ABOLICIONISMO MODERNO POR BARTOLOMÉ DE LAS CASAS


Cronista, obispo de Chiapas y protector de indios, Bartolomé de las Casas es uno de los principales promotores del ideal del Buen Salvaje. Su Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias fue el primer alegato escrito contra el Colonialismo moderno.

ABOLICIONISMO MODERNO POR BARTOLOMÉ DE LAS CASAS

Fray Bartolomé de las Casas nació en Sevilla, en 1474. Provenía de una familia con ascendientes de origen judío-francés, que se apellidaban Casaus.

La reina Isabel II, ya en 1500, había prohibido la esclavitud, pero a menudo la realidad del Nuevo Mundo y las leyes que se dictaban desde la Corte no guardaban relación. Se trataba de un territorio vasto y difícil de controlar. Las buenas intenciones indigenistas de Montesinos y la orden dominica no hubieran tenido tanta influencia sin la intervención de Bartolomé de las Casas. Este se convirtió en el paradigma de la defensa indigenista frente a la parte más cruel de la colonización.

Después de haber estudiado humanidades, filosofía y derecho en la Universidad de Salamanca, en 1502, llegó a la isla La Española. Allí trabajó como doctrinero de Nicolás de Ovando, recibiendo una encomienda. Se ordenó sacerdote en 1510, y viajó a Cuba como capellán de Pánfilo de Narváez en 1512, ya muy influido por un sermón de fray Antonio de Montesinos de 1511, y por el encuentro que tuvo con fray Pedro de Córdoba, enviado por los dominicos a predicar en el Nuevo Mundo.

En 1514, recibió una encomienda en Jaguá, en la que los indios trabajaban en la minería, y ya calificó este trabajo de injusto. Tras renunciar a sus posesiones, decidió viajar a España, donde alzar la voz contra el brutal régimen de encomenderos. En la Corte se entrevistó con el rey Fernando el Católico y el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, que le nombró procurador universal y protector de los indios en 1516.

Aunque no fue el único, si llegaría a ser el más famoso de los eclesiásticos que eligieron ser fiel defensor de indios, siempre en litigio con los intereses de los conquistadores, del Consejo de Indias y de los teólogos y jurisconsultos que, como Ginés de Sepúlveda, rechazaron sus tesis.

Tras la muerte de Fernando y la regencia de Cisneros, sus buenas relaciones con el emperador Carlos V beneficiaron sus postulados y facilitaron la creación de las Nuevas Leyes de Valladolid, que prohibían a los encomenderos explotar a los indígenas Americanos. Este monarca además aprobó su Plan de Tierra Firme en Cumaná, en la actual Venezuela. Regresó a España en 1520, pero esta vez no pudo defender el pacifismo de los indios, porque se habían sublevado en su ausencia. Desengañado entró en la Orden de Santo Domingo, que ya criticaba en la Escuela de Salamanca, a través de Francisco de Vitoria, muchos aspectos de la colonización de América, entre ellos el sistema de encomiendas.

MONUMENTO A BARTOLOMÉ DE LAS CASAS EN SEVILLA

A partir de 1521, comenzó a escribir su Historia de las Indias, obra que no fue publicada hasta el siglo XIX, y entre 1535 y 1539 intentó la colonización pacífica de Vera Paz en Guatemala, con relativo éxito.

Regresó de nuevo a España en 1540, visitó a Carlos V en Valladolid. Sus informes orales y escritos impresionaron tanto al emperador, que este dispuso la destitución de varios miembros del Consejo de Indias y la elaboración de las Leyes Nuevas, aprobadas en Barcelona el 20 de noviembre de 1542. El nuevo código de leyes era claramente favorables a los derechos de los indios y muy perjudicial a los intereses de los encomenderos: prohibía la esclavitud de los indios, y se ordenaba que quedaran libres de los encomenderos, y fueran puestos bajo la protección de la Corona, o que en las tierras aún no exploradas dos religiosos vigilaran que los contactos con los indios fueran pacíficos.

Se le ofreció el obispado de Cuzco, que no aceptó, pero sí el de Chiapas en 1543, con el encargo de poner en práctica sus teorías. Residió dos años en la Ciudad Real de Chiapas, hoy San Cristóbal de las Casas, y regresó a España en 1547. Durante el resto de su vida continuó su labor a favor de los indios, por lo que fue conocido como el Apóstol de los Indios.

