ATLAS MARÍTIMO DE ESPAÑA POR VICENTE TOFIÑO


El monumental Atlas marítimo de España publicado por cartógrafo, astrónomo y almirante Vicente Tofiño en 1789 se situó en la cumbre de la cartografía náutica internacional de su época. Constituyó el primer mapa de España realizado según los nuevos procedimientos de la cartografía científica: utilizó las más modernas técnicas e instrumentos, se fundamentó en bases geodésicas y capturó sus datos mediante levantamientos geométricos rigurosos en una serie de campañas hidrográficas que se realizaron en solo seis años, entre 1783 y 1788.

Es una obra científica y artística de innegable valor, como supieron reconocer por entonces la Royal Society británica o la Academia de Ciencias francesa, que puso a la cartografía española a la vanguardia entre las naciones europeas de finales del siglo XVIII.

ATLAS MARÍTIMO DE ESPAÑA POR VICENTE TOFIÑO

Vicente Tofiño de San Miguel y Vandewalle nació en Cádiz en 1732. Provenía de una familia de militares de Villanueva de la Serena (Badajoz), siendo huérfano de padre y madre a los doce años de edad.

Mientras permanecía al cuidado de su hermana y de un tío sacerdote, estudiaba física experimental.

En 1747, Tofiño ingresó en el Real Ejército, ocupando plaza de cadete con una dispensa de edad en la Compañía de Guardias. En 1750, consiguió plaza en el Regimiento de Murcia, con el grado de subteniente y, en 1754, con el de teniente ayudante. Ser oficial le permitió seguir con sus estudios en el Regimiento de Soria y en el Segovia.

Mantuvo contacto con Jorge Juan, el gran promotor de la marina científica española, quien pronto vio en él habilidades singulares. En 1755, el ilustrado alicantino le promovió al cargo de tercer maestro de matemáticas en la Academia de Guardiamarinas de San Fernando (Cádiz), permitiéndole pasar a la Real Armada española como alférez de navío, en 1757.

ATLAS MARÍTIMO DE ESPAÑA Y VICENTE TOFIÑO

Más de una década después, en 1768, llegó a ser director de la Academia de Guardiamarinas con el grado de teniente, cuando solo contaba con 36 años, un hecho absolutamente inusual para su tiempo. Este cargo lo desempeñó hasta 1789.

Jorge Juan ofreció a Tofiño la posibilidad de asistir como invitado a la Asamblea Amistosa, una prestigiosa tertulia científica en la que se reunían los más importantes investigadores de todos los campos del saber de su época.

Realizó el proyecto inicial del edificio que albergaría el Real Observatorio Astronómico para la Academia de Guardiamarinas. Y publicó unas observaciones con gran relevancia científica, destacando el eclipse anular de Sol de 1764 y el paso de Venus por el Sol, aprovechando un eclípse el 3 de junio de 1769.

Esta observación fue reseñada por el astrónomo francés Joseph J. Lalande en la segunda edición de su Astronomía, publicada en 1771. Otros astrónomos franceses, como Pingré, Borda o Verdun de la Crenne, visitaron a Tofiño en el Real Observatorio de Cádiz y lo elogiaron en las relaciones de sus viajes.

En cuanto a las matemáticas, escribió un Compendio de la Geometría elemental y Trigonometría para el uso de los caballeros guardiamarinas en su academia.

REAL OBSERVATIO ASTRONÓMICO DE SAN FERNANDO

Ante la creciente necesidad de oficiales y bajo su intervención, en 1773, se fundaron las Academias de Guardiamarinas de El Ferrol (Coruña) y de Cartagena (Murcia). Dirigió estas instituciones de forma conjunto a la de San Fernando, cuando ya era capitán.

En 1783, redactó el plan de estudios y un programa de observaciones astronómicas para los oficiales de la armada, de forma conjunta con José Varela y Ulloa.

Durante estos años, también participó en operaciones militares como el bloqueo a Argel de 1775 y el sitio de Gibraltar de 1782. En 1784, fue ascendido a brigadier de la Real Armada y, en 1789, a jefe de Escuadra.

Mientras tanto, su prestigio como astrónomo fue creciendo en Europa. Llegó a ser miembro de la Real Academia de la Historia y de las Reales Academias de Ciencias de París y de Lisboa, y de la Real Sociedad Económica Bascongada de Amigos del País.

Academia de Guardiamarinas Compendio Geometría elemental
ACADEMIA DE GUARDIAMARINAS Y TRATADO DE GEOMETRÍA

De sus prácticas con sus alumnos surgió una generación de marinos ilustrados de ciencia y guerra, con grandes conocimientos náuticos, astronómicos y cartográficos. Algunos de ellos fueron José de Mazarredo, José de Vargas Ponce, Dionisio Alcalá Galiano o Juan Francisco de la Bodega y Quadra.

Discípulo suyo fue el almirante Juan Francisco de la Bodega y Quadra, quien realizó una expedición cartográfica por las costas del pacífico de América del norte, fundando la ciudad de Tofiño en la isla de Vancouver en su honor, que actualmente es Tofino.

