FILOSOFÍA JURÍDICA NOVOHISPANA DE ALONSO DE LA VERA CRUZ


Filósofo y teólogo, Alonso de la Vera Cruz fue posiblemente la figura más relevante de la filosofía de la Hispanoamérica del siglo XVI. Se dedicó a fundar colegios mayores y bibliotecas por el Virreinato de la Nueva España y participó en la fundación de la Universidad de México, en 1551, donde impartió el primer curso universitario de Filosofía y Teología en América, en 1553, tanto a españoles y criollos, como a indios y mestizos.

Su pensamiento filosófico estuvo influenciado por Francisco de Vitoria y la Escuela de Salamanca, y su enseñanza académica y sus obras escritas abarcaron la lógica, la física y la ética social. Dominio infidelium et de justo bello fue el primer libro sobre doctrina jurídica escolástica publicado en América, en 1533, sobre el correcto trato de los indios y colonización del territorio.

FILOSOFÍA JURÍDICA NOVOHISPANA DE ALONSO DE LA VERA CRUZ

Alonso Gutiérrez de la Veracruz, también llamado Alonso de la Vera Cruz, había nacido en Caspueñas, Guadalajara, en 1507. Pertenecía a una familia hidalga y acomodada. Estudió Gramática y Retórica en la Universidades Complutense de Alcalá de Henares y después Filosofía y Teología en la de Salamanca. Allí se convirtió en alumno y discípulo de los dominicos Francisco de Vitoria y Domingo de Soto, importantes miembros de la filosófica y jurídica Escuela de Salamanca, quienes le introdujeron en las doctrinas de la Escolástica y el Tomismo, la filosofía de Santo Tomás.

Durante su carrera, fue un alumno aventajado que aprendió el pensamiento político y los tratados de derecho y filosofía de su gran maestro Francisco de Vitoria basados en el Derecho Internacional y en las mutuas relaciones de justicia entre colonizadores españoles e indígenas americanos. 

Siendo muy joven, Alonso de la Vera Cruz alcanzó el grado de maestro de Teología, fue ordenado sacerdote dominico y tenía una futuro muy prometedor como profesor de una de las universidades más prestigiosas de Europa. Por su alta preparación fue solicitado por Francisco de la Cruz, superior de la Orden de los Agustinos en México, para impartir clases de teología y filosofía, desarrollar misiones humanitarias y evangelizadoras, a la vez que fundar instituciones culturales y civilizadoras por los territorios descubiertos del Virreinato de la Nueva España.

UNIVERSIDAD DE SALAMANCA, FRANCISCO DE VITORIA Y DOMINGO DE SOTO

Salamanca se había convertido en una cantera de alumnos y maestros universitarios con destino al Nuevo Mundo. El prestigio y alto grado de preparación de los salmantinos hacía necesaria su incorporación a las recién fundadas universidades y colegios mayores que se iban fundado en los virreinatos de América, según lo iban requiriendo las autoridades académicas de México, Perú y Santo Domingo.

En julio de 1536, a los 29 años de edad, llegó al puerto de Veracruz acompañado de un grupo de diez agustinos, ingresando en la Orden de San Agustín. Bajo el impacto recibido por esta ciudad, cambió su apellido Gutiérrez por el de Vera Cruz. Tras un año de noviciado, se dedicó a la docencia en el convento de Santa María de Gracias, en México.

En tierras de Michoacán aprendió la lengua tarasca para predicar el evangelio cristiano a los indios. Su intención fue convertir a los indios al Cristianismo e integrarse en la nueva sociedad occidental a través de su lengua nativa, y no mediante el español, idioma que aún no conocían, con lo que consiguió buenos resultados.

Allí conoció a Jacobo Dacino, un noble de origen danés de la Orden de San Francisco, que durante la luchas luteranas tuvo que refugiarse en España, solicitando un traslado a América. Este también consiguió aprender el idioma del lugar y ambos sacerdotes fueron los primeros en evangelizar a los tarascos.

VIRREINATO DE LA NUEVA ESPAÑA Y ALONSO DE LA VERA CRUZ

En 1540, Vera Cruz fundó el convento de San Juan Bautista y el colegio mayor de estudios agustinianos, en Tiripetío, y abrió la primera biblioteca de América. Allí impartió el primer curso académico de Filosofía en el Nuevo Mundo, más de un siglo antes de que en la Universidad de Harvard se comenzara a impartir esta disciplina, en 1653.

En este mismo estado de Michoacán, contribuyó a la fundación del Real Colegio de San Nicolás Obispo por Vasco de Quiroga, en la población de Pátzcuaro. En sus inicios tuvo tres cátedras: Teología, Derecho Canónigo y Derecho Civil. Esta institución se convertiría en el siglo XX una de las más importantes de continente, la Universidad de Michoacán de San Nicolás.

