Escritora
y humanista salmantina, apasionada por el estudio de la cultura
clásica, Beatriz Galindo desarrolló una meritoria labor docente como profesora de
Letras latinas en la Corte de los Reyes Católicos, impartiendo
clases a las jóvenes damas cortesanas, a las infantas y a la reina
Isabel I.
Apodada la
Latina, por su profundo conocimiento del latín que había cultivado
desde muy joven, fue una de las más destacadas humanista españolas y europeas del Renacimiento. Además, emprendió una importante labor de beneficencia y humanitarismo, fundando hospitales y conventos en la villa de Madrid, a comienzos del siglo XVI.
Beatriz
Galindo nació en Salamanca en 1465. Pertenecía a una familia de la
baja nobleza zamorana algo
mermada en rentas,
que la orientó desde joven a la vida religiosa. Por eso, siendo una
niña se instruyó con esfuerzo
en
las disciplinas gramaticales y latinas, para entender mejor las
Santas Escrituras, la liturgia y los rezos, en
alguna academia dependiente de la Universidad de Salamanca.
Debido
a su gran inteligencia y a su especial aptitud innata para el
aprendiza del latín, consiguió
a la edad de 16 años ya tuviera fama de leer, traducir y hablar con
fluidez. Por
eso recibió el pseudónimo de la Latina.
El
latín era considerado un lenguaje culto, muy utilizado en las
ciencias y las humanidades, así como para actos religiosos y para la
diplomacia política, por tanto era una materia educativa muy
importante para entender muchos de los documentos que se escribían.
Probablemente, fue la primera mujer en acceder como alumna a los Estudios Generales de la Universidad de Salamanca,
donde tuviera como maestro al insigne latinista
Antonio de Nebrija, autor de la primera Gramática de la Lengua Española en 1492. Pronto fue reconocida como experta en textos
clásicos, siendo Aristóteles su autor predilecto del cual realizó
varios comentarios a sus obras. Pudo impartir clases en la Universidad. Y no solo dominaba las lenguas clásicas, sino que conocía casi
todo el saber humanista de la época, incluyendo la filosofía, la
teología y la medicina.
El
año de 1486 fue decisivo en la vida de Galindo, giró de la vida
monacal a la cortesana. La
reina Isabel buscaba preceptores para la
educación
de sus hijos, además
sabía que su educación en latín no era suficiente. Cuando
tenía tan solo 21 años, Galindo
fue requerida para
dedicarse a diversas actividades docentes y culturales en
la Corte de Castilla.
Se convirtió en la primera mujer dedicada a la docencia de manera
profesional en España, siendo maestra tanto de la reina Isabel como
de sus hijas, que serían más tarde monarcas en otros reinos de
Europa.
El
cronista real Fernández de Oviedo relató este hecho en su obra Batallas y quincuagenas:
"Muy grande gramática y honesta y virtuosa doncella hijadalgo; y la Reina Católica, informada de esto y desenado aprender la lengua latina, envió por ella, y enseñó a la Reina latín, y fue ella tal persona que ninguna mujer le fue tan aceptada de cuantas Su Alteza tuvo para sí."
Es
improbable que durante su estancia fuese nombrada camarera real,
puesto reservado para personajes de la alta nobleza. Pero si que
fue preceptora o institutriz de las infantas y futuras reinas Juana de Castilla, Catalina de Inglaterra, María de Portugal e Isabel
de Portugal, a la cuales impartió clases de latín y textos clásicos.
El
humanista Juan Luis Vives escribió en su obra De Institutione
Feminae Christianae sobre el buen conocimiento del latín que
alcanzaron las infantas durante su actividad en Brujas:
"La edad nuestra vio aquellas cuatro hijas de la Reina doña Isabel que arriba nombré tener muy buenas letras. De todas partes me cuentan en esta tierra (Flandes), y estos con grandes loores y admiración, la reina doña Juana haber respondido de presto en latín. Lo mismo dicen los ingleses de su Reina doña Catalina de España… y también de las otras dos que murieron Reinas de Portugal."
Lo
que si es seguro que impartió clases de latín a un grupo selecto de
damas de la Corte. En 1493, la propia reina Isabel asistió a las
clases particulares de Galindo con perseverancia, hasta que aprendió
la lengua romana con fluidez, consciente de que el dominio del latín
era necesario para las actividades diplomáticas. Su marido,
Fernando, lo había aprendido desde niño, una
muestra más del nivel de preparación política de los Reyes
Católicos.
Fue
tan importante la labor docente desempeñada por Galindo y la
confianza ganada por la reina que fue aceptada en la Corte de forma
permanente. De hecho, llegó a ser una de las consejeras más cercana
a Isabel, asesorándola siempre que era requerida. Compartieron
preocupaciones del momento y una profunda religiosidad que las unía
en momentos difíciles.
