COLONIZACIÓN DE FILIPINAS POR MIGUEL LÓPEZ DE LEGAZPI


La expedición colonizadora que en 1564 dirigió Miguel López de Legazpi a las islas Filipinas consiguió el establecimiento de la primera ruta comercial entre los continentes americano y asiático: la ruta del Galeón de Manila o Carrera de las Indias Orientales. El proceso colonizador fue bastante pacífico y tampoco hubo una explotación como en las Indias Occidentales porque los españoles ya habían obtenido las consecuencias oportunas de su propia práctica colonizadora, permitiendo una pacificación entre tribus nativas enfrentadas entre ellas.

Las órdenes religiosas protegieron a los nativos, los cuales jamás pagaron tributos a la Monarquía española. En 1611, los dominicos fundaron en Manila la primera universidad cristiana de Asia, la Universidad de Santo Tomás.

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COLONIZACIÓN DE FILIPINAS POR MIGUEL LÓPEZ DE LEGAZPI

Para que el Imperio español pudiese comercializar las especias y productos de Oriente era necesario encontrar una ruta marítima fiable y segura desde las islas Filipinas hasta la costa americana, que escapara de las clemencias meteorológicas y los peligrosos vientos alisios.

A la fracasada expedición de García Jofre de Loaysa en 1525, le sucedieron otras tantas: Gómez de Espinosa, que ya lo intentó anteriormente con la nao Trinidad en 1522; las dos tentativas de Álvaro Saavedra, que partió del puerto mexicano de Siguantejo en 1528 y 1529; el trágico amago de tornaviaje de Hernando de Grijalva, que de vuelta del Perú llegó hasta las Papuas (Nueva Guinea) en 1537; y el escarceo de Bernardo de la Torre.

La expedición de Ruy López de Villalobos partió de Navidad (Méjico) y arribó a Mindanao, dando el nombre de Filipinas en honor del príncipe heredero Felipe II. Por último, Iñigo Ortiz de Retes, a las órdenes de Villalobos, también fracasó en su intento de encontrar la tan deseada ruta fiable de regreso desde las islas orientales a las costas pacíficas de Nueva España en 1545.

Todas estas fracasadas navegaciones, junto con la exitosa primera vuelta al mundo de Magallanes y Elcano, fueron las precursoras de la más satisfactoria: la de Legazpi, que estableció la ruta definitiva entre Filipinas y Nueva España por Urdaneta.

Desde finales del siglo XV y tras el Tratado de Tordesillas, los portugueses se habían establecido en diversos puertos marítimos de África y de Asia. España y Portugal libraban una carrera por asentar rutas y dominios. Como parte de esa carrera, Felipe II ordenó al virrey de Nueva España, Luis de Velasco, la organización de una expedición a través del Pacífico hasta las islas Molucas. El rey tuvo especial interés en un guipuzcoano natural de Villafranca de Orio, llamado Andrés de Urdaneta, fraile agustino, navegante experimentado y uno de los mejores cosmógrafos de su tiempo, al cual solicitó mediante carta la organización de dicha expedición.

ANDRÉS DE URDANETA Y MIGUEL LÓPEZ DE LEGAZPI

Existían dos ambiciosos objetivos: por un lado, tomar posesión del archipiélago de Filipinas y fijar las bases de dominación en el océano Pacífico, fundando ciudades y asentamientos estables, para cerrar el paso a los portugueses; por otro, establecer una definitiva y codiciada Ruta de las Especies o Carrera de las Indias Orientales, e intentar rescatar a los supervivientes que no regresaron de la última expedición, la de López de Villalobos.

Urdaneta propuso a un pariente suyo establecido en Nueva España, Miguel López de Legazpi, como organizador y jefe de la expedición. Legazpi era natural de Zumárraga (Guipúzcoa) nacido en 1502, poseía mejores dotes de mando y organización que Urdaneta. Había estudiado leyes y desempeñando cargos públicos en su villa natal. En 1528, marchó a Nueva España donde continuó su carrera administrativa: escribano mayor del cabildo de México, escribano de la Casa de la Moneda, y secretario del Santo Oficio. Combinaba sus funciones públicas con el desarrollo de sus negocios, acumulando propiedades rústicas y urbanas en Ciudad de México y Michoacán.

