El
comandante y africanista José María de Murga realizó una expedición por el
Marruecos imperial con el objetivo de conocer, aprender y divulgar su
organización política, costumbres y usos sociales desde 1863 hasta 1866. Al regresar
a España, publicó en Bilbao en 1868 sus Recuerdos Marroquíes del Moro Vizcaíno:
un compendio de datos geográficos, históricos, sociales y económicos, así como de experiencias
personales, resultando una guía etnográfica con un marcado carácter
romántico. Junto al alavés Manuel Iradier, está considerado
el mayor africanista vasco del siglo XIX.
José María de Murga y Murgátegui fue un romántico disfrazado en el Marruecos profundo, un escritor y militar, un viajero y aventurero natural de Bilbao, donde nació el 21 de junio de 1817, cuya fama le hizo ganarse el apelativo de el "moro vizcaíno".
Pertenecía a la familia de Murga, del poderoso linaje de Ayala, señores de la Torre de Vidarte, de Xemein. Fue esta una larga saga de diputados de Vizcaya.
A los ocho años leía el Quijote con devoción. Estudió en Madrid y Loyola, antes de comenzar la carrera militar. Adquirió nociones de medicina. Durante su vida llegó a conocer varios idiomas: euskera, castellano, francés, latín, griego, inglés y árabe.
Fue oficial del Ejército español en el cuerpo de Húsares de Pavía y de Montesa. Más tarde participó como voluntario en la comisión española que tomó parte en la Guerra de Crimea de 1854-1856, con los aliados (Francia, Gran Bretaña y el Imperio Otomano). Coincidió con un soldado vasco que luchaba con los rusos. Murga fue nombrado comandante militar de caballería.
Allí conoció las costumbres orientales y algunos jefes de las cabilas del norte de Marruecos. Incluso visitó Estambul. Fue durante su estancia en Crimea cuando se le despertó con fuerza la pasión por el misterioso Oriente. Tanto es así que nada más regresar a España comenzó el aprendizaje del arábigo en París. Pasó más tarde a Madrid y se doctoró en cirugía menor por la Universidad de San Carlos de Madrid, lo que le permitió, más tarde durante su aventura africana, ejercer de curandero y dentista.
No pudo tomar parte en la Guerra de África de 1859-1860, después de haberse preparado para la ocasión, eso le supuso una terrible frustración, por lo que decidió abandonar el ejército tras casi veinte años de servicio activo.
Pertenecía a la familia de Murga, del poderoso linaje de Ayala, señores de la Torre de Vidarte, de Xemein. Fue esta una larga saga de diputados de Vizcaya.
A los ocho años leía el Quijote con devoción. Estudió en Madrid y Loyola, antes de comenzar la carrera militar. Adquirió nociones de medicina. Durante su vida llegó a conocer varios idiomas: euskera, castellano, francés, latín, griego, inglés y árabe.
Fue oficial del Ejército español en el cuerpo de Húsares de Pavía y de Montesa. Más tarde participó como voluntario en la comisión española que tomó parte en la Guerra de Crimea de 1854-1856, con los aliados (Francia, Gran Bretaña y el Imperio Otomano). Coincidió con un soldado vasco que luchaba con los rusos. Murga fue nombrado comandante militar de caballería.
Allí conoció las costumbres orientales y algunos jefes de las cabilas del norte de Marruecos. Incluso visitó Estambul. Fue durante su estancia en Crimea cuando se le despertó con fuerza la pasión por el misterioso Oriente. Tanto es así que nada más regresar a España comenzó el aprendizaje del arábigo en París. Pasó más tarde a Madrid y se doctoró en cirugía menor por la Universidad de San Carlos de Madrid, lo que le permitió, más tarde durante su aventura africana, ejercer de curandero y dentista.
No pudo tomar parte en la Guerra de África de 1859-1860, después de haberse preparado para la ocasión, eso le supuso una terrible frustración, por lo que decidió abandonar el ejército tras casi veinte años de servicio activo.
Inició entonces los preparativos del que sería el viaje de su vida: una expedición por el Imperio de Marruecos, que efectuó con el objetivo de conocer, aprender y divulgar su organización política, costumbres y usos sociales.
