El
gran defensor de la grandeza de España en la Ilustración española fue Juan Pablo Forner, mediante la
publicación en 1786 de la Oración apologética por la España y su mérito literario, contra el enciclopedista francés Masson de Morvilliers.
Utilizó con gran destreza la sátira y la crítica para enfatizar las grandes aportaciones españolas a las letras y las ciencias, defendiendo la tradición cultural cristiana frente al novedoso racionalismo y materialismo de los ilustrados franceses, como puso de manifiesto en sus Discursos filosóficos del hombre o en Exequias de la lenguas castellana.
ORACIÓN APOLOGÉTICA LITERARIA DE JUAN PABLO FORNER |
Juan
Pablo Forner y Segarra nació en Mérida en 1756. Era sobrino del filósofo
ecléctico y médico Andrés Piquer. Había estudiado Derecho en las Universidades de Madrid y de Toledo, y Filosofía y Humanidades en la de Salamanca en 1771, pero
consiguió su título de doctor en leyes en la de Alcalá de Henares, en 1778.
En
la Universidad de Salamanca trabajó como profesor de jurisprudencia, pudiendo
formar parte del Parnaso, bajo el nombre de Aminta, y relacionarse con
intelectuales como Juan Meléndez Valdés, Pedro Estala, José Cadalso y José Iglesias
de la Casa. En 1782, la Real Academia Española premió su Sátira contra los vicios introducidos en la poesía por los malos poetas.
Siendo
protegido por Manuel Godoy, llegó a ser fiscal en la Audiencia de Sevilla desde
1790, y consejero real de Castilla desde 1796 hasta su muerte un año después.
Forner
pertenecía a un grupo de ilustrados de su época, como Melchor Gaspar de
Jovellanos, Leandro Fernández de Moratín, José Cadalso o Benito Jerónimo
Feijóo, críticos con los males nacionales, más regeneracionistas que
autocomplacientes, que pasaron a la historia del pensamiento español más por
sus protestas constructivas que por sus dilaciones. Así, contribuyó con sus
ideas a las reformas emprendidas por Carlos III para mejorar el nivel
científico nacional. Para Forner, el sistema académico era bastante teórico y
estaba alejado de la realidad social y económica. Escribió que "La
sabiduría es la aplicación útil de la verdad a las necesidades y orden de la
vida civil."
Era
un apologeta virulento y agresivo, que utilizaba la polémica y la sátira con
soltura, además poseía amplios recursos dialécticos. Está considerado como el
principal exponente de la sátira español del siglo XVIII. También escribió
ensayos y panfletos defendiendo el mérito de la cultura y tradición literaria
española, y rechazando las ideas extranjeras empíricas y liberales de la
Ilustración. Su postura conservadora y su considerable educación humanista le
hizo emprender disputas con casi todo el Madrid literario, como Vicente García
de la Huerta, Francisco Sánchez Barbero, José de Vargas Ponce, Cándido María
Trigueros y León de Arroyal y Alcázar. A tal grado alcanzaron sus soflamas
dialécticas que se prohibió publicar sin la expresa autorización real.
Pero
su polémica más sonada la tuvo con el literato moralista Tomás de Iriarte. Un duelo entre amantes del género satírico, pero
que no llegó al nivel literario ni personal que un siglo y medio antes habían
tenido Quevedo y Góngora, o Cervantes y Lope de Vega.
Aquella
disputa empezó cuando Iriarte escribió sus Reflexiones para criticar la égloga
Batilo de Meléndez Valdés, ganadora del concurso apologético de la vida rural
organizado por la Academia de la Lengua en 1778. La amistad con Meléndez Valdés,
hizo que Forner saliera en su defensa publicando Cotejo de las églogas.
Tres
años más tarde, en 1782, aprovechando la fama que Iriarte había alcanzado
gracias a sus Fábulas, Forner continuó su ataque literario publicando la sátira
El asno erudito. El fabulista entró en la reyerta publicando una carta, y
Forner contraatacó con Los gramáticos. Historia chinesca.
En
cambio, mantuvo amistad con el dramaturgo Leandro Fernández de Moratín, a quién
apoyo en Contra la crítica de la comedia de Moratín El viejo y la niña, de
1790, y con José Iglesias. A su vez, fue admirado entre otros por Campomanes,
Jovellanos, Fernández de Navarrete y Estala.
