ASTRONOMÍA ESPAÑOLA EN LA EDAD MEDIA


Durante la baja Edad Media, las ciudades de hispano-árabes de Toledo y Córdoba fueron referentes científicos en investigación astronómica a través de la Escuela de Astronomía y Matemáticas cordobesa y de la Escuela de Astronomía toledana, que elaboraron novedosos instrumentos de observación como el astrolabio o la clepsidra y las Tablas astronómicas toledanas. En estas escuelas destacan Maslama de Córdoba, Azarquiel de Toledo, Abu-l-Quasim Asbag o Ibn Tufayl.

Alfonso X el Sabio continuó esta tradición científica mediante la Escuela de Traductores de Toledo y la publicación de las Tablas astronómicas alfonsíes, que fueron referentes científicos de su época.

ASTRONOMÍA DE LA ESPAÑA MEDIEVAL

La astronomía es la ciencia que estudia los cuerpos celestes del Universo, incluidos los planetas y sus satélites, los cometas y meteoroides, las estrellas y la materia interestelar, las galaxias y los cúmulos de galaxias; por lo que estudia sus movimientos y los fenómenos ligados a ellos. La cosmografía es la ciencia que describe las características del universo en forma de mapas. Ambos términos aparecieron diferenciados por primera vez en la obra Almagesto del greco-egipcio Claudio Ptolomeo, en el siglo II, quien combinó los elementos de la geografía y la astronomía.

España también se ha ganado un lugar de prestigio internacional en el estudio de la astronomía, gracias a la experiencia extremadamente larga en este campo, cuyos inicios se encuentran en la prehistoria. Ha sido la cuna y reserva de los conocimientos astronómicos y cosmográficos cuando el resto del mundo estaba en decadencia. A pesar de los volúmenes perdidos, se han salvado los suficientes textos como para afirmar que España ha marcado diferencias en ambos campos.

Los primeros grabados y la colocación de dólmenes y menhires ordenados de acuerdo a criterios relacionados con fenómenos astronómicos son prueba de que, ya en la Prehistoria, el hombre conocía y estudiaba los astros y sus movimientos.

En la Cueva de Parpalló, en Gandía (Valencia), se puede observar cómo los equinoccios muestran una serie de juegos de luces que siguen un orden establecido. Del mismo modo, los Toros de Guisando (siglos V-IV a. C.), en El Tiemblo (Ávila), fueron alineados siguiendo la puesta del sol en los días de equinoccio. Recientes teorías atribuyen la posición de los Bisontes de Altamira a una suerte de mapa del cielo. Otro símbolo que se cree relacionado con los conocimientos astronómicos en la antigüedad es el Indalo, dibujado en la Cueva de los Letreros (Almería) y que representa a un hombre, con lo que se cree el firmamento o el arco iris.

BISONTES DE ALTAMIRA E INDIALOS DE LOS LETREROS

Los primeros registros sobre trabajos en materia astronómica en España se encuentran en la Corte visigoda. San Isidoro de Sevilla (560-636) escribió un tratado científico, De rerum natura (Sobre la naturaleza), a petición del rey Sisebuto. Era obispo, teólogo y cronista, y tradujo los escritos de Aristóteles. Al recibir la copia del famoso libro de San Isidoro, escribió una carta en la cual trataba de dar explicación a los eclipses de Sol y de Luna, por la cual se deduce que ambos personajes históricos ya creían en la esfericidad de la Tierra.

Los astrónomos de Al-Ándalus asimilaron y rescataron los conocimientos griegos en todas las ramas de las ciencias, que asimilaron y mejoraron con observaciones más precisas y cálculos más exactos. El llamado método científico, cuya introducción se atribuye a Galileo Galilei, ya estaba presente en la astronomía andalusí.

Los estudios astronómicos se cultivaron asiduamente después de la segunda mitad del siglo X y fueron vistos con especial interés por los gobernantes de Córdoba, Sevilla y Toledo. Siguiendo a Abu Ma'shar de Bagdad, muchos astrónomos andalusíes creían en la influencia astral como la causa de los sucesos acaecidos desde el nacimiento hasta su muerte. El estudio de esta influencia astral hizo que la astrología contribuyera al estudio de la astronomía.

Los astrónomos hispano-árabes contaban con las obras astronómicas y astrológicas precedentes de sus colegas de Oriente. A dvirtieron que el tradicional sistema teórico, basado en las ideas de Ptolomeo, que afirmaban que la Tierra ocupaba el centro del Universo, no cuadraban bien con sus observaciones, añadiendo novedades. Reprodujeron el sistema aristotélico y, basándose en este, combatieron la representación ptolomeica de los movimientos celestes.

