MERCANTILISMO MODERNO ESPAÑOL


El Mercantilismo fue el movimiento político y económico desarrollado en la Europa de la Edad Moderna por el cual defendía la protección de la economía nacional con el objetivo del mantenimiento financiero del Estado absoluto, materializado en el monopolio de estratégicas compañías privilegiadas.

En la España de los Habsburgo, destacaron economistas como Sancho de Moncada, Luis de Ortiz, Pedro Fernández de Navarrete o Luis Valle de la Cerda, y se privilegió a la Casa de Contratación, encargada del monopolio comercial con las provincias ultramarinas del Imperio.

En la España de los Borbones, el Mercantilismo clásico se nutrió del movimiento de la Ilustración, desarrollando el Proyectismo ilustrado, con aportaciones de economistas como Jerónimo de Uztariz, Bernardo de Ulloa, Gaspar Melchor de Jovellanos o Pedro Rodríguez de Campomanes.

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MERCANTILISMO MODERNO ESPAÑOL

El Mercantilismo es la doctrina política y económica desarrollada durante los siglos XVI, XVII, y la primera mitad del siglo XVIII en Europa y que defendía la fuerte intervención del Estado en la economía nacional, coincidente con el desarrollo del Absolutismo monárquico. No consistía en un sistema de organización económico estructurado, sino en un conjunto de medidas para el sostenimiento del Estado absoluto que necesitaba grandes cantidades de dinero para su política de engrandecimiento de la nación.

Estas decisiones giraban en torno a tres ejes fundamentales
1. las relaciones entre el poder político y la actividad económica
2. la intervención del Estado en la economía
3. el control monetario

Las principales medidas tomadas fueron: la fuerte imposición tributaria, la prohibición o la imposición de aranceles a las importaciones, el subsidio a las exportaciones, la unificación del mercado interno, el crecimiento de población, el aumento de la producción interna, el subsidio de empresas privadas, la concesión de monopolios privilegiados, y el incremento de la oferta monetaria.

Sus objetivos últimos eran la regulación estatal de la economía y la mayor recaudación de ingresos fiscales, para conseguir el desarrollo de Estados-nación lo más fuertes posible. La concesión de privilegios económicos por parte de la Corona a ciertas empresas privadas generó la aparición de monopolios por merced o venta a producir y comercializar determinados productos y a operar en exclusivos mercados. Por eso, el Mercantilismo fue una especie de Capitalismo monopolístico de estado, que estuvo basado en la doctrina teológica del Nominalismo voluntarista.

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CASA DE CONTRATACIÓN DE SEVILLA

El Mercantilismo tuvo su origen en la figura del "burgués" de finales de la Edad Media, que no pertenecía ni al estamento aristocrático ni al eclesiástico, pero tampoco era campesino. La principal actividad de la burguesía era el comercio, proporcionándole altos beneficios y con ello la búsqueda de un ascenso estamental. Durante la Modernidad, el Estado absoluto fue acaparando las atribuciones que los estamentos nobiliarios poseían en el Medievo, paulatinamente tuvieron mayores necesidades de financiación. De este modo, al convertirse los burgueses mercaderes en agentes económicos del estado, mediante un pacto entre ambos, fue surgiendo el Mercantilismo: el dinero del burgués y sus negocios, a cambio de reconocimiento social y político.

Estas patentes se concedían a los aliados de la Corona o a aquellos grupos de mercaderes dispuestos a ayudar al rey en la recaudación de impuestos. El resultado de estas prácticas, además de la privación de las libertades políticas y económicas de los súbditos, no podía ser otro que el déficit fiscal, la quiebra del crédito público, la inflación y, con ella, la pobreza de los pueblos. Desde el siglo XVI, fue dañando cada vez más el libre mercado entre agentes, para ir imponiendo un sistema político-económico al servicio del Estado absoluto.

El Mercantilismo entró en crisis a finales del siglo XVIII y prácticamente desapareció para mediados del XIX, ante la aparición de las nuevas teorías fisiócratas y liberales, las cuales ayudaron a Europa a recuperarse de la profunda crisis del siglo XVII y las catastróficas Guerras Revolucionarias francesas.

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LONJA MARÍTIMA DE BARCELONA

El descubrimiento de América y el establecimiento de las primeras rutas comerciales a través del Atlántico supusieron los primeros pasos del Mercantilismo español. Su primera medida a adoptar por los Reyes Católicos fue la organización del monopolio del comercio americano a través de la Casa de Contratación de Sevilla. Esta a su vez se financiaba con créditos concedidos por banqueros genoveses y alemanes, como la familia Fugger.

