CONCILIO DE TRENTO DEFENSA DE LA CRISTIANDAD EUROPEA


El Concilio de Trento de 1545-1563 fue una de las cimas del pensamiento teológico español en la Edad Moderna. Supuso la defensa de la unidad de la Cristiandad europea en un momento de divisiones internas y amenazas externas.

CONCILIO DE TRENTO DEFENSA DE LA CRISTIANDAD EUROPEA

El origen de esta reunión, que duró dieciocho años, desde 1545 a 1563, se encontró en la crisis producida por la rebelión de Lutero, la que sucesivamente desencadenó otras rebeliones de las que partieron los movimientos protestantes, rompiendo la unidad de la Cristiandad.

La unidad de la Iglesia constituía el pilar más firme para la unidad de Occidente. El emperador Carlos V, muy influido por la doctrina imperial de los españoles, sostuvo con la política y con la guerra el ideal común del Imperio, la reunión de los príncipes cristianos en una ley y un propósito, a lo que seguiría una economía y una política universales. Entonces, España buscaba el modo de agruparse y ayudarse mutuamente, salía de su heroica y larga empresa de expulsar a los invasores islámicos, fundando el primer Estado moderno de Europa y protegiéndola por el sur.

CONCILIO DE TRENTO

El sentido de la unidad cristiana en los hispanos de los siglos XV y XVI estaba vivo, habían comprobado sus ventajas frente al Islamismo, por lo que aspiraban a mantener una Europa unida en el aspecto religioso aunque administrados individualmente en la política. En aquellos años, Berbería y Turquía eran dueños del Mediterráneo oriental, que suponía una puerta abierta a las invasiones asiáticas y africanas, peligro de desplome de Europa. La unidad católica se complementaba con intereses geoestratégicos, políticos, militares y económicos, favoreciendo el ideal de la unidad.

Cuando se estaba aceptando y desarrollando el ideal de la unidad, surgió la fatal herejía de la disgregación. Martín Lutero comenzó con una discusión sobre bulas papales y terminó con la oposición a los dogmas, cuestionando otros aspectos vitales como el libre albedrío del hombre o la organización social. Fue recorriendo el camino que llevaba a la división de la Iglesia, fomentando los odios entre naciones y la enemistad de los gobernantes.

Carlos V y el Vaticano entendieron que la principal labor sería la de luchar contra los antidogmáticos luteranos del Protestantismo, reforzar las bases de la existencia del hombre y reafirmar la Ley de Dios.

SESIÓN DEL CONCILIO DE TRENTO

En la Edad Moderna, los Estados católicos estaban basados en supuestos católicos, y su arquitectura calculada según el sentir y el mandato de la religión verdadera. Para salvar tales deducciones prácticas, los eclesiásticos tuvieron que liberar de críticas a la Iglesia, sometida a su propio examen, reforzar los principios teológicos con más razones humanas, y depurar un organismo jerarquizado bastante corrompido.

Si la certidumbre era sustituida por la negación, si los preceptos de la fe se venían abajo, la obra humana se arruinaría en falsedad. La unidad era la principal vía que vinculaba lo profano, público, particular, con los artículos religiosos que justifican el orden de la sociedad organizada.

Ante esta difícil situación, el emperador Carlos V insistió al papa Paulo III a acordar convocatoria de un concilio asegurador del Catolicismo en sus verdades absolutas, bastante desfiguradas por los nuevos heréticos. Su objetivo fue la justificación de la unidad de la Cristiandad y la autoridad de los defensores de la fe restaurada, y desacreditar a los anti-dogmáticos, para diseñar las directrices de pensamiento reformista que serían conocidas como ContrarreformaLa obra del Concilio de Trento tenia un doble carácter: uno doctrinal, teórico y propio de los letrados; y otro pastoral y práctico hacia los creyentes.

Paulo III, asesorado por figuras excelsas, como Luis Vives, aceptó la convocatoria organizando un Concilio General de la Iglesia en la ciudad italiana de Trento. Esta reunión congregó a 25 obispos y 5 superiores generales de órdenes religiosas, contando con hasta 255 participantes en su última sesión. Dio comenzó en noviembre de 1545, fue desarrolladas en 25 sesiones con varias suspensiones, y terminó en diciembre de 1563. A causa de la peste y de intrigas ajenas la sede fue trasladada a Bolonia durante un tiempo.

SESIÓN DEL CONCILIO DE TRENTO, POR TIZIANO

En cierto modo, puede afirmarse que este concilio ecuménico fue español. Los ideales básicos fueron establecidos por los jesuitas Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Francisco Torres. La filosofía fue implantada por el profesor alcalaíno Cardillo de Vallalpando y las normas y sanciones tuvieron como principal valedor a Pedro Guerra, obispo de Granada. Brillaron en las sesiones tridentinas el gran canonista Antonio Agustín; su émulo Juan Bernal Díaz de Lugo, obispo de Calahorra; el obispo de Salamanca, Pedro González de Mendoza; el cultísimo dominico Melchor Cano; el prudente franciscano Alfonso de Castro; el gran teólogo Martín Pérez de Ayala, obispo de Segorbe; el comentador Cosme de Hortolá; el orador Pedro Fontidueñas; el profundo Domingo de Soto, y tantos otros teólogos, juristas y consultores, obispos y abades, sin olvidar a dos hábiles e inteligentes embajadores, Vargas y Diego de Mendoza.

Tras efectuar las declaraciones doctrinales, se fueron debatiendo los diferentes asuntos. Se sucedieron sesiones interminables en las que intervinieron los diferentes legados, que se expresaban en latín, lengua de la unidad de la iglesia. Sus largas disertaciones y llenas de distinciones evitaban fórmulas que disgustasen a los obispos presentes o que ahondasen las diferencias entre católicos y protestantes. En ellas, se trataron las reformas del culto, la Justificación, los Sacramentos, la Eucaristía, el Canones de las Sagradas Escrituras, la formación de los sacerdotes, la disciplina eclesiástica y otros temas. En todos estos asuntos, los obispos españoles tuvieron intervenciones destacadas entre los padres conciliares.