Tras morir en San Fernando de Cádiz en enero de 1795, a los 62 años de edad, sus restos mortales se encuentran en el Panteón de Marinos Ilustres.

Pero sin lugar a dudas, la cartografía de las costas de la España peninsular en el Atlas marítimo de España, islas Azores y adyacentes fue la obra científica que le generó mayor reconocimiento internacional, por la meticulosa, exactitud y belleza de aquel trabajo. Se había convertido en un modelo de soldado-científico de la Ilustración europea, un auténtico renovador de la cartografía española del siglo XVIII, y sus trabajos tuvieron vigencia hasta el siglo XX.

El promotor del proyecto fue el secretario de Estado de Marina, Antonio Valdés, quien le encomendó a Vicente Tofiño la ejecución en 1783, continuando la aportación que décadas antes hicieron Jorge Juan y Antonio de Ulloa.

ANTONIO VALDÉS, ALEJANDRO MALASPINA Y JUAN DE BODEGA Y QUADRA

Para las labores de investigación hidrográfica, Tofiño eligió a destacados oficiales de marina de la Ilustración española, jóvenes que procedían de las Academias de Guardias Marinas: Dionisio Alcalá Galiano, José de Vargas Ponce, José Espinosa y Tello, José María de Lanz, Julián Ortiz Canelas, Alejandro Belmonte y Juan Vernacci. Otro excelente cartógrafo colaborador suyo fue Felipe Bauzá, que figuraba como piloto.

Al equipo científico se fueron incorporando en sucesivas ocasiones ilustres marinos del nivel de José Varela y Ulloa, Salvador Fidalgo y Alejandro Malaspina, aunque este último abandonó este proyecto para dirigir la fragata Astrea, de la Compañía de Filipinas.

Los instrumentos utilizados fueron proporcionados por la Academia de Guardiamarinas y el Observatorio Astronómico de Cádiz. El método que empleó en los levantamientos fue el mismo que utilizó Cook en 1763, consistente en una combinación de triangulaciones en tierra y en el mar. Para la expedición marítima dispusieron de la fragata Santa María Magdalena y de los bergantines Vivo y Natalia, entre los años 1783-1788.

El progreso de las operaciones fue constante. El levantamiento de las costas del Mediterráneo les ocupó los veranos de 1783, 1784 y 1785. La época estival de 1786 se empleó en las costas de Portugal y Galicia; la de 1787 se dedicó a la costa del Cantábrico; y la de 1788, a la campaña de las islas Azores.

Mientras Tofiño permanecía al mando de las compañas hidrográficas, el marino José de Vargas Ponce se instalaba en Madrid para coordinar al equipo de grabadores y dibujantes. En el grabado y estampación del Atlas marítimo participaron casi todos los grandes profesionales de la época.

ATLAS MARÍTIMO DE ESPAÑA

En 1787, aparecía publicado una primera parte del trabajo con el título Descripción de las islas Pithiusas y Baleares.

En 1789, se publicó el Atlas Marítimo de España, considerado como la primera obra de la cartografía moderna española. Aquel mismo año salió una segunda edición con un índice y una ordenación diferente.

Está formado por una colección de 30 cartas esféricas que en la actualidad guarda la Biblioteca Nacional de Madrid. Son 47 láminas, 22 corresponde a cartas esféricas, 16 a planos de puertos, rías o fondeaderos y 9 a vistas de las costas. Carece de un índice que explique la distribución de todas las cartas.

Cada carta esférica cubre una lámina completa, pero puede haber varios planos en una sola lámina. Además, algunas de las láminas de las cartas también incluyen planos y vistas. De tal modo que la obra está compuesta por 22 cartas esféricas, 34 planos y 138 vistas.

CARTOGRAFÍAS DEL ATLAS MARÍTIMO DE ESPAÑA

El Atlas está acompañado de dos derroteros que completaban con textos y datos las descripciones de las costas:

1. Derrotero de las costas de España en el mar Mediterráneo y su correspondiente de África, publicado en Madrid, en 1787.

2. Derrotero de las costas de España en el océano Atlántico y de la islas Azores o Terceras para inteligencia y uso de las cartas esféricas, publicado también en Madrid, en 1789.

DERROTEROS DE LAS COSTAS DE ESPAÑA

Además, de Tofiño, también fueron autores Varela y Ulloa, y Bauzá y Cañas.

Vicente Tofiño ejecutó la mayor parte de las cartas, levantó la mayoría de los planos, coordinó y realizó las campañas hidrográficas en las que se obtuvieron los datos del Atlas.

José Varela y Ulloa, capitán de navío, fue el autor de las tres cartas correspondientes a la costa de África en el océano Atlántico. Utilizó los datos de la expedición hidrográfica que junto a Jean Charles de Borda realizó a las islas Canarias y la costa occidental de África a bordo de la fragata de la marina francesa La Boussole, en 1776. Francia solicitó al gobierno español los permisos pertinentes y éste comisionó a José Varela y Ulloa para que se uniera a la expedición y compartiera sus resultados.