El
humanista italiano Lucio Marineo Sículo, que estuvo también en la
Corte y conoció directamente a
Galindo,
dejó escrito este testimonio sobre ella:
"Camarera y consejera de la misma Reina, mujer muy adornada de letras y santas virtudes, la cual, así por estas como por la doctrina singular, fue muy probada y bienquista en la casa real; y, por la lengua latina que hablaba sueltamente, fue dicha por sobrenombre la Latina."
Para la mentalidad del siglo XV era impensable que una mujer tuviera un mínimo acceso a la formación. Y en este contexto, hubo mujer pioneras en la incorporación de la mujer al mundo universitario, como Beatriz Galindo o Luisa de Medrano, puesto que hasta el siglo XIX las españolas no pudieron ingresar en la universidades por cauces oficiales.
Beatriz
Galindo
formaba
parte de un
grupo de mujeres educadas desde su infancia en las lenguas clásicas,
latín y griego, y a las que se instruyó con todo el saber del
Humanismo,
exceptuando la retórica,
que
se suponía propio de los varones ya que preparaba para la política
y la guerra. Formaron parte
de las cortes renacentistas peninsulares
durante
los siglos XV y primera mitad del siglo XVI y tuvieron como
impulsoras principalmente a la reina
Isabel de Castilla y a María de Portugal.
Isabel
promovió la llamada Casa de la Reina, como un espacio de lecturas y
tertulias para mujeres eruditas. Uno
de los libros de aquella biblioteca fue La ciudad de las damas,
escrito en francés por Christine de Pisan. Otras promotoras de
iniciativas femeninas culturales como esta fueron Isabel de Villena o Teresa de Cartagena, que intentaron dar respuesta a la denominada Querella de las mujeres.
Entre aquel grupo de mujeres renacentistas también destacaron:
Luisa
de Medrano fue la primera profesora de una universidad hispánica.
Francisca
de Nebrija colaboró junto a su padre en la elaboración de la
Gramática y le sucedió en la cátedra de retórica.
María
Pacheco, mujer de Padilla e hija del conde de Tendilla, fue apodada
la Comunera de Castilla por ser vanguardia en la rebelión de las
comunidades contra Carlos V.
Anada
de Cervatón, señora de Chucena, fue dama de honor de la reina navarra
Germana de Foix.
Juana
de Contreras fue, como la anterior, discípula y corresponsal de Lucio
Marineo Sículo.
Y otras como Ángela
de Carler, Isabel de Vergara, Luisa Sigea, Beatriz de Bobadilla, etc.
Otras ilustres humanistas de Salamanca contemporáneas de Beatriz Galindo fueron:
Matilde
Chenier fue escritora de cuentos, de asuntos locales y sobre Santa
Teresa de Jesús y La Celestina.
Clara
Clistera se dedicó a la ciencia médica y fue reconocida hasta por el
doctor Laguna.
En
cuanto a su producción literaria fue más bien escasa, por dedicarse
al estudio y la docencia, más que a escribir, procurando difundir la
cultura del Renacimiento en el ámbito femenino, en especial la
lengua latina clásica. Se conservan
unos Comentarios a Aristóteles dedicados a la reina, también una
serie de cartas y poesías latinas. Su Testamento, escrito por ella
misma, está considerado como una obra literaria maestra.
Galindo
llegó a reunir una magnífica biblioteca personal, muy utilizada
para su aprendizaje. Una de las pocas mujeres de la época que
consiguió tal privilegio, debido a su dedicación a las letras. Tras
su muerte, todos aquellos libros fueron donados a su convento de la
Concepción Jerónima.
Su
popularidad de mujer culta y renacentista perduró en le tiempo y, un
siglo después, el dramaturgo Félix Lope de Vega le realizó
su personal homenaje
en Laurel de Apolo, Silva V:
"Como
aquella Latina
que
apenas
nuestra vista determina
si
fue mujer o inteligencia pura,
docta
con hermosura
y
santa en los difícil de la corte;
mas,
¿qué no hará quien tiene a Dios por norte?"
En
1491,
contrajo matrimonio con Francisco Ramírez de Madrid, a la edad de 25
años, tal
vez por recomendación de su reina amiga. Él
era de edad madura, tenía 45 años, viudo de
Isabel de Oviedo desde 1484, y
con cinco
hijos de aquel
matrimonio. Era un prestigioso militar con
el grado de capitán real de Artillería,
conocido como el Artillero. Había
sido criado de Enrique IV, rey anterior y hermano de Isabel,
escribano de la fábrica de moneda de Segovia y alcaide de Toledo.