Legazpi se encargó de fletar barcos, aprovisionarlos de tripulación, pertrechos y víveres, conducir la travesía por el Pacífico y sentar bases en el territorio de destino, y el rey le recompensó nombrándole almirante, general y gobernador de todas las tierras conquistadas bajo su mando, ganándose el apelativo de Adelantado de Filipinas.

GALEÓN PINTADO POR RAFAEL MONLEÓN

La armada, en la que Legazpi invirtió gran parte de su fortuna, estaba compuesta de dos naos y dos pataches y unos 380 hombres (150 marineros, 200 solados, 5 agustinos y varios criados). La nao capitana llamada San Pedro, desplazaba 500 toneladas, su piloto mayor era Esteban Rodríguez, mientras que la nao almiranta, San Pablo, sobrepasaba las 300 toneladas, su capitán, Mateo del Saz, era segundo jefe de la expedición. El patache San Juan de Letrán, con 80 toneladas, llevaba por capitán a Juan de la Isla, y a su hermano Rodrigo como piloto. Y el patache San Lucas de 40 toneladas, que pronto desertó, estaba mandado por Alonso de Arellano. A popa del San Pedro acompañaba un pequeño bergantín de remos, muy propio para transmitir órdenes de uno a otro navío.

Los cargos de oficiales reales recayeron en Guido de Labezarri, que sucedería a Legazpi. Como capitán de su guardia personal, llevaba Legazpi a su nieto Felipe de Salcedo Legazpi. Urdaneta llevó consigo un par de compañeros eclesiásticos que asumieron responsabilidades: el primero, Andrés de Aguirre era conocedor del derrotero por haber participado en el viaje de Loaysa y Elcano, sobreviviendo incluso a Carquizano y haber navegado durante once años por los mares de Oriente; el segundo, Francisco Rada, cosmógrafo, habría de ser el eficaz colaborador de Legazpi al regresar Urdaneta creando la ruta segura a Nueva España.

La expedición zarpó del puerto de Barra de Navidad (Jalisco), el 21 de noviembre de 1564, iniciándose una larga travesía con rumbo a Nueva Guinea. Cuando llevaban recorridas cien leguas, se abrieron los sobres lacrados con las órdenes a seguir que entregó la Audiencia de México y, según este pliego, se varió el rumbo hacia Filipinas.

ITINERARIO DE LEGAZPI EN FILIPINAS

A partir de enero de 1565, se fueron sucediendo los descubrimientos, como los de las islas de los Barbudos (Marshall), Placeres, Pájaros, Corrales y Jardines. Posteriormente arribaron a las islas de los Ladrones (Marianas) y anclaron en Guam. En febrero llegaron al archipiélago que Villalobos había bautizado como FilipinasRecorrieron las islas de Ibabao, Samar, Leyte, Limasawa, Camiguín y Bohol. Continuaron explorando por las de Mindanao, Siquijor, Negros y Cebú en mayo de 1566, donde se fundó el primer asentamiento español: Villa de San Miguel.

Desde Cebú, según las órdenes, se estableció el tornaviaje protagonizado por la nao San Pedro, comandada por Felipe de Salcedo, nieto de Legazpi, y Andrés de Urdaneta.

Mientras tanto, Legazpi y su otro nieto Juan de Salcedo prosiguieron su viaje pasando a la isla de Panay, base a la que llegaron los socorros del virrey novohispano, Enríquez de Almansa. Desde un principio, Legazpi pretendió establecer un acuerdo pacífico con el cacique local Tupas, rey de Cebú, y su aliado, Tamuñán. Legazpi consiguió un pacto con un empleo limitado de la fuerza, tan solo bastó un ruidoso pero poco efectivo cañoneo desde los barcos. En aquellas playas de Cebú fundó la base principal, a la que llamó Villa del Santísimo Nombre de Jesús y la Villa de San Miguel.

Su método de colonización era el mismo en todas partes: desembarco, compra de alimentos a los nativos, acuerdo de algún tipo de pacto con los caciques locales y toma de posesión de la tierra en nombre del rey. Legazpi supo sacar partido de las luchas entre tribus enemigas y de la hostilidad que los nativos profesaban a los portugueses. Y es que, frente al tipo de dominación portugués, bastante depredador, los españoles ofrecían protección y un trato más tolerante y respetuoso con los nativos.

