REGENERACIONISMO ESPAÑOL DE JOAQUÍN COSTA


Joaquín Costa fue un político, historiador, jurista, economista, abogado del Estado y defensor del Socialismo y Reformismo agrario. Considerado el mayor representante del movimiento intelectual decimonónico Regeneracionismo español.

REGENERACIONISMO ESPAÑOL POR JOAQUÍN COSTA

Joaquín Costa Martínez nació en Monzón, provincia de Huesca en 1846. Era el hijo mayor de una modesta familia de labradores, por lo que tuvo q trabajar en varios oficios manuales para pagarse sus estudios de bachillerato. Gracias a la generosa ayuda de un tío suyo, pudo cursar Magisterio Superior, Delineante y Agrimensor.

Pensionado por la Diputación Provincial de Huesca, en 1867, visitó la Exposición Universal de París. Entonces, permaneció dos años en Francia como maestro particular. Esta estancia en el país galo le sirvió para ensanchar su horizonte cultural y adquirir conciencia, por analogía, del atraso de su propio país, sin llegar a convertirse en un afrancesado.

De nuevo en España, y tras cumplir el servicio militar, cursó en Madrid las carreras de Derecho y de Filosofía y Letras, de forma simultánea. Obtuvo la licenciatura de ambas en 1873, y el doctorado con premio extraordinario en 1875. Durante esta etapa universitaria, se vinculó al Krausismo, del cual "tomó la idea de la primacía de la sociedad frente al Estado", como señaló Rafael Pérez de la Dehesa en un estudio biográfico.

JOAQUÍN COSTA MARTÍNEZ

En los siguientes años, trabajó primero en el Cuerpo de Notarios y después en el Cuerpo Superior de Abogados del Estado en varias ciudades: Granada, Jaén, Cuenca y Huesca. Escribió sus primeras obras: La vida del Derecho, Cuestiones celtíberas: religiones, organización política, civil y religiosa de los celtíberos, y Derecho consuetudinario del Alto Aragón.

De nuevo en Madrid, fue profesor auxiliar en la Universidad Central de Madrid, cargo al que renunció en protesta por la política educativa de la Restauración, junto a Francisco Giner de los Ríos y otros catedráticos.

Desde 1880, fue miembro de la Institución Libre de Enseñanza, dirigiendo su Boletín, dando clases y participando en el Congreso Pedagógico Nacional de 1882. La Institución era una organización educativa de carácter laico, inspirada en la filosofía del alemán Karl Krausse.

En 1881, publicó su trabajo sobre los orígenes del derecho consuetudinario español en su libro Introducción a un tratado de política textualmente de los refraneros, romanceros y gestas de la Península. Una obra de contenido jurídico que fue ampliada, años más tarde, en 1887, en su Plan de una Historia del Derecho español en la antigüedad.

Colaboró en la Revista de España, en la Revista General de Legislación y Jurisprudencia y en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, donde presentó sus Estudios jurídicos y políticos y su Teoría del hecho jurídico individual y social.

Tomó parte de varias conferencias africanistas y abolicionistas, planteando su visión de El comercio español y la cuestión de África, libro publicado en 1882. Dirigió el Congreso Español de Geografía Colonial y Mercantil, en 1883. Cofundó la Sociedad de Africanistas y Colonialistas que organizaba las expediciones al África occidental y ecuatorial. Y colaboró en la Revista de Geografía Colonial, entre los años 1885 y 1887.

escultura Joaquín Costa grupo escolar Zaragoza
ESCULTURA DE JOAQUÍN COSTA

Una progresiva enfermedad de atrofia muscular le hizo regresar a su villa natal Graus para recuperarse. A pesar de todo, organizó a la Liga de Contribuyentes de Ribagorza, en 1891, que derivó en movimiento político de inclinaciones sociales. Como miembro de esta Liga participó en varias campañas por todo el Alto Aragón, a partir de 1892, con el fin de potenciar la producción agraria gracias al regadío y mediante obras hidráulicas que, según su opinión, debía hacer el Estado. Esta organización regional se transformó en la Cámara Agrícola del Alto Aragón. Otro de sus actos fue la asistencia al Congreso de Jurisconsultos Aragoneses, en Zaragoza.

Estuvo en contacto con la Extensión Universitaria y fue presidente de la sección de Ciencias Históricas, Morales y Política del Ateneo de Madrid, en 1895.

En 1898 ingresó en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas con un discurso sobre El problema de la ignorancia del Derecho y sus relaciones con el status individual, el referéndum y la costumbre. Y en años siguientes estudió temas jurídicos relevantes como Derecho consuetudinario y economía popular en España, en 1902.

OBRAS DE JOAQUÍN COSTA

Mediante sus mensajes a las Cámaras Agrarias aragonesas consiguió la creación de una Asamblea Nacional de Productores, en 1899. Esta entidad política alió con las Cámaras de Comercio, lideraba Basilio Paraíso Lasús, y con la Liga Agraria, formada por las clases propietarias castellanas dirigidas por Santiago Alba Rico. Y fruto de la suma de estas tres organizaciones se fundó la Unión Nacional, en 1900. Era un nuevo partido político popular muy crítico con el sistema de la Restauración canovista. Esta propuesta tripartida resultó demasiado heterogénea en su ideología, haciendo perder a muchos militantes al republicanismo.

Aunque en la Unión Nacional estaban contempladas las ideas de Joaquín Costa, este aceptó un cargo en el Directorio y redactó el mensaje protesta al Congreso de los Diputados, que se publicó en la prensa el 1 de abril de 1900. Su intento de organizar manifestaciones a la calle fue infructuoso, ya que se prohibió la de Madrid y se suspendieron las demás de forma interna.

