CONTROVERSIA DEL ADOPCIONISMO HISPÁNICO


El Adopcionismo es la doctrina según la cual Jesucristo fue un ser humano, elevado a categoría divina por designio de Dios por su adopción, o bien al ser concebido, o en algún momento a lo largo de su vida, o tras su muerte. 
Se trata de un acercamiento interconfesional de la Iglesia mozárabe con la cultura árabe, desde el ámbito de la doctrina Cristológica, que apareció cuando la mayoría de la España visigoda había caído bajo el poder de los invasores musulmanes.

La querella del adopcionismo hispánico fue un debate surgido en el último cuarto del siglo VIII, que enfrentó adopcionistas mozárabes del Califato de Córdoba frente a los encarnacionistas del Reino de Asturias.

Los adopcionistas estaban encabezados por el obispo Elipando de Toledo, el abad Félix de Urgel, el obispo Ascario de Braga y el predicador Migencio. Los encarnacionistas estaban liderado por el abad Beato de Liébana, autor los Comentarios al Apocalipsis de San Juan, y el obispo Eterio de Osma.

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CONTROVERSIA DEL ADOPCIONISMO HISPÁNICO

Antes del Cristianismo, hubo al menos dos concepciones más o menos similares, no necesariamente excluyentes la una de la otra, de las cuales puede emanar esta idea:

1. En el pensamiento judío, el mesías es un ser humano elegido por Dios para llevar a cabo su obra espectacular: tomar a los hebreos (un pueblo hasta entonces frecuentemente sometido por otros más poderosos), rescatarlos de la opresión y llevar el Reino de los Cielos a la tierra trayendo paz y prosperidad. En este sentido, el mesías no es el Hijo de Dios tal como lo considera el Cristianismo.

2. En la tradición griega existían héroes elevados a la condición divina después de extraordinarias proezas o hazañas, por medio de la apoteosis. El más importante ejemplo de esto es Heracles, que después de haber sido quemado en una pira es tomado por su padre Zeus para gobernar a su lado. Debido al predominio del Imperio romano, cuya orientación cultural era predominantemente griega, en la época de los primeros cristianos es altamente probable que este ejemplo estuviera a su alcance, a la manera de una historia popular.

Al mismo tiempo, el adopcionismo era psicológicamente interesante para los primeros cristianos, y era fácil identificarse con un héroe como Jesús, un ser humano como cualquiera que es elegido ("adoptado") por Dios y que en consecuencia daba esperanzas de salvación a los propios cristianos, tan humildes ante Dios como su héroe máximo.

Uno de los adopcionistas más famosos fue Teódoto el Curtidor, habitante de Bizancio que llevó la prédica de esta doctrina a Roma en el año 190.

A medida que el cristianismo prendió en las capas superiores del Imperio romano, fue imponiéndose como doctrina el Encarnacionismo, según la cual Jesús desde siempre había sido Hijo de Dios (concretamente la Segunda Persona de Dios). El adopcionismo fue progresivamente arrinconado, a pesar de que teológicamente el Encarnacionismo plantea una serie de dificultades que el adopcionismo no las ofrece (la mayor de ella: reconocer la existencia de varias personas divinas, y al mismo tiempo profesar el monoteísmo).

A lo largo de las llamadas disputas cristológicas, el adopcionismo volvería a ser resucitado, en una versión más refinada, por Pablo de Samosata (en el Siglo III) y por su discípulo Arrio. También fue adopcionista el obispo Fotino de Sirmio, depuesto el año 351 por el Sínodo de Sirmio.

El Arrianismo se transformaría en la herejía más atosigadora que debería afrontar la joven Iglesia en sus primeros siglos. Finalmente, después de la formulación del credo en los Concilios de Nicea (325) y Calcedonia (381), el adopcionismo fue finalmente abandonado.

mapa califato córdoba siglo viii
PENÍNSULA IBÉRICA AÑO 750

La querella del Adopcionismo hispánico fue un debate que se desarrolló en el último cuarto del siglo VIII cuando la mayoría de la España visigoda había caído bajo el poder de los invasores musulmanes. La convivencia entre las dos religiones y sus correspondientes culturas atravesó períodos de especial virulencia. Los pactos iniciales firmados entre los conquistadores y los visigodos permitieron una cierta autonomía religiosa. Pero la situación fue cambiando a contextos de incomprensión y enfrentamiento. La comunidad cristiana se mantuvo fiel a la fe de sus mayores, lo que suponía una incomodidad para las creencias de los nuevos titulares del poder político en la península.

Los cristianos sometidos al poder musulmán, mozárabes, habían establecido su capital en Córdoba, pero manteniendo su fe y sus costumbres, sus creencias y su liturgia. Aunque se influenciaran por ciertos usos orientales en el vestido y en la alimentación.

El rito mozárabe consiguió mantenerse en ciertos lugares de la ciudad de Toledo, era el llamado rito hispánico o visigótico. En la capilla del Corpus Christi de la catedral primada es obligatorio el uso de la liturgia mozárabe, permitida también en las iglesias mozárabes de la ciudad. Ciertos usos de la liturgia mozárabe pasaron de la romana en las reformas del Concilio Vaticano II. El detalle más significativo es el paso de las dos lecturas tradicionales romanas (Epístola y Evangelio) a las tres de la liturgia hispánica (Profecía, Apóstol y Evangelio).

La antigua liturgia hispánica (visigótica) poseía textos que se remontan a San Isidoro de Sevilla y a otros grandes teólogos hispanos. Tenía una gran fuerza hasta que las reformas cluniacenses influyeron en su decadencia, a la que se resistieron los mozárabes toledanos y los de otros lugares. Desde mediados del siglo XI los dos ritos compitieron abiertamente. A pesar de las presiones, el rito hispánico no desapareció del todo, sino que pervivió unido a determinadas comunidades mozárabes.

Fue precisamente el recelo originado por ciertas expresiones de la liturgia lo que representó una dificultad grave a la hora de aceptar como ortodoxo el rito hispano-mozárabe. Daba la impresión de que no era clara la confesión de la filiación divina de Cristo por naturaleza, sino que su relación con el Padre se reducía a la mera adopción.

ELIPANDO DE TOLEDO

El Adopcionismo español se sitúa en el intento de acercamiento interconfesional de la Iglesia mozárabe con la cultura árabe, desde el ámbito de la doctrina Cristológica.