Lo que realmente se debatía allí era la unidad moral del género humano, ya que de haber prevalecido cualquier teoría contraria, se habría producido en los países latinos una división de clases y de pueblos. La reforma de la Iglesia española iniciada por el cardenal Jiménez de Cisneros había conseguido erradicar considerablemente los abusos eclesiásticos. Por eso, pudo escapar al espíritu feudal de los obispos alemanes, a la corrupción mundana de los prelados italianos y al servilismo hacia su rey de los eclesiásticos franceses.

Desde las primeras reuniones, el dominico Domingo de Soto ilustró a los padres conciliares con su palabra y doctrina. La quinta sesión trató sobre el pecado original, y el cardenal Pacheco habló elocuentemente sobre la Inmaculada Concepción.

DEBATE DEL CONCILIO DE TRENTO

El siguiente tema a tratar fue el de la Justificación que abordaba la cuestión de la legitimación de las obras caritativas y misericordiosas como método para la salvación. Era una cuestión muy importante para contrarrestar la tesis de Lutero del crede firmiter et pecca fortiter, que enfrentaba radicalmente a protestantes y católicos, derivando en polémicas políticas y sociales.

Domingo de Soto expresó la verdadera doctrina católica sobre la Justificación, oponiéndose a las teorías de su hermano de religión Antonio Catharín. Triunfó la tesis de Soto, mientras los jesuitas Laínez y Salmerón, refutaban la opinión del general de los agustinos Jerónimo Seripando. Para este destacado padre conciliar, así como para Lutero, los hombres se justifican sólo por la fe, siendo esta un libre arreglo de Dios. En cambio, la Iglesia Católica siempre había sostenido que los hombres se justifican por la fe y las obras, idea manifiesta en la Epístola de Santiago el Menor: "¿No veis cómo por las obras es justificado el hombre y no por la fe solamente?"

Así, el 26 de octubre de 1546, teólogo del papa y futuro general de los jesuitas, Diego Laínez 
pronunció un discurso brillante sobre la Justificación. Defendió su tesis citando a los Santos Padres, en especial a Santo Tomás de Aquino, leyendo los Evangelios, las Cartas de San Pablo y a los grandes maestros:
"…es cierto que el hombre pecador no puede alcanzar la salvación por sí mismo. Esa salvación es obra de la gran misericordia de Dios. Pero también es cierto que Dios ha querido que el hombre sea libre y responsable y, por tanto, ha de merecer la salvación divina con sus propias buenas obras."
La doctrina de Laínez fue aceptada por unanimidad y su discurso fue el único que se escribió completo en el acta conciliar. En la iglesia de Santa María de Trento, hay un cuadro en que aparecen los asistentes al concilio y en el púlpito está Diego Laínez dirigiéndoles la palabra. El Santo Decreto de la Justificación fue celebrado con gran júbilo en todos los pueblos de la Cristiandad.

Laínez y otros teólogos españoles eran el centro de todas las discusiones. Algunos los rechazaban, porque, siendo simples teólogos, parecían suplantar la autoridad de los obispos; otros, porque sus vestidos pobres y su sencillez echaban en cara el lujo cortesano de los subordinados del papa que formaban la Curia romana, y otros encontraron en sus doctrinas antiguas desviaciones heréticas. Pero los españoles defendieron la doctrina verdadera, pues su supremacía argumental, su fe sólida y su arte dialéctica deshicieron los errores. Y, progresivamente, muchos obispos comenzaron a consultar por escrito el pensamiento de los teólogos españoles.

PROFESIÓN DE FE DEL CONCILIO DE TRENTO

El Concilio de Trento promulgó 14 decretos doctrinales y 13 decretos, aprobados en su conjunto por el papa Pío IV, sobre la reforma del servicio pastoral y la disciplina sacerdotal. Las conclusiones más importantes fueron:

1. Fuentes: Las únicas fuentes de la fe son las Sagradas Escrituras y la tradición de la Iglesia, es decir las enseñanzas recibidas por los apóstoles por medio oral y conservadas a través de los siglos. La Iglesia se reservaba la exclusiva interpretación de las Escrituras y recomendaba el estudio de la Vulgata latina como única Biblia. En contra, la tesis protestante defendía que la única fuente de revelación eran las Sagradas Escrituras, que además podían ser interpretadas por cada creyente a su libre albedrío.

2. Justificación: La fe en Dios así como las obras caritativas y benéficas son necesarias para la salvación del alma. En contra, la tesis luterana no permitía que la salvación estuviera en función de ofrendas o peregrinaciones, solo justificaba la fe. 

3. Ritos: Los dogmas y prácticas religiosas fueron redefinidas, marcando las diferencias entre la ortodoxia y la herejía, y fijando distancias entre la Iglesia apostólica y los movimientos protestantes. Abolió los ritos eucarísticos locales, respetando solo aquellos que poseían más dos siglos de Antigüedad, como por ejemplo el tradicional hispánico Rito mozárabe. Y estableció la Misa Tridentina en Roma para toda la Iglesia latina.

4. MisaLa misa es un verdadero sacrificio en el que debía aparecer Cristo crucificado mediante trasmutación. Por eso, se ratificó que el pan y el vino consagrados son el cuerpo y la sangre de Cristo. La misa debía realizarse en latín, prohibiéndose, prohibiéndose las lenguas vernáculas, aunque se recomendaba la homilía en dichas lenguas. Se ordenó, como obligación de los párrocos, predicar los domingos y días de fiestas religiosas, e impartir catequesis a los niños. Además debían registrar los nacimientos, matrimonios y fallecimientos.

5: Sacramentos: Los sacramentos fueron conservados como institución divina. El Bautismo fue debatido y considerado como el único medio que eliminaba el pecado original. Se mantuvo la alabanza a los santos y vírgenes como paradigmas de vida cristiana, también las indulgencias (pero no su venta), y la existencia del purgatorio.

