Córdoba fue una de las ciudades más extraordinarias de la Europa medieval. Durante los califatos de Abd al-Rahman III y de Al-Hakam II, en el siglo X, experimentó su período de mayor esplendor científico, filosófico y cultural gracias al excepcional aporte de los hispano-árabes, llegando a ponerse a la altura de ciudades como de Bizancio o Bagdad.
La Corduba de origen romano comenzó su declive bajo el emperador Diocleciano, pero fueron los vándalos y los visigodos quienes dieron una etapa oscura. La Qurtuba musulmana comenzó en el 711. Fue entonces cuando árabes y bereberes arrebataron la ciudad a visigodos, gestando la más extraordinaria de todas las Córdobas.
Qurtuba quedó integrada en una Al Ándalus dependiente del Califato Omeya con capital en Damasco. En 756, Abd al-Rahman I, único superviviente de los Omeyas tras la llegada de los Abasíes, proclamó el Emirato de Córdoba, independiente políticamente del nuevo Califato Abasí con capital en Bagdad.
Con la dinastía Omeya, se iniciaba el periodo más brillante de su historia, convirtiéndose en la principal metrópoli europea. Bajo el emirato de su auténtico propulsor, Abd al-Rahman II, la capital fue dotada de nuevas infraestructuras, madrasas, mezquitas, etc.
Qurtuba quedó integrada en una Al Ándalus dependiente del Califato Omeya con capital en Damasco. En 756, Abd al-Rahman I, único superviviente de los Omeyas tras la llegada de los Abasíes, proclamó el Emirato de Córdoba, independiente políticamente del nuevo Califato Abasí con capital en Bagdad.
Con la dinastía Omeya, se iniciaba el periodo más brillante de su historia, convirtiéndose en la principal metrópoli europea. Bajo el emirato de su auténtico propulsor, Abd al-Rahman II, la capital fue dotada de nuevas infraestructuras, madrasas, mezquitas, etc.
En 929, Abd al-Rahman III proclamó el Califato de Córdoba, independiente totalmente del Califato oriental, asumiendo la más alta dirección, tanto en las cuestiones políticas como en los asuntos religiosos. Con sus 350.000 habitantes, se convirtió en la urbe más populosa de Europa. Se trata de una ciudad deslumbrante en la que el arte y la cultura alcanzaron cumbres extraordinarias, una ciudad a medio camino entre Oriente y Occidente, metrópoli cultural comparable a Bagdad y a Constantinopla en aquel tiempo.
Tal vez esta decisión estuvo influenciada por su origen familiar ya que estuvo emparentado con los reyes cristianos, siendo sobrino de los navarros Sancho Garcés I y Toda, primo de García Sánchez I de Pamplona o Sancho I el Craso de León.
En este tiempo comenzó una fase de expansión económica en la que el oro vuelve a acuñarse en Córdoba con abundancia. Las estimaciones consideran que sólo en el año 949 se amonedaron allí cuatro y ocho toneladas de él, y que en el conjunto de su gobierno se convirtieron en monedas varios centenares de toneladas de oro. Entonces, su prestigio se extendía por todo el orbe.
Pese a la resistencia de los alfaquíes, doctores del islam caldeados en un feroz integrismo, brotaba en estos años el árbol de la tolerancia a cuya sombra se cobijaban las corrientes sobre el origen de la materia, se protegían a los judíos que actuaban como intermediarios y traductores, se accedía a las fuentes griegas y latinas, se leían y comentaban las obras de Aristóteles y se organizaban sus conocimientos en tratados sistemáticos que atesoran los saberes de la Antigüedad, permitiendo a Córdoba la formación de su propio crisol cultural.
Córdoba registró también los progresos matemáticos y científicos de Oriente. Llegaba de la India el sistema numeral actual, compuestos por los números arábigos que introducían como gran novedad el cero y que posibilitó el origen de la ciencia matemática moderna. Este sistema numérico se dio a conocer a los reinos del norte. El hallazgo se hizo popular en Europa, lo que propició el interés de Gerberto, futuro papa Silvestre II, preceptor de la familia imperial de Otón I, quien llegó a Córdoba para conocer la obra científica y transmitirla después a Francia e Italia.