El vocablo "adopción" fue importado de Oriente a Occidente por Teodisco, obispo de Toledo y sucesor de San Isidoro de Sevilla. Teodisco fue depuesto por afirmar que Jesucristo no era Dios con el Padre y el Espíritu Santo (Santa Trinidad), sino adoptivo. Posteriormente, el vocablo pasó a los árabes.

El principal defensor del Adopcionismo fue el monje Elipando de Toledo. Nacido el año 717, se educó en una escuela monacal y pronto se dedicó al estudio y profesión monástica. Se cree que pudo haber recibido influencias de escuelas religiosas sirias. Los sirios habían llegado a la península procedentes del norte de África en la temprana juventud de Elipando, durante la invasión islámica. Entre el 754 y el 800 rigió la sede de Toledo. Combatió contra los intentos de Carlomagno de someter la Iglesia española a la franca.

Elipando, con un arzobispado cuyo vasto territorio estaba bajo el influjo de los árabes, intentó pactar con los mahometanos para quien Jesús era solo un profeta y por lo tanto mero hombre. La doctrina proclamada por el obispo de Toledo es que Cristo, según su naturaleza humana, es hijo adoptivo de Dios. Por lo tanto, en diálogo con los hijos de Mahoma convenía sostener la filiación adoptiva en cuanto hombre, y con los cristianos la filiación natural en virtud de su naturaleza divina.

Para los musulmanes había en el Cristianismo un motivo de escándalo en la Trinidad, ya que parecía incidir en el politeísmo, tres dioses, y así acusaban a los mozárabes. Elipando trató de hacer frente a la acusación acudiendo de algún modo a las raíces arrianas del goticismo. Más tarde, en el Sínodo celebrado en Sevilla el 784 propuso una modificación del Credo en el sentido de que no pudiera decirse que las dos naturalezas se identificaran en la segunda Persona de la Trinidad: Cristo habría "adoptado" la carne como una especie de revestimiento, nada más, sin quebrantar en modo alguno la unicidad divina que Muhammad con empeño había defendido y enseñado.

CARLOMAGNO Y ALFONSO II

La exposición de la doctrina de Elipando también aparece en relación a la refutación de Migencio, predicador que sembró ideas confusas en algunas regiones de la Bética. Su doctrina se conoce por una carta que le escribe Elipando, en contestación a una especie de carta circular, método propagandístico usado por Migencio. Decía el arzobispo de Toledo:
"Leímos tu carta sin poder contener la risa. En ella aparece tu fatua e ignorante locura de tu corazón. Vimos la carta y la encontramos ridícula por la falta de consistencia de tus afirmaciones y no sólo nosotros, sino toda la catolicidad te desprecia por tu pútrida doctrina y te declara digno de anatema... No se puede curar tu enfermedad con fomentos de vino y aceite, sino con un cuchillo de doble filo ha de amputarse podredumbre tan Antigua."

Migencio afirmaba que la Trinidad estaba compuesta de tres personas: el padre David, el hijo Jesús de Nazaret y el Espíritu Santo que era el apóstol San Pablo. Decía también que los sacerdotes mienten cuando se confiesan pecadores siendo en realidad santos y si no lo son ¿porqué se atreven a celebrar los sagrados misterios? Roma, para Migencio, era el único lugar santo, ya que allí habitaba Cristo.

Según Elipando:
"Dios Padre no engendró la carne […] A la manera que ningún hombre engendra el alma de su hijo, sino la carne, a la que se une el alma, Dios Padre, que es espíritu, engendra el espíritu, no la carne. El Padre divino engendra la naturaleza y la persona; el padre humano la naturaleza, no la persona. En el Hijo de Dios subsistía la naturaleza divina antes que tomara la naturaleza humana. […] En una sola persona hay dos substancias: una producida por generación, otra no engendrada. La carne nace de la carne; el alma es propagada por Dios. Si a alguien le place dividir a Cristo en hijo propio y adoptivo, divida de una manera semejante a todo hombre. Pero como repugna a la razón suponer ni en el Hijo de Dios ni en el hijo del hombre dos padres, reconozcamos en uno y otro unidad de personas."

El error adopcionista de Elipando se encuentra en la refutación de la doctrina sobre la segunda persona de la Trinidad, que para Migencio era de la descendencia de David, pero no la engendrada por el Padre. Elipando enfurecido contestó que cómo puede ser el Hijo de Dios, nacido únicamente de la madre y no engendrado por el Padre sin principio. Y, si en la Trinidad nada puede haber que sea corpóreo ni mayor ni menor, cómo se atreven a decir que aquella forma servil es la segunda persona de la Trinidad, ya que el mismo Hijo de Dios, con relación a esta forma por la cual es criatura del Padre dice de sí mismo el "Padre es mayor que yo" (Jn.4,28).

El
 error, admitiendo una diversidad de hijos, uno según la naturaleza divina que es igual al Padre, y otro (inferior) según la natura humana que era hijo de María y siervo de Dios, era una clara herejía.

ELIPANDO DE TOLEDO

Los primeros en responder y poner en duda la doctrina del metropolitano de Toledo fueron Beato de Liébana, abad de Santo Toribio de Liébana, y Eterio de Osma, obispo de Osma. Pertenecían al Reino de Asturias y, por tanto, a la Iglesia libre de la invasión musulmana. Por medio de su rey Alfonso IIacudieron al emperador Carlomagno para que condenase esta herejía. Y así, en un Concilio, presidido por legados del Papa, condenó el adopcionismo. 

En torno al 785, escribían a Elipando manifestando sus dudas por la doctrina expuesta. El escrito lleva el nombre de Apologeticus, más conocido como Los comentarios sobre el Apocalipsis de Beato.

Sólo uno de los obispos hispanos, Félix de Urgel, se atrevió a defender la doctrina de Elipando. Félix era de carácter más razonador e inteligente que el primero y, de hecho, hubo de retractarse. Estando su diócesis en la Marca hispánica (condado de Urgel bajo el dominio de Carlomagno), la doctrina traspasó el territorio peninsular convirtiéndose en una disputa de toda la Iglesia universal. Félix estuvo muchas veces solo frente a escuelas de teólogos que discutían sus tesis y las clasificaban con la etiqueta de heréticas.

La herejía fue condenada solemnemente durante el II Concilio Ecuménico de Nicea del año 787.

Entre los años 786 y 787, el papa Adriano I dirigía una carta a Ascario, metropolitano de Braga, y a Elipando, llamándolos a que abandonen su doctrina. Al no lograrse ninguna retractación, el Papa convocó en unión con Carlomagno (temeroso éste por la ruptura de la unidad del Imperio) un concilio en Ratisbona (792). Allí compareció Félix, quien expuso sus tesis. Habiendo sido convencido de sus errores, Félix marchó a Roma donde compuso una profesión de fe en la que condenaba la doctrina del hijo adoptivo y profesaba que Jesucristo est proprius et verus Filius Dei.