Durante este tiempo, fue fundando los colegios-convento de Tacámbaro, Cuitzeo, Yuririapúndaro, Charo y Guayangareo (Morelia). Fue nombrado gobernador de la Diócesis de Michoacán, vicario Provincial y se le otorgó el Priorato de Tacámbaro. Posteriormente, se trasladó durante dos años a Atotonilco, donde enseñó Filosofía y Teología.

Convento Juan Bautista Tiripetío Alonso Vera Cruz
CONVENTO DE SAN JUAN BAUTISTA EN TIRIPETÍO

Después de un década en Michoacán, en 1553, fue requerido por el obispo Zumárraga para impartir cátedra en la recién fundada Real Universidad de México por real cédula de 1551 del emperador Carlos V, siendo virrey Luis de Velasco. Sirvió como procurador de su orden en tres ocasiones y formó parte del primer claustro universitario, entre sus compañeros se encontraban bastantes exalumnos de Salamanca: el rector Antonio Rodríguez de Quesada y los catedráticos Bartolomé de Ledesma, Francisco Cervantes de Salazar, Bartolomé Frías y Albornoz, y Mateo Arévalo.

Su primer curso universitario comenzó el 3 de junio de 1553. Impartió clases en las cátedras de Teología y de Filosofía (Artes Liberales). Fue el primer curso universitario de Filosofía impartido en el Nuevo Mundo. Además, pudo abrir su propio estudio especializado en la doctrina escolástica de Santo Tomás, como enseñanza de una ciencia y como fomento de una reflexión.

Era un misionero ejemplar y un filósofo comprometido, su intención fue la de iniciar a la juventud novohispana en el conocimiento filosófico, por eso en muchos sentidos fue un fundador de la intelectualidad mexicana. No solo fue el primero en impartir docencia a estudiantes españoles y criollos, sino también a mestizos e indígenas, tanto en la Universidad de México como en los colegios mayores que fundó. Entre ellos estuvo Antonio Huirziméngari Mendoza, gobernador indio de Pátzcuaro; y Caltzontzin, hijo del último cacique de los tarascos. También fueron discípulos suyos Francisco Cervantes de Salazar, escritor humanista y maestro universitario, y los literatos Esteban de Salazar y Andrés de Tordehumos.

UNIVERSIDAD DE MÉXICO

Por tanto, Vera Cruz fue uno de los pioneros en la formación del pensamiento filosófico, teológico y jurídico de América, el cual tuvo ciertas características que le son propias: sentido concreto de la realidad, preocupación social, pragmatismo moderado. Y, sobre todo, porque enfrentó problemas candentes en su momento, como el de la conquista, el de los tributos, el de los diezmos, o el de los matrimonios indígenas.

Según Cervantes de Salazar, Alonso de la Vera Cruz fue:
"El más eminente maestro en artes y en teología que haya en esta tierra, y catedrático de prima, de esta divina y sagrada Facultad: sujeto de mucha y variada erudición, en quien compite la más alta virtud con la más exquisita y variada doctrina."

Según José M. Gallegos Rocafull, sus reflexiones fundamentales de su pensamiento filosófico eran:
"¿Cómo se piensa bien? ¿Qué relación hay entre el pensar y el ser? ¿Qué es la naturaleza? ¿Qué es el alma?"

Durante su enseñanza en la universidad, y sin descuidar su vida religiosa, publicó sus principales tratados filosóficos con intención pedagógica, que fueron utilizadas en otros colegios y universidades y editadas en Europa:
Recognitio summularum, sobre la lógica formal, en 1554
Dialectica resolutio, sobre la lógica dialéctica, en 1554
Physica speculatio, sobre la física aristotélica, en 1557

Estos tres libros integran los contenidos de su curso completo de Filosofía, de carácter claro, práctico y sencillo para su enseñanza y entendimiento. En estos volúmenes reunió todo su pensamiento estrictamente filosófico, dejando otros libros para las disciplinas de la teología y la filosofía jurídica.

La filosofía que Vera Cruz pretendió introducir en México tuvo como base la doctrina de Aristóteles y de Santo Tomás, cuya influencia se debe a Francisco de Vitoria y a Domingo de Soto, renovadores de la tradicional Escolástica medieval. Pero también quiso aportar las nuevas teorías humanistas y nominalista del Renacimiento moderno. Todo eso lo fue incorporando en su enseñanza de manera sistemática y crítica, pero a través de un método escolástico reformado y depurado con elementos propios.

Cátedra Alonso Veracruz
LA CÁTEDRA DE ALONSO DE LA VERA CRUZ

Recognitio summularum es un resumen claro y conciso de la lógica menor, en el que excluye aquellos elementos que le resultaron inútiles y descontextualizados de la lógica formal. Su estilo resultaba sobrio pero suficiente, y dejaba patente su influencia por las Summulae de Pedro Hispano. Sus contenidos eran los términos y sus propiedades, proposiciones, silogismos, grados de conocimiento (simple aprehensión, juicio y raciocinio), comentario de los libros de Aristóteles y los Tópicos de la Refutación de los sofistas.