El estudio de la medicina se desarrolló con la traducción al árabe del tratado de Dioscórides sobre la Materia médica, regalo del emperador bizantino Constantino VII al primer califa. El médico Al-Harrani se convirtió en uno de los primeros musulmanes consagrado a la ciencia médica en la península Ibérica.
Otras aportaciones relevantes fueron la fórmula del papel, invención china importada de Samarcanda y Túnez, la industria del gusano de seda, conocida por el astrónomo y poeta Al-Gazal durante una embajada en Constantinopla, y el juego del ajedrez introducido por el músico y poeta iraquí Ziryab.
Tal vez esta decisión estuvo influenciada por su origen familiar ya que estuvo emparentado con los reyes cristianos, siendo sobrino de los navarros Sancho Garcés I y Toda, primo de García Sánchez I de Pamplona o Sancho I el Craso de León.
En este tiempo comenzó una fase de expansión económica en la que el oro vuelve a acuñarse en Córdoba con abundancia. Las estimaciones consideran que sólo en el año 949 se amonedaron allí cuatro y ocho toneladas de él, y que en el conjunto de su gobierno se convirtieron en monedas varios centenares de toneladas de oro. Entonces, su prestigio se extendía por todo el orbe.
Sánchez Albornoz describió los variados aspectos de la riqueza de la España musulmana, destacando que se siguiera explotando la minería de la Península; se realizaron grandes cultivos de plantas textiles, productos de colorantes, adoríferas y de moreras que permitían la cría de gusanos de seda. Florecieron también las industrias del mueble, del tapiz, peletería, zapatería, cerámica, perfumería y vidriería con la invención del cristal por Ibn Firnas, orfebrería; también las relacionadas con los cueros repujados, pergamino, mosaico y marfil; la de cobre e incluso del papel, ya en Játiva desde el siglo X. Sus productos eran exportados a la España cristiana y a tierras carolingias, Berbería y Oriente.
Al-Rahman III permitió la libertad de pensamiento, la tolerancia entre religiones y razas de una ciudad en la que convivían musulmanes (árabes, bereberes, sirios y yemeníes) judíos, mozárabes y cristianos, y promocionó la ciencia, las artes y la filosofía.
Se abrían escuelas, aumentaban las compras de libros procedentes de Oriente y se incentivaba la labor de traductores especializados. Geógrafos, filósofos, astrónomos, alquimistas, traductores o mercaderes de libros acudían a Córdoba procedentes del califato de Bagdad. Muchas de las ideas que llegaron a Europa procedentes de Oriente se incorporaron gracias a la acción de Córdoba y Al-Ándalus en las que se realizaban muchísimos estudios básicos para la medicina, la botánica, la matemática, la filosofía, la geografía y demás ramas de la ciencia, incluida la religión.
Al-Rahman III permitió la libertad de pensamiento, la tolerancia entre religiones y razas de una ciudad en la que convivían musulmanes (árabes, bereberes, sirios y yemeníes) judíos, mozárabes y cristianos, y promocionó la ciencia, las artes y la filosofía.
Se abrían escuelas, aumentaban las compras de libros procedentes de Oriente y se incentivaba la labor de traductores especializados. Geógrafos, filósofos, astrónomos, alquimistas, traductores o mercaderes de libros acudían a Córdoba procedentes del califato de Bagdad. Muchas de las ideas que llegaron a Europa procedentes de Oriente se incorporaron gracias a la acción de Córdoba y Al-Ándalus en las que se realizaban muchísimos estudios básicos para la medicina, la botánica, la matemática, la filosofía, la geografía y demás ramas de la ciencia, incluida la religión.
Pese a la resistencia de los alfaquíes, doctores del islam caldeados en un feroz integrismo, brotaba en estos años el árbol de la tolerancia a cuya sombra se cobijaban las corrientes sobre el origen de la materia, se protegían a los judíos que actuaban como intermediarios y traductores, se accedía a las fuentes griegas y latinas, se leían y comentaban las obras de Aristóteles y se organizaban sus conocimientos en tratados sistemáticos que atesoran los saberes de la Antigüedad, permitiendo a Córdoba la formación de su propio crisol cultural.