Felipe Bauzá y Cañas fue dibujante o delineante de algún plano y de 16 de las 47 láminas del Atlas. Comenzó como piloto, pero llegó a estar al frente de la Dirección Hidrográfica.

El ingeniero militar Rafael Mengs dibujó la portada, que fue grabada por su cuñado, Manuel Salvador Carmona. Pero hay una larga lista de grabadores. Manuel Salvador Carmona y Juan de la Cruz habían estado pensionados por el secretario real Zenón de Somodevilla en París, junto con Tomás López, entre 1752 y 1760-62 para perfeccionarse en las nuevas técnicas de grabado.

Cartas esféricas Atlas marítimo España Vicente Tofiño
CARTOGRAFÍAS DEL ATLAS MARÍTIMO DE ESPAÑA

En 1788, ya se habían impreso y publicado algunas de las cartas que forman el Atlas y la mayor parte de las planchas estaban grabadas. Entonces, se alquiló un local en Madrid para almacenarlas y se destinó a José de Vargas Ponce para gestionar todo lo referente a su edición y su venta. Esa dependencia fue conocida como Depósito Hidrográfico y sería el germen de la futura Dirección de Hidrografía.

El ámbito representado fueron las costas de la península Ibérica, de las Baleares, sus correspondientes de Francia y el norte de África. La costa occidental de África hasta Cabo Verde incluyendo esas islas, las Canarias, las Madeira y las Salvajes. También las islas Azores y parte del Atlántico hasta el banco de Terranova.

Cada una de las cartas del Atlas cubre una parte de la costa delimitada según el parecer del autor para mejor convenir a su uso en la navegación. Por tanto, los ámbitos representados en cada carta eran de dimensiones muy diversas.

En una carta se representó a la península Ibérica de forma completa, cubriendo una gran porción del océano Atlántico desde Cabo Verde hasta el banco de Terranova a muy pequeña escala. Fue la primera ocasión en la que la forma de la península Ibérica fue representada en sus correctas proporciones, a partir de rigurosos datos cartográficos. Se pudo calcular por primera vez la medida exacta del territorio español, que resultó ser de 10.891 leguas cuadradas de 8.000 varas cada una.

Cartografías Santander Cádiz Atlas marítimo Tofiño
CARTOGRAFÍAS DEL ATLAS MARÍTIMO DE ESPAÑA

ISABEL BARRETO ADELANTADA DE LOS MARES DEL SUR


América no solo fue cosa de hombres, detrás de la aventura de Cristóbal Colón, estuvo una oleada de mujeres que también probaron suerte a hacer las Américas, pioneras como Isabel Barreto. Esta aventurera, a la altura de Magallanes y Orellana, está considerada como la primera mujer que desempeñó el cargo de almirante de la Armada española, a finales del siglo XVI, durante el reinado de Felipe II. Protagonizó la Expedición a las islas Salomón y las Filipinas.

Isabel Barreto almirante Armada española expedición islas Salomón Filipinas adelantada
ISABEL DE BARRETO ADELANTADA DE LOS MARES DEL SUR

Isabel Barreto de Castro nació en Pontevedra, en 1567. Siendo una niña, se marchó con su familia al Virreinato del Perú, donde conoció al adelantado Álvaro de Mendaña y Neira, con quien se casó en 1585, en Lima. Como tantos aventureros, Mendaña deseaba encontrar el mítico País del Dorado.

A finales del siglo XVI, la mayor parte de América ya había sido descubierta y colonizada, y la búsqueda del deseado Dorado ya había cesado por el desengaño. Es más, se había trasladado a islas del océano Pacífico debido a la mitología inventada por los incas y a la Historia de los Incas escrita por Pedro Sarmiento de Gamboa. Según los incas, existía en el océano Pacífico una isla llena de oro y piedras preciosas llamado Ophir y, para alcanzarlo, Mendaña ya había organizado varias expediciones.

islas Salomón Theatrum Orbis Terrarum Abraham Ortelius
ISLAS SALOMÓN EN EL THEATRUM ORBIS TERRARUM

En 1568, Mendaña descubrió las islas Salomón. Aunque no encontraron oro, en aquellas islas había hecho fortuna, pues trajeron especias como clavo, nuez moscada y jengibre. Pero siempre estuvo convencido de que aquel archipiélago eran realmente las míticas minas de oro del rey Salomón. Estaban a varios miles de kilómetros por mar desde América, navegando hacia el oeste, desde las costas de Perú. Eran cientos de islas, sumergidas en un pasado tan legendario como desconocido. Islas que, en cierto modo, tenían un atractivo interés para los marinos del siglo XVI.

