Durante la colonización española de América, el mestizaje fue siempre una realidad de la sociedad y numerosos colonizadores españoles se habían casado con aristócratas
incas, mayas o aztecas.
La jerarquía social indígena se prolongo en la nueva administración virreinal mediante la fusión racial de indias y colonizadores. Un ejemplo fue el caso de Juan Ortiz de Zárate, gobernado de Nueva Vizcaya y de la princesa inca Leonor de Yupanqui, en el Virreinato del Perú. La hija de este matrimonio fue la mestiza Juana de Zárate, quien se convirtió en la primera Adelantada de la provincia del Río de la Plata por herencia de su padre.
En la segunda mitad del siglo XVI, la colonización americana llegó hasta el Perú, fundando un virreinato en el sur del continente que lleva su nombre. Las expediciones pusieron rumbo hacia el sur, Chile, y hacia el este, Río de la Plata. En la sociedad peruana ya se había hecho realidad el fenómeno del mestizaje y numerosos colonizadores españoles se habían casado con aristócratas incas. De este modo, la jerarquía social previa, la del mundo precolombino, se prolongaba en el nuevo escenario hispánico. El origen mestizo no fue una tacha social en la mentalidad hispanoamericana de la época, sino con frecuencia un signo de distinción y gloria.
Juan
Ortiz de Zárate era natural de Orduña, donde nació en
1521. Marchó a América muy joven, allí tomo parte en las campañas de Pizarro y
Almagro. En Chuquisaca (Bolivia) fue nombrado tercer adelantado del Río de la
Plata, llegando a ser su gobernador y capitán general. A esta región
comprendida en tierras de las actuales Argentina y Paraguay la bautizó como Nueva Vizcaya, fundando la ciudad
de Zaratina de San Salvador (Zárate), en 1575, en honor a su tierra.
Juana de
Zárate nació en Cruzco, la vieja capital inca. Pronto se trasladaría junto con sus
padres a Chuquisaca, la actual Sucre boliviana.
Juana se había criado conforme a su rango principesco, bien avalada por la fortuna de
su padre que, además de ser el más alto administrador colonial, era un gran
terrateniente.
Juan
Ortiz estableció un asentamiento, Asunción, desde el
cual partían las expediciones hacia el interior del Río de la Plata. Sufrió
diversos ataques por los indios en tierra y por piratas en el mar. Otros
expedicionarios vascos como Francisco de Aguirre, Juan de Ayolas, Domingo
Martínez de Irala o Juan de
Garay le ayudaron a consolidar su proyecto colonizador en
amplios territorios del cono sur de América.
Por
último, Juan Ortiz marchó a España para conseguir el reconocimiento y la
titularidad de "Adelantado del Río de la Plata"
de manos de Felipe II. Pero es más, el monarca legitimó a su hija mestiza,
Juana, como heredera del adelantazgo y el título de marqués a quien la
desposase. Esta titularidad elevaba a la mestiza vasca a la condición de
aristócrata; así lo expresaba la Cédula Real:
"Por la gracia de Dios, el Rey resuelve dar legitimidad a la unión de la Palla Inka con el capitán don Juan Ortiz de Zárate, y al conceder omnímodas facultades, libera a la descendencia femenina, Juana Ortiz de Zárate, de toda duda o mancilla, y quitamos toda infamia de ella, mácula y defectos que por razón de su nacimiento le puedan ser pues..."
Poco antes de que la muerte le llegara a Juan Ortiz, en 1576, el colonizador de Orduña dejó escrito su testamento, designando al futuro esposo de su hija y, por tanto, al legítimo heredero de la titularidad del Gobierno en Nueva Vizcaya, ya que Juana era una adolescente de quince años. Así lo dejó escrito su cronista, el clérigo y poeta Martín del Barco Centenera:
"Dejó en su testamento declarado que sea su legítimo heredero la hija que en los Charcas ha dejado, y aquel que fuere esposo y compañero suceda en el gobierno y el estado, según como lo tuvo él de primero. Y mande y rija, en tanto que ella viene, su sobrino Mendieta que allí tiene."
