INSTITUCIONES PROMOTORAS DEL HUMANISMO ESPAÑOL


Los principios y valores del Humanismo español de los siglos XV y XVI se desarrollaron en la sociedad a través de tres instituciones o movimientos: las Universidades, las Bibliotecas y la Imprenta.

Durante el siglo XV, en la España peninsular se fundaron cerca de veinte universidades, proceso que continuó durante casi todo el siglo XVI, y se expandió a los virreinatos de América. Destacaron las de Salamanca, Valladolid y Alcalá.

Las nuevas bibliotecas fueron consecuencia del interés de algunos nobles y literatos por adquirir libros de textos clásicos como los de Séneca, Cicerón, Tácito, etc.

Durante el último cuarto del siglo XV se instalaron las primeras imprentas por muchas ciudades de España, desarrollándose una industria impresora en ciudades con una intensa actividad universitaria y cultural.

Un aspecto que ayudó al despertar del Humanismo fue el desarrollo de la prosa romance en el siglo XIV, destacando las obras literarias del arcipreste de Hita Juan Ruiz, el infante Juan Manuel, y el canciller Pedro López de Ayala.

INSTITUCIONES PROMOTORAS DEL HUMANISMO ESPAÑOL

En el siglo XV, tránsito de la Baja Edad Media y la Edad Moderna, surgieron una serie de condicionantes para la aparición de un Prehumanismo en los principales reinos cristianos de Europa, incluidos los reinos que conformarían España. Esta tendencia humanista no solo estuvo influenciada por el aporte italiano, sino que encontró aspectos sociales e intelectuales para que este movimiento fuese apareciendo y desarrollándose en territorios español durante el siglo XV, hasta tener una auténtica eclosión del Humanismo durante el XVI.

Ya en los siglos XIII y XIV, en los representantes del pensamiento escolástico de daban algunas características de un Humanismo incipiente, como es la atención que prestaban a los textos clásicos paganos de la Antigüedad o el interés por los primeros humanistas italianos.

Los últimos escolásticos y los primeros humanistas convivieron y debatieron en aquel momento crucial de la cultura y el pensamiento occidental. En este sentido, las órdenes religiosas y las universidades medievales, que habían ocupado el primer plano de la cultura desde el siglo XIII, vieron mermada su influencia por las Cortes (reales y papales) y por los ambientes nobiliarios, en torno a los cuales se desarrollaron las nuevas inquietudes. Incluso las universidades, basadas en los estudios generales catedralicios, fueron condicionadas por los beneficios y privilegios que fueron concediéndoles reyes y papas. De ellas fue surgiendo una nueva clase social o gremial: el letrado.

El letrado era considerado por documentos de la época como un "hombre de saber", una expresión del cambio social que se estaba produciendo en los siglos de la Baja Edad Media. Eran momentos en que un creciente pluralismo estamental llevaba a una paralela diversificación de funciones sociales. El nuevo grupo social de los letrados fue adquiriendo una conciencia estamental por su valor y aportación a la comunidad mediante el empleo de su profesión: consejeros, jueces, notarios, escribas, literatos, etc.

Ahora bien, los letrados no fueron los únicos artífices del florecimiento del Humanismo. Junto a ellos estuvieron una serie de infraestructuras lo que potenciaron. Entre estas ocuparon una labor destacada las universidades, las bibliotecas y el desarrollo de la imprenta.

LETRADO HUMANISTA ESPAÑOL

1. LAS UNIVERSIDADES

Un primer promotor del movimiento renacentista a nivel europeo fue el papa Benedicto XIII, conocido como Pedro de Luna, que ocupó en Aviñón el pontificado entre 1394 y 1416, fecha en que fue depuesto, retornando al castillo de Peñíscola. La Corte de Aviñón se convirtió en centro de encuentro de diversas corrientes intelectuales, en gran parte promovidas por Pedro de Luna. Este pudo atraer a su Corte a buen número de profesores y graduados de los reinos hispánicos, generándose en torno suyo un creciente interés por los textos clásicos. Aviñón se convirtió en foco irradiador para la nueva conciencia prehumanista española, y el papa Luna trató de potenciar la labor universitaria mediante nuevas concesiones y privilegios, lo que mejoró la calidad de la enseñanza y aumentó la cantidad de alumnos.

