SEGOVIA PARADIGMA DE CIUDAD CASTELLANA MEDIEVAL


Segovia es probablemente la más paradigmáticas de las capitales castellanas de la Baja Edad Media, cabeza del negocio lanero de la Mesta y solar de los reyes castellanos. Fue recuperada para la Cristiandad por Alfonso VI. En su Alcázar, Alfonso X el Sabio compuso las Tablas Astronómicas de mayor trascendencia de la época.

En 1474 tuvo lugar la Concordia de Segovia, un tratado entre Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón, que determinaba las funciones que este último debía asumir en la administración y gobierno del Reino castellano. En la Iglesia de San Miguel fue proclamada Isabel como reina y propietaria de Castilla y su marido Fernando como legítimo rey consorte ante las aspiraciones de su sobrina Juana la Beltraneja.

En la España imperial, fue bastión de rebeldes al mando de Juan Bravo en la Guerra de las Comunidades de Castilla contra el emperador Carlos V.

Segovia Castilla Medievo Renacimiento
SEGOVIA CIUDAD CASTELLANA MEDIEVAL Y RENACENTISTA

Acogedora y entrañable, solemne y añeja, mística y mágica, Segovia es, probablemente, la más paradigmáticas de las capitales castellanas. 

En la Baja Edad Media, esta Segovia pétrea y encastillada era cabeza de cuadrilla de la Mesta y solar de los reyes castellanos. Fue recuperada para la Cristiandad por Alfonso VI. En su Alcázar, Alfonso X el Sabio compuso las Tablas Astronómicas de mayor trascendencia en la Edad Media. Enrique IV sintió predilección instalando aquí su Corte.

En enero de 1474 tuvo lugar la llamada Concordia de Segovia, un tratado entre Isabel I de Castilla y su marido Fernando II de Aragón, que determinaba las funciones que este último debía asumir en la administración y gobierno del Reino castellano. A finales de este mismo año, moría el rey Enrique IV, lo que supuso el inmediato ascenso de su hermanastra. En la Iglesia de San Miguel fue proclamada Isabel como reina y propietaria de Castilla y su marido Fernando como legítimo rey consorte ante las aspiraciones de su sobrina Juana la Beltraneja.

En la España imperial, fue bastión de rebeldes al mando de Juan Bravo en la Guerra de las Comunidades de Castilla contra el emperador Carlos V.

Iglesia San Martín Torre Lozoya Segovia
IGLESIA DE SAN MARTÍN Y TORRE DE LOZOYA

En esos siglos, la ciudad experimentó una época de esplendor gracias al comercio europeo de la lana: tierra de pastores trashumantes y de ovejas de la Mesta, millares de manos se ocuparon en el arte textil de la lana y los telares.

Cuando contaba con la protección de los Trastamara, sus calles eran un hervidero de caballeros y villanos, de judíos, musulmanes y cristianos que convivían más o menos de forma pacífica, con intervalos de reyertas atroces, como a la de 1474, que tiñó de sangre las calles de la judería.

En el Buscón que Francisco de Quevedo, fue morada de un pícaro llamado Don Pablos: "Yo, señor, soy de Segovia…".

Navagero, el embajador de Venecia que acudió a Sevilla a la boda del emperador Carlos V con Isabel de Portugal, relató: "… es bellísimo, no he visto ninguno que lo semeje ni en Italia ni en parte alguna."

El poeta José Hierro escribió: "Torres de pan matinal que cocieron los siglos. Torres que fue madurando el ocaso."

Y eso es en parte Segovia, un núcleo medieval amurallado, ceñido a un templo colosal y dotado de un incontenible vigor de verticalidad. Sus calles apretadas y empinadas, y sus plazas de resonancias centenarias descansan en una serrezuela rocosa y alargad, convertida en península por el surco de dos ríos: el Clamores, pequeño y ralo, al sur, y el Eresma, más abundante, al norte. Su superficie no rebasaba la que actualmente ocupan unos viejos barrios con nombres tan significativos como Caballeros, Canongías, San Millán o la Judería.

CONCORDIA DE SEGOVIA ENTRE LOS REYES CATÓLICOS

El casco histórico medieval que ha permanecido traza una figura oval que parece la planta de un navío. Inspirado en esta imagen, el filósofo José Ortega y Gasset definió la ciudad como un gran transatlántico místico, y urbano navegando sobre las sombreadas arboledas y dorados trigales, con los pináculos de la catedral y las torres de las iglesias como mástiles, en el que el alto Alcázar ocupa el espacio de la proa, y el eterno acueducto el de la popa. Mientras, a babor y a estribor se extiende la ciudad moderna, aunque con mesura.

