por encontrar el "verdadero" retrato de Miguel de Cervantes, el
que pintara Juan de Jáuregui a principios del siglo XVII, a lo largo de los
últimos siglos, Cervantes fue espejo de los modelos artísticos y de las
lecturas que se fueron sucediendo en cada época. Desde la visión más canónica a
la representación como soldado a mediados del siglo XIX, sin olvidar las
versiones más personales de artistas como Dalí o Schlotter en el siglo XX. Mil
cara de un personaje, de un mito que partes de un Cervantes hombre sin rostro.
Retrato
de Cervantes Saavedra por él mismo, por George Vertue pintado a partir del
dibujo de William Kent para la edición del Quijote traducido por J. y R. Tonson (Londres, 1738). Biblioteca Nacional de España.
Ante
la dificultad de encontrar un retrato verdadero de Cervantes, Lord Carteret, el
impulsor de la primera edición de lujo del Quijote, propuso al pintor inglés
William Kent que pasara a imagen el retrato de palabras que escribiera Miguel
de Cervantes en el prólogo de las Novelas ejemplares, de ahí lo de "por él
mismo" que aparece en el título.
RETRATO DE CERVANTES SAAVEDRA POR ÉL MISMO, POR GEORGE VERTUE |
Retrato
de Miguel de Cervantes Saavedra, por Jacob Folkema a partir del dibujo de
William Kent para la edición de las Novelas ejemplares, a costa de J. Neaulme
(La Haya, 1739)
En
esta edición de 1739 de las Novelas ejemplares se incluyó una versión del dibujo de William Kent realizado por el
grabador Jacob Folkema, donde el fondo con los personajes de don Quijote y
Sancho se sustituyó por una biblioteca. Esta imagen es la que sería copiada una
y otra vez en decenas de ediciones, fijando un determinado imaginario
cervantino a partir del siglo XVIII.
RETRATO DE MIGUEL DE CERVANTES, POR JABOB FOKELMA |
Retrato
de Miguel de Cervantes Saavedra, por José del Castillo, dibujo original para la
edición del Quijote de Joaquín Ibarra, a costa de la RAE (1780). Real Academia
Española
A
pesar de que se reconociera que el retrato de Alonso del Arco era en realidad
una copia del realizado por William Kent, sería el modelo que utilizó José del
Castillo para llevar a cabo su estampa, cuyo dibujo original es el expuesto,
siguiendo las indicaciones que el hizo llegar la Real Academia Española:
"Lamina 2ª El retrato de Cervantes sacado del de Alonso del Arco, se pondrá en la misma postura que está en el original y abajo se le pondrá a un lado una España y algunos trofeos de guerra y al otro lado una escribanía, un libro abierto y otros cerrados con sus rótulos que dirá Viaje del Parnaso, Novelas, Persiles y Segismunda, Comedias, Galatea."
RETRATO DE MIGUEL DE CERVANTES, POR JOSÉ DEL CASTILLO |
Retrato
de Miguel de Cervantes Saavedra, por Fernando Selma, a partir del dibujo de
Gregorio Ferro (Madrid, 1791). Biblioteca Nacional de España
Esta
estampa forma parte de la serie de Retratos de los españoles ilustres con un
epítome de sus vidas, que se imprimió en 1791, y en su realización estuvieron
presentes dos de los artistas más renombrados del momento: el pintor Gregorio
Ferro y el grabado Fernando Selma. Su representación es el triunfo del
Cervantes mito como escritor: "ingenio original, admirable en el habla
castellana."
RETRATO DE MIGUEL DE CERVANTES, POR FERNANDO SELMA |
Retrato
de Miguel de Cervantes Saavedra, atribuido a Alonso del Arco, óleo del siglo
XVIII. Real Academia Española
Cuando
la Real Academia Española inició en 1773 sus trabajos para realizar una nueva
edición del Quijote, comenzó la búsqueda del "verdadero retrato de Cervantes"
para poner al inicio de una nueva biografía que está escribiendo Vicente de los
Ríos. En estos momentos, llegó la noticia de que Miguel de Espinosa y
Maldonado, conde de Águila, tenía en su casa sevillana un retrato de Cervantes
pintado por Alonso de Arco, pintor barroco español de la escuela madrileña.
La
alegría por el descubrimiento se convirtió en decepción cuando, al llegar el
cuadro a la RAE después de haber sido regalado por el conde, se dieron cuenta
los académicos que no era más que una copia del retrato de William Kent,
grabado para la edición de 1738. El primero de una larga serie de retratos
apócrifos de Cervantes.
RETRATO DE MIGUEL DE CERVANTES ATRIBUIDO A VELÁZQUEZ, POR ALONSO DEL ARCO |
Retrato
de Miguel de Cervantes Saavedra atribuido a Velázquez, pintado por Enrique
Gómez Polo, a partir de dibujo de García, edición del Quijote de José Gil
Dorregaray (Madrid, 1879). Biblioteca Nacional de España
En
1825, la Sociéte des Amis des Beaux-Arts de Ginebra dio a conocer un nuevo
retrato de Cervantes, según estampa de Bouvier, a partir de un cuadro original "du
Cabinet de M. Briére". El cuadro fue atribuido al mismo Velázquez. La difusión
de este nuevo (falso) retrato cervantino fue imparable en toda Europa al
escribir en 1851 Viardot un artículo en L´illustration refiriendo la
autenticidad del retrato. Su conclusión no pudo ser más clara, más científica:
"... hay perfecta concordancia entre los rasgos del rostro que presenta el cuadro de Velázquez y los que Cervantes se dio a sí mismo cuando en el prólogo de un edición completa de sus Novelas Ejemplares trazó su retrato con su pluma."
RETRATO DE MIGUEL DE CERVANTES ATRIBUIDO A VELÁZQUEZ, POR ENRIQUE GÓMEZ POLO |
Retrato
de Miguel de Cervantes Saavedra, de pintor anónimo (1800). Museo Casa de
Cervantes de Valladolid
Durante
muchos años este cuadro ha sido atribuido al pintor y dibujante holandés
Cornelis van Haarlem, que murió en 1638. Pera nada más lejos de la realidad,
pues resultó una nueva copia anónima del retrato ideado por William Kent en
1738, que se ha datado de principios del siglo XIX. Al fondo a la derecha, se
representa la penitencia de Sancho Panza narrado en el capítulo 71 de la
segunda parte, siguiendo el dibujo de Vanderbank que aparece en la misma
edición.
RETRATO DE MIGUEL DE CERVANTES, ANÓNIMO |
Retrato
de Miguel de Cervantes Saavedra, por Célestin Nanteuil (Madrid, 1855).
Biblioteca Nacional de España
En
este retrato de Miguel de Cervantes, que comienza la serie de 12 cromolitografías
que dedicó al Quijote en 1855, Célestin Nanteuil destacó el carácter militar de
nuestro autor, con su mano izquierda apoyada con firmeza en la espada, sin olvidar
tampoco aquello que le ha dado la fama: la escritura del Quijote. Se trata de una imagen
romántica caracterizada por el deseo de ser fiel a la
descripción física del prólogo de las Novelas ejemplares.
RETRATO DE MIGUEL DE CERVANTES, POR CÉLESTIN NATEUIL |
Retrato
de Miguel de Cervantes Saavedra, por Bartolomé Maura Montaner (Barcelona,
1880). Biblioteca Nacional de España
Este
retrato realizado por Bartolomé Maura encabeza la edición de lujo del Quijote
que los editores Montaner y Simón publicaron en Barcelona entre 1880 y 1883.