El monarca Felipe II le recibió en su residencia del monasterio de El Escorial y al que había convencido de volver a las Salomón. Según sus explicaciones, no muy alejadas de la realidad, había estado a punto de entrar en contacto con la ignota Terra Australis y, sobre todo, la habitaban millones de almas paganas esperando ser cristianizadas. También anotó a modo de inventario que en la isla de San Cristóbal los ríos eran ricos en oro.

El matrimonio con Isabel Barreto aportó liquidez a la ruinosa hacienda de Mendaña que podría, de esta manera, financiar su nueva expedición. Su objetivo oficial era establecer algún enclave español en aquellas lejanas islas, para impedir que los corsarios ingleses atacaran las Filipinas o la costa americana del Pacífico.

ISABEL DE BARRETO

El virrey García Hurtado de Mendoza patrocinó una nueva expedición. De este espíritu aventurero y ante las expectativas creadas por su marido, Isabel de Barreto se sumó a tan ambicioso proyecto. Mendaña ya tenía casi 50 años, pero tenía el apoyo de una esposa veinteañera de carácter muy fuerte, ambiciosa, firme y autoritaria, quien influyó notablemente en él. De la misma manera, Isabel Barreto le debía su vocación marinera a este navegante.

La expedición se componía de cuatro embarcaciones: el galeón San Gerónimo, nave capitana encabezada por Pedro Fernández de Quirós; el galeón Santa Isabel, capitaneado por Lope de Vega, casado con una de las hermanas de Isabel; el galeote San Felipe, cuyo capitán era Felipe de Corzo; y la fragata Santa Catalina, con Alonso de Leyva a la cabeza. Transportarían a 380 hombres y unas 90 mujeres y niños. Isabel Barreto no fue la única mujer a bordo, aunque no fuese habitual, también marcharon otras y algunos hermanos suyos: Lorenzo, Diego y Luis. El 16 de junio de 1595, partió desde el puerto peruano de Paita.

ÁLVARO DE MENDAÑA Y PEDRO FERNÁNDEZ DE QUIRÓS

El capitán del San Gerónimo y cronista portugués de la expedición era Pedro Fernández de Quirós. Su crónica Descubrimiento de las regiones australes es la principal fuente de información del viaje. Por aquel tiempo, las coronas de España y Portugal estaban unidas bajo el trono de Felipe II, pero este portugués mantuvo constantes enfrentamientos con Isabel Barreto y sus hermanos, con Álvaro de Mendaña, y con el maestre de campo Pedro Marino Manrique. Las desavenencias más notables del cronista las mantuvo con Isabel Barreto, llegando a planear conspiraciones que no triunfaron.

El viaje sufrió continuos infortunios: problemas entre la capitanía y la tripulación, enfrentamientos con los indígenas nativos, peleas entre los mismo españoles, hambre y enfermedades.

El primer archipiélago que encontraron fue el de las islas Marquesas de Mendoza, en homenaje al virrey Hurtado de Mendoza, poniéndoles nombre a las cuatro que divisaron: San Pedro, la Magdalena (Fatu Hiva), la Dominica y Santa Cristina (Tahuata).

En la primera isla, La Magdalena, se vieron rodeados por más de 70 canoas pequeñas en las que se embarcaban varios cientos de nativos. Se produjo un grave enfrentamiento cuando los indígenas trataron de robar el metal que veían ante sus ojos.

En la isla Dominica, tuvo lugar otro enfrentamiento entre nativos y españoles cuando éstos bajaron a hacer la aguada. En Santa Cristina, los nativos les recibieron amablemente dándoles cocos y otras frutas.

ISLAS MARQUESAS

Según escribió el cronista Fernández de Quirós, el 28 de julio, una vez atracados en el puerto de la Madre de Dios:
"... salió a tierra el adelantado y llevó a su mujer Isabel Barreto y la mayor parte de la gente a oír la primera misa que el vicario dijo, a que los indios estuvieron de rodillas con gran silencio y atentos, haciendo todo lo que veían hacer a los cristianos, mostrándose muy de paz. Asentase junto a Doña Isabel, a hacerla aire, una muy hermosa india y de tan rubios cabellos que procuró hacerla cortar unos pocos, y por ver que se recató, lo dejaron de hacer por no enojarla."
La idílica tranquilidad no duró demasiado tiempo ya que volvieron a producirse enfrentamientos entre colonizadores y nativos. El relato de Quirós deja una abundante descripción de los nativos, el paisaje, los frutos y los animales que poblaban las Marquesas.

Tras abandonar este archipiélago, la expedición navegó hacia el oeste pasando por delante de algunas de las islas que posteriormente formarían parte del archipiélago de las Cook y Tuvalu. Durante la singladura perdieron la fragata Santa Isabel, en un día de niebla.