6. Unidad Jerárquica: La Iglesia reforzó su jerarquía y su unidad, que estaba encabeza por el Sumo Pontífice y cuya superioridad estaba por encima de la autoridad de los Concilios.

7. Ética: La filosofía moral de la Iglesia fue puesta  reflexión, tomando diversas medidas como fueron la prohibición del matrimonio de los sacerdotes, la prohibición de acumular beneficios, la obligación de residencia en sus diócesis y de visitar sus parroquias con frecuencia, la exigencia del celibato clerical, y la clausura de los conventos.

8. Instrucción: La formación moral, teológica y doctrinal del clero pasaba por la construcción de seminarios especializados.

La Congregación del Concilio fue la institución encargada del debido cumplimiento de los decretos aprobados que fueron informados mediante el Catecismo del Concilio de Trento. Además, estableció un Índice de libros prohibidos, donde quedaban registradas las obras literarias consideradas heréticas o contrarias al credo oficial.

Al concluir cada sesión, alguna autoridad militar, cultural o cronista convocaba en su palacio a los representantes de los reinos cristianos europeos para informar sobre los resultados. El embajador del emperador Carlos I fue Diego Hurtado de Mendoza, cuya misión consistía en informar a la Corte de España del trascurso de las sesiones y garantizar el cumplimiento de sus objetivos. La Corte hispánica siguió con atención el curso de las sesiones y conclusiones, así como de los episodios de su desarrollo.

SESIÓN DEL CONCILIO DE TRENTO

Trento fue uno de los episodios de la Contrarreforma, donde fue derrotado el Luteranismo a través de argumentos dialécticos. Por el contrario, dividió a Europa, que era dividir al mundo potente de la cultura cristiana. Pues al no ser nada demostrable cierto, y al entregar al individuo la interpretación de cualquier cuestión, divina y humana, de la más alta a la más baja (tesis protestantes) concedió a la inercia y al rencor, como a la brutalidad y a la ignorancia, patentes de oposición o de destrucción. Ya que en mayoría están siempre lo defectuoso, vil, atrasado, vengativo, brutal ambicioso, necio.

Este Concilio salvó el resorte fundamental de la voluntad humana: la creencia en el libre albedrío. Porque sus padres conciliares se opusieron a la tesis de la predestinación de Calvino, según la cual el hombre está predestinado a su salvación o condena. En refutación a esa idea, la iglesia sostuvo que el hombre puede realizar obras buenas ya que el pecado original no destruye la naturaleza humana, sino que solamente la daña. Lo que se salvó, sobre todo, fue la unidad de la Humanidad; de haber prevalecido otra teoría de la Justificación, los hombres hubieran caído en una forma de fatalismo, que los habría lanzado indiferentemente a la opresión de los demás o al servilismo.

Esta asamblea se había convertido en el banco de pruebas de la sabiduría teológica, dogmática, apologética y canónica de España, y en su triunfo. Y gracias a ello, la verdad salió limpia e incontaminada de la reunión de los dictaminadores, que levantaban las actas de la suma verdad acatada por los siglos. La aportación española al Concilio fue tan grande que a España se la llamó con razón "Luz de Trento". Sus principales valedores fueron los jesuitas Diego Laínez, Alfonso Salmerón y Francisco Torres, los dominicanos Domingo de Soto y Melchor Cano y los franciscanos Juan de la Vega y Alfonso Castro.

HELENISMO DE HERNÁN NÚÑEZ DE TOLEDO


Hernán Núñez de Toledo fue latinista, helenista, paremiógrafo, humanista y comendador de la Orden de Santiago. Está considerado el patriarca de los helenistas españoles.

HELENISMO DE HERNÁN NÚÑEZ DE TOLEDO

Hernán Núñez de Toledo y Guzmán nació en Valladolid, en 1475. En 1490, logró una beca en el Colegio Español de San Clemente de Bolonia. De regreso a España, en 1498, entró como preceptor en casa de los Mendoza, en Granada. Con anterioridad había terminado su glosa al Laberinto de Fortuna de Juan de Mena, que tuvo dos redacciones, la primera en Sevilla (1499) y la definitiva, editada por Juan Varela, en Granada (1505), dedicada al conde de Tendilla y de la que hubo más de quince ediciones en pocos años.

Estudió en Granada lenguas clásicas y orientales (hebreo y árabe). En 1508 recogió y glosó en romance un buen número de refranes y adagios, repertorio paremiológico que apareció publicado por primera vez en Sevilla, y posteriormente como Refranes o proverbios en romance (Salamanca, 1555), obra monumental no sólo por su extensión, ya que recoge no menos de ocho mil quinientos cincuenta y siete, sino también por comentarlos sucintamente y por incluir comparativamente refranes de otras lenguas, en su mayoría romances: catalanes, gallegos, portugueses, franceses, italianos, asturianos, latinos y griegos. Los refranes aparecen por orden alfabético todos juntos con indicación de la lengua, cuando se trata de los refranes no castellanos. 


La obra estaba ya en imprenta cuando murió su autor en 1553; faltaba el prólogo, que fue redactado por su discípulo León de Castro, que no era partidario de escribirlo en lengua vulgar. Parece que Juan Páez de Castro intervino en la confección del refranero, pero la muerte de Hernán Núñez no ha permitido saber a ciencia cierta si fue coautor. La obra dejó huella, fue muy reimpresa (con deturpaciones debidas a la censura de los refranes anticlericales y obscenos y a la omisión de refranes extranjeros) y ejerció gran influencia en los paremiólogos posteriores, como Juan de Mal Lara, Gabriel Meurier, César Oudin, Gonzalo Correas y Lorenzo Palmireno. Los más abundantes refranes extranjeros son los portugueses e italianos; para los franceses se inspiró en la obra de Caroli Bovili, Proverbiorum Vulgarium Libri Tres (1531) y para los italianos, la anónima Opera quale contiene le Dieci Tavole de proverbi (Turín, 1535). Entre las lenguas peninsulares, hay 131 gallegos, 104 catalanes, 53 asturianos, 25 aragoneses, y un vizcaíno. A once se les da forma u origen declarado griego o latino.