Entre 1550 y 1551, formó parte principal de la llamada Controversia de Valladolid, el gran debate sobre los Derechos Humanos que puso en cuestión el modo en que se estaba realizando la colonización del Nuevo Mundo. El "debate sobre los naturales" entre teólogos y juristas españoles, De las Casas defendía las tesis de Francisco de Vitoria, enfrentándose a su principal rival, Juan Ginés de Sepúlveda, quien defendía la licitud de la conquista.

Encargado por el Consejo de Indias de elaborar un sumario, fray Domingo de Soto dictaminó a favor de las tesis lascasianas, y el Consejo declaró ilegítimo el uso de la esclavitud en los indígenas americanos, aunque se continuó con la conquista.

Recobrado su prestigio, De las Casas decidió retirarse al convento de San Pablo, de Sevilla, para redactar Memoriales.

BREVISIMA RELACIÓN DE LA DESTRUCCIÓN DE LAS INDIAS

A finales de 1552, publicó en Sevilla, aunque terminada provisionalmente diez años ates en Valencia, su Brevísima Relación de la Destrucción de las Indias, dirigida al rey Felipe II, para que conociese las injusticias que se estaban dando en el Nuevo Mundo. En este libro había basado su defensa durante la Controversia de Valladolid.

Los treinta capítulos narran a modo de sumario lo ocurrido en el Nuevo Mundo (enumeración por provincias, siguiendo el orden de las conquistas) relatando la larga lista de abusos cometidos por los colonizadores. No se trata de una obra historiográfica, sino un memorial de agravios, con carácter tendencioso y tono panfletario. Aunque se basa en hechos reales, de las Casas exageró de forma deliberada lo sucedido para llamar más la atención sobre el caso. Menéndez Pidal, en su obra El padre las Casas, su doble personalidad, califica estas dramatizaciones como "enormizaciones". Aunque Gabriela Mistral resumió su admiración denominándole "honor del género humano".

Caracterizó a los indios como "ovejas mansas", y a sus opresores colonizadores de "leones y tigres crudelísimos de muchos días hambrientos". Durante cuarenta años, los españoles no han hecho otra cosa que "desplazar" a las mansas ovejas, "matarlas, aniquilarlas, afligirlas, atormentarlas y destruirlas". Para ello, se han valido de dos procedimientos, el primero por medio de "injustas, crueles, sangrientas y tiránicas guerras", el segundo, "oprimiéndoles con la más dura, horrible y áspera servidumbre en que jamás hombres y bestias pudieron ser puestas". Y el único motivo de este cruel proceder no es otro que el afán de acumular "oro y henchirse de riqueza en muy breves días".

El dominico se sirvió de estas exageraciones de manera cuantitativa para describir el número de indígenas asesinados. En la obra habla de más de 15 millones de muertos, aunque si se suman realmente sus números el resultado es más de 24 millones, este dato es imposible. Además de las matanzas también hubo epidemias que acabaron con la vida de muchos indígenas (por ejemplo la de viruela en 1545) y plagas de hambre por falta de cosechas fructíferas. El hilo en sí del argumento es real, pero está exagerado.

Los datos dados por De las Casas fueron recogidos por el italiano Jerónimo Benzoni en Historia nueva del mundo (1581), traducida a varios idiomas europeos, así como se tradujo también la Brevísima Relación al latín (1598), italiano (1626), flamenco (1567), francés (1579), inglés (1583) y alemán (1597). En cambio, en España el libro tuvo poca difusión, prohibido por la Inquisición en 1659, circuló más como un libro clandestino que público.

EL TORMENTO DE CUAUHTÉMOC, POR LEANDRO IZAGUIRRE 

Bartolomé de las Casas ha pasado a la historia por ser precursor del pensamiento racionalista francés del siglo XVIII, defensor de los derechos humanos y un adelantado del anticolonialismo de la Modernidad.