Legazpi impuso disciplina a la tripulación, especialmente en dos aspectos: guerra a los piratas y respeto a los nativos. Desde Cebú, Legazpi fue organizando la expansión territorial, imponiendo su autoridad sobre una revuelta de sus propios hombres y rechazando dos ataques de la escuadra portuguesa.

Andrés de Urdaneta y Felipe de Salcedo consiguieron llegar a  Acapulco, en Nueva España, y hallar el tan necesitado tornaviaje o viaje de retorno a América. Esta proeza marina permitió que Felipe II enviase cuantiosos refuerzos desde Nueva España: tres galeones llenos de soldados, colonos y misioneros al mando de Juan de Isla que portaba el título de adelantado de las islas de los Ladrones para Legazpi.

Con estos refuerzos, desde esta autoridad y aprovechando su experiencia en México, Legazpi organizó el sistema de encomiendas como en América, dispuso metódicamente la ocupación, isla a isla, de todo el archipiélago filipino, fundando bases y asentamientos. Gestionó una buena administración, disponiendo de un sistema de organización política basado en las instrucciones generales de Felipe II. Cada ciudad sería doble: una, intramuros habitada por españoles; otra, extramuros formada por indígenas; que se gobernarían por dos alcaldes, doce concejales y un secretario.

CARTA HIDROGRÁFICA DE LAS ISLAS FILIPINAS Y MAR DE CHINA

Sometidas las islas de Panay, Masbate y Mindoro y designado gobernador y capitán general de las Filipinas, Legazpi continuó su travesía para ocupar la isla de Luzón. En Mindoro rescató a los esclavos chinos con intención de establecer relaciones de amistad, una iniciativa que terminó por desplegar el comercio con China.

Legazpi encomendó la conquista de Manila, en la isla de Luzón, a su otro nieto Juan de Salcedo y al artillero Martín de Goiti. Llegaron a la bahía de Manila en mayo de 1570, donde acamparon unas semanas con la intención de formar una alianza con los caciques locales. Sin embargo, Goiti tenía otros proyectos y engañó a los habitantes del territorio al creer que sólo se quedarían durante un período corto.

A finales del mismo mes estalló el conflicto. Goiti marchó con sus 300 soldados al interior de la isla, hacia Tondo, donde encontraron miles de defensores natales. La mayor parte de las fuerzas de Matanda Suliman acantonadas en Lakandula fueron derrotadas. Goiti ejecutó a los prisioneros que no guardasen servidumbre al reino de España y a Felipe II. Goiti y Salcedo continuaron su expedición hacia el río Pasig hasta tomar la ciudad de Manila el 6 de junio de 1570.

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MONUMENTO A LEGAZPI Y EL CACIQUE DATU SIKATUNA

Pero esta toma de la ciudad de Manila consiguió un levantamiento de tribus nativas durante los próximos 10 meses. La expedición se fortificó en el área y erigió la fortaleza de Santiago. Cuando la lucha se puso intensa, forzaron a algunos españoles a buscar refugio en sus flotas en la bahía de Manila. Finalmente, lograron sofocar la rebelión el 24 de junio de 1571, mediante el control del territorio y un acuerdo de paz de Miguel López de Legazpi, a su llegada a Manila. En esta ciudad murió Legazpi, en agosto de 1572.

Martín de Goiti preparó el terreno para el establecimiento de Manila como capital de Filipinas y emprendió la conquista y colonización del resto de la isla. En el período de 1571-1573, Goiti, exploró Pampanga, Pangasinan y fundó varias ciudades en Luzón. Solo Mindanao y Joló, islas del sur, quedaron fuera de la dependencia de la Monarquía hispánica. También encabezó la defensa de una invasión de 3.000 piratas chinos dirigidos por corsario Lim ah Hong, que sitió el fuerte de Santiago y la ciudad de Manila a comienzos de 1574. Fue asesinado por Lim ah Hong, que masacró también una parte de los españoles en la ciudad. La mayor parte de los refuerzos españoles vinieron de Vigan y Cebú.

ANDRÉS DE URDANETA EN CEBÚ, POR TELESFORO SUCGANCG

Juan de Salcedo, segundo de la expedición de Legazpi tras Martín de Goiti, abandonó Ilocos Sur, para trasladarse a Manila donde descubrió que la ciudad había caído en manos del invasor chino. Las fuerzas de Salcedo atacaron y redujeron a los piratas de Manila. Lim ah Hong y los soldados que sobrevivieron se retiraron a Pangasinan donde reorganizaron sus fuerzas.