Córdoba registró también los progresos matemáticos y científicos de Oriente. Llegaba de la India el sistema numeral actual, compuestos por los números arábigos que introducían como gran novedad el cero y que posibilitó el origen de la ciencia matemática moderna. Este sistema numérico se dio a conocer a los reinos del norte. El hallazgo se hizo popular en Europa, lo que propició el interés de Gerberto, futuro papa Silvestre II, preceptor de la familia imperial de Otón I, quien llegó a Córdoba para conocer la obra científica y transmitirla después a Francia e Italia.
El estudio de la medicina se desarrolló con la traducción al árabe del tratado de Dioscórides sobre la Materia médica, regalo del emperador bizantino Constantino VII al primer califa. El médico Al-Harrani se convirtió en uno de los primeros musulmanes consagrado a la ciencia médica en la península Ibérica.
Otras aportaciones relevantes fueron la fórmula del papel, invención china importada de Samarcanda y Túnez, la industria del gusano de seda, conocida por el astrónomo y poeta Al-Gazal durante una embajada en Constantinopla, y el juego del ajedrez introducido por el músico y poeta iraquí Ziryab.
Al margen de las ciencias y la filosofía, el cosmopolitismo de Medina Azahara atrae a poetas y escritores que alegraban con sus tradiciones literarias el parnaso omeya y cantaban las proezas de sus mecenas. Entre ellos destacaron el historiador Ibn Said, el poeta y filólogo armenio Al-Qali, o el viajero que llegó de Oriente Ibn Hawqal, el cual anotó en el siglo X que Córdoba era una ciudad más grande que cualquier otra del Magreb, Egipto o Siria.
Durante el segundo califato, el de Al-Hakam II, el esplendor cultural de Córdoba alcanzó su máximo auge. Durante su infancia y juventud Al-Hakam II, conocido como el "Califa sabio", se formó por brillantes preceptores como el filólogo de origen iraquí Abu Ali al Qali y su discípulo, el gramático Al-Zubaydi, que le inspiraron un amor especial por la ciencia y las artes.
Hechizado por las letras, la música y la poesía, Al-Hakam II creó la Biblioteca califal, la mayor de Occidente en la época. Reuniría todas las ramas del saber en sus más de 400.000 volúmenes de tiempos y orígenes muy diversos. Mantenía un delegado permanente en Bagdad para copiar cualquier libro recién publicado y enviaba hombres para investigar las bibliotecas de Constantinopla, Damasco y El Cairo y comprar aquellos libros de Oriente inexistente en Córdoba. Esta producción literaria renovó el pensamiento y las artes de todo Occidente, y se convirtió en puente de transmisión del saber grecolatino.
Durante el segundo califato, el de Al-Hakam II, el esplendor cultural de Córdoba alcanzó su máximo auge. Durante su infancia y juventud Al-Hakam II, conocido como el "Califa sabio", se formó por brillantes preceptores como el filólogo de origen iraquí Abu Ali al Qali y su discípulo, el gramático Al-Zubaydi, que le inspiraron un amor especial por la ciencia y las artes.
Hechizado por las letras, la música y la poesía, Al-Hakam II creó la Biblioteca califal, la mayor de Occidente en la época. Reuniría todas las ramas del saber en sus más de 400.000 volúmenes de tiempos y orígenes muy diversos. Mantenía un delegado permanente en Bagdad para copiar cualquier libro recién publicado y enviaba hombres para investigar las bibliotecas de Constantinopla, Damasco y El Cairo y comprar aquellos libros de Oriente inexistente en Córdoba. Esta producción literaria renovó el pensamiento y las artes de todo Occidente, y se convirtió en puente de transmisión del saber grecolatino.
El reinado de Al-Hakam representó el apogeo de las letras y las ciencias en el al-Ándalus, que empezó a generar una producción literaria y científica propia.
