Durante la colonización y evangelización de América, los eclesiásticos españoles allí desplegados realizaron una enorme labor en el conocimiento del mundo indígena mediante el estudio de los idiomas precolombinos. Frailes y misioneros escribieron gramáticas, vocabularios y diccionarios de prácticamente todas las lenguas y dialectos de la América hispana. Fueron los primeros estudios sobre filología y lingüística de las lenguas indígenas precolombinas.
En la redacción de las primeras artes y vocabularios, destacaron Andrés de Olmos, Alonso de Molina, Bernardino de Sahagún, Pedro de Arenas, Diego de Galdo Guzmán en lengua nahuatl, Domingo de Santo Tomás y Diego González Holguín en quechua, y Maturino Gilberti en tarasco.
En la redacción de las primeras artes y vocabularios, destacaron Andrés de Olmos, Alonso de Molina, Bernardino de Sahagún, Pedro de Arenas, Diego de Galdo Guzmán en lengua nahuatl, Domingo de Santo Tomás y Diego González Holguín en quechua, y Maturino Gilberti en tarasco.
Durante las primeras décadas de la colonización de América en el siglo XVI, los misioneros y evangelizadores españoles desarrollaron una muy meritoria tarea lingüística, sin la cual se hubieran perdido muchos de las lenguas indígenas. El origen de estos estudios partió de la necesidad de conocer las lenguas nativas así como sus creencias paganas con el objetivo de convertir al Cristianismo con mayor eficacia a los naturales.
Tras su aparente conversión, el indígena no quedaba totalmente impregnado en la fe de Dios, continuando con sus idolatrías y cultos ancestrales. A veces incluso ocultaban sus ídolos en los muros cercanos al altar mayor de las iglesias, a los cuales adoraban, mientras parecía que lo hacían hacia Cristo u otros santos católicos.
Para que la actividad de evangelización pudiera ser completa y eficaz, se hizo necesario el estudio de las lenguas indígenas, mucho antes de intentar una hispanización lingüística sobre los indios. Esto generó la redacción y posterior utilización de libros por parte de los religiosos, tanto para el estudio de las formas de vida indígenas como para su conversión religiosa en las lenguas nativas.
LENGUAS INDÍGENAS PRECOLOMBINAS |
Los misioneros escribieron gramáticas, sintaxis y transcripciones a idiomas que, en muchos casos, no habían tenido hasta entonces ni siquiera forma escrita. Esto fue habitual allá donde llegaba una misión católica en territorio del Imperio español, tanto de América como de Filipinas, convirtiendo innumerables idiomas exóticos en lenguas escritas y cultas al dotarlas de gramática, diccionario y literatura, como por ejemplo el quechua, el náhuatl, el guaraní, el tarasco, etc.
Fue lo contrario al modelo de colonización anglosajón y sus órdenes anglicanas, difusora solamente del inglés. Como ejemplo, el somalí, que era lengua hablada y que adquirió forma escrita cuando se hizo oficial para el nuevo estado africano de Somalia después de la descolonización, gracias a los franciscanos italianos.
Así surgieron dos categorías de opúsculos con el fin de ayudar a la predicación de la doctrina cristiana:
1. los Vocabularios y las Gramáticas, también llamados Artes, que estaban basadas en la Gramática de la lengua castellana de Antonio de Nebrija, a pesar de ajustarse a la naturaleza idiomática de la precolombinas.
2. las Doctrinas, que eran compendios de la fe cristiana escritas en las lenguas indígenas.
ARTE DE LA LENGUA MEXICANA, POR ANDRÉS DE OLMOS |
Algunas de aquellas recopilaciones de información etnográfica y lingüística sobre los pueblos americanos que efectuaron los misioneros españoles allí destinados fueron:
El primer texto fue la Gramática mexicana del franciscano Andrés de Olmos, que fue guardián del monasterio de San Andrés, en la provincia de Totocanacapa, y enseñó latín en Santa Cruz de Tlatelolco. Esta Gramática está dividida en tres partes: la de los nombres y pronombres; la de la conjugación, formación de pretéritos y diversidad de los verbos; y la de las partes indeclinables y algo de ortografía. Además, añadió unas conversaciones de los padres mexicanos con sus hijos, adaptadas al pensamiento cristiano y traducidas al castellano, para que los estudiantes de náhuatl practicaran el idioma sobre la base de tales ejemplos. Aunque fuese concluida en 1547, no se publicó hasta 1886, por Rémi Simeón.