Givanel y Mas, en su Historia gráfica de Cervantes y del Quijote, la considera “le último de los retratos cervantinos interesantes”,
pues en él cree ver una interpretación de su época, de los convulsos decenios
finales del siglo XIX:
"Y este retrato de Bartolomé Maura, tan nuevo y tan desconcertante, representa eso: el descubrimiento de la melancolía de Cervantes, de la insondable ruina de su propia vida. Es un Cervantes que mira con esos ojos de piedad, con que le estaban ahora contemplando a él por vez primera."
Retrato
de Miguel de Cervantes, por pintor anónimo (finales siglo XIX). Biblioteca
particular de José Manuel Lucía Megías
No
habrá lenguaje, no habrá tecnología que no tenga su propia representación de
Cervantes. Esta fotografía, una singular carte de visite, muestra cómo un
particular imaginario a la hora de representar a Cervantes, a pesar de una
aparente disparidad entre los distintos artistas, se ha consolidado a finales
del siglo XIX.
Retrato de Miguel de Cervantes, por pintor anónimo. Biblioteca Nacional de España.
La
Biblioteca Nacional de España conserva una magnífica colección de dibujos
originales donde es posible rescatar algunas representaciones inéditas de
Cervantes. Una de ellas es este del siglo XIX, donde Cervantes aparece tocado
con la corona de laurel, muestra del éxito de unas propuestas iconográficas que
se consolidaron a los largo de la centuria.
Cervantes en la batalla de Lepanto, por Manuel Castellano. Biblioteca Nacional de España.
Miguel
de Cervantes participó en la batalla de Lepanto como soldado bisoño. Fue su
primera empresa militar, por lo que ni le debía de corresponder ninguna
posición de vanguardia o de responsabilidad, que eran propios de soldados
aventajados. La Información de Argel, documento que el mismo Cervantes redactó
antes de volver del cautiverio en 1580, muestra una imagen heroica de su comportamiento,
que más tiene que ver con el Cervantes personaje que con el real, el verdadero
soldado en Lepanto. Embarcó en la galera Marquesa, arrojando piñas incendiarias
a las galeras enemigas desde el esquife para así proteger a los arcabuceros que
disparaban tantos otros de sus compañeros, recibió varias heridas de arcabuz.
Cervantes
escribiendo el prólogo del Quijote, por Luis Paret y Alcázar. Biblioteca
Nacional de España
Miguel de Cervantes se retrató a sí mismo como escritor en el prólogo de la primera parte del Quijote:
Miguel de Cervantes se retrató a sí mismo como escritor en el prólogo de la primera parte del Quijote:
"Muchas veces tomé la pluma para escribirle, y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; y estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío, gracioso y bien entendido..."
Esta escena fue representada por
primera vez en esta imagen, que ilustra la edición del Quijote que publicó Gabriel de Sancha en Madrid en 1797.
Cervantes
y don Juan de Austria, por Eduardo de la Peña (1860). Museo de Cádiz
Cervantes
se curó de sus heridas en el hospital de Messina, como tantos otros heridos de
la batalla de Lepanto. Y, como tantos otros, recibió de don Juan de Austria "tres
escudos de ventaja", lo que le convertía en un "soldado aventajado". Y, también
seguramente, el capitán, como suele ser habitual, visitaría a los enfermos en
el hospital. A medida que el mito Cervantes se fue consolidando también fue
llenándose de detalles, llegando a esta escena en el que el Gran Capitán
ofreció su mano a un Cervantes convaleciente. El siglo XIX consolidó el triunfo
del mito Cervantes sobre el hombre.
Cervantes
con su sobrina y un estudiante leyendo el Quijote a orillas del Manzanares
(1875), por Eduardo Cano de la Peña, Museo de Bella Artes de Sevilla
El
propio Cervantes dejó escrito al inicio de la segunda parte del Quijote cómo
fue recibida su obra en 1605, imagen que ha perdurado a través del tiempo:
"Los niños la manosean, los mozos la leen, los hombres la entienden y los viejos la celebran; y, finalmente, es tan trillada y tan leída y tan sabida de todo género de gentes, que, apenas han visto algún rocín flaco, cuando dicen “Allí va Rocinante”. Y los que más se han dado a su lectura son los pajes: no hay antecámara de señor donde no se halle un Don Quijote, unos le toman si otros le dejan; estos le embisten y aquellos le piden."
Los
últimos momentos de Cervantes (1856), por Víctor Manzano y Mejorada, Museo
Nacional del Prado.
Cervantes,
como Lope de Vega, no puede dejar de escribir hasta el último momento de su
vida. Así lo hizo con la carta dedicatoria al conde de Lemos en el Persiles, y así lo representaron los
pintores durante el siglo XIX. Imagen del Cervantes personaje que ha sido la
base para la consolidación de su mu mito.
Los restos de Cervantes permanecen desde 1616
en el convento de las Trinitarias de Madrid. Ahora, después de una exhaustiva
investigación se conoce el rincón exacto en la cripta donde fueron recolocados
los 17 enterramientos (de 1613 a 1628) después de las obras realizadas en la
iglesia primitiva durante el siglo XVII. Como homenaje en su IV aniversario de
su muerte, Madrid recuperó en 2016 el Barrio de las Letras, el espacio en que
vivió, en el que se relacionó con otros escritores, en el que escribió, y en
que ha triunfado tanto el Cervantes personaje como el mito.
Cervantes
escribiendo la dedicatoria de su obra al conde de Lemos (1916), por Antonio
Muñoz Degraín, Biblioteca Nacional de España
Este
cuadro forma parte de un conjunto de 19 óleos que Antonio Muñoz Degraín regaló
a la Biblioteca Nacional de España para decorar la Sala Cervantes. Aunque el
proyecto comenzó a idearse en 1915, como homenaje a Cervantes por el
tricentenario de su muerte, no fue inaugurada hasta el 6 de marzo de 1920.
Alfonso XIII le hizo entrega al pintor valenciano de la Gran Cruz de Alfonso
XII en agradecimiento de tan quijotesco empeño.
Cervantes,
por Gilmer. Biblioteca Nacional de España
Resulta muy curiosa y desconocida esta imagen de Cervantes como escritor, que viene a ser muestra de un cuadro del pintor francés Louis-Ernest Hillemacher, uno de los más asiduos artistas de los Salones de Pintura de París del siglo XIX. Un Cervantes más joven del que debería haber ya escrito el Quijote, que aparece como libro en la esquina izquierda.
Resulta muy curiosa y desconocida esta imagen de Cervantes como escritor, que viene a ser muestra de un cuadro del pintor francés Louis-Ernest Hillemacher, uno de los más asiduos artistas de los Salones de Pintura de París del siglo XIX. Un Cervantes más joven del que debería haber ya escrito el Quijote, que aparece como libro en la esquina izquierda.
Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra, por Martí-Ramón Durán Bielsa, Biblioteca Nacional de España.
Este fabuloso retrato de Cervantes forma parte del manuscrito del Quijote realizado por Pío Cabañas, que fue comprado por el cervantófilo Juan Sedó Perís-Mencheta en 15 de diciembre de 1933, y continuado en los años 1934-1936. Además de este retrato, Durbán realizó otros don Quijote y Sancho para esta misma copia manuscrita, una de las piezas más singulares que alberga la colección cervantina de la Biblioteca Nacional de España.
Cervantes encuentra el manuscrito del Quijote en la alcaná de Toledo (1979), aguafuerte de Eberhard Schotter, incluido en la obra El Quijote leído por Camilo José Cela, publicado en Alicante en 1979.
En 1979 se terminó de imprimir la importante edición del Quijote con 160 estampas sueltas y de 186 viñetas, firmadas por Eberhard Schlotter, artista alemán afincado en España, que sobresalen por su originalidad y sus particulares propuestas técnicas. En este caso, el retrato de Cervantes se llena de detalles del episodio quijotesco donde encuentra la continuación de la obra de la alcaná de Toledo.