La siguiente estrategia política fue debatida: Lasús pugnó por acciones directas como una huelga de contribuyentes, mientras Costa creyó improbable un alto seguimiento de esa acción por los trabajadores. Costar era más partidario de ejecutar una estrategia de educación al pueblo y trabajo dialéctico. El enfrentamiento entre posturas contrarias hizo que Costa abandonase el directorio del partido. Además, Alba Rico y sus gremios madrileños también se alejaron de Lasús. La Unión Nacional se desintegró por la tensión entre los intereses populares y los corporativos. No obstante, todavía en abril de 1901, celebró un mitin en Barcelona y, tanto Costa como Lasús aseguraron sendos escaños de diputados liberales para la siguiente legislatura.

escultura Joaquín Costa Zaragoza lápida Madrid
ESCULTURAS DE JOAQUÍN COSTA

Afectado profundamente por el fracaso de la Unión Nacional, Costa continuó atribuyendo responsabilidades por la situación española a la propia Monarquía en Quiénes deben gobernar después de la catástrofe. Reconstrucción y europeización de España.

Costa percibió que el poder, tal como estaba configurado, no acometería nunca reformas regeneracionistas. En este empeño, Costa se hallaba completamente solo, aún soñaba con fundar un partido de intelectuales, más que de activistas callejeros. Pero finalmente, ingresó en la Unión Republicana, en 1903, que estaba liderada por Nicolás Salmerón, un antiguo compañero en la Institución Libre de Enseñanza de ideales reformistas y krausistas.

Aquel año ya estaba de vuelta en Madrid, ocupando una plaza de notario y preparando su gran obra Colectivismo agrario, con una visión mucho más política y científico-social que sus anteriores más jurisconsultas.

En adelante Joaquín Costa fue con frecuencia portavoz y jefe de fila de quienes propusieron una respuesta mucho más efectiva, objetiva, positiva y activa a los graves problemas de España que la propuesta por la Generación del 98. Aun así, su lucha contra frente el sistema del turno de partidos de la Restauración, y su denuncia de las torpezas y egoísmos de los políticos no obtuvieron repercusión alguna.

En 1904, fue elegido diputado republicano a Cortes, sin compadecer en el Parlamento de forma habitual, en momentos en que había perdido casi del todo la esperanza de regenerar a España. Pero fue entonces cuando propuso un "cirujano de hierro" que acometiera las reformas de urgencia que necesitaba España para escapar de la decadencia, cirujanos que mucho más tarde fueron Miguel Primo de Rivera y Francisco Franco.

CARICATURAS DE JOAQUÍN COSTA

Su fracaso político le radicalizó verbalmente, acercándose en sus últimos años al Socialismo. Harto de las decisiones e intrigas de Alejandro Lerroux y otros correligionarios, rompió con Unión Republicana, en 1906, retirándose definitivamente a Graus.

Tan solo salió de allí en 1908 para manifestarse en contra del Proyecto de Ley Antiterrorista que prepara el presidente Antonio Maura. Siguió protestando contra otros proyectos gubernamentales y ofrecer sus Siete criterios de gobierno, por lo que fue llamado el "León de Graus".

En 1910, se adhirió al Centro de Estudios Históricos, proyectado por Francisco Giner de los Ríos, Eduardo de Hinojosa y Naveros y José Castillejo Duarte.

Su muerte provocó una gran convulsión nacional. Fue enterrado en Zaragoza ante la oposición que mostró el pueblo aragonés al traslado de sus restos en el futuro Panteón Nacional; además, los políticos monárquicos no deseaban un entierro multitudinario capaz de presentarse como un plebiscito contra el sistema.

Joaquín Costa Academia Ciencias Morales Políticas
ESCULTURA DE JOAQUÍN COSTA
EN LA ACADEMIA DE CIENCIAS MORALES Y POLÍTICAS

En 1911, aparecieron todos sus discursos y escritos sobre política hidráulica. La obra de Joaquín Costa es tan compleja y polifacética como su vida, era un hombre tan culto como dotado de un gran sentido práctico. Sus textos están sembrados de citas cultas y vehementes, expresadas en un estilo de rica, bella y versátil oratoria, casi romántico, cuyos lemas fueron "Escuela, despensa" y "Siete llaves para el sepulcro del Cid". Escribió además dos novelas didácticas: Justo de Valdediós y Último día del paganismo, que fue inconclusa.

Fue el máximo representante del Regeneracionismo español, gran movimiento intelectual que pretendía revertir el profundo estado decadencia que llevaba sufriendo la España de su tiempo.

En su pensamiento político, económico y social sobresalen tres rasgos esenciales: su preocupación por los problemas sociales, su amor a España y su propósito de transformar la nación de forma integral a través de un proceso de reformas.

Los aspectos socialistas en el Regeneracionismo español que defendió Joaquín Costa Martínez influyeron ampliamente en el pensamiento de José Ortega y Gasset durante su juventud.

Oligarquía caciquismo España Joaquín Costa
OLIGARQUÍA Y CACIQUISMO POR JOAQUÍN COSTA

Desde el Ateneo de Madrid realizó una espectacular encuesta en colaboración de muchas grandes figuras de la cultura y la sociedad española (desde Miguel de Unamuno a Emilia Pardo Bazán) para redactar información para su gran publicación: Oligarquía y caciquismo como la forma actual de gobierno en España. Urgencia y modo de cambiarla, del año 1901. Era una enérgica y documentada denuncia de la corrupción establecida en el sistema político canovista de la Restauración monárquica.