En 1575, el ejército de Salcedo marchó al norte a Pangasinan en la búsqueda de los piratas y los sitió durante tres meses. Vengó la muerte de Goiti y resto de españoles dando muerte a Lim ah Hong y sus guerreros en el río de Pangasinan, quemándolos vivos, con sus barcos.

La colonización y asentamiento de estas islas se caracterizó por el proteccionismo hacia los nativos por parte de las órdenes religiosas. La ubicación de las islas en las rutas oceánicas mercantiles permitió que se tomaran como un lugar de recepción de mercaderías provenientes del conjunto del sudeste asiático destinadas a la metrópoli, creándose la Capitanía general de las Filipinas y de una diversidad de islas desperdigadas por el océano Pacífico.

CARTA HIDROGRÁFICA DE LAS FILIPINAS,
POR PEDRO MURILLO VELARDE (1734)

Las Filipinas son 7.100 islas que, hasta entonces, estaban habitadas por decenas de etnias distintas y enfrentadas a muerte. La llegada española supuso la pacificación del archipiélago. No hubo una mortandad tan elevada como la americana porque la población filipina, a diferencia de la amerindia, no había vivido en un ecosistema cerrado a las enfermedades. Y tampoco hubo una explotación como la de las Indias, porque los españoles ya habían sacado las consecuencias oportunas de su propia práctica imperial; de hecho en esta tierra los nativos jamás pagaron tributos a los españoles.

Los misioneros se encargaron de mantener pacificados a los indígenas, acabando con las guerras tribales; la evangelización progresó velozmente. En poco tiempo el castellano se convirtió en lengua franca de los filipinos. Mientras tanto se extendió el uso de la rueda y el arado, y se construyeron caminos, puentes y rutas estables de navegación.

Filipinas era un territorio con una baja densidad de población, sin ciudades, y con formas de cultivo itinerantes, pero la llegada de los españoles permitió su urbanización. En 1611, los dominicos fundaron en Manila la primera universidad cristiana de Asia, la Universidad de Santo Tomás.

El archipiélago se convirtió en centro de una vida comercial intensa, centralizando el tráfico con el sudeste asiático, que luego partía hacia México en la ruta del Galeón de Manila o Carrera de las Indias Orientales. Así, el océano Pacífico fue llamado el "lago español". El puerto de Manila mantuvo permanentes contactos comerciales con China, Siam, Japón y los reinos malayos, convirtiéndose en punto de inicio y final de una amplísima red comercial que unía todos los continentes. Los comerciantes chinos llevaban a su puerto sedas, clavazón, hierro en planchas, salitre, pólvora, porcelana, platería de Cantón, etc.

Las Filipinas serían españolas desde 1566 hasta 1898, más de tres siglos. Los norteamericanos invadieron estas islas en 1898, entonces se escribió otro capítulo digno de la historia de España, la de los héroes de Baler, los últimos de Filipinas.

MONUMENTO A LEGAZPI Y URDANETA EN MANILA

2 comentarios:

  1. Fenomenal. Estupendo relato histórico que se hace ameno por la forma en que lo relatas.

    Mis dos paisanos, Legazpi y Urdaneta, tienen mucho más mérito que el que ahora se les da y lo triste es que los nazios vascos los han borrado de la Historia, de forma que ahora los escolares no saben nada de ninguno de ellos.

    Tal como relatas, varios navegantes vascos posteriores se adentraron en Japón y establecieron relaciones comerciales y diplómáticas con España,con designación de embajadores japoneses en México y de españoles en Japón.

    Triste también que además de Filipinas perdieramos GUAM, y que los navegantes españoles que arribaron a Australia no lo contabilizaran como descubrimiento, llevándose el inglés Capitán Cook los honores pero varios siglos después.

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    1. Hola Javier.
      La verdad es que la gran mayoría de los archipiélagos del océano Pacífico fueron descubiertos por los españoles, pero en la mayoría de ellos no había nada que rascar, no habían recurosos con los que comerciar por lo que fue innecesaria su oolonización. Además, nunco había efectivos suficientes para poblar todos los inmensos territorios descubiertos y por descubrir, no fue el caso de Filipinas tan apreciada por su estratégica situación.

      En fin, Urdaneta y Legazpi se merecen estar con letras grandes entre los más importantes marinos y cosmógrafos universales.

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