EXPEDICIÓN DIPLOMÁTICA A CHINA POR MARTÍN DE RADA


Cosmógrafo y matemático de la Orden de los Agustinos, Martín de Rada encabezó la primera expedición diplomática española a China, en 1575, con el objetivo de establecer relaciones comerciales entre la provincia de Fujian y la ciudad de Manila y un foco de evangelización cristiana en el Imperio de Wanli. Fruto de sus estudios etnográficos fue la Relación verdadera de China y del viaje de Martín de Rada, confirmando por primera vez que la Catay que citaba Marco Polo y la China que él había visitado era el mismo país.

Las aportaciones de Rada en el periodo inicial de los contactos entre China y Europa le han convertido en el primer sinólogo de Occidente. Además, fue el primer cosmógrafo en aplicar las teorías heliocéntricas del astrónomo Nicolás Copérnico sobre el territorio asiático.

Martín Rada expedición diplomática China embajada
EXPEDICIÓN DIPLOMÁTICA A CHINA POR MARTÍN DE RADA

Martín de Rada Cruzat
nació en Pamplona, el 20 de julio de 1533. Pertenecía a una familia de la nobleza navarra del siglo XVI que había defendido las aspiraciones de Fernando el Católico al trono real en 1512 y años posteriores. En reconocimiento a esta fidelidad, Martín de Rada recibiría el priorato de Ujué y el monasterio de la Oliva por orden Carlos I de Habsburgo, años más tarde.

Siendo un niño estudió en la Universidad de París, junto a su hermano Juan, donde obtuvo una amplia formación en ciencias exactas, naturales y geográficas, destacando especialmente en matemáticas y astronomía.

A la edad de veinte años, amplió sus estudios de la Universidad de Salamanca, especializándose en Teología y Derecho. En 1554, ingresó en la Orden de los Agustinos, residiendo en el convento de San Agustín. Allí pudo tomar lecciones de los filósofos y juristas de la Escuela de Salamanca, encabezada por Francisco de Vitoria, a ceca del Derecho Internacional de Gentes. Esta influencia moral y aprendizaje académico le serviría para más tarde acceder a las misiones de América en defensa de los indios.

CONVENTO DE SAN ESTEBAN DE SALAMANCA

Tras un breve paso por el convento agustino de Toledo, su vocación misional le impulsó a tomar parte de las expediciones a América.

En agosto de 1561, llegó al Virreinato de la Nueva España, donde se relacionó con los miembros más sobresalientes de su orden, como el filósofo Alonso de la Veracruz o el cosmógrafo Andrés de Urdaneta. Sus compañeros reconocieron sus valiosos conocimientos en astrología y matemáticas, razón por la que el cosmógrafo Urdaneta decidió incluirlo en el grupo de frailes agustinos que iban a formar parte de la Expedición colonizadora a las islas Filipinas de 1564, al mando de Miguel López de Legazpi. Tras embarcar en la nave San Pedro desde el Puerto de la Navidad, llegó a la isla de Tanday, en febrero de 1565.

En la colonización filipina, el peso de los clérigos fue incluso superior al que alcanzaron en la colonización americana, destacando la presencia desde 1565 de los llamados Agustinos Filipinos, siendo Urdaneta y Rada dos de ellos. La presencia secular en esos lugares explica la existencia de un singular Museo Oriental en el Convento de los Agustinos Filipinos de Valladolid, que fue la sede central donde se formaba a los misioneros antes de enviarlos. Su compañero de orden, Andrés de Urdaneta partió de Cebú en busca del Tornaviaje, viaje de retorno desde Filipinas al Virreinato de la Nueva España a través del océano Pacífico.

Participó en la fundación de la villa de Cebú por López de Legazpi y se instaló en el Convento del Santo Niño de Cebú que fue levantado por su orden. Desde allí, Martin de Rada fue un pionero en la evangelización de nativos filipinos, interesándose en el aprendizaje del idioma tagalo. Escribió un Arte y Vocabulario de la lengua cebuana.

MARTÍN DE RADA

Otra de sus dedicaciones fue las relacionadas con la cosmografía y geografía. Así fue consultado por el gobernador Legazpi, en julio de 1567, a cerca de la demarcación geográfica del Imperio español sobre el extremo oriente a propósito de la llegada de dos navíos portugueses que reclamaban la jurisdicción de aquel archipiélago para su rey. Rada pudo demostrar al capitán luso Gonzalo Pereyra que Japón y los archipiélagos de Filipinas y Molucas estaban en el lado derecho del contra meridiano de Tordesillas, y que pertenecían al emperador Carlos V según el Tratado de Zaragoza de 1525, firmado entre ambas coronas. Aquellos cálculos fueron equivocados, y años más tarde se comprobó que en realidad estaba en el lado portugués.

Sus estudios cosmográficos y geográficos estaban basados en el libro De Revolutionibus de Nicolás Copérnico, al poco tiempo de ser publicado. Por tanto, fue el primer astrónomo en demostrar las teorías heliocéntricas en el otro lado del Mundo.

En 1569, realizó una descripción del "pueblo rico de Manila…, a unas setenta leguas de aquí…", es decir, desde Cebú, en la cual valoraba la abundancia de recursos ganadero, agropecuarios y metalúrgicos en la isla de Luzón.

tratado Tordesillas España Portugal
TRATADO DE TORDESILLAS

En mayo de 1572, Rada llegó a la ciudad de Manila para tomar parte de su fundación, siendo elegido prior. López de Legazpi confió en los agustinos la materialización un plan de fundación de villas basado en concentrar a los naturales que estaban dispersos por los valles y montañas, en los nuevos asentamientos cristianos, con la ayuda de soldados y encomenderos. De esta forma, se fueron construyendo los conventos en las recién fundadas villas de Manila, Oton, Tondo, Betis, Lubao, Calumpit, Taal, Lobao y Pasig, y así consolidar una organización administrativa, económica y religiosa en las islas.

Durante su estancia en Manila, destacó por su defensa de los indígenas ante los abusos de los encomenderos y alcaldes mayores. Advirtió al nuevo gobernador del errático modo de colonización que estaban llevando a cabo sus solados, así como de la mala distribución de encomiendas y tributos. Esta faceta le valió el apodo del "el Bartolomé de las Casas de Filipinas", por el historiador jesuita Pablo Pastells, título con el que en ocasiones también ha sido otorgado el primer obispo de Manila, el dominico Domingo de Salazar.

El contacto con comerciantes musulmanes instalados en los sultanatos vecinos de Borneo y Mindanao, cargados de valiosas mercancías chinas, como canela, sedas y porcelanas, despertaron el interés de los colonizadores españoles. Estos vieron en ese comercio una posible salida a su decepcionante situación. Además, se conoció la ruta mercante que los portugueses recorrían con la Nao de plata entre los puertos accesibles del sur de Japón con el enclave de Macao en la costa china.

PUERTO DE MANILA, SIGLO XVII

Tanto en la gobernación de Filipinas como en la Corte de Felipe II se empezó a valorar la posibilidad de aprovechar el archipiélago de Filipinas como base de expediciones futuras hacia la China continental. La ruta española hacia las islas de las especias y China fue conceptualizada como una prolongación de la singladura americana.

Los misioneros asentados en el archipiélago apoyaron la iniciativa, valorando que lo pudieran utilizar como trampolín para comenzar una labor de evangelización en China y Japón. Martín de Rada fue el primer español en planear una expedición de evangelización a todo aquel territorio, y es que por encima de las facetas de cosmógrafo y matemático el navarro destacó por su labor evangelizadora y misionera.

Con fecha del 8 de julio de 1569, Rada envío una carta al rey Felipe II en la cual describió un proyecto de colonización de China. Insistió en el mismo aspecto que Legazpi, el de dotar a las islas de una poderosa flota con la que realizar la invasión. En el texto destacó la ingenua concepción que los españoles se habían hecho del extenso y ya entonces muy poblado país de China. La falta de informes veraces no mostraba las dimensiones reales de aquel territorio, creyendo que se podría conquistar con tan sólo un pequeño contingente de esforzados soldados. Así, Martín de Rada escribía en su carta que "... la gente de China no es nada belicosa... Mediante Dios, fácilmente y con no mucha gente, serán sujetados".