Durante este califato destacaron: Abu Bakr al-Ansario enseñó aritmética y geometría en la corte del califa; los hermanos Ahmad y Omar al-Harrani destacaron en el campo de la medicina; Ibn al-Kutiyya se convirtió en uno de los más célebres cronistas de la historia andalusí; Ibn Abd Rabini, cantor de las hazañas bélicas de Abd al-Rahman III y autor de una enciclopedia que trataba de todas las materias del saber posibles; el médico e influyente cortesano judío Hasday; el historiador y bibliógrafo Arib, secretario de Al-Hakam II y guarda custodio de su biblioteca; el médico y literato Ibn al-Katani; el cirujano Abulcasis, cuyo tratado de cirugía, traducido al latín, se extendió durante siglos por Europa; y el matemático y astrólogo Al-Majriti, que trasladó por primera vez al árabe el Planisferio de Ptolomeo y vaticinó la ruina del califato.
Dos obras primordiales de esta excepcional Qurtuba destacan en la Córdoba actual: la Gran Mezquita y la Madinat al-Zhara.
Gran Mezquita de Córdoba es emblema de la ciudad y obra fundamental del Occidente islámico junto a la Alhambra de Granada, superior a la torre del Oro y a la Giralda sevillanas o a la Aljafería zaragozana. Es la única superviviente de las más de 600 que tuvo. El arte hispano-musulmán desvela en este templo su más valioso secreto: que el conjunto de lo que en Córdoba suele llamarse árabe tiene una parte romana y visigoda, otra parte bizantina, otra persa, y una parte novedosa, la andalusí.
Fue iniciada en 785 por Abd al-Rahman I sobre la antigua basílica visigoda de San Vicente, erigida a su vez sobre un templo romano. Este primer proyecto supuso el impulso necesario para el desarrollo del primer arte islámico peninsular. Implicó 11 naves y 110 columnas que ya presentaban el que todavía hoy es su rasgo más característico: los arcos dobles de medio punto y herradura que alternan dovelas de caliza y ladrillo generando una llamativa bicromía.
Durante este califato destacaron: Abu Bakr al-Ansario enseñó aritmética y geometría en la corte del califa; los hermanos Ahmad y Omar al-Harrani destacaron en el campo de la medicina; Ibn al-Kutiyya se convirtió en uno de los más célebres cronistas de la historia andalusí; Ibn Abd Rabini, cantor de las hazañas bélicas de Abd al-Rahman III y autor de una enciclopedia que trataba de todas las materias del saber posibles; el médico e influyente cortesano judío Hasday; el historiador y bibliógrafo Arib, secretario de Al-Hakam II y guarda custodio de su biblioteca; el médico y literato Ibn al-Katani; el cirujano Abulcasis, cuyo tratado de cirugía, traducido al latín, se extendió durante siglos por Europa; y el matemático y astrólogo Al-Majriti, que trasladó por primera vez al árabe el Planisferio de Ptolomeo y vaticinó la ruina del califato.
Dos obras primordiales de esta excepcional Qurtuba destacan en la Córdoba actual: la Gran Mezquita y la Madinat al-Zhara.
Gran Mezquita de Córdoba es emblema de la ciudad y obra fundamental del Occidente islámico junto a la Alhambra de Granada, superior a la torre del Oro y a la Giralda sevillanas o a la Aljafería zaragozana. Es la única superviviente de las más de 600 que tuvo. El arte hispano-musulmán desvela en este templo su más valioso secreto: que el conjunto de lo que en Córdoba suele llamarse árabe tiene una parte romana y visigoda, otra parte bizantina, otra persa, y una parte novedosa, la andalusí.
Fue iniciada en 785 por Abd al-Rahman I sobre la antigua basílica visigoda de San Vicente, erigida a su vez sobre un templo romano. Este primer proyecto supuso el impulso necesario para el desarrollo del primer arte islámico peninsular. Implicó 11 naves y 110 columnas que ya presentaban el que todavía hoy es su rasgo más característico: los arcos dobles de medio punto y herradura que alternan dovelas de caliza y ladrillo generando una llamativa bicromía.