Fue uno de los precursores del Anticolonialismo moderno, pues aunque aceptó a veces la tesis de la asimilación, en otros textos se reafirmó en la opinión de que todo régimen político o jurídico, impuesto por la fuerza, es ilegítimo: todos los pueblos son libres, por lo que no pertenecían a los reyes de Castilla. Incluso atacó el pretendido derecho de propiedad sobre las riquezas explotadas por los conquistadores, no admitió nunca el dominio político sobre América, sino un simple impulso de difusión pacífica del evangelio, siendo su crítica la primera que se hizo a la moderna colonización.

En la obra Apologetica historia sumaria, De las Casas tuvo el deliberado propósito de reivindicar al indio como el buen Salvaje, impugnando el concepto de salvaje aplicado al indio, pues gozan de plena capacidad racional.

El pensamiento de la Ilustración francesa del siglo XVIII estuvo muy influenciado por el mito del buen Salvaje de Bartolomé de las Casas, traducido en la Declaración de Derechos del Hombre y el Ciudadano, igualdad de los hombres ante la Ley. Fue de gran inspiración para los franceses ilustrados: Voltaire, Rousseau, Montesquieu, Diderot y Holbach. Había inspirado el Discurso sobre el origen y los fundamentos de la desigualdad entre los hombres (1754) de Rousseau, y Supplément au voyage de Boungaillive (1772) de Diderot: taitianos bondadosos y felices, en vida primitiva, y europeos falsos y corruptos, en mundo artificial. El buen Salvaje de De las Casas fue un tópico del siglo XVIII, con antecedente en De los vehículos y De los caníbales de Montaigne.


Cuando De las Casas afirmaba que los judíos y musulmanes que habitaban en un reino cristiano no deberían estar sometidos, en materia religiosa, a la jurisdicción de sus príncipes, estaba reconociendo el principio de libertad religiosa. De la misma manera, cuando afirmó que a los judíos no se les podían imponer trabajos ni opinión contra Derecho, estaba señalando el trato de respeto y tolerancia que debe darse a una minoría racial y religiosa residente en una sociedad con otro tipo de creencias. Y llegó a reconocer el origen democrático del poder legislativo cuando dijo que todo legislador, al proceder su autoridad del pueblo o de la comunidad, puede obligar a sus súbditos a hacer o soportar lo que convenga al bienestar y salvación de toda República. Incluso se manifestó contra el genocidio al considerar que la antropofagia y el sacrificio de inocentes no son causas justificadas de guerra, por considerar que se ocasionaría así un mal mayor del que se pretende evitar. 


BARTOLOMÉ DE LAS CASAS PROTECTOR DE INDIOS

Por otra parte, l
a obra de De las Casas dio lugar en Europa a la fundación de la Leyenda Negra, que sirvió de eficaz propaganda contra el Imperio de la Monarquía hispánica y a favor de sus enemigos. Supuso un violento ataque contra la imagen exterior, porque enfatizaba los defectos y crueldades de algunos colonos, narrando las matanzas y estragos de gentes inocentes, pero de forma exagerada, sin rigor científico. Además, el dominico sevillano profirió olvidarse de los muchos beneficios que tuvo la colonización española de América, y de la postura de la Corona española, siempre a favor de los indígenas americanos. Puso los intereses del Cristianismo muy por encima de los nacionales, y se comportó también como el judío converso que era, por lo que intentó cambiar su apellido en Casaus, para librarse en parte del odio que por él sintieron los cristianos viejos.

Es por eso que esta Brevísima relación y las Relaciones de Antonio Pérez hayan sido consideradas como el origen de la Leyenda Negra española. Posteriormente, fueron utilizados como libros propagandísticos desde los cuales lanzar violentos ataques contra el Imperialismo español. Se discutían las supuestas barbaries que cometían los españoles en suelo americano como una forma de desprestigiar su conquista y deslegitimar su autoridad para hacerlo. Países protestantes y enemigos de España (Portugal, Francia, Inglaterra, Países Bajos, etc.) fueron los principales valedores que fomentaron esa leyenda, ya que la conquista española iba en contra de sus intereses.


