Todos los caminos llevan a Santiago, es una afirmación de Antonio Machado por la que no hay camino, sino que lo hacen los caminantes al andar. En el siglo XI, España construyó una de las columnas vertebrales de Europa. Según Goethe, Europa nace de la peregrinación. Dante escribió que sólo merecían el nombre de peregrinos los que viajaban a Compostela, los que viajaban a Roma serían romeros, y a Jerusalén palmeros pues traían palmas de Jericó.
El Camino de Santiago como centro espiritual es una de las grandes aportaciones españolas a Europa y a la Cristiandad. Peregrinos de todos los estamentos sociales recorrieron la ruta compostelana en busca del sepulcro del apóstol San Jacobo sobre un campo de estrellas al que llamaron Compostela. El rey asturiano Alfonso II y el emperador Carlomagno promovieron su culto por toda Europa en un momento decisivo para la Cristiandad.
La mentalidad de Reconquista de los reinos hispánicos convirtieron al evangelizador de la Hispania romana en el guerrero ecuestre Santiago Matamoros, que de apóstol se convierte en guerrero ecuestre defensor del Cristianismo contra el islam. La ruta fue un eje vertebrador del norte peninsular, en una vía comercial entre ciudades aforadas y un canal difusos de tendencias artísticas y culturales.
1. ORÍGENES DE LAS PEREGRINACIONES DE LA HUMANIDAD
La Peregrinación es un viaje a un lugar santo en el cual se ha manifestado de un modo particular la presencia de un poder sobrenatural. Desde la prehistoria han existido lugares de peregrinación: Mathura y Benares para los hindúes; el sepulcro de Confucio para los chinos; Delfos y Olimpia para el mundo helénico; Jerusalén para los hebreos; la Meca y la tumba de Mahoma en Medina para los musulmanes.
Los primeros cristianos profesaron particular devoción a los Santos Lugares, santificados por Jesucristo, y a los Santos Mártires, especialmente a los más allegados al Maestro: Pedro, Santiago, Andrés; Jerusalén, Roma y Santiago de Compostela son los tres vértices del gran triángulo medieval, meta preferida de las peregrinaciones cristianas.
En el Nuevo Testamento existen varios personajes como el nombre de Jacobo. Este, en concreto, fue llamado Jacobo el Mayor. En hebreo fue llamado Jacob; en griego, Jákobos; en latín, Jacobus; y en las diversas lenguas españolas como Jacobo, Iago, San Yago y Santiago. La vida y milagros de Santiago el Mayor se encuentra también en los Evangelios y en los Hechos de los Apóstoles.
Era hermano mayor de Juan Evangelista, también apóstol, e hijo de Zebedeo y Salomé, originarios de Betsaida, habitaban en la cercana Cafarnaún, trabajando en el negocio familiar de pesca en las riberas del Lago de Genesaret. Estaban asociados con otra pareja de hermanos, Pedro y Andrés, en la industria de la pesca del lago para cuyo trabajo contaban con empleados ocasionales. De este círculo de pescadores, Jesús se llevó sus cuatro primeros discípulos: Pedro y su hermano Andrés, Jacobo y su hermano Juan.
Estos cuatro discípulos acompañaron a Jesús en los primeros días de la difusión de su doctrina. Jacobo estuvo presente en el Monte de los Olivos recibiendo de los labios de Jesús el anuncio de la destrucción del templo de Jerusalén, de la completa ruina de la ciudad y de las catástrofes que precederán al final de los tiempos; y fue testigo de la última aparición de Jesús en Galilea tras su resurrección.
Jacobo, junto con Pedro y Juan, fue uno de los apóstoles que tuvo una relación más íntima y especial confianza con Jesús, obteniendo el puesto de testigo privilegiado en los momentos más importantes. El mismo Jesús apodó a Jacobo y a Juan con el sobrenombre de hijos del trueno seguramente por su arrojo y decisión. Jacobo aparece como una persona apasionada, capaz de ponerlo todo en juego; un hombre que arrasa por su iniciativa y valor.
3. APOSTOL JACOBO EN LA HISPANIA ROMANA
Tras la muerte de Jesucristo, Santiago forma parte del grupo inicial de la Iglesia Primitiva de Jerusalén. Los apóstoles se reparten las áreas geográficas por las que predicar, a Santiago le corresponde Hispania y las regiones occidentales.
Llegó a algún puerto de Andalucía embarcado en cualquier carguero que surcaba la ruta comercial entre Hispania Palestina. Comienza la evangelización de las tierras de Hispania desde el sur para ir desplazándose por tierras lusitanas, hasta llegar al final de la tierra o mundo conocido, el Finis Terrae. Continuó su labor dirigiéndose hacia el este peninsular, pasando por Zaragoza y zarpando de nuevo en un barco mercante hacia Jerusalén desde la costa hispánica mediterránea. Hay que tener en cuenta que al comienzo de la Era cristiana se desarrollaba el transporte de minerales como el estaño, oro, hierro o cobre desde la Hispania romana a las costas de Palestina.
Llegó a algún puerto de Andalucía embarcado en cualquier carguero que surcaba la ruta comercial entre Hispania Palestina. Comienza la evangelización de las tierras de Hispania desde el sur para ir desplazándose por tierras lusitanas, hasta llegar al final de la tierra o mundo conocido, el Finis Terrae. Continuó su labor dirigiéndose hacia el este peninsular, pasando por Zaragoza y zarpando de nuevo en un barco mercante hacia Jerusalén desde la costa hispánica mediterránea. Hay que tener en cuenta que al comienzo de la Era cristiana se desarrollaba el transporte de minerales como el estaño, oro, hierro o cobre desde la Hispania romana a las costas de Palestina.
Una vez en Jerusalén completaría su tarea, acompañado de sus discípulos Atanasio y Teodoro.
Por orden de Herodes Agripa, brazo ejecutor de los alocados caprichos de Calígula, Santiago y Pedro cayeron presos como figuras representativas para dar un escarmiento a la comunidad cristiana y contentar a los judíos. En aquel año 44, el rey de los judíos, tratando de conseguir la confianza de Roma, intensificó la persecución de las primeras comunidades cristianas. El intento fue inútil. Santiago muere decapitado a los 42 años, convirtiéndose en el primer apóstol en verter su sangre por Jesucristo. Así lo dejó escrito Lucas: "Herodes Agripa quitó la vida con la espada a Santiago, hermano de Juan."
Los judíos arrojan el cuerpo fuera de la ciudad, sus dos seguidores Atanasio y Teodoro recogen sus restos para ser enterrado en la tierra donde había predicado. Estos lo embarcaron en el puerto de Jaffa, cruzaron el Mediterráneo, subieron por la costa portuguesa hasta llegaron a las costas la provincia de Gallaecia.
La tradición recoge que fue un barco de piedra; la explicación actual explica que en realidad fue un barco cargado de piedra, tratándose de un mercante dedicado al importante comercio del mármol y otros tipos de piedras por todo el imperio romano.
Allí, en un pequeño asentamiento de origen romano del noroeste ibérico llamado Iria Flavia, la actual Padrón, en la confluencia del Sar y el Ulla, en el fondo de la ría de Arousa, buscaron un lugar adecuado para dar sepultura al maestro. Cerca de allí vivía en una soberbia fortaleza celta Lupa. Los discípulos de Jacobo intentaron enterrar al apóstol en un sepulcro dentro de sus posesiones, pero aquella mujer, que no fue creyente del apóstol, encerró a los dos hombres en las mazmorras, donde terminaron muriendo junto al cuerpo del santo.
Más tarde la reina Lupa se convirtió al cristianismo y levantó una cripta con una capilla en el monte Liberum Donum, en un lugar vagamente designado como Arcis Marmoricis, para dar sepultura cristiana a los restos del apóstol y a sus dos discípulos.