La llegada a España de las remesas anuales de metales preciosos que traía la flota de la Carrera de Indias generó una revolución de los precios que afectó a toda Europa desde el siglo XVI. El consecuente análisis de sus causas y posibles soluciones produjo la primera corriente de pensamiento económico moderno por parte de la Escuela económica de Salamanca. Pero el pensamiento escolástico español era de raíz iusnaturalista, defensor de la libertad personal y de emprendimiento económico sin restricciones o intervenciones del Estado o la Iglesia.

Dentro de este marco de referencia, se estaba construyendo el Estado autoritario de la Monarquía hispánica de los Habsburgo: un complejo aparato militar, burocrático y hacendístico. Para su mantenimiento era de vital importancia el más eficiente funcionamiento de los mecanismos de la deuda pública, los variados sistemas impuestos territoriales y estamentales, las múltiples exenciones, y los derechos y regalías del monarca, que formaban un entramado caótico. Por eso, fue muy necesario y a la vez complicado entender los fenómenos económicos y actuar políticamente sobre ellos.

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EL ARENAL DE SEVILLA

En España, el Mercantilismo se inauguró durante el reinado de Felipe II (1556-1598), dos años después de su llegada al trono. Cuando se hizo frente a la primera bancarrota, el consejero real de Hacienda, Luis Ortiz, dirigió al rey un Memorial en el que se hacía un balance muy negativo de la economía española y se proponían remedios para mejorarla. Estas soluciones consistían, en síntesis, en la protección de las manufacturas españolas, mediante dos clases de prohibiciones: evitar que las materias primas salieran del país e impedir que las mercancías extranjeras entraran en el nuestro.

Estas medidas han conseguido que Luis Ortiz sea comúnmente considerado como el primer mercantilista español, abriendo un período que se extendería prácticamente hasta las Cortes de Cádiz de 1812, sustituida por el Liberalismo económico.

Desde inicios del siglo XVI hasta mediados del XVII, el Mercantilismo español convivió con la Doctrina escolástica que lideraban los teólogos y juristas de la Escuela de Salamanca. A partir de mediados del siglo XVIII, el Mercantilismo español convivió con la Ilustración.

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MEMORIALES POR MERCANTILISTAS ESPAÑOLES

Entre los mercantilistas de la primera época, que coincide con la decadencia económica, destacaron:

Luis Valle de la Cerda propuso la creación de los Montes de Piedad con el apoyo de las Cortes en 1600.

Martín González de Cellorigo abogado en la Chancillería de Valladolid en 1600.

Sancho Moncada proponía un severo Proteccionismo mercantilista sus Discursos de 1619. 

Pedro Fernández de Navarrete publicó Conservación de monarquías y discursos políticos, en 1626.

Francisco Martínez de Mata

Todos ellos se dedicaron a hacer recomendaciones o arbitrios a la Corte en beneficio del reino, por lo que recibieron el nombre de "arbitristas". Están englobados en el movimiento denominado Arbitrismo político-económico español

Durante este siglo XVII, la crisis económica que sufría España hizo que se aprobaran muchas políticas económicas sin demasiada coherencia, incluyendo alteraciones monetarias y fiscales que más que remediar, contribuyeron a su profundización.

El agotamiento económico de España se puso especialmente de manifiesto a lo largo del reinado de Carlos II, último monarca de la Casa de Austria. No obstante presenció una reactivación de la economía en las zonas periféricas (a excepción de Andalucía). Durante los 35 años en los que permaneció en el trono, el pensamiento económico, de clara inspiración colbertista, se manifestó en la producción literaria de algunos economistas en línea mercantilista con influencias del Colectivismo, como se comprueba en los Memoriales a Carlos II que Miguel Álvarez Osorio y Redín dirigió al rey entre 1686 y 1691.

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JERÓNIMO DE UZTÁRIZ

A comienzos del siglo XVIII, llegaba al trono español Felipe V de Anjou, de la Casa de los Borbones y de origen francés. Su reinado supuso la adopción de una serie de medidas mercantilistas de inspiración colbertista, importadas de Francia, donde las habían puesto en práctica los ministros Jean Orry y Michael-Jean Amelot. Estas medidas de corte mercantilista supusieron un indudable éxito y sentado las condiciones más adecuadas para la recuperación económica, financiera y militar del Imperio español. Por la conjunción de ideas entre el Mercantilismo clásico y la Ilustración dieciochesca, a este periodo se le llamó Proyectismo ilustrado, que contó con mayor nivel intelectual.