López de Legazpi describió los avances de la preparación del viaje en una carta dirigida al gobernador del Virreinato de la Nueva España y fechada el 11 de agosto de 1572. Señalaba que había liberado a más de treinta chinos que habían permanecido prisioneros en manos de nativos filipinos, al tiempo que había concedido permiso a diez barcos chinos para comerciar con total libertad con los españoles y naturales de las islas, acciones emprendidas como gestos de buena voluntad. Sin embargo, los planes de la expedición fueron interrumpidos con la muerte de López de Legazpi, el 21 de agosto de ese mismo año. Fue sucedido en su cargo por Guido de Lavezares.

China Asia Abraham Ortelius mapa cartografía
CHINA Y SUDESTE ASIÁTICO POR ABRAHAM ORTELIUS

La oportunidad para enviar una primera embajada a China surgió el 8 de abril de 1574, cuando dos juncos imperiales chinos llegaron a Manila proveniente de la provincia de Fujian. Se trataba de una embajada enviada por el emperador Wanli, de la dinastía Ming, que ofrecieron establecer relaciones comerciales con los españoles como recompensa a cambio de la captura de Limahon (Ling Feng). Este era un pirata chino que se refugiaba en al norte del archipiélago filipino con una flota de 62 embarcaciones de poco porte, pero con alrededor de 3.000 tripulantes, después de saquear las costas de Fujian y Cantón. Los españoles aceptaron el pacto y organizaron varias expediciones por mar y tierra para capturarlo y destruir sus bases.

El 30 de noviembre de 1574, se produjo el combate de Manila, entre el pirata y los defensores españoles. Rada distribuyó a los pocos religiosos que habitaban en el Convento de San Agustín por los muros de la ciudad en colaboración con los soldados.

Posteriormente llegaría el contrataque español. El 3 de agosto de 1575, fueron atacados por una expedición encabezada por Juan de Salcedo en Pangasinán. Aunque el corsario pudiese escapar, muchos de sus hombres fueron capturados.

EMPERADOR Y GUERREROS CHINOS

Apenas cuatro días después, llegaba a Pangasinán el capitán chino Wang Wanggao (Omoncon), desde donde Salcedo le condujo hasta Manila. Durante el recibimiento del gobernador Guido de Lavezares al séquito de Wang Wanggao, entregaron varias mujeres chinas capturadas por el pirata y se comprometieron a capturarle vivo o muerto.

Ante las buenas intenciones del gobernador, el Wang Wanggao accedió a llevar entre su flota a una embajada española para presentarla ante las autoridades de la provincia de Fujian. Aquella expedición fue la primera misión diplomática de la Monarquía Hispánica en territorio chino.

El grupo estaba integrado por los agustinos Martín de Rada y Jerónimo Marín, a quienes acompañaron los encomenderos Miguel de Loarca y Pedro Sarmiento. Ellos serían los primeros españoles en visitar la China imperial.

Los objetivos de esta embajada eran de diferente índole. Por un lado, pretendía obtener de las autoridades chinas un compromiso que garantizase la libertad de predicación. Sin embargo, era prioritario conseguir el permiso para establecer un enclave mercantil en la costa de Fujian desde el que los españoles pudieran fomentar relaciones comerciales con toda la región, siguiendo el ejemplo de los portugueses en Macao.

EMBARCACIONES MERCANTES EN EL PUERTO DE FUZHOU

El 12 de junio de 1575, zarparon de Manila en un navío de remos, dirigiéndose a Bolinao, y de allí rumbo a Catay. El 5 de julio, fondeando en el puerto de Fuzhou, donde fueron recibidos de honores.

Durante 35 días viajaron por las ciudades de Toncoco, Tangoa (Ton-goa), Chincheo (Chin-cheu), y Hochin (Oc-kiu), pertenecientes a la provincia de Fujian, y situadas en la zona de la bahía de Zhongzuouo, Quanzhou, Xinhua y Fuzhou.

A Fuzhou, la capital, llegaron el 17 de julio. Fueron recibidos por Liu Yaohui, gobernador de la provincia de Fujian. Aquellas autoridades les agasajaron con banquetes y regalos, mientras tanto, aprovecharon para recoger información sobre los usos y costumbres del país, sobre religión e historia, administración y navegación, etc. Mientras tanto, remitieron las peticiones del Martín de Rada a instancias imperiales para predicar en su territorio.

En cuanto al objetivo comercial, las conversaciones tampoco dieron resultados, ya que, para la mentalidad china, los europeos suponían una comunidad mercantil más entre las presentes en Asia Oriental. Además, sus relaciones comerciales con los españoles estaban condicionadas a la obtención de un beneficio, en ese caso la captura de Limahon y la entrada de plata desde América.

expediciones marítimas Martín Rada Filipinas embajada China
EXPEDICIONES MARÍTIMAS CON MARTÍN DE RADA

Tras fracasar en su intento de establecer relaciones diplomáticas con el emperador Wanli y dilatarse el cumplimiento de sus dos principales objetivos, la expedición diplomática tuvo que regresar a Filipinas con las manos vacías, a bordo de una flota de diez juncos comandada por Wang Wanggao y el general Shao Ye, citado como Siahoya Oxiaguac en la relación de Martín de Rada.

La expedición diplomática zarpó desde el puerto de Pehou, el 11 de octubre. Antes de llegar a Manila, mientras se encontraban fondeados en la desembocadura de un río en la costa occidental del actual Taiwan, conocieron la noticia de que el pirata ha vuelto a escapar. El 28 de octubre de 1575, regresó a Manila, después de casi tres meses de viaje.

Rada regresó con varios códices chinos que trataban sobre historia, religión, agricultura y costumbres de los naturales chinos sirvieron de gran utilidad, junto a su propia vivencia, para redactar un gran número de cartas, informes y relaciones que envió a la Corte, al Virreinato de la Nueva España o a sus superiores de la orden.

COMERCIANTES CHINOS EN EL PUERTO DE FUZHOU

A partir de las experiencias recogidas durante ese viaje, escribió una relación titulada Relación verdadera del reyno Taibin, por otro nombre China, y del viage que a él hizo el muy reverendo padre fray Martín de Rada, provincial que fue del orden de San Agustín, que lo vio y anduvo, en la provincia de Hocquien, año 1575 hecha por el mismo. La obra es un valioso documento en el que el fraile agustino realizó un análisis detallado de la cultura, la economía y la historia de China como ningún europeo lo había hecho hasta entonces. La Relación ofrece información de primera mano, sobre los alimentos y banquetes, las armas y la guerra, la casa y las ciudades, la agricultura y sus productos, la religión y los ídolos, la escritura y la administración de la justicia, los trajes del país, las facciones fisionómicas de sus habitantes, los entierros, etc. En todo, Martín de Rada se muestra informado y objetivo, sin hacer concesiones a la fantasía.

Esta Relación verdadera de China y del viaje de Martín de Rada fue impresa en Europa por los agustinos Jerónimo Román y Juan González de Mendoza, y reproducida en diversas obras. Este último consiguió que su Historia de las cosas más nobles, ritos y costumbres del gran Reyno de la China, publicado en 1586 fuese una obra de gran difusión.

A Martín de Rada se le atribuye también un Arte y Vocabulario de la lengua china., así como otra titulada De latitudine et longitudine locorum invenienda.

Los datos y la información que recogió en su relación le permitieron confirmar que la Catay que citaba Marco Polo y la China que él había visitado era el mismo país. Esta fue su contribución más importante realizada a la geografía mundial y a la historia de las relaciones entre Oriente y Occidente.

El hallazgo fue reclamado por Charles R. Boxer para Martín de Rada, y no para el jesuita Mateo Ricci, a quien se adjudicó erróneamente tal honor.

El hispanista chino Zhang Kai señaló que independientemente de sus interese, las aportaciones de Rada en el periodo inicial de los contactos entre China y Europa "le permitieron obtener el título de primer sinólogo de Occidente".

CONVENTO DE SAN AGUSTÍN DE CEBÚ

Una vez establecida la embajada china de Wang Wang-chao en Manila, el nuevo gobernador Francisco de Sande no tuvo mucho interés en corresponderse como lo habían hecho días antes en China con los españoles.

El 7 de mayo de 1576, el embajador Wang Wang-chao partía de Manila rompiendo relaciones diplomáticas con el gobernador filipino, aunque permitiendo llevar en su flota a Martín de Rada y Agustín Alburquerque.

Pero este segundo viaje a China iba a ser muy diferente al primero. Cuando Rada llegó a la isla de Bolinao, sus criados sangleyes (chinos establecidos en Filipinas) y su intérprete fueron asesinados. Los dos frailes fueron desnudados y despojados de cualquier pertenencia, y abandonados a surte de los isleños zambales. Pudieron ser rescatados por Juan de Morelos.