4. INVASIÓN ISLÁMICA
Pasaron los siglos, el mundo se olvidó de la reina celta y de aquel pequeño santuario de Iria Flavia. La Península, mientras tanto, pasó por manos de varios colonizadores. Las invasiones bárbaras obligaron a los hispanos a ocultar las reliquias del santo, hasta que los musulmanes levantaron el estandarte de la media luna desde Gibraltar hasta los Pirineos, provocando un retroceso del Cristianismo a los territorios francos de Aquitania y el occidente de Europa.
Las tropas árabes penetraron en el sur de Galia por los desprotegidos puertos de la cordillera pirenaica, venciendo a los ejércitos de los reyes merovingios, que no pudieron hacer nada para contener la fuerza del Islam, hasta que el duque Carlos Martel, en 732, detuvo la ofensiva del califato omeya en la batalla de Poitiers.
Gran parte de la población de Al-Ándalus se convertía a la nueva religión, mientras que los judíos y cristianos que decidían permanecer fieles a su fe podían seguir manteniendo ritos y creencias a cambio del pago de un impuesto. La Península estaba desconectada del resto de Europa y, por tanto, fuera del control del papado de Roma.
Mahoma había prometido a los que diesen su vida en la guerra santa las más reconfortantes delicias ultraterrenas, convirtiéndose las batallas en un peculiar deporte espiritual. El fanatismo produjo grandes frutos a la media luna, y simétricos desastres a los descendientes de los hispano-visigodos.
Además, las peregrinaciones a La Meca, que debían hacerse al menos una vez en la vida, servían para cohesionar un mundo árabe en pleno apogeo imperialista. Habría que sumar la fundación de la mezquita de Córdoba sobre una iglesia anterior por Abderramán I, convirtiéndose en la Meca de Occidente y un famoso lugar de peregrinaje gracias a la obtención de varias reliquias del profeta Mahoma.
Carlomagno, hijo de Pepino el Breve y nieto de Carlos Martel, acaparó el poder del Imperio franco en el año 768. Emprendió varias campañas bélicas por Europa y sometió a sajones, avaros, eslavos y lombardos. Declaró la guerra a los musulmanes, atravesó los Pirineos, tomó la ciudad de Pamplona y sitió Zaragoza, estableciendo la Marca Hispánica entre valle del Ebro y los Pirineos.
Mientras regresaba a Francia, la retaguardia del ejército carolingio cayó en una emboscada de tropas vasconas, aliadas de los árabes de la dinastía de los Banu Qasi, y sufrió una terrible derrota. En la emboscada de Roncesvalles murieron Roldán y los Doce Pares de Francia, una gesta épica narrada en la obra literaria Chanson du Roland, que sirvió de inspiración a una parte importante del simbolismo del Camino de Santiago.
En la Navidad del año 800, el papa León III coronaba a Carlomagno Imperator Romanorum en una espectacular ceremonia. La elección del nuevo jefe político y religioso del imperio occidental culminaba un paulatino proceso de ruptura entre el papado y Bizancio, comenzando una etapa de esplendor para el arraigo del cristianismo en el occidente europeo, denominado Renacimiento Carolingio, una etapa que coincide con un resurgimiento de las artes y las ciencias y la construcción de bibliotecas, escuelas y obras arquitectónicas.
Carlomagno murió en el 814, un año después del hallazgo de los restos del apóstol Jacobo en la costa gallega, y el mundo cristiano comenzó un imparable proceso de desintegración.
El territorio cayó bajo el dominio de la nobleza feudal y no cesaban las invasiones y saqueos de los pueblos normandos desde el norte, eslavos y mongoles por el este, y sarracenos desde la península Ibérica del extinto reino Hispano-visigodo.
Las guerras intestinas entre los señores feudales destruían los campos y devastaban las ciudades, dejando a su paso plagas, hambre y epidemias. Era necesario un acontecimiento que levantara el ánimo y la fe de una Europa barrida por la miseria.
7. CREACIÓN DEL MITO JACOBEO
A principios del siglo IX, un monje ermitaño llamado Pelagio acudió a Teodomiro, obispo de Iria Falvia, contando un extraño fenómeno que presenció en un monte cercano llamado Libredón.
Según la leyenda, el ermitaño habría avistado luces provenientes de estrellas y se escuchaban voces angelicales en el lugar sagrado. Teodomiro ordenó investigar el terreno y aparecieron las ruinas de una capilla y un sepulcro romano de mármol blanco con los restos del apóstol Jacobo y sus dos discípulos. Se trataba del Arca Marmérea. Era el año 813. El obispo Teodomiro abandona Iria Flavia, e instala en Compostela su sede episcopal de forma temporal residiendo en ella hasta su muerte.
Este hallazgo fue un hecho trascendental que deslumbró y conmovió profundamente a los pueblos del Occidente medieval. El Cristianismo ya tenía un mito por quien luchar, Santiago, y un lugar para venerarle, Compoestela, que significa campus estellae (campo de estrellas) o, según algunas fuentes, compositum (cementerio).
El papa León III avaló el hallazgo según lo contara en 1077 la Concordia de Atealtares, el primer testimonio escrito de los hechos.
Desde ese momento, la tumba del apóstol quedó establecida oficialmente en aquel mágico lugar, cercano al cabo de Finisterre, punto situado en el extremo occidental de Europa. El camino a Finisterre era indicado desde cualquier lugar de Europa por las estrellas de la Vía Láctea. Desde antiguo se creía que allí se acababa el mundo y que el Atlántico era "la tumba del sol". Posiblemente estos hechos geográficos y astronómicos ayudaron a reforzar el magnetismo que desde entonces provocó en millones de almas la ruta jacobea.
SANTIAGO MATAMOROS Y SANTIAGO CABALLERO DE SU ORDEN |
8. VEROSIMILITUD DEL HALLAZGO
Las primeras noticias sobre la vinculación del apóstol con el territorio peninsular habían sido ya defendida por numerosos autores grecolatinos durante los siglos VI y VII, es decir, mucho antes de que se produjera el sorprendente descubrimiento de su sepulcro en Galicia. El hallazgo constituía el final lógico de una tradición oral y escrita, recogida en algunos beatos y códices que, tras la muerte de Jesucristo, ubicaba a Santiago el Mayor como evangelizador en tierras de la antigua Hispania y que fue enterrado en Galicia.
Las afirmaciones de San Jerónimo ratifican que fue establecido, al disponerse la salida de los Apóstoles hacia todos los rumbos de la tierra, que al morir "...cada uno descansaría en la provincia dónde había predicado el Evangelio".
Posteriormente, el Breviarum Apostolorum (Breviario de los apóstoles), texto redactado hacia el año 650 a partir de fuentes bizantinas, recoge la predicación de Santiago en Hispania y en regiones occidentales y de su enterramiento en el Arca Marmárica.
La invasión árabe y los tumultuosos cambios políticos, sociales y religiosos que acarrearon en el país silenciaron durante un tiempo la incipiente tradición jacobea en España. Pronto resurgía la tradición escrita cuando, hacia el año 776, el asturiano Beato de Liébana, escribió en su Comentario al Apocalipsis de San Juan: "¡Oh Apóstol, dignísimo y santísimo, cabeza refulgente y dorada de España, defensor poderoso y Patrono nuestro."
Los textos firmados por el anglosajón Beda Venerabilis (Beda el Venerable), a principios del siglo VIII describieron con meticulosa precisión la localización exacta del cuerpo del Apóstol en Galicia.
En la España islámica también se conoció la noticia, el poeta árabe Algazel llamó en 845 a Compostela "la Kaaba de los cristianos".
El primer relato extenso que se conserva sobre el hallazgo es la Concordia de Antealtares escrito en 1077, en la que se narra cómo hacia el año 820-834 un eremita, llamado Pelayo, presenció en las inmediaciones de Solovio, en el bosque de Libredón, una serie de prodigiosos fenómenos luminosos (lluvias de estrellas) y apariciones angélicas. Todo ello, se afirma, era la prueba inequívoca de que allí reposaban los míticos restos del apóstol Santiago.