Durante
el siglo X, coincidiendo con el esplendor del califato, Abd al-Rahman II y Abd
al-Rahman III realizaron sucesivas ampliaciones. Con al-Rahman II se añadieron
80 columnas más, permitiendo una capacidad de 17.000 fieles. Con Al-Rahman III
se amplió el Patio de los Naranjos y el alminar de doble escalera, hoy
encerrado en la torre que Hernán Ruiz III levantó en el siglo XVI.
La aportación de Al-Hakam II fue la más espléndida y enriquecedora desde el punto de vista artístico, una ampliación impulsada entre los años 961 y 965. Introdujo el atractivo y seductor refinamiento oriental entre un bosque de más de 700 columnas. Dicha suntuosidad es evidente en la portada del mihrab cubierta de bellos mosaicos bizantinos, únicos en el arte islámico, de estuco y de mármol. Se construyeron cuatro nuevos lucernarios con bellas cúpulas nervadas y arcos entrelazados, en la nave central erigió la masqsura, un lugar reservado al califa.
La última ampliación, la de Almanzor, fue básicamente cuantitativa, ya que técnica y artísticamente su aportación fue menor. Añadió 8 naves al lado oriental, sumando así un total de 19, lo que ocasionó la pérdida de la posición central que tenía el mihrab. Con la conquista cristiana de la ciudad en 1236, la mezquita devino en templo cristiano y, no poco después, en catedral.
La aportación de Al-Hakam II fue la más espléndida y enriquecedora desde el punto de vista artístico, una ampliación impulsada entre los años 961 y 965. Introdujo el atractivo y seductor refinamiento oriental entre un bosque de más de 700 columnas. Dicha suntuosidad es evidente en la portada del mihrab cubierta de bellos mosaicos bizantinos, únicos en el arte islámico, de estuco y de mármol. Se construyeron cuatro nuevos lucernarios con bellas cúpulas nervadas y arcos entrelazados, en la nave central erigió la masqsura, un lugar reservado al califa.
La última ampliación, la de Almanzor, fue básicamente cuantitativa, ya que técnica y artísticamente su aportación fue menor. Añadió 8 naves al lado oriental, sumando así un total de 19, lo que ocasionó la pérdida de la posición central que tenía el mihrab. Con la conquista cristiana de la ciudad en 1236, la mezquita devino en templo cristiano y, no poco después, en catedral.
El Palacio de Madinat al-Zahara fue hecho levantar por Abd al-Rahman III a las afueras de Córdoba para simbolizar su poder y emular las de otros califatos orientales. Fue construido durante los años 936 y 976 y, según cuenta la leyenda, a petición de su favorita Al-Zahara. Se trata de un complejo arquitectónico compuesto de salones, jardines y fuentes, fiel reflejo de la grandeza del califato.
La ciudad palacio, que ocupaba 112 hectáreas, se erigió en una pendiente y estaba organizada en terrazas. En la parte más alta se encontraban el palacio califal, salas de recepción y las residencias de la familia real. En la terraza intermedia había huertos y jardines, y justo debajo la ciudad propiamente dicha con edificios gubernamentales, viviendas de altos funcionarios, artesanos y servidores del Estado omeya. Entre la terraza intermedia y la inferior se hallaba la mezquita, sobre una colina artificial.
En 945, todavía en período de construcción, Abderramán III trasladó aquí su gobierno, su casa real y su ceca. Su hijo Al-Hakam II prosiguió la construcción de la ciudad, embelleciéndola: en las salas de recepción se colocaron 4.324 columnas de mármol tunecinas y 12 estatuas de oro forjadas en Siria.
Eran
los años en que el poderío islámico tenía el control de la península Ibérica,
acompañando así a la reputación de los sabios y científicos de Al-Ándalus el
victorioso desfile de sus ejércitos. Pero la Guerra Civil o fitna puso fin al califato y el
esplendor de esta Córdoba islámica terminó con la fragmentación de Al-Ándalus
en pequeños reinos de taifas, lo que supuso el fin del poder islámico en la
península Ibérica.
Esta Córdoba Omeya desmoronada fue cantada por el poeta neoclásico Ibn Shuhayd, creador de un viaje profundo a las regiones de ultratumba:
"Oh paraíso, sobre el cual el viento de la adversidad ha soplado tempestuoso, destruyéndolo, como ha soplado sobre sus habitantes, aniquilándolos!"