En mayo de 1576, Rada envió una misiva a Felipe II informándoles de los progresos y fracasos de ambas expediciones diplomáticas. En correspondencia del 28 de abril de 1578, el rey agradeció sus servicios para la evangelización de Filipinas y le propuso continuar con la actividad.

A finales de 1576, fue nombrado prior del Convento de San Juan Bautista de Calumpit, en la provincia de Pampanga, y, dos años después, del Convento del Santo Niño de Cebú.

Pero días después del nombramiento del nuevo priorato, fue solicitado por el gobernador Francisco de Sande para participar en una expedición a Borneo. En junio de 1578, Martín de Rada moría durante la travesía marítima.

libro biografía Martín Rada
FRAY MARTÍN DE RADA

ASTRONOMÍA ESPAÑOLA EN LA EDAD MEDIA


Durante la baja Edad Media, las ciudades de hispano-árabes de Toledo y Córdoba fueron referentes científicos en investigación astronómica a través de la Escuela de Astronomía y Matemáticas cordobesa y de la Escuela de Astronomía toledana, que elaboraron novedosos instrumentos de observación como el astrolabio o la clepsidra y las Tablas astronómicas toledanas. En estas escuelas destacan Maslama de Córdoba, Azarquiel de Toledo, Abu-l-Quasim Asbag o Ibn Tufayl.

Alfonso X el Sabio continuó esta tradición científica mediante la Escuela de Traductores de Toledo y la publicación de las Tablas astronómicas alfonsíes, que fueron referentes científicos de su época.

ASTRONOMÍA DE LA ESPAÑA MEDIEVAL

La astronomía es la ciencia que estudia los cuerpos celestes del Universo, incluidos los planetas y sus satélites, los cometas y meteoroides, las estrellas y la materia interestelar, las galaxias y los cúmulos de galaxias; por lo que estudia sus movimientos y los fenómenos ligados a ellos. La cosmografía es la ciencia que describe las características del universo en forma de mapas. Ambos términos aparecieron diferenciados por primera vez en la obra Almagesto del greco-egipcio Claudio Ptolomeo, en el siglo II, quien combinó los elementos de la geografía y la astronomía.

España también se ha ganado un lugar de prestigio internacional en el estudio de la astronomía, gracias a la experiencia extremadamente larga en este campo, cuyos inicios se encuentran en la prehistoria. Ha sido la cuna y reserva de los conocimientos astronómicos y cosmográficos cuando el resto del mundo estaba en decadencia. A pesar de los volúmenes perdidos, se han salvado los suficientes textos como para afirmar que España ha marcado diferencias en ambos campos.

Los primeros grabados y la colocación de dólmenes y menhires ordenados de acuerdo a criterios relacionados con fenómenos astronómicos son prueba de que, ya en la Prehistoria, el hombre conocía y estudiaba los astros y sus movimientos.

En la Cueva de Parpalló, en Gandía (Valencia), se puede observar cómo los equinoccios muestran una serie de juegos de luces que siguen un orden establecido. Del mismo modo, los Toros de Guisando (siglos V-IV a. C.), en El Tiemblo (Ávila), fueron alineados siguiendo la puesta del sol en los días de equinoccio. Recientes teorías atribuyen la posición de los Bisontes de Altamira a una suerte de mapa del cielo. Otro símbolo que se cree relacionado con los conocimientos astronómicos en la antigüedad es el Indalo, dibujado en la Cueva de los Letreros (Almería) y que representa a un hombre, con lo que se cree el firmamento o el arco iris.

BISONTES DE ALTAMIRA E INDIALOS DE LOS LETREROS

Los primeros registros sobre trabajos en materia astronómica en España se encuentran en la Corte visigoda. San Isidoro de Sevilla (560-636) escribió un tratado científico, De rerum natura (Sobre la naturaleza), a petición del rey Sisebuto. Era obispo, teólogo y cronista, y tradujo los escritos de Aristóteles. Al recibir la copia del famoso libro de San Isidoro, escribió una carta en la cual trataba de dar explicación a los eclipses de Sol y de Luna, por la cual se deduce que ambos personajes históricos ya creían en la esfericidad de la Tierra.

Los astrónomos de Al-Ándalus asimilaron y rescataron los conocimientos griegos en todas las ramas de las ciencias, que asimilaron y mejoraron con observaciones más precisas y cálculos más exactos. El llamado método científico, cuya introducción se atribuye a Galileo Galilei, ya estaba presente en la astronomía andalusí.

Los estudios astronómicos se cultivaron asiduamente después de la segunda mitad del siglo X y fueron vistos con especial interés por los gobernantes de Córdoba, Sevilla y Toledo. Siguiendo a Abu Ma'shar de Bagdad, muchos astrónomos andalusíes creían en la influencia astral como la causa de los sucesos acaecidos desde el nacimiento hasta su muerte. El estudio de esta influencia astral hizo que la astrología contribuyera al estudio de la astronomía.

Los astrónomos hispano-árabes contaban con las obras astronómicas y astrológicas precedentes de sus colegas de Oriente. A dvirtieron que el tradicional sistema teórico, basado en las ideas de Ptolomeo, que afirmaban que la Tierra ocupaba el centro del Universo, no cuadraban bien con sus observaciones, añadiendo novedades. Reprodujeron el sistema aristotélico y, basándose en este, combatieron la representación ptolomeica de los movimientos celestes.

Astrolabio andalusí astronomía medieval
ASTROLABIO

Entre sus logros se encuentran las predicciones sobre manchas solares, los primeros estudios sobre el paso de cometas y los ciclos lunares, las correcciones sobre observaciones de Ptolomeo y las mejoras efectuadas en los calendarios existentes. A los científicos de Al-Ándalus también se debe la creación de artefactos como el astrolabio o el péndulo, instrumentos astronómicos más precisos y ligeros.

El astrolabio con lámina universal es un ejemplo de belleza, ligereza y versatilidad. Modificado por el astrónomo granadino Ibn Baso, fue construido a principios del XI. Con esta especie de antecesor del GPS era posible pasar de forma rápida de un sistema de coordenadas a otro y se podía calcular con él la hora en cualquier latitud.

Uno de los artefactos más sorprendentes de aquellos islámicos toledanos fueron los relojes de agua o clepsidras, construidos a orillas del río Tajo. Consistían en un par de estanques que se llenaban coincidiendo con la Luna llena (plenilunio) y se vaciaban con la nueva. De este modo, los musulmanes de Toledo conocían la hora y el día del mes, ya que se guiaban por meses lunares.

Los poetas cantaron a estos relojes de aguas y algún ilustre visitante las calificó de "lo más maravilloso y sorprendente que hay en Toledo y que no tiene igual en el mundo habitado".

En el año 1133, el rey de Castilla quiso conocer los secretos del artificio y un astrónomo judío se ofreció a desmontar una de las clepsidras y a mejorarla, pero tal era la complejidad del mecanismo que fracasó en su intento y la clepsidra no volvió a funcionar. La otra desapareció más tarde, y de ella no quedó rastro, como no ha quedado de otros muchos artificios construidos por los ingeniosos sabios hispanoárabes.

MODELOS DE CLEPSIDRAS

También elaboraron novedosas tablas astronómicas como instrumentos que permitieran calcular las posiciones de los planetas, el Sol y la Luna, respecto a un punto geográfico, las distancias entre ellas, o el cálculo de los eclipses y posiciones de las estrellas. Las tablas astronómicas aparecieron en la Grecia clásica, se conserva un ejemplar de Ptolomeo, pero fue en el ámbito islámico medieval donde tuvo un mayor desarrollo, especialmente en la elaboración de calendarios y el cálculo temporal.

Cuando los centros científicos de Arabia empezaron a caer, todo el conocimiento se desplazó hasta Al-Ándalus, en donde brillaron grandes pensadores y estudiosos como Averroes o Malsama. Con Maslama, las investigaciones astronómicas comenzaron a trasladarse desde Bagdad a Córdoba y Toledo en la Edad Media, de igual manera que siglos más tarde, el meridiano de Toledo sería el de Greenwich en la Edad Moderna.

Maslama ben Ahmad Al-Majriti fue el fundador de la prestigiosa Escuela de Astronomía y Matemáticas de Córdoba, en el siglo X. En ella se confeccionaron las primeras tablas astronómicas de la península y se diseñó el mapa celeste más preciso hasta la fecha, lo que situó a la España musulmana en la vanguardia de la astronomía mundial.