Así, en la presentación de su Oligarquía y caciquismo en el Ateneo madrileño, exigía:
"... fundar improvisadamente en la Península una España nueva, es decir, una España rica y que coma, una España fuerte y que venza, una España, en fin, contemporánea de la Humanidad que al trasponer las fronteras no se sienta forastera, como su hubiera penetrado en otro planeta o en otro siglo."
Para Joaquín Costa era muy necesario acabar con el régimen oligárquico y caciquil que dominaba en España, una transformación en la que también incluyó a los partidos políticos, a los que definió como "facciones, banderías o parcialidades de carácter marcadamente personal". El remedio contra "el gobierno de los peores" pasaba por la movilización y el fomento del denominado "auto-gobierno" y de la conciencia cívica y democrática de las fuerzas vivas de la Nación española. Mientras no se cumpliesen estos requisitos, "no seremos, ni con Monarquía ni con República, una Nación libre, digna de llamarse europea".

Propuso un programa de reformas que abarcase desde la "educación nacional" y la "colonización interior" a las infraestructuras estatales y la "desafricanización y europeización de España". Sus planteamientos eran algo revolucionarios para la mentalidad de la época, pero siempre tuvo claro que habría que establecerlos por vías legales y en proceso. Si era necesario se debían implantar mediante un "cirujano de hierro" dotado de amplios poderes, aunque en modo alguno ilimitados y no sujetos al control de los órganos legislativos. Esta idea le generó que algunos le acusasen de querer imponer un sistema dictatorial.

En Oligarquía y caciquismo, Costa aprobaba un sistema "Neoliberalismo orgánico, ético y sustantivo", alejándose de lo denominó como "Liberalismo abstracto".

Joaquín Costa amigos fotografía
JOAQUÍN COSTA Y AMIGOS

El historiador español Alberto Gil Novales ha visto con claridad la gran contradicción de Joaquín Costa en este trabajo: denunciaba desde dentro el mismo sistema político que pretendía destruir. Además, la información que utilizó en su obra no excluye a los caciques y oligarcas en cuanto a hombres representativos de la cultura de su época.


Como resumen definitivo de la encuesta, Costa elaboró un programa de enunciados prácticos, casi su testamento político, en el que mezclaba grandes estrategias y algunas observaciones menores, casi comarcanas:
1. Cambio radical en la aplicación y dirección de los recursos y energías nacionales.
2. Reforma de la educación en todos sus grados.
3. Abaratamiento rápido del pan y de la carne.
4. Un sistema nuevo de comercio.
5. Mejoramiento de los caminos de herradura.
6. Suministro de tierra cultivable.
7. Legislación social.
8. Sanear y europeizar la moneda.
9. Creación de un poder judicial digno.
10. Municipalización de servicios públicos y de ciertas industrias y comercios.
11. Renovación del liberalismo abstracto y legalista imperante.
12. Renovación de todo el personal gobernante.

COLECTIVISMO AGRARIO EN ESPAÑA POR JOAQUÍN COSTA

De origen campesino y conocedor de las miserables condiciones imperantes en la España rural, era lógico que se ocupase de la problemática del entorno agrario, lo que hizo especialmente y de forma extensa en su libro Colectivismo agrario en España. Doctrina y hechos, publicado en 1898. Se trata de una amplia historia económica de los sistemas de propiedad y sus diversas modalidades, desde los cotos a las tierras concejiles y comunales, las formas de explotación, etc., remontándose hasta los primeros momentos de la Romanización.


Con notable agudeza, abordó el control sobre el agua y sus diversas formas de propiedad, de las cofradías pesqueras, etc., describiendo la gran tradición de colectivización agraria en España, desde Alonso del Castrillo (siglo XVI) hasta Álvaro Flórez Estrada (siglo XIX). Insistió en los beneficios que podría obtener el sector agrario si el Estado se implicase en el desarrollo de un plan de irrigación de agua sobre los campos de cultivo.

Realizó una dura crítica de la destrucción de los sistemas de propiedad comunal y otras prácticas de ancestrales, que describió muy documentadamente, debido a las amortizaciones que había efectuado el Estado liberal sobre el entono rural el siglo XIX.

Retrato Joaquín Costa pintura Victoriano Balasanz
JOAQUÍN COSTA MARTÍNEZ, POR VICTORIANO BALASANZ

Exponía su sistema de producción y distribución de la riqueza a medio camino
"entre los dos sistemas extremos comunistas e individualistas, en cuanto declara propiedad común o social los instrumentos de trabajo, o sea de producción, pero deja los productos bajo el régimen de la propiedad individual". Aplicado al problema agrario, de los propietarios del suelo y de las clases campesinas, esto significa que la tierra no puede ser propiedad exclusiva de nadie y tiene que permanecer en manos colectivas.

Costa olvidó casi por completo el mundo industrial, y sus propuestas reformadoras agraristas eran muy poco revolucionarias. Pero globalmente se trata de una clara propuesta modernizadora, de mejoras legales e institucionales, europeizadoras.

Más que exponer sus propios puntos de vista, la obra de Costa constituyó una exposición y reivindicación de las doctrinas sociales y comunitarias de los grandes humanistas, teólogos y arbitristas de los siglos XVI y XVII, una apología que extiende a los ilustrados Arana, Campomanes, Olavide y Floridablanca, así como a Flórez Estrada y otros teóricos del siglo XIX. En este contexto, hizo crítica a Jovellanos por su "fanatismo individualista".

Retrato Joaquín Costa pintura Victoriano Salazar
JOAQUÍN COSTA MARTÍNEZ, POR VICTORIANO BALASANZ

En
Reconstitución y europeización de España, de 1900, resumía su programa político-económico: que España sea rica para todos, antes que pensar en repartir la miseria común; y por europeización entendió predominantemente la transformación del espacio físico económico de España: repoblación forestal, canales y pantanos, regadíos; y revolución de la agricultura y de toda su producción.

