ÉXTASIS MÍSTICO DE SANTA TERESA DE JESÚS


Santa Teresa de Jesús fue la mística más importante de jamás haya existido. Está considerada como una de las primeras mujeres con un pensamiento feminista. Los votos de pobreza y de castidad lo pudo superar, pero el de obediencia jamás. Armada de valor, luchó en un mundo estancado por las creencias más obsoletas para extender su fe y luchar contra los prejuicios de una época a la que se adelantó.

ÉXTASIS MÍSTICO DE SANTA TERESA DE JESÚS

Teresa de Cepeda y Ahumada nació en Goterrendura, Ávila, en 1515. Provenía de una familia de judíos conversos por parte paterna, dedicada al comercio, formada por once hermanos de los cuales tres eran mujeres, incluida Teresa, y ocho varones. Cuando contaba con solo 13 años de edad, falleció su madre Beatriz de Ahumada. Desde entonces, pasó a convivir con su tío y primos, refugiándose en la lectura, un hábito que se convirtió en obsesión para toda su vida. La lectura de libros se convirtió en el eje central de la vida de Teresa hasta el punto que lo empleó como metáfora para describir su experiencia íntima de Dios.

A los 17 años, ingresó en el monasterio de Santa María de Gracia de Ávila por orden de su padre, iniciando una vida monacal que duró poco tiempo. Una dolencia súbita la hizo retornar a casa de su tío, quien le procuraba lecturas piadosas de Francisco de Osuna, San Gregorio, San Agustín, San Jerónimo, o Fray Pedro de Alcántara.

Debido a estas lecturas religiosas y dolencias físicas, fue adquiriendo unos sentimientos más existenciales y unas ideas sobre la salvación eterna. Fue tomando conciencia de "la vanidad del mundo, y cómo acababa en breve, y a temer, si me hubiera muerto, cómo me iba al infierno".

CONVENTO DE SAN JOSÉ DE ÁVILA

A los 21 años decidió entrar en el convento carmelita de la Encarnación de Ávila, aunque con muchas dudas en su ánimo, ya que "aunque no acaba mi voluntad de inclinarse a ser monja, vi que era el mejor y más seguro estado".
"Aquel día, al abandonar mi hogar sentía tan terrible angustia, que llegué a pensar que la agonía y la muerte no podían ser peores de lo que experimentaba yo en aquel momento. El amor de Dios no era suficientemente grande en mí para ahogar el amor que profesaba a mi padre y a mis amigos."
Aun amaba más a su familia que a la divinidad, como ella misma reconocía. Sin embargo, nuevas crisis de salud, acompañadas de trastornos de conciencia, la sumergieron en un estado de desorden, cuajado de desesperación e incertidumbre. Por ello, la búsqueda de sentido a lo que estaba padeciendo resultó un empeño incesante para el que contactó con diferentes religiosos, teólogos y confesores.

Un primer episodio dramático sucedió al iniciar su vida conventual, donde "comenzaron a crecer los desmayos, y dióme un mal de corazón tan grandísimo que ponía espanto a quien lo veía, y otros muchos males juntos. Y así pasé el primer año con harto mala salud".

Continuó con mala salud en los siguientes años. En el tercero, un grave paroxismo la dejó sin sentido cuatro días. Se le administró la extremaunción, se oficializó el entierro, y durante los credos de su inmediato final, puso superar su adversidad de forma espontánea:
"La lengua hecha pedazos de mordida, la garganta de no haber pasado nada y de la gran flaqueza que me ahogaba, que aún el agua no podía pasar; todo me parecía estar descoyuntado; con grandísimo desatino en la cabeza; toda encogida, hecha un ovillo, sin poderme menear, ni pie, ni nano, ni cabeza, más que si estuviera muerta, si no me meneaban; sólo un dedo me parece me podía menear de la mano derecha."

EL ÉXTASIS DE SANTA TERESA, POR GIAN LORENZO BERNINI

Durante cuatro años estuvo paralítica, atendida en la enfermería del convento hasta recuperar la movilidad "cuando comencé a andar a gatas alababa a Dios". Parece muy claro que la enfermedad que la paralizó fue la meningitis, y que es muy probable que también sufriera epilepsia.

En 1554, a los 40 años, Teresa experimentó su vivencia definitiva cuando sintió la plena presencia de Dios ante la figura de un Cristo llagado que estaba depositado temporalmente en el oratorio:
"... en mirándola, toda me turbé de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que habría agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, arrojome ante él con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle… Paréceme que le dije entonces que no me había de levantar de allí hasta que hiciese lo que le suplicaba. Creo cierto me aprovechó, porque fui mejorando mucho desde entonces."
Desde aquel momento, todas sus dudas acumuladas se convirtieron en certezas, porque había sabido que tenía a Dios de su lado. Sus ambigüedades y desesperanzas se desvanecieron y las siguientes visiones místicas realimentaron su pensamiento religioso. La iluminación espiritual concedió Teresa una claridad de ideas y sentimientos sin precedentes.

SANTA TERESA EN LA COCINA, POR FRANCISCO RICCI

Dotada de una profunda espiritualidad y, a la vez, de una férrea voluntad, su vida y su obra constituyen una síntesis armónica entre meditación y acción, entre ensimismamiento y actividad externa. Es por ello que haya dejado un gran testimonio escrito de su reflexión interior a la vez que tuvo una intensa actividad. Fundó su propia orden, las Carmelitas descalzas, luchó por los derechos de las mujeres como nadie lo había hecho antes, y abrió hasta 17 conventos para monjas y frailes por toda la Corona de Castilla: Ávila, Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Segovia, Salamanca, Alba de Tormes, Beas de Segura, Sevilla, Caravaca, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria, Granada y Burgos.

Era capaz de dar lecciones a los hombres y dejarlos callados. Esto no se toleraba a la mayor parte de las mujeres de su tiempo. Más que rebelde, lo que le pasaba es que no encontraba concordancia entre lo que unos de decían y lo que ella sentía. Durante un tiempo, hizo todo lo que pudo para conciliar ambos polos opuestos y obedecer, hasta que llegó un momento que dijo:
"No, no, no… Lo que a mí me va a hacer feliz, sin duda, no puede ser malo, tiene que venir de Dios, y los que están equivocados son los demás."
En el contexto histórico de su tiempo, su trayectoria vital coincide con la aparición del Protestantismo, corriente reformista del Cristianismo en la que ella observó como una gran amenaza para la fe católica. Su respuesta al desafío de Lutero y Calvino fue la autentificación y reforma de la vida religiosa en España, de la que dejó constancia escrita en el Libro de las Fundaciones.