Tras regresar a su sede en Urgel, por invitación de Elipando, 
Félix volvía a caer nuevamente en el Adopcionismo, trasladándose a Toledo, donde tenía mayor apoyo.

Elipando replicó con menosprecio a sus adversarios del norte: "Cómo puede permitirse un monje de Liébana enseñar doctrina a un arzobispo de Toledo." Y a ello Beato pudo replicar con una noticia que desde la época de Dionisio el Exiguo venía circulando por Europa: "... lo mismo que Roma, España tenía un origen apostólico, ya que Jacobo (Santiago), hermano de Juan, había viajado hasta ella antes de su muerte para sembrar allí las primeras raíces cristianas."

En vista de la persistencia, y de las cartas que Elipando había dirigido a muchos obispos germanos y franceses, Carlomagno convocaba otro concilio general con el consentimiento del papa en Francfort, en el 794. Asistieron unos 300 obispos y una representación pontificia. Elipando expuso en un magnífico discurso la fe en litigio. Al terminar preguntó "¿cuál es vuestra opinión?". Las conclusiones dicen que la frase "hijo adoptivo" no solo es desconocida en la antigüedad, sino falsa, porque induce a creer que Cristo no es propio hijo de Dios. 

Elipando y Félix no reconocieron el Libellus Sacrosyllabus compuesto por el concilio. Por ello el nuevo papa León III reunió un sínodo romano en el 799 que pronunció un anatema contra Félix. Este fue convocado nuevamente por Carlomagno en Aquisgrán, donde después de haberle expuesto varios obispos la falsedad de su doctrina, con razones de la Sagrada Escritura, renunciaba a ellas. Elipando murió obstinado en sus doctrinas al parecer en Lyón, donde el emperador había mandado que permaneciera.

COMENTARIOS AL APOCALISIS DE SAN JUAN

Una discusión provinciana llegó a implicar a los grandes teólogos de la época como a Alcuino de York y a Paulino de Aquileya, y a turbar la paz del Imperio carolingio y de la Curia romana.

La serie de concilios convocados para abordar el problema planteado por los españoles, así como las cartas de los Papas que denunciaban el peligro demuestran con evidencia que no se trataba de un problema baladí: concilios de Ratisbona (791), de Francfort (por Carlomagno, 794), de Aquisgrán (799), de Roma (799), de Fréjus (799), etc. Los papas Adriano I y León III y los consejeros de Carlomagno comprendieron la magnitud del peligro y trabajaron para doblegar a los españoles que, con argumentos teológicos y con el acostumbrado recurso a la Sagrada Escritura, a los Santos Padres y a los textos litúrgicos, defendían con sus puntos de vista.

Pero todos pretendían purificar la fe y acomodarla a las exigencias del dogma. Tiene, por lo tanto, razón J. C. Cavadini cuando afirma que lejos de ser esta controversia una señal de la decadencia de la Iglesia visigoda, como algunos han insinuado, es una prueba de su vitalidad y de su apertura hacia el futuro. Es difícil aceptar la opinión del atraso de la teología española del siglo VIII.

En el último cuarto del siglo VII se habían celebrado en Toledo varios concilios entre los que destacaron el XI (675) con un preclaro Símbolo de la fe sobre la Trinidad y la Redención, el XV (688) con doctrinas sugestivas sobre la Trinidad y la Encarnación, y el XVI (693) en el que los padres conciliares abundan sobre la Trinidad. Del texto de este concilio son las palabras con las que Alcuino de York pretendía explicar su idea de la Trinidad en su carta a Elipando. Según aquel concilio, las personas de la Trinidad entre sí no son aliud, sino alius. No son distintas en naturaleza o sustancia, sino en las personas. Son una misma cosa, pero personas distintas. Los teólogos españoles del siglo VIII, sucesores de los grandes escritores eclesiásticos de siglos anteriores como Isidoro, Eugenio, Ildefonso, Julián, etc. contribuyeron positivamente al avance de la reflexión sobre la fe en los temas cristológicos.


ALCURNIO DE YORK

El cisma hispano, que se pudo producir de haberse formado un colegio de obispos adopcionistas en Al-Ándalus, no llegó a materializarse: los sucesores de Elipando y sus adláteres fueron católicos y los mozárabes mantuvieron la fe ortodoxa, en comunión con el papa hasta el último momento. Aparentemente, las conversiones logradas lo habían sido únicamente por el ejemplo personal (en el caso de Félix) o la pura autoridad de un cargo (en el caso de Elipando), y desaparecieron con ellos. Otra consecuencia positiva fue la difusión de las obras de un teólogo hispano singular, Beato de Liébana, popularizado a partir de su refutación del adopcionismo y posteriormente admirado en toda la Cristiandad por su Apocalipsis.

En Hispania, la controversia sirvió como excusa para que el rey asturiano alejara a su iglesia de la influencia de la Iglesia mozárabe, ahora sospechosa de herejía y contagio de las enseñanzas mahometanas. Alfonso II el Casto (791-842) acercó a su reino la influencia franca del Imperio carolingio, al que envió tres embajadas. También la iglesia astur recibió las nuevas formas litúrgicas y teológicas romanas que se abrían paso en la Cristiandad latina, iniciando la ruptura con la Iglesia mozárabe mártir bajo el dominio de los emires de Córdoba. Elipando puede ser responsabilizado del inicio de este proceso que concluiría durante el reinado de Alfonso VI con la reconquista de Toledo, el fin de la iglesia mozárabe y el triunfo romano en la Iglesia española.

COMENTARIOS AL APOCALISIS DE SAN JUAN

CONCEPTISMO Y AFORISMO DE BALTASAR GRACIÁN


Baltasar Gracián fue uno de los grandes representantes del Escepticismo clásico español, creador del Aforismo moderno y considerado el mejor ejemplo del Conceptismo que adquirió una formulación filosófica y personal.

Baltasar Gracián Aforismo Conceptismo
CONCEPTISMO Y AFORISMO DE BALTASAR GRACIÁN

HISPANO-AMERICANISMO


El Hispano-americanismo es la tendencia y aspiración a una íntima relación entre España y las Repúblicas hispano-americanas, unidas ya como comunidad de orígenes, religión, lengua, tradiciones y costumbres. Consistente en una especie de confederación-alianza, en igualdad, pero con la supremacía de honor para España, como madre común, que trascienda al orden social, jurídico y económico.