La muralla medieval se inició en el siglo XI, tras la toma de la ciudad por Alfonso VI, y su perímetro alcanza casi tres kilómetros. Está alternada de torretas y pórticos, y se conserva tres de las siete puertas de acceso al núcleo medieval, siendo la más característica la Puerta de Santiago.

ACUEDUCTO DE SEGOVIA

Desde la plaza del Azoguejo se contempla el inmenso, rotundo y sólido Acueducto que ha resistido el paso del tiempo después de dos milenios, como un símbolo del colosal poder del Imperio de Roma, siendo catalogado en la actualidad como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

La perfecta construcción que alcanza los 29 metros de altura, la interminable sucesión de más de 150 arcos, y la pureza de sus líneas conmueven como sólo pueden hacerlo las obras maestras.

Es, además, una enorme labor de ingeniería que certifica el origen latino de la ciudad y la construcción más importante heredada de la Hispania romana. La población hispanorromana dio carácter urbano a lo que hasta entonces sólo había sido un poblado íbero. Construido en tiempos de Augusto, en el siglo I, abastece a la ciudad con el agua que toma del río Acebada, en la sierra de Fuenfría. Desde ahí, recorre 15 kilómetros hasta llegar a El Caserón, donde el canal se trasmuta en la doble arquería que cruza entre los tejados para cubrir, zigzagueante, 728 metros.

Los 44 arcos del cuerpo inferior y los 119 del superior están asentados en seco, sin argamasa alguna. Entre los tres arcos centrales se abren dos hornacinas con las imágenes de la Virgen y San Sebastián que sustituyeron en 1520 a las estatuas mitológicas anteriores. La mejor visión del acueducto se obtiene desde los alto de las esclareas del Postigo, al final de la plaza de Avendaño, que dan una noción de su recorrido dentro y fuera de la ciudad.

ACUEDUCTO DE SEGOVIA Y PLAZA DEL AZOGUEJO

Como urbe llena de mística entre sus piedras, la leyenda dice que este acueducto fue obra del diablo, quien la habría levantado en una sola noche a cambio del alma de una moza cansada de acarrear agua. Tal vez para conjurar el poder de tan maléfico arquitecto, se incluyó una hornacina en el frontal de los arcos que dan a la plaza del Azoguejo. Inicialmente, acogió dioses protectores romanos, pero más tarde, en tiempos de Carlos V, fueron sustituidos por la imagen de la Virgen.

Durante su estancia en la ciudad, Ramón Gómez de la Serna dejó escrita una serie de ocurrencias surrealistas en el género de la greguería:
"Es un andamiaje para revocar la bóveda del cielo; la muleta de Dios; el pasadizo de los aeroplanos…"
La plaza del Azoguejo tiene traza de zoco. En tiempos de Cervantes fue uno de los lugares de concentración y expansión de la picaresca, y allí está, desde finales del siglo XIX, el mesón Cándido.

MURALLA DE SEGOVIA SOBRE LA RIVERA DEL CLAMORES

A la izquierda de la plaza, fuera de las murallas, se encuentra la Iglesia de San Millán. Aunque de estilo románico, es el templo de la ciudad donde resulta más patente la influencia del arte mozárabe, sobre todo en su torre y en su cúpula. Tiene tres naves, dos atrios con columnas, tres buenas portadas y cuatro ábsides. Los capiteles ofrecen una buena selección de la mejor escultura románica castellana. Acoge valiosas pinturas al temple del siglo XIII.

Al otro lado de la plaza, por la calle de San Juan, se llega a la monumental plaza del conde de Cheste. Junto a ella se ubica la antigua románica Iglesia de San Juan de los Caballeros. Durante el siglo XIX, mostraba un estado tan ruinoso que se cerró al público. Hasta que, en 1905, fue adquirida por el ceramista Daniel Zuloaga, quien la restauró y convirtió en un estudio para sus trabajos. En la actualidad, el edificio albergar el Museo Zuloaga. Reúne una colección de su obra, así como algunas pinturas de su sobrino Ignacio Zuloaga.

IGLESIAS DE SAN JUAN DE LOS CABALLEROS (MUSEO ZULOAGA)

A los pies del acueducto, comienza la medieval calle Real, formada hoy por la de Cervantes, Juan Bravo e Isabel la Católica. A través de la columna vertebral de esta peculiar embarcación pétrea la historia sale continuamente a su paso, sea en forma de iglesia románica, de mansión blasonada o de continuas referencias a las glorias pasadas.

A través de la calle Cervantes, se accede al mirador de la Canaleja sobre el barrio popular de San Millán, la antigua morería, el barrio de las brujas que el pintor Zuloaga cazó al vuelo. Allí se encuentra la construcción civil más originaria de la ciudad, la Casa de los Picos. Tiene una fachada de piedra tallada en forma de diamante y portada renacentista. En la actualidad es un centro de exposiciones.