Maslama corrigió las tablas de Al-Joarizmi y Albatenio, los dos astrónomos más célebres del oriente islámico, perfeccionando el mapa del cielo y reduciendo muchas observaciones al meridiano de Córdoba. Comentó y tradujo a Ptolomeo, incorporándolo a la astronomía hispano-musulmana con sus esferas excéntricas y epiciclos, armonizando los movimientos de los astros alrededor de la Tierra. Por último, introdujo novedosos métodos de observación astronómica y completó las fórmulas matemáticas del geómetra oriental Tabit ibn Qurra.

Discípulo suyo fue Abu-l-Quasim Asbag, autor de unas famosas tablas astronómicas y cuyos escritos sobre el astrolabio fueron incorporados por Alfonso X el Sabio al Libro del saber astronómico.

ASTROLABIO DE AZARQUIEL

Durante el reinado de Al-Mamun, cadí de Toledo, tuvo lugar la Escuela Astronómica de Toledo, del siglo XI, dirigida por el docto y enciclopédico Ben Said. El más notable representante de esta escuela de astrónomos y matemáticos fue Azarquiel, cuyo talento se manifestó en todas las ramas de ambas disciplinas. Fue un ingenioso inventor de instrumentos astronómicos como astrolabios o brújulas y, sobre su construcción y manejo, dejó escritos varios tratados. Casi todos ellos fueron traducidos al castellano o al latín en la Corte de Alfonso X.

Azarquiel tuvo una visión más audaz del sistema planetario que sus antecesores y fue el primero que hizo mover a los planetas menores alrededor del Sol y en investigar el fenómeno de los eclipses. Descubrió que la órbita descrita por el planeta Mercurio se ajustaba mejor a un óvalo que a una circunferencia, anticipándose siglos antes al tratado de Johannes Kepler, por el cual los planetas giraban en torno al Sol en órbitas elípticas.

Por orden del gobernador Al-Mamun y bajo la dirección de Azarquiel, los astrónomos toledanos realizaron numerosas observaciones, que fueron ordenadas en unas excelentes tablas, completando las más importantes de sus antecesores Joarizmí, Tabit ibn Qurra y Maslama de Madrid. Las llamadas Tablas astronómicas toledanas, publicadas en 1080, se utilizaron durante más de un siglo para establecer el movimiento de los planetas, cuya precisión ha sido elogiada por astrónomos de todos los tiempos. En su elaboración también participó Ben Said.

Realizó una Suma referente a la duración del año solar, para la cual Azarquiel pasó veinticinco años analizando los movimientos del Sol. Midió la variación del apogeo solar, es decir, el punto donde la distancia entre el Sol y la Tierra es mayor, siendo de 12 segundos de arco por año, mientras el valor moderno está en torno a 11,8 segundos de arco. También fue notable la fijación por la precisión, contrastando sus resultados con los de otros astrónomos.

Escribió un Tratado relativo al movimiento de las estrellas fijas, basándose en las ideas de Ibn Qurra, que suponía que estas estrellas tenían un movimiento de acceso y retroceso. Era importante porque en las Tablas Toledanas se usaba una estrella patrón como origen de las coordenadas y era necesario corregir la longitud sumando el valor de la precisión. En contraste con las teorías de Hiparco y de Ptolomeo, que predecían un movimiento constante, la teoría de la trepidación de Azarquiel e Ibn Qurra predecía un acceso y retroceso de los equinoccios.

En el Tratado de la Azafea, Azarquiel introdujo innovaciones en el astrolabio, un instrumento fácil de manejar y transportar y que permitía una amplia serie de cálculos y de mediciones. Su construcción estaba basada en la proyección de la esfera celeste sobre un plano, más o menos como se proyectan los mapas terrestres. En el astrolabio plano, esta proyección es la estereográfica ecuatorial, que tenía sus inconvenientes ya que hacía falta una lámina para cada latitud, lo que limitaba el uso del astrolabio u obligaba al fabricante a manufacturar varias láminas. La innovación técnica de Azarquiel consistió en introducir dos proyecciones meridianas, una para cada mitad de la esfera. Así, algunos planos fundamentales, como el ecuador, la eclíptica y los horizontes, fueron representados por líneas rectas, cambio que permitía utilizarla en cualquier latitud.

Si la Azafea suponía un avance en relación a la Lámina Universal de Ali B. Jalaf, el Tratado de la lámina de los siete planetas de Azarquiel supuso igualmente un progreso con respecto al astrolabio de Ibn Samh. Este último requería una lámina para cada planeta y Azarquiel, en su intención de simplificar resultados, introdujo una sola lámina que hacía todo el trabajo. Fue en esta obra donde la Astronomía pasó de representarse mediante círculos a óvalos.

Otro de los grandes astrónomos de referencia fue Ibn Tufayl, posiblemente el científico granadino que más ha influido en el pensamiento de Occidente. Fue seguidor de Avempace y también fue médico, primero en Granada y luego en otras ciudades del Al-Ándalus. Más tarde renunció al cargo de médico real en favor de su discípulo, Averroes. Fue un pionero en erradicar el sistema de Ptolomeo, basado en las enseñanzas de Aristóteles. Negaba los epiciclos y excéntricas por su imposibilidad física, detalle de suma importancia dado que los modelos vigentes en aquella época se basaban sólo en la geometría.

Ibn Tufayl no se limitó a la astronomía. Su libro El Filósofo Autodidacta ha servido de modelo a la literatura y filosofía europeas posteriores como Robinson Crusoe de D. Dafoe y Emilio de J. J. Rousseau.

Otros libros andalusíes de astronomía y matemáticas fueron libros de consulta en la Europa Occidental en los siglos posteriores.

ESCUELA ASTRONÓMICA DE TOLEDO

El declive llegó con la caída del Califato cordobés, que acabó dividido en pequeñas taifas y la invasión de los bárbaros guerreros almorávides. Destacó entonces la labor desarrollada por la Escuela de Traductores de Toledo, fundada por Alfonso VI, tras la reconquista de esta ciudad, en 1085. Esta institución permitió que obras fundamentales de la antigua cultura grecorromana así como de la actual hispano-árabe pudieran ser transmitidas a la Europa medieval a través de España.

Los llamados Libros del Saber de Astronomía son una recopilación del conocimiento astronómico hasta el reinado de Alfonso X, que consistían en varias traducciones y adaptaciones de tratados al romance castellano, aunque también contiene producción propia.

El máximo desarrollo científico de esta Escuela toledana se experimentó bajo el reinado de Alfonso X el Sabio (1221-1284), quien fundó la prestigiosa Escuela Alfonsina de astronomía. Financió los estudios encaminados a validar la astronomía de posición. Son numerosos los testimonios de la época que informan del esfuerzo científico destinado a la observación del cielo para el necesario apoyo a la navegación. Las primeras universidades europeas, en especial la de París, recibían maestros y estudiantes hispanos que llevaban novedades científicas de esta disciplina. En esta escuela se publicaron obras relevantes como el Libro de las figuras de las estrellas fijas, el Libro del Alcora, el Astrolabio redondo y llano, el Tratado de las Armiellas, el Libro del Lapidario, las Tablas astronómicas alfonsíes, entre otras.

ESCUELA ASTRONÓMICA ALFONSINA

Esta escuela supuso una evolución en la astronomía europea, ya que era la primera vez que una Corte occidental promovía de forma directa un proyecto de esta índole: el primer observatorio astronómico construido con fines específicos, así como las primeras tablas de época medieval realizadas por astrónomos no musulmanes.

Su obra cumbre fueron las Tablas astronómicas alfonsíes, elaboradas por los científicos hispano-judíos Yehuda ben Moshe e Isaac ben Sid, para el meridiano de Toledo. Sirvieron para calcular las efemérides planetarias, tomando como referencia las elaboradas en el siglo XII por el astrónomo cordobés Azarquiel en sus Tablas toledanas, el cual a su vez las había adaptado del sistema de Ptolomeo. Así, partiendo de la tradición tabular, introdujeron nuevos parámetros de medición recogiendo en forma de tablas las posiciones exactas y precisas, y determinando el movimiento sobre la elíptica de los cuerpos espaciales sobre Toledo, desde el 1 de enero del año 1263 hasta 1272, durante el reinado de Alfonso X. Con estas tablas se pretendía calcular la posición del Sol, la Luna y los planetas de acuerdo con el sistema de Ptolomeo. Fueron muy útiles para la geografía, contribuyendo a la localización de coordenadas terrestres basándose en las coordenadas celestes; también para la navegación, ya que facilitaban la orientación basándose en el conocimiento de las constelaciones y situación de los planetas.