BARTOLOMÉ DE LAS CASAS

CAFÉS LITERARIOS DE MADRID


Durante el final del siglo XIX y el principio del XX, la zona centro de Madrid se convirtió en sede de decenas de Cafés literarios donde artistas, filósofos, políticos, escritores, periodistas, científicos y toda clase de intelectuales organizaban tertulias para impulsar 
tendencias filosóficas y literarias, y alentar posiciones políticas avanzadas. 

cafés literarios Madrid
CAFÉS LITERARIOS DE MADRID

Cafés literarios como la Fontana de Oro, del Príncipe, de la Montaña, el Suizo, el Fornos, el Central, el Levante, el Comercial, el Pombo, el Sevilla, o el Gijón. Se podía observar un microclima en cada mesa, formado por el olor cargado a café y licor y la niebla del humo del tabaco expirado. Un ambiente entre romántico y londinense, entre añejo e intelectual. Allí acudían literatos, filósofos y eruditos de todo tipo casi a diario, siempre en el mismo café, en cierto modo para socializar la soledad de su creación, para impulsar tendencias literarias y alentar posiciones políticas avanzadas. 

Un antecedente a estas tertulias cafeteras en Madrid estuvo en las academias literarias del Siglo de Oro. Se trataba de reuniones de poetas en el domicilio de algún noble o aristócrata, a imitación de las academias italianas renacentistas. En ellas se discutía sobre temas literarios e incluso se componían poemas y pequeñas obras para ser leídas en el transcurso de las mismas. En Madrid la más famosa fue quizás la Academia Mantuana, en la que participó Lope de Vega, donde leyó su Arte Nuevo de Hacer Comedias.

De la evolución de una de estas academias, la Academia del Buen Gusto, cuyos miembros se reunían entre los años 1749 y 1751 en un local de la plazuela del Ángel, convocado por la condesa de Lemos Josefa de Zúñiga, apareció la que es considerada la primera de las tertulias de café. Fue la Tertulia de la Fonda de San Sebastián, fundada por Nicolás Fernández de Moratín un par de década después que la anterior academia. Supuso el arma dialéctica de un grupo de ilustrados que querían acabar con el estilo rococó de la cultura española. Allí se hablaba de los ideales de Rousseau y los ilustrados franceses, se apostaba por una literatura distinta y vanguardista, y por un teatro neoclásico. Por aquellas tertulia innovadora, precedente de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País, pasaron entre otros intelectuales ilustrados Félix María Samaniego, Tomás de Iriarte, Gaspar Melchor de Jovellanos o Francisco de Goya.

Pintura Café Gijón
CAFÉ GIJÓN

A principios del siglo XIX, Madrid experimentaba una realidad socio-política bastante convulsa. Primero con el Levantamiento del Dos de Mayo y la resistencia frente a la invasión francesa. Tras la vuelta al trono del rey absolutista Fernando VII, fue seguido de un periodo de inestabilidad producido del Trienio liberal de 1820 y 1823. Fue aquella realidad convulsa la que impulsó los debates y tertulias en las céntricas cafeterías madrileñas. Los liberales encontraron en estos puntos de reunión un espacio en el que expresar sus ideales, defender la Constitución de las Cortes de Cádiz de 1812, apoyar el pronunciamiento liberal del general Riego y atacar las instituciones absolutistas.

Dos locales destacaron especialmente entre las mentes liberales: el Café Lorenzini, sito en la plaza del Sol, y la Fontana de Oro, a pocos metros en la calle de la Victoria. Ambos se convirtieron en círculos de pensamiento y poder políticos paralelos, cuyos usuarios exaltaron a Riego en su llegada a Madrid tras sublevarse en Cabezas de San Juan.

El escritor canario Benito Pérez Galdós, de tendencia liberal, dedicó su novela con el mismo título a aquel café que frecuentaba y describió:
"En la Fontana es preciso demarcar dos recintos, dos hemisferios, el correspondiente al café y el correspondiente a la política. En el primer recinto había unas cuantas mesas destinadas al servicio. Más al fondo, y formando un ángulo, estaba el local en el que se celebraban las sesiones. Al principio, el orador se ponía en pie sobre la mesa y hablaba; después, el dueño del café se vio obligado a construir una tribuna."
café fontana oro Galdós
CAFÉ LA FONTANA DE ORO

El siglo XIX transforma el paisaje de Madrid, no solo era un lavado de cara a sus edificios, plazas y avenidas, sino que experimentó un amplio crecimiento demográfico. De los 176.000 habitantes que recogía el censo de 1804, se pasó a 540.000 en los primeros años del siglo XIX. Todo este auge contribuyó a una mayor expresión cultural, a un aumento de la relevancia de las tertulias, y a una decisiva influencia en el pensamiento político y social de finales de siglo y principios del siguiente.