CAMINO DE PERFECCIÓN, POR TERESA DE JESÚS

Teresa era una mujer enérgica que aportó por una renovada religiosidad femenina, equiparable en intensidad y profundidad de espíritu a la masculina. Porque Teresa actuaba sin complejos ante los hombres de Iglesia. En una primera redacción de su gran obra Camino de Perfección escribió: "como son hijos de Adán y, en fin, todos varones, no hay virtud de mujer que no tengan por sospechosa". En su Libro de la Vida, añadió: "Basta ser mujer para caérseme las alas." Pero ella misma siempre levantaba el vuelo.

Uno de los rasgos del pensamiento teresiano es su sencillez y su manera directa de expresar sus ideas y sentimientos, por ello resultó ser tan influyente y eficaz, calando más hondo que muchas obras universales que utilizan un lenguaje más retórico. Como escribió el filósofo Henri Bergson en su obra Les deux sources de la moral et de la religión, la santa no buscó a Dios por medio del concepto, sino a través del instinto, de sus visiones y éxtasis. Así lo explicó en su Castillo interior que para "subir a las moradas que deseamos, no está la cosa en pensar muchos, sino en amar mucho, y ainsi llo que más os despertare a amar, eso haced".

Teresa consiguió describir con total sencillez la abstracción de sus visiones de Dios, convirtiendo su palabra en pura magia, aun cuando empleaba la jerga más popular. Así escribió en sus Cartas Moradas:
"Un sentimiento de la presencia de Dios que en ninguna manera podía dudar que estaba dentro de mí, o yo toda engolfada en él."
VISIÓN DE SANTA TERESA DEL ESPÍRITU SANTO,
POR PETER PAUL RUBENS

No escribió para deslumbrar a un público ilustre, sino para hacer partícipe a cualquier persona del mundo, de ahí que su discurso sea asequible a cualquiera de sus lectores. Este sentido de la comunicación está en relación a su personalidad, refiriéndose a sí misma con frecuencia pero no para ponerse en escena, sino para demostrar su nula autoestima. Así, en una de sus Moradas escribió: "Humildad es andar en verdad."

La descripción de su éxtasis místico ha inspirado a artistas y pensadores:
"Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto."
Sabía que estaba caminando por un terreno peligroso cuando convertía a Dios en su amante, viviéndolo con semejante pasión. Ante la amenaza de la Santa Inquisición, se disculpaba advirtiendo que escribía por recomendación de sus confesores y otros ilustres eclesiásticos, más que por pura vocación. Esta coartada también fue puesta en práctica por otros amigos suyos que la protegen, como fue el caso del también escritor místico fray Luis de León quien redactó la carta-dedicatoria para la primera edición de las obras teresianas que él preparó en 1588:
"Que lo que algunos dice, ser inconveniente, que la santa madre misma escriba sus revelaciones de sí, para lo que toca a ella, y a su humildad, y modestia, no lo es, porque las escribió mandada, y forzada."
Pero tan solo se trataba de una falsa justificación para evitar sospechas, porque la carmelita de Ávila practicó la escritura como quien empuña un puñal. Inmersa en un mundo eclesiástico donde las religiosas tenían prohibido predicar, Teresa encontró en la escritura el medio para expresar sus ideas a todos aquellos que estaban dispuestos a compartir. Escribió mediante carta a reyes y nobles, solicitó mecenazgos y consejos, y compró y vendió bienes para financiar sus fundaciones.

SANTA TERESA DE JESÚS

Su destreza en la escritura le recompensó con una abundante obra literaria que desarrolló en las dos últimas décadas de su vida: Libro de la VidaCamino de PerfecciónMeditaciones sobre los CantaresLas Moradas del Castillo InteriorExclamacionesFundacionesVisita de Descalzas, constituciones para sus monjas, varias poesías, medio millar de cartas y 66 cuentas de conciencia para sus confesores.

A pesar de actuar con prudencia y ganarse la amistad de nobles y eclesiásticos, la amenaza de la Inquisición siempre estuvo rondando alrededor suya. En el Libro de la Vida expuso esa apurada situación al expresar que "iban a mí con mucho miedo a decirme que andaban los tiempos recios y que podría ser me levantasen algo y fuesen a los inquisidores". Y, tal y como escribió, discurrían tiempos recios en los que, a juicio de la Iglesia, lo diabólico podía confundirse fácilmente con lo divino. Conocía aquellos seductores disfraces que adoptaba el maligno, porque "en estos tiempos habían acaecido grandes ilusiones en mujeres y engaños que las habían hecho el demonio, comencé a temer".

En sus Conceptos de Amor de DiosTeresa dejó bien claro que era una enamorada de Dios, al cual lo entendía como el amante supremo, no como un Dios justiciero y vengativo, sino más humano y cercano. Creía en un Dios mucho más contemporáneo. Para ella el ideal de divinidad era el de felicidad, de autosatisfacción, y de plenitud.

Finalmente, en 1575, fue interrogada por el Tribunal inquisitorial, ante la denuncia de una monja expulsada de un convento sevillano. Estuvo a punto de ser condenada, librándose de la prisión debido a la escasa validez del testimonio acusador que la definía como "alumbrada". Pero desde entonces, la supervisión de sus escritos y actividades por el Santo Oficio fue muy estrecha. El general de su orden mandó su reclusión en un convento de su elección, pudiendo recuperar su libertad cuando en 1580 el papa Gregorio XIII distribuyó a los carmelitas en provincias separadas.

Dos años después, en 1582, fallecía la carmelita Teresa de Ávila durante su visita a Alba de Tormes por consejo del provincial de su orden. Murió dando gracias a Dios porque moría sufriendo:
"Vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero."
En una sociedad con una mentalidad que asociaba el sufrimiento con la santidad, para ella fue un alivio porque sabía que marchaba por el buen camino. Siempre supo que el sufrimiento era el medio para llegar a Dios:
"En la cruz está la vida y el consuelo, y ella sola es el camino para el cielo."
Monasterio Carmelitas Descalzas Alcalá Henares Teresa Jesús
MONASTERIO DE CARMELITAS DESCALZAS EN ALCALÁ DE HENARES

CIENCIA DE LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA


Entre 1760 y 1800, España se vivió una Revolución tecnológica y un conato de Revolución industrial. Aparecieron grandes científicos e investigadores como Elhuyar, Jorge Juan, Antonio de Ulloa, Agustín de Betancourt, que se contagiaron del espíritu científico de la Ilustración. Muy significativo fue el hecho de que España fuese el tercer país en abrir una escuela de ingenieros en Europa, fue la Escuela de Ingeniería de Minas en Almadén, en 1771. También hubo un gran desarrollo científico a través de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País.