En todo ello, Alonso se muestra como gran conocedor de las ideas lógicas de su tiempo y como un lógico muy completo.

Dialectica resolutio aborda la lógica mayor o dialéctica. Se divide en tres tratados: el primer tratado es el de la predicadibilidad, correspondiente a la Eisagoge de Porfirio; el segundo tratado es el de los principales tipos de predicado, tema contemplado en las Categorías de Aristóteles; el tercer y último tratado es una exposición de su teoría de la demostración científica, relativa a los Analíticos posteriores. El objeto de la dialéctica es el ente de razón y problemas de la lógica formal.

En su Dialectica resolutio, Vera Cruz analizó los principios de la lógica y de la ciencia en general, abordó la naturaleza de la lógica, del ente de razón que es su objeto, de los predicables y de los predicamentos. Además contiene un amplio estudio sobre los principios del saber, y terminó estudiando los fundamentos de la ciencia.

RECOGNITIO SUMMULARUM Y DIALECTICA RESOLUTIO

Physica speculatio es el libro más extenso de los escritos por Vera Cruz. Es un tratado científico que recoge la doctrina vigente de su tiempo sobre física, biología, botánica, meteorología, cosmografía, astronomía y psicología. Es por tanto una de las primeras obras científicas escritas en América.

La ciencia de la naturaleza tiene por objeto el ser corpóreo, su movimiento y su tipología, el espacio y el tiempo, ya estudiados por Aristóteles, mediante la especulación o contemplación física. Se compone de cuatro tratados: De caelo, De meteoris, De generatione et corruptione y De anima.

En De anima, abordó al ser humano analizando los sentidos, el intelecto, la razón y el espíritu.

En De caelo, analizó las estrellas y planetas, también la Tierra con sus diferentes regiones y climas. En este aspecto, realizó toda una descripción geográfica del Nuevo Mundo siguiendo el litoral Atlántico desde la península del Labrador hasta Tierra de Fuego, y continuando por el Pacífico hasta la península de California, explicando que el resto de tierras estaban aún inexploradas. Esto constituye una aportación científica en los orígenes de la ciencia americana, producto de su conversación con marinos y cartógrafos que habían participado en las exploraciones y descubrimientos.

PHYSICA SPECULATIO Y DE CAELO

Su pensamiento sobre la filosofía jurídica y la ética social quedó expuesto en Dominio infidelium et de justo bello (Sobre el dominio de los indios y la guerra justa). Fue el primer libro sobre doctrina jurídica escolástica realizado en América, publicado en 1553, en la imprenta de Juan Pablos.

Siguiendo el pensamiento de su maestro Francisco de Vitoria y los filósofos salmantinos, mantenía que la soberanía procede del pueblo y que el gobernante se vuelve un dictador por el modo en cómo accede al poder (tyrannus ab origine) y por la manera de gobernar o regir (tyrannus a regimine). Cualquiera de los dos títulos hace al gobernante injusto merecedor de ser depuesto.

No podían existir niega siervos por naturaleza, en consecuencia, el dominio sobre los indios, por el rey y los encomenderos, dependía de la voluntad popular. El paganismo y la infidelidad religiosa no eran motivos para perder el derecho a poseer sus tierras.

Otros filósofos y tratadistas políticos de la época eran contrarios a las ideas de Vera Cruz y la escuela tomista: John Wiclef sostuvo que el dominio de las tierras se perdía por el pecado mortal; y Miguel de Ulzúrrum defendía el dominio universal del emperador y el papa. Vera Cruz consideraba que los indios eran sus legítimos propietarios de sus tierras y tenían el derecho a gobernarlas porque no tenían pecado de infidelidad, ya que no habían conocido la fe cristiana.

A su vez, si consideraba que el papa podía conceder al emperador alguna parte del mundo para su cristianización. Pero, al igual que pensaba Francisco de Vitoria, los indios tenían también el derecho a conocer el Cristianismo y ser evangelizados.

Lo que estaba defendiendo Vera Cruz era algo totalmente novedoso para la época: que el rey era un monarca legítimo solo si la voluntad del pueblo así lo aceptaba, porque el poder proviene siempre de Dios y el creador se lo otorga siempre al pueblo y este lo delega al rey para que sea el realizador de un proyecto político justo y basado en los evangelios.

Para Alonso de la Vera Cruz, los indios dominados por el Imperialismo antropófago de los aztecas fueron los que aceptaron al rey de España. El nuevo orden político que les proponía el soberano español era más justo que el establecido antes, ya que el antiguo sistema estaba basado en la opresión, el terror y la antropofagia. Y de esta aceptación deriva la autoridad real.

SOBRE EL DOMINO DE LOS INDIOS Y ALONSO DE LA VERA CRUZ

En la misma línea de reflexión que Francisco de Vitoria, Alonso de la Vera Cruz enumeró las motivaciones legítimas que se aducían para la conquista de las Indias, así como las que podrían alegarse como ilegítimas.