PROVERVIOS EN ROMANCE DE HERNÁN NÚÑEZ DE TOLEDO

En 1509, tradujo al castellano la Historia de Bohemia de Enea Silvio Piccolomini. Con finalidad didáctica apareció en 1519 la edición, con texto griego y latino, de la epístola A los muchachos cristianos de San Basilio, preparada por él. Le llamó el Cardenal Gonzalo Ximénez de Cisneros como censor de su imprenta de Alcalá de Henares y allí trabajó en la versión latina del texto de los Setenta para la famosa Biblia Políglota Complutense, siendo nombrado pronto catedrático de Retórica de la Universidad de Alcalá recientemente fundada. Sucedió a Demetrio Ducas en la cátedra de griego de la misma universidad a partir de 1519. Desde entonces firmó como "Hernán Núñez" y "Comendador Griego" o, en latín, "Fredenandus Nunius Pincianus".

Durante la Guerra de las Comunidades de Castilla se puso del lado de los comuneros salvándose milagrosamente de la lista de proscripción publicada después de la batalla de Villalar y también atravesó por dificultades a causa de su filiación ideológica erasmista, de forma que hubo de dejar la Universidad de Alcalá y marchar a Salamanca, donde, al irse Antonio de Nebrija, fue nombrado catedrático de griego en 1523.

En 1527 añadió la Retórica a la enseñanza del griego y explicó magistralmente a Plinio el Viejo. Destacó por sus trabajos de crítica textual sobre pasajes de Teócrito y Séneca, y particularmente por sus notas a Pomponio Mela y Plinio el Viejo, sobre quienes redactó unas Castigationes in Pomponium Melam y unas Observationes in C. Plinii Historiae Naturalis libros, aparecidas entre 1543 y 1545, declarándose en el prólogo a sus notas a Plinio deudor de los trabajos del humanista veneciano Ermolao Barbaro. Estudió también las obras de San Jerónimo. Al cumplir los cincuenta años de edad abandonó la enseñanza para dedicarse al estudio.

MANUSCRITO DE HERNÁN NÚÑEZ DE TOLEDO

Era ya famoso en Europa por sus ediciones de Séneca, Plinio el Viejo y Pomponio Mela; "vir diligentissimus et accuratissimus" le llamó Rossbach. "Príncipe de la filosofía peripatética, a nadie inferior en la más recóndita noticia de las letras griegas y latinas", dijo de él Gaspar Scioppio; "el can de los gramáticos, que no perdonó a nadie", le llamó Justo Lipsio. "Ombre nascido para las letras y el saber", comentó sobre el vallisoletano Hernando Alonso de Herrera. Se jubiló en 1548, pero parece ser que ya jubilado aún enseñó hebreo en la misma universidad. Donó sus libros a la biblioteca de la Universidad de Salamanca.

Principales obras:

Glosa sobre las Trezientas de Juan de Mena, Sevilla (1499) y Granada (1505)

L. Annaei Senecae Opera, Basilea, 1529. Se hicieron diez ediciones hasta 1627

Observationes Fredenandi Pintiani in loca obscura et depravata Hist. Natur. C. Plinii, Salamanca, 1544

Refranes de la lengua castellana, Salamanca, 1555. Existe una edición crítica moderna, Refranes o proverbios en romance (1555) de Hernán Núñez.


GLOSA SOBRE LAS TRESZIENTAS DE JUAN DE MENA

ASCETISMO CATÓLICO DE JUAN DE ÁVILA


Una de las principales figuras de la Espiritualidad española del Siglo de Oro, especializado en el Ascetismo. Su pensamiento místico quedó resumido en el Tratado sobre el amor de Dios.

ASCETISMO CATÓLICO DE JUAN DE ÁVILA

Juan de Ávila nació en 1500, en Almodóvar del Campo (Ciudad Real). En 1514, comenzó sus estudios en Derecho en la Universidad de Salamanca, hasta 1520, año en que continuó con Artes y Teología en la de Alcalá de Henares hasta 1526. Se había formado en un ambiente humanista y erasmista, teniendo como profesor a Domingo de Soto, y como amigos a Pedro Guerrero, futuro arzobispo de Granada, a Francisco de Osuna y, tal vez, a San Ignacio de Loyola.

Después de ordenarse sacerdote en 1526, residió dos años en Sevilla, con pretensiones de marchar, junto al nuevo obispo del virreinato de la Nueva EspañaJulián Garcés, a las Indias para tomar parte en las misiones evangelizadoras.

El arzobispo Alonso Manrique de aquella ciudad le retuvo para ayudarle como predicador, una tarea que se convertiría en el eje central de su vida y su obra, hasta el punto de recibir el apodo de "Apóstol de Andalucía".

En 1532 fue denunciado a la inquisición sevillana y encarcelado durante un año en el Castillo de San Jorge, en Triana, como presunto adicto a la doctrina luterana. En realidad, fue por haber escrito el comentario al salmo XLIV Audi filia et vide, escrito a petición Sancha Carrillo, hija de los señores de Guadalcázar.

Este libro, de tendencia erasmista, fue un verdadero compendio de ascética, que marcó positivamente la posterior literatura y pensamiento de este género, de manera que no hay en todo el siglo XVI autor de vida espiritual tan consultado como Juan de Ávila. El comentario Audi filia llegó a publicarse en Alcalá de Henares en 1557, bajo el reinado de Felipe II, quien ordenó guardar un ejemplar en la Biblioteca de El Escorial por tenerlo en estima.