CIENCIA DE LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA

Al igual que sucedió en otros reinos de la Europa del siglo XVIII, la Ilustración española tuvo una indudable proyección práctica. Para los reformistas, mirando el ejemplo extranjero, había que incentivar la elaboración y aplicación de nuevos conocimientos susceptibles de ser puestos al servicio de una doble empresa: incrementar el prestigio de la Monarquía española en el concierto cultural europeo y aumentar la producción nacional evitando así la dependencia económica del país al exterior.

Paralelamente a la adquisición de nuevos saberes, debía plantearse el objetivo de la aplicación práctica de los nuevos conocimientos, con la finalidad de acrecentar las habilidades operativas de la Marina y el Ejército.

En los planes de los ministros, por orgullo y por necesidad, España no podía quedar al margen del proceso de modernización científica y tecnológica si no quería seguir siendo una potencia de segundo nivel europeo. Al dominio de la naturaleza también debían aspirar los sabios españoles desterrando la escolástica en beneficio de los conocimientos útiles. Los grupos dirigentes entendieron que era preciso un saber que fuera susceptible de ser aplicado más allá de la especulación.

Por lo tanto, era doble el proceso que se necesitaba abrir: producir ciencia y aplicarla a la mejora de la vida material de los españoles. Ciencia y tecnología fueron un binomio inseparable en las pretensiones de los ilustrados y de los grupos sociales ligados al comercio y a la industria. Y cuando los primeros alcanzaron cotas importantes de poder en el gobierno de la nación intentaron dinamizar, al modo de los que se hacía en Europa, la ciencia española.

Elevación globo Corte Carlos pintura Antonio Carnicero
ELEVACIÓN DE UN GLOBO ANTE LA CORTE DE CARLOS IV

La evolución de la ciencia española fue bastante parecida al del resto de otros países europeos. Desde finales del siglo XVII hasta la aparición del Teatro Crítico de Feijoo en 1726, se desarrolló una primera etapa de leve despegue, en la que si bien no todas las cuestiones científicas y filosóficas podían aún formularse con entera libertad, resulta evidente que empieza a ponerse las bases institucionales que permitieron el desarrollo posterior. Fue una época en la que únicamente el Ejército y la Compañía de Jesús ofrecían garantías en la actividad científica y también en la que se comenzaba a debatir entre la obsolescencia de los viejos esquemas y las nuevas realidades.

Fueron los años de enfrentamientos verbales entre novatores y tradicionalistas que encontraron una evidente repercusión en las Universidades. Nuevos saberes, como la iatroquímica, la geometría o la filosofía natural no aristotélica, comenzaban a ser levemente admitidos a través del escepticismo y el eclecticismo filosófico.

Al mismo tiempo, instituciones de nuevo cuño en las que era posible encontrar conocimientos distintos surgieron a la luz: la Academia de medicina de Sevilla (1700), la de matemáticas para la formación de ingenieros militares de Barcelona (1715) o la de Guardias Marinas de Cádiz (1717).

También fue importante la fundación de seminarios de Nobles, que siguen los pasos del creado en 1725 en Madrid. Esta táctica de creación de organizamos dependientes del poder central estaba encaminada a la posibilidad de disfrutar de corporaciones en las que no tuviesen lugar resistencias conservadoras, que por lo demás hacían de la universidad su principal baluarte.

La segunda etapa se extiende desde los años treinta hasta mediados de siglo. En ella se aprecian elementos de transición ligados al nacimiento de instituciones médicas, como los colegios de cirugía o a la publicación de los resultados de las primeras expediciones de Jorge Juan y Antonio de Ulloa. En este tiempo, el marqués de la Ensenada, Zenón de Somodevilla, pretendió revitalizar la Armada española y con ella las enseñanza y ciencias ligadas a las cuestiones marítimas. Los contactos y el cartesianismo empezaban a mostrarse sin complejos en los escritos de Antonio María de Herrero Andrés Piquer.

Observatorio astronómico Armada Cádiz
REAL INSTITUTO Y OBSERVATORIO ASTRONÓMICO

Con todo, no fue hasta los años cincuenta y sesenta cuando se abrió un tercer período de suma importancia en la actividad científica. Es una etapa fecunda que tendrá el rasgo definitorio de la militarización de la ciencia española y el progresivo predominio de lo experimental. Linneo y Conti, Franklin o Tournefort empezaban a ganar adeptos entre los círculos cultos de la nobleza cortesana o provincial. En filosofía, el eclecticismo acaba por constituirse en doctrina oficial y los jesuitas pasaron a controlar amplias parcelas de poder en la Corte.

Fue una etapa muy fecunda en cuanto a la creación de nuevas instituciones científicas. Se fundaron los Colegios de Cirugía de Barcelona (1748) y de Cádiz (1760). En 1750 se abrieron la Academia de Guardia de Corps de Madrid, la Academia de Artillería de Barcelona y la Academia de Ingenieros de Cádiz. En esta misma ciudad se instaló el Observatorio de Marina tres años después. En 1757 se inauguró la Real Sociedad Militar de Madrid y en 1762 el Colegio de Artillería de Segovia. En 1764, los alumnos del padre Tomás Cerdá en el Colegio de Cordelles de Barcelona constituyeron la Conferencia Físico-Matemática, origen de lo que después sería la Academia de Ciencia naturales, fundada en 1770.

Casi todas las nuevas instituciones científicas eran el resultado de iniciativas miliares. El Ejército y la Armada aparecían con una gran decisión en la apuesta por la renovación científica española, desde luego mucho más que una universidad que continuaba prácticamente anclada. Por último, en esta época comenzó una decidida política se salidas al extranjero a través de viajes programados y de provisión de pensiones a jóvenes científicos o artesanos que fueron a capitales europeas, preferentemente a París, en busca de los más recientes descubrimientos técnicos.

REAL JARDÍN BOTÁNICO DE MADRID

La investigación de aplicaciones concretas a los nuevos conocimientos marcó en buena medida la cuarta etapa, que se extendió entre los años setenta y ochenta del siglo. La enseñanza de las ciencias útiles en instituciones dedicadas a la náutica, en escuelas de bellas artes, dibujo y diseño industrial, en academias militares, en sociedades económicas o en consulados, fueron una constante de este período de la ciencia española. En el mundo de las disciplinas naturales el Jardín Botánico retomó nuevos vuelos, en la medicina el Protomedicato vio reformado su actuación en 1780 al ser dividido en tres audiencias (Medicina, Cirugía y Farmacia). En ese mismo año se creo en Madrid el Colegio de Cirugía de San Carlos, que aseguró una mejor preparación de cirujanos y médicos.