En
1786, la Real Academia de la Lengua Española organizó un concurso público que
consistía en redactar una apología en respuesta a la crítica de un escritor
ilustrado francés, sin ninguna retribución económica al ganador. El agraviador
era Nicolas Masson de Morvilliers, que había publicado su Enciclopedia
metódica, en París en 1782, y editada por Charles-Joseph Panckoucke. Esta obra
era sucesora de la Enciclopedia de D´Alembert y Diderot. En su entrada dedicada
a España se preguntaba: "¿Qué se le debe a España? ¿Qué ha hecho por
Europa en los últimos dos, cuatro, diez siglos?" Movilliers
calificaba a España con epítetos como "pueblo de pigmeos" o "la
nación más ignorante de Europa".
Esta
afrenta se había convertido en una cuestión de Estado, por eso el conde de
Floridablanca, secretario real de Carlos III, solicitó a Forner que entrara a
concurso, aprovechando sus dotes de polemista. Y Forner entregó la obra dividida
en dos partes con la que pasaría a la historia: Oración apologética por la
España y su mérito literario. Floridablanca quedó tan entusiasmado por el
alegato que decidió publicarlo y otorgarle un premio de 6.000 reales.
La Oración
apologética es más oratórica que histórica, pues minusvalora la filosofía,
y basa las ciencias y las artes en la utilidad y la virtud. Forner defendió la orientación cristiana que estaba teniendo la cultura y literatura nacional, atacando el
racionalismo materialista de los enciclopedistas franceses. Elaboró una
exposición de las principales personalidades de las ciencias y las letras
españolas, enmarcando la contribución particular en el conjunto continental.
Destacó la contribución al Escolasticismo y al Humanismo, ciencias sagradas, moral, derecho, náutica, arte militar, medicina, lógica, jurisprudencia, etc. Es una obra típica de la Ilustración de su tiempo, pues exaltaba las ciencias prácticas. Recibió los reconocimientos del marqués de Valmar, Marcelino Menéndez Pelayo, Wenceslao Ayguals de Izco, y otros conservadores españoles.
Hizo mención especial al literato Miguel de Cervantes, al humanista Luis Vives, al rey sabio Alfonso X, al teólogo Melchor Cano, y a su promotor Floridablanca, aunque reconoció que nunca hubo un científico del nivel de Isaac Newton o un filósofo como Leibnitz.
Resaltó la contribución de la Escuela de Salamanca y de su Universidad, de sus grandes pensadores del siglo XVI:
Destacó la contribución al Escolasticismo y al Humanismo, ciencias sagradas, moral, derecho, náutica, arte militar, medicina, lógica, jurisprudencia, etc. Es una obra típica de la Ilustración de su tiempo, pues exaltaba las ciencias prácticas. Recibió los reconocimientos del marqués de Valmar, Marcelino Menéndez Pelayo, Wenceslao Ayguals de Izco, y otros conservadores españoles.
Hizo mención especial al literato Miguel de Cervantes, al humanista Luis Vives, al rey sabio Alfonso X, al teólogo Melchor Cano, y a su promotor Floridablanca, aunque reconoció que nunca hubo un científico del nivel de Isaac Newton o un filósofo como Leibnitz.
"España ha sido docta en todas edades. No hemos tenido en los efectos un Cartesio, no un Newton: démoslo de barato: pero hemos tenido justísimos legisladores y excelentes filósofos prácticos, que han preferido el inefable gusto de trabajar en beneficio de la humanidad a la ociosa ocupación de edificar mundos imaginarios en la soledad y silencio de un gabinete."
"Es menester confesarlo: solos Juan Luis Vives y Francisco Bacon de Beruliano han conocido en el mundo el mérito intrínseco, el valor real de la sabiduría, y solos ellos eran capaces de desempeñar dignamente el aprecio de la de cada nación."
"Para mí entre el Quijote de Cervantes, y el Mundo de Descartes, o el Optimismo de Leibniz no hay más diferencia, que la de reconocer en la novela del español infinitamente mayor mérito que en las fábulas filosóficas del francés y del alemán."
