Objeto de deseo de las grandes potencias mediterráneas, la tierra ibérica recoge la sangre de las milicias de Cartago y Roma en su batalla por la supremacía del mundo conocido. Tras el triunfo de Escipión sobre el rival más poderoso de su tiempo, la lengua latina, el saber clásico, el derecho, los dioses del Olimpo, el Cristianismo y los estandartes de los ejércitos unieron las regiones peninsulares en su destino común: la provincia romana de Hispania.
De la mano del Imperio romano, la península Ibérica conocería la paz y el despertar de las ciudades con su red de alcantarillado y su estampa de anfiteatros, foros, termas, acueductos y monumentos. Como en el resto del universo romano, la urbe pasó a ser protagonista de la vida económica y política de Hispania. Y allí donde no llegaba la villa romana, ocuparían su lugar las minas y los latifundios, las guarniciones militares y los viejos poblados indígenas. Estas son algunas de las piezas literarias dedicadas a la Hispania romana.