Ya en el siglo XII, el hecho histórico también es verificado por las explicaciones proporcionadas por el Códice Calixtino de Aumeryc Picaud o la Legenda Aurea para dar fe de su traslado a tierras del confín continental, el final de la tierra llamado Finnis Terrae. La Guía del Peregrino de Santiago de Compostela, recogida en el Códice Calixtino dio una gran propaganda a la ciudad, siendo la primera guía turística escrita en tierras cristianas.
Ya en el siglo XII, el hecho histórico también es verificado por las explicaciones proporcionadas por el Códice Calixtino de Aumeryc Picaud o la Legenda Aurea para dar fe de su traslado a tierras del confín continental, el final de la tierra llamado Finnis Terrae. La Guía del Peregrino de Santiago de Compostela, recogida en el Códice Calixtino dio una gran propaganda a la ciudad, siendo la primera guía turística escrita en tierras cristianas.
La bula Regis Aeterni, concedida por el papa Alejandro III en 1179, confirma la concesión del privilegio de jubileo a Compostela por el papa Calixto II en el año 1120 por lo que serán Años Santos Compostelanos o Años Jubilares todos aquéllos en los que el día 25 de Julio, día de Santiago, coincida en domingo. Compostela aventaja claramente a la propia Roma en este aspecto. Allí los años jubilares suelen coincidir cada 25 años, en Compostela cada seis. Aquella bula papal también concede el perdón de los pecados a todos los peregrinos que en año santo concluyan la ruta desde su lugar de origen a la ciudad santa y en su catedral presenciase alguna misa.
Numerosas relaciones de monjes y personas importantes, códices e himnos, breviarios de Braga, Lugo, Orense, Zamora, Burgos y otros, realizan una gran labor publicitaria de la aparición y de su peregrinación.
Los estudios arqueológicos del reciente siglo pasado han arrojado más luz sobre la tumba y el culto sepulcral a Santiago el Mayor durante los nueve primeros siglos de la era cristiana. Las excavaciones realizadas en el subsuelo de la Catedral de Santiago de Compostela han permitido situar el mausoleo dentro de una necrópolis cristiana, romana y germánica entre los siglos I y VII. Todos estos datos han ayudado a aclarar, unir y armonizar los datos inconexos de la tradición compostelana.
Por otra parte, San Pablo en su Epístola a los Romanos, escrita hacia el año 58, tras decir que pensaba predicar donde no lo habían hecho otros (Romanos 15), expresaba su deseo de hacerlo en Hispania. Aunque cuando Jesús dijo a sus discípulos que tenían que ser sus testigos hasta los extremos de la tierra (Hechos de los Apóstoles 1), muchos han identificado uno de los "extremos de la tierra" con Finisterre.
9. INICIOS EN EL REINO DE ASTURIAS
Los siglos IX y X representan la consolidación del reino asturleonés en condiciones muy difíciles desde el punto de vista político, religioso y militar.
Cuando tuvo noticia del hallazgo del cuerpo del Apóstol, reinaba en Asturias Alfonso II el Casto, que reinó durante un largo periodo de tiempo, entre el año 791 y el 842. Fue un personaje fundamental en la historia de la Ruta Jacobea y de la Reconquista, y aliado de Carlomagno ya que les unía su mutua lucha contra el islam. Había liberado grandes extensiones en Galicia, León y Castilla e intentó recuperar el ideal unificador de la Monarquía hispano-visigoda.
Este gran gobernante estableció la capital en Oviedo, a la que dotó de numerosos edificios públicos y construyó numerosas iglesias y palacios, tratando de imitar el antiguo esplendor del Toledo visigodo. La iglesia ovetense se enfrentó a la toledana, generando la llamada Controversia del Adopcionismo hispánico. Famosos son los cruces dialécticos entre Beato de Liébana y Elipando de Toledo a cuenta de la herejía adopcionista. Para los asturianos la iglesia de Toledo había caído en la tolerancia e incluso complicidad con ciertas creencias islámicas.
Enterado de la sorprendente noticia, Alfonso II viajó con su cortejo real desde Oviedo al lugar del descubrimiento considerándose el primer peregrino jacobeo de la historia. En Iria Flabia ordenó construir la primera iglesia del apóstol Sant Yago en honor del santo, de estilo románico asturiano, típica del siglo IX, pequeña y rústica.
Varios años antes, siguiendo las proclamas del Beato de Liébana, el monarca declaró a Santiago patrón del reino de Asturias y de toda la península, territorio que aún faltaba por conquistar al infiel.
En el lugar del santo hallazgo se instaló una pequeña comunidad de agustinos que constituyó el primer núcleo de lo que más tarde sería Santiago del Campo de Estrellas.
El mismo Alfonso II dio cuenta del prodigioso suceso a Carlomagno, y la noticia se propagó entonces con rapidez por toda Europa. Esto es lo que se relata en el Códex Calixtinus escrito por Aymeric Picaud. La realidad coincide con la leyenda en el hecho de que Alfonso II ordenó la construcción de un templo dedicado al Apóstol.
Antes de terminar el siglo IX, Alfonso III el Magno encargaba la construcción de una basílica mayor a Sant Yago, digna del acontecimiento que comenzaba a mover a los fieles de Europa. Este hecho fue documentado en la Crónica de Sampiro en el año 872. La nueva iglesia que sustituía a la anterior constaba de sillería con columnas y bases de mármol.
El enorme prestigio que proporciona la presencia de las reliquias de Santiago el Mayor, fue aprovechado hábilmente por los monarcas asturianos para legitimar su poder y consolidar su reino en oposición a Al-Ándalus y para darse a conocer al resto de la Cristiandad europea. Por lo tanto, el hallazgo se presentó para el núcleo de resistencia astur como una necesidad. Qué mejor elemento de identidad de un reino en fase embrionaria que el de la aparición en su área de acción del cuerpo del apóstol Santiago. Razón de sobra para que en el año 906 Alfonso III informase al clero de Tours del gran hallazgo.
10. SÍMBOLO DE LA LUCHA CONTRA EL ISLAM
Para los reyes asturianos, el descubrimiento del sepulcro del Apóstol Mártir fue un hecho muy importante no solo en el aspecto religioso, sino también militar.
En el primer tercio del siglo IX, la invasión musulmana estaba prácticamente consolidada y únicamente los reinos del norte se resistían a su dominación. Alfonso II, al contrario que sus antecesores, era partidario de reanudar la guerra contra los árabes.
El hallazgo de los restos de Santiago, fechados hacia el año 830, supuso encontrar también las señas de identidad necesarias para unir a los reinos cristianos, para legitimar su poder, para luchar contra el enemigo invasor, para fundamentar su recién nacido espíritu de reconquista y para aproximarse al resto de la cristiandad en la que aspiraban a integrarse.
Por otro lado, Al-Ándalus se había fortalecido políticamente desde la creación del Emirato, primero, y del Califato de Córdoba, después. Este nuevo poder peninsular quedó reflejado el establecimiento de tributos a los reinos del norte peninsular y en la puesta en marcha de numerosas incursiones militares durante los siglos IX y X, llegando a su máxima expresión en los tiempos de devastación de Almanzor, quien arrasó Santiago y destruyó la basílica de Santiago en el 997. Las quince campanas de la catedral fueron transportadas hasta Córdoba por cristianos esclavizados como botín de guerra. Tuvieron que pasar muchos años hasta que Fernando II devolviese las campanas, esta vez a hombros de esclavos moros.
Surgieron otros enemigos inesperados, los vikingos y normandos sembraron de destrucción las cotas gallegas cercanas, saqueando los pueblos hasta donde podían llegar con sus barcos.
Para los reyes asturianos, el descubrimiento del sepulcro del Apóstol Mártir fue un hecho muy importante no solo en el aspecto religioso, sino también militar.
En el primer tercio del siglo IX, la invasión musulmana estaba prácticamente consolidada y únicamente los reinos del norte se resistían a su dominación. Alfonso II, al contrario que sus antecesores, era partidario de reanudar la guerra contra los árabes.