Tras morir Enrique IV, Ramírez de Madrid se puso a disposición del
ejército de Isabel durante la Guerra entre los partidarios de la
Católica y los de la Beltraneja. Destacó en la batalla de Toro, en
1476, lo que le hizo ascender a secretario real. Además,
tomó parte en la Guerra de Granada de
1482-1492 contra
los islámicos nazaríes. En aquel momento era secretario del Consejo
Real y hombre de confianza del rey Fernando.
El
matrimonio duró casi diez años, del cual nacieron dos hijos
varones: Fernán y Nuflo. En 1501, Ramírez de Madrid murió
combatiendo contra los mudéjares
que vivían en la sierra de Ronda durante
la rebelión de las Alpujarras de Granada.
Aunque
enviudó a los 36 años, la reina quiso que se mantuviera
en la Corte, dedicándose a la docencia y el estudio, incluso a la de
sus hijos. Pocos años después, en 1504, fallecía Isabel la
Católica en
Medina del Campo,
su gran amiga y protectora. Acompañó al cortejo fúnebre en su
viaje y enterramiento en la catedral de Granada y, posteriormente,
renunció a permanecer en la Corte.
Se
instaló en la villa de Madrid, concretamente
en el
palacio de Viana que era propiedad de su exmarido. Este edificio
estaba ubicado en la calle Duque de Rivas nº1 esquina con Concepción
Jerónima, y con el paso del tiempo ha cambiado de estilo y
propietario, permaneciendo su nombre original. En la actualidad es
parte del Ministerio de Asuntos Exteriores.
Fue
su nuevo hogar donde
vivió y realizó una inmensa labor caritativa, intelectual
y religiosa durante
30 años hasta
su muerte. Aprovechando
las tierra que había recibido de Francisco
Ramírez, hizo
construir edificios para la beneficencia y religiosidad. Pero
durante aquellos años vio frenada su vida docente debido a los
cambio políticos que se estaban acometiendo en España.
En
1499,
Galindo fundó el primer hospital
para pobres de Madrid, situado en la actual calle de Toledo, cerca
de la plaza de la Cebada.
Fue el conocido Hospital de la Concepción de Nuestra
Señora que después fue llamado popurlarmente Hospital de la Latina, que
financiaba con su patrimonio y gestionaba de forma personal para el
cuidado de los enfermos y necesitados. Un
año después, la bula del papa Alejando VI confirmaba que se
denominaba popularmente como el de la Latina.
Entre
1502 y 1512, fundó el primer convento bajo la advocación
de la Inmaculada Concepción. Por
eso, tuvo
un pleito con la ermita y convento de San Francisco de Asís, pues
aseguraba que Francisco Ramírez le prometió la propiedad del mismo.
En el tribunal de La Rota, los franciscanos ganaron el juicio, y
aunque la propiedad fue de ellos, la benefactora fue Galindo. El
nuevo Convento de la Concepción
Franciscana estaba
contiguo al Hospital de la Latina.
En
aquella ermita y convento de San Francisco de Asís del siglo XVI, se
emplazó la actual basílica de San Francisco el Grande del siglo
XVIII.
En
1509, fundó el Convento de la Concepción Jerónima, con
la finalidad de solucionar el ligio con los franciscanos del Convento
de la Concepción Franciscana. A este se trasladaron las monjas
jerónimas que ocupaban el primero.
Ambos
conventos estaban destinados a hijas de nobles o hidalgos, en las que
Galindo impartía clases de latín y gramática española a mujeres sin recursos.
En
su construcción previa, la reina Isabel ya había participado
en la financiación con cuantiosas donaciones. Tras su muerte,
Galindo
continuó con las obras aportando los subsidios necesarios. Así lo
dejó escrito en su Testamento:
"Todo lo que he gastado en los edificios y dotaciones de los dichos monasterios y hospital ha sido de algunas mercedes que la Reyna doña Isabel, nuestra señora que haya santa gloria, me hizo, así para los dichosos edificios y dotaciones como para el gasto de mi persona y casa, del cual gasto y me retraxe todo lo que pude, viviendo pobre y estrechamente, después que el secretario, mi señor, murió."
En 1524, fue visitada por Carlos V, el monarca más importante de la Europa de su tiempo. El emperador quiso saber por su propia experiencia cómo eran sus abuelos maternos, los Reyes Católicos.
En el Convento de la Concepción Jerónima permaneció como su residencia habitual durante su retiro los último 10 años de su vida, hasta que murió en 1535, siendo enterrada allí. Su familiar más directo vivo por aquel año era un nieta Beatriz, ya que sus dos hijos habían muerto anteriormente.
En el Convento de la Concepción Jerónima permaneció como su residencia habitual durante su retiro los último 10 años de su vida, hasta que murió en 1535, siendo enterrada allí. Su familiar más directo vivo por aquel año era un nieta Beatriz, ya que sus dos hijos habían muerto anteriormente.