Astrolabio andalusí astronomía medieval
ASTROLABIO

Entre sus logros se encuentran las predicciones sobre manchas solares, los primeros estudios sobre el paso de cometas y los ciclos lunares, las correcciones sobre observaciones de Ptolomeo y las mejoras efectuadas en los calendarios existentes. A los científicos de Al-Ándalus también se debe la creación de artefactos como el astrolabio o el péndulo, instrumentos astronómicos más precisos y ligeros.

El astrolabio con lámina universal es un ejemplo de belleza, ligereza y versatilidad. Modificado por el astrónomo granadino Ibn Baso, fue construido a principios del XI. Con esta especie de antecesor del GPS era posible pasar de forma rápida de un sistema de coordenadas a otro y se podía calcular con él la hora en cualquier latitud.

Uno de los artefactos más sorprendentes de aquellos islámicos toledanos fueron los relojes de agua o clepsidras, construidos a orillas del río Tajo. Consistían en un par de estanques que se llenaban coincidiendo con la Luna llena (plenilunio) y se vaciaban con la nueva. De este modo, los musulmanes de Toledo conocían la hora y el día del mes, ya que se guiaban por meses lunares.

Los poetas cantaron a estos relojes de aguas y algún ilustre visitante las calificó de "lo más maravilloso y sorprendente que hay en Toledo y que no tiene igual en el mundo habitado".

En el año 1133, el rey de Castilla quiso conocer los secretos del artificio y un astrónomo judío se ofreció a desmontar una de las clepsidras y a mejorarla, pero tal era la complejidad del mecanismo que fracasó en su intento y la clepsidra no volvió a funcionar. La otra desapareció más tarde, y de ella no quedó rastro, como no ha quedado de otros muchos artificios construidos por los ingeniosos sabios hispanoárabes.

MODELOS DE CLEPSIDRAS

También elaboraron novedosas tablas astronómicas como instrumentos que permitieran calcular las posiciones de los planetas, el Sol y la Luna, respecto a un punto geográfico, las distancias entre ellas, o el cálculo de los eclipses y posiciones de las estrellas. Las tablas astronómicas aparecieron en la Grecia clásica, se conserva un ejemplar de Ptolomeo, pero fue en el ámbito islámico medieval donde tuvo un mayor desarrollo, especialmente en la elaboración de calendarios y el cálculo temporal.

Cuando los centros científicos de Arabia empezaron a caer, todo el conocimiento se desplazó hasta Al-Ándalus, en donde brillaron grandes pensadores y estudiosos como Averroes o Malsama. Con Maslama, las investigaciones astronómicas comenzaron a trasladarse desde Bagdad a Córdoba y Toledo en la Edad Media, de igual manera que siglos más tarde, el meridiano de Toledo sería el de Greenwich en la Edad Moderna.

Maslama ben Ahmad Al-Majriti fue el fundador de la prestigiosa Escuela de Astronomía y Matemáticas de Córdoba, en el siglo X. En ella se confeccionaron las primeras tablas astronómicas de la península y se diseñó el mapa celeste más preciso hasta la fecha, lo que situó a la España musulmana en la vanguardia de la astronomía mundial.

Maslama corrigió las tablas de Al-Joarizmi y Albatenio, los dos astrónomos más célebres del oriente islámico, perfeccionando el mapa del cielo y reduciendo muchas observaciones al meridiano de Córdoba. Comentó y tradujo a Ptolomeo, incorporándolo a la astronomía hispano-musulmana con sus esferas excéntricas y epiciclos, armonizando los movimientos de los astros alrededor de la Tierra. Por último, introdujo novedosos métodos de observación astronómica y completó las fórmulas matemáticas del geómetra oriental Tabit ibn Qurra.

Discípulo suyo fue Abu-l-Quasim Asbag, autor de unas famosas tablas astronómicas y cuyos escritos sobre el astrolabio fueron incorporados por Alfonso X el Sabio al Libro del saber astronómico.

ASTROLABIO DE AZARQUIEL

Durante el reinado de Al-Mamun, cadí de Toledo, tuvo lugar la Escuela Astronómica de Toledo, del siglo XI, dirigida por el docto y enciclopédico Ben Said. El más notable representante de esta escuela de astrónomos y matemáticos fue Azarquiel, cuyo talento se manifestó en todas las ramas de ambas disciplinas. Fue un ingenioso inventor de instrumentos astronómicos como astrolabios o brújulas y, sobre su construcción y manejo, dejó escritos varios tratados. Casi todos ellos fueron traducidos al castellano o al latín en la Corte de Alfonso X.

Azarquiel tuvo una visión más audaz del sistema planetario que sus antecesores y fue el primero que hizo mover a los planetas menores alrededor del Sol y en investigar el fenómeno de los eclipses. Descubrió que la órbita descrita por el planeta Mercurio se ajustaba mejor a un óvalo que a una circunferencia, anticipándose siglos antes al tratado de Johannes Kepler, por el cual los planetas giraban en torno al Sol en órbitas elípticas.