El hallazgo de los restos de Santiago, fechados hacia el año 830, supuso encontrar también las señas de identidad necesarias para unir a los reinos cristianos, para legitimar su poder, para luchar contra el enemigo invasor, para fundamentar su recién nacido espíritu de reconquista y para aproximarse al resto de la cristiandad en la que aspiraban a integrarse.
Por otro lado, Al-Ándalus se había fortalecido políticamente desde la creación del Emirato, primero, y del Califato de Córdoba, después. Este nuevo poder peninsular quedó reflejado el establecimiento de tributos a los reinos del norte peninsular y en la puesta en marcha de numerosas incursiones militares durante los siglos IX y X, llegando a su máxima expresión en los tiempos de devastación de Almanzor, quien arrasó Santiago y destruyó la basílica de Santiago en el 997. Las quince campanas de la catedral fueron transportadas hasta Córdoba por cristianos esclavizados como botín de guerra. Tuvieron que pasar muchos años hasta que Fernando II devolviese las campanas, esta vez a hombros de esclavos moros.
Surgieron otros enemigos inesperados, los vikingos y normandos sembraron de destrucción las cotas gallegas cercanas, saqueando los pueblos hasta donde podían llegar con sus barcos.
Aparece la figura de Santiago Matamoros, que de apóstol se convierte en guerrero ecuestre contra el islam. Santiago es representando en su caballo blanco, armado con espada y escudo, aplastando los cuerpos de los moros y degollando sus cabezas. Un santo defensor del Cristianismo hispánico que encabezara el ataque de los ejércitos en las más importantes batallas de la Reconquista.
La presencia de Santiago en el imaginario y mentalidad de los pueblos cristianos aportó un aliciente y moral en su empresa reconquistadora contra el invasor islámico. Así, la figura de Santiago reencarnado en guerrero tomó consciencia por primera vez el 23 de mayo del 844 en la batalla de Clavijo, cerca de Logroño.
Esta legendario batalla fue causada por la negación del rey Ramiro I de Asturias, hijo de Alfonso II el Casto, a pagar el Tributo de las Cien Doncellas. Un impuesto que los reyes asturianos debían efectuar al emir de Córdoba a cambio de no ser atacados y que consistía en 100 doncellas cristianas, 50 nobles y otras tantas plebeyas. El rey astur decidió no aceptar más humillaciones de Abderramán II y enfrentarse a su poderoso ejército con sus tropas en clara desventaja numérica. Un primer encuentro tuvo lugar en la villa de Albelda, donde la derrota cristiana obligó a huir a los supervivientes hasta Clavijo, a pocos kilómetros de Logroño. Refugiados en las laderas del monte sobre el que se alzó después el castillo de Clavijo y sumidos en la desesperanza, cuentan los relatos que a Ramiro se le apareció el apóstol Santiago en un sueño para anunciarle su presencia en la batalla que tendría que librarse al día siguiente.
Así es como aparece en la Crónica Silense del siglo XII, o en la la Primera Crónica General de 1270, escrita por Alfonso X el Sabio, quien reprodujo las palabras del apóstol a Ramiro I en sueños:
"Sepas que Nuestro Señor Jesucristo repartió entre todos los apóstoles todas las provincias de la tierra. Y a mí sólo me dio España para que la guardase. Rey Ramiro, esfuérzate en tu oración y se bien firme y fuerte en tus hechos, que yo soy Santiago. Y ten por verdad que tú vencerás mañana con la ayuda de Dios a todos esos moros..."
Según la leyenda, en pleno fragor de la batalla, el apóstol Santiago apareció bajo la forma de un jinete de deslumbrante blancura y armado espada en mano a lomos de su caballo blanco atacando a los infieles, llegando a decapitar a 70.000 moros. De ahí surgió el apelativo a Santiago de "Matamoros". Los cristianos vencían contra pronóstico y el mito jacobeo traspasó definitivamente los Pirineos llegando a todos los rincones de la Cristiandad europea.
En señal de agradecimiento por la ayuda prestada a las tropas cristianas, el rey Ramiro estableció el denominado "voto de Santiago". Un impuesto cuya primera mención explícita aparece en la bula Iustitiae ac rationis ordo que el papa Pascual II concedió al obispo de Compostela Gelmírez en el año 1101.
Según el historiador del siglo XIX, José González de Tejada:
"A este tiempo se apareció Santiago sobre un fuerte y hermoso caballo blanco. A su vista se animaron briosos los cristianos y se amedrentaron tanto los infieles que, cobardes, volvieron las espaldas, huyendo desordenados, dejando el campo lleno de cadáveres moros y corriendo arroyos de su sangre que, se dice, llegaron hasta el río Ebro, que dista de aquel sitio dos leguas."
Según el historiador Claudio Sánchez-Albornoz:
"Es indudable que el culto a Santiago fue una fuerza poderosa galvanizadora de la resistencia de la cristiandad del noroeste hispano frente al Islam, del siglo IX al XII. Creyeron los peninsulares y creyó la cristiandad y el viento de la fe empujó las velas de la navecilla de Occidente y el auténtico milagro se produjo."
Relatos literarios mitológicos como estos de González de Tejada y de Sánchez-Albornoz y heroicas escenas pintadas como la de José Casado del Alisal han tenido a lo largo de los siglos una influencia enorme en la formación de la identidad nacional española. Muchos han sido los historiadores y literatos que narraron el origen y la repercusión de esta leyenda, confundiendo ficción con realidad. Los hechos se han narrado siempre de forma gloriosa, al estilo de la prosa densa de la Edad Media, promoviendo el espíritu de la Reconquista.
En los ambientes eruditos del Siglo de Oro surgieron replicas literarias. Miguel de Cervantes citó a Santiago como "caballero andante de Dios".
Los historiadores científicos han concluido que esta batalla no se libró jamás, pues se trata de una batalla legendaria como la de Arrigorriaga u otras de la época.
La primera batalla considerada como cruzada fue la efectuada por los cristianos pontificios, franceses, italianos, catalanes y aragoneses frente a Barbastro, en 1064. Pocos años más tarde, en 1085, la ciudad de Toledo, antigua capital del reino visigodo, es recuperada por los castellanos de Alfonso VI. Con esta victoria se incorporó al reino de Castilla el área comprendida entre el sistema Central y el Tajo.
Surgió un paralelismo entre Tierra Santa e Hispania, entre Jerusalén y Compostela, y ambas ciudades se convirtieron en meta de peregrinaciones y en centro del ideal cristiano frente al infiel. Durante este período, Santiago fue mostrándose como principal líder de las tropas cristianas; la tradición oral, más tarde, los textos recogieron sus hazañas sobrenaturales y milagros.
La iconografía de Santiago Matamoros fue con el espíritu de las órdenes militares. Aquellos monjes guerreros, defensores de la Iglesia participaron tanto en las cruzadas de la Tierra Santa como de la Reconquista. En ellos coincidió el sentido religioso propio de las órdenes monásticas y el espíritu caballeresco y militar de la época. No resulta extraño ver al apóstol con la espada en la mano combatir, a la cabeza de las tropas cristianas, contra los ismaelitas. La fundación de la Orden de Caballeros de Santiago se sitúa en 1170.
En 1184, los almohades amenazaron Lisboa y Santarem por tierra y por mar, pero fueron derrotados por fuerzas cristianas, entre ellas 20.000 hombres del arzobispo compostelano Suárez de Deza, lo que supuso una buena propaganda para su ciudad y las peregrinaciones.
Y ya en el siglo XII, hacia el 1125, el obispo Diego Gelmírez construyó una flota de galeras para hacer frente a las invasiones por mar.
Siglos más tarde, la política fiscal de los Reyes Católicos restauraría el "voto de Santiago" destinado a financiar el final de la Reconquista.