MURALLA DE ÁVILA Y DE JUAN DE ÁVILA

Recobrada la libertad, se instaló en Córdoba en 1535, por petición del obispo Álvarez de Toledo, aunque con frecuencia se ausentaría de esta ciudad para predicar en otras villas. Allí logró despertar la vocación religiosa del duque de Gandía y marqués de Lombay, futuro San Francisco de Borja; llegando a ser el padre espiritual de Juan Ciudad Duarte, futuro San Juan de Dios, de Luis de Granada, y de Sancha Carrillo. Predicó en la Sierra de Córdoba, como amigo del obispo Cristóbal de Rojas, también anduvo por el sur de La Mancha y Extremadura. Fundó numerosos seminarios y colegios y organizó la Universidad de Baeza. Y mantuvo correspondencia con Teresa de Ávila y con Ignacio de Loyola, con el que colaboró. Si finalmente no ingresó en la Compañía de Jesús fue por cuestiones de edad y de salud, porque enfermó en 1554, hasta que murió en 1569 en Montilla, donde está enterrado.

De una influencia notable, sus palabras fueron fuente de inspiración para muchos escritores sacerdotales coetáneos y posteriores: Antonio de MolinaLuis de la PalmaLuis de la PuenteCarlos BorromeoBartolomé de los MártiresDiego de EstellaPierre de BérulleAlonso RodríguezFrancisco de SalesAlfonso María de LigorioAntonio María Claret, entre otros.

Tradujo la Imitación de Cristo de Kempis (1536), y su pensamiento, resumido en su Tratado sobre el amor de Dios, fue reconocido como propio por Ignacio de Loyola.

Fray Luis de Granada redactó la primera biografía del sacerdote manchego en 1588, titulada Vida del Padre Maestro Juan de Ávila y partes que ha de tener un predicador del evangelio. Fue beatificado por León XIII en 1894, declarado Patrono del clero secular español por Pío XII en 1946, canonizado por Pablo VI en 1970, y proclamado doctor de la Iglesia por Benedicto XVI en 2012.

Juan de Ávila ha pasado a la historia del pensamiento cristiano como un escritor ascético. Gran conocedor de la Patrística, fue influenciado sobre todo por San Agustín, que fue el autor a quien más citaba en su obra. Pero también dejó patente la influencia del Idealismo Platónico y Neoplatónico. Su doctrina se caracteriza por la radical subordinación del Yo a la Fe. Para Juan de Ávila, amar verdaderamente a Dios, suponía renunciar a toda exigencia autocéntrica, como escribió en su Epistolario espiritual:
"Demos, pues, nuestro todo, por el gran todo, que es Dios."
Y en una de sus cartas escribió: "Quien a Cristo ama, a sí se ha de aborrecer"; y en otra:
"Pongámonos en Dios, no hagamos caso de nos, mas de Dios; no nos duelan nuestras pérdidas, mas las de Dios, que son las ánimas que de Él se apartan."
CATEDRAL DE ÁVILA Y JUAN DE ÁVILA

El pensamiento místico y ascético de Juan de Ávila fue toda una contradicción en la Europa moderna de su tiempo. El movimiento del Renacimiento, que proclamaba al hombre como centro del universo, chocaba de frente con su sumisión del hombre hacia Dios. No solo anticipaba la posición de los demás místico españoles, sino también la de autores extranjeros como Pascal, Soren Kierkegaard o Karl Barth.

Su estilo oratorio y literario era propio del Renacimiento, utilizando un lenguaje claro, concreto y cercano, pero haciendo uso de refranes y dichos populares, también un vocabulario tosco, característico del castellano de su tiempo, pero alcanza en ocasiones una belleza excepcional.

La obra más representativa de su pensamiento fue el anteriormente citado Epistolario espiritual para todos los estados, publicado en Madrid, en 1578. Se trata de una colección de cartas ascéticas dirigidas a todo tipo de personas humildes y poderosas, religiosas y profanas, pero también a San Ignacio de LoyolaSan Juan de Dios, y sobre todo monjas y devotas como Sancha Carrillo.

Escribió unos Memoriales para el Concilio de Trento, para el arzobispo de Granada, Pedro Guerrero; y unas Advertencias al Concilio de Toledo, para el obispo de Córdoba Cristóbal de Rojas, que habrían de presidir el Concilio de Toledo de 1565 para aplicar los decretos tridentinos. La doctrina de san Juan de Ávila acerca del sacerdocio quedó esquematizada en un Tratado sobre el sacerdocio.

También compuso un libro acerca del Santísimo Sacramento y otro Del conocimiento de sí mismo, y un Contemptus mundo nuevamente romançado (Sevilla, Juan de Cromberger, 1536).

Otras obras suyas son el Comentario a la Carta a los Gálatas (Córdoba, 1537), Doctrina cristiana (Mesina, 1555 y Valencia, 1554), Memorial a Trento (1551 y 1561) y Dos pláticas a sacerdotes (Córdoba, 1595).

MURALLA DE ÁVILA Y OBRAS DE JUAN DE ÁVILA

Aunque Juan de Ávila no alcanzó en Europa el reconocimiento de otros literatos de mística y ascética española como Santa Teresa o Juan de la Cruz, pero sus obras fueron prontamente impresas en Italia, Francia y Alemania.

Según escribió Pierre Pourmat en el tercer volumen de su obra La spiritualité chretienne:
"Juan de Ávila se elevó a los estados místicos más sublimes."
Los tratadistas extranjeros elogiaron sobre todo el Epistolario del Beato, siendo uno de ellos E. Allison en sus Studies of the Spanish Mystics:
"Ninguna de las obras de Juan de Ávila, ni por su estilo ni por su contenido, es tan notable como sus Cartas."
De manera parecida hizo el alemán Ludwig Pfandl, quien señaló en su Historia de la literatura nacional española en la Edad de Oro, que las Cartas de Juan de Ávila son junto a las de Santa Teresa "los mejores modelos del arte clásico epistolar en España".

POESÍA FILOSÓFICA JUDÍA DE YEHUDA HA-LEVI


Poeta, filósofo y médico sefardita, Yehuda Halevi está considerado como el mejor poeta medieval en lengua hebrea en los reinos cristianos hispánicos de la Reconquista. Su obra El Kuzari es uno de los textos apologéticos más importantes de la filosofía judía.