En La fórmula de la agricultura española, reiteró su preocupación por la situación agraria, obrera y social de España. En defensa por las clases humildes expresaba con estas palabras su indignación:
"Los labradores y braceros del campo, los menestrales, obreros de la industria y proletarios, que son en España más diecisiete millones y medio, han pagado con ríos de sangre y de oro, en cien años de guerra, la civilización que disfruta el medio millón restante."
Por su acentuada visión negativa sobre la historia de España, se generó algunos enemigos que le calificaron de mal español o anti-patriota. Nada de eso si se tiene en cuanta su prólogo en el libro Juan Corazón, de R. Sánchez Díaz, en el que escribía:
"Como Fitche creía en la eternidad de la raza alemana, creamos nosotros aún en la eternidad de la raza española."
Incluso hacía apología a la expansión de la raza española por ejemplo en África, como contrapeso material y moral a la expansión de la raza anglosajona, como declaró en el discurso inaugural de un Congreso de Geografía Colonial:
"Como hace falta que un hemisferio se contraponga a otro hemisferio para asegurar el equilibrio material del astro, la Humanidad terrestre necesita una raza española grande y poderosa, contrapuesta a la raza sajona, para sostener el equilibrio moral en el juego infinito de la historia… Por esto os digo, señores, no ya por impulsos de vanagloria, no ya por sugestiones del patriotismo, mas por altos deberes de Humanidad estamos obligados a fomentar el crecimiento y la expansión de la raza española."
Todo esto fue dicho en un momento de pesimismo patrio tras el Desastre de 1898, y la pérdida de las últimas provincias de ultramar (Cuba, Puerto Rico y Filipinas) durante una guerra contra Estados Unidos.

Costa expuso su visión nacionalista e, incluso, mesiánica, de España. En momentos de euforia patriótica, llegó a asignar a la raza española un papel primordial en la historia de la Humanidad según la providencia.

Un contemporáneo suyo, el filósofo Miguel de Unamuno le calificó de "archiespañol". En un discurso pronunciado en el Ateneo de Madrid en febrero de 1932, le relacionó con "nuestros sinceros, ingenuos y castizos tradicionalistas españoles".

PANTEÓN JOAQUÍN COSTA

BIBLIOTECA REAL DE EL ESCORIAL


La Biblioteca Real del Monasterio de San Lorenzo de El Escorial fue fundada por Felipe II en 1576. Animado por el espíritu del Concilio de Trento, el objetivo de reunir una amplia colección de libros que albergasen todo el conocimiento científico y humanístico sobre el que basar su defensa de la verdadera fe católica y expandir el Humanismo cristiano en la segunda mitad del siglo XVI.

Organizada por Benito Arias Montano, la Biblioteca Laurentina es una de las más relevantes bibliotecas históricas del mundo que reúne unos excelentes y abundantes fondos bibliográficos: miles de códices y manuscritos de diferentes épocas y culturas, en lenguas latina, griego, árabe y hebreo.

BIBLIOTECA REAL DE EL ESCORIAL

El 10 de agosto de 1557, día de San Lorenzo, las tropas de Felipe II, dirigidas por el general Manuel Filiberto, derrotaron a las francesas de Enrique II en la batalla de San Quintín. Felipe de Habsburgo acababa de subir al trono de la Monarquía hispánica tras la abdicación de su padre el emperador Carlos V. Fue concebido como un triunfo para la defensa del Catolicismo frente a la herejía del Protestantismo. En acción de agradecimiento divino por la victoria de San Quintín y en la línea del deseo de Carlos V de ser enterrado en un monasterio de la Orden de San Jerónimo, Felipe II emprendió la construcción de un monumento a san Lorenzo, ubicado en la villa de El Escorial, en las estribaciones de la sierra de Guadarrama.

Este conjunto debía contener una basílica, un panteón, un palacio, un colegio, una biblioteca, un convento y dependencias con otras funciones. Antes del proyecto del Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, el concepto de una gran biblioteca como fuente de todo conocimiento y fuente de prestigio para las autoridades había surgido en la España de mediados del siglo XVI desde un punto de partida ideológico diferente. El informe presentado por Juan Pérez de Castro al rey en 1556 proponía la creación de una gran biblioteca pública en Valladolid, sede entonces de la Corte. Teniendo en cuenta que la promoción de la capital y el monasterio eran objetivos paralelos, es sorprendente que Felipe II considerara la biblioteca como menos que ideal desde el punto de vista ideológico y cultural del estado nación emergente.

REAL MONASTERIO DE SAN LORENZO DE EL ESCORIAL

Al igual que con tantos otros aspectos de la fundación, la estructura final de la biblioteca se derivó de un largo proceso acumulativo que originalmente albergaba un propósito muy diferente. En un principio, el monarca no pretendía crear una biblioteca mixta tanto para el monasterio como para formar parte integrante del monasterio. Pero, en 1564, cuando el número de monjes se duplicó y el número de salas capitulares aumentó en consecuencia, la biblioteca tuvo que ser trasladada del claustro principal donde era solo una sección más del edificio.

Aparte de esta trayectoria, la biblioteca comenzó a desarrollarse por separado del monasterio. Mientras las obras del conjunto escurialense comenzaron en abril de 1563, la sede de la Biblioteca lo hizo en 1579, cuando Felipe II resolvió promover y fortalecer la biblioteca, el seminario y la escuela, animado por el espíritu del Concilio de Trento. Se convirtió en Biblioteca Real, pero con un fuerte énfasis en su aspecto monástico y didáctico, coexistiendo esta misión combinada con su papel como instrumento utilitario de la ortodoxia en manos de los monjes.

La Biblioteca Real está ubicada en la entrada central de la fachada oeste, que es la principal, ocupando las dos plantas que hay justo arriba del pórtico de acceso. Tenía una posición fundamental como lugar de transmisión y memoria de un saber universal, brillante relicario de todos los textos más importantes y más sagrados del mundo, escritas en lenguas cultas y antiguas, crisol de la ciencia y el poder de la Monarquía española. Desde esta localización, la Basílica, la Casa del Rey y la Biblioteca Real expresan la indisoluble unión entre fe, poder y sabiduría, que forman las bases para la Monarquía Católica.