Durante los últimos siglos de la Edad Media española, surgió un movimiento de pensamiento mitológico que condicionó el desarrollo de una literatura en lengua romance llena de leyendas caballerescas, cuya influencia estuvo en la antigüedad clásica y en el renacimiento carolingio. Así, mientras se escribían códices en materia científica o jurídica, como los de la Escuela de Traductores de Toledo o los de Alfonso X el Sabio, aparecieron otros de carácter popular, entre los que destacan Gonzalo de Berceo, Calila e Dimna, el Libro de Apolunio, la Gran Conquista de Ultramar, el Libro de Alexandre, etc. Este tipo de literatura adquirió mayor difusión en el siglo XIV, con la Historia del caballero Cifar, don Juan Manuel y El Conde Lucanor del arcipreste de Hita.
Muchos de estos mitos tuvieron origen oriental, pero otras veces provienen de la literatura nórdica, divulgándose a través de novelas simbólicas, del ciclo árabe o caballeresco. En la Historia del Caballero Cifar aparece reproducido Flores de Filosofía, uno de los más famosos catecismos político-morales del siglo XIII, y en el siglo XIV tuvieron carácter moralizante los exemplos de El Conde Lucanor o El Libro de Buen Amor del Arcipreste de Hita.
Entre este tipo de literatura adquirieron gran divulgación leyendas como la de Buda, que circuló con el nombre de Baarlam y Josafat, el Santo Grial o el mito de Psiquis.
El Cid Campeador fue histórico, aunque el Poema de Mío Cid, Carmen campidoctoris y el Cantar de Sancho el Fuerte sean poesía.
11. CAMINO DEL NORTE O RUTA DEL CANTÁBRICO
La noticia de la aparición se extendió por Europa y comenzaron a peregrinar fieles de todos los rincones del continente. Los reinos cristianos peninsulares van recuperando sus dominios y convierten a Compostela en el principal foco de atracción espiritual del reino de Asturias-León, y poco después de toda Europa. En el siglo X la peregrinación a Compostela es un hecho consolidado en la cristiandad. Al comenzar el culto al Santo y aumentar el prestigio del mismo, se traza un camino, aprovechando antiguas vías romanas por la costa cantábrica, asturiana, vasca y gallega. La intención era tomar un camino hacia Compostela por el norte peninsular, más seguro y libre del asedio de los sarracenos, que controlaban los caminos del sur de la cordillera Cantábrica. Son los orígenes del Camino del Norte o Camino de la Costa. En él, los peregrinos reducen los riesgos de los posibles saqueos y razias morunas que sufrían las ciudades del norte.
El Camino de la Costa encuentra su origen en Irún para posteriormente recorrer las tierras de Guipúzcoa, Vizcaya, Cantabria, Asturias y Galicia. El paso obligado era la ciudad de Oviedo, capital del reino de Asturias, y su catedral, con las reliquias sagradas de la cristiandad. Los peregrinos acudían a millares cada año, se levantaban hospitales, albergues, iglesias y nuevos burgos, villas y ciudades.
El Camino de la Costa encuentra su origen en Irún para posteriormente recorrer las tierras de Guipúzcoa, Vizcaya, Cantabria, Asturias y Galicia. El paso obligado era la ciudad de Oviedo, capital del reino de Asturias, y su catedral, con las reliquias sagradas de la cristiandad. Los peregrinos acudían a millares cada año, se levantaban hospitales, albergues, iglesias y nuevos burgos, villas y ciudades.
12. RUTAS HISTÓRICAS
La primitiva senda de la costa fue trasladándose hacia el sur a medida que la Reconquista cristiana iba ensanchando sus territorios. Expulsadas las tropas musulmanas del norte de España, fue necesario repoblar el territorio, establecer un nuevo camino por el sur de la cordillera Cantábrica que enlazara con una sólida red de caminos para la circulación de personas, mercancías e ideologías que vinieran del resto de Europa atravesando los Pirineos. Esa nueva ruta, por la cual pasaban la mayoría de los peregrinos, fue llamada Camino Francés.
Las rutas marinas comenzaron en el siglo X, siendo muy utilizadas a partir del siglo XIV. Entre ellas están las recorridas por los que desembarcaban en Muxía, Finisterre, Corcubión, Muros o Noya, pero hay dos que destacan sobre el resto: el Camino Inglés y la Ruta del Mar de Arosa.
En total se formaron ocho rutas históricas, tanto terrestres como marítimas, denominados Itinerarios Jacobeos:
El Camino Primitivo es el primer Itinerario Jacobeo iniciado desde Oviedo por el rey de Asturias, Alfonso II el Casto quien fue primer peregrino oficial.
El Camino Francés es el más transitado y el más promocionado. Su nombre se debe a que a él conducen las cuatro vías principales provenientes de Francia: la Podense desde Le Puy, la Lemovicense desde Limoges, la Touronense desde Tours y la Tolosana desde Toulouse. Las tres primeras se adentran en la península atravesando los Pirineos por Roncesvalles y la cuarta lo hace por Somport. Se unen en Puente la Reina, pasan por ciudades como Viana, Logroño, Nájera, Burgos, León y Astorga, atravesando las provincias de Huesca, Navarra, La Rioja, Burgos, Palencia, León, Lugo y La Coruña.
El monasterio riojano de Albelda, en la orilla del río Iregua, fue uno de los primeros puntos que fueron definiendo el Camino. Hasta el siglo XI era difícil que los peregrinos marcharan tan cerca del valle del Ebro hasta Briviesca y Burgos debido a que era territorio de la Taifa de Zaragoza. En el siglo XI estaban en posesión del reino de Sancho III Garcés el Mayor de Nájera-Pamplona lugares tan emblemáticos como San Millán de la Cogolla, Nájera y la ruta militar de Grañón y Burgos por los Montes de Oca, parajes míticos en los orígenes de las peregrinaciones jacobeas.
Los monarcas sucesores de Sancho el Mayor, apoyados por la Iglesia y los nobles, establecieron hospitales, puentes y calzadas, arreglaron caminos, promulgaron leyes y fundaron poblaciones con nuevos colonos para facilitar el tránsito pacífico y seguro de los peregrinos, consolidando la unidad del mundo cristiano en una calzada jacobea entre Roma y Santiago, los dos grandes santuarios de la cristiandad.
Los principales promotores y protectores de la ruta en el siglo XI fueron Alfonso VI en Castilla y León y Sancho Ramírez en Navarra y Aragón, quien cambió el rito mozárabe por el francés, demostrando el denso flujo de peregrinación, viajeros y comerciantes francos que circulaban por el norte peninsular en los albores del Camino.
El Camino del Norte o de la Costa fue el primero en establecerse; recorre la costa al norte de la cordillera Cantábrica que sirvió como valladar en los siglos IX y X ante el peligro sarraceno al sur. Parte desde Irún, sigue por San Sebastián, Bilbao, Santander, Llanes, Oviedo, y entre en Galicia por Ribadeo y Fonsagrada. A partir del siglo XIII, la ruta cantábrica continúa nutriéndose tanto de peregrinos que llegan de Francia por el paso de Irún como de aquellos que desembarcan en Bilbao y Bermeo procedentes de países europeos del norte. Innumerables muestras del pre-románico en Vizcaya avalan esta teoría, prueba de ello es la vasta iconografía que existe en el País Vasco. Después caminaban, cruzando Cantabria por Castro Urdiales y Laredo, hacia Santander desde donde continuaban dirección Asturias.
El Camino Inglés es el conjunto de las singladuras marítimas que parten del norte de Europa y de las islas Británicas hacía el puerto de A Coruña y o de El Ferrol. Desde este último continuaban a pie cruzando por Puentedeume y Betanzos, y se unían en La Coruña hasta Santiago.
La Vía de la Plata es el camino del sureste de España que prolonga hasta Galicia la antigua calzada romana utilizada para el transporte de minerales entre las ciudades de Mérida y Astorga. Entra en Galicia por A Mezquita, y desde A Gudiña cuenta con dos ramales que atraviesa numerosos pueblos gallegos hasta alcanzar su destino.
El Camino de Fisterra-Muxía es una prolongación peregrina desde Santiago, que se hacía tras venerar al santo, hasta el Cabo Neiro, en Finisterre, considerado por entonces como el fin del mundo.