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POESÍA FILOSÓFICA JUDÍA DE YEHUDA HA-LEVI

El sefardita Yehuda Halevi, conocido como Yehudah Ben Samuel Ha-Levi Abu I Hasan ibn Levi (entre los árabes) y Judá Leví (entre los cristianos), era natural de Tudela, Navarra, donde nació en 1075.

Vivió en Córdoba y otras ciudades andaluzas como Granada, que era entonces la capital cultural de Europa, antes de establecerse definitivamente en Toledo. Desde muy joven, recibiría el influjo de la vida cultural de la musulmana taifa de Zaragoza, regida entonces por los Manu Hud, y en cuya corte literaria se encontraban intelectuales judíos. A ello hay que añadir que, a la vez que Ibn Nagrella en Granada, en Zaragoza el cargo de visir estuvo ocupado por judíos bajo Al Mundir II y bajo Al-Muqtadir.

Siendo joven, para llegar a Al-Ándalus tuvo que atravesar Castilla, adquiriendo el pseudónimo de "el castellano". De Córdoba pasó a Granada, donde Moseh Ibn Ezra ocupaba un puesto importante y le mandó llamar. Los disturbios políticos en Al-Ándalus le obligaron a volver a la España cristiana, asentándose en Toledo, donde trabó amistad con Alfonso VI, el rey promotor de la Escuela de Traductores de Toledo. Como hombre sabio y políglota, pudo beneficiarse de la protección que el rey castellano ofreció a los traductores de la escuela. Durante su estancia en esta ciudad escribió la jarcha en romance sobre la conquista de Guadalajara en 1080. Son los más antiguos versos castellanos escritos con letras hebreas que se conservan.

Conocía en profundidad la Biblia hebrea, la literatura rabínica, la poesía árabe, la filosofía griega y la medicina. Fue inventor del género sionida, expresión de amor por la Jerusalén lejana.

TOLEDO Y CÓRDOBA

Su pensamiento es muy interesante por la confluencia de las civilizaciones hebrea, árabe y cristiana, y porque representa la posición judía ortodoxa frente a las religiones cristiana y musulmana, pero también frente al pensamiento filosófico-teológico de origen griego.

Mientras se ganaba la vida como médico en Toledo, escribió Divan, que es una colección de poemas profanos que cantan a la amistad, el amor y la naturaleza. Esta obra incluye también poemas religiosos, expresando su anhelo en Dios y manifestando su esperanza de la redención mesiánica de su pueblo.

Su obra más importante es El Kuzari, también conocido como El Libro de la Refutación y Prueba en apoyo de la Religión. Para Yehuda Halevi es el libro de la prueba y del fundamento sobre la defensa de la religión judía menospreciada, compuesto de cinco discursos, en el que narra las conversaciones entre el rey Kuzari y un sabio hebreo, haciendo una confrontación entre la Torá, el Nuevo Testamento y el Corán. El rey, que es pagano, quiere conocer la verdadera religión y que, tras acudir a filósofos aristotélicos, cristianos y musulmanes, solo encuentra la verdad en las fuentes bíblicas del Judaísmo y de lo que llama "la verdadera revelación". Por la agudeza de sus planteamientos fue invitado a Córdoba para debatir públicamente con teólogos cristianos y musulmanes. En sus poemas exaltaba el amor y la amistad, testimonio del sufrimiento del pueblo judío condenado a la diáspora y la añoranza de Jerusalén.

YEHUDA HA-LEVI EN CESAREA (ISRAEL) Y TOLEDO

Yehuda Halevi era un poeta culto, autor de una poesía lírica rica en metáforas y descripciones, donde abundan las reflexiones filosóficas y religiosas. Utilizó diversas métricas y estrofas. Son famosas algunas de sus jarchas profanas escritas en el naciente romance, al final de la moaxacas y algunos signos de temática religiosa, entre el que destaca el himno de la creación:

¡Dios mío! ¿Con qué te compararé?
si semejanza no hay en ti?
¿Con qué te asimilaré,
si toda forma es estampa de su sello?
Enaltecido estás sobre toda potencia,
y te sublimaste por encima de todo pensamiento.
¿La palabra de quien te ha contenido?
¿Y la lengua de quien te ha comprendido?
¿Acaso habrá corazón que te haya alcanzado
y ojo que te haya divisado?

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EL KUZARI DE YEHUDA HA-LEVI

La facilidad de improvisación poética, la hondura del pensamiento y el acentuado amor al Judaísmo son las notas más características de Yehuda. Hombre de carácter amable, era bien recibido en todas partes y hacía la delicia de los contertulios por su facilidad para componer versos de tema o rima forzada; esta era una habilidad muy estimada entre los árabes, que gustaban de organizar competiciones de improvisación en sus tertulias literarias, e igualmente lo fue entre los judíos españoles, fuertemente arabizados.


La poesía amorosa de Yehuda Halevi es una poesía culta, de tipo estrófico, donde abundan las moaxacas y los epigramas, con un empleo constante del paralelismo y de elementos simbólicos. La belleza de la amada y los goces y desdichas del enamorado se muestran en una poesía sensorial, donde los cinco sentidos están presentes para "sentir" a la amada en toda su plenitud. Y, a la vez, una poesía plena de sensualidad, cuyo amor es la realización de un designio divino, en el que Dios entrega el enamorado a la amada, pero es una entrega sin tabúes ni prohibiciones.

PLACAS DE YEHUDA HA-LEVI EN TUDELA

Después de 1108, Yehuda volvió a Córdoba, cuando el poderío almorávide se desmoronaba. A pesar de la situación insegura de los judíos, no quiso regresar a Toledo, donde había ejercido la medicina entre los cristianos, y decidió seguir la ruta que había marcado en una de sus obras en defensa del Judaísmo.