BIBLIOTECA REAL

El conjunto bibliográfico y artístico que forma el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial fue concebido como un himno de agradecimiento al Creador, con varias intencionalidades concretas:

1. la alabanza y adoración a Dios, que se realiza en el centro es la Basílica y el convento de frailes jerónimos que oran permanentemente y atienden el culto divino

2. el estudio de las ciencias humanas encabezadas por la Teología, reina de todas las ciencias, que está reunida en la Biblioteca

3. el enterramiento de los miembros de la Monarquía católica hispánica, en el interior del Panteón

4. la residencia del rey y el asunto de cuestiones sobre su gobernación en unas austeras y sencillas estancias para alojamiento del monarca y salas capitulares, que forman el Palacio

Felipe II sentenciaría en alguna ocasión: "Una choza para el Rey y un palacio para Dios".

Como indica su ubicación, decoración, contenido y, en consecuencia, su papel histórico, la Biblioteca Real no es un anexo del monasterio, sino que es una institución real formando parte del conjunto escurialense. Aunque prestaba un servicio directo al monasterio y al colegio, Felipe II le confirió una importante relevancia. Como vanguardia de la unidad y la ortodoxia de la Cristiandad mundial, era fundamental reunir una amplia colección de libros que albergasen todo el conocimiento científico y teológico desde el que defender la verdadera fe católica y atacar la herejía protestante.

EXTERIOR DE LA BIBLIOTECA REAL

Cuando se fundó la biblioteca, se alzaron voces en contra de la supuesta decoración profana, juzgada inadecuada para un monasterio jerónimo. En respuesta, el padre José de Sigüenza afirmó que la biblioteca era del rey y estaba abierta a todos. Aunque la biblioteca era real, también era utilizada por los monjes, el cauto fraile añadió que los escritos de la Antigüedad estaban llenos de temas propicios para la piadosa meditación.

Tan fue la importancia que tenía la Biblioteca sobre el conjunto monasterial que Felipe II eligió a la Orden de San Jerónimo para guardar las dependencias. Esta siempre fue una orden erudita que conocía perfectamente el valor y la fuerza de los textos antiguos. Su patrón, san Jerónimo, ofreció a la Iglesia la Biblia Vulgata en lengua latina de las Sagradas Escrituras. A estos textos esenciales se fueron añadiendo las obras manuscritas de personalidades especialmente admiradas por Felipe II, como Teresa de Jesús, Luis de Granada y Juan de Ávila, y de otras materias de su interés: Teología, Historia, Astronomía, Cosmografía, Geografía, Arquitectura, Mística, crónicas, genealogías, misales, tratados bélicos, etc.

El origen material de la Biblioteca escurialense estuvo en la colección privada de libros que fueron adquiriendo de los Habsburgos Mayores, Carlos V y Felipe II, durante sus reinados, que era selecta y abundante.

Siempre atento a mejorar los fondos, Felipe II encargaba la adquisición de nuevos libros con frecuencia a sus gobernadores desplegados en los territorios de la Monarquía hispánica y sus embajadores en otras Cortes europeas, como el secretario Juan de Verzosa en Roma. Además, se vio incrementada con las sucesivas donaciones de las bibliotecas privadas que entregaban sus grandes nobles. Otras obras procedían de las bibliotecas catedralicias y conventuales españolas, como las del dominico Alonso Chacón y el jesuita Juan Páez de Castro.

Entonces, el encargado de la librería provisional era fray Juan de San Jerónimo, quien guardaba las primeras remesas de libros en el pequeño convento que tenía la villa de El Escorial.

BIBLIOTECA REAL

Uno de los principales responsables de esta selecta y abundante colección de manuscritos fue el teólogo y biblista Benito Arias Montano, autor de la Biblia Políglota Regia, que fue publicada en 1572, en Amberes. Desde esta ciudad, el gran humanista procuraba la compra y envío a la Corte madrileña de manuscritos antiguos de las más diversas materias; destaca, por ejemplo, una excelente colección de manuscritos antiguos. Pero también trajo tratados relacionados con las ciencias ocultas, la magia y la cabalística.

En 1571, se adquirieron 57 manuscritos griegos y 122 latinos procedentes de la librería de Gonzalo Pérez, padre del consejero real Antonio Pérez, y, un año después, los de Juan Pérez de Castro.

Entre 1573 y 1574, se añadieron los libros donados por Francisco de Rojas y los reunidos en Venecia por el embajador Diego Guzmán de Silva, que incluía valiosos códices. Se incorpora también al catálogo la mayor parte de la importante biblioteca del obispo de Plasencia, Pedro Ponce de León, y los libros de Juan Bautista de Toledo, quien fuera el primer arquitecto de las obras del monasterio.

En 1576, se fundaba la Biblioteca Real Escurialense de Felipe II, tras la llegada de las últimas obras que quedaban en el alcázar de Madrid, sede de su Corte. Entonces, ya contaba con 4.545 volúmenes, de los cuales más de la mitad eran códices y unos 2.000 eran diversos manuscritos. Pero las obras decorativas sobre bóveda, friso y cabeceras no concluyeron hasta 1594.

Aquel mismo año de 1574, llegaba la biblioteca de Diego Hurtado de Mendoza, embajador real en Venecia, la más valiosa que existía en España, entre los que destacaban 853 códices.

Estos excelentes y abundantes fondos bibliográficos requerían una inteligencia rectora que organizase todo ese legado. En 1577, Felipe II, que conocía muy bien a sus súbditos más cualificados, eligió a una de las personas más sabias y cultas de su tiempo: el humanista, biblista y científico polifacético Benito Arias Montano. Desde que recibió el encargo hasta la conclusión de la Biblioteca, en 1592, Arias Montano estuvo cuatro veces en El Escorial, algunos periodos duraron varios años seguidos. Su cometido consistía en la catalogación, clasificación y ordenación de los libros que había guardados y que iban llegando en los siguientes años.