La Ruta Marítima del mar Arousa y de la ría Ulla, que puede hacerse por vía marítimo-fluvial en lugar de terrestre, y que conmemora la llegada en barco del apóstol desde Palestina. Tiene dos puntos de entrada en Galicia y se funde en Padrón con el Camino Portugués.
13. COLUMNA VERTEBRAL DE EUROPA
Gracias a la corte carolingia toda Europa se enteró del suceso, dando comienzo las peregrinaciones que se guían en dirección oeste siguiendo la estela de estrellas de la Vía Láctea.
En el siglo XI, España construyó una de las columnas vertebrales de Europa. Según Goethe "Europa nace de la peregrinación". Dante escribió que sólo merecían el nombre de peregrinos los que viajaban a Compostela, los que viajaban a Roma serían romeros, y a Jerusalén palmeros pues traían palmas de Jericó.
En el siglo XI, España construyó una de las columnas vertebrales de Europa. Según Goethe "Europa nace de la peregrinación". Dante escribió que sólo merecían el nombre de peregrinos los que viajaban a Compostela, los que viajaban a Roma serían romeros, y a Jerusalén palmeros pues traían palmas de Jericó.
El Camino de Santiago como centro espiritual es una de las grandes aportaciones españolas a Europa y a la Cristiandad.
El principal difusor del hallazgo de los restos del apóstol fue Carlomagno, faro de la Cristiandad occidental y aliado de Alfonso II. La Corte de Aquisgrán estaba alentando una auténtica reconstrucción del Imperio de Occidente, no sólo militar, sino también en el terreno religioso y cultural. Muchas representaciones pictóricas francesas de la época atribuyen, falsamente, al monarca franco como autor del hallazgo.
En el año 899, otro rey asturiano, Alfonso III el Magno, consagró a Santiago con la construcción de una nueva catedral, en el mismo emplazamiento que la anterior, pero más grande y rica.
El Islam no ignoraba la gran importancia religiosa y cultural de Santiago, y así, el sanguinario caudillo moro Almanzor, en el año 977, organizó una expedición de saqueo contra la capital jacobea. Destruyó la catedral y se llevó las campanas, sin conseguir llevarse la tumba.
Pero es a comienzos del siglo XI, cuando se popularizaron las peregrinaciones a Santiago, como antes lo hicieran los romeros con Roma o los palmeros con Jerusalén, y eso que Jerusalén y Roma llevaban siglos de ventaja a Santiago.
Almanzor moría en 1002 y la dinastía Omeya se hundía en una Al-Ándalus que se fragmentaba en taifas. La Reconquista cristiana progresó, Sancho III el Mayor de Pamplona, conquistó y repobló Nájera y La Rioja.
En 1073, el rey Alfonso VI y el obispo Diego Peláez promovieron la construcción de un tercer y definitivo templo, digno de la fama y grandeza del santo, una auténtica joya monumental de estilo románico. Y dos años más tarde se colocó la primera piedra de la actual catedral de Santiago de Compostela, que se levantó sobre el emplazamiento de la anterior basílica. El rey asturiano suprimió el portazgo de la entrada de Galicia "en favor de los peregrinos que desde España, Francia, Italia y Alemania se dirigen a Compostela".
Multitudes de gentes comenzaron a llegar de todas partes de Europa dando un toque cosmopolita a las ciudades por las que pasa el itinerario. Para ello, fue fundamental la labor de las órdenes religiosas hospitalarias. Desde el corazón de Europa, la orden de Cluny promovió las peregrinaciones.
Con el obispo Diego Gelmírez, entre los siglos XI y XII, Compostela adquirió un enorme esplendor. Consolidó la construcción de la actual catedral, trasladó la sede episcopal desde Iria Flavia y logró el arzobispado de Roma.
A comienzos del siglo XII tuvo lugar el viaje diplomático a Santiago del emir Alí ben Yusuf, allí tenía la reina doña Urraca la Corte. El caudillo sarraceno preguntó: "Quién es éste a quien la multitud de los cristianos acude con tanta devoción?"
En 1122, el Papa Calixto II proclamaba Año Santo Jacobeo aquel en el que el 25 de julio coincida en domingo. El 25 de julio fue proclamado, años más tarde, el día del patrón y santo de España, gracias a la importante contribución que Santiago Matamoros realizó en las campañas de Reconquista.
En 1171, se fundó la Orden de Santiago en el monasterio gallego de Santa María de Loio, fundado para defender la fe cristiana en nombre del apóstol y proteger los caminos de asaltantes y saqueadores.
Y en 1211, se consagró definitivamente la basílica y las peregrinaciones alcanzaron su mayor auge durante este siglo.
Cuando el territorio peninsular es ganado al moro, las peregrinaciones abandonan las rutas cantábricas y los reyes y condes de la Hispania cristiana promueven el fervor jacobeo. Fomentan otros itinerarios más meridionales y, al mismo tiempo, facilitaban la repoblación de los nuevos territorios reconquistados a los árabes, fortaleciendo las inestables fronteras con nuevos colonos.
Los romeros aprovechaban las calzadas romanas que llegaban de Burdeos, entrando por Irún, Ibañeta y el valle del Ebro, pasando por Vitoria y Briviesca, camino de Astorga y Compostela.
Surge así, el Camino Francés, que es el más utilizado y por Roncesvalles se constatan miles y miles de peregrinos en estos años. Más tarde, con la conquista de Zaragoza, se habilitó el ramal de Somport a Puente La Reina, quedando plenamente consolidado el Camino Francés en el siglo XI.
Los monarcas comprendieron que mantener el camino libre y seguro era asegurarse una vía de vital importancia económica, comercial y militar para controlar su territorio. Desde Carlomagno hasta Alfonso X el Sabio dictaron normas en defensa de los viajeros, obligando a los moradores de villas y burgos a darles aposento y vituallas.
Los reyes de Asturias y los de Pamplona fomentaron con dedicación el auge de la ruta, destacando el navarro Sancho III el Mayor y el castellano Alfonso VI. Se implicaron en el apoyo logístico del Camino dotándole de una serie de infraestructuras: señalizando rutas, sentando calzadas, construyendo puentes, levantando hospitales y albergues.
Destacable también fue la colaboración de prelados, burgomaestres y ermitaños como San Lesmes de Burgos, Santo Domingo de la Calzada y San Juan de Ortega.
En 1171, se fundó la Orden de Santiago en el monasterio gallego de Santa María de Loio, fundado para defender la fe cristiana en nombre del apóstol y proteger los caminos de asaltantes y saqueadores.
Y en 1211, se consagró definitivamente la basílica y las peregrinaciones alcanzaron su mayor auge durante este siglo.
Cuando el territorio peninsular es ganado al moro, las peregrinaciones abandonan las rutas cantábricas y los reyes y condes de la Hispania cristiana promueven el fervor jacobeo. Fomentan otros itinerarios más meridionales y, al mismo tiempo, facilitaban la repoblación de los nuevos territorios reconquistados a los árabes, fortaleciendo las inestables fronteras con nuevos colonos.
Los romeros aprovechaban las calzadas romanas que llegaban de Burdeos, entrando por Irún, Ibañeta y el valle del Ebro, pasando por Vitoria y Briviesca, camino de Astorga y Compostela.
Surge así, el Camino Francés, que es el más utilizado y por Roncesvalles se constatan miles y miles de peregrinos en estos años. Más tarde, con la conquista de Zaragoza, se habilitó el ramal de Somport a Puente La Reina, quedando plenamente consolidado el Camino Francés en el siglo XI.
Los monarcas comprendieron que mantener el camino libre y seguro era asegurarse una vía de vital importancia económica, comercial y militar para controlar su territorio. Desde Carlomagno hasta Alfonso X el Sabio dictaron normas en defensa de los viajeros, obligando a los moradores de villas y burgos a darles aposento y vituallas.