Durante mucho tiempo, estas Tablas fueron la base de todas las efemérides astronómicas que se publicaron en los reinos hispánicos medievales y las más empleadas en Europa durante la baja Edad Media, circulando cientos de copias manuscritas al latín por Italia, Francia e Inglaterra a lo largo del siglo XIV. A comienzos de este siglos ya habían llegado a París, donde un grupo de importantes astrónomos recogieron las novedades de las Tablas alfonsíes y las adaptaron para el meridiano de París con gran éxito. Desde entonces, sentaron las bases de la elaboración de las tablas astronómicas de toda la Edad Media tardía y del Renacimiento, teniendo vigencia hasta el siglo XVII, momento en el que se aceptó la concepción heliocéntrica de Copérnico.

Estas Tablas alfonsiés "parisinas" adquirieron tanto éxito que se reeditaron en varias ocasiones durante dos siglos, siendo un punto de referencia imprescindible en las universidades europeas así como texto de consulta para los grandes científico y astrónomos de la época: Pascual de Hamel, Nicholas Polonius, Juan de Sajonia, Gaurico, Tycho Brahe, etc

Ejemplo de su alcance fueron las Tablas firmadas por Galileo, impresas en 1492, y ubicada en la Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, o el ejemplar formado por Copérnico, también de 1492, ubicado en la Biblioteca de la Universidad de Uppsala. Tras la invención de la imprenta, fueron reimpresas varias veces, si bien la edición más aparecida fue la que el profesor del Colegio Real de París Paschasius Hamelius publicó en 1545 y 1553. Fueron desplazadas por las Tablas Rodolfinas, publicadas por Kepler en 1627 y basadas en las observaciones de Tycho Brahe. En 1935, se reconoció al rey Alfonso X como astrónomo, nombrándole en su honor el cráter lunar Alphonsus.

tablas astronómicas alfonsíes
TABLAS ASTRONÓMICAS ALFONSÍES

Se estaba gestando durante aquellos siglos la madurez científica precisa al mundo, tan importante como la invención de la vela y el timón, porque sin mapas el hombre no hubiera podido navegar más allá de las proximidades de la costa.

Su entusiasmo y trabajo fueron continuados por el también rey castellano Juan I distribuyó, en 1390, ochenta y cuatro años antes de que Regio Montano escribiese su Ephemérides, un almanaque, calculando día por día para tres años, con datos para determinar la posición de los astros.

Un rey aragonés, Pedro IV, fue protector de sabios, bajo cuyos auspicios el castellano Jacobo Carcomo compuso las tablas astronómicas, y Bartolomé de Tresvents redactó un tratado de astrología.

MERCANTILISMO PROTECCIONISTA DE SANCHO DE MONCADA


El economista más importante del pensamiento económico español del Barroco posiblemente sea Sancho de Moncada. Sus Discursos analizaron la decadencia del Imperio y estableció las bases de un moderno Mercantilismo proteccionista.

Reeditada un siglo después, en 1746, como Restauración política de España, consiguió un gran prestigio en Europa y fue fuente de inspiración del género científico de la literatura arbitrista.

MERCANTILISMO PROTECCIONISTA DE SANCHO DE MONCADA

Sancho de Moncada nació en Toledo, en 1580. Pertenecía a una familia de judeoconversos cuyos miembros desempeñaban actividades relacionadas con la economía, la iglesia y la enseñanza en su ciudad natal.

Realizó estudios superiores en la Universidad de Toledo, institución con la que estuvo vinculado toda su vida. En 1603, se doctoró en Teología, e impartió las cátedras de Prima de Filosofía y de Sagradas Escrituras, ambas "en propiedad", y de Teología, "en sustitución", además dio clases de Artes.

Durante los años 1615 y 1630, formó parte del denominado Grupo de Toledo. El Grupo o Escuela económica de Toledo fue un movimiento con carácter arbitrista, dedicado a analizar las causas de la decadencia económica de la ciudad de Toledo y aportar soluciones para mejorar la situación. Sus miembros eran economistas, artistas, literatos y eclesiásticos, entre los que destacaron Baltasar Elisio de Medina, García de Herrera y Contreras, Jerónimo de Ceballos, Juan Vázquez, Garcés de Molina y los hermanos Pablo y Sancho de Moncada.

Moncada vivió una época en la cual se agudizaba el proceso de la Decadencia española y un auge de la literatura arbitrista dedicado a plantear soluciones. El movimiento del Arbitrismo español estaba dominado por los escolásticos de la Escuela de Salamanca, con Juan de Mariana a la cabeza.

UNIVERSIDAD DE TOLEDO

A través de una real orden de junio de 1618, Felipe III pedía al Real Consejo de Castilla un plan de solucionador de la crisis demográfica que afectaba al reino. En febrero de 1619, el presidente del Consejo entregó al rey su informe con el título de Consulta. Su texto consideraba que existía una excesiva presión fiscal sobre los súbditos, que generaba una emigración de estos a otros países más benevolentes. Por tanto, era necesario reducir la carga impositiva y reducir gastos, y reducir la elevada cantidad de organizamos y fundaciones religiosas, y cargos eclesiásticos. Además, el Real Consejo pedía una reforma agraria y un control de inmigrantes extranjeros.

Los arbitristas de la época se implicaron en el asunto, tomando parte el propio Sancho de Moncada mediante la redacción de una Suma de ocho Discursos. Los Discursos trataban la importación de productos extranjeros, la reducción poblacional, la cuestión monetaria, la reforma fiscal y la razón de Estado.

Estos discursos fueron publicados al año siguiente, en 1619, bajo el título de Restauración política de España.

Una obra arbitrista que abordaba la teoría política y la pedagogía real, centrado su análisis en la situación de decadencia que sufría la Monarquía hispánica durante la primera parte del siglo XVII. Tras el diagnóstico, presentaba soluciones prácticas en cuestiones financieras, hacendísticas, monetarias, demográficas, comerciales, etc.

RESTAURACIÓN POLÍTICA DE ESPAÑA

La Restauración política explicaba como la causa de la decadencia española se debió a la abundante llegada de metales preciosos procedentes de los Virreinatos españoles de América. Esto hizo aumentar el nivel general de los precios de las manufacturas, en un fenómeno monetario definido décadas atrás como Teoría Cuantitativa del Dinero por Martín de Azpilicueta, destacado miembros de la Escuela de Salamanca.

Este elevado nivel de precios de las manufacturas, produjo una gran importación de artículos manufacturados desde el sector exterior en detrimento de la producción nacional y de su desarrollo. Este es el fenómeno económico de la desviación del nivel español de precios respecto del europeo. Es decir, que de una economía de exportación a Europa se pasó a una economía de importación, con el consiguiente empobrecimiento de España y la prosperidad de sus enemigos reales o potenciales.

Para evitar esta invasión de productos extranjeros, su solución fue establecer un severo Proteccionismo de disciplina mercantilista supervisado por la Inquisición. Había que limitar la salida de materias primas al extranjero y restringir la entrada de productos elaborados al mercado nacional, que a su vez estos últimos debían ser agravadas con fuertes aranceles. Este mayor tipo impositivo a las mercancías importadas conseguirían aumentar los ingresos fiscales de la Administración estatal.

Estos es lo que Moncada consideraba el "daño radical", consecuencia "del nuevo comercio de extranjeros", cuya solución pasaba por "cargar grandes alcabalas a las mercaderías extranjeras" o directamente "vedar mercaderías labradas extranjeras".

Moncada advertía de la paulatina reducción demográfica en Castilla se debía en menor parte a causas exógenas, como epidemias y guerras. La causa principal estaba en la falta de actividad industrial y comercial, que implicaba un exceso de mano de obra y falta puestos de trabajo, que a su vez ocasionaban una inmigración de campesinos y obreros a otros territorios más productivos, tanto de España, Europa como de América.

Otro de los beneficios que implicaba la prohibición a las importaciones era una fuerte reducción de la fuga de monedas de plata, en concreto el Real de a Ocho, hacía las economías extranjeras al objeto de pagar las facturas de aquellos productos manufacturados.

RESTAURACIÓN POLÍTICA DE ESPAÑA

Tras estas medidas de carácter proteccionista, habría que promover el desarrollo de la industria y el comercio nacionales, como haría más tarde Colbert en Francia. Para ello, Moncada expuso un plan de manufacturas importadas a sustituir y producir en España, y eso aumentaría la población trabajadora, el número de matrimonios y el incremento de la natalidad.