Apoyada en la Casa de los Picos, estuvo la puerta principal de Segovia, ante la cual juraban los fueros de la ciudad los reyes de Castilla. Fue derribada en el siglo XIX. También se ubican el Palacio del conde de Alpuente, la mole de la Alhóndiga, y la noble y antigua mansión renacentista de los señores de Quintanar, cuyo nombre viene de las originales piedras en punta que sobresalen de la agresiva fachada.

Desde este mirador, diseminadas entre sencillas edificaciones, se observa la Casa de la Tierra y la mansión señorial de los Ayala-Berganza, la Iglesia de San Millán con su torre mozárabe y la de San Clemente con su amplio y chato torreón.

PLAZA DE SAN MARTÍN Y ESTATUA DE JUAN BRAVO

En la plaza de San Martín, aparece imponente una estatua de Juan Bravo, líder de la Revuelta de los Comuneros de Castilla contra el emperador Carlos V. Entorno a la estatua, los edificios que flanquean la plaza resumen una apretada lección de historia.

La Iglesia de San Martín, en estilo románico, tuvo un origen mozárabe, conservando tan solo la planta cuadra de un templo anterior. Este templo tiene un aspecto palaciego por su portada de columnas adornadas con hermosos capiteles y esculturas de profetas, sus tres pórticos, un retablo mayor en estilo barroco, y la torre mudéjar. Contiene sepulcros góticos y pinturas de finales del siglo XV que guarda la capilla de los Herrera.

Frente a ella, se alza la cuadrada y esbelta el Torre de Lozoya, del siglo XIV, que esconde sus patrios renacentistas tras su arco de medio punto. En la actualidad alberga exposiciones. Y a su lado la Casa de Bornos y la Casa de Solier, que exhibe en su fachada plateresca la riqueza de sus dueños pretéritos. Completa la serie de casas señoriales la soberbia Torre de Arias Dávila y la gruesa y amenazadora Torre de Hércules. Todo el conjunto de casas fuerte y torres nobiliarias recuerda las luchas entre bandos y linajes de la Baja Edad Media.

IGLESIA DE SAN MARTÍN

Siguiendo la calle Juan Bravo, la pasa de Medina del Campo o de las Sirenas, el espacio urbanístico más conseguido de Segovia, y para Dionisio Ridruejo es uno de los más afortunados de Europa, comparable a los que en ciertas ciudades italianas crearon los genios del Renacimiento.

Por la calle Juan Bravo se ubica el Convento de Corpus Christi de las monjas clarisas. Hasta 1419 era la Sinagoga Mayor, pero tras la expulsión judía, en 1492, fue adquirida por Bartolomé Ibáñez, llamándose también Sinagoga Ibáñez. Un incendio devoró toda la belleza y delicadeza del templo más de cuatro siglos después de que los Reyes Católicos expulsaran a los sefarditas. 

Las obras de restauración llevadas a cabo por las madres jesuitinas, en 1982, pusieron al descubierto el "miqvé" (baño ritual), cuya existencia corrobora la importancia de la sinagoga. Pero cuanto puede verse hoy es reconstruido y deferente al original.

SINAGOGA MAYOR (SINAGOGA DE IBÁÑEZ)

La judería de Segovia era una de las más pobladas del Reino de Castilla antes de la expulsión, un laberinto de docenas de callejuelas situadas entre la catedral y la muralla sur. Muchos de los hebreos que aquí vivían eran artesanos y pequeños comerciantes, pero había también personajes de enorme peso social, e incluso político, como Abraham Senior, el financiero y consejero de los Reyes Católicos. Poseía tanta riqueza que su casa estaba valorada en un millón de maravedíes, cuando lo normal en aquella época es que un palacio no pasara de quince mil. En la actualidad, se puede ver su airoso patio de columnas con galería de madera.

CALLEJUELA TÍPICA DE LA JUDERÍA SEGOVIANA

Atravesando angostas y curvadas callejuelas se llega a la Puerta de San Andrés, que es la mejor conservada del viejo recinto amurallado. Desde allí se domina el Pinarejo, pequeña sierra llena de pinares donde están excavadas las tumbas antropomorfas y las cámaras hipogeas del cementerio hebreo. Según las crónicas, muchos judíos segovianos se congregaron allí al llegar el verano de 1492. Después, abandonaron la ciudad y su patria Sefarad.

FACHADA DE LA CATEDRAL DE SEGOVIA

Camino de la proa urbana, los pináculos de la catedral avisan sobre su proximidad en la plaza Mayor. Llamada la "dama de las catedrales" por la delicadeza de su figura pétrea, es austera, elegante y nada ostentosa, basa su encanto en la magia de los juegos de luces. La luz solar se cuela por las vidrieras y forma en el interior una espectacular escenografía con haces de colores.