Según estos injustos títulos que estableció Vera Cruz, los colonizadores no están legitimados para realizar la conquista de América:
1. la infidelidad de los indios
2. la pertenencia de iure del Nuevo Mundo al antiguo Imperio romano
3. los agravios de los indios a los españoles
4. la oposición de los indios a la predicación del evangelio
5. la renuncia de los indios a abrazar la fe
6. los pecados contra naturam de los indios
7. el atraso mental y la "amencia" de los indios
8. la conquista por orden de Dios

En cambio, estos justos títulos si que legitimaban la conquista:
1. el deber que tienen los nativos de recibir la fe, y al cumplimiento de cuyas exigencias puede obligarlos el emperador
2. el mismo deber, a cuyo cumplimiento puede obligarlos el máximo pontífice
3. el dar un príncipe cristiano a los conversos
4. la prohibición del régimen tiránico de los príncipes bárbaros
5. la prohibición de la antropofagia y los sacrificios humanos
6. la posibilidad de las alianzas entre los españoles y otros pueblos indígenas, como los tlaxcaltecas
7. la elección libre y voluntaria de los indios
8. el derecho a relacionarse y comerciar entre españoles e indígenas (ius communicationis et commercii) con otros derechos anexos o derivados

Alonso Veracruz pintura Alfredo Zalce  Museo Michoacán
ALONSO DE LA VERA CRUZ

Aunque las principales obras de Vera Cruz han sido filosófica y jurídicas, también dejó escrita algunas dedicadas al campo de la teología, entre ellas la más importante fue Speculum coniugiorum. Se trata de un tratado práctico que expone su ideal de pareja humana, la ética y la teología moral aplicadas al matrimonio y la unidad familiar.

En el entorno concreto en el que vivía se materializó en la defensa del matrimonio entre indios antes de ser cristianos. Destacaba aspectos como el consentimiento de los contrayentes y la separación de ambos, y analizaba las dificultades que sufrían los conyugues indígenas como la poligamia y otras situaciones problemáticas para los misioneros. Esta obra aportó descripciones al campo de la antropología sobre costumbres indígenas en lo relativo al matrimonio.

Sus otros tres manuscritos teológicos fueron: Commentaria in secundum magistri sententiarum librum; Commentaria in epistolas sancti Pauli in Universitate Mexicae e cathedra dictata; y Relectio de libris canonicis.

Alonso Vera Cruz universidad México retrato catedrático
ALONSO DE LA VERA CRUZ

Después de ocho años, en 1561, fue requerido en España para defender las funciones y privilegios de las órdenes religiosas. Otra de las causas fue la defensa de la exención fiscal de los indios, razón de otro de sus libros de filosofía jurídica De decimis (Sobre los diezmos).

En otras cuestiones académicas, Vera Cruz pretendía una reforma de la Escolástica y algunas motivaciones del Humanismo. Quería incluir la vuelta de los textos originales de Aristóteles, como hacían los renacentistas, y excluir todas aquellas especulaciones inútiles e ilógicas de la filosofía. 

Mientras estuvo en España debatiendo sus ideas, se le ofrecieron varios cargos, se convirtió en consejero de administradores, y fue nombrado prior del Monasterio de San Felipe el Real, ubicado en Madrid, y visitador de Castilla la Nueva. Tras diez años en Castilla, decidió abandonar sus cargos, pues su destino estaba en el Virreinato de la Nueva España.

En 1572, regresó a México como maestro y vicario general, trayendo con él a 17 religiosos. Fundó el colegio de San Pablo en México, formó su biblioteca personal y la de los conventos de Tiripitío y Tacámbaro en Michoacán. Además promovió expediciones religiosas con destino a las islas Filipinas para continuar llevando la Fe a los infieles. En estas expediciones destacó otro fraile agustino, Andrés de Urdaneta, que descubrió el Tornaviaje, viaje de retorno por el océano Pacífico desde Manila a Acapulco

Falleció en el Colegio de San Pablo en el año de 1584, en cuya capilla se encuentran sus restos.

Medalla Filosofía Escultura Alonso Vera Cruz Tiripetío
MEDALLA Y ESCULTURA DE ALONSO DE LA VERA CRUZ

DEBATE DE LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA


La consideración muy generalizada de la Ilustración como un movimiento cultural identificado con el Enciclopedismo francés y de carácter ateo o deísta, sustentado en un racionalismo radical y agresivo, ha llevado a muchos historiadores e investigadores a preguntarse si España participó efectivamente de aquel movimiento en el siglo XVIII. Posteriormente, el debate se abrió a la comprobación de una serie de coincidencias y divergencias con respecto a la variante francesa.

En España se desarrolló una Ilustración cristiana y nacional, dotada de una personalidad propia, pero que no es una copia servil de su mayor exponente, el Enciclopedismo francés. Los ilustrados españoles se esforzaron en adecuar las aportaciones extranjeras, no sólo francesas, armonizándolas a las características nacionales y católicas propias.