BIBLIOTECA REAL

Para organizar los manuscritos árabes solicitó la colaboración del médico morisco Alonso de Castillo. Suya fue la idea de colocar las esculturas de los seis reyes de Judea sobre la fachada de la basílica. Por último, se encargó de separar de la totalidad un conjunto de libros prohibidos o reservados, de peligroso contenido esotérico: tratados relacionados con las ciencias ocultas, la magia y la cabalística. Estos fueron guardados en otra biblioteca aparte a la que sólo podían acceder el rey y él. Esta fue una práctica habitual hasta bien entrado el siglo XIX.

Así se fundó la Biblioteca Laurentina, un gigantesco proyecto de investigación con unos excelentes y abundantes fondos bibliográficos que formaron una de las mejores y más amplias bibliotecas de la Edad Moderna. Fue posiblemente la que reunió el mejor fondo de códices griegos y la mejor colección europea de manuscritos árabes.

De forma progresiva, las colecciones de libros y de artes decorativas reunidos por ambos monarcas se fueron depositando en las dependencias de El Escorial, que aún estaba en construcción. En ellas se encontraban retratos de personas ilustres, grabados y dibujos, instrumentos de geografía como mapas, globos terráqueos, astrolabios, toda clase de instrumentos matemáticos, monedas, reproducciones o innumerables muestras de plantas, minerales, animales procedentes tanto de Europa como de los virreinatos españoles de América.

Aquellos instrumentos y libros relacionados con las ciencias exactas formarían parte de la Escuela de Matemáticas y Astronomía que se estaba impartiendo bajo la dirección del constructor material de esta institución, el arquitecto Juan de Herrera.

SALA PRINCIPAL DE LA BIBLIOTECA REAL

En 1581, se añadieron los libros de Pedro Fajardo, marqués de los Vélez, unos 500 textos impresos y algunos manuscritos.

En 1591, la biblioteca escurialense se enriqueció con unos mil manuscritos procedentes de la biblioteca del canonista Antonio Agustín, arzobispo de Tarragona.

En 1592, Arias Montano terminó de organizar todos los fondos de la biblioteca. También fue el responsable del primer catálogo.

El año de 1599, tuvo lugar la muerte del fundador Felipe II y de su bibliotecario Benito Arias Montano, ingresando por disposición testamentaria los libros que el humanista había donado a la Biblioteca Real. Entonces, la colección alcanzaba los 14.000 volúmenes, entre los que se contaban 1.000 escritos en griego, 500 en árabe y casi 100 en hebreo. Era la mayor biblioteca privada del mundo.

Tras la muerte de Arias Montano, el teólogo, poeta e historiador José de Sigüenza tomaría la dirección de la biblioteca, llegado a ser rector del Colegio de los Jerónimos y prior del monasterio. Había colaborado en las tareas bibliotecarias junto a Juan de San Jerónimo y Benito Arias Montano. Dejó una valiosa y detallada relación de la fundación y construcción de El Escorial en la tercera parte de su Historia de la Orden de San Jerónimo, publicada en 1605.

Entre los años 1602 y 1614, se fueron añadiendo los libros extraños dedicados a las ciencias ocultas que Felipe II había guardado en su colección privada y casi clandestina. También fueron llegando las obras confiscadas al licenciado Alonso Ramírez de Prado y la importante biblioteca de códices árabes del sultán de Marruecos, Muley Zaydan, unos 4.000 volúmenes requisados por los navíos de Luis Fajardo.

En 1656, el rey Felipe IV donó a la biblioteca unos 1.000 manuscritos, regalo del marqués de Liche, que en su mayoría procedían de la colección de su fallecido tío, en conde duque de Olivares.

En 1671, tuvo lugar un dramático incendio, que causó la desaparición de tesoros bibliográficos, entre ellos más de 2.500 códices árabes.

BENITO ARIAS MONTANO Y JOSÉ DE SIGÜENZA

En el siglo XVIII, fue importante la labor de catalogación realizada por el filósofo y jurista Francisco Pérez Bayer, quien accedió al puesto de bibliotecario mayor en 1783. Aquel catálogo se perdió en un incendio en la Universidad de Valencia, donde se guardaba. Entonces, se inició un proceso de elaboración de catálogos y actualizaciones que ha llegado hasta la actualidad.

Después de la invasión francesa, en 1808, José Bonaparte transfirió esta Biblioteca Real de El Escorial a la Biblioteca Real de Madrid, convirtiéndola en una nueva institución verdaderamente nacional, una vez controlada por el gobierno en lugar de la corona. En 1814, Fernando VI devolvió la biblioteca al monasterio, aunque tuvo algunas protestas de quienes consideraban más ventajoso dejarla en manos de la Corte madrileña.

El 14 de febrero de 1836, un decreto declaró que la biblioteca era propiedad del estado y que estaba sujeta a inspección por parte de la Real Academia de la Historia. Como diría José Quevedo trece años después en su Descripción del edificio, debemos agradecer a este "cuerpo literario y esencialmente conservador" no sólo el mantenimiento intacto de la biblioteca sino también las mejoras e incluso los añadidos.

El decreto de 1847 instruyó a la asociación de capellanes para ocupar y cuidar el monasterio, en sustitución de la suprimida comunidad de monjes. Posteriormente, la biblioteca fue una vez más puesta bajo los auspicios de la corona.

La Biblioteca Real ocupaba las dos plantas por encima del pórtico de acceso principal al interior del monasterio. La planta superior se denominó Librería Vieja, reunía gran cantidad de libros, y estaba decorada con valiosos mapas y otras obras.