Mas adelante, abandonó a su familia y amigos en España para realizar una visita a Palestina. De camino pasó algún tiempo en Alejandría y El Cairo festejado por los notables judíos de la ciudad. Es famosa su descripción de una tempestad en el mar, cuando viajaba hacia Egipto. Según cuenta la leyenda fue asaltado por un bandido a las puertas de Jerusalén. Parece ser que al ver la ciudad se inclinó para besar la tierra, momento en el cual un jinete cristiano aprovechó para embestirle, matarlo y robarle.

PLACAS DE YEHUDA HA-LEVI EN TUDELA

EXPEDICIÓN MARÍTIMA A LA POLINESIA POR DOMINGO DE BONECHEA


Las Expediciones a la Polinesia de 1772 y 1775 para la colonización de las islas de Pascua y Tahití fueron efectuadas por el almirante Domingo de Bonechea. Ambas expediciones visitaron y reconocieron veintiuna las islas, sentado el precedente de futuras expediciones marítimas ilustradas por el océano Pacífico como las de Dionisio Alcalá Galiano o Cosme Damián Churruca.

Expediciones Polinesia Pascua Tahití almirante Domingo Bonechea
EXPEDICIÓN MARÍTIMA A LA POLINESIA POR DOMINGO DE BONECHEA

Desde mediados del siglo XVIII, ingleses y franceses habían comenzado una campaña de exploración del océano Pacífico, antes llamado Mar del Sur, y considerado como un "lago español". Wallis y Bougainville habían explorado Tahití, y Philip Carteret las islas Tuamotu. Los viajes de James Cook y de Jean François de Surville determinaron la necesidad de saber si ingleses y franceses habían establecido bases portuarias en las islas del Pacífico. Entonces, la Real Armada española también organizó una fuerte campaña de exploraciones marítimas por este océano.

Averiguar "las maquinaciones de los extranjeros y la situación y estado de los naturales..., atraer nuevas almas a la religión cristiana y nuevos vasallos al rey". Con estas palabras, el virrey del Perú, Manuel de Amat y Juniet, fijaba los objetivos para las expediciones con rumbo a Tahití y las islas de Pascua, que tuvieron lugar entre 1772 y 1775.

Como jefe de la Expedición a la Polinesia designó a Domingo de Bonechea Andonaegui, un marino guipuzcoano, nacido en Guetaria en 1713. Curiosamente, también de Guetaria fue Juan Sebastián Elcano, el primer hombre en dar la vuelta al mundo demostrando empíricamente la conexión marítima entre América y Asia.

Domingo Bonechea fragata Santa María Magdalena
DOMINGO DE BONECHEA Y FRAGATA SANTA MARÍA MAGDALENA

Bonechea recibió desde niño la tradición marítima vasca. Descubriendo muy joven la vocación marina, se incorporó a la Real Armada española. Estudió matemáticas, astronomía, pilotaje e hidrografía, llegando a convertirse en uno de los marinos ilustrados de su tiempo, y pudiendo experimentar las ventajas de las nuevas tecnologías de la navegación.

El puerto peruano del Callao fue el punto de partida de casi todas las expediciones al Océano Pacífico. En septiembre de 1772, Bonechea se encontraba allí ultimando el abastecimiento de víveres y pertrechos para el viaje. Antes de partir a la Polinesia, llegaron noticias de que se hallaba en los mares del sur el explorador y navegante británico James Cook. Ante el temor de que éste se adelantase, la Corte de Carlos III ordenó que la expedición comenzase lo antes posible.

Bonechea marchaba en la fragata Santa María Magdalena, que recibió el apodo de El Águila. Estaba armada con 22 cañones de ocho libra (calibre de los cañones de la época), 6 pedreros montados en horquilla y 8 esmeriles (cañones montados en horquilla y apuntados a mano, adecuados para disparar a los oficiales de los navíos enemigos) con una tripulación de 75 marinos y 35 soldados de guarnición. Como lugarteniente estaba Tomás Gayangos y como piloto Juan Antonio Hervé, que había participado con de González Haedo en el descubrimiento de la isla de Pascua (Rapaniu).

Planos expedición Domingo Bonechea Tahití
PLANOS CARTOGRÁFICOS DEL ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ

Cuando se encontraba a 30 millas de la costa, siguiendo instrucciones, abrió el sobre lacrado y conoció que la orden real consistía en "ir en busca de Otahiti y a Pascua, describir las islas, sus habitantes y costumbres, elaborar un vocabulario y trazar un mapa". Se pidió averiguar el interés de los ingleses por la isla de Tahití, y conocer las condiciones para establecer una colonia y una misión evangelizadora. Referente a los usos y modos de actuación se ordenó que extremase el buen trato hacia los nativos, recogiese datos sobre sus costumbres, rituales y sistema de gobierno y evitase cualquier derramamiento de sangre.

Después de un mes de viaje, comenzaba el avistamiento de islas. La primera fue San Simón y San Judas (Tenere), a la cual siguieron San Quintín (Haraiki), que ya había sido detectada por Bouganville, Todos los Santos (Anna) y San Cristóbal (Mehetia), estas dos posiblemente descubiertas con anterioridad por Pedro Fernández de Quirós. Todas pertenecientes al archipiélago polinesio de las Tuamotu.

A principios de noviembre de ese año, la expedición llegó a Tahití, llamándola Amat en honor al virrey. Amarraron a la bahía de Airua. A la localidad de Tautira se rebautizó con el nombre de Santísima Cruz.

ISLA DEL ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ

Siguiendo práctica habitual de estas expediciones, se reunió a toda la tripulación leyéndoles las instrucciones relativas al buen trato que debían mantener con los nativos, respetando las propiedades y no cometiendo infamias con las mujeres indígenas, bajo pena de graves castigos. 
Durante el mes que los expedicionarios permanecieron en la isla entablaron una cordial convivencia con los naturales.

Se circunnavegó la isla, no sin alguna incidencia al quedar varada con algunas averías la fragata. Establecieron amplias mediciones hidrográficas y observaciones de gran interés científico. Levantaron planos de sus costas y apuntaron las áreas donde se podrían instalar fondeaderos para el intercambio comercial y cultural con los indígenas.