Primeramente,
testamentó a favor de Mendieta, su sobrino,
pero ante el mal gobierno y el despótico uso de sus funciones, Juan Ortiz
decidió que quien se llevaría el atractivo de su hija y el cargo de adelantado
sería una persona de su confianza: Juan de Garay. Medio
pariente suyo y, también, natural de Orduña. Garay era un explorador veterano,
un líder nato y un fiel escudero en sus expediciones y en su gobierno.
Surgieron más pretendientes, siendo tres de ellos muy bien cualificados. El primero era Antonio de Meneses, ahijado del virrey del Perú, Francisco de Toledo; el segundo era Francisco de Matienzo, hijo del juez de la Audiencia de Charcas, Juan de Matienzo; y el tercero era Juan Torres de Vera y Aragón, noble oficial que ejercía en la Audiencia de Chuquisaca.
Surgieron más pretendientes, siendo tres de ellos muy bien cualificados. El primero era Antonio de Meneses, ahijado del virrey del Perú, Francisco de Toledo; el segundo era Francisco de Matienzo, hijo del juez de la Audiencia de Charcas, Juan de Matienzo; y el tercero era Juan Torres de Vera y Aragón, noble oficial que ejercía en la Audiencia de Chuquisaca.
Finalmente,
es ella quien eligió. El amor superaba al poder, y escogía al candidato menos
influyente: Juan Torres de Vera.
Se trataba del típico noble español del siglo XVI que consiguió gloria y
blasones en campañas y conquistas, noble de espada y toga, de armas y leyes,
pero bastante pobre. Natural de Sevilla, tenía 30 años en aquel momento y
consiguió la preferencia de la "adelanta" del Río de la Plata, el más joven y
apuesto de todos los pretendientes. Juan de Garay, fiel a su amigo padre de
Juana, avalaba el matrimonio, cumpliéndose la voluntad de contrayentes.
PROVINCIA DEL RÍO DE LA PLATA |
Ante tal unión, aparecieron las disconformidades. La ley no permitía casarse a los oficiales de justicia dentro de su jurisdicción, y Torres lo era. El virrey del Perú, descontento ante la imposibilidad de sus planes, dictó orden de prisión contra Torres. Por otra parte, Matienzo también abría un proceso judicial contra el oficial. Juana fue apresada por las tropas del virrey, pero tuvo una grata sorpresa: la adelantada esperaba un hijo. Por lo que, fue encerrada en un convento.
Torres
nunca fue reconocido como adelantado y gobernador de Nueva Vizcaya del
Virreinato del Perú. La ley nunca se lo permitiría y los colonos nunca le
reconocieron, aún después de que el virrey Francisco de Toledo muriese. Tampoco
pudo marchar a España a confirmar la legitimidad del cargo.
La
princesa Juana murió encerrada en 1584, con veintitrés años, según cuenta la
leyenda de tristeza. Su hijo, Juan Alonso de Vera y Zárate,
viajó a España para reclamar sus derechos, acompañado de su abuela y viuda de
Juan Ortiz de Zárate, la princesa inca Leonor de Yupanqui. La Corona reconoció
sus títulos y Juan Alonso fue gobernador de Tucumán, quien promovió, entre
otras cosas, la fundación de la Universidad de Córdoba en el actual estado de
Argentina.
No fue
este el único caso de matrimonio entre un conquistador vascongado con una
princesa india. Juan de Tolosa,
explorador de la Provincia de Nueva Vizcaya del Virreinato de Nueva España,
matrimonió con Isabel Cortés Moctezuma, hija de Hernán Cortés y de la princesa
Isabel Moctezuma (una de las hijas del emperador azteca Moctezuma II).
Martín García Óñez de Loyola, gobernador de
Chile en la última década del siglo XVI, contrajo matrimonio con la princesa
incaica Beatriz Sapay Coya. Era pariente de San Ignacio de Loyola y en su
gobernación se distinguió por su buen trato a los indios.
MATRIMONIO MESTIZO VIRREINAL |
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