DEBATE DE LA ILUSTRACIÓN ESPAÑOLA

Según escribió Pere Molas i Ribalta en Las constantes de las reformas en la España del siglo XVIII, de su obra Historia general de España y América, editada por Rialp:
"El concepto de Ilustración cristiana adquiere un nuevo sentido cuando dejamos de reducir la Ilustración europea al grupo de filósofos franceses. Hoy conocemos la importancia que tuvieron sobre los ilustrados españoles los autores de otros países: los alemanes y, muy singularmente, los italianos. La similitud de problemas entre ambas penínsulas (reforma agraria, prepotencia eclesiástica, regalismo) era suficiente para producir entre ellas una activa corriente intelectual, aunque no hubiera existido la densa red de relaciones dinásticas."

A pesar de que la influencia francesa dominaba en la Europa del siglo XVIII, en España encontró bastante trabas para su difusión (censura, bajo nivel cultural, etc.), alcanzando a sectores muy reducidos de la sociedad. Sólo a partir del reinado de Carlos III, este movimiento adquirió una verdadera importancia.

Sin embargo, como apunta una investigación de Luis Jiménez Moreno, existen raíces ilustradas en autores españoles anteriores al siglo XVIII, como es el caso de Baltasar Gracián, "a quien podemos considerar ya un ilustrado por sus recursos novelísticos-ensayísticos al filosofar y, por referir la filosofía, ante todo, a un saber vivir y descubrir los elementos del interés que tergiversan, con las apariencias públicas, la verdad".

En el siglo XVIII, según afirma Domínguez Ortiz, se recogía la semilla sembrada "a partir de los Reyes Católicos: la igualación de todos los súbditos ante el poder real, representante de los intereses de la nación, del estado, sin perjuicio de mantener unas distinciones honoríficas, basadas en una jerarquía de valores de singular arraigo".

Aquel movimiento tuvo una doble manifestación construida una por la política y otra por la intelectualidad. Ambas vertientes vivieron en una clara simbiosis que es comúnmente conocida por Despotismo ilustrado. Según J. Regla en El siglo XVIII, en Historia de la cultura española, tomo VI:
"El despotismo ilustrado, analiza entre los teóricos del Estado liberal, es decir, de la Revolución, y los hombres representativos del despotismo, no en sentido de absolutismo monárquico del derecho divino, sino del Estado racionalista, entre abstracto y artificial formulado por Hobbes, es una de las mayores paradojas del siglo XVIII. En el fondo representa un equilibrio entre lo viejo y lo nuevo, entre tradición y revolución, entre los "déspotas" y los "ilustrados". El despotismo ilustrado buscó el equilibrio, la conveniencia, entre dos fuerzas antagónicas, permitiendo un dorado canto de cisne a la tradición antes de ser arrollada por la revolución."

Ornatos calle Mayor Carlos III pintura Lorenzo Quirós
ORNATOS EN LA CALLE MAYOR

Pero ese equilibrio se rompía con frecuencia, como ha sostenido A. Mestre en Despotismo e Ilustración en España:
"Una cosa es el despotismo ilustrado como una serie de intereses políticos y otra, muy distinta, el planteamiento reformista de los ilustrados. En determinados momentos, los puntos de vista y los criterios de acción coincidieron. El equilibrio gubernamental apoyó entonces las reformas programadas por los ilustrados. Pero cuando sus puntos de vista discrepan, lo que ocurrió con relativa frecuencia, los gobiernos españoles del XVIII rechazaron los proyectos más lúcidos. Ahora bien, ante los proyectos de reformas no se desdijo el despotismo ilustrado. Apoyó el planteamiento del intelectual cuando le interesaba y lo rechazó cuando consideraba el proyecto contrario a su propio criterio que, por supuesto, identificaba con la Ilustración. La reforma intelectual tenía que pasar por la Corte. Era la Ilustración oficial."

Es decir, que no toda la actividad gubernamental responde a criterios ilustrados y, a la inversa, que no todas las ideas y proyectos de los ilustrados españoles tuvieron reflejo en la gestión de los gobiernos de la época.

Muchas fueron las dificultades y contradicciones, externas o internas, que tuvieron que afrontar los ilustrados españoles, animosos siempre. La primera de ellas fue el estado de atraso sociocultural en que se encontraba el país. Después, fue iniciando un largo proceso de recuperación, cuyos frutos no se recogieron hasta mediados de la centuria, reinando en España Carlos III.

Los esfuerzos de la élite intelectual escasa, según Albert Dérozier, encontraron grandes dificultades y ello fue la causa de la lentitud con que fueron produciéndose las reformas y de la superioridad abrumadora de los proyectos sobre las realizaciones. Para Alfredo Floristán, si bien es cierto que los ilustrados encontraron grandes dificultades externas, "fue mayor su propia incoherencia cuando no se atrevieron a llevar hasta el final las consecuencias lógicas que se derivaban de muchos de sus postulados. Por esto, como en otros campos, durante el reinado de Carlos III, los proyectos y la legislación fueron muy por delante de la realidad y de los hechos".

jardín botánico paseo prado Luis Paret
EL JARDÍN BOTÁNICO DESDE EL PASEO DEL PRADO

El aislamiento de la élite ilustrada era grande; sus esfuerzos, siempre bienintencionados a pesar de las limitaciones referidas, se estrellaban en la indiferencia y la ignorancia en que estaba sumida la mayoría de los españoles.