También fue reflejada en el siglo XIV por el historiador granadino, padre de la sociología Ibn Jaldún: "La extinción es el porvenir de todas las dinastías y todas las ciudades". Pero también exalta su esplendor en su Introducción a la historia universal:
"Los monumentos dejados por una dinastía son debidos a la potencia de la que esta dinastía disponía en la época de su realización… Véase aún la mezquita fundada en Córdoba por los Omeyas y el puente que atraviesa el río de esta ciudad."
Durante este tiempo el poeta cordobés Ibn Zaydun se convirtió en el más célebre de los poetas andalusíes. Expresó con ternura y delicadeza su desgraciado amor por Wallada, última de las princesas de los Omeyas de Córdoba:
"Si tú quisieras, habría entre nosotros dos lo que no se perdería: un secreto. Aunque se revelara todo secreto, jamás se divulgaría; bástate saber, ¡amor!, que, si tú sustentas mi corazón, podría sobrellevar lo que otros corazones no soportan, y él soportaría."
La persecución política y religiosa de los integristas islámicos se instauraba en la Córdoba de Almanzor, y más tarde en la de los almorávides y almohades. La biblioteca de Al-Hakam II fue quemada por Almanzor y por los fanáticos alfaquíes, al igual que la Medina Azahara y tantos palacios y bibliotecas de una Al-Ándalus que se fragmentaba en Taifas a la muerte de dicho caudillo. Se perseguía la producción literaria y a los eruditos que no comulgaran con la ortodoxia integrista islámica.
A pesar de las invasiones norteafricanas sufridas en los siglos XI y XII, esta Edad de Oro de la cultura hispanomusulmana de Córdoba se prolongó gracias a las creaciones de un interesante grupo de filósofos, teólogos, científicos, etc. A través de estos filósofos musulmanes se transmitió gran parte del saber griego, que se había perdido en Occidente tras las invasiones bárbaras. También transmitieron saberes matemáticos, astronómicos y médicos, así como relaciones entre filosofía y religión, fe y razón, existencia, atributos y naturaleza de Dios, entendimiento agente, etc. El saber médico, astronómico y matemático de los árabes fue elevado, y de ellos se benefició Occidente. Al difundir el paganismo griego y romano difundieron el pitagorismo y neoplatonismo, con lo que la filosofía terminó identificada con la teología.
Los musulmanes españoles influyeron en la mística y espiritualidad de toda la Península, a la que insuflaron neoplatonismo alejandrino, misticismo hindú y sufismo oriental. Influyeron también en mudéjares y moriscos, y en distintas escuelas ascético-místicas españolas. Algunos de estos destacados filósofos hispano-musulmanes que desarrollaron su pensamiento en Córdoba fueron Ibn Hazm, Ibn Masarra y Ibn Roschd Averroes.
El juez, médico, filósofo, teólogo, historiador y poeta Ibn Hazm de Córdoba fue uno de los escritores más prolíficos que ha dado el mundo musulmán. Se le atribuyen unas 500 obras dedicados a la filosofía, judicatura, teología, historia y literatura.
El collar de la paloma es el texto más ilustre sobre el tema del amor que se haya escrito en la civilización musulmana. Se trata de un libro de filosofía amorosa donde establece sus teorías a partir de observaciones propias, detallando cómo amaron los andalusíes cuando los omeyas reinaron en Al-Ándalus.
La obra es una auténtica joya literaria de intención purísima, limpia y hasta el final, ascética y piadosa que obedece a determinadas circunstancias sociales y de ambiente moral y religioso. Escrita en árabe purísimo, en rica prosa en la que se intercalan versos, a veces, con un profundo sentimiento, llena de historias de amor, de observaciones sobre la vida cotidiana de su tiempo. Se dice que "El collar" es una "elegía andaluza", una nostálgica resurrección en el recuerdo de la gran capital del Califato antes de que fuese saqueada por los bereberes.