Miguel de Cervantes Saavedra escribiendo, por Pedro Hortigosa (Barcelona, 1879), a partir de un
dibujo de Luis de Madrazo. Biblioteca Nacional de España
Luis de Madrazo ideó esta imagen del Cervantes escritor para que
encabezara una de las primeras ediciones del lujo del Quijote en tierras
hispánicas, la que le dedicara Gorchs desde Barcelona en 1859. Imagen plasmada en estampa, aguafuerte y buril, que dado
su éxito, fue repetida en varias ocasiones. A pesar de que
sea el genio creador el que protagoniza la escena basada en el momento de la
escritura, los libros en la mesa, la biblioteca al fondo, etc., aparecen las armas en la pared. Una clara alusión a su pasado como soldado de la Monarquía hispánica o tal vez un símbolo de las armas del propio don
Quijote.
Retrato de Miguel de Cervantes, litografía de Célestin Nanteuil (siglo XIX)
EL MITO DE CERVANTES
Gracias a los escasos datos biográficos que se conocen de Cervantes y a las continuas referencias que Miguel fue esparciendo en sus obras literarias, se pusieron las bases para la creación del Cervantes personaje. Solo era cuestión de tiempo que se fuera configurando sobre estos cimientos el Cervantes mito. Un mito que comienza en las lecturas inglesas que rescatan al escritor, que lo sitúan como modelo de una nueva forma de entender la narrativa y que terminaría por ser expresión del "genio nacional" a partir del siglo XIX, donde la "vida heroica" del personaje se destaca para difundir un determinado modelo de conducta.
Pero
Cervantes, el Cervantes hombre que creó gracias a sus vivencias una obra llena
de enseñanza y de ejemplos, todavía tiene mucho que decir en el siglo XXI. Se
hace necesaria la reivindicación de un nuevo Cervantismo, de rescatar el
pensamiento de Cervantes para proyectarlo en el modelo de personas que queremos
ser, de sociedad en la que queremos vivir.
Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra, atribuido a Juan de Jáuregui (siglo XVII). Real Academia Española
El 11 de junio de 1911 en las páginas de la Ilustración Española y Americana se vio por primera vez el retrato de Cervantes atribuido a Juan de Jáuregui, el famoso retrato del que hace alusión el propio Miguel de Cervantes en el prólogo de sus Novelas ejemplares. En el artículo, Narciso Sentenach aporta detalles de su descubrimiento:
"En la primavera de 1910 el artista valenciano y restaurador de cuadros, José Albiol, profesor en Oviedo, le informa de la existencia de este cuadro, que había comprado y mandado restaurar, apareciendo entonces las inscripciones que no dejaban lugar a dudas de su identidad (Miguel de Cervantes) y de su autoría (Juan de Jáuregui)."
En cervantista Francisco Rodríguez Marín, director de la Biblioteca Nacional, fue el gran defensor de la autenticidad del cuadro.
Alejandro Pidal, director de la RAE, y Mariano de Cavia apoyaron a Rodríguez Marín en su entusiasmo, frente a las opiniones más críticas que fueron deslizándose en la prensa: León Mainez, Fouché-Delbosc, Fitzmaurice-Kelly, Puyol,… El 15 de enero de 1912, Alejandro Pidal convocó a la prensa para anunciar que el retrato de Cervantes ocuparía, a partir de aquel momento, el lugar de mayor prestigio en el salón de actos de la Academia.
Puede afirmarse que el retrato atribuido a Juan de Jáuregui es la prueba del éxito del Cervantes personaje (el dibujado con letras por el propio autor en el prólogo de las Novelas ejemplares) convertido en mito del "genio creador" que sigue triunfando hoy en día. Desde esta perspectiva, puede afirmarse que es el "verdadero" retrato del mito de Cervantes. Retrato que nunca antes desde 1912 había salido de la Real Academia Española.
Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra, por Rafael Ximeno y Planes (1787). Biblioteca Nacional de España
Es un dibujo originario de la estampa que grabó Pierre Duflos como frontispicio de la edición de Gabriel de Sancha de 1797, donde puede leerse su descripción:
"En la primera se representa (a Cervantes) en un busto, coronado de laurel por mano de la España, figuran en una matrona con castillos en la cabeza, y simbolizada con un conejo a los pies; al otro lado del busto se ve la Fama sonando el clarín, y dilatando por los aires el nombre del autor. En la parte inferior se registran dos figuras: la una es un Genio, que significa el talento inventor de Cervantes; la otra, la Envidia, que se come las carnes de despecho y rabia. Encima de la Envidia se descubre a lo lejos la ciudad de Alcalá, ciudad natal del autor, con su río y puente."
Miguel de Cervantes entregando su Quijote a la musa Talía, por Rafael Ximeno y Planes. Biblioteca Nacional de España
"En la segunda, se representa a Cervantes, puesto de pie, entregando su Don Quixote a la musa Talía que le admite, dando al mismo tiempo orden a Mercurio, que está detrás de ella, para que lo coloque en el Templo de la Inmortalidad. A los pies de la Musa hay un rostro de sátiro, y una larva o carátula, con que representaban antiguamente los histriones, que denotan el genio satírico y cómico del autor de Don Quijote. En la parte inferior, se ve también el río Henares representado por un viejo, con algunas de sus ninfas."
A
mediados del siglo XIX, en la Guerra de África, se rescató la figura del
Cervantes soldado y cautivo; una imagen heroica como triunfante debía de ser la
actuación del ejército español.
Las
tropas españolas desfilaron delante de la estatua de Cervantes, frente al
Congreso de los Diputados. Fue el momento de la glorificación de Cervantes como
soldado victorioso en el mar Mediterráneo. Un recuerdo que se convirtió en
literatura con el anuncio en 1863 de la aparición de la Epístola a Meto
Vázquez, escrita por Miguel de Cervantes
durante su cautiverio en Argel.
Cervantes en Lepanto, por Emilio Arrieta (Madrid, 1876). Biblioteca Nacional de España
Esta obra, estrenada en 1876, está basada en la Epístola a Mateo Vázquez de Miguel de Cervantes, como se indica en la portada, lo que muestra los diferentes modos con que se mantuvo y difundió por aquellos años el mito de Cervantes soldado, triunfador en las campañas africanas, tanto en el combate de Lepanto como en su salida de Argel. La Biblioteca Nacional de España conserva también el manuscrito autógrafo.
Cervantes,
por Manuel Wssel de Guimbarda (1880). Patrimonio Histórico Universidad
Complutense de Madrid
El
pintor de origen cubano Manuel Wssel de Guimbarda, afincado en Sevilla desde
los años 60 del siglo XIX, supo en esta imagen reunir todos los elementos que
han ido configurando la imagen mítica de Cervantes; detalles de una biografía
heroica (la espada que reposa en el respaldo del sillón, o de la rodela que
cuelga de la pared) y, sobre toda, de su oficio escritor: esa mano derecha
apoyada sobre un ejemplar del Amadis de Gaula, modelo de su propio libro de caballerías;
la izquierda que sujeta otro ejemplar, sin olvidar el estante lleno de libros
del fondo. A los pies, un galgo corredor. Vida y ficción unidas en una imagen
en que la representación de Cervantes se entrecruza con la del bueno de Alonso
Quijano leyendo libros de caballerías en su lugar de La Mancha, de cuyo nombre
ni Cervantes ni sus lectores quisieron acordarse.
A finales del siglo XIX, en la llamada crisis del 98, fue la figura del Cervantes escritor, el mito del "genio español" el que se recordó para demostrar el aporte de España en el avance científico y cultural europeo. El mito que se amolda a los tiempos gracias a la complejidad del personaje triunfante, dejando en el olvido al hombre.
