IDENTIDAD HISPANO-VISIGODA A TRAVÉS DE LA LITERATURA


La idea de España, cuyos límites geográficos habían sido prefijados ya en tiempos de Roma, nació en la época visigoda, aunque de forma precaria. La población del Reino Hispano-visigodo, con capital en Toledo, estaba formada por unos cuatro millones de hispanorromanos más unos doscientos mil visigodos.

Varios fueron los literatos y eruditos hispano-visigodos que dejaron literatura escrita dedicada a la identidad y sentimiento de comunidad hispánica en aquel Reino Hispano-Visigodo: Idacio, en el siglo V, y Juan de Biclaro, en el VI, fueron pioneros.

Continuó San Isidoro de Sevilla mediante su Laudes Hispaniae. Del mismo modo que San Isidoro de Sevilla había compuesto la loa a España en el siglo VII, el navarro Rodrigo Jiménez de Rada escribió en el XIII, en su Historia de los hechos de España, sobre el dolor de su pérdida en la batalla de Guadalete.

Ya entrada la Edad Moderna, destacan los romances renacentistas Entrada de Wamba en Toledo y Entrada de don Rodrigo en Toledo, como nuevos reyes de España el momento de su coronación. El catalán Pere Tomich, del siglo XV, escribió sobre la caída del Reino hispano-visigodo en el 711.

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IDENTIDAD HISPANO-VISIGODA A TRAVÉS DE LA LITERATURA

La identidad de comunidad hispánica tuvo origen en Idacio (siglo V), al haber fijado su atención de historiador en el marco peninsular de Hispania, cuya consolidación se alcanzó rápidamente con Juan de Biclaro (siglo VI).

Los escritos de San Isidoro de Sevilla ayudaron a difundir la noción de España más allá de las fronteras peninsulares. Sus obras llenaron las bibliotecas de la Europa occidental y alcanzan la categoría de obra clásica en los ambientes intelectuales de la Edad Media. En la cumbre de su producción intelectual, el prelado hispalense ensalzó, embargado por la emoción, la excelencia de un reino que había dejado de ser provincia de un Imperio para convertirse en soberano de su destino.

En el prólogo de Historia de regibus gothorum, vandalorum et suevorum (Historia de los reyes godos) San Isidoro escribió en latín una loa a España. En ella elogiaba sus riquezas, reivindicaba los comienzos de una conciencia e identidad nacional, aunque no en el sentido moderno, y cantaba las glorias de un pueblo en plena asunción de una existencia política propia. Parece posible que el autor emplease una antología de textos clásicos entre los que se incluiría a Plinio, Pacato Drepanio, Solinus, Ilustinus, etc.