La Arte de la lengua mexicana y castellana de Alonso de Molina sobre la lengua náhuatl, que fue impresa por Pedro Ocharte en 1571 y corregida y aumentada por Pedro Babli en 1576. Aunque menos extensa que la de Andrés de Olmos, es la más antigua de todas las impresas y su autor está considerado como el precursor de los estudios mexicanistas. Está dividida en dos partes: la primera trata las ocho partes de la oración, y la segunda afronta las cuestiones prácticas y dificultades propias de la lengua náhuatl.
Molina, también escribió un Vocabulario de dicha lengua, que fue impreso por Juan Pablos en 1555. En su primera edición se limitaba a ser un vocabulario castellano-mexicano, pero en la segunda le añadió también otro mexicano-castellano.
ARTE Y VOCABULARIO DE LA LENGUA MEXICANA, POR ALONSO DE MOLINA |
El franciscano Bernardino de Sahagún fue el pionero en la elaboración de los primeros estudios de Etnografía moderna por medio de obras bilingües en náhuatl y español. En 1525, fue destinado en Nueva España, allí fundó el convento de Xochimilco y el Imperial Colegio de Santa Cruz de Tlatelolco, donde enseñó latín a los indios, e instruyó a jóvenes nahuas y al clero local.
En la primera imprenta de Méjico publicó un Vocabulario trilingüe, en castellano, latín y náhuatl, y una Gramática del náhuatl, un Tratado de Retórica y Teología a la gente mexicana, y un Arte de la lengua mexicana.
El Arte mexicana del jesuita Antonio del Rincón, publicada en 1595. Tardó diez años en recoger los preceptos consignados en ella. Tuvo una buena acogida, ya que a los tres años de publicado tuvo una segunda edición.
Pedro de Arenas trató de ofrecer un vocabulario práctico, de poco rigor científico, pero útil para el que desease entenderse con los indios, y al que añadió un manual de conversación para las necesidades más elementales de la vida: saludar, despedirse, preguntar por alguien o algo, pedir una cosa, manifestar alguna urgencia, etc.
Todas estas gramáticas de la lengua mexicana hacen referencia expresamente al idioma azteca, que es una rama del grupo nahuatl, según los estudios de filología.
Hasta 1642 no volvió a aparecer ninguna gramática mexicana tan utilizada como las de Molina y Rincón. En este año fue editada la Gramática del agustino Diego de Galdo Guzmán, catedrático de lengua mexicana y otomí en la Universidad de México. Siguieron a continuación, las Gramáticas del jesuita Horacio Carochi, en 1606; de Antonio Tovar Cano y Moztezuma; y de Agustín de Vetancurt, en 1673.
Es probable que las que siguieron a éstas no tuviesen la misma excelencia. En el Arte novísima de la lengua mexicana de Carlos de Tapia Centeno, y en la de Joseph Agustín de Aldama Guevara, tratan de realizar una síntesis de trabajos anteriores que de una nueva creación.
VOCABULARIO TRILINGÜE POR BERNADINO DE SAHAGÚN |
Junto al mexicano, proliferaron los estudios a otras lenguas abordadas por los misioneros españoles.
La lengua pima fue estudiada gramaticalmente por el jesuita Luis Bonifaz en su Arte de la lengua principal de Sinaloa o Cinaloa.
El franciscano José Fernández realizó un Arte y vocabulario de la lengua tepehuana.
El jesuita Tomás de Guadalupe estudió la lengua tarahumara, junto al jesuita Jerónimo Figueroa y el misionero José Victoriano.
Entre las familias lingüísticas más difundidas y más difíciles de reducir a reglas figura la otomí. Sobre esta, Luis Neve y Molina escribió las Reglas de ortografía, Diccionario y Arte del idioma otomí, publicados en México, en 1767. Fue considerada una hazaña tan difícil que José Lucas de Anaya llegó a decir que pondría el título de este libro en El imposible vencido.
Un idioma independiente, hablado en Michoacán, es el tarasco. Entre otros que dedicaron estudios destacó el franciscano Maturino Gilberti. Publicó un Vocabulario en Lengua de Mechuacan, en 1542, en su doble vertiente tarasco-español y español-tarasco. Reconocido como el más destacado lingüista del tarasco, se dedicó a impartir la doctrina cristiana en la lengua nativa de los indígenas de Michoacán. También es autor de Tesoro espiritual en lengua de Mechoacan, Cartilla para los niños en lengua tarasca, Tesoro espiritual de pobres en lengua de Mechoacan, Diálogos de doctrina cristiana en lengua de Mechoacan (considerada su mejor obra), Evangelios en tarasco y algunas traducciones de las Sagradas Escrituras, entre muchas otras.