En la planta primera se ubica la Sala Principal, y a continuación había otras dos más pequeñas, en el ángulo sur del patio que conduce a la basílica. Estas guardaban los manuscritos latinos, árabes, griegos, caldeos, turcos, indios, persas, chinos, sirios, hebreos, italianos, franceses y españoles: unos 5.000 volúmenes. Las dos salas se decoraban con retratos de hombres ilustres, religiosos, santos, patriarcas y pontífices.

LIBRERÍA VIEJA DE LA BIBLIOTECA REAL DE EL ESCORIAL

La magnífica Sala Principal, en la primera planta, cumple espléndidamente el papel de biblioteca de corte del Renacimiento tardío. Es un rectángulo 54 metros de largo, 9 de ancho y 10 de alto en el punto más alto de su bóveda de cañón con lunetos, y se accede por cinco puertas que dan a la Lonja y otras siete al Patio del Rey.

La amplitud de la sala, los altos techos y todos los elementos que se muestran aportan una armonía al conjunto. La riqueza de las estanterías y la pintura al fresco la convierten en una de las edificaciones más brillantemente resueltas y ejecutadas de su época. Al igual que la biblioteca del Vaticano, ha demostrado ser una creación clásica en su tipo, influyendo en numerosos proyectos.

En contraste con el fresco pavimento de mármol blanco y gris, la bóveda del techo y el friso de los laterales exhiben un maravilloso trabajo decorativo, llenos de fuerza y de colorido mediante frescos de Pellegrino Tibaldi, discípulo de Miguel Ángel. Es un lugar de encuentro entre la pintura renacentista y el Humanismo cristiano de la Monarquía católica. Aquí, por razón del tema, Tibaldi sigue su modelo de manera más colectiva que en otras obras.

El ciclo pictórico comienza desde el lado norte, contiguo al Colegio, en cuya cabecera aparece la Filosofía como personificación femenina, de pie, vestida de matrona y apuntando a ser un globo del mundo entre las figuras de Aristóteles, Platón, Sócrates y Séneca. Debajo de la figura femenina, la sección correspondiente del friso representa la Escuela de Atenas, dividida entre los estoicos y los escépticos. La altura uniforme del friso es de 2,25 metros en toda la sala.

El lado sur opuesto linda con el área del monasterio, cuya cabecera muestra a la Teología, también como personificación femenina sentada majestuosamente con una corona de reina y un halo, apuntando a las Sagradas Escrituras y acompañada de los cuatro Padres de la Iglesia latina: san Ambrosio, san Agustín, san Jerónimo y san Gregorio Magno. Haciendo referencia directa a la causa de la Contrarreforma, el friso representa debajo de esta cabecera es el Concilio de Nicea, presidido por el emperador Constantino, en el que condenó la herejía de Arrio y estableció los artículos de fe.

FILOSOFÍA Y TEOLOGÍA DE LA BIBLIOTECA REAL

Entre ambas cabeceras se encuentra el techo abovedado, dividido de forma longitudinal en siete secciones pictóricas, que corresponden a las siete Artes Liberales que resumen el conocimiento clásico de acuerdo con la categorización medieval: la Gramática, la Retórica y la Dialéctica, forman el Trivium, y la Aritmética, la Música, la Geometría y la Astrología, forman el Quadrivium. Estas siete secciones de la bóveda tienen una historia ilustrada correspondiente en el friso. Estos comprenden alegorías femeninas de las siete Artes Liberales.

Este doble sistema de una escena principal y una adicional coincide con las características de la bóveda. El diseño aprovecha los lunetos para añadir las figuras de dos ilustres exponentes de cada una de estas actividades intelectuales, situadas a ambos lados de las personificaciones del techo.

Catorce episodios conforman así la gran banda decorativa que discurre bajo la cornisa. Abarca desde las palabras de Egipto y Babilonia hasta las de la Biblia, pasando por la Antigüedad clásica (incluida la mitología) y finalmente el Cristianismo, representado únicamente por Dionisio y San Agustín. Algunos críticos se han sorprendido por el tema inusual. Así, la cuarta sección que trata de la Aritmética se muestra a los gimnosofistas absortos en sus vanos cálculos sobre el alma. También se representa la ubicación de los astros el día de nacimiento de Felipe II, según la carta astrológica de Matthias Hacus, realizada en 1550.

Es un estudiado proyecto 
repleto de referencias en una ambiciosa síntesis simbólica del conocimiento. La Filosofía está al frente de las siete Artes Liberales, y ambas son siervas de la Teología, que como reina de los saberes está en la cima de todas ellas. El arduo y laborioso programa pictórico, formado por 25 frescos, se inició con los trabajos preparatorios en 1586 y finalizó en 1591. El cronista Sigüenza quiso adjudicarse todo el mérito, pero en realidad fue el resultado de una estrecha colaboración entre el pintor Pellegrino Tibaldi, el arquitecto Juan Herrera, el bibliotecario Benito Arias Montano y rey Felipe de Habsburgo, tal y como refleja un boceto de los frescos con anotaciones del propio Herrera. A Arias Montano se le pueden atribuir las fuentes casi exclusivamente paganas y judías de las escenas de los frisos.

Decoración geométrica y grutesca jalonan la estructura de esta notable apoteosis pictórica, que siempre se considera un homenaje a la bóveda de la Capilla Sixtina. Además, las historias representadas en el friso podrían estar inspiradas en dos realizadas en Roma por el estudio Ghirlandaio.

FRESCOS DE LAS ARTES LIBERALES

Como la biblioteca pertenecía tanto al monasterio como al palacio, había una fuerte conexión entre los estudios teológicos y seculares. Este último fue considerado no solo como una búsqueda de conocimiento enciclopédico e investigación científica, sino una necesidad de formación para el ejercicio político.