Laudes Hispaniae:
¡Oh España, madre sagrada y siempre feliz de príncipes y de pueblos! Eres la más hermosa de todas las tierras, habitadas y por habitar, desde Occidente hasta las Indias. Con todo derecho eres ahora la reina de todas las provincias, luminaria de la que se benefician tanto el orbe, la parte más ilustre de la tierra, en la que se regocijan sobremanera y florece espléndidamente la gloriosa fecunda del pueblo godo. Con gran indulgencia, aunque merecidamente, te enriqueció la naturaleza con notable abundancia de todo tipo de bienes. Eres rica en frutos, copiosa en uvas, alegre en cosechas; te vistes de mieses, los olivos te ofrecen sus sombras, y las vides te sirven como vestido. Tus campos están llenos de flores, tus montes te hacen frondosa, y tus costas abundan en peces. Estás situada en la zona más agradable del mundo; gracias a ello, ni te abrasa el ardor del sol tropical, ni te agarrota el rigor de los hielos glaciares, sino que abrazada por la zona más templada del cielo, te nutres de felices céfiros. Porque, efectivamente, tú haces posible la fecundidad de los campos, el precioso valor de las minas, y cuanto de hermoso tienen los seres vivientes. Y de ninguna manera tienen por qué minusvalorarte esos ríos a los que ennoblece la merecida fama de sus rebaños. Tú eres ferocísima gracias a tus caudalosos ríos, los torrentes que arrastran pepitas de oro te visten de color amarillo, posees la fuente que engendra la mejor caballería, y te pertenecen los vellones teñidos de púrpura que brillan igual o más que los colores de Tiro. En ti se encuentra la piedra preciosa que brilla en el sombrío interior de los montes y resplandece casi como el sol. Además, eres rica en hijos, en piedras preciosas y en púrpura; por otras parte, a tu otra parte, a tu gran fecundidad deben existencia numerosos talentos y gobernantes de imperios, eres opulenta para encumbrar príncipes y feliz a la hora de parirlos. Con razón te deseó desde siempre la áurea Roma, cabeza de los pueblos; y, aunque el romano terminara un día poseyéndote gracias a su Romúlea fortaleza, al final el floreciente pueblo godo, tras numerosas victorias por todo el orbe, te robó el corazón y te amó, y goza ahora de ti con segura felicidad entre la pompa regia y el esplendor del imperio. Todos los progresos de los godos en la construcción de un Estado, el reino Hispano-visigodo, se escureció ante la incapacidad de articular un método pacífico y estable de sucesión al trono, generándose disputas entre la monarquía y la nobleza. La consecuencia de la Guerra Civil entre los partidarios del hijo del último rey Vitiza y los del noble Rodrigo, es la invasión de siete mil bereberes que, al mando de Tariq, aprovechan.
Isidoro Sevilla pintura Murillo Retrato
ISIDORO DE SEVILLA

Nadie mejor que San Isidoro de Sevilla para expresar el sentimiento de orgullo nacional que imbuía a los hispanos. Mezcla de la herencia romana, la cristiana y la germánica, consideraban en aquellos tiempos a España un nación independiente con personalidad propia.

Esta consideración se puede comprobar si se tiene en cuenta, primero, que el Reino hispano-visigodo no fue especialmente estable a causa de su raíz germánica que mantuvo el sistema de monarquía electiva y, segundo, que la cultura española de los siglos VI y VII fue una de las más refinadas de toda Europa.

Un romance renacentista del siglo XVI que trata la época visigoda, Entrada de Wamba en Toledo:

La coyuntura y se plantan en Gibraltar.
Por la puerta del Cambrón,
una de las más nombradas
que adornan la gran Toledo,
imperial ciudad de España,
con grande acompañamiento
entra el valeroso Vamba
a recibir la corona
con su mujer doña Sancha. 

Por humildad, quiso el rey
que el alcaide de su alcázar,
en vez de la espada,
lleve delante de él su hijada.
Hombres niños y mujeres,
por balcones y ventanas,
mirando los santos reyes,
les dicen en voces altas:
"Toledo, España, por Vamba
y por la reina Sancha".

Y el Tajo les responde manso y ledo:
"Unas veces España, otras Toledo". 
La melena rubia el rey lleva compuesta,
atusada, porque no estorbe a los ojos;
ancha y peinada, la barba.
Sobre un vestido morado
con alcachofa de plata,
a manera de tusón,
lleva una cruz colorada.

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EL REY RODRIGO EN GUADALETE

El romance de la
 Entrada de don Rodrigo en Toledo como nuevo rey de España narra el momento de su coronación. Según la costumbre, el pretendiente debe subir al palacio real y colocar en sus puertas un candado junto a los de los reyes anteriores. Pero don Rodrigo no efectuó este protocolo, lo que generó una serie de desafortunados acontecimientos sufrirá como castigo.