Al mismo tiempo, las autoridades promocionaron las expediciones científicas, lo que reforzó en buena medida los conocimientos de cartografía, hidrografía y astronomía.

Tofiño y Malaspina dieron comienzo a una importantísima serie de expediciones ilustradas. A la investigación y acumulación de los conocimientos botánicos y geográficos se unieron en esta etapa la progresiva consolidación de la Química aplicada a la Minería y la Metalurgia. En 1776 el Seminario de Bergara creó cátedras ligadas a la Química. Los diversos ministerios, por razones variadas, promocionaron estos estudios en los años sucesivos.

En 1787, se creó la cátedra de Química aplicada a las artes, dos años más tarde se fundaba la Real Escuela de Mineralogía y un año después el laboratorio de Química del Jardín Botánico. Incluso en las universidades aparecieron cátedras, como en la de Valencia, mientras que el Colegio de Cirugía de Cádiz también promocionó estas enseñanzas. Finalmente, los años ochenta vieron también cómo el reiterado intento de crear una Academia de Ciencias Naturales en Madrid, proyectada por Jorge Juan y Antonio Ulloa, mientras era ministro Ensenada, conoció la firma del rey a presentación de Floridablanca en 1785.

TERTULIA EN EL REAL SEMINARIO DE VERGARA

En definitiva, una etapa en la que el mantenimiento del imperio americano, el incremento de las fuerzas productivas nacionales (agricultura e industria) y los motivos de carácter sanitario ayudaron a promover la atención de los gobiernos por la ciencia y la tecnología. Y es que la ciencia española vivió bajo el reinado de Carlos III un movimiento de relativo apogeo, en el que las diversas autoridades pasaron a tomarse el avance técnico como una cuestión de Estado que afectaba esencialmente al progreso de toda la nación y a las aspiraciones de fortalecimiento de la Monarquía.

El reinado de su hijo Carlos IV no fue para nada un período de paralización y empobrecimiento de la ciencia. Aunque la iniciativa decreció sin duda, toda la lenta cristalización del proceso institucional no marcó el límite de las posibilidades de la Ilustración. A finales de la centuria y en los primeros decenios del Ochocientos, cuando tantas cosas se encontraban en crisis, los esfuerzos realizados en las décadas anteriores comenzaban a ofrecer resultados en la investigación científico-técnica. Con todo, la Revolución francesa también abrió en el terreno científico un período de desconfianza hacia las nuevas ideas, especialmente las procedentes de Francia.

A pesar de que la Monarquía hispánica y sus instituciones efectuaron una gran labor científica, los resultados científico-técnicos de la España ilustrada no consiguieron el nivel de éxito comparado con los obtenidos por las grandes potencias europeas. Aunque no faltaron individualidades de gran talla, la ciencia española fue más débil institucionalmente que las de otras monarquías. De hecho, este proceso científico y tecnológico dejó entrever cuáles fueron las características principales del desarrollo de la ciencia española dieciochesca: militarización, centralización, utilitarismo y americanismo.

En efecto, los diversos institutos militares de la monarquía tuvieron una actuación fundamental en el progreso científico español, de tal forma que en realidad se efectuó una militarización de la ciencia hispana, motivada esencialmente por cuestiones generales de carácter geopolítico. Los programas de renovación de las fuerzas armadas exigían técnicos cualificados en el terreno de la artillería y la marina. La guerra requería tecnología y ésta precisaba, a su vez, de investigación científica de base. Además, las fuerzas armadas eran las principales demandantes de productos manufacturados y, por tanto, estaban también interesadas en un abundante y barato aprovisionamiento.

Por otro lado, si algo era fácil de manejar por parte del poder real y de sus ministros eran las instituciones militares. La introducción de novedades era allí más fácil que en la universidad. Así que matemáticas, química, astronomía, metalurgia, medicina o náutica fueron en buena medida disciplinas que se cultivaron especialmente en las instituciones militares. La monarquía fue la que más se aplicó en la importancia de profesionales y científicos para la mejora inmediata de problemas prácticos que se iban planteando, política que a largo plazo supuso a veces una subordinación de las inversiones de base.

LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA Y AMERICANA

El progresivo interés de los gobiernos por el desarrollo científico-militar y sus múltiples aplicaciones supusieron en la práctica una relativa centralización de la actividad investigadora. La monarquía pasó a impulsar y controlar instituciones dedicadas al desarrollo de disciplinas científicas concretas de las que a juicio de los gobernantes estaba falto el país. Las academias y colegios cubrieron la triple vertiente de ser centros dedicados a la docencia, a la actividad científico-técnica y a la protección profesional, entidades que, por lo demás, siempre estuvieron tuteladas por los gobiernos. El reformismo fue muy normativo y bastante celoso de guardar las competencias que le permitían asegurar un proceso uniforme y controlado de la actividad científica, por lo demás tan relacionada con la constante aspiración gubernamental al crecimiento de la economía.

Ahora bien, partieran las iniciativas del gobierno o de los particulares (sobre todo de la burguesía comercial), resulta a todas luces evidente que se pretendió dar un sentido eminente práctico a las instituciones científico-docentes: la ciencia debía tener una clara vertiente utilitaria. La química tenía que servir para la metalurgia y para los tintes; la náutica y la astronomía para la armada y el comercio; el diseño y el dibujo para los tejidos, al igual que la geometría; la botánica, la medicina y la farmacia debían procurar adelantos notables en la curación de los enfermos.

Esa necesidad práctica hizo que junto a la ciencia pura se buscara a la aplicada, junto a la conquista de conocimientos la divulgación de los mismos en los diversos centros de enseñanza. Y cuando la difusión tomaba forma escrita, la Imprenta Real tenía un importante papel en el desarrollo textual de algunas ciencias. Casi todo estuvo pensado al servicio de la utilidad: los científicos hispanos partían de las necesidades más inmediatas para girar su vista hacia la investigación. El objetivo preferente fue conseguir buenos técnicos capaces de solucionar problemas concretos aplicando conocimientos. Desde la segunda mitad del siglo, se asistió al triunfo de lo empírico por encima de lo teórico, que pasó a segundo plano aunque no desapareció. Y, según los expertos, no debió de ser extraño a este fenómeno la implantación del eclecticismo como filosofía oficial.

Expedición político-científica Mundo Alejandro Malaspina
EXPEDICIÓN POLÍTICO-CIENTÍFICA DE ALEJRANDO MALASPINA

América se convirtió en un excelente campo de actuación privilegiado. Se efectuó un americanismo de la ciencia española, fenómeno expresado a través del interés que gobernantes y científicos demostraron por aquel continente. Los virreinatos americanos eran parte esencial del plan de reforma ilustrada y todo lo referente a ella interesaba sobremanera.