HISPANO-AMERICANISMO

Las denominaciones de 
Hispano-americanismo, de América española o de Hispano-América son preferibles y más exactas que las de América latina e Ibero-americanismo. Así lo han expresados sucesivos literatos y filósofos como Juan C. Cebrián, Menéndez Pidal, Mariano de Cavia, Vázquez de Mella, Adolfo Bonilla, el uruguayo José Enrique Rodó y la generalidad de los autores hispanistas. Estas son las principales razones:

1. el adjetivo español indica todo lo que procede de España (raza, lengua, costumbres, etc,).

2. el apelativo latino se refiere en sentido estricto a un antiguo pueblo de Italia, y la acepción amplia y moderna comprende a Francia e Italia, que nada han tenido que ver con el descubrimiento, civilización y fundación de las Repúblicas hispanoamericanas.

3. el calificativo ibero, si bien tiene remota antigüedad y es admisible en el orden literario, no lo es este caso, pues ni los iberos ocuparon toda España, ni la raza que descubrió y civilizó la América tenía de ibera sino una mínima parte (ya que después vinieron los celtas, los romanos, los visigodos y los árabes, prescindiendo de otras menores influencias étnicas).

Incluyen en la tendencia y en el calificativo de Hispano-americano a Brasil, no por expansión dominadora, sino porque el calificativo español y el nombre de Hispania convienen a todos los habitantes y a todo el territorio de la península que albergó a la Hispania romana.

La corriente del hispanoamericanismo es resultado de una larga serie de causas que la han producido, tanto en España como en la América española. Emancipadas las colonias españolas desde 1810 hasta 1825, España sostuvo sus derechos hasta que por Ley del 4 de Diciembre de 1836 se autorizó al Gobierno para reconocer la independencia de aquéllas, celebrándose el primer Tratado de paz, con Méjico, el 26 del mismo mes y año, que produjo el efecto de que abrieran sus puertos al comercio español, Venezuela, Uruguay y Colombia, a lo que correspondió España otorgándolas el mismo beneficio, en 1837 a Venezuela y en el año siguiente a las otras dos Repúblicas.

Desde 1845 se entró en el camino de los tratados generales, hasta llegar a la serie de los establecidos en 1885 y 1888.

En 1871 se pactó el armisticio que suspendió la guerra que, por la llamada cuestión del Pacífico, existía desde 1864-65 entre España y Chile, Perú, Bolivia y el Ecuador, armisticio que se sostuvo hasta los tratados definitivos de paz celebrados por la primera con Bolivia y Perú en 1879, con Chile en 1883 y con el Ecuador en 1885.

A pesar de esto, las relaciones entre la madre y sus hijas emancipadas no eran todo lo vivas y cordiales que debían, existiendo en las segundas equivocaciones en juzgar la obra de la primera.

El año de 1892 señala el principio de las rectificaciones y del nacimiento del hispanoamericanismo. En ese año se celebró el 4º Centenario del descubrimiento de América, asistiendo a las fiestas celebradas en Madrid y Huelva representaciones oficiales de los Gobiernos hispano-americanos, teniendo lugar diversos Congresos (de Derecho, Ciencias, Economía, Literatura y Pedagogía) de carácter hispanoamericano, así como uno de los americanistas del mundo entero.

El Gobierno español comenzó la reconstrucción del convento de la Rábida y de un monumento en honor de Colón y, a propuesta de la Sociedad Colombina Onubense, se declaró fiesta nacional el día 12 de Octubre, origen de la Fiesta de la Raza. Consecuencia de esta mayor aproximación entre España y América fueron rebajas arancelarias, convenios de extradición y de propiedad literaria e industrial, etc.

En la Guerra de los Estados Unidos contra España, los Estados hispano-americanos observaron una neutralidad afectuosa para con España, y la violencia del Tratado de París de 1898 que expulsaba totalmente de América a la nación madre, descubridora y civilizadora, produjo el efecto de aumentar las simpatías por España en el Nuevo Mundo, puestas de manifiesto en el Congreso Social y Económico Hispano-americano que por iniciativa de la Sociedad Unión Ibero-americana se celebró en Madrid (Palacio de la Biblioteca Nacional) en 1900, y al que asistieron numerosas e importantes representaciones de la cultura americana. Desde entonces las demostraciones de afecto y de relación fueron más frecuentes, trascendiendo al pueblo, celebrándose Asambleas provinciales, fundándose Centros hispano-americanistas y acentuando su labor los ya constituidos.

BIBLIOTECA NACIONAL DE MADRID

Entre estas Sociedades que han realizado y realizan una labor admirable de aproximación entre España y la América española son dignas de especial mención:
1. la Colombina Onubense (fundada en la Rábida en 1880)
2. el Club Palosófilo (1908), 
3. la Unión Ibero-americana (Madrid 1885), que disfruta subvención oficial; 
4. la Casa de América de Barcelona, fundada en 1911 por fusión de la Sociedad Libre de Estudios Americanistas y el Club Americano
5. la Academia Hispano-americana de Ciencias y Artes de Cádiz (1909)
6. el Centro de Unión Ibero-americana de Bilbao (1906), que fue precedido de la creación del Museo Comercial e Industrial comparativo hispanoamericano en la misma ciudad (1904)
7. el importantísimo Centro de Cultura Hispano-americana de Madrid (1911), que publica libros de alto valor y edita un erudito Boletín, repartido profusamente por España y América, así como envía propagandistas, organiza conferencias y debates, etc.

Labor apreciable en este sentido han realizado también las Sociedades Económicas de Amigos del País, juntamente con las Cámaras de Comercio; las de Galicia organizaron una Asamblea hispano-americana en 1909 y otra las de Asturias en 1901. En ésta se votó por aclamación la conclusión de que España no se daba por despedida del mundo americano por efecto del Tratado de París de 1898 y afirmaba su existencia al otro lado del Atlántico, no sólo por su tradición de descubridora y colonizadora, sino también por las manifiestas simpatías del próspero y libre pueblo americano de nuestro tiempo y por la participación activa que toman en el progreso de aquellas hermosas Repúblicas los millares de españoles que allí viven, conservando, por ser perfectamente compatible, la nacionalidad originaria.