ISLAS SALOMÓN

Con tan sólo tres naves, arribaron en la isla de Santa Cruz (Nendo), que tiene unas medidas de 45 kilómetro de largo por 25 de ancho. Está ubicada en el archipiélago de Santa Cruz, rebautizado como provincia de Temotu, que ocupa un total de 836 kilómetros cuadrados en 200.000 de océano. Este archipiélago está situado a unos 400 kilómetros, al sur de las islas Salomón más septentrionales, las que Mendaña había descubierto 26 años atrás y que no pudo volver a encontrar ya que se había desviado entre 3 y 5 grados al sur en su navegación. Aquella isla de Santa Cruz sería el escenario de una gran batalla naval entre japoneses y norteamericanos, en octubre de 1942.

Finalmente, encontró fondeadero en Bahía Graciosa, al occidente de Lata, la actual capital. Mendaña trabó amistad con el cacique Malope, intercambiando obsequios. Estaba "ataviado con plumajes azules, amarillos y colorados"Los españoles enseñaron a los nativos a mirarse a la cara monstrándoles espejos; a cortarse las uñas con una tijera y a raparse con una navaja barbera. Todo esto durante cuatro días en que Malope respondía con cocos y otras frutas y alimentos.

La tripulación ya mostraba síntomas de agotamiento físico y de hartazgo por explorar islas lluviosas carentes de metales preciosos y riquezas prometidas. El maestre mayor Pedro Marino encabezó un motín de soldados rebeldes contra Mendaña. Deseaban regresar de inmediato a Perú o seguir buscando las codiciadas islas Salomón. Además, en tan solo dos meses de estancia en la isla habían muerto 40 expedicionarios y enfrentado a tribus de nativos hostiles.

La expedición se dividió entre los capitaneados por el maese mayor y los partidarios del adelantado. Mendaña, incapaz de tomar decisiones por enfermar de malaria, delegaba en su esposa Isabel de Barreto, la verdadera directora de la situación.

ISLAS SALOMÓN

Isabel era una soñadora capaz de ajusticiar al rebelde maese de campo y así aconsejó a su marido sobre Marino:
"Señor, matadlo, o hacedlo matar: ¿qué más queréis, pues os ha venido a las manos? Y si no, yo le mataré con este machete."
Mendaña, finalmente, organizó un plan con su mujer y sus cuñados para liquidar a los cabecillas de la revuelta. Así, entró en la choza de Marino y "le dios dos puñaladas, una por la boca y otra por los pechos", rematándolo en el suelo. También recibieron el toque mortal de la espada los seguidores de Marino.

Pero, tras resolver un problema surgía otro: los soldados rebeldes del maestre Marino habían asesinado días antes al caudillo Malope, para generar un ataque de venganza de los indígenas contra todos los expedicionarios y regresar cuanto antes a Perú.

La expedición continuaba asentada en la isla, los tripulantes morían por la malaria y el escorbuto, y los que sobrevivían empezaban a sospechar de la figura emergente de Isabel Barreto ante la falta de autoridad de Mendaña. Estos firmaron un escrito exigiendo al adelantado que "les sacase de aquel lugar y les diese otro mejor, o los llevase a las islas que habían pregonado".

INDÍGENAS GUERREROS DE LAS ISLAS SALOMÓN

Días más tarde, Mendaña fallecía de malaria. Antes de morir, hacía testamento que fue redactado por el escriba Andrés Serrano. Nombró a su mujer Isabel Barreto adelantada de las islas Salomón y del Poniente, recibiendo el cargo de gobernadora y el título de marquesa de las mismas. Su hermano Lorenzo Barreto era nombrado almirante de la expedición y general de las tropas españolas en Santa Cruz.

Así lo dejó escrito Fernández de Quirós:
"Dejó por heredera universal y nombrada por gobernadora a doña Isabel de Barreto, su mujer, porque de Su Majestad tenía cédula particular con poder para nombrar la persona que quisiese."

Isabel Barreto no tardaría en asumir junto a sus tres hermanos el control de la difícil situación provocada por el establecimiento de una ciudad en un lugar inhóspito, falto de alimentos, constantemente acechado por los indígenas nativos, y machacados por la malaria: "Cada día moría uno, dos o tres de los nuestros."

Lorenzo Barreto moría unos días después de un flechazo e Isabel tomaba definitivamente el mando absoluto de la expedición nombrándose adelantada del mar Océano, gobernadora de la colonia de Santa Cruz, y capitana general y almiranta de la flota de su majestad Felipe II.

Según Fernández de Quirós, Isabel era:
"De carácter varonil, autoritaria, indómita, impondrá su voluntad despótica a todos los que están bajo su mando, sobre todo en el peligroso viaje hacia Manila."

ISABEL DE BARRETO

Ante el difícil enfrentamiento con los nativos, la incapacidad de establecer un asentamiento estable, el descontento de la tripulación y un marido y hermano recién fallecidos, Isabel reunió en junta a los supervivientes y acordaron por mayoría absoluta zarpar hacia las Filipinas, confiando en la experiencia marinera del piloto Fernández de Quirós.

Tras avituallarse con alimentos de la isla, el 18 de noviembre de 1595, partía apresuradamente la expedición con 7.000 millas náuticas a sus espaldas. Durante la singladura, dos de las tres naves que zarparon, se perdieron: la San Felipe y la Santa Catalina.