Las diversas disciplinas y las diferentes instituciones científicas españolas se preocuparon de su agricultura, de su geografía, de sus minas, de su cultura y de su historia. Las secretarías de Hacienda o de Indias, el Jardín Botánico o el Real Gabinete de Historia Natural, por ejemplo, parecieron contribuir a un mismo fin: conocer mejor América para sacarle más adecuadamente sus frutos.

La meta a conseguir fue siempre la misma: explorar más racional y sistemáticamente el gran tesoro que las Indias atesoraban. La ciencia era, en este sentido, un elemento imprescindible en el conjunto de medidas que debían permitir tan importante objetivo de interés nacional. Las expediciones científicas o el viaje ilustrado a las Américas estuvieron en la agenda de los investigadores y políticos españoles.

Con estas características fundamentales, el Siglo de las Luces vio florecer en las diversas disciplinas científicas y tecnológicas una serie de significadas realizaciones que, sin llegar a resultar espectaculares y sin poder comparase con las que se estaban produciendo en los países más avanzados de Europa, sí que produjeron un doble efecto: primero, sirvieron para avanzar en determinadas parcelas concretas del conocimiento; segundo, en términos más generacionales, puede afirmarse que pusieron los fundamentos para que en algunas áreas científicas entraran incipientemente los rudimentos básicos de la ciencia moderna.

DOCTRINA DE LA GUERRA JUSTA POR JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA


El derecho al dominio político español en el Nuevo Mundo conllevaba implícita la legitimidad de la guerra. Esta es la doctrina de la guerra justa que defendió Juan Ginés de Sepúlveda en la denominada "polémica de los naturales" frente a las tesis de Francisco de las Casas, y que tuvo como resolución la controversia de la Junta de Valladolid sobre los Derechos Humanos en 1550.

Era un humanista, filósofo, jurista e historiador, situado en el lado más extremo y antítesis de la teología española del siglo XVI. Defendió con argumentos difícilmente compatibles con la doctrina de la no-violencia predicada por Jesucristo, por mucho que pretendiera apoyar sus tesis en San Agustín, Tomás de Aquino y otros doctores de la Iglesia.

Juan Ginés Sepúlveda polémica naturales guerra justa
DOCTRINA DE LA GUERRA JUSTA POR JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA

Juan Ginés de Sepúlveda había nacido en Pozoblanco, Córdoba, en 1490. Desde 1510 a 1515 cursó estudios de artes en la Universidad de Alcalá de Henares, donde obtuvo el título de bachiller, y el de teología en Sigüenza, siendo discípulo del anti-erasmista Sancho Miranda de Carranza

Mediante una beca concedida por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros en 1515, estudió en el Colegio de San Clemente de Bolonia, creado por Gil de Albornoz, que aún existe, y escribió la biografía de su fundador De vita et rebus gestis Aegidii Albornotii. Allí ingresó en la Orden de los Dominicos, entró en contacto con las corrientes humanistas destacándose pronto por su erudición en lenguas clásicas y doctorándose en artes y teología. Durante su estancia, consiguió la protección del príncipe de Capri, el anti-erasmista Alberto Pío, también la amistad de humanista Luis de Lucena, conociendo además a Julio de Médicis y Adriano VI.

Entre los años 1523 y 1526, residió en Roma, sirviendo en la Corte pontificia y asistiendo a las lecciones de Pietro Pomponazzi.

En 1527, se trasladó a Nápoles al lado del cardenal Cayetano (Tomás de Bio), que le encargó la revisión del texto griego del Nuevo Testamento.

Contrario a las reformas eclesiásticas del siglo XVI, entabló correspondencia con Erasmo de Rotterdam, al que combatió por no compartir su idea sobre el libre albedrío, y refutó las ideas de Lutero en De fato et libero arbitrio, libri tres.

Apoyó a Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, casada con el rey de Inglaterra Enrique VIII, en su obra Antapollogia pro Alberto Pio Comite Carpensi in Erasmum Roterodamum, publicada en Roma y París, en 1532.

En 1535, acompañó al cardenal Francisco de los Ángeles Quiñones a Génova, encargado de cumplimentar a Carlos V. El emperador quedó tan prendado de Ginés de Sepúlveda que le nombró capellán y cronista real. De regreso a España, vivió en la Valladolid cortesana y en su Córdoba natal.

Colegio Clemente Bolonia Ginés Sepúlveda
CÓLEGIO DE SAN CLEMENTE EN BOLONIA

Sepúlveda era un hombre de vasta cultura, conocedor de las lenguas clásicas. Su interés por Aristóteles le llevó a traducir su Política, su Ética y otros libros del Estagirita en 1548, y los Comentarios a la Metafísica de Alejandro de Afrodisia.

De Aristóteles asumió la tesis que defendía que existen hombres que habían nacido para ser esclavos. También estaba a favor del sometimiento de las culturas inferiores, cuya influencia fue determinante para sostener la legitimidad de la Conquista de América en función de infundir a los indios una cultura superior y cristiana. Partiendo de esta tesis racista, calificaba a los indios como bárbaros y justificaba como legítimo y necesario la utilización de la violencia como único procedimiento para erradicar sus ritos idolátricos y su incultura. Fue contrario al espíritu de Las Leyes Nuevas.

A pesar que las conquistas de Cortés y Pizarro ya habían acabado con los dos mayores imperios y regiones de América, Sepúlveda defendió la justicia de aquellas guerras, sentando por principio:
"… que es lícito subyugar con las armas á aquellos, cuya condición por naturaleza es tal, que necesariamente han de obedecer á otros. …, que siendo los Americanos naturalmente siervos, bárbaros, incultos é inhumanos; y rehusando como lo hacían el imperio de hombres mas perfectos que ellos, era justo conquistarlos y sujetarlos, por la razón misma que la materia se sujeta á la forma, el cuerpo al alma, el apetito á la razón, lo peor á lo mejor."
No satisfecho con querer someter a los habitantes del Nuevo Mundo, incitaba a Carlos V a expandir los dominios del Imperio español hasta Asia Menor, a mayor gloria del Cristianismo y de España, pero sin dejar de mencionar las riquezas existentes en aquella región.