El aumento de la emigración española a Hispano-América desde 1900 y estas corrientes, motivaron numerosísimos tratados y convenios entre España y las Repúblicas hispanoamericanas sobre las diversas materias de Derecho internacional, que han culminado en el acuerdo del Congreso Postal celebrado en Madrid en 1920 y adoptado por los respectivos Gobiernos, en virtud del cual forma la América española un solo país con España (no considerándose, por tanto, como extranjero) para las tarifas postales, por lo que el mismo sello de Correos que se emplea para la circulación dentro del país, sirve para la correspondencia entre España y las hijas emancipadas (y también los Estados Unidos).

En 1912. se fundaron nuevas Sociedades Hispano-americanistas, como el Instituto Ibero-americano de Derecho comparado, de Madrid, y el importantísimo Instituto de Estudios Hispano-americanos de Sevilla, dedicado a la investigación y divulgación de los fondos del Archivo de Indias, estudiado también por enviados de América, que con sus descubrimientos y publicaciones han desvanecido la leyenda que los enemigos de España habían tejido contra la obra colonizadora.

ARCHIVO DE INDIAS DE SEVILLA

Al propio tiempo, se han ido estableciendo en los centros oficiales españoles enseñanzas o cátedras de materias americanas, como la de Historia de las instituciones políticas y civiles de América, en la Universidad Central; la de Instituciones coloniales históricas de España, en la Escuela Diplomática, y la de Historia de América en la Facultad de Filosofía y Letras de Madrid. Las Academias Españolas de la Lengua, de la Historia, de Ciencias Exactas y de Ciencias Morales y Políticas tienen socios correspondientes en América, y la primera ha establecido, como delegaciones o hijuelas, la Academia Colombiana (Bogotá), la Ecuatoriana (Quito), la Mejicana, la Salvadoreña, la Venezolana (Caracas), la Chilena (Santiago), la Peruana (Lima), la Guatemalteca (Guatemala) y la Argentina (Buenos Aires).

Paralelamente al acercamiento de España a América, se ha producido el de América a España. Durante mucho tiempo predominaron en las Repúblicas emancipadas las estrofas violentas de los himnos de guerra (hoy suprimidas en todo lo que podía molestar a España), al propio tiempo que la leyenda extranjera contra la colonización española y la falsa atribución a España de propósitos de reconquista (como falsamente se quiso ver en la guerra del Pacífico), así como la propaganda de los insurrectos cubanos y la mala política colonial seguida por España en los últimos tiempos, creaban cierto estado de tirantez y de recelo, cuando no de odio. Semejante disposición ha ido desapareciendo poco a poco, hasta trocarse en los últimos tiempos en afecto verdaderamente filial. A ello han contribuido diversas causas.

Al estudiar la colonización española en América hemos indicado ya la vindicación que de la misma han hecho, especialmente desde el segundo decenio de este siglo, los escritores americanos. La campaña panamericana iniciada en 1889 por los Estados Unidos, en la que James Blaine se presentó como continuador de la doctrina de Monroe, exagerada después en el sentido de que América debía ser para los americanos del Norte, por la hegemonía de los Estados Unidos, despertó justificados recelos en muchos centros de la América hispánica y produjo la tendencia a fortificar el carácter étnico de ésta, invocándose las comunes tradiciones, orígenes, lengua, religión y costumbres, lo que atrajo la atención y la simpatía hacia la antigua Metrópoli, que se presentaba como lazo de unión entre todos los amenazados, y determinó movimientos de prensa, de opinión y de Chancillerías cuyos resultados no tardaron en tocarse, influyendo en ello la conducta observada con España (1898) por los Estados Unidos (olvidando éstos lo que España hizo por su descubrimiento e independencia, así en la guerra de separación de fines del siglo XVIII como en la de Secesión de 1866) y el silencio de Europa ante la expoliación, que produjeron una viva corriente de afecto hacia la vieja madre.

Otros hechos que contribuyeron a lo mismo, fueron: el envío por España de representantes a las fiestas conmemorativas de la Independencia de las Repúblicas hispano-americanas en su Centenario (1910-14), incluso el viaje de la infanta doña Isabel a la República Argentina (1910), rectificando así el antiguo apartamiento, de lo cual fue prueba también la inauguración (1915) del monumento erigido en Madrid por España y por Cuba a los héroes del combate del Caney, a la cual asistieron, presidiendo el desfile juntos, el monarca español y el representante diplomático de la República cubana; el intercambio literario y artístico representado por la actuación de las compañías teatrales, viajes a América de escultores, pintores, literatos y sabios españoles para dar a conocer sus obras y divulgar la ciencia y la cultura españolas, llamados en algunos casos desde la misma América (en Buenos Aires surgió la fundación Menéndez y Pelayo para llevar allí los hombres eminentes de España al objeto de dar conferencias); la visita de barcos de guerra españoles a las Repúblicas (la Nautilus a la Habana en 1908, el España a Panamá, Chile y la República Argentina en 1920, llevando al infante don Fernando como representante de España en el Centenario de Magallanes) para asociarse a sus grandes fiestas, motivando en todas partes entusiastas manifestaciones de amor a España; y, sobre todo, la emigración española, entre la cual destacan importantes personalidades que conservan su nacionalidad hispana, y que han constituido un sinnúmero de centros españoles en América, algunos tan importantes como el Club Español de Buenos Aires y los Centros Gallego y Asturiano de la Habana.

MONUMENTO AL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA EN MADRID

Desde hace tiempo existe la tendencia a federar a los españoles de toda América por medio de la federación de sus Centros, idea que ha comenzado a realizarse en Cuba, el Uruguay y la República Argentina, llegándose a pedir (como se hizo en la Asamblea celebrada en 1913 por la Federación de los Centros españoles de la República Argentina, en número de 176) que se conceda representación en las Cortes españolas a aquellos españoles o al menos a sus Centros, a la manera como se concede en el Senado a otras entidades parecidas (Universidades y a las Sociedades Económicas).

Españoles e hispano-americanos se consideran hoy como formando una sola nación dividida en Estados diversos. Pruébalo la igualdad que se ha establecido entre España y sus hijas de América en materia de comunicaciones, literatura, arte, etc. Hecho significativo es el de que el Gobierno y las Cámaras de Panamá (país que hizo en favor de España la excepción de admitirla en la Exposición que celebró en 1916 con motivo de la inauguración del Canal interoceánico, siendo el único país de Europa que obtuvo tal concesión «por deferencia y amor a la antigua madre patria») concedieron a España una extensión de terreno, construyéndose por 600.000 pesetas un edificio destinado a ser la llamada Casa de España, en la que han establecido un Museo Comercial y la residencia del representante diplomático español, y en el mismo país se ha elevado una estatua a Vasco Núñez de Balboa.