Isabel Barreto gobernaba la nao capitana San Gerónimo, no parecía dispuesta a rendirse: había que llegar a Manila como fuera.

La desnutrición y las enfermedades, especialmente el escorbuto, diezmaron a la tripulación:
"Apenas había día que no echasen a la mar uno o dos [cadáveres], y día hubo de tres y cuatro."
Y, según su crónica, la crueldad de la almirante costó el ahorcamiento de varios marineros que contravinieron sus órdenes. Él mismo expresó su queja de tener que aguantar a aquella mujer que se apoyaba en su cargo para imponer su voluntad bajo pena de acusarlo de desacato:
"No sé qué orden me tenga para que esta señora se aficione a la razón. Debe de entender que yo nací con obligación de servirla y de sufrirla."
De hecho, para él ya era un castigo tener que aguantarla:
"No quiero decir que hice en esta jornada otra cosa buena más de solo sufrir una gobernadora mujer y a sus dos hermanos, y todo estos y más puede el deseo de no ofrecer el nombre del servicio del Rey: que de presente estaba en manos de doña Isabel Barreto."
Durante los tres meses que duraría la accidentada travesía hasta el archipiélago de Filipinas murieron 50 personas a bordo. Varios motines se sucedieron a bordo del barco, pero fueron disueltos por Isabel Barreto, imponiendo su autoridad al mando con mano de hierro.

ISABEL DE BARRETO Y EL PUERTO DE MANILA

La primera tierra en repostar fue la bahía de Cobos. Y, a principios de febrero de 1596, avistaron la isla de Corregidor que protege la bahía de Manila. Entonces, todos aceptaron sus cargos: almiranta, gobernadora de Santa Cruz y adelantada de las islas de Poniente.

El gobernador de Filipinas, Luis Pérez das Mariñas, recibió a lo que quedaba de la expedición, un grupo de marinos famélicos y esqueléticos. Isabel Barreto fue invitada a una recepción solemne en el palacio de Manila. No sólo estaban las más altas autoridades, sino "toda la gente del mar y otras personas de la ciudad vinieron a ver la nao por cosa de ver, así por sus necesidades como por venir del Perú y traer, como se decía, la Reina de Saba de las islas Salomón".

La entrada de Isabel en el palacio del gobernador fue sumamente espectacular:
"Entró de noche y fue recibida con aparato de hachas y bien hospedada."
El relato que hizo la adelantada de su terrible estancia en Santa Cruz y del espantoso trimestre errante desde que salieron de aquella isla causó asombro sobremanera en la capital filipina.

En noviembre de ese mismo año caso en segundas nupcias con el general Fernando de Castro, capitán y caballero de la Orden de Santiago, y primo del gobernador de Filipinas, recientemente nombrado general de la nao de Acapulco encargada de las comunicaciones entre las Filipinas y el virreinato de Nueva España. A él contagió su sueño de encontrar aquellas islas míticas llenas de riquezas y la tierra austral.

La primera ruta comercial estable entre ambos continentes, conocida como Tornaviaje, había sido descubierta por Andrés de Urdaneta un par de décadas atrás, después de la colonización de Miguel López de Legazpi.


En 1597, ambos organizaron una expedición a bordo del mismo San Gerónimo, que les llevó primero a Acapulco, en el Virreinato de la Nueva España, y después a Guanaco, en el Virreinato de la Plata, donde Isabel poseía una encomienda. Posteriormente, regresaron a Perú. Allí, el nuevo matrimonio reclamó los derechos de la encomienda que tenía Mendaña en Guanuco.

Previamente, Fernández de Quirós había logrado del rey Felipe III una Real Cédula que le otorgaba el derecho a regresar y cristianizar las islas Salomón, anulando el título que Isabel había recibido de su primer marido. Fernández de Quirós, como cronista y testigo de la expedición, denunció ante la Corte los abusos y excesos que Isabel Barreto cometió con los indígenas y con la tripulación.

Poco le duró a esta mujer el título de adelantada de las islas del Poniente y primera y última almiranta de la mar Océano: poco más de tres meses; el tiempo que tardó la expedición en realizar el trayecto entre la isla de Santa Cruz y Manila.

Fernando de Castro y ella intentaron recuperar el adelantazgo, incluso llegaron hasta Lima para protestar. Es en este punto donde se pierde la historiografía. Algunos historiadores consideran que regresó a España para reclamar su derechos en la Corte, y que falleció en su Galicia natal. Otros creen que falleció en Perú, en 1612, siendo enterrada en Castrovirreyna. 

No fue Barreto la única protagonista de aquellos días de choque de civilizaciones. Sin embargo, fuera del circuito académico apenas han trascendido sus historias. Una de tantas mujeres que protagonizaron gestas épicas en el Nuevo Mundo y olvidos legendarios en el Viejo.