Este impulso generó dar un fuerte ritmo fundacional de estudios mayores por todo el territorio español. Así, durante el siglo XV, en la España peninsular se fundaron cerca de 20 universidades, proceso que continuó durante casi todo el siglo XVI: Barcelona, Toledo (1485), Sigüenza (1485), Valencia (1501), Sevilla (1502), Ávila (1504), Santiago de Compostela (1506), Alcalá de Henares (1508), Sahagún (1534), Granada (1540), Gandía (1546), Osuna (1548), Oñate (1548), Burgo de Osma (1554), Zaragoza (1574) y Oviedo (1608). Además, se mantendrían abiertas la de Salamanca y la de Valladolid, fundadas durante la Baja Edad Media.

El resultado fue que en 16019, entre universidades mayores y menores, llegaron a funcionar hasta una total de 32 y unos 4.000 estudios de Gramática. Las universidades mayores eran aquellas que tenían todas las facultades: Artes, Cánones, Gramática, Leyes, Medicina y Teología. Entre esta destacaron las de Salamanca, Valladolid y Alcalá.

UNIVERSIDAD DE ALCALÁ

2.
LAS BIBLIOTECAS

Muy vinculada a la función de universidades está la creación de bibliotecas, producto del deseo de adquirir y multiplicar los libros existentes. Entre los nobles y hombres cultos de la época se produjo una intención de formar su biblioteca personal, alguna de las cuales alcanzaron cierta relevancia, por ejemplo las de Íñigo López de Mendoza, marqués de Santillana; Fernán Pérez de Guzmán, señor de Batres; y Enrique de Aragón, marqués de Villena. Menos fama obtuvieron las bibliotecas creadas por Rodrigo Alonso de Pimentel, conde de Benavente; Sancho Palomeque, obispo de Cuenca; Pedro Ponce de León, obispo de Plasencia; Luis Núñez de Guzmán, maestre de Calatrava; Juan de Segovia, etc.

En Cataluña, el reinado de Martín I el Humano, entre los años 1395 y 1410, fue decisivo en este aspecto, especialmente en la influencia italiana sobre las letras renacentistas. Tras un estancia en Sicilia, dos de sus consejeros se dejaron influir por aquel ambiente latinista: el secretario de la Tesorería, Bernat Metge, y el predicador de la Corte, Antoni Canals. Las traducciones de Petrarca y de Dante, así como otras versiones del gusto clásico, se unieron a creaciones originales del mismo estilo. El rey Martín I impulsó las versiones de moralistas paganos, entre los que despuntaron Séneca y Cicerón, llegando a reunir 300 códices. El papa Pedro de Luna (Benedicto XIII) se implicó y remitió a Martín I una enciclopedia senequista inventariada en orden alfabético, compuesta por el italiano Lucas Mannelli, obra que fue vertida al catalán bajo el título de Taula per alphabet de tots els llibres de Séneca.

BIBLIOTECA DE LA CASA-MUSEO DE LOPE DE VEGA

La influencia de Séneca a la literatura catalana lo fue tanto como a la castellana. Ejemplo de ello son el florilegio senequista
Flors o Autoritats, formado con extractos de las Cartas a Lucilio. Antoni Canals había traducido De providentia; Pere Mollá compiló una Sumari de Séneca; y Antoni Vilaregut comenzó la traducción de diez tragedias de Séneca.

Esta tendencia senequista fue general en los humanistas españoles de la época. En Castilla, una gran parte de la obra literaria de Íñigo López de Mendoza era senequista: Doctrinal de privados; Proverbios; Diálogos de Bías contra Fortuna; Doctrinales; Comedieta de Ponza.

Fernán Pérez de Guzmán aprendió italiano a partir de la Divina comedia de Dante. Estuvo influenciado por el humanista y amigo suyo Alfonso de Cartagena y por la filosofía estoica al que pertenecía Séneca, cuya inspiración dio como resultados los libros Floresta de Filósofos, Libro de Job y Proverbios.