Los reyes de Asturias y los de Pamplona fomentaron con dedicación el auge de la ruta, destacando el navarro Sancho III el Mayor y el castellano Alfonso VI. Se implicaron en el apoyo logístico del Camino dotándole de una serie de infraestructuras: señalizando rutas, sentando calzadas, construyendo puentes, levantando hospitales y albergues.
Destacable también fue la colaboración de prelados, burgomaestres y ermitaños como San Lesmes de Burgos, Santo Domingo de la Calzada y San Juan de Ortega.
14. PODER DE UNA RUTA MILENARIA
El Camino ejerce una gran influencia en la vida económica y social de los reinos cristianos peninsulares. La llegada de diversos grupos de artesanos y mercaderes, la mayoría francos y judíos, en diferentes lugares de la ruta terminan fundando núcleos urbanos o burgos. Los habitantes de estas ciudades dedicadas al comercio recibieron importantes privilegios en los fueros municipales, dando origen a una próspera burguesía, que protagonizó diversas revueltas contra el poder de los señores feudales a lo largo del Camino.
La ruta jacobea impulsaría durante los siglos XI y XII una renovación económica de gran importancia para península Ibérica al promover el comercio del norte cristiano con Flandes, Francia e Inglaterra, y crear un espacio de producción orientado al consumo de visitantes y de intercambio entre la España musulmana y Europa.
Como explica Yves Bottineau: "el origen de las relaciones entre la repoblación del camino y el peregrinaje se encuentra en parte en la importancia económica de este último."
Los mercaderes acuden atraídos por los santiaguistas que demandan ciertos artículos, la población del norte de España experimenta un considerable aumento, y estas dos circunstancias convierten al camino en la gran ruta comercial del norte peninsular.
En el transcurso de los siglos XI y XII, los reinos de la península Ibérica pasan de una economía agrícola rudimentaria a una fase de comercio bastante activo con países de Europa. De Francia, Flandes e Inglaterra llegan al sur de los Pirineos sobre todo lanas. Pieles, caballos y trigo constituyen las principales exportaciones de España. Comerciantes gallegos operan incluso en las ferias de Champagne.
A partir del siglo XIII, esta actividad comercial utiliza los mismos caminos que emplean los peregrinos en Navarra, Guipúzcoa o bien los del mar. Los mercaderes españoles establecidos en Brujas a principios del siglo XV poseían un sello en el que figuraba la imagen de Santiago y la inscripción: "Sello de la Nación Española."
A lo largo del camino se establecieron importantes mercados: los lunes en Sahagún, los martes en Pamplona y Jaca, los miércoles en León, los jueves en Estella, en Burgos una feria franca que duraba quince días.
En el mismo Santiago, el gran número de peregrinos planteaba problemas de alojamiento, abastecimiento y seguridad. Según la Historia Compostelana, en 1130 una importante expedición comercial procedente de Inglaterra desembarcó en padrón; el valor de las mercancías se elevaba a 22.000 marcos de plata. El arzobispo Diego Gelmírez organizó un grupo armado para proteger el convoy de los ataques de nobles gallegos que querían apoderarse del cargamento. También reaccionó contra la subida abusiva de precios y en 1133 reglamentó los precios de los alimentos, calzado, caballos y cera. Por otra parte, los cambistas de moneda exigían, a menudo, tasas abusivas.
Como testimonio del floreciente comercio de los puertos marítimos de Padrón o La Coruña hacia Inglaterra, Irlanda, Noruega o Francia destaca el de Chaucer, autor de los Cuentos de Canterbury, quien dejó escrito que los mercaderes aventureros de Bristol y el gremio de vinateros de Londres generaban fortunas con la importación de vinos y la exportación de paños, al tiempo que utilizaban sus barcos para el transporte de peregrinos. Y William Wey, un peregrino inglés del siglo XV, pudo contar ochenta y cuatro barcos de peregrinos de todas las naciones del norte en el puerto de La Coruña.
El camino se convirtió en una ruta militar, un camino de fe, una vía de comunicación y comercio y un flujo imparable para la expansión del cristianismo. Era normal que los soberanos fomentaran la repoblación de las ciudades con francos y gentes del norte de Europa, y la fundación de barrios habitados por judíos. Entre los extranjeros podían encontrase santiaguistas, que habían utilizado el viaje para comerciar y al regreso se instalaron en la ciudad que les parecía más conveniente.
El Camino ejerce una gran influencia en la vida económica y social de los reinos cristianos peninsulares. La llegada de diversos grupos de artesanos y mercaderes, la mayoría francos y judíos, en diferentes lugares de la ruta terminan fundando núcleos urbanos o burgos. Los habitantes de estas ciudades dedicadas al comercio recibieron importantes privilegios en los fueros municipales, dando origen a una próspera burguesía, que protagonizó diversas revueltas contra el poder de los señores feudales a lo largo del Camino.
La ruta jacobea impulsaría durante los siglos XI y XII una renovación económica de gran importancia para península Ibérica al promover el comercio del norte cristiano con Flandes, Francia e Inglaterra, y crear un espacio de producción orientado al consumo de visitantes y de intercambio entre la España musulmana y Europa.
Como explica Yves Bottineau: "el origen de las relaciones entre la repoblación del camino y el peregrinaje se encuentra en parte en la importancia económica de este último."
Los mercaderes acuden atraídos por los santiaguistas que demandan ciertos artículos, la población del norte de España experimenta un considerable aumento, y estas dos circunstancias convierten al camino en la gran ruta comercial del norte peninsular.
En el transcurso de los siglos XI y XII, los reinos de la península Ibérica pasan de una economía agrícola rudimentaria a una fase de comercio bastante activo con países de Europa. De Francia, Flandes e Inglaterra llegan al sur de los Pirineos sobre todo lanas. Pieles, caballos y trigo constituyen las principales exportaciones de España. Comerciantes gallegos operan incluso en las ferias de Champagne.
A partir del siglo XIII, esta actividad comercial utiliza los mismos caminos que emplean los peregrinos en Navarra, Guipúzcoa o bien los del mar. Los mercaderes españoles establecidos en Brujas a principios del siglo XV poseían un sello en el que figuraba la imagen de Santiago y la inscripción: "Sello de la Nación Española."
A lo largo del camino se establecieron importantes mercados: los lunes en Sahagún, los martes en Pamplona y Jaca, los miércoles en León, los jueves en Estella, en Burgos una feria franca que duraba quince días.
En el mismo Santiago, el gran número de peregrinos planteaba problemas de alojamiento, abastecimiento y seguridad. Según la Historia Compostelana, en 1130 una importante expedición comercial procedente de Inglaterra desembarcó en padrón; el valor de las mercancías se elevaba a 22.000 marcos de plata. El arzobispo Diego Gelmírez organizó un grupo armado para proteger el convoy de los ataques de nobles gallegos que querían apoderarse del cargamento. También reaccionó contra la subida abusiva de precios y en 1133 reglamentó los precios de los alimentos, calzado, caballos y cera. Por otra parte, los cambistas de moneda exigían, a menudo, tasas abusivas.
Como testimonio del floreciente comercio de los puertos marítimos de Padrón o La Coruña hacia Inglaterra, Irlanda, Noruega o Francia destaca el de Chaucer, autor de los Cuentos de Canterbury, quien dejó escrito que los mercaderes aventureros de Bristol y el gremio de vinateros de Londres generaban fortunas con la importación de vinos y la exportación de paños, al tiempo que utilizaban sus barcos para el transporte de peregrinos. Y William Wey, un peregrino inglés del siglo XV, pudo contar ochenta y cuatro barcos de peregrinos de todas las naciones del norte en el puerto de La Coruña.
El camino se convirtió en una ruta militar, un camino de fe, una vía de comunicación y comercio y un flujo imparable para la expansión del cristianismo. Era normal que los soberanos fomentaran la repoblación de las ciudades con francos y gentes del norte de Europa, y la fundación de barrios habitados por judíos. Entre los extranjeros podían encontrase santiaguistas, que habían utilizado el viaje para comerciar y al regreso se instalaron en la ciudad que les parecía más conveniente.