Pero la
derrota de España en la guerra hispano-cubana-norteamericana de 1898 fue el
inicio de una grave crisis. Antes que una crisis política o económica, fue en
realidad una crisis de identidad, una pérdida de fe en el concepto de España. Había
que "regenerarse". Pero ¿sobre qué bases culturales? ¿Las del Catolicismo
conservador o las del Liberalismo laico? El personaje y el mito de Cervantes
les sirvió a todos como apoyo en sus argumentaciones. Todo está comprendido en
la obra de Cervantes. Todo es posible en el mito creado a partir de su
personaje.
El
nuevo modelo de vida quedó representado en la figura de Miguel de Cervantes.
Según Javier Gomá:
"El nuevo ideal es Cervantes. Si el Quijote fue el libro de la conciencia moderna, la perdurable imagen de su autor está llamada a valer de gran mito postmoderno.
España sería mejor, más cívica, más urbana, más humana, si se asemejase más a Cervantes, si imitara más su ejemplo, si fuera más cervantina.
Y el resto del mundo también."
Meditaciones
del Quijote: meditación preliminar, meditación primera, por José Ortega y
Gasset (Madrid, 1914). Biblioteca Nacional de España
En
esta obra, Ortega y Gasset convirtió a don Quijote en el símbolo de la
psicología española, el modo para expresar el estilo que el pueblo español
tiene para crear arte. Para Ortega los pueblos europeos se dividen entre los
que cultivan la razón y los que viven la vida. El español, junto al francés y
al italiano, pertenece al segundo grupo. Y así Cervantes se presenta como un
gran filósofo, pero lo hace sobre conceptos débiles y oscuros, propios de la "raza
española".
Sobre
el Quijote y sobre las diferentes maneras de comentarle y juzgarle, por Juan
Valera (Madrid, 1864). Biblioteca Nacional de España
El
escritor Juan Valera, que dedicó numerosos escritos a Cervantes y al Quijote a
lo largo de su vida, dejó ya establecidas las bases de su pensamiento en este
discurso, que leyó en la Real Academia Española el 25 de septiembre de 1864.
Junto con Marcelino Menéndez Pelayo, Valera fue uno de los primeros en
reivindicar la figura de Cervantes como símbolo de la identidad nacional:
"Cervantes era un hombre de su nación y de su época, con todas las nobles cualidades de nuestro gran ser, pero con todas las pasiones, preocupaciones y creencias de un español de entonces."
Vida
de Don Quijote y Sancho según Miguel de Cervantes Saavedra, por Miguel de
Unamuno (Madrid, 1905). Biblioteca Nacional de España
A
pesar de que en los años noventa del siglo XIX, Miguel de Unamuno había
defendido el abandono del Quijotismo con su mítica frase "¡Muera don Quijote!",
su Vida de don Quijote y Sancho, de 1905, realizó una "libre y personal exégesis"
de la obra, dialogando con los personajes más allá de la voluntad del autor.
Una identificación con don Quijote, que llevó a Unamuno a la siguiente
plegaria:
"¡Pégame tu locura, Don Quijote mío, pégame por entero y que digan lo que quieran. Déjame luchar conmigo mismo ¡déjame sufrir! ¡Alma de mi alma, corazón de mi vida, insaciable sed de eternidad, sé mi pan de cada día!"
Carta
a Camille Pitollet hablando de su obra quijotesca, por Miguel de Unamuno
(1905). Biblioteca Nacional de España
Después
de criticar a Echegaray, Galdós, Azorín o Gil Robles como solo Unamuno es capaz
de hacerlo, habla de "mi Quijote", de La vida de don Quijote y Sancho con estas
palabras:
"Es un libro en el que he puesto toda mi alma y para el que deseo la mayor resonancia posible. Es un libro de efusión y de combate, una obra lírica, un acto tanto o más que un escrito. Es mi estirón a este viejo dormido de pueblo español, a ver si a fuerza de estirones lo despertamos. Y me dicen que es una obra mística. Tal ve…! Va en ella mi alma, de la juventud española. Qué labor hará? No lo sé, pero estoy satisfecho de hacerlo escrito."
Retrato de Miguel de Cervantes Saavedra, por Salvador Dalí (1965). Biblioteca particular de José Manuel Lucía Megías
Salvador Dalí sintió una gran fascinación por el Quijote. Desde 1930 a 1980 no dejó de representar sus aventuras en diferentes medios: dibujos, acuarelas, litografías, esculturas, relieves, óleos, etc. El Quijote como una espiral, uno de sus temas más recurrentes, apareció en diversas obras. Incluso aparece al fondo de esta litografía que representa a Cervantes, a quien también se sintió Dalí muy cercano, pues siempre creyó y difundió que era descendientes del corsario Dalí Mamí, uno de los primeros amos de Cervantes en Argel. Esta litografía, muy reproducida, forma parte de una serie Cinco españoles inmortales: El Cid, Cervantes, Velázquez, el Quijote y el Greco.
Dibuix preparatorio de l´esgrafiat sobre la História de la Literatura i la Poesía. Época Moderna, por Josep Mirabent i Gatell (1883). Biblioteca Museu Victor Balaguer. Vilanova i la Geltrú
La representación del Parnaso y de Cervantes dentro de él como figura esencial no solo puede ser encontrada en espacios privados, sino también en la ornamentación arquitectónica exterior. Para ser esgrafiada en la fachada posterior de la Biblioteca Museo Victor Balaguer de Vilanova i la Geltrú, Josep Mirabent i Gatell concibió una composición en la que se encuentran Cervantes, sentado escribiendo, junto a Shakespeare, en pies con un libro, y Canderón, con un papel y una pluma, en representación de la época moderna de la historia de la literatura.
COLECCIONES CERVANTINAS
Habilitación
de habanos con el busto de Cervantes, por la American Lithographic Company
(siglo XX). Biblioteca Nacional de España
La
habilitación es la etiqueta o "vista" con la que se decora el interior de la
caja de habanos. Los personajes representados de acompañan de toda una
simbología que muestra la imagen que se quiere proyectar en cada momento. Como
es habitual en el caso de Cervantes, a la corona de laurel y al libro, símbolos
de su genio creador, se le acompaña de una espada, muestra del éxito de su
carrera militar.
Papel
Cervantes. Envoltorio de librito de papel de fumar (1930-1960). Biblioteca
Nacional de España
Aunque
no es comparable con lo que sucede con Don Quijote, Sancho Panza y tantos otros
personajes de su genial libro de caballerías, también "Cervantes" es utilizado
como nombre de varios artículos, como el papel de fumar, de origen argentino.
Publicidad
del medicamento La Passiflorine, con imagen de Cervantes, por José Pla Narbona
(1914-1950). Biblioteca Nacional de España
La Passiflorine, el "medicamento de los insomnios nerviosos", utilizó fragmentos
de obras literarias para mostrar los beneficios del sueño. Además de Cervantes,
en esta serie se encuentran los nombres de Larra, Musset, Maupassant, Rusiñol,
Ortega y Gasset, Marañón, Gavinet, Benavente, Unamuno o Wagner. En el caso de
Cervantes, se utilizó un fragmento del último capítulo de la segunda parte del
Quijote.
Colección de veinticuatro cromos de publicidad de la fábrica de chocolate de Evaristo Juncosa, con una pequeña biografía de cada uno de los personajes seleccionados. Diez de los cromos están dedicados a escritores: Lope de Vega (nº3), Quevedo (nº7), Cervantes (nº9), Calderón de la Barca (nº12), José Zorrila (nº17), Campoamor (nº18), Larra (nº19), Ercilla (nº21), Tirso de Molina (nº22), y Espronceda (nº23).