Enrique de Aragón poseyó una biblioteca con un registro de 146 autores distintos, con predominio de las obras de Séneca o de Cicerón. Sus Consolatoria es una imitación de las Consolaciones de Séneca, y su libro De los doce trabajos de Hércules es una interpretación de los mismo desde una perspectiva estoico-senequista.

BIBLIOTECA REAL DE EL ESCORIAL

3.
LA IMPRENTA

El gran impulso para la formación de bibliotecas fue la invención de la imprenta, en un momento en el que la sociedad prerrenacentista de Europa se estaba interesando en la posesión y lectura de libros. 
Aunque el descubrimiento de Juan Guttenberg tuvo lugar hacia 1436, no se llevó a la práctica hasta que recibió el apoyo financiero de sus socios Juan Fust y Pedro Schoeffer, que le permitió publicar los primeros incunables, entre ellos la Biblia de 42 líneas o Biblia Mazarina, considerada como el primer libro impreso.

Los letrados y humanistas españoles fueron los grandes impulsores y beneficiarios de este revolucionario instrumento de difusión cultural. La primera imprenta española fue instalada en Valencia, en 1474, e inmediatamente después llegaron a otras ciudades: Zaragoza y Barcelona (1475), Sevilla (1476), Lérida (1479), Mallorca y Salamanca (1480), Guadalajara, Zamora, Gerona, Toledo y Huete (1482), Tarragona (1484), Murcia (1487), Pamplona y Valladolid (1492), Granada (1496), Alcalá de Henares (1502), Santiago de Compostela (1504), Medina del Campo (1511).

Alguna ciudades llevó a tener varias imprentas, debido a que tenían una agitada vida universitaria y cultural. Por ejemplo, Salamanca instaló las presas de Domingo Portinariis y Alfonso de Neila, entre otras; el Colegio de San Esteban tuvo su propia imprenta, dirigida por Antonio y Andrés Reatenaut. Los hijos de Antonio de Nebrija también emprendieron el negocio editorial mientras el gran latinista impartía su cátedra de Retórica en la Universidad salmantina, de hecho sus Introductiones latinae fueron la segunda obra impresa en esta ciudad.

En Alcalá de Henares alcanzaron cierta fama las imprentas de Miguel de Eguía y de Sancho de Ezpeleta. También en Valencia, Valladolid y Zaragoza se instalaron varias empresas de impresión de códices.

IMPRENTA RENACENTISTAS ESPAÑOLA

4. LA PROSA ROMANCE

Un aspecto que ayudó al despertar del Humanismo en España fue el desarrollo de la prosa romance. Tres escritores aportaron al idioma castellano un fuerte impulso en el siglo XIV:

1. el arcipreste de Hita, Juan Ruiz, autor del Libro del buen amor

2. el infante Juan Manuel, con su libro Conde de Lucanor se adelantó a la literatura didáctica del siglo XV

3. el canciller Pedro López de Ayala, autor del Rimado de Palacio y traductor de Boccaccio

Estos tres escritores dominaron el panorama literario del siglo con una personalidad y originalidad de fomentó un nuevo ambiente cultural. Su sensibilidad estuvo basada en una presencia personal de sus sentimientos y opiniones, aportando una especie de autobiografía a sus producciones, en claro contraste con el impersonalismo medieval. En el caso de López de Ayala, su literatura íntima parece anticipar la creación de nuevas corrientes. Aunque no desaparece el tono didáctico de la época anterior, se trata de un didactismo de amplio carácter moral, muy alejado del tono eclesial y casuístico propio del Medievo.

El crítico literario Ángel del Río se refirió a este fenómeno en su Historia de la literatura española:
"Aunque la literatura se supedita hasta hasta cierto punto a un propósito didáctico, el didactismo adquiere signo distinto. No va encaminado ya a la propaganda religiosa (menester de clerecía), o a la divulgación científica (obra alfonsina), sino al adoctrinamiento del hombre, sea en situaciones vitales y hasta íntimas, sea en si trato con los demás (amor, amistad o enemistad) o con la sociedad. Un didactismo de enorme amplitud comparado con el anterior, en el que caben los jocundos consejos de Arcipreste a los enamorados, el moralismo intelectual de don Jua Manuel y la severidad ascética de Ayala."
JUAN RUIZ, JUAN MANUEL Y PEDRO LÓPEZ DE AYALA