La República Argentina, Chile, Perú, Guatemala, Colombia, Méjico, Cuba, Puerto Rico rivalizan en demostraciones de amor a España. El intercambio de ideas y de productos ha sufrido un prodigioso aumento en los últimos años en España y América, y aquélla toma parte oficial en los centenarios y grandes alegrías y tristezas de ésta y viceversa (el Centenario de Cisneros fue celebrado en la República Argentina y en Cuba, lo mismo que el de Cervantes lo fue en toda América).

Los artistas españoles exponen sus obras en América y los americanos en España; los grandes hombres de uno y otro país viajan por ambos, siendo objeto de imponentes manifestaciones de amor racial (recuérdese la visita del infante don Fernando a América y la del presidente de la República Argentina, señor Alvear, a España); se han reformado los libros destinados a la enseñanza, de conformidad con la verdad histórica sobre España y en algunos casos se han adoptado como texto las obras de los sabios españoles (en Guatemala las de Ramón y Cajal), y tan poderosa es la tendencia, que ha trascendido al extranjero.

El hispanismo se desarrolla poderoso en los Estados Unidos, donde se ha extendido rápidamente la enseñanza del castellano (ciertamente como medio de penetración en el resto de América), se estudia la literatura, se requiere al arte español, se publican tres grandes revistas de carácter españolista: Boletín de la Unión PanamericanaHispania y The Hispanic American Historial Review; y en 1919 se ha constituido en Nueva York la Asociación Cortes Society para publicar documentos y estudios sobre el descubrimiento, la conquista y la colonización de América por los españoles, siguiendo el camino iniciado por Bourne, Lummis y Bandelier y de la más antigua Hispanic Society of America. Incluso en Europa se ha comprendido el alcance de las aspiraciones hispanoamericanas.

HISPANIC SOCIETY OF AMERICA

En Hamburgo se creó ya en 1913 el Instituto Ibero-americano para investigar la comunidad de cultura formada por los pueblos de la Península española y de la América española, y que ha dado a luz importantísimas publicaciones (como las revistas mensuales Mitteilungen der Iberoamerikanischen Gesellschaft y Spanien, y la Bibliotek der Cultura latinoamericana), habiendo salido de él, como filial suya, el Centro Ibero-americano de Hamburgo para fomentar las relaciones espirituales y económicas entre España y América y a cuya inauguración concurrieron los cónsules de todos los países interesados residentes en Hamburgo.

La unión o confederación espiritual hispanoamericana no se fundamenta tan sólo en la raza, en la lengua, en la religión y en las costumbres, sino también en el hecho mismo de la emancipación de aquellas Repúblicas y en la actual acción de España por la causa de la civilización americana. Numerosos escritores hispanoamericanos (como el doctor León Suárez en su folleto Carácter de la Revolución americana, Buenos Aires 1917) han puesto en claro que la emancipación de América no fue dirigida directamente contra la Metrópoli, ni se realizó por el gusto de separarse de España, sino como medio de obtener el gobierno y las libertades que entonces se anhelaban y por la consecución de las cuales se luchaba también en España, no debiendo culparse a ésta, sino a los Gobiernos de entonces, el no haber dado a América unas libertades de que ella misma carecía. Prueba de ello se dice ser el auxilio recíproco que se prestaron los liberales americanos (éstos con dinero) y los españoles (como Riego, que en vez de ir a América a combatir la rebelión se sublevó con las fuerzas a tal empresa destinadas), de tal modo que puede afirmarse que la Revolución americana, realizada por españoles, triunfó debido al apoyo de los liberales españoles de la metrópoli.

La consecuencia implícitamente contenida en estas premisas es la de que una vez conseguidas esas libertades y sin perjuicio de la independencia alcanzada, procede que las libres Repúblicas de Hispano-América se unan con España en todo lo que no afecte a esa independencia y a esas libertades. Desde punto de vista opuesto y más fundamental ha llegado a la misma conclusión Mario André en su obra ya mencionada El fin del Imperio español de América

(versión de J. P. H., Barcelona 1922). De esta obra y de su estudio hecho en su prólogo por Carlos Maurras se desprende que la revolución hispanoamericana se estaba preparando desde veinte años antes al principiar el siglo XIX por una minoría escogida de gente ilustrada (nobles, hombres de carrera, propietarios y ricos comerciantes), y no tenía por causa la teocracia ni el despotismo, sino el vuelo industrial y comercial del país y el desenvolvimiento intelectual de esa minoría educada por los frailes.

El incremento de la revolución se debió precisamente a fidelidad al monarca español destronado por Napoleón y a la aceptación por él, en un principio y después de repuesto en su trono, de la Constitución revolucionaria de 1812. Por lo primero se explican las constantes protestas de fidelidad al rey que hacían los primeros revolucionarios y el hecho de que se sostuviese el principio de que al rey español destronado debía reservársele el Imperio de América (obsérvese que Godoy tuvo la idea de mandar allá a Fernando VII), y si no lo aceptaba personalmente, ofrecerlo a un príncipe de su casa o al archiduque Carlos de Austria, con lo cual se conseguía la independencia de América, pero en contra de Francia, no de España. Al ver que el rey destronado volvía al trono de España, pero aceptaba la Constitución de 1812, los realistas y católicos se unieron a la causa de la emancipación, siendo este elemento (el clero y los frailes, que eran los profesores de las Universidades, y la gente ilustrada educada por ellos), el que dio a la revolución el triunfo definitivo, como protesta contra los principios de la Revolución francesa, los cuales sólo posteriormente y por cauces subterráneos vinieron a desfigurar el movimiento y a ejercer notable influencia. Las guerras de la Independencia fueron, pues, en el fondo guerras civiles, no entre españoles y americanos, sino entre americanos (todos españoles) partidarios unos de la emancipación y otros opuestos a ella. Siendo de observar que contra ella lucharon en favor del dominio de España desde los criollos hasta los indios, lo cual prueba que éstos no gemían duramente bajo un yugo odioso, que tenían ocasión de sacudir. Y he aquí por qué la guerra pudo prolongarse tanto tiempo, cuando precisamente España carecía de fuerzas, y cuando Inglaterra sólo pudo sostener siete años la de los Estados Unidos.

ESCULTURAS DE BLAS DE LEZO Y MIGUEL DE CERVANTES

La unión o confederación hispano-americana sería sumamente ventajosa para España y para América. La primera vería aumentada su importancia internacional; la segunda su fuerza para resistir la absorción económica, primero, y política después (recuérdense los casos de Panamá, Méjico, Santo Domingo y Puerto Rico) por los Estados Unidos.