Envoltorio de caja de caramelos del Quijote, por la Casa de Matías Lopez
Cajas de cerillas dedicado a Don Quijote que se puede
datar en 1925.
Colección
de 10 cromos sobre la vida de Cervantes (1940-1950)
Postal de la Ruta del Quijote, Alcazar de San Juan - Consuegra (Toledo)
Colección
48 naipes de Don Quijote, por Miguel Pastor
La
colección está ilustrada con personajes y escenas de la obra reproducidas en
las cartas de los cuatro palos de la baraja española: oros, copas, espadas y
bastos. El as de oros presenta un retrato del autor Miguel de Cervantes Al
verso de cada uno está impreso un breve texto tomado del Quijote que hace referencia a la escena representada.
Son naipes publicitarios y también al verso aparecen el nombre de la fábrica Nuestra señora de las Candelas.
BIOGRAFÍAS CERVANTINAS
ESTATUAS A CERVANTES
The
Life of Michael de Cervantes Saavedra, por Gregorio Mayáns y Siscar, traducido
al inglés por John Ozell (Londres, 1738). Biblioteca Nacional de España
La
biografía cervantina y el estudio del Quijote que escribió Gregorio Mayáns y
Siscar fueron traducidas al inglés el mismo año de su edición. Esta es la
versión que se difundió por toda Europa imponiendo la lectura particular que
Lord Carteret quería del Quijote, una sátira moral. Para afianzar esta lectura
era necesario que Cervantes fuera considerado un clásico, alguien capaz de
escribir una obra única. Según la Carta de Lord Carteret el 25 de marzo de
1737:
"La vida de un tan singular varón, compuesta por la mejor pluma de España, será recibida en estos países como lo merece; dando luz y ornamento a la más graciosa y agradable obra de invención que jamás salió en el mundo, siendo preciso confesar que la Historia de don Quixote es libro original y único en su género."
Vida
de Miguel de Cervantes Saavedra y análisis del Quixote, por Vicente de los Ríos
Dentro
de la edición de El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, por Joaquín
Ibarra, a costa de la RAE, (Madrid, 1780). Biblioteca Nacional de España
Frente
al modelo editorial de una edición anotada, que continuó el reverendo John
Bowle en su edición del Quijote de 1781 y que luego retomó Juan Antonio
Pellicer en la suya de 1797-1798, la Real Academia Española prefiere seguir el
modelo de la edición de lujo de Londres de 1738, por lo que incluirá al inicio
de la obra una nueva biografía, acompañada de un meticuloso análisis literario
del Quijote. La de Vicente de los Ríos fue una de las biografías cervantinas
más seguidas y respetadas hasta que llegó la de Martín Fernández de Navarrete
en 1819.
Primera
edición del Quijote en Jerez: Cervantes y su época, por Ramón León Maínez
(Jerez de la Frontera, 1901). Biblioteca Nacional de España
Esta
es sin duda una de las mejores biografías de Cervantes. Publicada a principios
del siglo XX, la escribió uno de los cervantistas más prestigiosos del siglo
XX: Ramón León Maínez, fundador de la Crónica de los cervantistas. Además de 12
documentos cervantinos inéditos, ofrece transcripciones mejoradas de muchos de
los ya editados y conocidos hasta el momento.
Un
aspecto en la elaboración del Quijote, por Ramón Menéndez Pidal
En
este discurso que Ramón Menéndez Pidal leyó en el Ateneo de Madrid el 1 de
diciembre de 1920, analizó cómo podía entenderse la primera salida de don
Quijote (primeros seis capítulos) como una "novela", un texto independiente que
luego fue ampliando hasta configurar el texto publicado en 1605. En la línea de
identidad nacional destacó el Quijote como un representante de la perfección
caballeresca, vinculado a la épica española y al romancero.
La
invención del Quijote y otros ensayos, por Manuel Azaña
En
esta conferencia pronunciada en 1930, Manuel Azaña anunció los rumbos de la
interpretación cervantina a partir de este momento, más allá de los ensayos y
de las preocupaciones del "problema de España", sobre el que había girado el
estudio desde finales del siglo XIX hasta las primeras décadas del XX. "Me
interesa Cervantes, más que nada, como escritor", sería su planteamiento de
partida, recuperando el mito cervantino como genio de las letras universales, alejándolo
de las interpretaciones sobre las esencias nacionales.
DON QUIJOTE, POR MARTI-RAMÓN DURBÁN BIELSA |
ESTATUAS A CERVANTES
Miguel
de Cervantes fue el primer civil al que se le erige una estatua pública en
España, y fue en Madrid en 1833. Estatuas y monumentos fueron esculpidas en
bronce y piedra en homenaje al genio creador. Por este motivo, no faltó nunca
una pluma o referencias a sus personajes en sus representaciones monumentales.
La estatua pública de Plaza de las Cortes (Madrid, 1835)
En
1740, se instalaba la estatua de Shakespeare en el Poet´s Corner de Westminster
Abbey de Londres, y hubo que esperar a 1844 para que se construyese la fuente
de Moliére entre las calles de Moliére y Richelieu en París. En junio de 1835,
se levantó en la Plaza de las Cortes la primera estatua pública dedicada a Cervantes. Pero, fue
José Bonaparte, en 1810, el primero en decretar que se levantara una estatua al
genio complutense en Madrid. Estatuas y placas que son un eslabón más en la
construcción de una identidad nacional que tendría en el Cervantes soldado y
escritor a uno de sus referentes.
Vista
del Palacio de las Cortes, en la plaza que fue de Santa Catalina (Madrid,
1841). Biblioteca Nacional de España
La
estatua de Cervantes situada frente al Palacio de Congresos en Madrid, la
primera que se erigió a un civil en España, tuvo como motivo el desagravio que
supuso que el rey Fernando VII no fuese capaz de detener la demolición en 1833
de la casa en que vivió Cervantes los últimos años de su vida hasta 1616. La estatua fue encargada al escultor
catalán Antonio Solá. Se inauguró en el verano de 1835, justo en el momento en
que la regente, la reina María Cristina se acercaba a los liberales para
contrarrestar el poder de los carlistas. No quedó ningún recuerdo de la verja
que tenía alrededor en sus primeros años, y que llevó al pueblo de Madrid a
bautizarla con el nombre de "jaula del jilguero".
Homenaje
a Cervantes del Congreso Literario y Artístico internacional, por Le monde
illustré (22 de octubre de 1887)
Desde
sus inicios, la estatua de Cervantes se convirtió en un lugar de encuentro.
Allí se reunían los diplomáticos y políticos antes de entrar en el Congreso de
los Diputados; allí se concertaban alianzas y se tejían estrategias políticas. Pero la estatua de Cervantes ideada por Solá, con sus pliegos de papeles en la
mano derecha, es también la glorificación del escritor, por lo que no extraña
que los autores reunidos en el Congreso literario y artístico internacional, celebrado
en Madrid, el 15 de octubre de 1887, decidieran realizar su particular homenaje
al "inmortel auteur de Don Quichotte".
Estatua
de Cervantes, por J. Laurent (1870). Biblioteca Nacional de España
La
estatua de Cervantes en Madrid siempre ha estado en la misma plaza, aunque en
el año 2009 se cambió de ubicación, descubriéndose bajo su pedestal una "cápsula del tiempo" con
41 documentos (libros, periódicos, monedas, dibujos y litografías). En octubre
de 1849, mientras gobernaban los conservadores de Narváez, al terminarse las
obras de la fachada principal del Congreso de los Diputados, se solicitó
trasladar la estatua de Cervantes a la cercana plaza del Ángel. La falta de
fondos, a pesar de haberse presupuestado 18.700 reales, impidió que se llevara
a cabo este proyecto ya aprobado.