La moderna Catedral de Segovia se edificó entre los años 1525 y 1577, en estilo gótico tardío, gracias a la contribución de los segovianos, por el arquitecto Gil Hontañón y su hijo Rodrigo. Sustituía a la antigua catedral románica, que se alzaba en la plaza del Alcázar y que fue destruida en la Guerra de las Comunidades de Castilla. Es uno de los templos góticos más importantes de la península Ibérica. En su exterior destacan la alta torre, que se acerca a los 90 metros de altura, y los pináculos y arbotantes que sobresalen de las cúpulas.

El interior de la catedral atesora numerosas obras de gran valor artístico como el retablo de la Piedad, instalado en la capilla del Santo Entierro, la imagen gótica de la Virgen de la Paz del altar mayor, el retablo de Juan de Juni en la capilla del Santo Entierro, el cristo yacente de Gregorio Fernández, y el bello claustro construido para la vieja catedral en 1472 y trasladado al nuevo emplazamiento, piedra a piedra, en 1524. Además, contiene bóvedas de crucería, unos órganos barrocos, una artística rejería y un trascoro neoclásico. Formando parte de la colección con más de quinientos incunables del archivo catedralicio, se encuentra el Sinodal de Aguilafuerte, el primer libro impreso en España.

CATEDRAL DE SEGOVIA

El Museo de la catedral contiene piezas de orfebrería religiosa, pintura y escultura. Lo más interesante es la colección de tapices de Bruselas en la sala Capitular.

El nuevo emplazamiento, en las inmediaciones de la plaza Mayor, obedeció a razones estratégicas: ocupa el espacio de la antigua judería. Así se pretendía conjuntar todo resto hebraico que sobreviviera al decreto de expulsión promulgado por los Reyes Católicos. En todo caso, resulta imposible ignorar el paso de la comunidad judía por la ciudad ya que, junto a la seo formando estrechas callejuelas y plazas umbrías, se apiñan edificios de mampostería y ladrillo que demuestran la existencia de una antigua judería en esta zona.

CATEDRAL DE SEGOVIA

Por el paseo de San Juan aparecen las antiguas murallas que permiten recrear la ciudad medieval a través de las bien conservadas casonas románicas del entorno. Esta avenida conduce hasta los amplios jardines de Daoíz y Velarde, que hacen las veces de antesala del Alcázar. 

Al otro lado de la calle Daoiz se encuentra la Casa del Marqués del Arco, el Palacio Episcopal, la Iglesia de San Esteban y la Iglesia de San Andrés. La Iglesia de San Esteban se construyó entre los siglos XII y XIII, y su torre, con 53 metros de altura, es una de las más bellas del románico español. Tiene cinco cuerpos de arcos de medio punto y destaca sobre el conjunto urbano. Su interior fue reformado en estilo barroco y albergando un soberbio calvario.

CONJUNTO ESCULTÓRICO A LOS CAPITANES DE ARTILLERÍA
DAOIZ Y VELARDE

La estatua de Daoíz y Velarde es una referencia histórica a los capitanes del parque de artillería de Monteléon que en el Madrid de 1808 secundaron al pueblo alzado contra el Ejército francés, durante el Levantamiento del Dos de Mayo. Y es que este alcázar es sede del Museo del Real Cuerpo de Artillería española.

ALCÁZAR DE SEGOVIA

El Alcázar de Segovia ha sido un palacio de los reyes de Castilla y León, más que una fortaleza defensiva. Lo mandó construir Alfonso X el Sabio durante el siglo XII sobre los restos de un bastión anterior, Juan II le dio el punto gótico de su forma definitiva, Enrique IV aumentó su volumen y riqueza, la torre del homenaje se concluyó bajo su reinado, y los Reyes Católicos le añadieron algún retoque. Bajo el reinado de Felipe II, en la segunda mitad del siglo XVI, se añadieron los chapiteles del exterior. En plena Ilustración, el rey Carlos III convirtió el edificio en sede de la Real Academia de Artillería del Ejército español.

El terrible incendio de 1862 devoró todo lo frágil: techumbre, artesonados, galerías, yesos mudéjares, tablas, pinturas, muebles, etc. Pero como explica Dionisio Ridruejo en su excelente guía de Castilla la Vieja, la reconstrucción, bajo musa historicista, fue afortunada, y hoya sigue cautivando a propios y extraños.