Don Rodrigo rey de España por la su corona honrar
Un torneo en Toledo ha mandado pregonar;
Sesenta mil caballeros en él se han ido a juntar.
Bastecido el gran torneo, queriéndole començar
vino gente de Toledo para avelle de suplicar
que a la antigua casa de Hércules quisiese un candado echar,
como sus antepasados lo solían acostumbrar.
El rey no puso el candado, más todos los fue a quebrar,
Pensando qué gran tesoro Hércules devía dexar.
Entrando dentro en la casa no fuera otro hallar
Sino letras que dezían: «Rey ha sido por tu mal
Que el rey que esta casa abra a España tiene quemar».
Un cofre de gran riqueza hallaron dentro el pilar;
Dentro dél nuevas banderas con figuras de espantar,
Aláraves de cavallo sin poderse menear,
Con espadas a los cuellos, vallestas de bien echar.
Don Rodrigo pavoroso no curó de más mirar;
Vino un águila del cielo la casa fuera a quemar.
Luego envía mucha gente para Africa conquistar;
Veinte y cinco mil caballeros dio al conde don Julián,
Y passándolos el conde corría fortuna en el mar:
Perdió dozientos navíos, cien galeras de remar
Y toda la gente suya, sino cuatro mil no más.

  
REYES VISIGODOS EN EL CODEX VIGILANUS

Del mismo modo que San Isidoro de Sevilla había compuesto la loa a España en el siglo VII, el navarro Rodrigo Jiménez de Rada escribiría en el XIII, en su Historia de los hechos de España, sobre el dolor de su pérdida en la batalla de Guadalete. Allí los hispano-godos partidarios del rey Rodrigo fueron vencido por los del aspirante Witiza y el conde Julián, ayudados por las tropas sarracenas de Tarik, venidas desde el norte de África:
Por tanto, concluida la batalla de forma lamentable y, como apenas hubo nadie que no hubiera acudido a ella desde cualquier parte, muertos todos entre sí, quedó la tierra vacía de gente, cubierta de sangre, empapada de llanto, atronada de lamentos, abierta a los de fuera, extraña a los suyos, despojada de habitantes, privada de sus hijos, confundida por los bárbaros, podrida por la sangre, menoscabada por la herida, desasistida de defensa y desprovista del consuelo de los suyos... 
Los soldados visten de rojo y las riendas de sus caballos son de fuego, y sus caras, como el tizón; la galanura de su rostro es como las ollas, y sus ojos, como fuegos; sus jinete es más rápido que los leopardos y más cruel que el lobo en la noche. En verdad que ante el pueblo de los africanos, que tiempo antes medraba con engaños y dineros sin arriesgar sus fuerzas, ahora se derrumba el poderío de los godos en un instante, que se vino abajo antes de que se pueda contar y apenas queda quien llore lo que destruyó el golpe de la muerte, quien grite ya sin vida a los caminantes: "¡Mirad si hay un dolor como el mío! Su voz se oye como de ultratumba y su palabra resuena como desde el fondo de la tierra, apenas se escuchan los sombríos sollozos y gemidos. 
España llora a sus hijos y no puede ser consolada porque no hay quien lo haga. Sus hogares ya están deshabitados, su honra ya está trastornada, sus hijos ya murieron a espada y los mejores ya están prisioneros. Sus jefes cayeron en el deshonor, y los guerreros, en el aniquilamiento...  
¿Qué calamidades no recayeron sobre España? La espada respeta a los enemigos y se ensaña con los propios; no había quien frenase la lucha de unos godos contra otros. ¿Quien suministrará agua a mi cabeza y una fuente de lágrimas a mis ojos para que pueda llorar la ruina de los hispanos y la calamidad del pueblo de los godos?

El autor catalán Pere Tomich, del siglo XV, escribió sobre la caída del Reino hispano-visigodo en el 711 que "ab lurs enormes peccats perderen, ¡oh, dolor! la Espanya: los comtes e reys ab lurs inmortals virtuts la recobraren".

HISTORIOGRAFÍA DEL REINO HISPANO-VISIGODO

Existió una historiografía proto-nacional española durante el Reino Hispano-visigodo, con capital en Toledo, durante los primeros siglos de la Edad Media. Las principales fuentes narrativas para el conocimiento de la España visigoda fueron escritas en latín, lengua romana oficial de la que proviene el español.