Hay
cuatro réplicas de esta estatua en Moscú, Nueva York, La Paz y Pekín. Regalos
que hizo entre 1981 y 1986 Enrique Tierno Galván, alcalde de Madrid, a estas
cuatro ciudades con las que mantiene un vínculo de hermanamiento.
Las
provincias de ultra mar españolas fueron promotoras de muchos de los monumentos
dedicados a Cervantes y, sobre todo, al Quijote, a lo largo y ancho de todo el
mundo. Algunos se han quedado en simples proyectos y otros en realidades que
han ido acomodándose a diferentes espacios a medida que las ciudades han ido
creciendo.
Copia
del proyecto de un monumento a Cervantes en Nueva York presentado a la colonia
española por D. F. Miranda, por la Ilustración española y americana (1879). Biblioteca
particular de José Manuel Lucía Megías
La
consolidación de Cervantes como héroe nacional, y sobre todo su personaje Don
Quijote, propició que muchas colonias españolas en el extranjero promovieran
monumentos al autor complutense y al hidalgo manchego para ocupar un lugar
destacado en plazas o en avenidas. Muchos de ellos, quedaron en meros
proyectos, como el presentado por D. F. Miranda para la ciudad de Nueva York.
Lápida
del Quijote, por J. Lacoste
Lorenzo
Caullaut-Valera ganó el concurso promovido por la Academia de Bellas Letras de
San Fernando para la realización de la placa conmemorativa de la primera
edición del Quijote, que se colocó en la fachada de la Sociedad Cervantina en
la madrileña calle de Atocha, en el mismo lugar donde estuvo el local donde se
imprimió la primera parte del Quijote en los último meses de 1604. Miguel de
Cervantes, en el medallón superior parece estar mirando al bajorrelieve que representa
a don Quijote y Sancho en busca de aventuras.
Monumento
a Cervantes en San Francisco
El
3 de septiembre de 1916, Juan Cebrián Cervera y E. Molera donaron a la ciudad
de San Francisco un monumento en homenaje a Cervantes, realizado por el
escultor uruguayo José Jacinto Mora. Es también autor de otro busto de
Cervantes que el propio Cebrián regaló a la Universidad de Berkeley con buena parte
de su colección. El Monumento a Cervantes se encuentra en la actualidad en el
Golden Gate Park de San Francisco.
Maqueta
del 2º premio nacional para un monumento dedicado a Cervantes en Alcalá de
Henares, por José Gargallo (1947).
Para
conmemorar los 400 años del nacimiento de Cervantes en 1947, se convocaron
concursos nacionales de escultura, pintura, grabado, artes decorativas,
literatura, música y arquitectura. El de escultura llevaba el siguiente tema: "Proyecto
de Monumento a Cervantes para ser situado en la plaza de Santa María, de Alcalá
de Henares, en sustitución del actual". El Monumento no podía superar el metro
y medio y se fijó un premio de 15.000 pesetas y un accésit de 4.000. El primer
premio fue adjudicado al proyecto presentado por Ramón Mateu Montesinos y al
accésit a José Gargallo, que es el que muestra en la fotografía. No llegó a
materializarse el proyecto.
Maqueta
de un proyecto de un monumento al Quijote en El Toboso, presentado por el
escultor Manuel Garci-González
En
otoño de 1922, se formó una comisión para elegir el proyecto de un conjunto
escultórico en homenaje a Don Quijote en El Toboso, que eligió finalmente el
proyecto del escultor Manuel Garci-González. Proyecto ambicioso, pues habría
tenido una altura de 40 metros, y en su interior se habría albergado un museo y
una biblioteca. Pero nunca llegó a realizarse y tampoco el sueño del escultor:
"Dulcinea allá, en la altura, erguida sobre el llano de La Mancha, personificará todo el quijotismo."
El
monumento a Cervantes. Los proyectos premiados por La Esfera (1915)
De
las 53 propuestas, un jurado eligió tres finalistas. El periodista de La Esfera
los describió de esta manera:
1. Proyecto
de Teodoro de Anasagasti y Mateo Inurria:
"Los señores Anasagasti e Inurria han concebido un poema de piedra y de agua… En la base del monumento, de donde arranca la enorme columna sostén del grupo de Cervantes, coronado por la Historia y por la Patria, bajo la protección simbólica de Minerva, está la biblioteca y museo cervantino. Se entra a este museo por dos puestas laterales, sobre cuyos dinteles están simbolizadas las Armas y las Letras por un Apolo cabalgando sobre un Pegaso y Marte sobre un corcel guerrero.
Fluye el idioma de cristalina agua de la fuente central y va a llenar el estanque, símbolo del Océano, que llevó a las veintidós naciones americanas que hoy hablan castellano, la civilización española."
2. Proyecto
de Martínez Zapatero y Lorenzo Caullaut-Valera:
"Es menos simbólico y responde a un criterio que pudiéramos llamar literario… Este proyecto tiene el propósito de comentar la obra de Cervantes y monumentos de su vida, tan ligados a la historia española como la batalla de Lepanto y el cautiverio de Argel. Además fija en el estilo plateresco de su arquitectura el recuerdo del arte de la época en que fuera escrito Don Quijote de la Mancha.
En relieves y grupos aislados represéntanse diversos momentos de la Novelas ejemplares, y como remate, el monumento vuela una victoria con las alas desplegadas y una corona de luarel en las manos."
3. Proyecto
de Hernández Briz y Ángel Ferrant:
"Concebida en su sentido moderno…, este monumento simboliza las armas y las letras. Inspirándose en el famoso discurso del Quijote, habrá de ser esta obra un resumen de los dos senderos que siguiera Miguel de Cervantes Saavedra: la guerra y la literatura; y símbolos también de aquella época en que los ejércitos españoles y los escritores españoles impusieron sus credos de fuerza y de belleza al mundo entero."
Monumento a Cervantes en la Plaza de España, por Lorenzo Coullaut-Valera y Rafael Martínez
El 29 de marzo de 1915, se convocó un concurso de anteproyectos para erigir un monumento a Miguel de Cervantes en la recién concluida Plaza de España, final de la madrileña Gran Vía. Se presentaron un total de 53 propuestas, siendo la ganadora la del escultor Lorenzo Coullaut-Valera y del arquitecto Rafael Martínez y Zapatero. El monumento fue inaugurado el 13 de octubre de 1923, aunque habrá que esperar a 1960 para verlo finalizado tal y como se expone en la actualidad.
Aquel proyecto se centró en Miguel de Cervantes como escritor, alejándose un poco de
ese movimiento de mitificación nacional muy en auge durante el siglo XIX, y que
se apreciaba de manera simbólica en muchos de otros proyectos presentados. Y
así lo dejaron claro en La significación del monumento:
"Se trata de erigir un monumento conmemorativo de la gloria inmarcesible y universal del Príncipe de los ingenios; no de un monumento dedicado a la Raza, al Genio, al idioma ni a ningún otro concepto abstracto o entidad metafísica sin representación material propia y concreta, sino a Miguel de Cervantes Saavedra como escritor, esto es, como autor de las obras inmortales nacidas de su estreno peregrino.Debe, pues, en nuestro concepto, la efigie del insigne manco presidir de modo ostensible el monumento que a su gloria se consagra, y su espíritu, esto es, la centella de su genio, hecha carne y sangre en sus creaciones, vivificar y esclarecer con su recuerdo todas y cada una de sus partes."