ALCÁZAR DE SEGOVIA

La habitual rudeza de las fortalezas castellanas, en el Alcázar de Segovia ha sido sustituida por esbeltas torres que terminan en puntiagudos chapiteles de pizarra, por una trabajada Torre del Homenaje con redondas atalayas en forma de candelabro para velas, por exquisitos ventanales ojivales y diversas terrazas que ofrecen una privilegiada visión de la confluencia de los ríos Eresma y Clamores.

Es un edificio insólito por sus formas sofisticadas, que se asemeja más a los castillos del centro de Europa que a las sólidas y austeras estructuras de la Corona de Castilla. Según dicen, inspiró a Walt Disney a diseñar el castillo de La Bella Durmiente, y es que en palabras de Ridruejo, éste es el castillo real "más parecido a uno de mentira, soñado por un niño".

Ese hechizo legendario no se limita sólo al exterior del Alcázar, sino que incluye los hermosos artesonados de las estancias, el imponente patio de Armas, el patio del Pozo, la torre de Juan II o el magnífico tocador de la Reina.

PATIO DEL POZO DEL ALCÁZAR

El Salón de los Reyes posee un amplio friso compuesto por 52 estatuas policromadas que representan a otros tantos reyes ibéricos, siendo un perfecto inventario de la Monarquía hispánica desde Pelayo hasta Juana de Trastamara.

La Sala del Trono, con cúpula mudéjar, fue utilizada para las grandes audiencias

La Sala de los Almijeces contiene ventanas románicas y está decorada con armaduras y lienzos de los reyes y batallas.

La Sala del Cordón se conservan varias pinturas hispano-flamencas del siglo XV y mobiliario de la época.

SALA DE LA CHIMENEA

SALÓN DE LOS REYES

La Sala de las Piñas toma su nombre de las frutas que decoran el techo, contiene muebles de gran valor.

La Sala del Solio contiene artesonados mudéjares.

La Sala de la Chimenea que fue despacho de Felipe II.

En la Capilla se celebró la boda de Felipe II con Ana de Austria.

MUSEO DEL ALCÁZAR

Algo de mágico tiene también el hecho de que el Alcázar haya sobrevivido a los contratiempos sufridos. Edificado durante el siglo XII sobre un castro romano y una fortificación árabe, se amplió en los siglos posteriores hasta alcanzar la forma actual. La estructura resistió la Guerra de las Comunidades, sufrió grandes desperfectos durante la Guerra de la Independencia y fue devastada durante el incendio de 1862. Tuvo que pasar casi un siglo, hasta 1951, para su reconstrucción, que le devolvió el esplendor de tiempos pasados. 

No solo misticismo, también contiene mucha ciencia. Dentro de sus torres el rey Alfonso X el Sabio estudiaba las estrellas para componer las Tablas Astronómicas, introduciendo en la Europa medieval los estudios de la esfera celeste. Se atrevió a dudar, meditando entre sus libros, de que el Sol gira en torno a la Tierra.

SALA DEL TRONO

Desde la terraza arbolada se contempla la vega del Eresma con su barrio de San Marcos, al que se llega pasando por la Puerta de Santiago, bien plantada sobre rocas, y cruzando el puente. Se encuentra el Santuario Nuestra Señora de la Fuencisla y la Iglesia de San Marcos. Siguiendo por la ribera del Eresma, continúan los edificios religiosos.

El Convento de los Carmelitas Descalzas fue fundado por San Juan de la Cruz. Allí, en la iglesia, está enterrado el escritor místico más universal de la historia.

La Iglesia de la Vera Cruz fue construida en estilo románico por los templarios en el siglo XIII. Se trata de una preciosa reliquia que imita al Santo Sepulcro de Jerusalén, íntima, sencilla, pequeña. De curiosa plata poligonal, tiene dos portadas y un interior lleno de representaciones y símbolos de difícil interpretación. Contaba otra leyenda que la imagen de Cristo declaró a favor de una mujer traicionada por un amante voluble.

CONVENTO DE LAS CARMELITAS DESCALZAS E IGLESIA DE LA VERA CRUZ

El Monasterio de Santa María del Parral contiene una iglesia de una única nave. Es un edificio gótico que se construyó durante el reinado de Enrique IV, a mediados del siglo XV, cedido después el conspirador marqués de Villena. En la actualidad está habitado por monjes jerónimos. El Parral tiene cuatro claustros, una bella capilla mayor con un retablo donde rezan el marqués de Villena y su esposa María de Portocarrero, ambos tallados en alabastro y acompañados por sus pajes.

MONASTERIO DE SANTA MARÍA DEL PARRAL

En el lateral que flanquea la ribera del Edema, un popular y medieval barrio contiene la románica Iglesia de San Lorenzo, al que se llega por el encantador paseo de Santo Domingo de Guzmán, bordeando la muralla. También se encuentra el Convento de la Santa Cruz Real, del que fue prior el inquisidor Torquemada y que hoy alberga el Campus de Instituto Empresa University, las pinturas de inspiración oriental de San Justo, ya en la popa de la ciudad-barco, cerca del acueducto, y su Cristo de los Gascones, que la leyenda supone traído de Francia.