Sus principales promotores fueron Jerónimo Uztáriz y Hermiaga y Bernardo de Ulloa y Sousa, quien en 1740 publicó el Restablecimiento de las fábricas y comercio español, considerado como el último gran texto del Mercantilismo español.

La aparición del economista irlandés afincado en España, Bernardo Ward, podría significar la transición del Mercantilismo clásico hacia un Mercantilismo ilustrado. A mediados de este siglo, desempeñó cargos públicos relevantes al servicio de Fernando VI mientras elaboraba su Proyecto económico, concluido en 1762 y publicado en 1779.

En el reinado de Fernando VI, las medidas asociadas al catastro del marqués de la Ensenada, muy ambiciosas, no fueron aplicadas con decisión. Lo mismo ocurrió durante el reinado de Carlos III con las medidas del marqués de Esquilache y su decreto de abolición de la tasa del trigo y libre comercio de granos, de 1765, que fue apartado tras el motín que lleva su nombre un año después.

El final del siglo XVIII es el del ascenso de políticos con ideas económicas más cercanas a la fisiocracia y el Liberalismo económico como por ejemplo Jovellanos o Campomanes; que tampoco consiguieron un desarrollo eficaz, ya en la crisis del Antiguo Régimen.

Un discípulo del mercantilista Uztariz, fue Pedro Rodríguez de Campomanes, el economista de Carlos III, en cuyo reinado entre los años 1759-1788, España alcanzó su máximo desarrollo ilustrado. Destaca su proyecto de ley agraria y la liberalización del comercio americano. Sin embargo, Campomanes propuso regresar a la libertad de comercio que existía antes de 1543 y que tan favorables resultados produjo. Campomanes publicó anónimamente y a través de cauces oficiales sus más divulgadas obras económicas en las que su Mercantilismo le condujo al planteamiento absolutista y regalista que, pasado el tiempo, se ha calificado con la expresión "Despotismo ilustrado", característica del reinado del tercer monarca Borbón.

En la línea abierta por Campomanes se sitúa el cultivador de la nueva agronomía, aunque no fisiócrata, Pablo de Olavide, el intendente de Sevilla. A su tertulia y biblioteca, asistió Melchor Gaspar de Jovellanos, durante su estancia en la capital andaluza, por la cual comenzó despertar su interés por la economía.

Jovellanos, arquetipo del ilustrado español, fue como el mejor economista de su tiempo. Su extensa obra escrita y en especial el Informe de la Sociedad Económica de esta Corte Real y Supremo Consejo de Castilla en el expediente de Ley Agraria, así lo demuestra. El núcleo de los conocimientos de economía en los escritos de Jovellanos está integrado por tres principios básicos e interrelacionados:
a. principio del propio interés
b. reconocimiento de los derechos de propiedad privada
c. afirmación de las libertades económicas

Esta coincidencia con las ideas del sistema de Adam Smith hizo que Jovellanos avanzase más allá del Liberalismo mercantilista de Campomanes. Incluso, después de analizar La riqueza de las naciones, prefirió moverse en la dirección del Liberalismo clásico.

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BANCO DE ESPAÑA

Con la muerte de Carlos III en 1788, acabó la época que pretendía combinar el Despotismo con la Ilustración y la vía abierta por Jovellanos dio paso a la última generación de los economistas ilustrados, más proclives al Constitucionalismo, tales como Valentín de ForondaFrancisco de CabarrúsVicente Alcalá Galiano y José Alonso Ortiz. Ninguno de estos autores, salvo el último, a pesar de conocer las nuevas corrientes del pensamiento económico europeo, se esforzó, como había hecho Jovellanos, en recomendar las reformas que, de acuerdo con el pensamiento de Adam Smith, padre de lo que llamamos economía clásica, convenían a España.

La difusión depensamiento smithiano en España se enfrentó con numerosos obstáculos ya que las autoridades de la Inquisición no fueron capaces de entender el interés propio racional en que el profesor de filosofía moral de Glasgow basa, esencialmente, la riqueza de las naciones y el bienestar de los ciudadanos. Prueba de ello es que José Alonso Ortiz que, en su afán de impulsar la libertad económica tradujo al castellano La riqueza de las naciones, vio esta traducción censurada por el Santo Oficio y la Real Academia de la Historia.

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