Epistolarium Apologia Ginés Sepúlveda
EPISTOLARIUM Y APOLOGIA

En su Exhortación a Caros V (Oratio ad Carolum V ut bellum suscipiat in Turcas) escribía al emperador en 1535 con delirios de grandeza, proponiéndole desorbitados planes expansionistas: "¿Por qué no te decides, César, y te lanzas, sin temor, por este camino que Dios y el destino te muestran para las cosas más altas y el dominio del mundo?" Sepúlveda hacía compatible la disciplina militar y la creencia cristiana defendiendo la guerra justa, solo en los casos que: sea declarada por autoridad legítima, con la intención de corregir, actuando con moderación y proporcionalidad, y para repeler agresiones, recuperar el expolio y castigar a los agresores.

Se convirtió en el defensor oficial de la conquista, colonización y evangelización de los indígenas americanos, justificando el derecho de unos pueblos a someter a otros para su civilización superior, y el derecho del dominador sobre el dominado para evangelizarlo y elevarlo a su misma cultura, ya que eran pueblos sin civilizar.

Era lógico que un hombre que razonaba en estos términos rechazase la política irénica y humanista postulada por los principales teólogos de su generación, especialmente chocó de frente con la tesis iusnaturalista de Francisco de Vitoria.

Esta teoría quedó escita en su obra Democrates alter, sive de justi bellis causis suscepti apud Indos (Diálogo de las justas causas de la guerra): sobre las causas justas de la guerra y la legitimidad de la conquista española en América y sobre la licitud de la guerra por el derecho de los cristianos a hacerla contra los idólatras en virtud de la autoridad del Papa.

El obispo de Segovia, Antonio Ramírez de Haro, consiguió que se prohibiera el Democrates Alter gracias a la intervención de Francisco de las Casas y a la influencia de las universidades de Salamanca y Alcalá. Finalmente, Sepúlveda logró publicar en Roma bajo el título de Apología pro libro de justis belli causis (Defensa de las justas causas de la guerra), gracias a la intervención de su amigo Antonio Agustín, presidente del Tribunal de la Rota Romana, y miembro destacado de la Corte pontificia.
"Con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores a los españoles como niños a los adultos y las mujeres a los varones, habiendo entre ellos tanta diferencia como la que va de gentes fieras y crueles a gentes clementísimas.
¿Qué cosa pudo suceder a estos bárbaros más conveniente ni más saludable que el quedar sometidos al imperio de aquellos cuya prudencia, virtud y religión los han de convertir de bárbaros, tales que apenas merecían el nombre de seres humanos, en hombres civilizados en cuanto pueden serlo.
Por muchas causas, pues y muy graves, están obligados estos bárbaros a recibir el imperio de los españoles [...] y a ellos ha de serles todavía más provechoso que a los españoles [...] y si rehusan nuestro imperio (imperium) podrán ser compelidos por las armas a aceptarle, y será esta guerra, como antes hemos declarado con autoridad de grandes filósofos y teólogos, justa por ley natural.
La primera [razón de la justicia de esta guerra de conquista] es que siendo por naturaleza bárbaros, incultos e inhumanos, se niegan a admitir el imperio de los que son más prudentes, poderosos y perfectos que ellos; imperio que les traería grandísimas utilidades, magnas comodidades, siendo además cosa justa por derecho natural que la materia obedezca a la forma."
BARTOLOMÉ DE LAS CASAS Y JUAN GINÉS DE SEPÚLVEDA

En contra de esta obra, Bartolomé de las Casas publicó sus Treinta proposiciones muy jurídicas, además consiguió impedir la entrada de este libro en España, e incluso se ordenó la quema de los ejemplares que ya hubiesen entrado; y también se prohibió su envío a las Indias. Pero Sepúlveda, no dándose por vencido, envió el libro al Concilio de Trento, que se desentendió del asunto.

En 1549, el Consejo de Indias propuso la celebración de una reunión de teólogos y juristas en Valladolid, formalizada en Junta, entre los meses de agosto y septiembre de 1550, con el objetivo de solucionar la disputa, que recibió el nombre Controversia de Valladolid. Fue la denominada "polémica de los naturales" el primer debate sobre los Derechos Humanos. Sus contendientes principales fueron Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas.

Sepúlveda, partidario de un Consuetudinarismo aristotélico y de la Razón de estado de Nicolás Maquiavelo, defendió sus ideas sobre la justicia de la guerra contra los indios a causa de sus costumbres caníbales y los sacrificios humanos, por su inferioridad cultural y para evitar guerras entre ellos, argumentos a los que ya se habían opuesto los seguidores del iusnaturalismo de Francisco de Vitoria. Además, él creía que las conquistas eran necesarias por el adelantamiento cultural de España, de forma que la civilización equivalía a derecho del dominador sobre el dominado para evangelizarlo y elevarlo a su misma altura.

Ginés de Sepúlveda basó su defensa en los argumentos siguientes:
1. los habitantes de la Tierra bíblica de promisión, antes de establecerse en ella los israelitas, fueron castigados por haber cometido idolatrías y sacrificios humanos. 
2. las palabras de Dios en el evangelio de San Lucas (cap. XIV, v.23) han de entenderse como compulsión física y corporal.
3. San Agustín aprueba que se coaccione a los paganos, y no sólo a los herejes, si bien esto ha de hacerse para apartarlos de la idolatría y predicarles la fe cristiana, no para obligarles a creer en ésta.
4. el Papa San Silvestre, cuando convirtió y bautizó a Constantino, exhortó a éste a que castigase la idolatría con pena de muerte y pérdida de bienes.
5. las palabras de San Pablo en la Epístola I a los Corintios han de interpretarse como potestad de las iglesias y del Papa para predicar a los infieles, subordinando a dicho poder espiritual todas las cuestiones temporales.
6. el poder y potestad que Cristo transmitió a San Pedro y a sus sucesores se extiende a los fieles.
7. los canonistas enseñan que sólo por no guardar la Ley natural, o por ser idólatras, pueden los gentiles ser castigados.
8. los indios eran realmente bárbaros por no vivir conforme a la razón natural y tener muchas costumbres, públicamente aprobadas entre ellos mismos.
9. aunque la guerra irrita a los indios no por ello debe dejar de hacerse, pues la guerra sirve para preparar la predicación evangélica, y no debe confundirse nunca con ésta, labor tan sólo de frailes y misioneros pacíficos y de vida ejemplar.
10. el Papa tiene mandamiento y poder para predicar el evangelio por todo el mundo, y en consecuencia tiene también potestad para forzar y obligar a oír tal predicación.
11. no es verdad que las guerras a los indios traigan mayores males que sus prácticas idolátricas y de sacrificios humanos, pues sólo en la Nueva España morían sacrificados más de 20.000 inocentes al año, según los viajeros de tales regiones.
12. en la intención de donación pontificia de Alejandro VI en 1493 entraba el ceder a los Reyes Católicos el dominio sobre aquellas tierras y sus habitantes, a fin de que tras el dominio político se facilitase la predicación evangélica.