Forner reconocía la contribución que la España islámica había aportado a las artes y las ciencias durante el decadente Medio europeo, y las intenciones de sabios de Europa por llegar a España y adquirir aquellos conocimientos.
"Tal era el decadente estado de la literatura en Europa, cuando levantadas ya en el siglo XI escuelas célebres en España por los Árabes que la dominaban, excitada con ellas la emulación de Inglaterra, Francia, Italia, Alemania, sus sabios y maestros corren ansiosamente, parte a España, parte a la Arabia misma, a adquirir los métodos y materias de que carecían..."
"La España árabe era el emporio de cuantos deseaban aprender las artes…. De allí salió el conocimiento de las Matemáticas, de allí la Astronomía, de allí la Medicina, de allí la Botánica, de allí la Química,…"
"Averroes introducido sin diligencia suya en el imperio de la Filosofía, suministró sistemas nunca oídos, que se fundaron sobre sus malas interpretaciones de la de Aristóteles."
"España, libre del contagio del Escolasticismo, daba de sí entre los sarracenos habilísimos médicos, astrónomos, geómetras, algebristas, químicos, poetas, historiadores..."
Resaltó la contribución de la Escuela de Salamanca y de su Universidad, de sus grandes pensadores del siglo XVI:
"Las primeras Cátedras con que se señaló la Universidad de Salamanca, erigida a mediados del siglo-XIII, fueron las de Lógica, Retórica, Aritmética, Geometría, Astronomía, y Música, artes todas que no se fomentaron ciertamente para formar grandes escolásticos."
"... y habiendo florecido en él nuestros grandes nombres, Victoria, Cano, Báñez, Soto, Castro, Suárez, Valencia, Maldonado, y el restante escuadrón de varones doctísimos, escolásticos todos, pero escolásticos que entendieron y usaron de las humanidades y cultura de las lenguas y bellas letras con tanta maestría y acierto, como los que en otros países han colocado su gloria en sólo profesarlas; la malignidad misma habrá de confesar que uno de estos vale por muchos Okamos y Halesios."
ORACIÓN APOLOGÉTICA POR LA ESPAÑA Y SU MÉRITO LITERARIO Y EXEQUIAS DE LA LENGUA CASTELLANA |
En
esa misma línea definida en su Oración apologética continuó con otra gran obra Discursos
filosóficos sobre el hombre, publicada en 1787. Defendía a los grandes eruditos
del pensamiento español del Siglo de Oro, como Francisco de Vitoria, promotor
del Derecho internacional de Gentes, Francisco Suárez, promotor de la teoría de
la soberanía popular, ambos máximos exponentes de la Escuela de Salamanca, y a Juan Luis Vives, gran humanista europeo del Renacimiento y promotor de la
psicología. Frente a estos grandes ejemplos de filósofos españoles
representativos de la tradición cristiana, Forner criticó la ciencia de la
Ilustración, encabezada por Voltaire.
En
el tratado de historiografía ilustrada Discurso sobre el modo de escribir y
mejorar la Historia de España, Forner estableció una teoría estética de la historia; una síntesis de la historiografía basado en la poesía. Esta obra fue
publicada de forma póstuma, en 1816, ya que la mayor parte de la obra de Forner
fue censurada, guardada por el también extremeño Manuel de Godoy, valido de Carlos
IV, y editada, finalmente, por Valmar en su obra Poetas líricos del siglo
XVIII. Y
lo mismo sucedió con Exequias de la
lengua castellana. Sátira menipea, publicada en 1834.
Las
Exequias de la lengua castellana es posiblemente la mejor obra de Forner por
ser una de las críticas más extraordinarias de la Ilustración española. En ella
ofreció una visión global de la literaturas española, pero haciendo juicios
sobre los autores clásicos e ironías contra los modernos. El argumento se basa
en un viaje al Parnaso de la lengua castellana, que camina de manera moribunda
y viciada por los literatos modernos que la corrompen y usan un latín bárbaro. Mezclando
tanto prosa y como verso, utilizó composiciones burlonas y satíricas para
criticar a los autores contemporáneos influenciados por los enciclopedistas
franceses y para revalorizar la literatura heredada del clasicismo latino.
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