Consideraba que el Estado debía implicarse en la vida económica y política, ya que los problemas económicos sólo son eficaces si se ejecutan desde el punto de vista de la administración, pues sólo las economías nacionales son unidades económicas autónomas.

Moncada estuvo muy influenciado por el economista italiano Giovanni Botero y su obra La Razón de Estado. Por eso, identificaba gobierno con razón de Estado, y este "era medio para fundar, conservar y aumentar un reino, y este medio se debía poner al tiempo, y con las circunstancias que piden los negocios, que de otra suerte se dañarían".

De igual manera, consideraba que "saber gobernar es ciencia", propuso la fundación de cátedras universitarias de Ciencias Políticas. También propuso promocionar otras ciencias útiles para la economía como la Medicina y la Náutica.

Otros problemas que diagnosticó fueron el fraude fiscal, la elevada cantidad de alcabalas y la ineficacia de la Administración estatal, generando una penuria hacendística y una inmensa cantidad de leyes y pragmáticas. Era necesario reducir el número de funcionarios públicos en la Corte y administradores en otras estructuras del Estado, incluyendo a buena parte de cargos eclesiásticos y entidades religiosas.

Medidas propuestas de carácter fiscal fueron la reducción de las alcabalas a un impuesto único sobre los cereales, la prohibición de que el producto de las rentas no estuviese en manos de prestamistas extranjeros, soluciones para evitar la falta de metal amonedable, y acabar con el Servicio de Millones.

JUAN DE MARIANA Y GIOVANNI BOTERO

Durante el Barroco español, su Restauración política no tuvo cierta repercusión, pero fue durante la Ilustración cuando alcanzaron gran prestigio en Europa, se reeditó su obra en 1719 y tradujo a varios idiomas, y fue fuente de inspiración del género científico de la literatura arbitrista.

Se ha considerado que el pensamiento económico de Sancho de Moncada, junto al de Juan de Mariana, influenciaron en algunas ideas a la Escuela Austriaca de Economía.

Los escritores del siglo XVIII consideraron a Sancho de Moncada como el padre de los economistas españoles. Fue citado por Martínez de la Maza, en el siglo XVII, por Jerónimo de Uztáriz o Campomanes, en el XVIII, por Juan Sempere y Guarinos, en el XIX, y por Manuel Colmeiro y Penido en el XX. José Luis Sureda llegó a decir que se adelantó en 70 años a Leibnitz.

El historiador de economía Earl Jefferson Hamilton prestó una importante atención a Moncada en su investigación sobre la historia de los precios en España durante el Antiguo Régimen, que publicó en su obra Revolución de precios, en 1934. Este hispanista estadounidense propuso a la figura de Moncada como paradigma de la "presidencia espiritual" del Instituto de Economía del Centro Superior de Investigaciones Científicas.

FILOSOFÍA PEDAGÓGICA DE FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS


Filósofo y educador, Francisco Giner de los Ríos fundó la Institución Libre de Enseñanza, en 1876, revolucionando el sistema educativo tradicional y religioso que perduraba en la España de la Restauración monárquica. Influenciado por la filosofía racionalista de Karl Krause, proponía una educación basada en la mentalidad crítica contra la enseñanza memorística, en la forja de actitudes creadoras frente a la instrucción de disciplinas compartimentadas.

Los objetivos pedagógicos de su filosofía son el desarrollo de la razón individual, el cultivo del cuerpo, el estímulo a las capacidades naturales del ser humano, la supresión de toda coacción externa y libertad de acción e indagación, la inmersión en la naturaleza, el saber enciclopédico, y el método intuitivo de aprendizaje intuitivo.

Sus principales publicaciones fueron Principios de derecho natural, publicada en 1873, y Resumen de filosofía del Derecho, en 1898.

FILOSOFÍA PEDAGÓGICA DE FRANCISCO GINER DE LOS RÍOS

Francisco Giner de los Ríos nació en Ronda, Málaga, en 1839. Estudió Derecho en Granada y Madrid. Se licenció en Derecho Civil y Canónico en la Universidad Complutense en junio de 1865. Ese mismo año, obtuvo el doctorado en Filosofía del Derecho.

Durante estos años de estudiante universitaria, escribía en la revista Meridional y mantenía contacto con la ideología filosófica y pedagógica del denominado Krausismo, un brote de espiritualismo Neocartesiano. Fue alumno y discípulo de Julián Sanz del Río, y se relacionó con otros krausistas como Fernando de Castro y Gumersindo Azcárate.

En 1866, publicó su primer libro Estudios Literarios. Y, en 1867, consiguió la cátedra de Filosofía del Derecho Internacional de la Universidad Complutense de Madrid.

Una protesta contra las destituciones de sus compañeros Julián Sanz del Río, Nicolás Salmerón, Fernando de Castro y Gumersindo de Azcárate por negarse a jurar cargos por la Monarquía y la Iglesia generó también su propio cede de actividades en su cátedra, en marzo de 1868, por orden del ministro de Fomento, Manuel de Orovio y Echagüe.

La revolución de septiembre de 1868 instauró el denominado Sexenio Democrático, y la caída política de Orovio. Giner y sus compañeros sancionados recuperaron sus puestos académicos hasta la entrada de la Restauración monárquica de Alfonso XII, en 1875. El regreso de Orovio al Ministerio de Instrucción Pública con el gobierno de Cánovas de Castillo hizo que se reabriese la cuestión de la libertad de cátedra. El 26 de febrero de 1875, publicaba un Real Decreto estableciendo una lista de libros de texto autorizados para su utilización en el sistema educativo. Además, obligaba a los profesores a presentar el programa de su cátedra para su revisión y aprobación. Aquella medida se justificaba en los "perjuicios que a la enseñanza ha causado la absoluta libertad, las quejas repetidas de los padres y de los mismos alumnos, el deber que tiene el gobierno de velar por la moral y las sanas doctrinas y el sentimiento de responsabilidad que sobre él pesa".

En el fondo estaba el interés de la Iglesia católica de seguir controlando el tipo de formación de los españoles con el simple argumento de que "cuando la mayoría y casi la totalidad de los españoles es católica y el Estado es católico, la enseñanza oficial debe obedecer a este principio, sujetándose a todas sus consecuencias".

Con esta medida se aseguraba la no circulación de cualquier libro de texto contrario al régimen político y a la doctrina de la Iglesia católica. Y en este ataque a la libertad de conciencia está el origen de la Institución Libre de Enseñanza.

proyecto edificio Institución Libre Enseñanza
INSTITUCIÓN LIBRE DE ENSEÑANZA

Este nuevo atentado a la libertad de cátedra desencadenó las protestas de los sectores liberales, entre ellos la de Francisco Giner quien, junto con los profesores Azcárate, González Linares y Calderón, fue detenido en abril de 1875, y trasladado a la prisión militar del Castillo de Santa Catalina, en Cádiz.


Tras este desafortunado suceso, empezó a madurar la forma de crear una institución académica en paralelo al vigente sistema educativo estatal, junto a otros profesores, escritores y empresarios.

El 10 de marzo de 1876, se aprobaron los estatutos de constitución de la Institución Libre de Enseñanza. En la fundación estuvieron presentes algunos de sus colegas también excluidos de la enseñanza pública: Julián Sanz del Río, Gumersindo de Azcárate, Teodoro Sanz Rueda y Nicolás Salmerón. El 29 de octubre, se inauguró el primer curso, permaneciendo en funcionamiento hasta el comienzo de la Guerra Civil, en 1936. Desde entonces, Giner se volcaría en el funcionamiento de este proyecto como rector.

Desde su humilde sede, ubicada en el paseo del Obelisco, se impartiría primaria, secundaria y superior. Era estrictamente privada e independiente, cuya intención era formar espíritus libres y responsables. No se hacía ningún examen ni se establecía competencia alguna; estaba prohibida la emulación entre alumnos, y la neutralidad religiosa era norma.

Giner fue también filósofo del Derecho, que comprende Filosofía, Historia del Derecho y Ética. Sus principales publicaciones fueron Principios de derecho natural, en 1873, y Resumen de filosofía del Derecho, en 1898. A título póstumo de publicaron sus Obras, entre 1916 y 1965.