La identidad del artista que creó las escenas del friso bajo la cornisa es todavía difícil de determinar. Aunque tradicionalmente se han atribuido a Bartolomé Carducho, no existen documentos que lo corroboren. En opinión de algunos expertos como García-Frías, toda la bóveda y ambas cabeceras fueron diseñadas exclusivamente por Tibaldi, pero en los frescos bajo la cornisa colaboró con artistas como Carducho y Tiberio Ronchi.

Las paredes del extenso rectángulo están ocupadas por unas preciosas estanterías de maderas nobles realizadas por José Flecha, Juan Senén y Martín de Gamboa a partir de diseños de Juan de Herrera. Estas piezas de arquitectura parten desde una base de jaspe rojo, con los estantes de duras maderas tropicales en sus colores naturales, los fustes de las columnas son de madera de acana y los capiteles de madera naranja.

En la actualidad, estas librerías están repletas de libros cuidadosamente encuadernados y de amplio tamaño, que miran hacia afuera para que el papel pueda "respirar". Visibles a través de las rejillas de alambre del siglo XVIII, los bordes dorados de las páginas se funden con el espléndido escenario para crear una imagen de cálida solemnidad. Este efecto unificador del dorado se utiliza en la Capilla Mayor, el Panteón y la Biblioteca Real, los tres espacios interiores de mayor contenido decorativo y simbólico del monasterio.

LIBRERÍAS DE LA BIBLIOTECA REAL LAURENTINA

Las cinco mesas de mármol marrón grisáceo dispuestas alrededor de la sala datan de la época de la fundación del monasterio, mientras que las dos mesas octogonales de pórfido fueron realizadas por Bartolomé Zumbigo, hacia 1660. Sobre ellos se exhibía una amplia colección de globos, esferas celestes, mapas, astrolabios e instrumentos, lo que corresponde al papel de la biblioteca como centro de investigación científica. Este carácter científico se presenta en otros objetos como la esfera armilar, construida por Antonio Santucci en Florencia para el estudio de los astros según el sistema ptolemaico, que data de alrededor de 1660.

Importantes piezas de ebanistería son el gabinete de monedas y medallas de finales del siglo XVIII con incrustaciones de ébano y boj, y la pequeña portada barroca de acceso al recinto del monasterio, esta última realizada en 1622. Se mostraban también dos fanales tomados a las principales galeras turcas en Lepanto y enviados por Juan de Austria.

La sala contiene varios retratos reales que son interesantes tanto desde el punto de vista artístico como iconográfico. Desde la fundación de El Escorial alberga un retrato de Felipe II de anciano, posiblemente de Pantoja de la Cruz, durante los últimos años del siglo XVI. Un retrato de Felipe III con armadura lleva la firma de Pantoja con la fecha de 1609. A su vez, encargó el retrato de su abuelo, el emperador Carlos V con armadura, en otra obra de Pantoja de 1608, ahora conocida como copia de una obra perdida de Tiziano.

Para cumplir con las exigencias de lo que se estaba convirtiendo en una serie de retratos dinásticos, el siguiente espacio se reservó para un cuadro de Felipe IV en marrón y plata de Velázquez, ahora en la National Gallery de Londres. Tras su desaparición en las guerras napoleónicas, fue sustituido por un bello retrato de Carlos II, obra característica de Carreño de Miranda fechada hacia 1675.

Finalmente, el retrato del padre Sigüenza fue pintado en 1602, probablemente por Bartolomé Carducho, dejando constancia del que ejerció como cronista de la fundación y que sucedió a Arias Montano como su bibliotecario.

TECHO ABOVEDADO DE LA BIBLIOTECA REAL ESCURIALENSE

Ya sea como biblioteca histórica o como biblioteca-museo, la actual colección de El Escorial comprende 40.000 volúmenes impresos, y un gran número de manuscritos de los cuales 2.000 son árabes, 580 griegos, 72 hebreos y más de 2.000 en latín y otros idiomas. Es famosa por sus manuscritos, muchos de los cuales son iluminados, por sus incunables (libros impresos antes de 1500) y por sus encuadernaciones. Destacan especialmente los libros encuadernados durante el Renacimiento, ya que los programas decorativos de Felipe II se extendieron incluso a este campo. Se conservan mapas, dibujos y grabados en madera y cobre de artistas como Durero y Altdorfer.

Entre los tesoros de la biblioteca se encuentra un ejemplo de iluminación mozárabe: el Comentario a las Revelaciones del Beato de Liébana y el Códice Emiliano del siglo X. Del mismo período, el Códice Virgiliano o Albelda tiene 99 iluminaciones. El Evangelio alemán o Códice Dorado tiene numerosas ilustraciones exquisitas y fue realizado en el siglo XI para los emperadores Conrado II y Enrique II.

El siglo XIII está representado por El Apocalipsis de la Casa de Saboya, el Libro de Dados de Alfonso X el Sabio y dos códices de sus Cánticos con abundante material iconográfico relativo a este período. La Crónica troyana es del siglo XIV. Un Libro de Horas flamenco data del siglo XV y contiene miniaturas en cada página atribuidas a Gerard David. Entre los manuscritos del Renacimiento italiano destaca el Códice Virgilio. Por último, hay que hacer una mención especial a las Antigüedades del portugués Francisco de Holanda.

Uno de los libros del Renacimiento español fue la Historia natural de Indias, escrito por el naturalista Francisco Hernández durante su estudio de la flora y fauna en el Virreinato de Nueva España, por orden de Felipe II, en 1570. Fue la primera investigación naturalista de América. Aquella obra eran diecinueve volúmenes, que además de textos contenía innumerables grabados, dibujos, muestras de animales, minerales plantas, etc. y fueron pasto de las llamas durante el incendio de 1671.