En la nueva organización económica que ha de producirse en el mundo, la lucha habrá de tener por base en gran parte la relación del mercado americano con el europeo. En el año 1923 se ha celebrado en España el I Congreso Nacional del Comercio español en Ultramar, con el concurso de las Repúblicas hispanoamericanas. El ideal en este orden sería la creación de una unión aduanera, espiritual y económica hispanoamericana que convirtiese los mercados nacionales en un gran mercado internacional, donde los productores estuviesen como si se moviesen dentro de un mismo Estado. Así, España recibiría de América todo lo que le falta y enviaría a ella todos los productos de su industria, pudiendo desarrollarse sin acudir al extranjero; y sería al propio tiempo depósito del comercio de tránsito entre América y el resto del mundo, para lo cual se presta admirablemente por su posición geográfica.

Terreno muy a propósito es el de la Banca, estando hoy la española en condiciones de intervenir eficazmente en América, evitando el que ésta tenga que recurrir a los Estados Unidos o a Inglaterra para proporcionarse los empréstitos que necesita para su desarrollo. Ya antes de comenzar la guerra salían de España unos 100.000.000 de pesetas anuales para invertirse en valores americanos, y al comercio bancario de giro entre las Repúblicas hispanoamericanas y España se dedican con éxito lisonjero el Banco Hispano-americano y el Banco Español del Río de la Plata, así como otros menos importantes, y también han establecido en España sucursales ciertos Bancos hispanoamericanos; pero es preciso dar mayor impulso a estas relaciones con el auxilio financiero a los Estados y empresas de aquellos países.

La confederación no serviría solamente para librar a la América española de ser sojuzgada por un país de raza, lengua y costumbres diversas, sino también para mantener la unión y harmonía entre las diversas Repúblicas, mediante el arbitraje, inspirado en la justicia y el amor, ejercido por España para poner término a las discordias interiores de la América española, contribuyendo así a formar los Estados Unidos del Sur, que contrapesarían la acción sajona de los Estados Unidos del Norte.

La confederación espiritual de que se trata se encuentra solamente en período de preparación, que tiende a estudiar los medios para fijar los acuerdos que determinen las bases de una legislación común hispanoamericana, sobre propiedad literaria, artística e industrial, y sobre Derecho penal, procesal y mercantil; sobre instrucción pública y acerca de la confederación de instituciones literarias, artísticas y benéficas.

A ello se dirige la celebración que se prepara en Sevilla por el Centro de Cultura Hispano-americano, de un Congreso cultural que debe celebrarse coincidiendo con una gran Exposición hispanoamericana, cuya fecha está fijada por ahora para el año 1924, Congreso que será el sexto de la serie y vendrá a continuar y completar la obra de los que le precedieron (Congreso literario de 1892 en Madrid; Congreso Social y Económico celebrado también en Madrid en 1900; Congreso de Historia y Geografía, de Sevilla, en 1914; el II Congreso de Historia y Geografía hispanoamericanas, también en Sevilla, en 1921; I Congreso del Comercio español en Ultramar, en 1923).

RELIEBES DEL MONUMENTO A CRISTÓBAL COLÓN EN MADRID

Con el mismo fin se ha creado en Madrid el Instituto Hispano-americano de Bibliografía, en Abril de 1921 se proyectó el establecimiento de una Unión Interparlamentaria hispano-americanacon representantes de todos los Parlamentos de España e Hispano-américa, órgano activo de intimidad y mutua cooperación, cuyo objeto especial será la ampliación de relaciones artísticas, literarias, comerciales, benéficas y judiciales como medio de llegar a la alianza espiritual de todos los pueblos de raza hispánica, y últimamente, por Reales decretos del 21 de Enero y 10 de Noviembre de 1921, se han establecido en los Centros españoles de enseñanza becas gratuitas para estudiantes hispanoamericanos.

Para contribuir a esta acción es necesario por parte del Gobierno español la creación de un Cuerpo de agentes diplomáticos y consulares que tengan preparación adecuada, y el establecimiento de escuelas españolas en países como Panamá, Cuba y Méjico, donde hay trato frecuente con los angloamericanos. Si estos últimos crean escuelas donde se enseña la lengua española sin el espíritu español, España no debe abandonar ningún consulado en manos de personas que no piensen como los españoles o que traten con negligencia la creación de escuelas de su idioma.

Gran importancia ha de tener el proyectado viaje del rey de España por América, que sería el primer monarca español que la visitase.

Al objeto de establecer en la capital de España un Centro expresión sintética de la idea hispano-americanista, ha propuesto el diario de Madrid, El Sol (2 de Enero de 1918), construir en Madrid, con aportaciones del Gobierno español y de los Estados hispanoamericanos, un grandioso edificio, denominado Palacio de la Raza, con tantos pabellones como Estados hispano-americanos, destinado a exposiciones, conferencias, centro de reunión de los hispano-americanos, etc.; y en el barrio de Salamanca de Madrid se está levantando un Ateneo hispano-americano de estudiantes, del que formará parte una Universidad hispano-americana que comprenderá las enseñanzas de ciencias, leyes y estudios técnicos, que darán las personalidades hispanoamericanas competentes en estas materias.

CASA DE AMÉRICA DE MADRID

Hecho elocuente y significativo es la celebración de la Fiesta de la Raza en conmemoración del descubrimiento y en honor de los descubridores y colonizadores del Nuevo Mundo, fiesta que se celebra con entusiasmo por los países hispanoamericanos, en muchos de los cuales tiene oficialmente el carácter de fiesta nacional, como en España (en donde se lo ha otorgado la Ley del 15 de junio de 1918), y que constituye un verdadero homenaje a ésta, presidido por los más altos poderes y siempre con la asistencia de las autoridades de aquellas Repúblicas.