El Romanticismo se impuso en el siglo XIX como la corriente literaria de mayor auge, gracias a la pluma de escritores romanticistas como Espronceda, Larra o Zorrilla.

Azorín denominó al Café del Príncipe como "el solar del romanticismo castellano", porque fue el que alcanzó mayor relevancia dentro del círculo sociocultural romántico. Estaba situado en la calle Príncipe, junto al actual Teatro Español, y su tertulia recibía el nombre del Parnasillo. Larra describió al lugar de encuentro literario más afamado y respetado de su época como "reducido, puerco y opaco", y miserable y mezquino por otros de sus moradores, pero acogía la esencia del movimiento en alza. Se reunían escritores, políticos y artistas de la talla de Larra, Zorrilla, Mesonero Romanos, Donoso Cortés, Bravo Murillo, Deleguer, etc. Todos ellos y muchos más formaban coloquio en al final del reinado de Fernando VII, cuando el Liberalismo comenzaba a asomar en la Historia del pensamiento político español.

Con el tiempo, este antro reformado fue recibiendo a los prohombres de la cultura y de la política hasta convertirse en el centro neurálgico del debate político y cultural del momento. El éxito se consideraba real cuando recibía el aplauso de sus compañeros de profesión en la tertulia del Parnasillo, en cuyo lugar el periodista romántico Mariano José de Larra recibió el pseudónimo de "Figaro", impuesto por el empresario teatral Juan Grimaldi, responsable del Teatro Español. Así, un escritor del siglo XIX lo es tanto por la obra que publique como por la asistencia a las tertulias.

Tertulia Café Pombo
TERTULIA EN EL CAFÉ POMBO

Por lo general, lo cafés literarios madrileños eran sombríos y discretos, en contraposición a la suntuosidad y elegancia de los parisinos. Pero una excepción fue el Café Suizo, situado en la intersección de las calles Sevilla y Alcalá e inaugurado en 1845 por dos suizos. Poseía un elegante mobiliario, con lujosas mesas de mármol y grandes ventanales, y atraía a mujeres de clase alta. Allí, los hermanos Becquer organizaban una tertulia a la que tomaban parte artistas del nivel de José Casado de Alisal, el gran retratista de los principales sucesos históricos nacionales del siglo XIX.

Una de las tertulias más originales fue la de Bilis Club de carácter humorístico, que se organizaba en la Cervecería la Escocesa, situada en la carrera de San Jerónimo. Fue fundada en 1871 por un grupo de estudiantes universitarios de Derecho, liderados por Leopoldo Alas "Clarín", y que recibirían el pseudónimo de "los asturianos", por su lugar de procedencia. Se trataba de una tertulia de humor inteligente, que no permitía la torpeza y simpleza creativa. Apoyaban la corriente del Krausismo y el Regeneracionismo, y entre ellos se encontraban juristas como Adolfo Munillas o periodistas como José Ortega Munillas, padre de José Ortega y Gasset.

En aquella época, finales del siglo XIX, España se convertía en un país periférico, con el trágico final de la pérdida de las últimas provincias ultramarinas: Cuba, Puerto Rico y Filipinas; en 1898. La conciencia nacional sufría con pasión la definitiva decadencia de su grandeza imperial. A artistas e intelectuales les "duele España", y encontraron en las tertulias un  modo de expresar sus sentimientos e ideales  al tiempo que hacían una reflexiva crítica a la clase política. Estos factores propiciaron el mayor auge de las tertulias en la historia nacional.

Tertulia Café de Levante literato Ramón Valle-Inclán
VALLE-INCLÁN EN CAFÉ DE LEVANTE

En la segunda mitad del siglo XIX, una docena de cafés con sus respectivas tertulias se ubicaban en los alrededores de la céntrica Plaza del Sol. Es el tiempo del Café de Levante, situado hasta en tres locales diferentes aunque próximos entre ellos. El más influyente fue el de la calle Arenal, gracias al magisterio que mostraba la gran figura de la tertulia española, Ramón María del Valle Inclán, quien llegó a escribir que "el Café de Levante ha ejercido más influencia en la literatura y el arte contemporáneo que dos o tres universidades y academias juntas".