En el barrio de los Caballeros se encuentra una vieja y románica Iglesia de San Quirce, que fue restaurada en el siglo XX para albergar la sede de la Universidad Popular, institución que fue el centro de la vida intelectual y liberal de Segovia durante mucho tiempo y que por algunos años presidió el poeta Antonio Machado. 

Segovia sigue siendo un puñado de empinadas y tortuosas callejuelas que sorprende con hermosas plazas como la de San Esteban, la de la Trinidad, la de Colmenares, la de San Martín, la de los Huertos, etc. Una amalgama de barrios de gremios que rivalizaban, que desplegaron una esplendorosa industrial textil entre los siglos XIII y XV. Una concentración de torres nobiliarias y bellas iglesias, como las de San Esteban, San Nicolás, San Martín, San Sebastián, San Miguel, San Quirce, San Juan de los Caballeros o de la Trinidad.

PROCLAMACIÓN DE ISABEL LA CATÓLICA EN LA IGLESIA DE SAN MIGUEL

Segovia es también una ciudad muy libresca, donde destaca en la actualidad el Hay Festival, una muestra literaria organizada a imagen y semejanza de otro que se celebra en el Reino Unido. Aquí se imprimió el primer libro que se puso en letras de molde en España: el Sinodal de Aguilafuerte. Por aquí pasó el burlón Arcipreste de Hita, tan dado a los placeres y cantos amatorios. Félix Lope de Vega estuvo preso en su cárcel. Miguel de Cervantes llamó a sus plazas escuelas de vida y Francisco de Quevedo puso la casa de Don Pablos, el pícaro Buscón, a orillas del Eresma. San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Ávila levantaron dos modestos conventos.

La ciudad guarda más o menos con cuidado el recuerdo de todos estos gigantes del Siglos de Oro español. Aún se mantienen los conventos fundados por los místicos del siglo XVI, el de Santa Teresa está muy reformado en la ajardinada plaza de la Merced. La antigua cárcel sigue en pie, es una biblioteca. Cervantes tiene su calle en homenaje, y una placa en la puerta de San Andrés recuerda al Buscón: "espejo de pícaros y gran tacaño".

TEATRO JUAN BRAVO E IGLESIA DE SAN MIGUEL SOBRE PLAZA MAYOR

Fue ciudad natal de Domingo de Soto, filósofo, jurista y teólogo de la Escuela de Salamanca, considerado el promotor de la Física moderna por su teoría del movimiento uniformemente acelerado y la caída de los graves, que fue el precedente de la Ley de la Gravedad de Newton.

Varios siglos después, Antonio Machado encontró aquí su hogar e inspiración para componer sus Campos de Castilla. Vivió durante trece años, desde 1919 hasta 1931, dando clases de francés en el Instituto General y Técnico, y escribiendo obras de teatro, los pensamientos de Juan de Mairena, las cartas y versos de amor a Pilar Valderrama, la Giomar de sus Canciones, que hoy dan nombre a la estación del AVE. Su casa, situada en el número 5 de la calle de los Desamparados, es sede de la Casa Museo Antonio Machado.

En plena Guerra Civil, sin saber que poco más tarde le esperaría el exilio, el invierno pirenaico y la muerte de Colliure, escribió sobre el 14 de abril de 1931: día de la fundación de la II República española. Describió la izada de bandera republicana en el neoclásico Ayuntamiento, situado en la plaza Mayor frente al Teatro Juan Bravo:
"Mi amigo Ballesteros y yo izamos en el Ayuntamiento la bandera tricolor. Se cantó La Marsellesa. Sonaron los compases del Himno de Riego. La Internacional no había sonado todavía. Era muy legítimo nuestro regocijo."

ESTATUA DE LOBA Y FUNDADORES DE ROMA RÓMULO Y REMO
 

SIGLO DE ORO DE LA TEOLOGÍA ESPAÑOLA


Como no podía ser de otra manera, el Siglo de Oro de la teología en especial, y del pensamiento español en general, está englobado en el Siglo de Oro de las Letras y del mayor auge del Imperio español.

El cardenal Francisco Jiménez de Cisneros fue su principal promotor a comienzos del siglo XVI mediante la fundación de la Universidad de Alcalá de Henares y la creación de la Biblia Políglota Complutense.

La máxima erudición teológica la desarrollaron los miembros de la Escuela de Salamanca, humanistas renovadores de la Escolástica y defensores de Iusnaturalismo, como Francisco de Vitoria, Melchor Cano, Domingo de Báñez, Bartolomé de Medina, Luis de Molina o Francisco Suárez.