Por orden del gobernador Al-Mamun y bajo la dirección de Azarquiel, los astrónomos toledanos realizaron numerosas observaciones, que fueron ordenadas en unas excelentes tablas, completando las más importantes de sus antecesores Joarizmí, Tabit ibn Qurra y Maslama de Madrid. Las llamadas Tablas astronómicas toledanas, publicadas en 1080, se utilizaron durante más de un siglo para establecer el movimiento de los planetas, cuya precisión ha sido elogiada por astrónomos de todos los tiempos. En su elaboración también participó Ben Said.

Realizó una Suma referente a la duración del año solar, para la cual Azarquiel pasó veinticinco años analizando los movimientos del Sol. Midió la variación del apogeo solar, es decir, el punto donde la distancia entre el Sol y la Tierra es mayor, siendo de 12 segundos de arco por año, mientras el valor moderno está en torno a 11,8 segundos de arco. También fue notable la fijación por la precisión, contrastando sus resultados con los de otros astrónomos.

Escribió un Tratado relativo al movimiento de las estrellas fijas, basándose en las ideas de Ibn Qurra, que suponía que estas estrellas tenían un movimiento de acceso y retroceso. Era importante porque en las Tablas Toledanas se usaba una estrella patrón como origen de las coordenadas y era necesario corregir la longitud sumando el valor de la precisión. En contraste con las teorías de Hiparco y de Ptolomeo, que predecían un movimiento constante, la teoría de la trepidación de Azarquiel e Ibn Qurra predecía un acceso y retroceso de los equinoccios.

En el Tratado de la Azafea, Azarquiel introdujo innovaciones en el astrolabio, un instrumento fácil de manejar y transportar y que permitía una amplia serie de cálculos y de mediciones. Su construcción estaba basada en la proyección de la esfera celeste sobre un plano, más o menos como se proyectan los mapas terrestres. En el astrolabio plano, esta proyección es la estereográfica ecuatorial, que tenía sus inconvenientes ya que hacía falta una lámina para cada latitud, lo que limitaba el uso del astrolabio u obligaba al fabricante a manufacturar varias láminas. La innovación técnica de Azarquiel consistió en introducir dos proyecciones meridianas, una para cada mitad de la esfera. Así, algunos planos fundamentales, como el ecuador, la eclíptica y los horizontes, fueron representados por líneas rectas, cambio que permitía utilizarla en cualquier latitud.

Si la Azafea suponía un avance en relación a la Lámina Universal de Ali B. Jalaf, el Tratado de la lámina de los siete planetas de Azarquiel supuso igualmente un progreso con respecto al astrolabio de Ibn Samh. Este último requería una lámina para cada planeta y Azarquiel, en su intención de simplificar resultados, introdujo una sola lámina que hacía todo el trabajo. Fue en esta obra donde la Astronomía pasó de representarse mediante círculos a óvalos.

Otro de los grandes astrónomos de referencia fue Ibn Tufayl, posiblemente el científico granadino que más ha influido en el pensamiento de Occidente. Fue seguidor de Avempace y también fue médico, primero en Granada y luego en otras ciudades del Al-Ándalus. Más tarde renunció al cargo de médico real en favor de su discípulo, Averroes. Fue un pionero en erradicar el sistema de Ptolomeo, basado en las enseñanzas de Aristóteles. Negaba los epiciclos y excéntricas por su imposibilidad física, detalle de suma importancia dado que los modelos vigentes en aquella época se basaban sólo en la geometría.

Ibn Tufayl no se limitó a la astronomía. Su libro El Filósofo Autodidacta ha servido de modelo a la literatura y filosofía europeas posteriores como Robinson Crusoe de D. Dafoe y Emilio de J. J. Rousseau.

Otros libros andalusíes de astronomía y matemáticas fueron libros de consulta en la Europa Occidental en los siglos posteriores.

ESCUELA ASTRONÓMICA DE TOLEDO

El declive llegó con la caída del Califato cordobés, que acabó dividido en pequeñas taifas y la invasión de los bárbaros guerreros almorávides. Destacó entonces la labor desarrollada por la Escuela de Traductores de Toledo, fundada por Alfonso VI, tras la reconquista de esta ciudad, en 1085. Esta institución permitió que obras fundamentales de la antigua cultura grecorromana así como de la actual hispano-árabe pudieran ser transmitidas a la Europa medieval a través de España.

Los llamados Libros del Saber de Astronomía son una recopilación del conocimiento astronómico hasta el reinado de Alfonso X, que consistían en varias traducciones y adaptaciones de tratados al romance castellano, aunque también contiene producción propia.