Recogieron valiosos datos sobre sus costumbres y características físicas y políticas. También hicieron estudios sobre la flora. Con los datos geográficos y astronómicos anotados por Bonechea y Bonacarsi, elaboraron un detallado mapa insular. El franciscano José Amich incluyó entre sus observaciones un vocabulario. Cuando Cook pasó por aquel lugar, los naturales de la región recordaban a los españoles como gentes que se habían ganado su estima y veneración.

PLANOS CARTOGRÁFICOS DEL ARCHIPIÉLAGO DE TAHITÍ

Salieron a mediados de diciembre con dirección a la isla de San Carlos (isla de Pascua), el siguiente objetivo de la expedición, descubierta anteriormente por Felipe González de Hado. Aquella isla no fue encontrada, en cambio, descubrieron Santo Domingo (Moorea). Al regresar probaron nuevas rutas de navegación a la costa suramericana del Pacífico, trazando importantes cartas marítimas. Esta primera expedición de cinco meses de duración terminó en febrero de 1773, en el puerto de Valparaiso.

En ruta de regreso, procedieron a reconocer otras islas del mismo archipiélago de Tahití para asegurarse que no hubiera presencia de tropas o colones extranjeros. No pudieron visitar la isla de San Carlos en su retorno de Valparaíso al Callao al impedírselo una vía de agua en la fragata. Llegaron al Callao el 31 de marzo para informar de lo descubierto.

A bordo habían embarcado cuatro tahitianos con el propósito de presentarlos al virrey Amat, evangelizarlos y enseñarles castellano. Dos de ellos murieron en 1773: Tipitipia, bautizado José en Valparaiso y Heiao, bautizado Francisco José Amat, en Lima. Los otros dos, Pautu y Tetuanui, fueron bautizados en la catedral de la misma ciudad con los nombres de Tomás y Manuel repectivamente.

Gracias al éxito del primer viaje, el virrey aprobó el establecimiento de un segundo viaje auspiciado por el Carlos III. Dos años más tarde, Domingo de Bonechea dispuso de dos barcos: la fragata Águila en el que vieja junto a Tomás Gayangos, como segundo; y el paquete Júpiter, dirigido por José de Andía Varela. La expedición llevaba una tripulación de 181 hombres, también animales, semillas y herramientas para la colonia y misión.

Sus objetivos eran la evangelización de sus habitantes y la fundación de un establecimiento con soldados y misioneros en Tahití. Los misioneros fueron los franciscanos Jerónimo Clota y Narciso González. También viajaban de vuelta los dos tahitianos sobrevivientes, que sirvieron de intérpretes, junto con Máximo Rodríguez, que había aprendido tahitiano en el primer viaje.

A finales de septiembre partieron las dos embarcaciones desde el puerto del Callao rubo oeste, pero debido a las malas condiciones marítimas ambas se separaron. Durante el trayecto, nuevas islas fueron descubiertas: San Narciso (Tatakoto), Mártires (Tekojoto), San Juan (Hikueru o Melvilla), San Julián (Faaite o Motutunga) y San Blas (Tahanea).


El Júpiter llegó a Tahití el 8 de noviembre, arribando 5 días después la fragata Águila. Ambas fueron recibidas con muestras de alegría por los tahitianos. Desde entonces, los expedicionarios intentaron establecer una misión católica que consiguió instalarse con éxito a finales de 1774.
En el puerto de Santa Cruz, en la bahía de Vaitepiha, construyeron una dependencia para los misioneros. Se ofició la que sería la primera misa católica de Tahití y a la que también acudió Bonechea con toda su tripulación, y centenares de nativos.

En enero, Bonechea consiguió la sumisión de los caciques locales, gracias a la victoria contra el rey Tu, el más importante de los tahitianos. Tomó posesión de la isla de Amat, estableciendo una base en Tautira y colocándose una cruz con la inscripción "CHRISTUS VINCIT" en sentido horizontal, y "CAROLUS III, IMPERATOR 1774" en sentido vertical. Se levantó acta del reconocimiento de la soberanía española de la isla donde España se comprometía a la defensa de la isla y sus habitantes y estos, a su vez, declaraban lealtad y obediencia al rey.

Los franciscanos y el intérprete se hicieron cargo de la misión, y Bonechea continuó las exploraciones hacia la isla Raiatea. Pero, durante la navegación enfermó, regresando a Amat y muriendo a finales de enero de 1775. Fue enterrado junto a la cruz ante la misión, en la localidad de Tautira.

Tomó el mando de la expedición Tomás Gayangos, quien decidió poner fin a la expedición, regresando al Perú. Mientras tanto, Máximo Rodríguez convivió con los tahitanos, convirtiéndose en el primer occidental establecido en los Mares del Sur.

En noviembre de 1775, el Águila volvió una vez más a Tahití desde El Callao cargada de víveres, pero finalmente la misión se redujo a recoger a los franciscanos de la misión, quienes vivieron constantemente atemorizados y decidieron abandonarla. España ponía fin a su presencia en aquella isla paradisíaca.

CARTA MARÍTIMA DE LA EXPEDICIÓN DE BONECHEA A TAHITÍ

Domingo de Bonechea pasó a la historia por haber intentado incorporar Tahití al Imperio español. Sus dos expediciones visitaron y reconocieron veintiuna las islas, aunque algunas fueron descubiertas anteriormente por los navegantes Quirós, Wallis, Bougainville y Cook, en cambio, otras tantas fueron descritas por primera vez por este marino guipuzcoano. Además, sentó el precedente que llevaría posteriormente a marinos tan ilustrados como Dionisio Alcalá Galiano o Cosme Damián Churruca a la obsesión por las nuevas fronteras de los océanos.

El conjunto de los mapas y cartas levantados por las dos expediciones de Domingo de Bonechea, la primera al mando de la fragata Águila y la segunda acompañado, además, por el paquebote Júpiter, fueron expuestos al público, por primera vez, en la Exposición Mundial de Brisbane (Australia), en 1988.

MONOLITO A BONECHEA EN TAHITÍ