El rey Felipe II le confirmó en el cargo de cronista en 1556, después de haber sido su preceptor cuando era príncipe. Ese año editó De rebus hispanorum gestis ad Novum Orbem Mexicumque, que era una historia de la conquista del Nuevo Mundo en 30 volúmenes. También una crónica de carácter panegírico sobre el emperador De rebus gestis Caroli V. Pero ya había decidido retirarse a su pueblo natal de Pozoblanco, dedicándose a escribir las obras de historia que le han dado su gran reputación, y allí falleció en 1573, a los 83 de su edad.

Ginés Sepúlveda Pozoblanco escultura
BUSTO DE GINÉS DE SEPÚLVEDA EN POZOBLANCO

LIBERALISMO ANTIFISIOCRÁTICO DE VALENTÍN DE FORONDA


Economista, escritor y político ilustrado y liberal, Valentín de Foronda ha sido considerado uno de los máximos representantes de la corriente crítica del pensamiento ilustrado. Sus obras tienen importancia por los principios económicos antimercantilistas y antifisiocráticos sobre los que teorizó.

Estableció los principios del Estado liberal en los derechos de propiedad, libertad y seguridad, y defendió los ideales liberales y constitucionalistas a fines del siglo XVIII y principios del XIX.

Valentín Foronda pensamiento ilustrado antimercantilismo antifisiocrático
LIBERALISMO ANTIFISIOCRÁTICO DE VALENTÍN DE FORONDA

Valentín Tadeo de Foronda y González de Echavarri era natural de Vitoria, donde nació en 1751, perteneciente a una familia noble y acaudalada. Su padre fue Luis Antonio de Foronda, caballero de la Orden de Santiago y tesorero general de la Santa Cruzada en La Paz; y su madre, Catalina de Echavarri, era hija de un secretario del Consejo del rey y regidor perpetuo de Vitoria. Su familia tenía intereses comerciales en la Compañía Guipuzcoana de Caracas.

Durante el reinado de Carlos III, participó en la creación del Banco de San Carlos con su amigo Francisco de Cabarrús, el principal promotor del proyecto. Cursó estudios de Economía Política en Francia, materia que más tarde impartió en el Seminario de Vergara, que él mismo impulsó, como miembro de la Real Sociedad Económica Bascongada de Amigos del País. Además impartió clases de economía política.

Desengañado del modo de obrar y pensar esta Sociedad Económica, dejó de ser miembro de la misma. Había definido a sus socios los caballeritos de Azcoitia de "fanáticos de la antigüedad", aunque mantuvo un estrecho contacto con sus socios frecuentando esta institución. También se preocupó de las duras ordenanzas de limpieza de sangre y xenofobia contra el forastero en las Provincias Vascongadas.


En 1777, fue elegido regidor de Vitoria, mandato durante el cual ayudó a fundar la Casa de la Misericordia de Vitoria.


SEMINARIO DE VERGARA

Viajó por Italia, Francia, Flandes, Gran Bretaña Alemania y entabló amistad con los profesores extranjeros del Seminario, con lo que accedió a bibliografía exterior difícil de hallar en España. Finalmente, se estableció en Burdeos, donde mantuvo contactos con algunos de los representantes del pensamiento ilustrado del momento.

Su afición al estudio le transformó en un polígrafo interesado por numerosos temas. Tradujo, entre otras obras, Instituciones políticas, del Barón de Bielefeld; Lógica, de Étienne Bonnet de Condillac; Belisario, de Jean François Marmontel, y la Enciclopedia metódica de Charles Panckoucke; escribió asimismo diversos estudios sobre Jean Jacques Rousseau.


Publicó habitualmente en la prensa periódica (Diario de Madrid, Diario de Zaragoza, Semanario de Salamanca, etc.). Publicó obras sobre química, lógica economía y política. Fue elegido miembro de las sociedades económicas de Zaragoza y de Valladolid, de Ciencias Naturales de Barcelona, de Ciencias y Artes de Burdeos y posteriormente de nada menos que la Sociedad Filosófica Americana de Filadelfia, fundada por Benjamín Franklin. 
Con anterioridad a 1789, el contenido político y económico de las propuestas de Foronda fue relativamente moderado, pero, después de esa fecha, evolucionó hacia el más puro Liberalismo.

Hasta 1789, fue reflejando en su obra las ideas de Montesquieu, Coyer y el Humanismo de Filangieri, Hume y Brissot de Warville. Desde ese año, empezó a publicar una serie de cartas en las que radicalizaba los principios económicos liberales, publicadas en el Espíritu de los Mejores Diarios. Estas cartas fueron reeditadas en Madrid (primer tomo, 1789; segundo, 1794; después reimpresos en 1799) y en Pamplona (1821), bajo el título Cartas sobre los asuntos más exquisitos de la economía política, clara defensa de los ideales políticos y económicos liberales y crítica del análisis económico fisiocrático de François Quesnay
. Se trataba de una gran crítica al intervencionismo estatal que reflejaban las preocupaciones de las clases burguesas españolas de un modo que era imposible encontrar en escritos anteriores. En ellas afirmó:
"Los derechos de propiedad, libertad y seguridad son los tres manantiales de la felicidad de los estados."
En dichas cartas citaba las obras de Davenant, John Locke, Adam Smith, Accarias de Serionne, Nicolás Donato, Forbonnais, Graslin, Herbert, Necker, Plumard de Dangeul, etc. En realidad, su pensamiento estaba formado en la escuela fisiocrática de Quesnay y en el Iusnaturalismo, a través de las relaciones que tuvo con Burdeos y con Guillaume Grivel, abogado y fisiócrata tardío afincado allí, pero se separó de dicha doctrina en puntos muy importantes. Rechazaba la descripción del orden social físico de esta escuela y se negaba a aceptar algunos de los principios analíticos de la misma (impuesto único sobre la tierra y el gran cultivo, por ejemplo) y las políticas derivadas de los mismos. Por otra parte, interpretaba el principio de seguridad según las ideas de Holbach y de Grivel. Por eso criticaba el despotismo y defendía los derechos políticos del ciudadano y la primacía de la soberanía popular sobre la real.