INVENCIÓN DE LA MINA TERRESTRE MILITAR POR PEDRO NAVARRO


Pedro Navarro fue ingeniero militar, general de infantería, artillería y zapadores y almirante de mar, uno de los fundadores de los Reales Tercios de Infantería españoles, al servicio del rey Fernando el Católico y del general Gonzalo Fernández de Córdoba.

Está considerado el inventor o perfeccionador de las minas terrestres militares de pólvora en Europa a inicios del siglo XVI, un adelantado de la ingeniería militar del Renacimiento al innovar un sistema para demoler muros de fortalezas durante las Guerras de Italia.

MINAS TERRESTRES MILITARES POR PEDRO NAVARRO

Pedro Navarro era natural de Garde, una pequeña villa pirenaica en el valle del Roncal del Reino de Navarra, donde nació en 1460. Siendo un niño se embarcó con unos mercaderes genoveses y pasó al norte de Italia, donde se enroló en algún ejército.

En 1487, participó en la guerra entre las Repúblicas de Florencia y de Génova, sirviendo al Ejército florentino como soldado de base. En el asedio al castillo de Sarzanello, Navarro comenzó a desarrollar su talento en ingeniería militar al construir sus primeras minas de pólvora para demoler fortificaciones y castillos. Sin embargo, su invento no funcionó con la eficacia que esperaba, motivo por el cual se dedicó a investigar el modo de perfeccionarlo y de conseguir el mayor impacto explosivo.

La forma más antigua de mina de pólvora para uso militar es el de fortificaciones. Básicamente consiste en una forma de atacar mediante la excavación de un túnel hasta llegar debajo de las murallas del adversario y socavar sus cimientos. La técnica consistía en realizar una gran cavidad al final del túnel y debajo del muro, apuntalando la mina llena de pólvora el techo, y una vez que tenía el tamaño suficiente, se prendía fuego a los puntales hasta que generase una gran explosión, con lo que los cimientos caían en la cavidad abriéndose una brecha en la muralla y se facilitando el posterior asalto.

La utilización de la pólvora como explosivo para demoler murallas es muy antigua. El minado de fortificaciones se empleó con frecuencia en la antigüedad clásica y después en la Edad Media. Existen referencias escritas en latín por el historiador griego Polibio, quien redactó una ataque con minas del ejército romano a Ambracia. Pedro Navarro volvió a retomar esta práctica militar en las Guerras de Italia a inicios del siglo XVI. Después, se utilizaría de forma esporádica como en el asedio del Alcázar de Toledo en la Guerra Civil española o en la I Guerra Mundial.

Retrato Pedro Navarro españoles ilustres
PEDRO NAVARRO

Mientras tanto, Navarro fue recompensado con la entrega de un buque de mar por el marqués de Cotrón, para el que sirvió en la guerra. Se dedicó al corso por el Mediterráneo, asaltando a piratas otomanos, principalmente en el norte de África, por lo que fue llamado como Roncal el Salteador. Tras se herido durante un asalto a un barco, en 1499, desembarcó en la ciudad de Civitavecchia y abandonó la práctica corsaria naval.

Allí conoció al general Gonzalo Fernández de Córdoba, poniéndose a su órdenes para tomar parte en las Guerras de Italia entre los ejércitos de las Monarquías de España y de Francia. Navarro le ofreció el uso de la pólvora para la creación de artilugios para derribar los muros de los castillos, una técnica casi desconocida en la época.

El general le dijo que aquello era posible porque los chinos, que eran los inventores de la pólvora nunca, nunca la habían utilizado con aquel fin. Entonces, Navarro respondió: "Los chinos no saben usar la pólvora".

El Gran Capitán encargó a Navarro todo lo referente a ingeniería militar en una expedición contra el Imperio otomano en el año 1500, formada por una armada combinada de naves españolas y venecianas.

Escultura Pedro Navarro Garde Gonzalo Fernández Córdoba
PEDRO NAVARRO Y GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓDOBA

En 25 de noviembre de 1500, Navarro tuvo la primera oportunidad de probar con éxito sus minas, y logró derribar una parte de la muralla del castillo de San Jorge, en la Cefalonia. También utilizó azufre para quemar a los turcos dentro de sus propias galerías. Sería el inicio de una serie de actuaciones que le otorgaría la victoria a las armas españolas en los castillos y baluartes de Volvió, Casona, Taranto, la Torre de San Vicente y Castilnuovo.

Durante la Segunda Campaña de Italia, entre los años 1500-1504, organizó la defensa de la plaza de Casona con 600 españoles frente al Ejército francés al mando del caballero Bayardo.

En mayo de 1503, se distinguió en la batalla de Ceriñola, por el acierto con que dirigió los fuegos de artillería y arcabuces contra la caballería pesada francesa. Realizó la conquista de Castel Nuovo y Castel d'Ovo, gracias al empleo efectivo de sus minas de pólvora. Además, la toma de Nápoles fue conseguida gracias a la superioridad estratégica de los Tercios de Infantería españoles en el empleo de fortificaciones campaña mediante un sistema defensivo-contradefensivo utilizado por Fernández de Córdoba.

