García de Silva y Figueroa fue el primer occidental en identificar las ruinas de Takht-e Jamshid como Persépolis, la antigua capital del Imperio persa durante la dinastía de Aqueménida, en 1618. Fue el primer europeo en ofrecer la primera descripción de la escritura cuneiforme que en aquella civilización se practicaba, un gran hallazgo para la arqueología universal.
Dejó escrita una crónica completa de sus viajes, tratándose de la mejor descripción de Persia de su época Persidisque comentarii.
Persépolis está situada a 70
kilómetros de Shiraz, en el sur del actual Irán. Literalmente significa "la
ciudad persa". Era la antigua capital del Imperio persa durante la época
aqueménida, fundada por Darío I en
520 a. C., y ampliada por su hijo Jerjes I y su nieto Artajerjes I. Mientras
las capitales administrativas de los reyes aqueménidas fueron Susa, Ecbatana y
Babilonia, la ciudadela palaciega de Persépolis mantuvo la función de capital
ceremonial, donde se celebraban las fiestas de Año Nuevo. Construida en una región
remota y montañosa, Persépolis era una residencia real poco conveniente, y era
visitada principalmente en primavera. La urbe fue incendiada y el Palacio de
Jerjes fue destruido por orden de Alejandro
Magno en 330 a. C., posiblemente como revancha de la guerra panhelénica
contra los persas.
En 316 a. C., Persépolis era todavía la capital de Persia, una provincia del nuevo Imperio macedónico. La ciudad decayó gradualmente durante el periodo seléucida y las épocas posteriores. En el siglo III, la cercana ciudad de Istakhr se convirtió en centro del Imperio sasánida.
El paradero de Persépolis fue poco a poco difuminándose y la identidad de los restos de esta ciudad había permanecido oculta a lo largo de los siglos.
En 316 a. C., Persépolis era todavía la capital de Persia, una provincia del nuevo Imperio macedónico. La ciudad decayó gradualmente durante el periodo seléucida y las épocas posteriores. En el siglo III, la cercana ciudad de Istakhr se convirtió en centro del Imperio sasánida.
El paradero de Persépolis fue poco a poco difuminándose y la identidad de los restos de esta ciudad había permanecido oculta a lo largo de los siglos.
El sitio
fue mencionado ya en 1318 por un monje viajero de nombre Odorico, en 1474 por
un viajero veneciano llamado Josaphat Barbaro. El misionero portugués Antonio
de Gouvea visitó el sitio en 1602, observando las inscripciones cuneiformes y
las representaciones de "animales con cabezas humanas". Pero no sería hasta
1619, cuando un occidental identificase estos restos con la ciudad de
Persépolis, apoyándose en textos griegos. Fue el embajador de España en la Corte
de Abbás el Grande, shah de Persia.
En 1612, Felipe III decidió enviar una embajada al shah Abbas I el Grande de Persia, en respuesta a otra que había arribado a Madrid en 1610, con el objetivo de entablar una alianza entre ambas potencias contra el expansivo Imperio otomano que suponía una auténtica amenaza. Un antiguo destacado militar en la guerra de Flandes, García de Silva y Figueroa, fue seleccionado para encabezar esta misión diplomática a la corte del shah Abbas I, del Imperio Safávida.
García de
Silva y Figueroa era natural de Zafra (Badajoz) donde nació en 1550. Estudió Leyes en la Universidad de Salamanca, y después de servir en los Tercios de Infantería de Flandes y ser
un antiguo paje de Felipe II fue nombrado gobernador de Badajoz. Prestó después sus
servicios en la Secretaría de Estado de Felipe III. Era hombre de autoridad y
de vasto saber, acreditado por sus informes y observaciones en geografía, en
historia natural, en arqueología y en la generalidad de los conocimientos
humanos. Fue esta hoja de servicios la mejor garantía para llevar a cabo el
proyecto diplomático.
Los
objetivos diplomáticos eran de suma importancia: tratar de la expansión de Abbas
I en el golfo Pérsico, observar de cerca su relación con los ingleses de cara a
mantener el monopolio comercial portugués en el Índico y con la intención
manifiesta de que "el persa
persevere en la guerra contra el Turco para que (éste) no progrese en el
Mediterráneo".
La expedición partió del puerto de Lisboa el 8 de abril de 1614 a bordo de la nave capitana de la Armada de la India, y en noviembre del mismo año llegó a Goa, capital de la India portuguesa, una colonia asiática perteneciente a la Monarquía hispánica gracias a la unión de las Coronas de España y Portugal, que en 1580 acaparó Felipe II. Tuvo serios problemas con los portugueses, que se defendían hasta lo irracional de presuntas "injerencias castellanas", e incluso permaneció retenido en esta ciudad casi dos años.
Continuó el viaje bordeando las costas de Omán y atravesando el peligroso estrecho de Ormuz, hasta llegar a Bandar Abbas, en octubre de 1617.
Llevaba consigo un impresionante séquito 100 criados y otros centenar de camelleros, encargados de la conducción estos animales cargados de equipajes y de regalos destinados al shah. Fue bien recibido en Isfahán, sin embargo no consiguió ninguno de sus objetivos. García de Silva recorrió casi toda Persia, parte de la Mesopotamia y del Asia Menor, visitando Shiraz y Qom, entre otras ciudades. Entonces descubrieron que el shah no se encontraba en la capital, Kazwin, sino en el mar Caspio. De esta forma decidió permanecer los meses venideros de invierno en Shiraz para acudir al encuentro del soberano en primavera.