El máximo desarrollo científico de esta Escuela toledana se experimentó bajo el reinado de Alfonso X el Sabio (1221-1284), quien fundó la prestigiosa Escuela Alfonsina de astronomía. Financió los estudios encaminados a validar la astronomía de posición. Son numerosos los testimonios de la época que informan del esfuerzo científico destinado a la observación del cielo para el necesario apoyo a la navegación. Las primeras universidades europeas, en especial la de París, recibían maestros y estudiantes hispanos que llevaban novedades científicas de esta disciplina. En esta escuela se publicaron obras relevantes como el Libro de las figuras de las estrellas fijas, el Libro del Alcora, el Astrolabio redondo y llano, el Tratado de las Armiellas, el Libro del Lapidario, las Tablas astronómicas alfonsíes, entre otras.

ESCUELA ASTRONÓMICA ALFONSINA

Esta escuela supuso una evolución en la astronomía europea, ya que era la primera vez que una Corte occidental promovía de forma directa un proyecto de esta índole: el primer observatorio astronómico construido con fines específicos, así como las primeras tablas de época medieval realizadas por astrónomos no musulmanes.

Su obra cumbre fueron las Tablas astronómicas alfonsíes, elaboradas por los científicos hispano-judíos Yehuda ben Moshe e Isaac ben Sid, para el meridiano de Toledo. Sirvieron para calcular las efemérides planetarias, tomando como referencia las elaboradas en el siglo XII por el astrónomo cordobés Azarquiel en sus Tablas toledanas, el cual a su vez las había adaptado del sistema de Ptolomeo. Así, partiendo de la tradición tabular, introdujeron nuevos parámetros de medición recogiendo en forma de tablas las posiciones exactas y precisas, y determinando el movimiento sobre la elíptica de los cuerpos espaciales sobre Toledo, desde el 1 de enero del año 1263 hasta 1272, durante el reinado de Alfonso X. Con estas tablas se pretendía calcular la posición del Sol, la Luna y los planetas de acuerdo con el sistema de Ptolomeo. Fueron muy útiles para la geografía, contribuyendo a la localización de coordenadas terrestres basándose en las coordenadas celestes; también para la navegación, ya que facilitaban la orientación basándose en el conocimiento de las constelaciones y situación de los planetas.

Durante mucho tiempo, estas Tablas fueron la base de todas las efemérides astronómicas que se publicaron en los reinos hispánicos medievales y las más empleadas en Europa durante la baja Edad Media, circulando cientos de copias manuscritas al latín por Italia, Francia e Inglaterra a lo largo del siglo XIV. A comienzos de este siglos ya habían llegado a París, donde un grupo de importantes astrónomos recogieron las novedades de las Tablas alfonsíes y las adaptaron para el meridiano de París con gran éxito. Desde entonces, sentaron las bases de la elaboración de las tablas astronómicas de toda la Edad Media tardía y del Renacimiento, teniendo vigencia hasta el siglo XVII, momento en el que se aceptó la concepción heliocéntrica de Copérnico.

Estas Tablas alfonsiés "parisinas" adquirieron tanto éxito que se reeditaron en varias ocasiones durante dos siglos, siendo un punto de referencia imprescindible en las universidades europeas así como texto de consulta para los grandes científico y astrónomos de la época: Pascual de Hamel, Nicholas Polonius, Juan de Sajonia, Gaurico, Tycho Brahe, etc

Ejemplo de su alcance fueron las Tablas firmadas por Galileo, impresas en 1492, y ubicada en la Biblioteca Nazionale Centrale di Firenze, o el ejemplar formado por Copérnico, también de 1492, ubicado en la Biblioteca de la Universidad de Uppsala. Tras la invención de la imprenta, fueron reimpresas varias veces, si bien la edición más aparecida fue la que el profesor del Colegio Real de París Paschasius Hamelius publicó en 1545 y 1553. Fueron desplazadas por las Tablas Rodolfinas, publicadas por Kepler en 1627 y basadas en las observaciones de Tycho Brahe. En 1935, se reconoció al rey Alfonso X como astrónomo, nombrándole en su honor el cráter lunar Alphonsus.

tablas astronómicas alfonsíes
TABLAS ASTRONÓMICAS ALFONSÍES

Se estaba gestando durante aquellos siglos la madurez científica precisa al mundo, tan importante como la invención de la vela y el timón, porque sin mapas el hombre no hubiera podido navegar más allá de las proximidades de la costa.

Su entusiasmo y trabajo fueron continuados por el también rey castellano Juan I distribuyó, en 1390, ochenta y cuatro años antes de que Regio Montano escribiese su Ephemérides, un almanaque, calculando día por día para tres años, con datos para determinar la posición de los astros.

Un rey aragonés, Pedro IV, fue protector de sabios, bajo cuyos auspicios el castellano Jacobo Carcomo compuso las tablas astronómicas, y Bartolomé de Tresvents redactó un tratado de astrología.

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