PRINCIPIOS DEL DERECHO NATURAL, POR FRANCISCO GINER

Reducía al Estado a su función jurídica y represiva. Su pensamiento evolucionó del dualismo Derecho natural y positivo hacia un Iusnaturalismo que englobaba el derecho y la suma de los actos jurídicos planteados por todos los sujetos del derecho. Aunque en su opinión el derecho ideal no existe, ni ley injusta, porque sólo es en apariencia y forma.


Para Giner, el derecho procede de la razón, y no de la voluntad; se regula con la moral y rige las relaciones y fines de la vida, sin ser tradicionalista ni historicista. Es personalista y liberal, defendía la libertad de acción humana, la propiedad privada y el Liberalismo económico. En alguna ocasión se preocupó de la propiedad social, pero sin convicciones. No le preocupó la necesidad de igualdad ni el establecimiento del sufragio universal; para él lo urgente era elevar el nivel mental y cultural del pueblo.

El sistema filosófico de Giner está basado en el concepto de "persona social", concibiendo el carácter social como un escalonamiento de grupos más o menos extensos. Presentaba al ser humano como un centro de actividades con varias dimensiones: racional, social, estética, sentimental, productiva, etc., todas las cuales deben desarrollarse dentro de un proyecto integral de educación. Por otro lado, el individuo humano es expresión de la naturaleza y conlleva la posibilidad de estimular el desarrollo de la misma, mediante las capacidades morales. Este es un principio de optimismo antropológico proveniente de la Ilustración.

La razón humana existe para descubrir el bien y aplicarlo en la conducta práctica de la vida. En esta línea, el conocimiento óptimo y adecuado del mundo implica la realización del bien. Por tanto, si este conocimiento supone el correspondiente comportamiento ético en el individuo, dicha filosofía habría que desembocar en un proyecto educativo que transformaría a la sociedad.

La racionalidad libre del espíritu humano es expresión de la bondad de la naturaleza. Así, siguiendo las ideas de Krause en el Ideal de la Humanidad, Giner afirma que:
"La naturaleza tiene en sí su bondad esencial, su belleza, su dignidad; mutilarla en nuestro cuerpo, abusar de ella, afearla, menospreciar y profanar la imagen de Dios en ella, es olvidar la ley de la armonía divina en la humanidad."

Esta idea lleva a la rehabilitación del cuerpo, "no sólo por propia bondad como la más bella de las criaturas naturales, sino como el órgano ante la naturaleza y el espíritu …"

Los objetivos pedagógicos que se desprenden de esta postura filosófica son: desarrollo de la razón individual, atención y cultivo del cuerpo, estímulo a las capacidades naturales del ser humano, supresión de toda coacción externa y libertad de acción e indagación, inmersión en la naturaleza, etc.

Estas tendencias pedagógicas fueron fruto de su influencia que en él ejercieron la filosofía racionalista de Karl Christian Friedrich Krause y la educación liberal de Jean-Jacques Rousseau, Friedrich Fröbel y Johann Heinrich Pestalozzi, o el español Pablo Montesino.

FRANCISCO GINER Y KARL KRAUSE

Los principios que inspiraron la orientación pedagógica de Giner son:

1. La educación debe estimular el uso de la razón con el fin de desarrollar una conciencia ética carácter individual. Se elude toda coacción o disciplina externa, que iría en contra de la íntima libertad de conciencia, prescindiendo de premios o castigos; los premios incentivan la envidia y la competencia, mientras los castigos estimulan la hipocresía.

2. El fin de toda pedagogía debe ser primar la educación frente a la instrucción; si ésta tiende a dar información y a almacenar conocimientos, aquella se propone formar hombres que desarrollen su propia personalidad. Se tiende así a eliminar los "libros texto", "programas", "exámenes", etc.

3. La educación propuesta debe ser integral, continua y sin fisuras, lo que implica que la vida debe estar presente en la escuela, favoreciendo la coeducación, el contacto con la naturaleza, los viajes socioculturales y eludiendo el que tenga sólo carácter intelectual, para completar su desarrollo armónico mediante el cultivo del arte, la educación física el juego colectivo, los trabajos manuales, etc.

4. La aplicación del método intuitivo, mediante el cual el educado, en contacto con las realidades vivas, vaya desarrollando su propio proceso cognoscitivo y humano, al mismo tiempo que mediante el contacto socrático con el maestro, éste se convierte en “comadrón” de los conocimientos del alumno.

5. El respeto a la libre conciencia individual del educado exige la neutralidad religiosa de dicha educación, sin que implique un compromiso explícito con el laicismo. La Institución Libre de Enseñanza se manifiesta aconfesional y evita toda imposición dogmática o cualquier clase de proselitismo; pero respeta con máximo escrúpulo las creencias religiosas del educado, cualquiera que éstas fuesen. No se trata de una escuela laica, sino neutral.

En varias partes de su obra escrita, Francisco Giner hacía distinción entre educación e instrucción. El verdadero objetivo de la enseñanza debe ser la educación, pues la instrucción por sí sola no puede cumplir aquel objetivo que consiste en el desarrollo pleno de la personalidad. A fin de conseguir esta, Giner hizo una crítica a fondo del tradicional sistema de enseñanza al que juzgó excesivamente intelectualista y memoralista, que son sólo dos aspectos de la personalidad humana.
"No cabe promover el desarrollo de la inteligencia sin el de nuestras restantes facultades."
Razón por la que en la Institución se prestase especial atención a otros aspectos fundamentales para la formación de una auténtica y plena personalidad. Algunos de esos aspectos humanos quedaron descritos, por ejemplo, en su Discurso inaugural del curso 1880-1881:
"… la gimnasia, llamada a mejorar las condiciones de una raza empobrecida; el dibujo, que tan maravillosamente despierta el espíritu de observación y amor a la naturaleza y el arte; el canto, que inicia el sentido estético en la esfera más propia y familiar al niño; los ejercicios manuales, que lo educan para el aprendizaje técnico, dan rienda suelta a la tendencia plástica y creadora de la fantasía; las excursiones, uno de sus más poderosos elementos las cajas de ahorro, que habitúan al uso racional de los bienes."
 
RESUMEN DE FILOSOFÍA DEL DERECHO, POR FRANCISCO GINER

En cuanto a los medios de aprendizaje, Giner prestó especial atención al método intuitivo, que no puede confundirse con una enseñanza empírica. En este incluye la observación sensible, pero también la introversión, la reflexión por cuenta propia, el estímulo de la actividad crítica y creadora, el desarrollo del elemento racional con sentido de responsabilidad, el impulso hacia el trabajo propio y personal, alimentando toda clase de iniciativas sanas y enriquecedoras de la personalidad. De forma breve, todo aquello que contribuya a que el alumno reciba intuitivamente el contenido de la enseñanza a través de la realidad, y no por medio de abstracciones y generalizaciones cuyo sentido resulta a veces difícil de precisar. El método intuitivo es, en definitiva, el método activo, con el que puede identificarse.

En este planteamiento pedagógico orientado al desarrollo de la personalidad desde la implantación de unos intereses morales y espirituales, más que desde el aprendizaje forzoso de unos contenidos y unas disciplinas, ocupa primer plano la refundación de la primera y segunda enseñanza en un todo indiviso.

Entendía que el objetivo esencial de la enseñanza es la educación como forja de actitudes creadoras, y no la simple instrucción de unas disciplinas sistemáticas y compartimentadas. La escuela debía promover la educación frente a la instrucción; formación frente a información; reflexión sobre el contenido y significado de los hechos frente a la mera retención de éstos. Además, debía educar la sensibilidad del alumno mediante la exaltación del arte, la religiosidad, el gusto por el trabajo, el respeto a la ley, el patriotismo sincero, el placer del deporte y el respeto a la naturaleza.

Resumía Giner, la Institución Libre de Enseñanza "aspiraba a formar caracteres, a estimular la unidad de las fuerzas del espíritu, a encender a la juventud de todo lo noble que la vida alberga, a formar hombres".