El 27 de febrero de 1863, Murga llegó a Tánger. Allí se desvistió de español y se vistió de peregrino, cubierto su cuerpo con una chilaba corta y amplio turbante, apoyado en un palo, sin más compañía que la de un burro. En Tánger tomó contacto por primera vez con la realidad del territorio de sus sueños. Se dirigió a Larache y desde allí comenzó su apasionante inmersión en el Marruecos profundo y oculto, relacionándose con el pueblo llano. Su idea básica era la de "conocer el alma del pueblo vecino". Fue en aquel momento cuando decidió camuflar también su identidad, haciéndose pasar por un renegado y darse a conocer bajo el nombre de Mohamed el Bagády.
Durante su estancia, ejerció de sacamuelas, partero, exorcista, buhonero, mercader, cuenta cuentos, peregrino, mendigo e incluso santón. Mientras ponía en juego sus habilidades curativas, conoció la vida cotidiana de los magrebies y sus mezquitas, tomando notas y más notas, siempre secretamente para no ser reconocido como europeo y cristiano, pues según afirmó el historiador Federico Verastegui: "Hubiera puesto en riesgo su vida."
El 27 de febrero de 1863, Murga llegó a Tánger. Allí se desvistió de español y se vistió de peregrino, cubierto su cuerpo con una chilaba corta y amplio turbante, apoyado en un palo, sin más compañía que la de un burro. En Tánger tomó contacto por primera vez con la realidad del territorio de sus sueños. Se dirigió a Larache y desde allí comenzó su apasionante inmersión en el Marruecos profundo y oculto, relacionándose con el pueblo llano. Su idea básica era la de "conocer el alma del pueblo vecino". Fue en aquel momento cuando decidió camuflar también su identidad, haciéndose pasar por un renegado y darse a conocer bajo el nombre de Mohamed el Bagády.
Durante su estancia, ejerció de sacamuelas, partero, exorcista, buhonero, mercader, cuenta cuentos, peregrino, mendigo e incluso santón. Mientras ponía en juego sus habilidades curativas, conoció la vida cotidiana de los magrebies y sus mezquitas, tomando notas y más notas, siempre secretamente para no ser reconocido como europeo y cristiano, pues según afirmó el historiador Federico Verastegui: "Hubiera puesto en riesgo su vida."
A la muerte de su madre en Markina, en 1865, regresó a España y tres años después, en 1868, publicó en Bilbao su hermoso Recuerdos Marroquíes del Moro Vizcaíno. Un compendio de impresiones, datos geográficos, históricos y económicos, observaciones etnográficas, radiografía social y reflexiones personales, producto de sus vivencias. Se trata de un texto de marcado carácter romántico, fruto del tiempo que le tocó vivir. Encargó doscientos ejemplares y se los regaló a sus amigos tanto de España como de Marruecos.
En 1870, ocupó un cargo político como diputado foral del Señorío de Vizcaya por el bando gamboíno y estuvo a punto de ser secuestrado por una partida de carlistas. Esta labor fue desempeñada tan solo durante dos años, el mínimo permitido por las ordenanzas de la Diputación. En cuanto pudo se desvinculó de esta actividad para preparar su segunda expedición a Marruecos.
Así, en 1873, estaba ya de nuevo de expedición en Marruecos. Partió en abril y regresó en agosto. Esta vez estuvo poco tiempo, ya que unas fiebres le obligaron a regresar a Tánger a los pocos meses de su llegada. Sin embargo, visitó lugares desconocidos para él, pasó por Azemur, Marrakech, Mogador, Mazagán, Casablanca, Rabat y Tánger, llegando incluso a las islas Canarias.
Durante su rehabilitación en Tanger, Murga conoció el estallido de la Tercera Guerra Carlista de 1873-1876. La defensa de sus ideales liberales le hicieron regresar a España, para alistarse como voluntario del Ejército liberal, defendiendo su ciudad natal, Bilbao, del asedio de los carlistas.
En 1876, intentó de nuevo un asalto a Marruecos desde Cádiz. Previamente, estudió la técnica fotográfica y adquirió una máquina importada desde París. Cuando se dispuso a comenzar su tercera aventura, un grave problema hepático con complicaciones irremediables puso fin a sus días el 30 de noviembre de 1876.
Junto al alavés Manuel Iradier, está considerado el mayor africanista vasco del siglo XIX.
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