La fascinante y ambiciosa Historia crítica de las ideas religiosas es la obra pionera en el estudio comparado de las religiones que se haya escrito nunca, haciendo gala de su erudición bíblica, distinguiendo a la perfección las sectas judías. Analiza, además de las religiones, las diferentes actitudes del espíritu humano ante el hecho religioso. En función de su actitud, clasifica a los seres humanos y a las doctrinas en varias categorías: ateos, que engloba a los escépticos y a los materialistas; y creyentes, los que creen en una divinidad personal o en una divinidad impersonal y abstracta.
Otras de las grandes obras filosóficas de Ibn Hazm fueron El libro de los principios de los fundamentos jurídicos, El libro de los caracteres y la conducta, El libro de las soluciones divinas, y Sobre las leyes del razonamiento.
Como filósofo resultó ser un neoplatónico, con influjos de Aristóteles. Intermedió entre el apego a los textos sagrados de los alfaquíes y la sobreestimación de los filósofos racionalistas. Razón y revelación son pues sus temas, con la fe uniendo a Dios y al ser humano. Acerca del saber dijo lo siguiente:
Otras de las grandes obras filosóficas de Ibn Hazm fueron El libro de los principios de los fundamentos jurídicos, El libro de los caracteres y la conducta, El libro de las soluciones divinas, y Sobre las leyes del razonamiento.
Como filósofo resultó ser un neoplatónico, con influjos de Aristóteles. Intermedió entre el apego a los textos sagrados de los alfaquíes y la sobreestimación de los filósofos racionalistas. Razón y revelación son pues sus temas, con la fe uniendo a Dios y al ser humano. Acerca del saber dijo lo siguiente:
"El que busca el saber para jactarse de él, o para ser alabado, o para adquirir riqueza y fama, está lejos del éxito, pues su objetivo es alcanzar algo que no es el saber."
Su lengua era tan crítica y mordaz contra el poder y la pobreza de espíritu, que se llegó a decir que "era tan afilada como la espada". Fue muy perseguido por los teólogos ortodoxos y sus cargos políticos le causaron persecuciones, prisión y destierro, eso lo dejó escrito:
"Aunque queméis el papel, no podréis quemar lo que encierra, porque lo llevo en mi pecho."A principios del siglo X, influenciado por el sufismo, Ibn Masarra fundó con un grupo de discípulos en una ermita de la sierra de Córdoba la Escuela Masarri, que tuvo sus manifestaciones en Córdoba y Pechina (Almería). El núcleo de ese pensamiento es una doctrina emanatista de tipo neo-platonizante.
Entrando ya en el siglo XII destacó el más importante de los pensadores hispano-musulmanes, Ibn Roschd, conocido como Averroes. Perteneció a una familia de juristas malaquíes, se dedicó al estudió del derecho y de la teología en la universidad de la mezquita que fundó Abd al-Rahman III, y más tarde, en la corte almohade del sultán Abu Yaqub Yusuf, a la medicina y ciencias naturales, y por último a la filosofía.
Se le atribuyen 96 escritos seguros, 21 apócrifos y 9 dudosos. Muchos de sus originales se han perdido, conservándose su traducción latina. Escribió sobre derecho, medicina, filosofía, astronomía y teología. En filosofía destacan sus Comentarios a Aristóteles, que recuperaron al verdadero filósofo griego para la historia y transmitieron a Europa su pensamiento cuando los estudiosos cristianos y judíos de Toledo los tradujeron al latín. Abrió el camino a la filosofía y las ciencias europeas a través del contacto cultural entre los reinos cristianos y el Islam español.
Fue un racionalista inspirado en Aristóteles, creyente musulmán que trató de relacionar la Biblia y el Corán con el pensamiento de Aristóteles y Platón, buscando una respuesta al principal problema filosófico de la época, es decir, la concordancia entre razón y revelación, para lo que estableció que cuando el significado literal del Corán pareciera contradecir las verdades racionales de los filósofos, los versos debían leerse en sentido metafórico.