Este monumento fue inaugurado sin haberse terminado del todo, pues
faltaban las dos Dulcineas de los pedestales, y los grupos escultóricos de los
laterales que representan escenas de La gitana y de Rinconete y Cortadillo. El
hijo de Lorenzo Caullaut-Valera, Federico, se encargó de ello. En 1957, había
terminado en piedra rosa de Sepúlveda, las dos Dulcineas, y tres años después,
las escenas de las Novelas ejemplares. Para los modelos de escayola de los dos
pícaros, utilizó Federico como modelos a sus dos hijos.
Detrás
del monumento se encuentra el Edificio España, que comenzó a construirse en
1948 y no se terminó hasta cinco años después, se convirtió en uno de los
edificios más emblemáticos de Madrid. Con el paso del tiempo y la
transformación de las vías más importantes en el centro de la ciudad, la parte
que más sobresale en su colocación actual es la
posterior, la Fuente del Idioma Castellano, dejando a Cervantes y a sus dos
criaturas a espaldas de la plaza. Una remodelación de esta plaza debería estudiar el modo de permitir apreciar el mítico monumento a Cervantes
tal y como lo idearon sus promotores.
La Fuente del Idioma
Castellano es descrita de esta manera en el proyecto de 1920:
"La Literatura está representada por una aristocrática dama, contemporánea de la mocedad de Cervantes, con un libro en la mano; figurando a ambos lados de su pedestal dos estatuas representativas de los rasgos salientes del carácter español de aquella época, o sean el Valor militar y el Misticismo.
En un espacio resultante a los pies de la matrona aparecen escritos los títulos de toda las obras cervantinas, y de él manará una fuente, cuyas aguas, al caer a un tazón inferior, bañarán los bordes de este, en los cuales van esculpidos todos los escudos de todas las naciones de habla castellana."
Protección
del Monumento a Cervantes en Plaza de España durante la Guerra Civil
En 1936, los
grupos escultóricos del Monumento a Cervantes en Plaza de España, así como
otras estatuas emblemáticas de Madrid (Cibeles, Apolo y Neptuno), fueron
protegidos con sacos de arena por la Comandancia de Obras y Fortificaciones, y
de 1937 por el Comité de Reforma, Reconstrucción y Saneamiento de Madrid.
Gracias a este trabajo de cientos de anónimo voluntarios hoy se han preservado muchas
de estas obras escultóricas, blanco fácil para los bombardeos de los aviones fascistas.
Estatua de Cervantes en la Biblioteca Nacional de España, por Joan Vancell (siglo XX). Biblioteca Nacional de España
Entre otros escultores que participaron en el programa inconográfico de la fachada de la Biblioteca Nacional hay que destacar a Joan Vancell, autor de la estatua de Miguel de Cervantes, de casi tres metros, realizada en mármol de Carrara. Al entender que el Quijote "es la obra de más transcendencia y que más contribuyó a inmortalizar su fama", lo representa como autor de la misma. Según escribió en su Memoria presentada el 5 de mayo de 1892, este fue el motivo el cual, Cervantes lleva en la mano derecha la pluma, y en la izquierda "el libro de su sublime creación, teniendo a sus plantas varias obras de caballería, cuya destrucción (…) era el objeto de su sátira fina y prodigiosa. La estatua está apoyada en un pedestal, que sostiene varios objetos alusivos a la misma obra, y que fueron la base de su argumento, las armas y el amor".
Cervantes, por Juan Cristóbal, tallado en madera dorada, pintada y estofada sobre base de madera (1928). Ministerio de Defensa
El hallazgo del "retrato" de Miguel de Cervantes atribuido a Juan de Jáuregui coincidió con la recuperación crítica del Greco y el énfasis en los valores espirituales y raciales de la cultura. Las representaciones de Cervantes no pudieron prescindir, a partir de entonces, de esas nuevas fuentes que reorientaron la caracterización del escritor hacia una especie de mística existencial impregnada de componentes patrióticos, como se puede apreciar en esta escultura policromada de Juan Cristóbal.
Cervantes esculpido en busto con nombre en su base
Miguel de Cervantes Saavedra es una estatuilla tallada en bronce por Sergio Blanco esculpida en 1999, se expone en el Museo Naval de Madrid.
CERVANTES Y SHAKESPEARE
La anual confluencia cronológica de los dos genios universales de la historia de la literatura universal celebraron en 2016 el IV Centenario de la muerte de ambos. La celebración en Madrid del congreso Cervantes y Shakespeare y la Edad de Oro de la escena permitió la oportunidad de confrontar la vida y la obra de dos autores hermanados en la distancia.
Miguel de Cervantes y William Shakespeare no murieron el mismo día 23 de abril de 1616. Cervantes, nacido posiblemente el 29 de septiembre, día de San Miguel de 1547, falleció el 22 de abril y fue enterrado al día siguiente, fecha que ha trascendido a la cultura popular. La diferencia es aún mayor en el caso inglés, ya que el calendario juliano, que contaba con once días más que el gregoriano, el usado en España en el momento, por lo que murió el 3 de mayo. Es decir, Shakespeare y Cervantes murieron en la misma fecha, pero no en el mismo día. No fue hasta mucho más tarde que comenzó a difundirse el mito del 23 de abril, que se utilizó a partir del XIX y ya en el siglo XX para declarar el Día Internacional del Libro.
No hay tampoco prueba alguna de que Cervantes y Shakespeare se conocieran en persona. Existe la posibilidad de que el último formara parte de la expedición que llegó a Valladolid en la primavera de 1605 como respuesta diplomática a una comitiva española que había visitado tierras inglesas en agosto de 1604. Aunque carece de fiabilidad histórica, el dato ha sido utilizado para la confección de novelas, obras teatrales (Encuentro en Valladolid, de Anthony Burgess) y películas (Miguel y William). No obstante, el imaginario colectivo ha insistido en hermanar la pareja Cervantes y Shakespeare, los dos miembros coetáneos, y junto a ellos Dante para cerrar el trío de los máximos exponentes de la literatura en sus tres principales géneros: novela, teatro y poesía.
Las biografía de Cervantes y Shakespeare mantienen paralelismos, ya que ambos fueron grandes escritores que no gozaron de una educación letrada universitaria y que apenas acabaron el equivalente al actual bachillerato: el inglés seguramente estudió en la King's New School de Thomas Jenkins, que usaba obras de Plauto con fines didácticos; el español posiblemente se formó en el madrileño estudio de Juan López de Hoyos, uno de los últimos erasmistas del siglo.
Seguramente los dos asistieron a representaciones teatrales: el inglés podría haber contemplado las funciones de The Queen's Men en Stratford upon Avon en 1569; el español confesó haber visto a Lope de Rueda.
En términos filosóficos, ambos formaron parte de la etapa final del Humanismo en la Europa del siglo XVI; en términos socio-económicos, ambos son capaces de triunfar en el nuevo modelo social pre-Mercantilista que se iba imponiendo lentamente y que permitió vivir de la venta de entradas de teatro a Shakespeare, incluso llegó a ser accionista de su propia compañía teatral The Globe, y de la venta de libros en el caso de Cervantes.
En el plano estrictamente literario también existen apreciados parecidos entre Cervantes y Shakespeare: sus personajes son tan cercanos que también conforman vidas paralelas. Ambos autores desarrollaron situaciones psicológicas extremas: en el caso del español fueron el loco don Quijote, la engañada Dorotea o el niño suicida Variato de La Numancia; en el caso del inglés fueron el ciego loco Lear, el moro Otelo, la despiadada Lady Macbeth o el impávido Hamlet. Crearon personajes femeninos muy complejos como Marcela y Dorotea en el Quijote; Lira en La Numancia, o Preciosa en La gitana; Lady Macbeth en Macbeth, Ofelia en Hamlet, o Cordelia en El rey Lear. Y desplegaron conocimientos de magia y esoterismo, con el fin de discutir los límites de los verosímil: los perros parlantes Cipón y Berganza de El coloquio de los perros; las brujas de Macbeth, el duende Puck en El sueño de una noche de verano o el mago Próspero de La tempestad.