Allí se produjeron anécdotas como la que escribió el intelectual republicano y masón Mateo Hernández Barros, en su obra El oso y el madroño
"Hay un episodio formidable en la historia de aquella tertulia. Anita Delgado y su hermana, preciosas danzarinas malagueñas, fueron gloria de aquel Kursaal. Por entonces estaba en Madrid el maharajá de Kapurtala; todas las noches iba a ver a Anita Delgado, entusiasmado y prendado de ella. A sus requerimientos halló siempre la misma respuesta: o casamiento, o nada. Y entonces, en la tertulia de Nuevo Levante se armó la conspiración de facilitar aquella boda… Decía Valle Inclán: Casamos a una española con un maharajá indio, va a India; allí a instancias de Anita el maharajá armarla sublevación contra los ingleses, libera la India y nos vengamos de Inglaterra que nos robó Gibraltar."
En aquel ambiente de farolas con luces de gas se movía la figura de la bohemia madrileña que tanto inspiró a Valle Inclán para crear al personaje de Max Estrella en Luces de Mohemia.

En el modernista Café del Gato Negro, situado situado en la calle Príncipe, se desarrollaba la tertulia de Jacinto Benavente. 

El Café Fornos estaba ubicado frente al antiguo Café Suizo, en una esquina de la calle Alcalá. Fue inaugurado en 1870, siendo durante el día un respetable restaurante, y por la noche los reservados de sus sótanos se llenaban de música y juerga. Los reyes Alfonso XII y Amadeo I eran asiduos, y Pío Baroja y Miguel de Unamuno se conocieron en él.

Tertulia Café Pombo pintura Gutiérrez Solana
TERTULIA DEL CAFÉ POMBO

La tertulia del Café de Pombosituado en la calle Carretas, alcanzó gran relevancia desde su fundación, en 1912, por su promotor, el escritor Ramón Gómez de la Serna. Junto a él, se reunían reputados escritores dedicados a la novela, el ensayo, la poesía, el teatro, la crítica artística y el periodismo como Manuel Abril, Tomás Borrás, Rafael Bergamín, José Cabrero, Mauricio Bacarisse y Pedro Emilio Coll, y además los pintores Salvador Bartolozzi y José Gutiérrez Solana. Este último inmortalizó estos encuentros en su obra Tertulia del Café de Pombo.

Otros muchos café que se abrieron a comienzos del siglo XX estableció habitual tertulia en su interior: Café Colonial, Café Oriental, Café Sevilla, etc. La mayoría de ellos terminaron cerrando durante la Guerra Civil.

El que sobrevivió fue el Café Comercial, situado en la glorieta de Bilbao y abierto en 1887. Fue durante un tiempo lugar de tertulia de periodistas y punto de juego entre ajedrecistas. Algunos de sus ilustres de la posguerra fueron Alfonso Paso, Ignacio Aldecoa o Berlanga. 

Pero fue el Café Gijón el café literario que alcanzó más fama durante el Régimen franquista. Fue fundado en 1888 por Gurmenesindo García, un emigrante asturiano en Cuba, en el paseo de Recoletos. Su tertulia fue un medio vertebrador de una España intelectual perseguida, asesinada o exiliada. Su elegancia supo atraer a intelectuales del nivel de Pío Baroja, Santiago Ramón y Cajal, Benito Pérez Galdós o Jacinto Benavente. Los jóvenes de la Generación del 27 pudieron intercambiar impresiones e ideales en su interior, convirtiéndose en fuente de inspiración para escritores como Camilo José Cela, que se sirvió de él para ambientar La Colmena

A partir de los años 50, fue lugar de reunión habitual para cineastas como Fernando Fernán Gómez, Manuel Aleixandre o Paco Rabal, novelistas como Francisco Umbral o Buero Vallejo, y poetas como Ángel González o García Nieto.

CAFÉ GIJÓN