Como ejemplo del espíritu y carácter de esta fiesta están los fundamentos del Decreto con el que acordó la celebración de esta fiesta, como nacional, la República Argentina, Decreto firmado en 1917 por el presidente Hipólito Irigoyen, al que la colonia española regaló un ejemplar grabado en letras de oro sobre una placa de plata. Dice así:
Considerando: 
1.º Que el descubrimiento de América es el acontecimiento más trascendental que haya realizado la Humanidad a través de los tiempos, pues todas las renovaciones posteriores derivan de este asombroso suceso, que a la par que amplió los límites de la tierra, abrió insospechados horizontes al espíritu.
2.º Que se debió al genio hispano intensificado con la visión suprema de Colón, efeméride tan portentosa, que no queda subscrita al prodigio del descubrimiento, sino que se consolida con la conquista, empresa ésta tan ardua, que no tiene término posible de comparación en los anales de todos los pueblos. 
3.º Que la España descubridora y conquistadora volcó sobre el continente enigmático y magnífico el valor de sus guerreros, el ardor de sus exploradores, la fe de sus sacerdotes, el preceptismo de sus sabios, la labor de sus menestrales y derramó sus virtudes sobre la inmensa heredad que integra la nación americana. 
Por tanto, siendo eminentemente justo consagrar la festividad de la fecha en homenaje a España, progenitora de naciones a las cuales ha dado con la levadura de su sangre y la harmonía de su lengua una herencia inmortal, debemos afirmar y sancionar el jubiloso reconocimiento, y el poder ejecutivo de la nación decreta: 
Art. 1.º Se declara fiesta nacional el 12 de Octubre. 
Art. 2.º Comuníquese, publíquese, dese al Registro nacional y se archive.  
–Firmado, Irigoyen.

Órganos en la prensa del movimiento hispanoamericanista son una serie de importantísimas revistas, entre las que pueden citarse en España las que publican la Real Academia Hispanoamericana y el Centro de Cultura Hispanoamericano, así como el Boletín de la Unión Iberoamericana y el del Centro de Estudios Americanista (Sevilla), debiendo añadirse la titulada Progreso, de Madrid; el Mercurio, de Barcelona; La Ilustración Española y Americana, el Mundo Latino, el Archivo Hispanoamericano, publicada por los franciscanos, el Boletín de la Sociedad Colombina de Huelva, y las revistas La Argentina en Europa y Cuba en Europa, no debiendo omitirse en esta lista la presente Enciclopedia, por la especial atención que presta a todo lo relacionado con la América española. Con todo, se nota la falta de un gran diario que sea órgano del movimiento, especialmente dedicado a exponer el pensamiento, los problemas, todo lo que interese a todos los pueblos de nuestra raza.

ESTATUAS DE CRISTÓBAL COLÓN EN NUEVA YORK

El amor a España de sus antiguas colonias se nota también en Filipinas. Joaquín Pellicena (conferencia dada en la Casa de América de Barcelona el 25 de Noviembre de 1917) y Antonio Martín Torrente (discurso de su recepción en la Real Academia Hispanoamericana de Ciencias y Artes de Cádiz) han puesto de relieve este hecho consolador. En aquellas islas se reconoce hoy cuánto deben a España, como ha reconocido el mismo norteamericano Enrique James Ford, en el capítulo The situation in the Philippines, IX de su obra Woodrow Wilson, en el que se hace resaltar que la civilización de Filipinas es más antigua que la de los Estados Unidos.

Existen allí unos 6.000 españoles y unos 200.000 filipinos mestizos, descendientes directos de españoles, identificados con los primeros, figurando los españoles en tercer lugar por la cuantía de su contribución a las cargas del Estado (el primero lo ocupan los chinos y el segundo los filipinos), estando estrechamente unido el capital español con el filipino. Incluso los filipinos de raza malaya o mestizos chinos hablan el castellano y tienen educación española, constituyendo el español la lengua de la buena sociedad, de los procedimientos judiciales y de los Cuerpos colegisladores, pudiendo afirmarse que ha triunfado en su lucha con el inglés, que procuraron imponer los Estados Unidos, y que el castellano ha llegado hoy a su mayor florecimiento literario en aquellas islas.

Españoles y filipinos rivalizan en probar su amor a la patria común. La colonia española sostiene Cámaras de Comercio, Casinos e instituciones de beneficencia y cuenta con órganos importantes en la prensa, habiendo hace pocos años construido en Manila una magnífica Casa de España, a cuya inauguración asistieron todas las autoridades; y así como con relación a Hispano-américa se ha establecido la Fiesta de la Raza, en Filipinas se ha instituido el Día Español, que se celebra en todo el Archipiélago el 25 de julio, día del patrón de España. Los poetas filipinos se hacen intérpretes de estos sentimientos de su pueblo.


CASINO ESPAÑOL DE CEBÚ

Fernando M. Guerrero, con ocasión de las fiestas celebradas en la visita hecha por Salvador Rueda a :
Filipinas, muestra cómo éstas tienen
el corazón abierto al beso hispánico.

y encarga al poeta español decir a Hesperia en nombre de aquellas tierras:

Te adoran más que ayer aquellas Insulas
y el hijo que dejaste es todo un hombre.

Manuel Bernabé, interpretando el mismo sentimiento, auguraba ya este despertar del amor a España, inspirado en la enseñanza de dolores que produjo la separación de ésta:

En el curso del tiempo desenvuelto,
Tú, España, volverás ¿Qué amor no ha vuelto
Preso en la red del propio bien perdido?

Claro M. Recto, tagalo educado ya en tiempo en que España no era la soberana del Archipiélago, dice en su bellísimo Elogio del castellano, al saludar a la Casa de España:
Casa de España, Olimpo de las artes,
Templo del porvenir, ¡bendita seas!

Hispanos: si algún día la escarnecen,
nuestras aljabas vaciarán sus flechas
y nos verán, triunfantes o vencidos,
al pie de esta sagrada ciudadela.

Entre los medios de llegar a la unión espiritual y económica, propone Pellicena enviar misiones científicas y literarias, fundar una escuela de comercio o exposición mercantil a bordo de un buque mercante que vaya exhibiendo por el Extremo Oriente muestrarios de productos españoles; subvencionar el Estado español los centros y periódicos españoles del Archipiélago e instituir, otorgándolo por medio de la Real Academia Española, un premio anual para la mejor obra de autor filipino escrita en castellano; edición en España de los trabajos de autores filipinos; incremento de las relaciones comerciales y de las comunicaciones marítimas entre ambos países, estableciendo, además, un Banco Español en Filipinas con sucursales en España (existiendo ya en Manila el antiguo Banco Español-Filipino, hoy Banco de las Islas Filipinas, la mayoría de cuyos accionistas son españoles), o un Banco español con sucursales en las islas. Favorece esto el hecho de haberse acortado grandemente la distancia entre España y Filipinas, pues cuando vuelva a funcionar el ferrocarril transiberiano se emplearán veinte días en ir desde Barcelona a Manila y menos aún al terminarse la línea china de Cantón a Hankow, que permitirá enlazar directamente con aquél y llegar por tierra a Hong-Kong, con lo que sólo se hará por mar el trayecto, de dos días, entre esta ciudad y Manila.


MONUMENTO AL GENERAL VARA DE REY Y HÉROES DEL CANEY