La expedición partió del puerto de Lisboa el 8 de abril de 1614 a bordo de la nave capitana de la Armada de la India, y en noviembre del mismo año llegó a Goa, capital de la India portuguesa, una colonia asiática perteneciente a la Monarquía hispánica gracias a la unión de las Coronas de España y Portugal, que en 1580 acaparó Felipe II. Tuvo serios problemas con los portugueses, que se defendían hasta lo irracional de presuntas "injerencias castellanas", e incluso permaneció retenido en esta ciudad casi dos años.
Continuó el viaje bordeando las costas de Omán y atravesando el peligroso estrecho de Ormuz, hasta llegar a Bandar Abbas, en octubre de 1617.
Llevaba consigo un impresionante séquito 100 criados y otros centenar de camelleros, encargados de la conducción estos animales cargados de equipajes y de regalos destinados al shah. Fue bien recibido en Isfahán, sin embargo no consiguió ninguno de sus objetivos. García de Silva recorrió casi toda Persia, parte de la Mesopotamia y del Asia Menor, visitando Shiraz y Qom, entre otras ciudades. Entonces descubrieron que el shah no se encontraba en la capital, Kazwin, sino en el mar Caspio. De esta forma decidió permanecer los meses venideros de invierno en Shiraz para acudir al encuentro del soberano en primavera.
El 6 de abril de 1618, fecha marcada en los anales
de la arqueología, Silva contempló las ruinas de Takht-e Jamsid, la ciudad palacio
que había fundado Darío I el Grande. Después de un detallado estudio, las identificó
con las ruinas de Persépolis. La noticia se conoció rápido en Europa después de
que el embajador Silva enviara una carta contando sus descubrimientos a su
amigo el marqués de Bedmar.
Esta misiva causó una gran impresión en los círculos ilustrados de Europa, y fue rápidamente traducida al latín y al inglés. Una de sus conclusiones fue que los símbolos cuneiformes que adornaban los templos no eran ornamentos, sino una forma de escritura. Fue el primer europeo en ofrecer la primera descripción de la escritura cuneiforme:
En la India portuguesa fue nuevamente retenido hasta febrero de 1624. Durante el largo viaje de regreso el llamado "mal de Luanda" le sorprendió en alta mar, en el océano Atlántico, produciéndole la muerte, sin que se sepa del paradero de su colección.
Silva dejó escrito una crónica completa de sus viajes, tratándose de la mejor descripción de Persia de su época: Totius legationis suae et indicarum rerum, Persidisque comentarii. Describe sus ciudades, su geografía y sus costumbres tales como las prácticas funerarias del zoroastrismo, la práctica de la tauromaquia en las ciudades y el cultivo de palmeras datileras en el sur de Persia.
Esta crónica fue traducida al francés por el holandés Abraham de Wicquefort en 1667. El manuscrito se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Esta misiva causó una gran impresión en los círculos ilustrados de Europa, y fue rápidamente traducida al latín y al inglés. Una de sus conclusiones fue que los símbolos cuneiformes que adornaban los templos no eran ornamentos, sino una forma de escritura. Fue el primer europeo en ofrecer la primera descripción de la escritura cuneiforme:
"Existe una impresionante inscripción tallada en jaspe negro. Sus caracteres son todavía claros y brillantes, increíblemente libres de daño y deterioro a pesar de su muy grande edad. Las letras mismas no son ni caldeo, ni hebreo, ni griego, ni árabe ni de ningún pueblo que pueda haberse conocido hasta ahora o que haya existido jamás. Son triangulares, en la forma de pirámides u obeliscos diminutos, como están ilustradas en el margen y son todas idénticas excepto por su posición y ordenación. Sin embargo, los caracteres resultantes de la composición son extraordinariamente diferentes."
Mandó
hacer dibujos de las más notables esculturas y de algunas inscripciones.
Durante sus viajes acumuló una extraordinaria colección de antigüedades y obras
de arte de gran valor, que se llevó consigo al emprender el viaje de vuelta a
España, iniciado en 1619.
En la India portuguesa fue nuevamente retenido hasta febrero de 1624. Durante el largo viaje de regreso el llamado "mal de Luanda" le sorprendió en alta mar, en el océano Atlántico, produciéndole la muerte, sin que se sepa del paradero de su colección.
Silva dejó escrito una crónica completa de sus viajes, tratándose de la mejor descripción de Persia de su época: Totius legationis suae et indicarum rerum, Persidisque comentarii. Describe sus ciudades, su geografía y sus costumbres tales como las prácticas funerarias del zoroastrismo, la práctica de la tauromaquia en las ciudades y el cultivo de palmeras datileras en el sur de Persia.
Esta crónica fue traducida al francés por el holandés Abraham de Wicquefort en 1667. El manuscrito se encuentra en el Museo Arqueológico Nacional de Madrid.
Lugar maravilloso y digno de cuidar. Tengo entendido que los islamistas están destruyendo todas las figura o grabados de animales y de personas, lo que deja claro que la cultura islámica es una porquería.
ResponderEliminarHola Doramas, bueno, más que la cultura lo que es una porquería es la intolerancia e irracionalidad de la religión islámica. Para estos talibanes las figuras de animales son enetendidas como divinidades preislámicas. Pero no toda la cultura islámica fue una porquería, solo hay que admirar la labor de Abderramán III y Al-Hakam II en Córdoba durante su esplendor cultural. En la Edad Media la cultura de ciudades como El Cairo, Damasco, Estambul, Bagdad o Córdoba era superior a lo que se hacía en las europeas. Pero ahora es al reves.
Eliminarsaludos
saludos