Junto a las dificultades inherentes a la empresa y al carácter propio de los reformadores dieciochescos, se han de considerar las derivadas de la actuación de sectores sociales adversos:
1. la Inquisición, que si bien en decadencia continúa estando presente.
2. la recién nacida ideología reaccionaria, favorecida por la pervivencia de las estructuras tradicionales del país.
3. el tradicionalismo de amplios sectores populares, con frecuencia explotado con objeto de entorpecer o anular las reformas emprendidas.

Una tenaz labor de desgaste, de oposición sistemática a las novedades, fue ejercida de manera más o menos encubierta. Según A. Dérozier:
"Esta despiadada y militante ideología contribuye a fraccionar a España y a imposibilitar para siempre la terrible ausente revolución burguesa."
De cualquier modo, Richard Herr, en su obra España y la revolución del siglo XVIII, prefirió minimizar la importancia de la actividad reaccionaria en la época de Carlos III:
"Desde que Menéndez y Pelayo escribió su Historia de los heterodoxos españoles, los historiadores españoles se han inclinado a ver el origen de las "dos Españas" en el advenimiento de la política de Carlos III. Cierto que algunos puntos de disputa ulteriores aparecieron entonces… pero mientras Carlos III y sus ministros dirigieron el gobierno, estas tensiones no pudieron igualar las fuerzas cohesivas del prestigio real tradicional, de la fe religiosa y del bien sazonado patriotismo. Este ideal del despotismo ilustrado fue destrozado en la primera década del reinado de Carlos IV por la Revolución francesa y las guerras subsiguientes."
Al abordar el tema de las relaciones entre Ilustración y catolicismo, las tensiones aumentan. Tradicionalmente la cuestión se ha estudiado con más pasión que objetividad. Quizás ahora se esté en mejores condiciones para esbozar una síntesis del problema.

Si bien la radicalización teórica de los principios ilustrados conduce en última instancia al ateísmo, tan extremo no se da uniformemente en todos los países, ni tampoco en todos los representantes de la Ilustración. La distinción entre pre-Ilustración e Ilustración es el movimiento que arranca de los últimos decenios del siglo XVII y se extiende a los primeros años del siglo XVIII. Se caracteriza por la coexistencia de Cristianismo y cultura ilustrada; en España, sin embargo, se prolongó más allá de la mitad de la centuria, contando entre sus más ilustres representantes a Benito Jerónimo Feijoo, Gregorio Mayans, Enrique Flórez y Josep Finestres.

Durante el reinado de Carlos III, el monarca español ilustrado por excelencia, la influencia francesa se incrementó, pero no se produjeron cambios sustanciales en la orientación de las cuestiones religiosas. Entonces, los ilustrados españoles tuvieron el máximo interés en la reforma de la Iglesia, en sus diferentes aspectos: económicos (crítica de la riquezas acumuladas por las "manos muertas") relaciones con el Estado (Regalismo), sociales (moralidad y religión).

Los modernos historiadores de la Iglesia vienen considerando los movimientos reformistas surgidos en su seno como una Ilustración cristiana, que se manifiesta en la orientación antibarroca del culto y de los estudios teológicos. En España, por otra parte, no se dio como tal un movimiento ilustrado de perfiles ateos. Como explicó M. Batllori, en Notas sobre la Iglesia en el siglo de la Ilustración, perteneciente a la obra La Ilustración. Claroscuro de un siglo maldito:

paseo delicias pintura Francisco Bayeu
EL PASEO DE LAS DELICIAS

Las fundaciones de las Reales Academias fueron logros del esfuerzo cultural ilustrado, pero en sus inicios no resultan demasiado eficaces: la Real Academia Española de la Lengua, en 1713; la de Buenas Letras, en Barcelona, en 1729; la de Historia, en 1744.

De cualquier modo, la actividad precursora de los reinados de Felipe V y Fernando VI no quedó en balde. Además, el panorama cultural de la época fue en realidad mucho más complejo de lo que con frecuencia se ha considerado: estudios recientes han demostrado que los comienzos de la filosofía y de la ciencia modernas se remontan en España al final del siglo XVII. Con anterioridad se ha hablado en las páginas de esta obra del nuevo concepto que merecido a los historiadores el reinado de Carlos II.

Oponer hoy la "luces" del reinado del Carlos III al oscurantismo de la época del último Austria constituye cuando menos una simplificación excesiva. En palabras de Pierre Vilar, "el siglo XVIII, en todo lo que tiene de creador y de dinámico para la economía de la Europa occidental, se anuncia a partir de 1680-1690".