ARTE DE LA LENGUA MEXICANA Y ARTE DE LA LENGUA MAYA |
Otras lenguas abordadas por los españoles fueron el totonoca y el huasteca. Ambas fueron estudiadas por Andrés de Olmos, autor de la primera gramática totonaca y de varios opúsculos huastecas.
El maya fue un idioma extendido por toda la península del Yucatán. El primer en estudiarlo fue Luis de Villalpando, cuyos trabajos sirvieron de base a la gran obra de, franciscano Gabriel de San Buenaventura. Este fue autor del Arte de la lengua maya, publicado en México, en 1684, y de un gran Diccionario maya-hispano e hispano-maya, compuesto en tres volúmenes.
Se ocuparon también de la lengua maya Beltrán de Santa Rosa María, Gaspar Antonio y Antonio de Ciudad Real. Este último realizó el trabajo más importante mediante un gran diccionario en seis volúmenes de la lengua maya.
Tampoco quedaron olvidados otros idiomas menos importantes. La lengua de los lacandones fue estudiada por Diego Ribas Gaztelu; el tzendal por Francisco de Zepeda; el tzotzil por Dionisio Pereira; y el cakchiquel por Juan de Torres.
El cakchiquel y el tzutuhil son lenguas habladas por mayas englobadas en la familia del quiché. Esta fue muy estudiada por el dominico Francisco Ximénez, traductor del Popol-Vuh al castellano, y por el franciscano Ildefonso José de Flores.
El Estado de Oaxaca estaba prácticamente ocupado por la familia lingüística mixe zoque, a la que pertenece el mixe, el zapoteca y el mixteco. El zapoteca fue estudiado por Juan de Córdoba y Pedro de la Cueva; y el mixteca por Antonio de los Reyes.
El maya fue un idioma extendido por toda la península del Yucatán. El primer en estudiarlo fue Luis de Villalpando, cuyos trabajos sirvieron de base a la gran obra de, franciscano Gabriel de San Buenaventura. Este fue autor del Arte de la lengua maya, publicado en México, en 1684, y de un gran Diccionario maya-hispano e hispano-maya, compuesto en tres volúmenes.
Se ocuparon también de la lengua maya Beltrán de Santa Rosa María, Gaspar Antonio y Antonio de Ciudad Real. Este último realizó el trabajo más importante mediante un gran diccionario en seis volúmenes de la lengua maya.
Tampoco quedaron olvidados otros idiomas menos importantes. La lengua de los lacandones fue estudiada por Diego Ribas Gaztelu; el tzendal por Francisco de Zepeda; el tzotzil por Dionisio Pereira; y el cakchiquel por Juan de Torres.
El cakchiquel y el tzutuhil son lenguas habladas por mayas englobadas en la familia del quiché. Esta fue muy estudiada por el dominico Francisco Ximénez, traductor del Popol-Vuh al castellano, y por el franciscano Ildefonso José de Flores.
El Estado de Oaxaca estaba prácticamente ocupado por la familia lingüística mixe zoque, a la que pertenece el mixe, el zapoteca y el mixteco. El zapoteca fue estudiado por Juan de Córdoba y Pedro de la Cueva; y el mixteca por Antonio de los Reyes.
GRAMÁTICA Y ARTE DE LA LENGUA GENERAL DEL PERÚ |
La familia de lenguas quechua estuvo muy extendido por la cordillera de los Andes y hablado por los incas del Virreinato del Perú. Su primeros estudiosos fueron los eclesiásticos Juan de Oliva y Cristóbal de Medina. Sin embargo, el primero en estudiarlo en profundidad fue Domingo de Santo Tomás, quien lo redujo al lengua culta. Tanto el Vocabulario y como la Gramática de la lengua general de los indios del Perú fueron publicados en Valladolid, en 1560. Este texto fue utilizado para la enseñanza del quechua durante la segunda mitad del siglo XVI.
En 1596, en la Universidad de Lima, los decanos crearon una cátedra de quechua. Más o menos a partir de esta época, nadie podía ser ordenado sacerdote católico en el virreinato si no demostraba conocer bien el quechua, al que los religiosos habían dado forma escrita. Entonces, la Gramática y Arte nueva de la lengua general de todo el Perú, publicado por el jesuita Diego González Holguín en 1607, fue el texto generalizado para el estudio desde principios del siglo XVII.
A estos dos les siguieron otros quechuistas, entre los que destacaron Diego de Torres Rubio y Alonso de Huerta.
El araucano, idioma de los mapuches habitantes del sur del Virreinato de la Plata, fue estudiado por Gabriel de la Vega, Luis de Valdivia y Andrés Febres.
La lengua el guaraní fue estudiada por el limeño Antonio Ruiz de Montoya.