Seguramente los dos asistieron a representaciones teatrales: el inglés podría haber contemplado las funciones de The Queen's Men en Stratford upon Avon en 1569; el español confesó haber visto a Lope de Rueda.
En términos filosóficos, ambos formaron parte de la etapa final del Humanismo en la Europa del siglo XVI; en términos socio-económicos, ambos son capaces de triunfar en el nuevo modelo social pre-Mercantilista que se iba imponiendo lentamente y que permitió vivir de la venta de entradas de teatro a Shakespeare, incluso llegó a ser accionista de su propia compañía teatral The Globe, y de la venta de libros en el caso de Cervantes.
En el plano estrictamente literario también existen apreciados parecidos entre Cervantes y Shakespeare: sus personajes son tan cercanos que también conforman vidas paralelas. Ambos autores desarrollaron situaciones psicológicas extremas: en el caso del español fueron el loco don Quijote, la engañada Dorotea o el niño suicida Variato de La Numancia; en el caso del inglés fueron el ciego loco Lear, el moro Otelo, la despiadada Lady Macbeth o el impávido Hamlet. Crearon personajes femeninos muy complejos como Marcela y Dorotea en el Quijote; Lira en La Numancia, o Preciosa en La gitana; Lady Macbeth en Macbeth, Ofelia en Hamlet, o Cordelia en El rey Lear. Y desplegaron conocimientos de magia y esoterismo, con el fin de discutir los límites de los verosímil: los perros parlantes Cipón y Berganza de El coloquio de los perros; las brujas de Macbeth, el duende Puck en El sueño de una noche de verano o el mago Próspero de La tempestad.
Pese a estos maravillosos personajes, la recepción de sus obras ha sufrido variaciones. Prosista genial, el teatro y la poesía cervantinos han sido tradicionalmente poco valorados. Estos de debe en gran parte a un entendimiento muy precario de los versos del Viaje del Parnaso:
"Yo, que siempre trabajo y me desvelo
por parecer que tengo de poeta
la gracia que no quiso darme el cielo."
En realidad, el Viaje del Parnaso narra la aventura de un poetastro por el monte de los poetas y es éste el que habla.
Por el lado inglés, pese a la popularidad de sus ciento cincuenta y cuatro Sonetos, publicado en 1609, la poesía narrativa shakespeariana no ha alcanzado la misma consideración que su teatro y hubo que esperara a mediados del siglo XIX para encontrarse con grandes estudios monográficos de La violación de Lucrecia, de 1594, y Venus y Adonis, de 1593. De hecho, algunos de sus grandes poemas alegóricos como El Fénix y la tortuga, de 1601, son todavía poco valorados en su magnífica complejidad.
Pero las historias paralelas convergen en un punto fundamental: es muy probable que Shakespeare leyera Don Quijote. En un recibo fechado el 20 de mayo de 1613, el tesorero de cámara del rey de Inglaterra mencionaba el pago de 93 libras, 6 chelines y 8 peniques a la compañía de John Henninges (uno de los actores de la compañía King's Men junto a William) por la puesta en escena de Mucho ruido y pocas nueces, La tempestad, Cuento de Invierno, Julio Cesar, Otelo, Las alegres comadres de Windsor y un sospechoso Cardenno. Cardenio es el nombre del apasionado amante de Luscinda en la primera parte del Quijote, y éste comparte cartel con seis de los más conocidos textos de Shakespeare. Seguramente sería un éxito pues la obra se repuso el 9 de julio de 1613.
DON QUIJOTE POR CERVANTES
¿Por
qué Cervantes llamó Don Quijote a su hidalgo? ¿Qué significa el nombre de Don Quijote y por qué lo escogió Cervantes para el
protagonista de su más famosa novela?
Durante muchos años los académicos han
discutido acerca de su origen sin llegar a una conclusión definitiva. Ahora, un
nuevo estudio realizado por un investigador de la Universidad Central de
Washington apunta nada menos que a Homero como origen del nombre del ingenioso
hidalgo.
Entre 2003 y 2005, los investigadores Carroll B. Johnson y el español Alfredo Baras Escolá tuvieron una serie de intercambios de impresiones acerca de qué significaba la palabra "quijote". El análisis de Johnson refería al origen semítico de la palabra (una derivación de la voz árabe kisa, que significa capa o manta), mientras que Baras pensaba que el nombre del universal hidalgo había sido puesto por Cervantes apuntando a la pieza de la armadura que cubre el muslo. La definición dada por Covarrubias en 1611 refuerza esta última teoría:
Entre 2003 y 2005, los investigadores Carroll B. Johnson y el español Alfredo Baras Escolá tuvieron una serie de intercambios de impresiones acerca de qué significaba la palabra "quijote". El análisis de Johnson refería al origen semítico de la palabra (una derivación de la voz árabe kisa, que significa capa o manta), mientras que Baras pensaba que el nombre del universal hidalgo había sido puesto por Cervantes apuntando a la pieza de la armadura que cubre el muslo. La definición dada por Covarrubias en 1611 refuerza esta última teoría:
"Quixote: En el arnés las piezas que cubren los muslos, quasi cuxotes, de cuxa en italiano, que vale muslo (sic)."Según afirma ahora Eric Mayer en el último número del Bulletin of the Cervantes Society of America, la segunda propuesta podría ser acertada. A esa conclusión ha llegado tras estudiar a fondo la Etiópica de Heliodoro, un libro muy leído en su traducción del Siglo de Oro y que ejerció una cierta influencia en Cervantes y otros contemporáneos suyos como Calderón o Lope de Vega. En concreto, dice Mayer, la relación entre Don Quijote, Homero y la palabra muslo aparece en el tercer volumen de Etiópica, donde el narrador Calasiris cuenta que Homero tenía una pierna llena de vello como consecuencia de la relación incestuosa de su madre con el dios Mercurio y que después "andando por muchas tierras (...) cantando su poesía, ganó el nombre de Homero, porque sin decir él ni descubrir su propio nombre ni su patria ni su linaje, los que sabían aquella señal de su muslo se la dieron por propio nombre".
ANÁLISIS GRAFOLÓGICO DE CERVANTES
A través de la letra es posible averiguar rasgos de la personalidad o del carácter de una persona. Hay patrones que revelan formas de ser y actuar de las personas, ciencia que se encarga la grafología.
El estudio grafológico de la letra Miguel de Cervantes muestra una persona ágil, de enrome creatividad y con gran claridad de ideas. Es muy inteligente, con una buena capacidad asociativa y lógica, buena memoria y dote de observación.
Posee una imaginación constructiva y creadora, una gran talento inventivo y una elegancia personal en las ideas. Es persona noble, bondadosa, afable, cordial y prudente, aunque en ocasiones puede presentar cierta impaciencia, pudiendo llegar a perder el control de la situación.
Acostumbra a acometer sus actividades con entusiasmo, ardor y alegría, pero a veces las dificultades le derrumban, aunque lucha y no da tregua al desánimo. Posee una voluntad firme y tenaz ante las contrariedades y fracasos, es ordenado y optimista.
Se aprecian en él rasgos de preocupación por las cosas materiales. Hombre tradicional, con cierta nostalgia del pasado, y una buena relación materna.
Persona apasionada, impulsiva y seductora, que goza de lo sensitivo. Es equilibrado y sincero, se siente satisfecho de sí mismo y de sus logros.
En resumen, cabe destacar como rasgos más evidentes la claridad de ideas y la inteligencia con que las interpreta, siendo capaz de unir la fantasía y la creatividad con la realidad.
FIRMA DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA |
TEXTO CERVANTINO |