Su pensamiento teológico fue defendido y resultó triunfador en al Concilio de Trento

La teología española también fue expresada a través de la literatura mística y ascética en escritores como Teresa de Ávila, Luis de León o Francisco de Osuna.

SIGLO DE ORO DE LA TEOLOGÍA ESPAÑOLA

En el siglo XVI, el primer objetivo de estudio y de investigación de la Iglesia española fue el conocimiento divino, es decir: la Ciencia de Dios. Las escuelas y los colegios universitarios dedicados a la teología se multiplicaron por todos los territorios de la España nuclear. A finales del siglo XV, existían las facultades de teología de Salamanca y de Sigüenza en el Reino de Castilla, mientras que en el Reino de Aragón existían estudios teológicos en Lérida y Huesca.

Fue en 1500 cuando el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros comenzó un programa de fundación de escuelas teológicas, siguiendo el modelo renacentista de la Universidad de Alcalá de Henares, hasta el punto que en 1600 existían una treintena. En Aragón las escuelas dedicadas a esta disciplina estaban en Barcelona, Tarragona, Tortosa, Valencia, Gandía y Zaragoza. En Castilla, tras la de Alcalá, se construyó la de Valladolid, Toledo, Santiago de Compostela, Sahagún, Ávila, Burgo de Osma y Almagro, y en Andalucía las de Sevilla, Granada y Osuna.

De entre todas, destacaron las escuelas teológicas de Alcalá, Salamanca, Valladolid, Sigüenza y Valencia, que alcanzaron progresivamente una calidad notoria. Incluso, algunos colegios de dominicos y de jesuitas se convirtieron en auténticas facultades de teología.

También aumentó en gran medida el número de becas y bolsas de estudios concedidas a estudiantes de teología. Hasta entonces, la mayoría de becas se otorgaban a estudiantes de derecho canónico y derecho civil, pero el equilibrio entre ambos grupos se fue aproximando durante el siglo XVI.

cardenal Jiménez Cisneros construcción Hospital Illescas
CARDENAL CISNEROS Y EL HOSPITAL DE ILLESCAS

En el siglo XV, la teología escolástica española había caído en el ridículo. Los teólogos discutían de problemas ociosos que ellos mismos inventaban, polemizando, por ejemplo, respecto al instante exacto de la concepción de Jesús. Eran frecuentes los debates estúpidos de esta índole: ¿Se habrían podido presentar Cristo bajo la forma de una mujer, de un diablo, de un asno o de una calabaza?, y en caso afirmativo, ¿cómo hubiese hecho para realizar los milagros, las prédicas, y ser crucificado?


Fue desde la fundación de la Universidad de Alcalá, la anteriormente llamada Complutense, la teología española experimentó un verdadero renacimiento. Cisneros había decidido que los teólogos se formaban de acuerdo a los tres métodos de la teología medieval: la Suma de santo Tomás de Aquino (Tomismo), el realismo de Escoto (Escotismo), y el Nominalismo. Según el catedrático de tomismo en Alcalá, Sánchez Ciruelo, era necesario aprender estas enseñanzas para poder dudar, buscar y confrontar las opiniones, puesto que el progreso del espíritu humano avanzaba superando las concepciones anteriores.

Universidad Alcalá Henares Cisneriana Biblia Políglota Complutense
UNIVERSIDAD DE ALCALÁ DE HENARES

Una aportación para el desarrollo de la doctrina teológica fue la publicación de la Biblia políglota por Cisneros. Se trataba de un admirable documento que contenía de forma yuxtapuesta las versiones de la Biblia en hebreo, griego y latín y en cuya redacción participaron otros humanistas y eruditos como Antonio de Nebrija, Hernán Núñez el Pinciano, Juan de Vergara, Diego López de Zúñiga, y los judíos conversos Alfonso de Zamora, Pablo Coronel y Alfonso de Alcalá.

En las grandes universidades, como Salamanca o Alcalá, se abrieron cátedras de lenguas antiguas: las de griego, hebreo y caldeo, disponiendo ya los teólogos de instrumentos de una calidad excepcional.

La necesidad de renovación teológica era una prioridad a comienzos del siglo XVI, ya que estaba hundida en la profunda crisis de la Escolástica verbosista y decadente, inservible en los nuevos tiempos de la Modernidad. Entonces, cada teólogo abordaba la tarea reformatoria a su modo y con la capacidad de que disponía. En general la cuestión se enfocó hacia el campo de la metodología teológica en el que diversos autores hicieron sus aportaciones con desigual fortuna. Dentro de la Escuela de Salamanca se siente como una cuestión capital, siendo su fundador Francisco de Vitoria quien dedicó sus mejores esfuerzos buscar una solución escribiendo sus Relaciones De IndisUno de los más importantes renovadores fue el franciscano Luis de Carvajal con su obra De restituta theologia de 1545.