Sus principales cronistas fueron los santos hermanos Isidoro y Leandro de Sevilla, los también santos Martín de Braga, Máximo de Zaragoza y Julián de Toledo. También son muy útiles las crónicas del griego Jornandes, Paulo Osorio, Idacio de Chaves, Juan de Biclaro, Próspero de Aquitania y Víctor de Túnez.

Jornandes, también llamado Jornandis, fue un escritor griego de mediados del siglo VI, residente en Bizancio. Su obra De Getarum sive Gotorum origine et rebus gestis comenta la historia de los godos antes de la invasión en España, y contiene los primeros datos sobre los visigodos llegados a la Hispania romana.

Paulo Orosio, presbítero lusitano entre los siglos IV y V, escribió Historiarum adversus paganos libri VII, que comprende la historia del pueblo visigodo hasta Valia.

Idacio de Chaves
obispo de Aquae Flaviae (Chaves) entre los siglos IV y V, con su Chronicorum Hyeronymianorum ad a. CCCCLVIII (458), continuaba la Crónica de San Jerónimo, pero es el primer Cronicón propiamente español. Narró las invasiones germánicas y los primeros tiempos de la dominación visigoda y de los suevos, desde el año 379 hasta el 468.

San Martín de Braga, obispo de Braga en el siglo VI, fue el evangelizador de los suevos y fundador del Monasterio de Dumio en Galicia, por lo que fue llamado Dumiensis. Su obra De correctione rusticorum proporciona interesantes noticias sobre el Reino Suevo.

Juan de Bíclaro, obispo de Gerona en en el siglo VI y fundador del Monasterio Biclarense, escribió el Chronicon
, que trata desde el año 567 al 589, siendo el reinado de Leovigildo su parte más interesante. 

Próspero de Aquitania, vivió entre los siglos siglos V y VI, escribió Epitoma Chronicon, que es un extracto de la Crónica de San Jerónimo, pero continuada hasta el año 447, ocupándose de los
 visigodos en las Galias y de los vándalos en Hispania.

Víctor Tunnunensis, obispo de Túnez, escribió el Chronicon, referido al período del 469 al 566, que es una continuación de los Cronicones de Idacio y de Próspero de Aquitania.

San Máximo de Zaragoza, obispo de Zaragoza en el siglo VI, escribió el Cronicón Césaraugustano, que son un grupo de fragmentos referidos a sucesos de Zaragoza, Lérida, Barcelona y Gerona, entre los años 450 a 468. Según San Isidoro es una breve crónica utilizada en el siglo XVI por el obispo Juan Bautista Pérez para anotar la Crónica de Víctor Tunnunensis, y esas notas son probables fragmentos del Cronicón de San Máximo.

San Isidoro de Sevilla, obispo de la ciudad hispalense y autor de la gran obra Etimologías, escribió varias obras historiográficas, a demás de otras materias, entre los siglos VI y VII. Su Historia de regi bus Gothorurn, Vandaloruin et Suevoruni comprende los años 256-624, y narra la historia de los godos y la fundación del Reino Hispano-visigodo, con algunas noticias de su vida interna. En Breves Historias de los Vándalos y Suevos mostró su entusiasmo patriótico por España. El cronicón Historia Universal es un breve relato de lo sucedido desde Adán hasta el cuarto año del reinado de Sisebuto en 616.

Laterculus Regum Visigothorum se le ha llamado Chronica Regum Wisigothorum o Cronicón de Vulsa. Corresponde al siglo VII, abarca el reinado de Atanarico hasta la consagración de Ervigio. En la primera década del siglo VII, esta obra se continuó hasta la unción de Vitiza, texto contenido en el llamado Códice Sorience.

San Julián de Toledo, natural de la capital durante las últimas décadas de este reino, escribió Historia Galliae temporibus Wambae, también llamada Historia rebelioniss Pauli, que trata de la elección y consagración de Wamba en Hispania goda y de la rebelión del duque Paulo en la Galia gótica.

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