El Califato de Córdoba de los Omeyas vivió un periodo de esplendor cultural durante el siglo X de la mano de Abd al-Rahman III y de Al Hakam II. El primero levantó a las afueras de Córdoba el palacio Medina Azahara, cuyo embrujo arquitectónico reflejaba la grandeza del califato. Su reinado fue el más fascinante de la Hispania islámica, erigida en la cabeza de del reino más poderoso de Occidente del momento. El reinado de Al Hakam II fue continuista de su predecesor, convirtiendo a Córdoba en el gran foco cultural del momento, destacando su enorme biblioteca. Tras ellos, Almanzor se dedicó a promover expediciones militares.
Este periodo de máximo esplendor político, cultural y militar del Califato cordobés fue elogiado y añorado, entre otros muchos, por los poetas contemporáneos Abulbeca de Rond o Ibn Darray, el historiador Ibn Idari, o el literato del siglo de Oro español Luis de Góngora.
Por sus palacios, patrios y jardines de la Medina Azahara que fundó Abd al-Rahman III desfilaban embajadores de Oriente, embajadores cristianos peninsulares y mercaderes europeos. El embajador del emperador Otón se dirigió a Abd al-Rahman III en los salones de Medina Azahara: "Yo te saludo, oh rey de Al-Ándalus, a la que los antiguos llamaban Hispania."
El emir protegió en su Corte a científicos y filósofos, se abren escuelas, aumentan la venta de libros procedentes de Oriente y se incentiva la labor de traductores especializados. Los filósofos se cuestionan el origen de la materia, comentan las obras de Aristóteles y aglutinan los conocimientos antiguos en tratados sistemáticos. Los científicos registran los progresos matemáticos y técnicos de Oriente; desde la India llega el actual sistema numérico; la medicina se renueva con la traducción del tratado de Dioscórides.
El cosmopolitismo de Medina Azahara atrajo a poetas y escritores que enriquecieron con sus tradiciones literarias el esplendor Omeya, y cantaron las proezas de sus mecenas.
Hechizado por las letras, la música y poesía, Al Hakam II fundó la mayor biblioteca de Occidente, que albergaba todas las ramas del saber en sus más de cuatrocientos volúmenes.
El esplendor de esta capital es dedicado por Luis de Góngora en A Córdoba:
"¡Oh excelso muro, oh torres coronadas
de honor, de majestad, de gallardía!
Oh gran río, gran rey de Andalucía,
de arenas nobles, ya que no doradas!
¡Oh fértil llano, oh sierras levantadas
que privilegia el cielo y dora el día!
¡Oh siempre gloriosa patria mía,
tanto por plumas cuanto por espadas!
¡Si entre aquellas ruinas y despojos
que enriquece Genil y Dauro baña
tu memoria no fue alimento mío,
nunca merezcan mis ausentes ojos
ver tu muro, tus torres y tu río,
tu llano y sierra, oh patria, oh flor de España!"
A finales del siglo X (978), Almanzor suplantaba al califa y promovía el fanatismo de los doctores religiosos, que declaraban pernicioso el debate erudito. La censura amordazó el pensamiento, persiguiéndose la libertad de filósofos y astrónomos, que continuaron sus estudios en la clandestinidad, y la biblioteca reunida por Al Haham II era devastada en un terrible atentado contra la inteligencia.
Esa Córdoba fue añorada por Abulbeca de Rond:
"¿Qué es de Córdoba en el día,
donde las ciencias hallaban
noble asiento,
do las artes a porfía
por su gloria se afanaban?"
Según el historiador árabe Ibn Idari, los siguientes versos se esculpieron en mármol, a manera de epitafio de la tumba de Almanzor. Elogiaban el dominio militar de los Ejércitos andalusíes del caudillo cordobés sobre la península Ibérica:
"Sus huellas sobre la tierra te enseñarán su historia,
como si la vieras con tus propios ojos.
Por Allah que jamás los tiempos traerán otro semejante,
que dominara la península
y condujera los ejércitos como él."
Ahmad ibn Muhammad ibn Darray al-Qastalli es un poeta de origen bereber, natural del Algarve, más conocido como Ibn Darray. En el año 992, entró en el séquito de Almanzor, gracias al mérito de una casida improvisada con tema y rima forzados. Formaba parte del Ejército cordobés, acompañando a su caudillo en las expediciones militares contra los reinos cristianos peninsulares. Durante ese periodo se dedicó a componer poesías que ensalzaban la actividad guerrera de Almanzor mediante diwanes (colecciones de poesías), que narraban los acontecimientos bélicos, alcanzando un doble valor: literario e histórico.
"Tu victoria en Santiago llena de luz la tierra,
igual que el sol extiende el día.
Vuelve ahora a peregrinar con los musulmanes
tras haber destruido el centro
de peregrinación de los cristianos,
pues Cairuan, Egipto y el Hiyaz
fijan en ti sus ojos, esperando."
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