FRANCISCO DE VITORIA, MELCHOR CANO Y FRANCISCO SUÁREZ

Fue en este nuevo contexto cuando Melchor Cano elaboró en la Universidad de Salamanca la Teología positiva que consistió en una especie de "arte" de construir y de enseñar la ciencia de Dios. Esta novedad fue esencial en el desarrollo teológico porque se exportó a todas las universidades de Europa: Roma, Sorbona, Lovaina, Colonia, Ingolstadt, etc.; y también porque dominó la teología católica hasta el siglo XX. Un ejemplo del alcance de esta "revolución" teológica quedó de manifiesto en De locis theologicus (De los lugares comunes teológicos), escritas por Melchor Cano en 1562.

Hasta comienzos del siglo XVI, la teología medieval e incluso autores renacentistas como Erasmo o Melanchton se referían a objetos temáticos como la Encarnación, la Trinidad o la Gracia. Cano aportó un método histórico y antropológico que precedía de Aristóteles y de Cicerón. Los lugares teológicos se convertían para él en los "domicilios de todos los argumentos de la teología", es decir simplemente en las fuentes de las que emana la teología. Enumeró diez, entre las cuales se encontraban, en primer lugar, las Santas Escrituras, los actos de Cristo y de los apóstoles, los padres de la Iglesia y los concilios generales, pero también la razón natural y la historia humana.

Paradójicamente y a pesar del poco aprecio que sentía Cano por los miembros de la Compañía de Jesús, fueron precisamente los jesuitas los más implicados en expandir la teología positiva y su conquista de la Europa católica. El agente de difusión en París fue el jesuita Maldonado, y en Lovaina fueron los jesuitas belgas Lépide y Tirinus. Otro jesuita, Alfonso Salmerón, publicó en dieciséis volúmenes unos comentarios del Nuevo Testamento directamente inspirados en el método de Melchor Cano.

CONCILIO DE TRENTO

No fue tan extraño que los teólogos hayan ejercido una influencia tan fuerte en el Concilio de Trento de 1542-1563. Durante los veintiún años que duró este concilio, fueron decisivas las intervenciones de Melchor Cano, Domingo de Soto, Bartolomé de Carranza, Alonso Castro, Benito Arias Montero y los jesuitas Diego Laínez y Alfonso Salmerón.

Más tarde, después de 1570, con la "segunda escuela de Salamanca", la teología española recuperó una orientación más especulativa. Se puso énfasis en la filosofía, la psicología y la metafísica. Las discusiones, investigaciones y tratados estaban desde entonces dirigidos hacia la naturaleza, los efectos de la libertad humana y el libre albedrío. Esta nueva generación, cuya influencia en la Europa católica siguió siendo determinante, tuvo como principales representantes a Domingo de Báñez, Bartolomé de Medina, Luis de Molina, Francisco Suárez y Pedro Ledesma.

Todavía en pleno siglo XVII, la imprenta de Lyon publicaba en latín a estos autores, cuyas obras eran leídas en Italia, España, Francia y la Alemania renana y meridional.

DOMINGO DE BÁÑEZ, LUIS DE MOLINA Y BARTOLOMÉ DE MEDINA

Los principales escolásticos y santos de este Siglo de Oro de la teología española eligieron el itinerario de la Mística o de la Ascesis con preferencia al de la Teología. Así la senda regia de la santidad fue la de los "despojados" y de los ascetas, agustinos, franciscanos o jesuitas, para quienes la humildad y la fe se imponían a la razón y a la ciencia, porque Dios pedía ante todo a sus seres la simplicidad, el amor, la oración mental y la penitencia. Fueron las ideas expresadas en el Tercer abecedario espiritual, escrito por Francisco de Osuna en 1527, el libro que constituyó una revelación para Teresa de Ávila, marcando el tono del movimiento místico español.

Los místicos rebasaron los límites establecidos de los conceptos y del vocabulario que servían de referente a los teólogos universitarios. La iniciativa mística se apartaba totalmente de las rutas lógicas de la teología positiva fundada sobre la historia de la revelación y de su transmisión por los hombres. Por el contrario, esta buscaba la unión con Dios por medio de la ascesis, del éxtasis, el aniquilamiento de la voluntad con la finalidad de abrir el alma a la gracia divina.

Este doble camino es el mejor testimonio de la riqueza, de la diversidad y de la ambigüedad de la espiritualidad española en la época de la Contrarreforma católica.

FRANCISCO DE OSUNA Y TERESA DE ÁVILA