CARTAS SOBRE LA POLÍTICA

También publicó sus Cartas sobre la policía (1781). La variedad de su producción se aprecia en libros como Miscelánea o Colección de varios discursos, que es una compilación de los discursos pronunciados en la Sociedad Bascongada de Amigos del País, que incluye, entre otros textos, Disertación sobre lo honrosa que es la profesión del comercio (1778), Disertación sobre la nueva Compañía de Indias Orientales (1784) y Cartas sobre el Banco de San Carlos (1786-1787). Se ganó rápidamente enemigos por sus ideas. Fue multado y obligado a abandonar Vergara por practicar con su hijo Fausto la inoculación de la viruela, y fue denunciado a la Inquisición por leer libros prohibidos. Además el inquisidor Juan Francisco Torrano le acusó de connivencia con los franceses durante la Guerra de la Convención (1794-1795) y la ocupación de Guipúzcoa, acusado de ser un colaboracionista francés. Ante estas delaciones, se exilió unos años a París.

Consiguió el cargo de cónsul general en Filadelfia en 1801. En 1807, asumió además el puesto de encargado de asuntos económicos del reino de España en Estados Unidos por el regreso del embajador. En esta ciudad publicó unas interesantes Observaciones sobre algunos puntos de la obra de Don Quijote (1807), aunque fue publicada en Londres bajo firma de T. E. (sus segundos nombre y apellido, Tadeo Echavarri), temeroso de la crítica cervantófoba que se volcó en esta obra; las cartas habían empezado a redactarse en 1793 en Vergara y reprochaban a la obra no ser todo lo edificante ni decorosa que fue recomendable, así como ciertas flojedades e incorrecciones de estilo, en lo que el mismo autor reconocía no conocer suficientemente la lengua de la época; parte de esas acusaciones fueron después rebatidas por Diego Clemencín.


En otro panfleto anónimo defendió la necesidad de abandonar las colonias españolas: Carta sobre lo que debe hacer un príncipe que tenga colonias a gran distancia, en Filadelfia (1803). También publicó allí Cartas presentadas a la Sociedad Filosófica de Philadelphia, (1807).
INSTITUTO DE HISTORIA SOCIAL VALENTÍN DE FORONDA

Tras la invasión francesa y unos momentos de indecisión, en los que se le llegó a acusar de jacobino, en vísperas de su llegada a Cádiz publicó en Filadelfia unos Apuntes ligeros sobre la Nueva Constitución proyectada por la Junta Suprema de España y reformas que intenta hacer en las leyes, que merecieron los elogios del presidente Thomas. En tal escrito defendía un gobierno constitucional con separación de poderes, la soberanía del pueblo y las libertades individuales frente al despotismo.


Harto de la camarilla de Casa-Irujo y las dificultades que le ponían para solucionar los problemas que provocaba el comercio español con los Estados Unidos, solicitó su retorno a España, obteniéndolo en 1809. La Junta Suprema le nombró en 1810 intendente honorario del Ejército, y, tras las Cortes de Cádiz celebradas entre 1810 y 1813 en las que formó parte, fue nombrado miembro de la Junta de Censura, protectora de la libertad de imprenta, en Galicia.


En estos años, fue publicando diversas cartas sobre temas constitucionales: Cartas sobre varias materias políticas, en Santiago (1811), Ligeras observaciones sobre el proyecto de Nueva Constitución, La Coruña (1811). En estos escritos denunciaba una constitución que no especifica claramente los derechos individuales, otorga excesivos poderes al rey y no separa los espacios político y religioso. El proyecto territorial de Valentín de Foronda para la Constitución de 1812 trataba de dividir a España en dieciocho partes geométricas denominadas con números a fin de suprimir los nombres de Vizcaya, Castilla, Andalucía, etc., "que solo eran origen de disputas crueles, pueriles y funestas".

Siendo protegido del ministro de Hacienda, Francisco Cabarrús, Foronda defendió la pervivencia del Banco Nacional de San Carlos y participó como accionista en la Compañía naviera de Filipinas.

BARCO DE ESPAÑA ANTIGUO BANCO DE SAN CARLOS

Sus ideas se vertían en los periódicos El Patriota Constitucional, El Ciudadano por la Constitución y La Gaceta Marcial y Política, desde los cuales combatió la tortura, la Inquisición, los abusos del clero gallego, la falta de garantías procesales en los pleitos, etc. Escribió además unas Cartas sobre la obra de Rousseau titulada Contrato social, en La Coruña, en 1814. Por sus escritos críticos contra el Antiguo Régimen, se ganó la enemistad de la Iglesia gallega y de los absolutistas de la región.

Tras la derogación de la Constitución de 1812 y la vuelta del Absolutismo fernandino en 1814, ingresó en una prisión madrileña como consecuencia de sus ideas políticas, y al año siguiente fue sentenciado a diez años de destierro en Pamplona. En la ciudad navarra, a través de Vidarte, pudo colaborar en las Cortes de Navarra en 1817 y 1818 para la inclusión de los principios liberales. Al ser rehabilitado políticamente en el Trienio liberal, intentó infructuosamente conseguir el Consulado general de Francia, aunque logró que las Cortes reconocieran públicamente su labor y fue nombrado ministro del Tribunal especial de Guerra y Marina.


Reeditó algunas de sus obras, relató el juicio político a que había sido sometido en Defensa de los dieciséis cargos hechos por don José de Valdenebro, en 1820, y escribió nuevos artículos para El Liberal Guipuzcoano, en 1821. Ese año murió en Pamplona.

DIVISIÓN REGIONAL DE ESPAÑA SEGÚN VALENTÍN DE FORONDA

En el ámbito de la filosofía, Foronda ha pasado por ser uno de los más eficaces difusores del Sensualismo de Étienne Bonnot de Condillac, mediante la traducción de su Lógica. Unos años antes, el capitán Bernardo María de Calzada ya había hecho una traducción con el título Lógica o los primeros elementos del arte de pensar (1784).

Sin duda, Foronda no la encontró suficientemente asequible para todo el mundo, por lo que se propuso elaborar otra traducción, acomodada a la capacidad de su hijo, y para lo cual se esforzó en ponerla en diálogo: Lógica de Condillac puesta en diálogo por don Valentín de Foronda. Su amplio subtítulo ofrece ya una idea de los varios temas filosóficos a tratar: Y adicionada con un pequeño tratado sobre toda clase de argumentos y sofismas, y con varias reflexiones sobre la Aritmética moral de Buffon, sobre medir las cosas inciertas, sobre el modo de apreciar las relaciones de verosimilitud, los grados de probabilidad, el valor de los testimonios, la influencio de las casualidades el inconveniente de los riesgos, y sobre formar el juicio del valor real de nuestros temores y esperanzas.

Foronda consiguió el objetivo que se propuso con esta nueva versión, que fue publicada en Madrid, en 1789 y 1794. Marcelino Menéndez Pelayo se refirió a él en su Historia de los heterodoxos españoles:
"El estilo de Foronda es agradable y sencillo, casi igual en limpieza y claridad al del autor que traduce."