Por tanto, en el siglo XVIII no se produce la ruptura con la tradición española. El proceso es más rico y complejo: hay españoles que se inspiran en el extranjero pero también los hay que vuelven sus ojos hacia la tradición nacional, especialmente a los autores del siglo XVI, cuyas obras conocen y difunden ante la incomprensión general. El espíritu humanista tiene su continuación en el ilustrado. Gregorio Mayans i Siscar es quizás el representante más característico de esta tendencia.

Ascensión globo Montgolfier Aranjuez pintura Antonio Carnicero
ASCENSIÓN DE UN GLOBO MONTGOLFIER EN ARANJUÉZ

Según la visión de A. Dérozier, en el apartado Visión cultural e ideológica, del tomo VII de la Historia de España, obra dirigida por M. Tuñón de Lara:
"La Ilustración no se inicia en España a mediados del siglo XVIII, sino unos cincuenta años antes, cuando se comienza a contradecir a los escolásticos en nombre de la filosofía moderna."
En este sentido, quizá valga la pena recordar la existencia de un movimiento conocido como Criticismo tardío del barroco, que tuvo su proyección en los círculos intelectuales españoles y cuya personalidad más relevante fue el andaluz Nicolás Antonio.

La dificultad del avance de la Ilustración se debe también al carácter propio de la Monarquía que la sume y dirige. Como señala Rafael Altamira y Crevea en su Historia de España y de la civilización española, los Borbones mezclaban "el sentido tutelar y filantrópico del pueblo" con el hecho de que "eran francamente absolutistas".

El carácter centralista y autoritario del gobierno, aunque éste fuera progresista, dificultaba el desarrollo de las iniciativas ilustradas; por otro lado, el personal encargado de las realizaciones tenía sus limitaciones: constituía una élite cortesana que no cuestionaba la estructura clasista vigente en su sociedad.

Aunque algunos autores han visto en la Ilustración una ofensiva contra los valores aristocráticos por parte de una burguesía anhelante de poder, parece más ajustada a la realidad la tesis que cree en la lucha, en el seno de la nobleza, entre los funcionarios ennoblecidos, apoyados por los nobles que trabajan, y la nobleza áulica. Así, según explica Laura Rodríguez en su Reforma e Ilustración en el siglo XVIII español. P. R. Campomanes, los funcionarios eran "burócratas que luchaban por el poder del Estado y no combatientes en una lucha de clases".

En esta línea, A. Dérozier opina con cierto pesimismo "que las categorías sociales que no forman parte de la nobleza ni de la incipiente burguesía no pueden en absoluto promover reformas, mientras que aquéllas no son partidarias de confundirse con la plebe".

La cultura y la enseñanza iban dirigidos a cierto nivel social, esto sin la menor ambigüedad. Sólo las élites cortesanas se beneficiaron de las reformas culturales. Las clases populares "nada tienen que hacer en el Estado, sino obedecer y trabajar pasivamente"En la obra citada de J. Regla:
"La orientación pedagógica, el ideal de educar al pueblo por parte de los hombres del siglo XVIII, hizo que éstos descubrieran al pueblo como político de la vida intelectual y política. Lo descubrieron, sin embargo, con un sentimiento extraño de atención afectuosa y, a la vez, de desprecio… Junto a lo que se publica, esto es, lo que se da al público ignorante, está lo que sólo se confía en la correspondencia particular, al cambio de ideas entre iniciados, que saben lo que todos pueden saber."
Y tal y como comenta L. Sánchez Agesta en El pensamiento político del despotismo ilustrado:
"Si el autor de las famosas Cartas al conde de Lerena se decide a hablar de la libertad civil y del Contrato social es sólo en correspondencia particular, porque no es lo mismo escribir para el pueblo ignorante que para un ministro prudente… Ello explica que en las figuras más representativas de la minoría ilustrada se encuentren dos capas diversas de pensamiento: la que representa el saber esotérico de esa minoría, sólo para iniciados, y las manifestaciones del mismo que se consideran aptas para el público…"
"Frente a los casos de ateísmo extremoso de una barón de Holbach en Francia o un Radicati di Primeglio en Italia, España apenas puede presentar el pálido reflejo de un Olavide, que además luego vuelva a entrar en la Iglesia. Las impiedades e irreverencias sólo epistolares de un Roda y de un Azara no pueden comparase ni de lejos con las radicales actitudes de Voltaire y sus seguidores."
Sobre este tema, J. Sarrailh afirmó en La España ilustrada de la segunda mitad del siglo XVIII:
"En la misma medida que el mal régimen social y el defectuoso sistema económico, (la religión y la Iglesia) reciben dardos acerados, emponzoñados a veces. Pero estos dardos no viene más que de una minoría de españoles de espíritu libre, libertinos unos, creyentes otros, que demuestran, con sus ataques, un afán de reforma, pero que no son ateos… distinguen entre la fe y la Iglesia, entre la religión y sus ministros. El derecho de pensar libremente y de no sacar las opiniones sino de la razón se detiene, para casi todos, en el reino de la fe."
Siguiendo a M. Batllori, los españoles se encontraban entre aquellos pensadores católicos que se esforzaron por asimilar los postulados de la Ilustración que el Cristianismo podía y debía absorber.