Unos
años antes de su muerte, Galindo encargó realizar dos bellos
sepulcros ornamentados con una figura yacente, labrados en alabastro,
de gran valor artístico en estilo renacentista plateresco, que se colocaron en la iglesia del
Monasterio de la Concepción Jerónima con objeto de que sirviera
para su futura sepultura. Eran dos grupos escultóricos enfrentados cuyas figuras
yacentes representaban a su esposo Francisco Ramírez de Madrid y a
ella misma en actitud de rezo.
Galindo
tenía la intención de ser enterrada en este sepulcro, quedando el
de su marido vacío, porque no se pudo recuperar su cuerpo tras caer
en la Guerras de las Alpujarras. Pero, más tarde, rectificó y
expresó su voluntad de:
"… que me entierren en el monasterio de la Concepción de la Madre de Dios de la Orden de San Jerónimo, en el Coro Bajo y que mi enterramiento se haga llanamente como se hace a un pobre de los que mueren en el Hospital."
Y
así se hizo su voluntad, de tal manera que ambos cenotafios quedaron
vacíos, siendo conservados como meros objetos artíticos más que
funcionales.
CENOTAFIA DE BEATRIZ GALINDO |
Transcurridos
varios siglos después, el Hospital de La Latina y el Convento de la
Concepción Jerónima, situados en la calle de Toledo fueron
derribados por su estado de ruinoso, en 1890. Entonces,
la comunidad de monjas jerónimas que allí vivía se trasladó a la
nueva sede en la calle Lista, esquina con la calle Velázquez, en el
barrio de Salamanca. El ataúd de Galindo, enterrado en el Coro Bajo,
también se trasladó a la nueva ubicación. Su destino final fue el
suelo de la iglesia del Convento de la Concepción, tapada con una
gran losa labrada, cuyo epitafio está grabado el lema:
"Aquí yace Beatriz Galindo, la cual después de la muerte de la Reina Católica, se retiró en este monasterio y en el de la Concepción Franciscana, de esta villa, y vivió haciendo buenas obras hasta el año 1535 en que falleció."
Durante
la Guerra Civil entre los años 1936-1939, las milicias republicanas
convirtieron el convento en un cuartel militar.
En
1967, el convento de la calle Lista fue vendido, demolido y sobre el
suelo se construyó un moderno edificio financiero, dándosele el
nombre de Edificio Beatriz, en recuerdo a Galindo. El sepulcro fue
trasladado a la actual y cuarta sita en El Goloso, cerca de Alcobendas,
adquiriendo el nuevo Convento de la Concepción Jerónima un estilo
arquitectónico más modernista. En la iglesia del convento se abrió una capilla para albergar la tumba de la Latina. Pero
los restos de su cuerpo fueron depositados en su cenotafio de
alabastro, junto al de su marido, con las dos figuras adyacentes, y
allí están expuestos en la actualidad.
Durante
este tiempo de definitivo traslado, se encargó la escultura de otros
dos cenotafios de parecidas características para el Convento de la
Concepción Franciscana, por iniciativa del Ayuntamiento de Madrid.
Se trataba de hace un homenaje a la fundadora de este otro templo.
Pero su destino final fue el Museo de San Isidro, también llamado
Museo de los Orígenes de Madrid, situado en la plaza de San Andrés.
En
la actualidad, Madrid dedica un distrito y un barrio homónimos
dedicados a su memoria. El barrio de la Latina está al este del río
Manzanares (interior de la M30), en el casco antiguo, también
llamado Madrid de los Austrias, por emplazar allí el hospital y
conventos. Está
delimitado con la catedral de la Almudena por el norte, con el río
por el oeste y con la Puerta de Toledo en el sureste. El teatro de la
Latina está ubicado en una sección del lugar que ocupaba el
hospital.
El
distrito de la Latina está al oeste del río Manzanares (exterior de
la M30), que formaba parte del distrito de Carabanchel desde 1948, cuando
el Ayuntamiento anexionó los pueblos de Carabanchel Alto y Bajo. En
1971, se dividió este amplio distrito en tres, resultando el de La
Latina en el entono de la calle Virgen del Puerto y la cuesta de
Extremadura. Justo en él, en la plaza de la Puerta del Ángel, se
colocó un monumento a Beatriz Galindo en 1999. Es una estatua
colosal de bronce, obra de José Luis Parés, que representa a esta
docta salmantina de nacimiento y madrileña de adopción sentada ante
su escritorio.
Algunos
de los restos de la obra arquitectónica de Galindo han sido
reubicadas en otras instalaciones. La portada del hospital fue
trasladada a la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid y
su escalera a la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas en la
plaza de la Villa. Permanece en su honor la calle Concepción
Jerónima, donde estuvo situado el convento, y el muy remodelado
palacio de Viana.
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