En medicina se hizo muy famoso su Kulliyat, gracias a su Libro sobre las generalidades de la medicina. Otras de sus grandes obras fueron Destructio destructionis, Sermo de substancia orbis, De anima beatitudine, De conexione intellectus abstracti com homini, Quaesita in logicam Aristotelis, Doctrina decisiva y fundamento de la Concordia entre la Revelación y la Ciencia, Exposición de los caminos que conducen a la demostración de los artículos de la fe, etc.
Por intrigas cortesanas, sufrió el destierro, sus obras fueron perseguidas y al morir en Marruecos sus restos fueron trasladados a Córdoba.
Se le atribuyen 96 escritos seguros, 21 apócrifos y 9 dudosos. Muchos de sus originales se han perdido, conservándose su traducción latina. Escribió sobre derecho, medicina, filosofía, astronomía y teología. En filosofía destacan sus Comentarios a Aristóteles, que recuperaron al verdadero filósofo griego para la historia y transmitieron a Europa su pensamiento cuando los estudiosos cristianos y judíos de Toledo los tradujeron al latín. Abrió el camino a la filosofía y las ciencias europeas a través del contacto cultural entre los reinos cristianos y el Islam español.
Fue un racionalista inspirado en Aristóteles, creyente musulmán que trató de relacionar la Biblia y el Corán con el pensamiento de Aristóteles y Platón, buscando una respuesta al principal problema filosófico de la época, es decir, la concordancia entre razón y revelación, para lo que estableció que cuando el significado literal del Corán pareciera contradecir las verdades racionales de los filósofos, los versos debían leerse en sentido metafórico.
AVERROES |
En medicina se hizo muy famoso su Kulliyat, gracias a su Libro sobre las generalidades de la medicina. Otras de sus grandes obras fueron Destructio destructionis, Sermo de substancia orbis, De anima beatitudine, De conexione intellectus abstracti com homini, Quaesita in logicam Aristotelis, Doctrina decisiva y fundamento de la Concordia entre la Revelación y la Ciencia, Exposición de los caminos que conducen a la demostración de los artículos de la fe, etc.
Por intrigas cortesanas, sufrió el destierro, sus obras fueron perseguidas y al morir en Marruecos sus restos fueron trasladados a Córdoba.
Espléndido el escrito sobre Córdoba. Yo inserté uno parecido en mi blog hace un par de años casi con el mismo temario, pero el tuyo es más brillante con las citas de los intelectuales más destacados.
ResponderEliminarEl gran forjador de todo esto fue, a mi parecer, Al-Rahman III, sobrino de la reina Doña Toda de Pamplona y que ya citas.
Y fue decisiva para Occidente la actuación cultural de su hijo Al-Hakam II, creando esa inmensa biblioteca y haciendo traducir los textos griegos. Sin esa acción quizá Occidente hubiera olvidado la existencia de los filósofos y científicos de la Cultura griega.
Excelente post
Te voy a pedir un favor : quita esa tontería inutil del todo de verificación de comentarios mediante dos palabras, porque se pierde la vista e invita a no comentar.
Hola Javier, voy a intentar quitar eso de verificación de comentarios, a ver si lo consigo, muchas gracias pos tu consejo.
EliminarEs una pena que las autoridades islámicas en tiempos de Almanzor quemasen toda aquella impresionante biblioteca, que de haberse conservado hoy tendría un valor histórico-cultural igualable al Mueso del Prado. Pero eso es lo que intransigentes islámicos y cristianos han hecho en la Edad Media: quemar todo aquello que custiones la ortodixia del Dios de turno.
saludos
Es increible y cuesta creer con mucho, que esos mismos árabes hoy no sean más que un pueblo anclado en la Edad Media, enriquecidos por el petroleo y ansiosos de dominar al mundo con la Sharia. ¿Avanza el mundo o retrocede?
ResponderEliminarUn saludazo.
Hola C.S. Peinado, en aquellos tiempos fueron una civilización superior a la cristiana. La España cristiana supo aprovechar toda aquella sabiduría para tomar ventaja sobre el resto de reinos europeos. Pero hoy en día ya ves para lo que han quedado los países islámicos.
Eliminarun saludo
La añadididura,el insuperable
ResponderEliminarconcepto,que está cultura
aplicaba a todo.-