El fervor religioso era una señal de identidad y existía una conciencia muy aguda de la virtud, y también por eso pudo haber una extraordinaria generación de religiosos que alcanzaron la santidad. Los valores máximos del caballero cristiano hispánico eran el amor, el honor y la religión.
En este sentido, la historia dejó de ser política, económica o bélica para ser historia de la religión, de la cultura y del pensamiento, cuyas ideologías eran el Catolicismo y el Humanismo. Como dijo Menéndez Pelayo, España era esencialmente un "pueblo de teólogos".