Especial actuación la que Navarro realizó en el castillo de Castel Nouvo, una fortaleza casi inexpugnable al pie de sus torres. Bajo la cobertura de la artillería puso a excavar a los zapadores junto a la muralla, introdujo barriles de pólvora en las minas, una de ellas bajo el polvorín francés, para luego cerrarlas totalmente. Un despliegue de soldados en el campo simula un asalto y la guarnición francesa tomó posiciones en las almenas. Entonces, ordenó prender fuego a la pólvora y el consiguiente estallido desplomó una parte de la muralla, arrastrando en la caída a los defensores ahí situados, por donde entraron luego los sitiadores para rendir finalmente la ciudadela al día siguiente, en mayo de 1503.

A finales del mismo año, estuvo al frente de la infantería española en numerosas acciones en la campaña de Garellano.

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CASTILLO DE CASTEL NUOVO

La masiva destrucción de fortificaciones que producía su sistema de minas de pólvora generó expectación en la opinión pública de toda Europa, por lo que se le reconoció a Navarro, incluso se llegó a denominarle "el inventor de la mina moderna militar". Al regresar a España, fue recompensado por el rey Fernando el Católico con el título de conde de Oliveto (Italia), y ordenado a marchar contra el duque de Nájera, que se había revelado en 1507.

En 1508, por orden del rey, partió desde Málaga en una expedición de limpieza de piratas berberisco por las costas españolas y africanas. El 23 de junio de esa año, conquistó el peñón de Vélez de la Gomera. Posteriormente auxilió desde el mar a la guarnición portuguesa de Arcila.

En 1509, estuvo al frente del ejército que efectuó la conquista de Orán, expedición financiada por el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, el arzobispo de Toledo.

En 1510, protagonizó la primera campaña de Túnez, en la que conquistó Bujía, y con ello Argel, Trípoli y otras plazas se sometieron a la autoridad de España.

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CASTEL DE OVO Y PEDRO NAVARRO

En 1512, regresó a Italia para ponerse a las órdenes del virrey de Nápoles, Ramón de Cardona, y participar en la tercera campaña de Italia (1511-1513), formada por una colación entre España, Venecia y el Papa, llamada Santa Liga, para expulsar al Ejército francés.


Navarro se distinguió tomando la inexpugnable ciudad de Bastia en tan solo cinco días. En cambio, fracasó en su intento de tomar Bolonia en poder francés debido a la humedad y al escaso tiempo disponible para preparar sus minas que demolerías las murallas. Este fracaso inicial terminó en su captura por el Ejército francés al mando del caballero de Labrit y hecho prisionero durante la batalla de Rávena.

Tras tres años de intento de rescate por parte de Fernando el Católico, se puso al servicio de Francisco I de Francia. Mediante misiva, Navarro escribió al rey Fernando explicando la renuncia a sus servicios, devolviendo el título de conde de Oliveto y la insignia de general español. El Católico le contestó que "podía hacerlo, pues era libre".

Está considera el iniciador de la escuela francesa de fortificación. Siendo general, organizó la Infantería francesa al mismo modo que la española. En 1515, tomó parte de la Cuarta Campaña de Italia, en la batalla de Marigano contra la infantería suiza al servicio del virrey de Nápoles, invasión del Milanesado, se apoderándose de las plazas de Novara, Vigenaro y Pavía. Se le considera el inventor del fuego a la voz por filas, utilizada por primera vez en esta batalla.

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CASTEL NUOVO

Tras este auge militar en el Ejército francés llegó su caída frente al español del cual provenía. Así, durante la Quinta Campaña de Italia, entre los años 1521 y 1522, fue derrotado en la batalla de Bicoca y hecho prisionero en la toma de Génova por las tropas del emperador Carlos V. Navarro estuvo encerrado en el castillo de Castelnovo durante tres años. Por el Tratado de Madrid de 1526, fue liberado junto a Francisco I, apresado en la batalla de Pavía. La fortaleza de Castel Nuovo fue el escenario de su prisión nuevamente, tras ser apresado en el asedio de Nápoles al mando del general Lautres y del marqués de Saluzzo.

En 1528, murió todavía prisionero a los 68 años en el castillo que él había conquistado 25 años antes. Al día siguiente de su muerte los españoles escribieron el siguiente epitafio:
"Ilustre capitán español muerto al servicio de los franceses."
El duque de Gesa, sobrino del Gran Capitán, construyó un sepulcro para Pedro Navarro junto al del general Lautrec en la iglesia de Santa María la Nueva.

Era navarro ordinario en su dura traza, codicioso de fortuna, y bastante obscuro en su trato; fue infiel a su patria y a su rey, pero seguramente no lo hubiera sido si la envidia no hubiera estorbado su rescate.

Pintura Nápoles castillo Castel Nouvo
PUERTO MARÍTIMO DE NÁPOLES