Por tanto, la escuela debía ser una etapa espontánea de la vida, y no una situación artificial como la que luego se produce en la universidad con "profesores particulares para cada enseñanza, clases numerosísimas de la misma factura y duración, explicaciones, preguntas, libros de texto, apuntes, estudio individual del alumno fuera de las aulas…"

La nueva visión de la enseñanza propuesta por Giner y la Institución debía evitar los viejos símbolos materiales de un sistema tradicional y anquilosado. Con esta explicación en Ensayos:
"Transformad esas antiguas aulas; suprimid el estrado y la cátedra del maestro, barrera de hielo que aísla y hace imposible toda intimidad con el discípulo; suprimid el banco, la grada, el anfiteatro, símbolos perdurables de la uniformidad y del tedio. Romped esas enormes masas de alumnos, por necesidad constreñidas a oír pasivamente una lección o a alternar en un interrogatorio de memoria, cuando no a presenciar desde distancias increíbles ejercicios y manipulaciones de que apenas logran darse cuenta. Sustituid en torno del profesor a todos esos elementos clásicos por un círculo poco numeroso de escolares activos que piensan, que hablan, que discuten que se mueven, que están vivos, en suma, y cuya fantasía se ennoblece con la idea de una colaboración en la obra del maestro. Vedlos excitados por su propia espontánea iniciativa, por la conciencia de sí mismos, porque sienten ya que son algo en el mundo y que no es pecado tener individualidad y ser hombres. Hacedlos medir, pensar, descomponer, crear y disipar la materia en el laboratorio; discutir, como en Grecia, los problemas fundamentales del ser y distinto de las cosas; sondear el dolor en la clínica, la nebulosa en el espacio, la producción en el suelo de la tierra, la belleza y la Historia en el museo que descifren el jeroglífico que deduzcan a sus tipos los organismos naturales, que interpreten los textos, que inventen, que descubran, que adivinen nuevas formas doquiera… Y entonces la cátedra es un taller y el maestro un guía en el trabajo; los discípulos, una familia; el vínculo exterior se convierte en ético e interno; la pequeña sociedad y la grande respiran un mismo ambiente; la vida circula por todas partes y la enseñanza gana en fecundidad, en solidez, en atractivo, lo que pierde en pompas y en gallardas libreas."


La naturaleza es el único criterio permanente en esa enseñanza, y de él saldrían todos los demás: la mentalidad crítica y creadora contra la enseñanza mecánica y memorística; la iniciativa y actividad del alumno contra su pasividad receptiva; el saber enciclopédico contra una cultura especializada y regimentada en disciplinas; la creación de intereses y actitudes elevadas contra una mera instrucción aséptica.

Entre aquellos aspectos de lo natural hay que destacar la coeducación entre alumnos y alumnas, muy en contra de cualquier separación artificial entre sexos.

La enseñanza debe ser natural, y el maestro debe estar entre los alumnos como uno más. Las relaciones entre jóvenes y profesores estaban despojadas de autoritarismo y pedantismo. Si verdaderamente sabe más y es mejor que los alumnos, se impondrá sobre ellos con la única base que puede tener para ello un auténtico maestro: por su autoridad moral. El maestro se impone por su propio peso específico entre los alumnos. La verdadera enseñanza gira en torno al hombre, y si el maestro lo es de verdad no es necesario todo los demás: leyes, decretos, aulas, cátedras, bancos, gradas, programas y disciplinas. Por eso decía:
"El maestro no representa un elemento importante de ese orden educacional, sino el primero, por no decir el todo. Dadme el maestro y os abandono la organización, el local, los medios materiales, cuantos factores, en suma, contribuyan a auxiliar su función. Él se dará arte para suplir la insuficiencia o los vicios de cada uno de ellos."

Una vez reintegrado a la cátedra de Filosofía del Derecho, pudo desarrollar esta innovadora tipología de formación académica en el interior de un aula del viejo edifico de Noviciado. Sus alumnos más interesados y entusiastas se reunían sentados en círculo, junto a algunos libros y papeles, para desarrollar la clase en forma de diálogo, sin preocuparse de la hora de finalización.

Ejercía una fuerte influencia sobre los jóvenes profesores y doctorados. Según su sobrino y discípulo, Fernando de los Ríos:
"Los hallaba en esa edad de inquietud propicia a recoger la siembra de un sembrador experto."
"Y aquella permanente ansia moral en que vivió don Francisco y hacía de él en todo instante una llama clara y viva, dio calor, luz y esperanza a cuantos se le acercaban."

Giner vivió para la Institución Libre de Enseñanza, dedicando todo su esfuerzo e ilusión a este ideal. El doctor Antonio de Zulueta, primer genetista español, escribió sobre él:
"Austero, heroico, don Francisco sabía lo que valían el trabajo y el sufrimiento y las lágrimas: nada puso jamás por encima del cumplimiento del deber. Cada minuto de su vida era una lección."

Y el mismo Giner escribió en cierto momento: "Cada hora bien vale por sí un infinito, aunque fue única"; lo cual comentó Zulueta, diciendo: "No hubo acaso en si vida una hora, una sola hora consciente, que no valiese ese infinito."

María Dolores Gómez Molleda, en su obra Los reformadores de la España contemporánea, publicada en Madrid, en 1966, escribió así de él:
"Todo habla en don Francisco de su vocación enorme de maestro. Todo dice en él de su ansiosa incontenible de proyección y de magisterio. Todo descubre en él, el secreto de verdadero educador: la entrega."

FERNANDO DE LOS RÍOS Y ANTONIO DE ZULUETA

Su saber, su humanidad, su sencillez y su humildad se imponían siempre por encima del orgullo, del boato o de la pedantería de algunos. Aunque bajo un ambiente aconfesional, se respiraba un cierto aire franciscano. Zulueta llegó a escribir a su muerte: "puede decirse, sin exageración alguna, que fue un santo". Un santo laico para el que el armo de la Naturaleza lo era todo.

Miguel de Unamuno también dejó escrita su opinión personal, tras la muerte de Giner, en 1915, a quien lo llegó a comparar con Sócrates, uno de los grandes maestros occidentales de la palabra: 
"Nunca olvidaremos nuestro Sócrates español, con aquel supremo partero de mentes ajenas. Inquiría, preguntaba, objetaba, obligándonos a pensar. Y después de una de aquellas charlas con él volvíamos a casa tal vez sin haber recibido de él ninguna idea nueva; pero lo que vale más son nuestras propias ideas, antes turbias, aclaradas ahora, habiendo descubierto en nosotros mismos puntos de vista que ignorábamos antes, conociéndonos mejor y conociendo mejor nuestros propios pensamientos que no conocíamos antes de habernos acercado a él. Este era el maestro."

Rubén Landa lo definía como tópico que no necesitaba demostración, un ejemplo por encima de la palabra:
"Sabido es que la persona y la vida de don Francisco Giner tienen aún más valor que su obra escrita, con ser el de ésta muy considerable."

Giner era el "Sócrates español", porque fue un hombre de tradición oral, como lo fue el filósofo de la Grecia clásica, pues según él mismo su más alto ministerio era "administrar el santo Sacramento de la conversación".

Pero no sólo era la palabra su medio pedagógico de acción, lo era el ejemplo, la conducta y la influencia personal. Uno de sus discípulos, Pablo de A. Cobos, explicó cómo fue el cambio del panorama espiritual de España entre 1876 y 1930, atribuyendo una aportación especial a Giner y su Institución:
"Con una escuela, la más humilde escuela de Madrid, la Institución Libre de Enseñanza, con un procedimiento: la influencia personal, y con unos principios firmísimos de conducta irreprochable. A su lado, un grupo de hombres, con la hombría en toda plenitud. Junto a cada uno de estos hombres, otro grupo, cada día más amplio. Y otro grupo luego. Y repartidos por toda España, y por todas las actividades del pensamiento, educando siempre con la palabra y con la conducta."

El objetivo final de esa orientación pedagógica en Francisco Giner y la Institución Libre de Enseñanza era la formación del hombre. Así lo corroboraron sus discípulos. Uno de ellos, Rubén Landa escribió que Giner fue un "forjador de caracteres y más que un reformador, un formador de maestros que pudieran comenzar por hacer su reforma interior".

José Pijoán en su libro de recuerdos Mi don Francisco Giner escribió que "hacer hombres" era su tarea pedagógica obsesiva.
"Leyes, decretos, ¿para qué? Si, como ustedes dicen, no tenemos gente para aplicarlos."

Pijoán comentaba:
"Ésta era la obra lenta, pero segura que tenía apartado al Abuelo de las Academia y Parlamentos: ¡hacer hombres! Recordémoslo bien, que él no quería hacer una inteligencia o una aristocracia intelectual para transformar el país con reformas, ni un Port Royal español con jansenitas del siglo XIX, sino un grupito de hombres útiles, prácticos, activos, que dieran ejemplo de la vida moderna anticipándose sólo a la conversación de los demás."

Manuel Azaña llegó a decir que "la obra de Giner es tan considerable que hoy, cuanto existe en España de pulcritud moral lo ha creado él".