15. DECLIVE
A partir del siglo XIV, el Camino sufre una etapa de declive. El avance de la Reconquista traslada la importancia de las ciudades cristianas a tierras más al sur del itinerario jacobeo.
La peste negra y las hambrunas que diezman la población de la Europa del siglo XIV consiguen reducir seriamente el número de peregrinaciones. Las guerras desarrolladas entre reinos europeos entre los siglos XIV y XVI y los salteadores de caminos la convierten en una ruta insegura y decadente. Hubo algunos años en los que prácticamente no hubo peregrinos.
Pero lo que verdaderamente hizo daño al Camino fue el Cisma que se produjo en el mundo cristiano en 1378 y la aparición del Protestantismo en el siglo XV. La Cristiandad se divide. Los protestantes consideraban las peregrinaciones como actos populacheros. Las prédicas de Lutero difunden una imagen muy negativa de la peregrinación jacobea y disuade a sus seguidores de viajar hasta la tumba del apóstol expresando "...que no se sabe si allí yace Santiago o bien un perro un caballo muerto..." y que "...por eso, déjale yacer y no vaya allí...".
Durante siglo XV, el camino sufrió el desgaste producido por la revolución de las hermandades en toda Galicia, cuando el pueblo llano se alzó por sus libertades y contra los privilegios de los señores feudales. El gran terrateniente Pedro Madruga murió asesinado en 1486, el mismo año en que los Reyes Católicos llegaron a Compostela, donde tras recibir homenaje, garantizaron las libertades del estamento llano y su autoridad real en detrimento del poder de la nobleza gallega.
Tras el descubrimiento de América, España ensanchan el mundo, y los monarcas hispánicos dedican mayor esfuerzo a la misión evangelizadora en el Nuevo Mundo.
También surgió un movimiento de desprestigio contra el Camino organizada por cristianos protestantes, en clara sintonía a la leyenda negra de España. El principal fue Erasmo, pero ya en el siglo XIII, había sido muy violento un predicador franciscano, Bertoldo de Ratisbona, quien comenzó por atacar a las mujeres peregrinas en sus primigenias manifestaciones feministas. Otro fue un médico inglés, Andrew Boorde, que viajó en 1542 y ocho años después de la separación de la iglesia de Inglaterra de Roma, escribe El primer libro de la introducción al conocimiento, arremetiendo contra las reliquias del Apóstol.
Entonces, se estaba reaccionando contra los falsos peregrinos, dedicados a la delincuencia, por eso las ordenanza de Berna en 1523 equiparaba a los peregrinos jacobeos con los buhoneros, vagabundos y gitanos. Las de Friburgo de Brisgovia en 1565 no permitían pedir limosna a peregrinos sin acreditación. Y la pragmática de Felipe II de 1590 prohibía a los españoles llevar el hábito de peregrino, en cambio lo hacía obligatorio para los extranjeros además de llevar la credencial y no salirse del trayecto.
En 1583, el pirata Francis Drake, corsario al servicio de la corona británica, intentó saquear La Coruña tras ser derrotado por los españoles en Lisboa. Entonces amenazó con arrasar Santiago y destruir la catedral y el relicario del apóstol. Ante la amenaza, el arzobispo de Santiago, Juan de San Clemente, ocultó los restos del apóstol en secreto, y muere sin aportar la información. Pocos años más tarde, La Coruña sufre el ataque de la "Contra-Armada Invencible" de Drake y Norris, en cuya resistencia lideró una heroica María Pita.
En Francia, Luis XIV prohibió peregrinar fuera del reino, en 1671 y 1687, aunque sin resultado.
Éste y otros motivos consiguen que, durante los siglos XVII y XVIII, las peregrinaciones a Compostela entrasen en una decadencia de tal manera que a Compostela solo acudían unas decenas de peregrinos al año.
La mejora de las comunicaciones y la recepción de peregrinos ilustres consiguen recobrar parte del prestigio perdido.
El extravío de los resto de Santiago no fue definitivo. En 1877, el arzobispo de Santiago, el cardenal Payá Rico, y un acreditado arqueólogo, el canónigo López Ferreiro, se dedican a su búsqueda y lo encuentran en un pozo en el trasaltar mayor. Los restos fueron sometidos a un examen conforme a la ciencia de su tiempo, que era la misma ciencia que estaba excavando Troya y las pirámides de Egipto. El proceso de análisis, llamado Proceso Compostelano, en el que participa la Real Academia de la Historia, confirma la autenticidad.
En 1884, el papa León XIII ratifica la decisión en su bula Deus Omnipotens. Diez siglos antes, el primer Papa que acreditó a Santiago fue León III. Sin embargo en el siglo XIX los librepensadores, los descubrimientos científicos, la revolución industrial y el desarrollo urbano surgieron como efemérides modernas que se contraponían a un modo de vida con reminiscencias medievales.
CARTEL INDICATIVO |
16. RENACIMIENTO CONTEMPORÁNEO
A partir de los años sesenta del siglo XX, comenzó a revitalizarse el Camino y las peregrinaciones a Compostela resurgieron el último cuarto de siglo. Surgía el Renacimiento de un camino milenario.
En 1962, surgen en París y en Estella las dos primeras asociaciones y cofradías de amigos del Camino de Santiago, cuya labor de promoción e información al viajante es fundamental en su resurgimiento. Ese mismo año, la Ruta fue considerada conjunto histórico-artístico por el Estado español.
En 1965, Elías Valiña, párroco de la villa de O Cebreiro, en Lugo, realizó una tesis doctoral sobre el Camino de Santiago, dando comienzo una labor de recuperación de esta ruta, promovida principalmente por las asociaciones. Valiña restauró el Hospital y Santuario de Santa María del Cebreiro para renovar la tradición acogida al peregrino, y terminó señalizando el Camino desde los Pirineos, tramo a tramo, con las útiles flechas amarillas. Su Guía del Camino fue la referencia fundamental del peregrino durante aquellos años.
En 1976, recogieron la Compostelana 31 peregrinos, que acreditaron haber realizado, al menos, cien kilómetros a pie, en bicicleta o en cabalgadura.
También influyó la promoción turística organizada desde las administraciones públicas y las visitas del Papa Juan Pablo II.
Conocido también como Ruta Jacobea, ha alcanzado múltiples reconocimientos internacionales. El Consejo de Europa lo distinguió como Primer Itinerario Cultural Europeo en 1987.
En 1993, Año Santo Jacobeo, la ruta fue considerada Patrimonio Universal de la Humanidad por la UNESCO.
Ya en el siglo XXI, el Camino de Santiago fue certificado como Gran Itinerario Cultural Europeo y recibió el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 2004.
Reconocimientos que contribuyen a aumentar el número de peregrinos anualmente, pero también es incuestionable que la Ruta Jacobea se ha ganado su prestigio actual gracias a su valor eminentemente espiritual, justamente en una sociedad cada vez más materialista.
La situación de Santiago de Compostela en el extremo noroccidental de la península Ibérica, y la de ésta en el suroccidental de Europa, han hecho que a lo largo de los siglos las populosas peregrinaciones a la ciudad de Santiago hayan forjado un rico patrimonio artístico y cultural a lo largo y ancho de toda la geografía española, enriquecido por un entorno natural de extraordinario valor paisajístico y ecológico.
La Ruta Jacobea atrae al visitante por la riqueza de sus múltiples facetas: espiritual, artística, cultural, histórica, paisajística o deportiva.
Desde 2009, más de 150.000 personas realizaron el Camino de Santiago a pie, en bicicleta o a caballo, cifra que aumenta cada Años Jacobeo. El 65% de los peregrinos son extranjeros; Alemania, Italia, Francia y Portugal fueron los principales mercados emisores de peregrinos, tras los cuales les siguieron otros países como Estados Unidos y Canadá. En cuanto a España, la mayor movilización está a cargo de madrileños, catalanes, andaluces y valencianos.
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