pradera Isidro pintura Francisco Goya
LA PRADERA DE SAN ISIDRO

Los ilustrados españoles representaron lo que Julián Marías definió como la España posible, de la cual con orgullo se sintieron iniciadores y tutores. Muchas fueron sus realizaciones culturales: creación de academias, museos y sociedades; proliferación de las tertulias de intelectuales; aparición de los periódicos; auge de la impresión de obras literarias; alto nivel de la crítica (no así otros géneros literarios); promoción de los estudios económicos y jurídicos; renovación de la enseñanza. Pero el balance de toda esa actividad quizás resultó un poco escasa.

La ausencia casi total de un público y la oposición sistemática de los sectores conservadores dificultaron extraordinariamente cualquier progreso. Pero la semilla de una España ilustrada y liberal estaba sembrada para germinar en el siglo XIX, según explica Sarrailh:
"Gracias a la virtud de la ciencia y a la reforma de los espíritus y de los corazones, esta España del siglo XVIII creyó asegurar la vuelta a la edad de oro. Si no lo consiguió, ¿quién será capaz de echáselo en cara? Los excesos de la Revolución francesa alarmaron en tal medida a su gobierno y a los propios reformadores, que éstos parecen haber suspendido todo progreso. Sin embargo, la simiente estaba echada y prosperará, prueba de ello son las Cortes de Cádiz. Así, el siglo XVIII tiene derecho a un sitio de honor en la historia de la España liberal."
Es muy aventurado opinar sobre lo que hubiera acontecido al movimiento ilustrado español de no mediar la Revolución francesa. Según la visión de Pere Molas:
"Las valoraciones de la Ilustración española han variado a tenor de la circunstancia política; ha sido exaltada como precursora del liberalismo; denostada por los mismos motivos e incluso criticada por conservadora."
Frente a la visión clásica de la Ilustración como un movimiento "europeizador, reformista, poseído de un claro afán pedagógico", la historiografía actual plantea numerosas reservas a una concepción tan idílica del fenómeno.

Merienda campo pintura Francisco Bayeu
MERIENDA EN EL CAMPO

Marcelino Menéndez y Pelayo negó la existencia de Ilustración alguna, en su opinión España había seguido fiel a la ortodoxia tradicional católica y los escasos ilustrados no eran sino afrancesados con nula influencia. Jean Sarrailh y Richard Herr entendieron la Ilustración española como una élite fomentada por Carlos III, amiga de lo nuevo y obsesionada por la "instrucción y la mejora de la agricultura", que se oponía a una masa rutinaria e inerte aferrada a la tradición. Antonio Elorza explicó la Ilustración como la ideología de una nueva clase en ascenso que aspiraba al poder: la burguesía.

Tanto en el tradicionalismo de Menéndez Pidal como en el marxismo de Elorza existió la misma falta metodológica en el análisis de la historia de las ideas. No prestaron atención a las polémicas concretas que suscitaron estos movimientos, no entendieron el contexto histórico de los debates que surgieron, no estudiaron las fuentes originarias. Sus interpretaciones rebelan hasta qué punto el estudio histórico está contaminado por la aplicación inconsciente de mitologías particulares.

A finales del siglo XX, el profesor Francisco Sánchez Blanco recuperó las fuentes que demuestran la fuerza y la originalidad de un movimiento intelectual que inició el camino de la emancipación de la autoridad doctrinal, religiosa y política, un movimiento que comenzó con un cambio de dinastía y que culminó con la proclamación de una Constitución en 1812. Sus obras Europa y el pensamiento español del siglo XVIII (1991), La prosa del siglo XVIII (1992), La Ilustración Española (1997), y La mentalidad ilustrada (1999), devolvieron la dimensión real histórica, no mitológica de la Ilustración española.

En este sentido, la Ilustración española, aunque fue moderada con respecto a la Ilustración histórica, si tuvo como valor la toma de conciencia de que la España de finales del siglo XVI y del siglo XVII, tras el esplendor del Imperio, fue perdiendo progresivamente todo contacto con la modernidad, y era necesario iniciar un proceso de adecuado reciclaje.

Como conclusión final, en palabras del profesor José Luis Aranguren:
"La Ilustración significó para la tibetanizada España su tardía incorporación a la marcha de la cultura europea y la relativa generalización de esfuerzos hasta entonces tan eminentes como aislados, tales los de un Cervantes, un Baltasar Gracián. Sí, España se abre a Europa en el siglo XVIII. Se abre a aquella cosmovisión europea, en la cual la ciencia, todavía lejos del ciencismo, ocupa el lugar sumamente importante que le asigna Feijoo, quien, al carácter enciclopedista de su obra, agrega, formalmente, el hecho de ser nuestro primer cultivador de la información, del ensayismo y del periodismo intelectual."